Capítulo 22
El aire apestaba a sangre y muerte. Las tinieblas engañaban a los ojos y completaban cualquier rasgo, que no pudiesen vislumbrar por ellos mismos, con amorfas y terroríficas muecas. Aunque claro, para el enorme monstruo que tenían delante no era necesario, su naturaleza macabra y sádica era expuesta en cada detalle de su horripilante ser.
BreakBones, era un ser humano dotado con el gen del coloso, brindándolo de una anatomía sobrehumana en cada aspecto de su cuerpo. Medía más de tres metros, contaba con unas manos y dedos grotescos, con los cuales era capaz de destrozar en pedazos los huesos de sus víctimas. Su enorme torso le otorgaba un aspecto intimidante y anormal, parecía no tener cuello, su cabeza era redondeada, luciendo unos enormes ojos y una maquiavélica sonrisa, con dientes modificados para darle una forma puntiaguda y aterrorizar a un más a sus desafortunadas víctimas.
Su mera presencia despertaba los miedos más profundos, portaba el aura sobrenatural de un monstruo. Su grave y lenta voz le otorgaba una tenebrosa risa que carcomía la mente y el espíritu, siendo un inconfundible presagio de un doloroso final.
Sabrina lo sabía, aquel colosal hombre llevaba desgracia y angustia a donde sea que fuese. Debía levantar la cabeza al cielo para poder apreciarlo, su tamaño era ridículamente exagerado, incluso teniéndolo al frente era difícil de creer que alguien así existiera.
El terror que la engullía era desolador, como fríos clavos que se enterraban en cada musculo y hueso, impidiendo que pudiera moverse. El latido de su corazón estaba cargado de pena y desesperación, intentaba sin descanso luchar contra la gélida sensación que se escurría por sus venas. El graznidos de los cuervoides en el cielo servían como una tétrica ornamenta funeraria, un toque siniestro para sofocar aún más la atmosfera con sonidos sombríos.
Toda esperanza y deseó de luchar de Sabrina era arrebatado de su cuerpo, dejándola desahuciada. Sentía que su alma quedaba desnuda y la despojaban de todo por lo que una vez luchó. Nada tenía sentido. Era el final.
«Fue tonto pensar que saldría con vida», fueron las únicas palabras que llegaron a su mente. Un reclamó por su inocente ilusión. No podía hacer nada por su cuenta, era una inútil sin su mejor amiga Erica.
Ahora estaba sola. No pudo cumplir su promesa, la única tarea que se había encomendado y falló.
—Siempre correr, siempre atraparlos —exclamó el monstruoso asesino, sonriendo con malicia.
Al escuchar su gruesa voz cubrió a todos de un intenso escalofrió. BreakBones había caído en el medio de su disputa, quedando entre medio del grupo, separándolos en dos partes: por un lado, Zao y Vendetta; por el otro, Sabrina y Smile.
—Romperte primero —anunció el gigante, ansioso por hacerse con su nuevo juguete.
—¡Reacciona! ¡Sal de ahí, idiota! —gritó con todas sus fuerzas Smile, logrando descongelar a todos, trayéndolos de nuevo a la infernal realidad.
Zao intentó ponerse de pie para huir, sin embargo, Vendetta lo sujetó de la ropa. Su pelea en el suelo no había acabado. El condenado de ojos rasgados intentaba liberarse, mientras sentía los letárgicos pasos del asesino acercarse por su espalda. Una tortura psicológica que se proyectaba en cada una de sus angustiantes expresiones.
—¡Hay que salir de aquí! —Smile quería aprovechar la distracción del asesino, su concentración era desconcertante, ni siquiera se volteaba a verlos—. ¡Vamos! —gritó, tomando de la muñeca a Sabrina.
El opresivo y repentino tacto de Smile hizo sobresaltar a Sabrina, desviando toda la atención de ella a los temblorosos ojos de su compañero. Le suplicaban por escapar del lugar, mostraban una fragilidad y transparencia que ya había visto en otros lados. Era similar a la última mirada que compartían los esclavos que estaban punto de morir. La misma mirada que ella portaba antes de ser rescatada.
—¡Suéltame, maldito! —gritó Zao entre lágrimas, persistiendo en quitarse las manos de Vendetta.
Aquel gritó de ayuda capturó la atención de la ladrona, no podía ignorar una súplica tan sincera y agonizante. No lo conocía, ni mucho menos era alguien importante para ella, sin embargo, durante este desafío se había vuelto su compañero y la única forma de salir con vida era el trabajo en equipo.
Sin pensarlo se lanzó al ataque, de manera rápida e impulsiva, utilizando el pequeño deseó de ayudar a otros como incentivo para engañar a sus miedos. Sabrina aprovechó el impulso y saltó para patear con ambos pies la espalda del asesino. Una acción audaz, cargada de euforia y pánico, quería ayudar a Zao.
Antes de caer al suelo, sintió como si golpeara una dura pared de metal, causándole dolor y entumeciendo sus piernas. Ni siquiera logró moverlo. Había sido en vano.
—¿Quién empujar? —preguntó BreakBones volteándose con curiosidad, tenía la impresión de que alguien lo había tocado—. Oh, niña rubia, ser tú quien golpear... —exclamó recuperando su infantil ánimo, la veía como una insignificante hormiga—. ¡Enseñar como deber tú de golpear! —anunció luciendo su amplia y filosa sonrisa.
El asesino levantó su brazo derecho y lo bajó con todas sus fuerzas para acabarla al instante. Sabrina rodó ágilmente hacia un costado, evitando el mortífero ataque. El golpe al impactó en el suelo, hundiendo la tierra a su alrededor, deleitando a todos con su poder sobrehumano. El estruendo que creó fue similar al de una pequeña explosión.
«Si eso me daba... de seguro me mata», pensó Sabrina anonadada por lo que acababa de pasar, el gigante no podía considerarlo como un humano. Sabrina Sabía que no había forma de vencer a aquella monstruosidad, le dio una patada con todas sus fuerzas y ni siquiera lo movió.
Zao aprovechó el desconcertante momento y que todos habían sido atraídos por el explosivo sonido, dándole un fuerte puñetazo en la nariz a Vendetta, consiguiendo así soltarse de las manos de su captor. Una vez libre, empezó a arrastrarse lo más rápido posible para alejarse.
—¡Se te escapa, grandote! —avisó Vendetta, sobándose donde recibió el golpe.
BreakBones se giró al instante y consiguió atrapar a Zao por el pie, antes de que se levantara por completo. El condenado se retorcía con fiereza, intentando librarse, pero era inútil. El crujir de sus huesos no se hizo esperar y con ello el comienzo de su tortura.
El asesinó lo levantó por el talón y lo estampó en el suelo. Ni siquiera parecía esforzarse por hacerlo, era como si tuviera un muñeco de trapo. Su sonrisa macabra brilla con intensidad, disfrutaba de lo que estaba haciendo. Era un simple y siniestro juego.
—¿Ya romperte? —preguntó alzando una ceja, con cierta desilusión en su rostro—. Ser pronto para acabar...
Leves espasmos indicaban que Zao aún se mantenía con vida. Su rostro se había estrellado de llenó contra el suelo, desfigurándolo al instante. Todo su interior estaba destrozado, era cuestión de tiempo para que el shock acabara con su infernal agonía.
Se ahogaba en su propia sangre, intentando con desesperación y de manera instintiva conseguir un poco de aire. Su dura lucha solo producía placer en el asesino, quien miraba emocionado como su juguete no se rendía y se esforzaba por vivir.
Una vez más, lo levantó en lo alto y lo estampó contra el suelo, salpicando las verdes e inocentes pared con sangre. Los gemidos de dolor se silenciaron al instante, sin embargo, BreakBones lo golpeaba una y otra vez, sin parar, mientras reía de manera sanguinaria.
—Poder hacer toda la noche esto —dijo mientras se divertía y toda su atención se concentraba en su nuevo juguete.
El crujido de los huesos al romperse lo cubrían de una inigualable satisfacción. Era lo único que sabía hacer y lo único por lo que lo alababan. Cada vez que jugaba con alguien, recordaba con claridad las palabras de amor y cariño de su padre.
Debido a su anormal condición física, su gruesa piel le otorgaba una desagradable insensibilidad, pocas veces había experimentado dolor o la calidez de un ser humano. Sin embargo, en sus manos era diferente. Si se concentraba y apretaba con fuerza, podía disfrutar del sentido del tacto.
Y, lo que más placer le otorgaba, era la forma en que los músculos, tendones y ligamentos se desgarraban, los crepitantes sonidos palpables lo inundaban de un éxtasis físico y emocional. Casi podía escuchar a su padre alabándolo por su buen trabajo, tal como había ocurrido la primera vez que utilizaron su "don".
Hacía mucho tiempo que no se encontraba así de emocionado, prácticamente tenía todos los juguetes que quería y podía hacer lo que él deseará con ellos. No solo eso, sino que nadie le estaba dando órdenes o repitiéndole que no debía torturar a sus víctimas.
Vendetta seguía en el suelo, a un lado, viendo horrorizado la escena.
«Este monstruo lo mató como si nada. ¡Menos mal que no puede hacerme daño! Aun así... es espantoso estar cerca de él», apartó con asco la mirada por un momento y observó a Sabrina y Smile corriendo para alejarse. De inmediato, se volvió a enfocar en el monstruo, pero prefirió no molestarlo al presenciar la satisfacción que reflejaba en su rostro, no quería ser el responsable de cambiar su humor.
Sin perder tiempo, Vendetta se puso de pie y fue tras los otros dos condenados. De esa forma no seguiría viendo la masacre y cumpliría con su rol como traidor.
Sabrina y Smile, llevaban un rato corriendo entre los laberinticos pasillos, consumidos por el fatídico pensamiento de ser las siguientes víctimas del sangriento monstruo. En la expresión de ambos se veía el pánico que experimentaban, estaban pálidos y con la mirada temblorosa. Les quedó bastante claro que si ese gigante los alcanzaba era el fin. Uno muy doloroso.
Las altas paredes que los aprisionaban ahora parecían pequeñas a comparación del gigante que los buscaba. Aún eran afligidos por los morbosos sonidos del cuerpo de Zao estrellándose contra el suelo, creando una composición sanguinaria y brutal, la cual no podían quitarse de la cabeza.
Mientras ellos se aferraban a sus más bajos instintos por sobrevivir, intentando recuperar el aliento para continuar con su huida, fueron sorprendidos por el ruido de aleteos de pájaros. A solo un par de metros, decenas de aves emprendían su vuelo y se alzaban en el cielo, formando negruzcos círculos.
—¡Salgan de donde estén! —gritó Vendetta desde arriba de las paredes de arbusto, arrasando con todos los nidos que el programa había puesto de manera estratégica para alerta a todo el que subiese—. ¡Solo están perdiendo el tiempo, no pueden ganar esto! —Su voz se interponía entre los graznidos de los cuervoidos a su alrededor, creando una sinergia terrorífica.
—Tenemos que hacer algo... no tardará mucho en encontrarnos de esa forma —dijo Sabrina, superponiéndose a todos los pensamientos negativos de los que era víctima, aún persistía en su lucha por sobrevivir.
Los dos trataron de concentrarse para buscar alguna salida, pero no era muy esperanzador continuar intentando dar con el camino. Constantemente eran presionados por el tormentoso ruido de las aves y Vendetta amenazándolos. Cada vez se acercaba más y más.
—Lo tengo —exclamó Smile forzando una sonrisa y levantando la cabeza para mirarla directo a los ojos a Sabrina—. Es arriesgado, pero no nos queda de otra.
Ahora era él quien tenía en el rostro la expresión de "a todo o nada". Sabrina se acercó a su lado para escuchar atentamente su plan.
Al mismo tiempo, Vendetta seguía buscándolos por arriba, saltando entre las paredes de arbusto, sin importarle todo el bullicio que generaba. Desbordaba de confianza, como traidor no podía ser lastimado por el asesino, y tener a una monstruosidad de su lado lo hacía sentir invencible.
—Están acabados —murmuró esbozando una sonrisa, escudriñando cada pasillo antes de avanzar con el siguiente—. Tengo suerte de estar del lado del monstruo... no hay forma de qu...
A lo lejos, una parvada de cuervoides emprendió su ruidosa huida, sirviendo para delatar a quien acababa de subir el muro. Una cabellera rubia resaltando en medio de todo el escenario de color verde, era la cabeza de Sabrina. Haciendo valer cada segundo en lo alto, ella inspección cada dirección en búsqueda de la salida. Una vez consiguió su objetivo, volvió a ocultarse entre los pasillos.
Las aves danzaban en el cielo, marcando el lugar donde se encontraban los tontos que habían cometido el error de despertarlos. Representaban un fúnebre augurio, pronto traerían muerte y pena a su lugar.
«¡Te vi!», pensó emocionado Vendetta y fue corriendo para allí. «Vaya inútiles... pensar que el estar desesperados los haría arriesgarse a mirar rápido de esa forma, intentando que no los vea... ¡Qué tontos!».
—¡Están aquí, grandote! ¡Ven! —gritó el condenado con tatuajes tribales para llamar al asesino, con la mirada al frente, acercándose a toda prisa a la zona donde había encontrado a Sabrina.
Vendetta estaba a unos saltos de llegar a su objetivo cuando fue sorprendido por Smile, quien lo esperaba escondido en uno de los bordes del muro.
—¡Sabía que vendrías por aquí! —exclamó victorioso, agarrando el talón del traidor.
Aprovechando el elemento sorpresa, Smile intento tirarlo, sin embargo, Vendetta se aferró al borde de la pared, comenzando una fuerte y desesperada batalla por empujarse. Ambos forcejeaban con todo lo que tenían para no caer de esos cuatro metros de altura.
La lucha era intensa, debían sostenerse a la vez que tirar al otro, llevando a que la presión de la altura les atormentará en cada momento. El que cediera al cansancio o a la duda, caería.
Las ramas fueron las primeras en colapsar, provocando que ambos descendieran en picada hasta la mitad de la pared de arbusto. Para su suerte, los dos consiguieron sujetarse de nuevo, tomándose unos míseros segundos para volver a respirar, el susto los había dejado helados.
Smile, abrumado por la situación y el pasar del tiempo, decidió arriesgarse en una ultima jugada, abrazando de la cintura a Vendetta para saltar hacía atrás y llevárselo consigo.
Los dos se dieron un contundente golpe contra el suelo, pero a pesar del dolor trataban de levantarse. Smile había logrado amortiguar parte del impacto cayendo sobre el traidor, sufriendo la mayor parte del daño en una de sus piernas. Mientras que, Vendetta, estaba sin aire, sentía como los pulmones lo aprisionaban y no lograba respirar por más que se esforzase.
Entre quejidos de dolor, Smile arremetió una vez más y se tiró sobre la espalda del hombre tatuado, haciéndole una llave al cuello para estrangularlo en el suelo.
—Por lo menos me daré el gusto de llevarte a la otra vida conmigo —dijo Smile mientras lo estrangulaba con todas sus fuerzas.
Vendetta no podía gritar para llamar al asesino y tampoco lograba quitárselo de encima. Sus parpados le pesaban, se le nublaba la vista y era azotado por un terrible mareo.
—¡Ya sé por dónde tenemos que ir! —gritó emocionada Sabrina, apareciendo por uno de los pasillos, había encontrado la salida.
Smile fue atraído por su animada voz, desviando la atención por un segundo, lo suficiente para que Vendetta aprovechase el descuido y usara todas las fuerzas que le quedaban en un último intento. Cargado con la adrenalina y el pánico a la muerte, logró apartar un poco el brazo que lo estaba ahorcando, levantándolo lo suficiente para morderlo y liberarse de las garras de la muerte.
De manera precipitada, se arrastró lejos, tambaleándose en cada movimiento, mostrando una imagen lamentable. Por sus ojos se escurrían las lágrimas, mientras tosía sin parar, sintiendo como el frio aire le ardía al respirar. Apenas recuperó un poco el aliento empezó a llamar al monstruo.
—¡Est... es-tamos... aquí! ¡V-ven!
Smile no podía levantarse, estaba exhausto, además el dolor en una de sus piernas lo obligaba a permanecer en el suelo.
—Estamos jodidos —dijo agitado por la pelea, apoyando su mano donde lo habían mordido.
—¡No te creas! La salida no está muy lejos —respondió Sabrina yendo a su lado para ayudarlo a levantar, sirviendo de apoyó—. Solo ten...
La pared a su lado estalló y una gigantesca mano emergió de las tinieblas, apoderándose de toda la atención de los condenados. Su mundo se centró en lo que veían, silenciando todos los demás sentidos. No les importaba la lluvia de hojas, el sonido de las aves o el crujir de las paredes, su mente se perdía en los grotescos dedos que empezaban a romper todo a su alrededor para crear un agujero.
Aquella pared que se suponía era impasable, acababa de ser derribada como papel, nada los separaba de la monstruosa criatura que se abría paso. Sus afilados dientes y gran sonrisa brillaban de manera tétrica. Su colosal cuerpo aplastaba todo a su paso, deteniéndose a solo unos escasos metros de distancia de ellos.
La mirada de BreakBones se clavaba en los dos supervivientes que quedaban de su juego en el laberinto, sus ojos verdes centellaban de ansias, mostrando una sombría obsesión.
A Sabrina se le estrujó el corazón con tanta fuerza, que creía que estaba a punto de tener un infarto. La mirada del monstruo penetraba hasta lo más profundo de su mente, incluso era capaz de visualizar la forma brutal en que iba a matarla.
—¡Siempre correr, siempre encontrar! —exclamó riéndose de manera maquiavélica, atormentando la mente de sus víctimas—. Y... siempre romper... —agregó adelantándose unos centímetros para torturar a sus juguetes, quería disfrutar un poco más de aquellos pálidos y desahuciados rostros.
Sabrina y Smile, se quedaron paralizados ante la imponente figura del gigante; una parte de ellos no podía evitar pensar que era su final, habían sido tontos por creer que tenían una oportunidad.
El asesino estaba bañado en sangre, como si fuese un macabro trofeo que luciese orgullo. Al instante, los condenados recordaron la forma en que había matado a su compañero frente a sus ojos. Los cortos gritos y el sonido de su cuerpo al ser golpeado contra el suelo, hizo que se les erizara la piel y una fría sensación recorriera cada parte de su cuerpo como si se tratase de corriente electrica.
Delante suyo tenían a un verdadero monstruo, alguien capaz de destrozarlos con sus propias manos. Incluso su exagerado mohicano teñido de verde fantasía, era gigante.
Sabrina superó los involuntarios temblores que agobiaban su cuerpo, logrando formar un puño donde concentrar toda su frustración y angustia. Un punto para desconectarse de toda la amargura y malos pensamientos, y así poder escuchar en su interior alguna palabra o idea que no fuese su futura muerte. Cerró los ojos con fuerza, así no seguiría viendo al abominable hombre, consiguiendo estar a solas con su mente y librar la batalla más importante que tenía, contra su derrotado espíritu.
«Este no puede ser mi final... así no», se dijo así misma, persistiendo en la búsqueda de algo que la motivará a no rendirse. «Se supone que debe ser sonriendo, satisfecha de darlo todo... no así...», mientras pensaba, era atormentada por el inconfundible sonido de la respiración del gigante, lenta y profunda, dejando en claro que estaba a poca distancia de ella. «Por más... por más tonto que sea... no debo darme por vencida, mientras pueda luchar tengo que intentarlo», completó una vez más la frase que le enseño Erica, imaginándose que era su amiga quien se las decía, como en tantas otras ocasiones lo hizo.
—¡Corre! —gritó para acallar sus miedos e intentar verse valiente—. ¡Hay que correr! —Sujetó del antebrazo a Smile y emprendió su desesperada huida, arrastrando a su compañero, quien se movía de manera tosca.
«No puedo morir aquí, no sin antes... no sin antes cumplir mi promesa», pensó ella mientras se alejaba del gigante lo más rápido que sus piernas le permitían, con la vista al frente, evitando voltearse para ver al asesino.
—Se están escapando, ¿por qué no haces nada? —preguntó Vendetta al observar que BreakBones no se movía, parecía congelado.
El gigante se mantenía expectante, sin perder su espeluznante sonrisa. Él sabía que podía acabar todo en un segundo, no debía de apresurarse, podía extender la diversión todo lo que quisiera... Por fin tenía vía libre a sus más primitivos deseos y era algo que iba a gozar.
—Ser divertido de esta forma, tú guardar silencio —respondió sin perder de vista a los otros—. No haber donde correr —agregó riéndose de manera desquiciada, para que todos los oyeran, en especial los que intentaban huir.
Smile cojeaba, incluso con su sangre llena de adrenalina, no podía ignorar el intenso ardor que le generaba cada paso. Sus lagrimas habían borrado su carismática actitud, la idea de que pronto iba a morir lo consumía. Lo que más le dolía no era su pierna, sino su inutilidad por no poder correr. Era como si fuese un endeble insecto atrapado en una pegajosa telaraña, retorciéndose sin descanso en un inútil intento y a punto de ser devorada por la araña.
—¡Oye! —gritó él para que se volteara, ya que se estaba quedando atrás y no podía seguirle el ritmo—. Toma esto.
Sabrina redujo la velocidad y se acercó a él. En ese instante, Smile acercó su pulsera a la de ella y con un leve gesto le pasó la llave, fue como si arrastrará un emoticón y lo lanzara.
—¿Por qué me la das? —preguntó por reflejo, confundida. El angustiado y apagado rostro de Smile era bastante claro con sus sentimientos.
—No puedo correr bien y es más difícil que escape de esta forma —respondió forzando una sonrisa, gesticulando en cada mueca el dolor que lo castigaba a cada paso—. Además, si el gigante ve el icono sobre mi username con la llave, es obvio que vendrá por mí...
—Ya veo... quieres... usarme para escapar —dijo para consolarlo, siguiéndole el juego, sintió que lo más acorde no era hablar de su muerte.
—En parte, sí —respondió de manera directa, ocultando sus verdaderos sentimientos—. También es más probable que puedas escapar, no solo eres rápida, tienes mejores reflejos, quizás así puedas lograr salir de aquí con la llav...
—¡Ir por ustedes, listos o no! —anunció desde lo lejos BreakBones, preparándose para su cacería—. ¡Correr y correr, no importar, siempre encontrar y siempre romper!
La voz grave y lenta del gigante les dio un escalofrío, era una inconfundible sentencia de muerte. El corazón de ambos dio un saltó y sus mentes se llenaron de súplicas y ruegos, esperando desde lo más profundo de su ser, no ser atrapados por aquel monstruo.
—¡No estamos lejos, aún podemos salir! —dijo ella para animar la situación, si se quedaba en silencio serían víctimas de sus miedos. No solo lo decía para darle un poco de esperanza a su compañero, también se forzaba a hacerlo para poder escucharse en voz alta y autoconvencerse.
—Tal vez... uno lo logre... pero no creo que los dos —El brillo de sus ojos se perdió y su mirada desoladora descendió al suelo, como si ya no le hiciera falta ver el camino de adelante.
Las estruendosas pisas del asesino no se hicieron esperar, se acercaban a ellos en cuestión de segundos. Tan fuertes y potentes, como las que solo un verdadero monstruo podría dar. Su inconfundible risa, castigaba los oídos de los condenados, carcomiendo su mente y aplastando lo que quedaba de sus frágiles espíritus.
BreakBones ya ni se molestaba en seguir los caminos, se abría paso embistiendo las paredes, destrozando todo a su paso, provocando ruidosas explosiones. Arrasaba con las desprevenidas aves, no les daba el tiempo de emprender su huida al cielo. Las hojas y plumas llovían por donde él pasaba, una vez que se concentraba en un juguete, no podía dejarlo hasta que lo "rompiera".
—¿¡Tan rápido nos alcanzó!? Pensé... que con la ventaja que nos dio tard...
—¡Los encontré! —exclamó el asesino al a travesar una pared y lograr verlos a lo lejos. Sus ojos se posaron con un espeluznante deseo sobre Sabrina y Smile.
—¡Hay que dividirse! —indicó él—. Al que no siga podrá subir las paredes e irse de aquí... es lo mejor —dijo con desesperación y voz temblorosa.
En ese momento, ambos doblaron para diferentes direcciones. Mientras avanzaban, no dejaban de voltearse para atrás, deseando que el asesino no los eligiera.
BreakBones, sin siquiera dudar, giró hacia donde Smile, le atraía su llamativo cabello de color magenta.
Sabrina agachó la cabeza y se enfocó en correr lo más rápido posible. Tenía una mezcla de emociones: estaba aliviada porque no fue tras ella, pero se sentía apenada por el otro hombre. No había forma de imaginárselo escapando.
Sentía que su pecho le apretaba, le daba la impresión de que sus pulmones explotarían en cualquier momento y, además, una increíble impotencia la cubría. Solo podía huir.
«No... no debo perder esta oportunidad, no sé cuánto tiempo tendré hasta que venga por mí», pensó para tratar de no distraerse y concentrarse en encontrar la salida, ya sabía hacia donde tenía que ir.
Siguió corriendo con todas sus fuerzas, no importaba el cansancio, no podía detenerse. El silencio que normalmente significaba paz, era todo lo contrario. El escuchar cada paso que daba le hacía recordar la sensación del asesino persiguiéndola. No solo eso, también el sonido de su respiración era preocupante, no importaba que tanto intentaba no hacer ruido con ella, le era imposible.
Cuando por fin logró salir de aquella tortuosa y laberíntica trampa en la que estuvo encerrada, miró hacia su alrededor, le era extraño no ver esas paredes de arbustos que la estuvieron reteniendo durante este tiempo. Tal vez no fue mucho lo que estuvieron ahí adentro, pero para ella le había parecido una eternidad, por lo que no podía evitar sonreír de oreja a oreja al alejarse de ahí.
La mansión devastada estaba a un par de metros, un escondite perfecto para escapar. La piscina llena de agua sería perfecta para refrescarse, sino fuera porque no contaba con la oportunidad de descansar. Sus ojos se centraron en la puerta trasera del edificio, ignorando la gélida brisa o el olor a cloro del agua, nada se interpondría entre ella y su tan anhelado escondite.
Sus piernas parecían estar hirviendo, le quemaba cada musculo, su cuerpo le gritaba que no podía más. Con el ultimo esfuerzo, demostrando una vez más que se mantenía en pie gracias a su espíritu, continuó hasta llegar a la puerta. Las manos le temblaban demasiado, junto a su respiración exacerbada, se le dificultaba mover el picaporte.
Cada segundo perdido era una agonía, aún no se atrevía a voltearse, no tenía el valor para hacerlo. No quería encontrarse con el asesino.
Justo cuando iba a abrir la puerta, alguien la sujetó por la espalda y le tapó la boca. Por reflejo, Sabrina se preparó para defenderse, iba a luchar hasta al final, sin importarle el fatigado estado en el que se encontraba.
—Shhh, no grites. Soy yo —indicó Flicker haciendo el gesto del silencio.
Sabrina se derrumbó en ese instante, como si se derritiera en sus brazos. Estaba aliviada, hasta creyó que había muerto y todo era una ilusión.
—Wow... tranquila —exclamó Flicker, pensando que ella se había desmayado—. reacciona... —empezó a moverla con cuidado, mirando en todas direcciones para que no lo atrapasen con la guardia baja.
—Lo siento, estaba... tan asustada —murmuró, intentando recuperar el aliento. Lentamente abrió los ojos y se concentró en él, sus azulados ojos la llenaban de paz, alejándola del infierno que acababa de pasar—. Solo dame unos segundos, por poco y no la cuento.
—Lo veo... —sonrió, mientras la cargaba para llevarla adentró de la mansión—. Trata de recuperarte —agregó con sutiliza, casi como si fuese un cálido susurró.
Al ingresar, los recibía una polvorienta cocina llena de materiales desbastados. La poca ventilación creaba un ambiente cálido y sofocante, con un desagradable olor a moho y tierra. Estaba bastante oscuro, la única luz que entraba era por el pasillo, proveniente de los amplios ventanales, por donde se colaba tímidamente el brilló del blanquecino astro en el cielo.
Sin embargo, Sabrina podía ver claramente a su héroe, no le apartaba la vista. Él la dejo con cuidado sobre una mesada, luego se acomodó delante de ella para hablar. Los gestos de Flicker eran suaves y dulces, intentando ser considerado en todo momento.
—Sé que puede ser difícil, pero me gustaría saber que sucedió —dijo al percatarse que ella ya había recuperado el aliento—. Es import...
—No te preocupes, te diré todo lo que pasó —respondió Sabrina al instante, dejando escapar un largo suspiró para prepararse—. Aunque creo que no tenemos tiempo, me quedan tres minutos en mi pulsera.
—No te preocupes por eso, voy encontrando tres baterías, te compartiré —sin dudarlo, le otorgó uno de los pequeños objetos metálicos y de color negro, animándola a que lo usará.
«Ahora te entiendo, Erica», se dijo Sabrina así misma, deleitándose una vez más en la presencia del bondadoso hombre delante suyo. Un sueño que creía que no iba a poder cumplir, por fin lo había conseguido. Sin importar que fuese en el peor lugar posible. Era irónico. Tanto tiempo lo buscó y no pudo encontrarlo, y ahora, cuando parecía ser el final, él se aparecía delante. «Voy a pagar nuestra deuda con él y cumplir nuestra promesa...».
Sin perder más tiempo, empezó a contarle lo ocurrido en el laberinto. Todo su sufrimiento desaparecía, como si se deshiciera de una gigantesca mochila que cargaba. La presión en sus hombros y pecho se liberaba, trayendo poco a poco sus vivaces expresiones y animada actitud. En cuestión de segundos, se sentía en el lugar más seguro del mundo. La delicada sonrisa en Flicker era contagioso, sus tiernos ojos transmitían un cariño palpable y cada gesto la envolvía con compasión.
Por un momento Sabrina se detuvo a admirarlo. Le parecía tan extraño la forma en que se sentía, sin embargo, supo de inmediato a que se trataba. Era como si volviera a tener a Erica a su lado. No logró contener sus lágrimas, que escapaban por su mejilla, contrastando con su tímida sonrisa.
Se había ganado un merecido descanso en medio de todo el caos. Iba a necesitarlo para lo que se venía...
Fin del capítulo 22
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