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Capítulo 3

Cinco meses antes de que empezará el vigésimo cuarto programa de Condena Virtual.

La alcaidesa de las prisiones del Sector Este, Sarah Von De Carlota, era una mujer que había sido criada y preparada toda su vida para administrar todas las cárceles de la Zona Este. Al igual que lo hizo su padre, su abuelo y el resto de sus antepasados. Por su sangre corría el orden y la justicia.

La familia Von De Carlota era conocida por su buen trabajo administrativo, mano dura contra los "terroristas" y un claro apoyó al gobierno, lo que le daba un buen estatus, además de concederle varias conexiones poderosas.

La señora Sarah desde pequeña se movía con su padre, como si fuese su sombra, buscando aprender todo lo posible respecto al rubro familiar. Amaba a su padre y lo admiraba, fue una inspiración y un gran tutor para ella.

Ahora con cincuenta y un años, era la persona con el cargo más alto de su sector. Por eso, siempre llevaba vestimenta formal, ya sean trajes o sacos, de colores violetas o bordos, preferentemente. Para no perder tiempo en su cabello, utilizaba una peluca de pelo corto, hasta los hombros, de color verde y algunos reflejos celestes en las puntas.

Ella se encontraba en su oficina, acompañada junto a sus dos asistentes, un hombre bajo de voz aguda y otro de aspecto mayor, con una alineada barda fucsia. Ambos, sincronizados cual robots, victimas del hastió de la cotidianidad, levantaron su pulsera digital en un ágil y certero movimiento de su mano, transfirieron todo el papeleo informático del día al escritorio de su jefa. Todos los archivos fueron proyectados en pantallas holográficas de diferentes tamaños.

Sarah, sin siquiera mirarlos a los ojos, comenzó a leer, al mismo tiempo que sus dedos tecleaban lo más rápido que le permitía su basta experiencia. Pantalla tras pantalla aparecían delante suyo, en un sinfín de escritos digitales. No importaba que tanto se esforzaba por acabar, siempre aparecía otro documento.

Un recuadro azulado se impuso frente de ella, palpitando al son de su locutor, el cual se encontraba en otro lugar del edificio. La voz que se escuchaba era la de su secretaria, su timbre estaba cargado de dudas y nerviosismo.

—D-disculpe, s-señora Sarah —dijo a duras penas la secretaria, deseando que su jefa estuviera de buen humor—. T-tiene visitas.

—Te dije que estoy ocupada —respondió Sarah, dejando escapar un suspiró. Si fuese por ella, todo sería automatizado, pero se debía cumplir con el cupo de personal físico. Era otra de las maneras del gobierno de luchar contra el S.D.T—. Dile que haga una reservación y cuando tenga tiempo lo llamaremos —agregó, pensando en que ya era hora de remplazar a su secretaria. No había dado la respuesta de rutina para estos casos y, por no haberlo hecho, luego sería castigada.

—D-de verdad lo siento, señora Sarah, p-pero... —La llamada se cortó y la pantalla desapareció, tan repentinamente como había aparecido. La sala fue absorbida por una atmosfera de confusión, la cual provocó que más de una ceja se alzará.

A Sarah le pareció un poco extraño que se cortará de repente, pero no le dio importancia, luego lidiaría con ello, ahora se encontraba abrumada por sus diligencias.

Un par de segundos después, llamaron a la puerta. Sarah reaccionó sorprendida, buscando respuestas en los ojos de alguno de sus dos asistentes, pero sin éxito, ambos levantaron los hombros en señal de ignorancia.

La puerta se abrió y el rostro de Sarah se puso pálido al ver a Neil Arath ingresar. Estaba atónita frente a su inesperada llegada, lo único que era capaz de realizar, fue controlar los involuntarios espasmos de su cuerpo al temblar. Era una dura lucha que debía ganar para mantener una buena apariencia y no meterse en problemas.

Neil avanzó por la pequeña habitación sonriendo, mientras observaba a su alrededor. Era alguien muy detallista y atento, sabía que podía conocer mucho de las personas según sus gustos y posesiones. El deseó del ser humano por aparentar y mostrar una vida lujosa, era el pan de cada día en la sociedad.

Él no se sorprendió al ver todos los aparatos tecnológicos que había en la sala: cuadros y ventanas electrónicas, escritorios móviles, pantallas holográficas, flores "inteligentes" y paredes LED.

Un cuarto típico de los ricachones, era una jaula de oro, con todo lo que les gustaba y casi en su totalidad automatizado. Ni siquiera era necesario tocar los aparatos, se podían activar con la voz, llegando a poder cambiar el color de toda la habitación con tan solo decirlo. Cada detalle controlado al milímetro, todo sea para maximizar la eficiencia y nutrir la comodidad.

Detrás de Neil, venía John, su mano derecha y guardaespaldas. Su semblante serio era característico, al igual que el elevado hopo que lucia su flequillo.

Sarah se puso de pie y, al igual que sus asistentes, agachó la cabeza en señal de respeto. En su mente se repetía una y otra vez maldiciones y reproches hacía sí misma, anhelaba que se tratará de una pesadilla. Era inaudito que recibiera a alguien del calibre de Neil sin su merecida parafernalia.

—Oh, por favor, no es necesario la reverencia —dijo Neil de manera amable, buscando mantener un tono más ameno.

—Es un honor, señor Neil. Disculpe que no lo haya recibido como se merece, no esperaba su visita —expresó Sarah, tratando de no mostrarse nerviosa.

—Soy yo el que debe disculparse por llegar sin avisar.

—¡No! —contestó la mujer de inmediato, levantando la cabeza—. Usted no se preocupe.

Sarah no se atrevía a mirar a los ojos a Neil, no se creía digna. Debía de ser cuidadosa con todo lo que hiciera, sabía que no podía ofenderlo de ninguna forma. En su cuello sentía como si tuviera una soga, y ella misma fuera la responsable de crear el nudo que acabaría con su vida. Cada gesto y palabra eran cruciales.

—¿Puedo tomar asiento? —preguntó Neil mirando una de las sillas a su lado.

—¡Claro! Digo, sí, por favor.

—Me gustaría hablar con usted... de algo en privado —dijo de manera suave, enfocándose en los dos hombres que acompañaban a Sarah.

La mujer sin siquiera dudarlo, se giró y fulminó con la mirada a sus acompañantes, dándoles a entender que salieran del lugar. Una vez se fueron, Neil continuó hablando:

—Estoy buscando a esta persona —Neil sacó de uno de sus bolsillos una tableta electrónica, con la foto y datos de un hombre, y se la entregó a Sarah.

—Es... Gabriel Leroy... —murmuró la mujer mientras leía la información.

Gabriel Leroy, mejor conocido como "Flicker". Uno de los líderes rebeldes, siendo uno de los hombres más buscados por el gobierno, razón por la que tenía una de las recompensas más altas por su cabeza.

—Que tienes para contarme sobre él —Al instante Neil sonrió, sin quitarle los ojos de encima a Sarah.

—Según informes... se dice que está por este sector —respondió, evitando cruzarse con la mirada de él—. Se cree que... es el responsable al ataque a varias corporaciones, destruyendo infraestructura valiosa y liberando a... muchos de los esclavos que utilizaban para la mano de obra... —dijo con dificultad, esperando no molestarlo por su inoperancia.

El trabajo de Sarah era principalmente seguridad en las prisiones, pero también debía brindar protección a otras zonas. Por eso, no atrapar a este grupo de rebeldes que estaba causando estragos era parte de su culpa.

—Pero pronto los atraparemos, señor Neil, este tipo de escorias no puede esconderse por mucho...

—Llevan varios años trayendo problemas, ¿por qué cree que usted los detendrá? —interrumpió al instante, mostrándose serió. Su gentil mirada se transformó en una penetrante y fría. 

La atmosfera se volvió tensa, asfixiante para Sarah. Se sintió obligada a agachar la cabeza, tratando de buscar una respuesta a su error. Cada segundo en silencio era un doloroso martirio para ella. El sudor en sus manos, axilas y espaldas, eran un mero reflejó de su temor.

—No se preocupe, señorita Sarah, no estoy aquí para regañarla, ni a reclamarle nada —agregó Neil, volviendo a su amable actitud—. Entiendo que este es un tema complicado y lleva su tiempo. Solo que, no me gustan las "palabras de políticos", ¿sabe a qué me refiero, verdad?

La mujer asintió una y otra vez, hallando consuelo en el tono de voz de Neil. Se sentía aliviada de no haberlo ofendido, o, por lo menos, no demasiado. Una leve brisa refrescó su cuerpo, al mismo tiempo que sus pulmones volvían a funcionar de manera normal.

—Vine hasta aquí personalmente para pedirte un favor —continuó diciendo Neil.

—Lo que usted quiera, señor Neil —respondió al instante.

—Ni siquiera sabes que voy a decir.

—Tiene mi total confianza y apoyo, no es necesario.

—Me alegra escucharlo. Espero poder ser digno de tales palabras —dijo con una dulce mirada. Luego de unos segundos, John puso sobre el escritorio de Sarah unos papeles escritos a mano—. Quiero que tengas esto y lo cuides con tu vida de ser necesario. Debes seguir cada instrucción escrita al pie de la letra —le indicó Neil, mostrándose firme—. Yo me haré cargo de atrapar a este joven líder rebelde, ¿entendido?

Sarah asintió sin dudarlo, iba a hacer todo lo necesario para quedar bien con este hombre. No dejaría que todos los años que trabajo duro se desperdiciaran por molestar a alguien tan influyente e importante como Neil.

Todo el mundo sabía que el gobierno era el mejor aliado, pero podía volverse el peor enemigo si ofendías a la persona incorrecta.

Luego de que Neil explicará algunos detalles, se despidió y se detuvo en la puerta, a segundos de salir.

—El status quo va a cambiar, señorita Sarah, usted se ha ganado mi admiración por su trabajo y por esa razón confió en que sabrá que dirección seguir en la nueva era —comentó Neil, sin voltearse a mirarla—. Pronto nos volveremos a ver, gracias por su tan amable recibimiento —agregó, despidiéndose y saliendo del cuarto.

Sarah por fin pudo respirar tranquila, sentía como la soga que la había estado ahorcando se liberaba. Una falsa sensación de libertad la cubrió, tan efímera como eficiente. La dosis necesaria para darle un rayo de esperanza, y la motivación perfecta para no equivocarse en su siguiente objetivo. Sin perder ni siquiera unos segundos, se abalanzó sobre los papeles y empezó a leerlos.

«Esto es una locura...», pensó preocupada. «Nadie arriesgaría todo esto... Sí el plan sale mal, no solo perdería su puesto, también rodaría su cabeza...», se dijo así misma, mientras se secaba el sudor de la frente y leía las peticiones de Neil.

Pero Sarah sabía que no se trataba de cualquier persona, era Neil Arath, su palabra valía oro. Aún si, por un milagro se fuera a equivocar, nadie sería capaz de hacerle algo. Ella no tenía que temer, solo encargarse de seguir las instrucciones



Cinco días después, en un planeta inhabitado del Sector Este, se encontraban dos naves de del grupo rebelde "Neo-Genesis".

Dentro de una de ellas estaba uno de los líderes rebeldes, un joven de veinticuatro años, con múltiples hazañas en su historial. A pesar de su corta edad y tiempo con los rebeldes, se ganó un puesto alto debido a su entusiasmo y excepcional actuar, no por nada se le conocía como "El soñador".

Todos los esclavos que había rescatado eran inspirados por su determinación y deseó de ayudar al resto. Muchos admiraban a Gabriel Leroy, apodado Flicker, era una luz de esperanza en medio de un oscuro e injusto mundo.

El joven de pelo rubio, rapado a los lados, dejándose un poco largo arriba y ojos azules, se encontraba junto a dos de sus compañeros rebeldes en una de las habitaciones especiales de su nave, era un punto de reunión y planeación.

Era un cuarto pequeño, todo a su alrededor era de metal, con una pequeña pantalla en una de las paredes y una mesa redonda en el centro. Había algunas sillas, pero el lugar era utilizado para hablar temas importantes de manera rápida, no para sentarse a debatir, por lo que usualmente permanecían de pie. El olor a metal y aceite estaba por doquier, ya que se priorizaba la eficiencia y se dejaba de lado ciertos detalles de decoración.

Las tres personas que se encontraban en la sala se vestían igual: campera verde oscuro y un pantalón holgado del mismo color, lleno de bolsillos, y unas botas bastante pesadas, útiles para cualquier tipo de suelo. Era la ropa distintiva de la rebelión, junto a un emblema de una semilla.

Ellos buscaban la igualdad social. No solo eso, querían que todos fuesen tratados como seres humanos. Luchaban contra la dictadura del gobierno, los cuales elegían según su gusto y beneficio, como se debía vivir y quienes merecían hacerlo.

Ir en su contra era una sentencia de muerte, era lo que todos decían, lo que todos afirmaban. Pero los rebeldes no temían a la muerte. Preferían una vida corta y digna, salvando a la mayor cantidad de almas posibles de aquellos demonios disfrazados.

—¿Estás seguro? —preguntó una vez más Flicker, desconfiando de aquella información que les había llegado.

—Sí, lo estuvimos revisando y no tenemos dudas —contestó su flacucho compañero de pelo alborotado.

Por fin habían conseguido la ubicación de una prisión que albergaba varios esclavos y miembros de la rebelión que fueron capturados. No solo eso, según los datos, uno de los compañeros más importantes de Flicker se encontraba cautivo ahí.

Pudieron dar con el lugar debido a la reciente movilización de guardias que había ocurrido de manera repentina, sacándolos de las instalaciones y, de esa forma, se logró filtrar algunos detalles importantes.

—¿A qué se deben estos cambios tan repentinos? —siguió investigando Flicker, cruzando los brazos.

—Neil Arath vino al Sector Este y quieren darle mayor seguridad.

—¿Eh? —Arqueó una ceja y miró con incredulidad a su compañero—. Nadie sería tan tonto para intentar hacerle algo a Neil, además de que, debe ser la única persona a la que todos prefieren que se mantenga con vida...

Flicker se quedó en silencio reflexionando, no tenía sentido, Neil por lo general utilizaba solo su guardia personal y, a pesar de no ser mucha, era gente muy capacitada. La otra opción que se le cruzaba por la cabeza era que estuviera buscando información para los próximos participantes de Condena Virtual.

Aun así, era bastante extraño que lo hiciera llamando a los guardias de diferentes prisiones para entrevistarlos. Todo apuntaba a que era una trampa, pero... Flicker no podía evitar buscar cualquier excusa para ayudar a uno de sus mejores amigos y a todos los esclavos del lugar.

Tan solo necesitaba de una buena razón para arriesgar su vida por otra persona y él se abrazaría a cualquier posibilidad de lograrlo, por más pequeña que fuera, valía el riesgo, si con ello lograba darle la libertad a más gente.

—También se filtró información de que una de las pandillas más peligrosas perdió a su líder. Si no me equivoco, el gobierno quiere aprovechar la caída de Akuma Tanaka, conocido como "El ogro", para reducir a todos sus miembros antes que empiecen a hacer destrozos.

Los ojos de Flicker casi saltaron de sus cuencas, escuchar sobre la muerte de alguien tan temible y peligroso era extraño. Ahora sí le encontraba el sentido a que buscarán más personal para evitar el caos.

Su informante era de confianza, no dudaba de él. Flicker sabía que tenía delante una oportunidad única, no podía desaprovecharla.

—Prepara todo, iremos de inmediato a la prisión número cuarenta y siete —indicó con seguridad y una sonrisa, pronto vería de nuevo a uno de sus mejores amigos.

Sin más, empezaron a planificar todo para el ataque.

Tardaron dos días en llegar y alistarse, solo eran dos naves, con un poco más de quince personas. Se movían en grupos pequeños para evitar ser detectados por el regimen.

Lograron entrar al planeta donde se encontraba la cárcel, no fue muy difícil, tenía bastante información sobre los radares y las ubicaciones de estos. De esta forma, podrían pasar inadvertidos, además que sortear la malla de energía que cubría la zona era el pan de cada día para los rebeldes.

El lugar era una prisión de mediana seguridad, no había más que rebeldes, esclavos y una que otra persona que cometió algún crimen contra el gobierno. Lo raro de todo esto, era que se encontraba "Serx", uno de los mejores amigos de Flicker y un colega bastante importante. Él era un rebelde con bastante información y méritos, no era normal que lo tuvieran en un lugar desprotegido.

Las instalaciones eran enormes, parecía un enorme y grisáceo castillo, adornado con algunas banderas rojas y negras que representaban al gobierno. A simple viste destacaba el buen equipamiento militar que llevaban. Había atalayas con guardias en ellos, usando las últimas armas del momento, lo que significaba que un disparo directo era igual a una muerte, sin importar que llevases puesto.

Las paredes de "Aicero" reforzado, sólo podían ser abiertas por explosivos de gran calibre o hackers con buena experiencia. Por suerte, los rebeldes contaban con lo primero.

Las naves en las que habían venido los rebeldes no poseían armamento, era exclusivamente de infiltración y movilidad. Contaban con un recubrimiento que los mimetizaban con el ambiente, absorbiendo cualquier rayo de luz y ondas de sonidos, liberándolas en la dirección contraria, para así poder pasar desapercibida. además, se adaptaba a la temperatura del ambiente, evitando así los radares caloríficos.

Toda la zona era un terreno desolado, como la mayoría de cárceles, siempre buscaban apartarlas de la civilización, lo que les permitía hacer lo que quisieran con los condenados. Traían a los prisioneros aquí para que pudieran trabajar dentro de las instalaciones. La gravedad era del tipo II, lo que significaba que todo contaba con cinco kilogramos agregados. El aire lo habían vuelto respirable de manera artificial, pero seguía contando con pocos niveles de oxígeno, lo que dificultaba cualquier actividad física prolongada. La estrella que brindaba luz y calor se llamaba Hinda, la cual teñía todo el paisaje de un color anaranjado.

Durante el tiempo que los rebeldes tardaron en llegar a la prisión, organizaron su plan de acción. Todos ellos eran entrenados para asedios y rescates, por lo que actuaban con profesionalismo y experiencia. De manera coordinada y estratégica, empezaron el ataque. Debía ser rápido, de lo contrario podrían llegar refuerzos.

Él asalto duró un poco más de una hora. Lograron entrar a las instalaciones, desactivar todo el armamento, mataron a los guardias y llegaron a las celdas de los prisioneros. Estos últimos se encontraban en diferentes lugares, por lo que todos los rebeldes debían ir en diferentes grupos a buscarlos.

Una vez que desactivaron y quitaron los "collares de cautiverio" de los prisioneros, los llevaron hasta el punto de extracción, a las afueras de la prisión, cerca de un gran y desolado acantilado.

El grupo de Fricker fue de los primeros en llegar, el joven líder rebelde se encontraba ansioso, todo había salido demasiado bien, algo que era extraño. Unas pequeñas nubes de dudas revoloteaban en su cabeza. No veía a su a su amigo por ningún lado. Tampoco podía comunicarse con el resto, todas las transmisiones y comunicaciones fueron cortadas.

Mientras Flicker se concentraba en calmar a los prisioneros que había rescatado, miró hacía la prisión que se encontraba a lo lejos y sonrió al verla consumida por las llamas. Las paredes que la recubrían habían sido destrozadas, las atalayas que servían para vigilar habían caído y el edificio principal que representaba al gobierno estaba siendo devorado por el fuego.

Una clara señal de victoria para ellos, no solo eso, todos los prisioneros alrededor de él estaban celebrando, alzaban la voz y agradecían sin cesar, con las pocas fuerzas que les quedaban.

Los demás rebeldes comenzaron a llegar al punto de extracción, junto a más prisioneros. Entre medio de toda la gente, Flicker no tardó en reconocer a su amigo. Sin dudar, fue corriendo hasta él para darle un fuerte abrazo. Al principio no tuvo palabras, tenía un nudo en la garganta. Pero no necesitaba decir nada, con tenerlo cerca de nuevo era más que suficiente.

—Me vas a romper —dijo a duras penas "Serx", liberándose de a poco de aquellos brazos tan cálidos que lo cubrían.

—¡Ah, lo siento! —se disculpó Flicker, dando un paso hacia atrás. Sus azulados ojos se cristalizaban, esforzándose por no romper en llanto.

Ahora que lo tenía al frente, podía apreciar a su tan querido amigo y... le daba pena. Los párpados de Serx cubrían la mitad de sus ojos, reflejando una mirada cansada, como si se tuviera que esforzar por mantenerlos abiertos. Los pómulos de su cara resaltaban y sus cachetes eran casi inexistentes, siempre había sido delgado, pero ahora, literalmente estaba en los huesos. Su enorme nariz se veía aún más grande de lo habitual, culpa de su deteriorado rostro, y no hacía falta quitarle la ropa para ver su deplorable condición física.

—Perdón por tardar —se disculpó de nuevo Flicker, apretando los puños, mientras la culpa se esparcía sobre él. Deseaba poder haber hecho algo antes.

—¿Tardar? Ya me daba por muerto... —susurró Serx forzando una sonrisa, buscando encontrarse con los ojos de su salvador, los cuales se escapaban de forma temerosa.

A su alrededor el bullicio que hacían todos reflejaba una victoria, todos estaban ansiosos por escapar, solo tenían que esperar las naves. El olor a ceniza era como un agradable perfume para cada uno de los presentes, pues venia de quemar un edificio del gobierno. La rojiza luz en el horizonte refrescaba el espíritu de todos, se les había otorgado otra oportunidad. Otro comienzó.

—Yo... soy el que debe disculparse, Flicker —continuó diciendo Serx, cabizbajo, sujetándose con su mano izquierda el antebrazo derecho, justo donde tenía un tatuaje con forma de espiral. Un símbolo de su hermandad.

Flicker, Serx y dos amigos más, se habían vuelto hermanos durante su entrenamiento para convertirse en rebeldes. Y, como señal de aquella amistad tan fuerte que formaron, cada uno de ellos decidió hacerse un tatuaje. Aunque, Flicker había perdiendo un sorteo y estuvo obligado a hacerlo en la cabeza, razón por la que siempre llevaba afeitado los lados de esta, para así mostrar su tatuaje con forma de cruz.

—Les dije todo lo que sé, Flicker... —confesó Serx entre lágrimas, mientras el timbre de su voz se quebraba—. No pude aguantar las torturas y...

—No te preocupes —interrumpió con una dulce sonrisa, apoyando su mano en el hombro de su amigo—. Nadie puede soportar los castigos de ellos, por eso trabajamos siendo conscientes de esto. No hiciste nada malo, todo lo contrario, sigues de pie a pesar de lo que te paso, eres formidable. Y créeme, no hay nada que les duela más a esos bastardos que, un rebelde vivo y con la frente en alto —agregó para motivarlo y lo abrazó de nuevo, dejándose envolver por la nostalgia y recuerdos de viejas aventuras.

Los rebeldes sabían de la forma en que se manejaba el gobierno, ellos estarían dispuestos a hacer cualquier tortura y, por ende, ningún humano aguantaría sin revelar lo que sabía. Debido a eso, se movían de manera sigilosa incluso entre ellos, utilizando varios intermediarios sin nombres y evitando tener cualquier tipo de ubicación respecto a otro grupo de rebeldes.

En ese momento las dos naves llegaron y se estacionaron delante, listas para recoger a todos. El sonido del motor producía que todos alrededor gritaran con fervor y levantaran sus brazos anhelando poder huir de una buena vez. La esperanza se palpaba en el aire. Algunas risas decoraban el ambiente, junto con maldiciones y burlas al gobierno.

Flicker miró una vez más a toda la gente que se encontraba cerca del acantilado, llevaban ropa de color blanco con rayas negras, la típica vestimenta de los prisioneros. Pero a pesar de ello, todos se veían emocionados, estaban a punto de ser libres. Sus ojos poco a poco empezaban a recobrar el brillo. Las sonrisas se imponían en aquellos rostros maltratados, como si estuvieran por recibir el regalo más grande de sus vidas. Y no se equivocaban, la libertad era el clamor más fuerte de la humanidad.

Flicker acompañó a Serx a hacer fila junto al resto de prisioneros, todos debían pasar por un pequeño escáner antes de subirse a la nave.

—No hace falta que me sigas protegiendo, Flicker —dijo en voz baja Serx.

—No digas eso, estoy feliz de verte. Tendrás que soportarme de nuevo a tu lado por un tiempo —bromeó, dándole unas suaves palmadas en la espalda a su compañero, buscando sobreponerse a la desagradable sensación que le daba el tocar su huesudo cuerpo.

Ambos rieron un poco, dejándose llevar por la nostalgia de uno que otro recuerdo del pasado. Habían compartido tantos peligros juntos que, sin importar la situación, ellos conseguirían ponerle ánimos.

—Lo sé... pero no lo digo por eso, quizás debas ayudar a los jóvenes del otro grupo, algunos no podían mantenerse de pie —insistió Serx, señalando la otra fila a un grupo de prisioneros que se habían caído. A pesar de la euforia, no podían engañar a sus demacrados cuerpos.

—¡Ah! Tienes razón, será mejor que les dé una mano —respondió de manera inocente, despidiéndose de su amigo.

Serx respiró hondo y salió de la fila, yendo hasta el inicio de la misma, donde estaba uno de sus compañeros rebeldes con un escáner en forma de pistola.

—Me alegra de verte, Serx —comentó con entusiasmo el rebelde de pelo alborotado.

—A mí también, Yovi. Disculpa si no me veo entusiasmado... ya sabes...

—Lo entiendo, no hace falta que digas más. Pronto volverás a estar al cien... como antes —dijo algo nervioso, tratando de ser sutil con sus palabras.

—Espero con ansias ese momento. Quiero... volver a ser útil, recompensarlos por mi error... —susurró cabizbajo, con una mirada perdida en el suelo—. Sabes... Flicker necesita tu ayuda, yo me encargo de escanear a todos —agregó, apretando la mandíbula y conteniendo las lágrimas.

—¿Eh? No, no necesitas exigirte, yo p...

—Por favor, déjame servir para algo —suplicó, mostrando en su rostro lo mucho que le hacía falta ser útil de nuevo—. Además, si ayudan a subir a los de la otra fila saldremos más rápido...

—Está... bien —dijo conmovido—. Es bueno tenerte de nuevo en el equipo —agregó, entregando el pequeño escáner blanco, con forma de pistola. Luego, se fue con el otro grupo.

Serx siguió escaneando a los rescatados, uno por uno, recibiéndolos con la más grande sonrisa que podía mostrar. Y, al final, cuando entraron todos, se quedó quieto por unos segundos, mirando el escáner en su mano.

Su corazón latía con fuerza, pero no era por la emoción de la libertad, era culpa. Cada latido le dolía, como si tuviera una espina clavada dentro de su pecho. Su respiración se aceleró y estuvo a punto de llorar, pero logró soportarlo. Una parte dentro de él se quebró con tanta claridad, que sabía que nunca olvidaría aquella desgarradora sensación. Inhaló hondo, cerró los ojos y, al suspirar, entró a la nave junto al resto sin utilizar el escanear en él.

Al cabo de tres días, se correría una impactante noticia: Flicker, uno de los líderes rebeldes, había sido capturado junto al resto de su equipo y la mayoría de prisioneros que habían rescatado de la prisión número cuarenta y siete.

Un duro golpe para la agrupación Neo-Genesis y una gran victoria para el gobierno. Así es como se anunciaba por todos lados. Pero quien más lo festejaría sería Sett, pues Flicker era uno de los dos "ingredientes" más indispensables en su lista.

Con el líder rebelde en su posesión, Condena virtual ya estaba listo para empezar. Durante los siguientes meses, Neil se encargaría de pulir cada detalle de su programa al milímetro. Iba a ser el responsable de la nueva era que se aproximaba.


Fin del capítulo 3

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