Capítulo 21
Sabrina se quedó sin palabras, una escalofriante punzada en el pecho la había congelado. Observaba las piernas de Charango, siendo victima del mal presentimiento que los acechaba, sabía que no era buena idea tratar de atravesar los arbustos.
Todo a su alrededor era una mortífera trampa, a la espera de acabar con sus vidas y deleitar a los espectadores del programa. No podían confiar en nada, ni en nadie. Lo tenía en claro.
—¿Charango, que sucede? —preguntó Smile, siendo el primero en acercarse—. ¿Me escuchas? —insistió, no lograba ver el cuerpo de Charango, sus piernas eran lo único que sobresalían de los arbustos.
El silencio se hacía más duro y el rostro de los cuatro empezaba a tornarse afligido por la perdida de uno de los suyos.
—Oye es...
Charango escapó de las ramas que lo habían capturado y lo retenían contra su voluntad, dando un pequeño saltó hacia atrás, cayendo de espaldas. Todos dieron un sobresalto por el inesperado movimiento y el fuerte sonido de su remera siendo rasgada.
—No se puede atravesar, las ramas entre medio son demasiado duras, como una pared —respondió Charango, sorprendido por las asustadas expresiones de los demás a su alrededor—. ¿Qué sucede? —No había logrado escucharlos desde dentro del arbusto.
—Supongo... que era obvio, ¿no? —respondió un tanto incómoda Sabrina, respirando con calma para tranquilizarse—. De lo contrario lograríamos salir al instante de aquí...
El grupo asintió con una leve sonrisa. Habían pensado lo peor, la muerte de uno de los suyos. En realidad, no les importaba Charango, era la terrorífica situación en la que estaban envueltos. Sí su número se reducía, tendrían menos probabilidades de salir con vida.
Una vez más, volvían a estar a la merced del laberinto, sin salida. Rodeados por aquellas verdes e inocentes paredes que parecían indestructibles. Se sentían diminutos e indefensos, la altura de los muros era de unos cuatro metros.
Cuando todos se calmaron, en sincronía levantaron la mirada al cielo, la oscura y solitaria noche los cubría de una desoladora sensación. La opción de escalar fue descartada de inmediato, ir por arriba sería la forma más fácil de salir, aunque era obvio de que aumentaba el riesgo de ser vistos por el gigante.
Sometidos por el miedo y la duda, siguieron buscando una salida por el rojizo suelo. Incluso Smile había perdido su carismática sonrisa, sumergiendo a todos en un lúgubre silencio. Solo escuchaban el sonido de sus pasos y la respiración algo agitada de cada uno. Estar rodeados con gente que no conocían, sabiendo que eran criminales, y que en cualquier momento uno, dos o tres de ellos podían intentar matarte si bajabas la guardia, de por sí ya era bastante estresante.
Agregando que, había un monstruo gigante persiguiéndolos y tenían el tiempo en contra. Eran atormentados con lo horripilante sensación de que podrían ser encontrados en cualquier momento, razón por la que sus ojos iban en todas direcciones, atentos a cada sonido o sombra que apareciese en su campo de visión.
El inconfundible crujir de las ramas alertó a todos, volteando al instante en la misma dirección. Su suerte se había acabado y su piel se volvía pálida ante lo que veían: unas enormes manos se apoyaban en una de las paredes, generando que, no solo su tiempo se detuviera frente a ellos, sino también sus corazones. Luego, la enorme cabeza del gigante se asomó, reluciendo su espeluznante sonrisa, era hora de cobrar sus primeras víctimas.
—¡Los encontré! —gritó BreakBones emocionado, yendo de inmediato por sus nuevos juguetes.
Los condenados sin siquiera decir algo empezaron a correr despavoridos en una desorganizada estampida. Esta vez eran perseguidos de cerca, siendo agobiados por los estruendosos pasos del asesino detrás de ellos y su maquiavélica risa que los alcanzaba.
BreakBones dejaban en claro que él se estaba divirtiendo. Para él solo estaban jugando al gato y al ratón, quería seguir molestándolos un poco más, amaba las expresiones de terror que ponían sus víctimas.
Cada vez estaban más cerca de ser atrapados, no podían perder al gigante, por lo qué, abrumados por la situación y el poco tiempo para pensar, Smile gritó de separarse en la encrucijada que tenían delante.
Sin posibilidad a dialogar o pensar en alguna manera de defenderse, se vieron obligados por su instinto de supervivencia a obedecer la única opción que tenían y se separaron: Sabrina, Smile y Zao, se fueron por un lado, dejando a Charango y Vendetta por el otro.
Sabrina corrió a todo lo que le permitían sus piernas, con la cabeza agachada y rogando poder escapar de la terrorífica presencia del gigante. Para su suerte, BreakBones se fue detrás de los otros dos.
La culpa la golpeó tan fuerte, como los latidos de su cansado corazón. Podían escuchar el ruido y la voz del gigante alejándose en medio de los arbustos, yendo por los otros dos. Ella no podía festejar, ni alegrarse, a pesar de haberse librado, había sido acosta de dos de su grupo. Apretó con fuerza sus puños, conteniendo la rabia por no poder pensar en algún plan para salvarlos y se resignó a aceptar el destino, después de todo, eran ellos o ella.
Avanzaron hasta que finalmente los tres quedaron en total silencio, salvo por su exacerbada respiración. Cada vez estaban más cansados, no podrían seguir huyendo por siempre.
Todos intercambiaron miradas, frías y cargadas de desconfianza, que solo estuvieran ellos tres reducía bastante el numero y aumentaba considerablemente las probabilidades de que hubiese traidores en el grupo. Ni siquiera tenían tiempo para descansar, seguían siendo presas del ambiente y las dinámicas del programa.
«¡Maldición!, esto es malo... estoy sola con estos dos. Debo tener cuidado», pensó Sabrina mientras trataba de recuperarse y no perdía de vista al hombre risueño de pelo magenta, ni al condenado de ojos rasgados y cara de pocos amigos.
—Nos terminamos separando... —dijo Zao con el poco aliento que tenía—, y entre nosotros, soy el único que tiene una batería —mencionó preocupado, mientras miraba el cronometro en su pulsera—. Nos quedan cinco minutos antes de que empiecen a sonar la alarma.
Todos tragaron saliva en ese momento, si se quedaban sin tiempo, sabían estaban acabados. Serían atrapados por el asesino.
—Ese no es el único problema —dijo Smile poniéndose en guardia, demostrando de que, a pesar de estar cansado, aún podía defenderse—. Entre nosotros es bastante probable que haya un traidor... o dos.
Los tres se miraron manteniendo su distancia de cada uno. Nadie se atrevía a dar el primer paso, ninguno contaba con alguna prueba para poder acusar a otro, pero tampoco para poder confiar.
—De todas formas, es mejor no detenernos —dijo Sabrina, tratando de no perder el poco tiempo que les quedaba. Ya había logrado contralar su respiración y su mente volvía a enfriarse, dejándola lista para actuar de manera avispada—. Lo más importante es salir de este laberinto —Señaló su alrededor para indicar que aún seguían atrapados.
—Si tú lo dices... ve adelante —respondió Zao, sin quitarle su desafiante mirada y haciendo un exagerado gesto con su mano para que ella tomará la iniciativa.
Sabrina no se acobardó y mantuvo una actitud firme y decidida. Si necesitaba recurrir a la violencia, lo haría, estaba entrenada para defenderse. Sin embargo, no ganaría nada combatiendo con ellos, era mejor mantenerse unidos, más sabiendo de que un monstruoso gigante era el verdadero villano a vencer.
Con la frente en alto y una postura vigilante, Sabrina tomó el liderazgo de la marcha y comenzó a caminar, sin perder de vista a Zao y Smile, marcando una clara distancia entre ellos.
Al cabo de unos segundos, los otros dos la siguieron.
Ella no dejaba de mirar de reojo lo que hacían sus "compañeros", no iba a bajar la guardia, pero tampoco quería quedarse esperando a que el asesino los encontrara. La situación ya era bastante mala, si ellos eran los traidores y el monstruo aparecía, sería el fin.
Se movía sin un punto de referencia o algún plan, no había forma de saber por dónde ir entre todos los enmarañados caminos que se abría delante suyo. Los altos muros se alzaban hasta el cielo, bloqueando la vista del único astro que podrían utilizar como guía. Los pasillos parecían cada vez más asfixiantes y claustrofóbicos, como si la oscuridad los devorará a medida que se les acababa el tiempo.
Los tres condenados caminaban de manera acelerada, tratando de no pisar con fuerza el suelo y así no dejar marcas. Acababan de perder a BreakBones, o, mejor dicho, salvarse de él.
Pero cada segundo que pasaba el miedo aumentaba, faltaba poco para que la "paz" se rompiera, los cronómetros en sus pulseras estaban cerca de llegar a cero y ellos no vislumbraban ningún rastro sobre una posible salida.
—Mierda —dijo en voz baja Smile, mirando su pulsera y percatándose que a su cronómetro le quedaba un minuto, se veía aterrado y pálido, contrastando totalmente con la animada actitud que había empezado—. Esto no podría ser peor...
—¡Será mejor que use mi batería! —comentó asustado Zao, llevándose ambas manos a la cabeza, tratando de calmar su frustración.
—Da igual... de todas formas mi pulsera y la de BlondeHood va a sonar —dijo el abatido hombre de cabello magenta y largo flequillo.
—Entonces... Debería alejarme de ustedes, ese monstruo va a matarnos.
Mientras discutían, seguían avanzando y mirando a todas direcciones, no podían quedarse quietos sin hacer nada. Sus corazones latían con más fuerza a cada momento, parecían una bomba a punto de explotar.
—Tal vez... la mejor opción es separarse —sugirió Sabrina, cabizbaja al darse cuenta una vez más que no había logrado hacer nada—. Va a tener que elegir buscar a uno de nosotros dos. De esa forma es más probable que alguno encuentre la llave y la salida.
La llave dorada, el objeto principal a buscar. Debía encontrarlo, aún si no lograba salir con vida, no perdía de vista su principal objetivo, cumplir su promesa con su amiga Erica. Y, para ello, tenía que encontrar a Flicker y hablar con él. Mínimo, si no lo conseguía, Sabrina quería ayudar al joven líder rebelde para que saliera de aquí. No podía morir siendo una inútil.
Los tres condenados estaban atrapados y no había alguna salida posible a su complicada situación. El laberinto era demasiado espeso y no había indicios de que se estuvieran acercando al final del asfixiante obstaculo.
Sabrina empezaba a ver con buenos ojos subir la pared de arbustos y observar el escenario desde arriba, aunque lo más seguro era que fuese encontrada por el gigante. Pero esto iba a dar igual, cuando sus pulseras sonaran, ya no podrían esconderse. Era arriesgarlo todo en una única jugada.
—¿Estás loca? —preguntó Smile al descubrir que planeaba, podía ver a través de todo su rostro, tenía escrita la palabra "a todo o nada"—. Subirse es una obvia sentencia de muerte. Al igual que separarse...
—Cuarenta segundos... —informó Zao siguiendo hacia adelante, ajustando el nudo de su cola de caballo, listo para correr y alejarse de ellos.
—No te detengas, no nos queda de otra opción que seguir buscando la salida hasta el final—respondió Smile, incentivándola a seguir adelante, aunque su voz flaqueaba y parecía que era el quien necesitaba oír esas palabras.
Los tres avanzaron un poco más y un instante, antes de dividirse, uno de ellos encontró algo, trayendo consigo un alentador rayo de esperanza:
—¡Por aquí! ¡Este es el camino correcto! —exclamó Smile recuperando su animada voz, dando pequeños saltos de emoción como un niño —. ¡Zao, BlondeHood, vengan por este lado!
Los sofocantes pasillos se abrían, dejando un amplio y embellecido terreno, rodeado por coloridas flores de todo tipo. El rojizo camino se adentraba entre la hierba, hasta encontrarse con una impecable y blanca plataforma de mármol, que se extendía en un gran cuadrado. En cada punta se elevaba un elegante y sofisticada estatua de un ángel, irradiando un sublime toque de gracia divina. Cada detalle estaba pulido y diseñado con el más notable talento, creando una escultura digna de detenerse a admirar.
Sin embargo, Sabrina y el resto no tenían tiempo, avanzaron con todos los sentidos puestos en las dos baterías que los esperaban en el centro del escenario. Incluso ignoraron el intenso brillo de la llave dorada que se suponía debía tener el protagonismo del lugar.
—¡Diez segundos! —anunció Zao, deteniéndose para utilizar su aumento de tiempo.
La desesperación aumentaba en Sabrina, que se abalanzaba sobre una de las negruzcas baterías, como si se tratará del más refrescante oasis en medio del desierto más ardiente. En su mente visualizaba el transcurso de los últimos segundos, helándole cada vez más la sangre, a medida que el número se acercaba a cero. Ni siquiera parpadeaba, sus ojos se clavaban en su objetivo.
Una vez consiguió sujetar el tan codiciado y valioso tesoro de metal, lo acercó de inmediato a su pulsera, apreciando con gran alivio como destellaban pequeñas luces blanquecinas y eléctricas, mientras era absorbido para cargar su tiempo.
Suspiró aliviada, la calma tras aquellos sonidos mecánicos parecían un sueño, uno muy reconfortante y efímero. Ahora podía disfrutar del frescor del aire y la liberadora sensación de ya no estar encerrada entre los diminutos pasillos del laberinto.
El aroma dulce y floral de las distintas plantas a su alrededor le brindaban un sutil abrazo para reconfortarla, llenando su corazón de una apacible sensación, logrando que su preocupado rostro esbozara una cálida sonrisa.
Sus piernas aún temblaban, tanto por el cansancio por la extrema situación, demostrando que solo se podía mantener de pie gracias a su espíritu, todavía estaba dispuesta a pelear. Aprovechó la momentánea paz para atarse su lacio cabello, gozando de la suavidad que poseía.
—Lo logramos... —susurró con el poco aliento que tenía Smile, regalándole su mejor sonrisa a su compañera—. Por poco... pero lo logramos...
Habían ganado diez minutos extras. No era mucho, pero su valor era incalculable para ellos. Podían volver a respirar, la soga que los asfixiaba acababa de soltarse, aunque sea un poco.
Consiguieron llegar al centro del interminable laberinto, todavía eran rodeados por sus verdes paredes, sin embargos, el amplio espacio que tenía les otorgaba una agradable y esperanzadora sensación. Era lo más semejante a la "la luz al final del túnel".
—Hay que seguir... no me agrada este lugar —dijo Zao al alcanzarlos, deteniéndose a su lado, con la mirada puesta en uno de los ángeles—. Esa estatua acaba de moverse, antes apuntaba su rostro hacía otro lado... —Se veía preocupado, de verdad le afectaba el ambiente.
—Solo relájate, lo más seguro es que lo hagan para molestarnos —respondió Smile, le daba gracia verlo asustado por esa tontería.
Sin perder más tiempo, el joven de cabello magenta y largo flequillo, se acercó a la llave dorada y actuando con valentía la tomó. Al instante, la pulsera de todos vibró y emitió un leve pitido, proyectando un mensaje en su pantalla:
Una llave ha sido encontrada y
está en posesión de uno de ustedes.
—Somos los primeros en conseguir una llave, eso es bueno —festejó elevando su puño, el indispensable objeto había sido absorbida por su pulsera.
Zao no le quietaba los ojos de encima a las estatuas, le aterraban. Sus desnudos cuerpos apenas eran cubiertos por una toga, cada una de ellas mantenía una pose extravagante, como si estuviese hablando con alguien.
Los nervios y el cansancio lo hacían dudar de todo, llenando de lúgubres pensamientos su cabeza. Él creía que aquellas figuras de mármol cobrarían vida y sería atacado. No podía dejar de golpetear sus dedos contra su pierna, era consumido por la paranoia.
—¡Allí! —Señaló con su dedo, dejando de lado sus malhumoradas expresiones para reflejar el temor que lo cubría—. ¡Esa se movió, lo juro!
—Relájate, no dejes que la ambientación te vuelva loco —Smile intentó reconfortarlo apoyando su mano en el hombro de Zao.
—Quitate, no me toques —gruño quitándoselo de encima—. No estoy loco, es la verdad...
Sabrina ignoraba la discusión que tenían a su lado, observaba su alrededor para saber su siguiente movimiento. Ahora solo había cuatro caminos a tomar, cada uno posicionado como si fuesen los puntos cardinales, lo que significaba que, si descontaba el camino por el que vinieron, tenía tres opciones para elegir.
Sin las enormes paredes a su lado, podía apreciar de mejor forma el oscuro cielo, incluso lograba ver el blanquecino y solitario astro, lo que la llenó de una desbordante emoción que la hizo gritar.
—¡Ya sé por donde ir! —anunció a todo pulmón, capturando la atención de los otros dos condenados—. La estrella blanca se podría decir que estaba al noroeste cuando empezamos, tomando como centro la gran mansión —comenzó su explicación, con su voz rebosando de vida e incontrolables movimientos de festejó por parte de su cuerpo—. El laberinto estaba al Este, lo que significa que para salir tenemos que ir al Norte. Por lo general las entrada y salida de estos juegos se conectan por una línea recta imaginaria.
Smile y Zao escuchaban atentamente, contagiándose de su entusiasmo. Sabrina brillaba en medio de la oscuridad, sus palabras sonaban tan calidez y esperanzadoras, reflejaba una inconfundible seguridad que, sin importar si lo que decía no era cierto, ellos le creerían. Querían hacerlo y seguir disfrutando de aquel pequeño rayo de luz que veían.
—Te seguimos, rubia —dijo Zao, sin sonar abusivo o intentarla provocarla como antes, de verdad esperaba que lo guiase—. ¿Por don...?
En ese instante, el corazón de todos se paralizó al escuchar el sonido de alguien acercándose. Como un vaso de cristal estrellándose con el suelo, todas sus ilusiones se hicieron añicos en segundos.
Con la piel erizada y las pupilas dilatadas, todos voltearon al mismo tiempo, deseando con fervor que fuese algún animal y no el temible asesino.
—¡Los encontré! Menos mal... —gritó el condenado con tatuajes tribales en la cara, mientras se acercaba trotando—. Por poco no la cuento —dijo Vendetta al detenerse a su lado, secándose la transpiración de la frente.
Toda su ropa estaba manchada con el rojizo polvo del suelo. Él movía sus manos con nerviosismo, mientras que su rostro reflejaba una mezcla de angustia y dolor.
—¿Y Charango? —preguntó Sabrina, al ver que estaba solo.
—No lo logró... —contestó Vendetta agachando la cabeza—. Ese monstruo nos alcanzó y... por poco logré escapar.
—Eso quiere decir que viene para aquí —intervino Smile, mirando con desesperación a todos—. ¡Debemos irnos de inmediato!
Sabrina asintió y tomó el liderazgo, marchando por el camino que había elegido. Se despidieron de las coloridas flores, las estatuas y el amplio espacio, para adentrarse a los angostos y sofocantes pasillos del laberinto.
El dulce aromo se convertía en un lejano recuerdo, ahora solo podían sentir el húmedo olor de las hojas y el rojizo polvo del suelo. El fugaz momento de festejó era consumido por la desoladora noticia de la muerte de uno de ellos. Las tinieblas que los acompañaban a cada paso ponían en duda todo lo que veían, creando la desagradable sensación de ser acechados.
El ambiente se mantenía tenso y en silencio, todos mantenían sus ojos puestos en la espalda de Sabrina, su último rayo de esperanza.
Por su parte, ella cargaba con la presión de estar siendo realmente observada y juzgada en cada decisión que tomaba. Cuando elegía un camino incorrecto, podía sentir como la mirada de sus compañeros se transformaba en filosos cuchillos a punto de clavárselos.
La sensación de que alguno de ellos era un traidor persistía en todos, no podían bajar la guardia, algo que los carcomía psicológicamente.
La brisa y el frio clima los ayudaba a mantenerse frescos, con toda la constante actividad física a la que eran sometidos, transpiraban de manera constante y sus cuerpos ardían de calor. La respiración agitada de todos dejaba en claro el estado físico y la energía que les quedaban.
No podía correr, se movían a un paso acelerado. Lo cual, le permitía a Sabrina observar su entorno y a sus compañeros. No tardó mucho hasta descubrir algunos detalles que no podía dejar pasar.
—¿Qué hacías antes de ser atrapado y condenado —preguntó con desconfianza Sabrina a Vendetta, sin detener el ritmo al que marchaban.
—¿Eh? ¿A qué viene la pregunta? —cuestionó confundido, arqueando una ceja y mirando al resto.
—¿Hacías algún deporte extremo? ¿Qué porcentaje de oxigeno había en tu planeta? —continuó con firmeza, observándolo por el rabillo del ojo, expectante a cada gesto.
—¿A qué mierda vienen esas estúpidas preguntas? —No dudó en mostrar su enojo, no le agradaba la forma en que todos lo miraban—. ¿Estás sospechando de mí? ¡Sí es así te advierto que tengas cuidado con lo que vas a decir! —amenazó elevando la voz, acelerando el paso para plantarse frente a ella y detenerla.
—Puede ser... —respondió Sabrina, frunciendo el ceño, sin atemorizarse—. Me parece extraño que seas a quien persiguió el asesino y eres el que menos agitado esta del grupo...
Smile y Zao se sorprendieron, no lo habían notado. Estaban tan concentrados en sus pensamientos y en evitar volverse locos por la presión, que no habían prestado atención.
—¡Ey, si! La rubia tiene razón —afirmó Zao, dejando en claro su sospecha.
—¿Solo por esa estupidez crees que soy un traidor? —Vendetta dio un paso hacia atrás, se veía intimidado por la actitud que adoptaron Smile y Zao—. Van a creerle a ciegas, solo porque le "parece". Ella nos ha estado llevando en círculos. Además, lo primero que haría un traidor es acusar a otro sin pruebas para que peleemos entre nosotros...
La respiración de Vendetta se aceleró y su actitud empezó a reflejar inseguridad. Sus temblorosas manos y la forma en que se secaba constantemente la transpiración de la cara lo volvían más sospechoso.
—No es solo eso —dijo Sabrina, manteniendo su postura y mirada firme—. También tienes unas extrañas heridas en el dorso de tus manos...
—Ah... —Rápido oculto sus manos, al mismo tiempo que miró al suelo y sonrió de manera nerviosa—. Fue... cuando me caí escapando del asesino, me tuve que arrastrar un poco, por eso tengo toda la ropa sucia —agregó mostrando las manchas de polvo que lo cubrían.
—¿Una herida en la parte de arriba de la mano por caerte? —cuestionó Smile, dando un paso delante, listo para lanzarse contra él—. ¿De verdad piensas que nos creeremos eso?
Vendetta guardó silencio por unos segundos, buscando alguna buena excusa, pero parecía que nada de lo que dijese cambiaria la actitud de los demás. Lo veían con rabia, estaban a la espera de la más mínima confirmación para atacarlo.
Al verse acorralado, Vendetta dejó de actuar y trató de verse seguro.
—Bueno... parece que nos atraparon —exclamó Vendetta con una sonrisa, dejando de lado las mentiras—. Será mejor que dejemos de escondernos y acabemos con ellos, ¿no crees compañero?
—Así que eran dos traidores en el grupo... —mencionó Zao al ponerse en guardia, con la espalda contra la pared de arbusto y los ojos puestos en Vendetta y los otros dos.
—Puede ser una trampa de él para ganar tiempo—comentó Smile, imitando el gesto de Zao, no iba a dejar que ninguno se pusiera detrás suyo—. De todas formas, no me confiaré. —Sin dudarlo, se apartó un poco del grupo.
Ninguno hacía nada, no sabían quién era el otro traidor, por lo que no podían tomar la iniciativa. Solo se mantenían con la guardia arriba, sin perder de vista a ninguno. La tensión era asfixiante, todos intercambiaban rápidas y desafiantes miradas. Era cuestión de tiempo para que el conflicto estallara y se viesen envuelto en una feroz pelea entre ellos.
Sabrina no sabía qué hacer. Smile se encontraba a su izquierda, Zao a su derecha y Vendetta al frente. No quedaba dudas de que Vendetta era un traidor, pero no tenía ninguna pista sobre el otro.
«¿Quíen es el otro?», pensó tratando de recordar cualquier interacción entre ellos que pudiera serle útil. Además, debía estar atenta a que no la golpearan de sorpresa. Y no solo eso, tenía que escuchar con atención su alrededor, para así poder huir lo más rápido posible si descubría al gigante rondando cerca. «Smile siempre fue amigable, mantuvo al grupo unido y se esforzaba por mantener los ánimos... ¿era una careta? ¿Fingía?», no lograba pensar con claridad, tenía demasiadas cosas en la cabeza. «Zao siempre se vio a la defensiva, sin ocultar su malhumor y desconfianza al resto... Hasta parecía más un enemigo que un aliado... Pero sería muy obvio si es él...».
Debía reaccionar y actuar de alguna forma, de lo contrario, cada segundo en silencio era valioso tiempo perdido. No podía darse el lujo de detenerse aquí y pelear entre ellos. Sin embargo, no encontraba ninguna prueba firme para basar sus sospechas. Lo único que estaba consiguiendo era que le doliera la cabeza.
—¡¡Están aquí!! ¡¡Grandote!! ¡¡Estamos todos aquí!! ¡¡Ven rápido!! —Empezó a gritar Vendetta, interrumpiendo los pensamientos de Sabrina y poniendo a todos en pánico.
En ese momento, Sabrina se dio cuenta de su gran error; el verdadero problema no era el traidor, sino a quien podía llamar. Su mundo se paralizó delante suyo, se quedó totalmente en blanco. Sabía lo que estaba a punto de suceder y ni siquiera en sus peores pesadillas se había imaginado en una situación así de peligrosa.
—¡Cállate, pedazo de mierda! —Zao tomó la iniciativa y de inmediato le dio un fuerte puñetazo en la cara a Vendetta para callarlo.
Vendetta al recibir el golpe cayó al suelo, y antes de poder hacer algo, su agresor se le subió encima. A pesar de que lo seguía golpeando, él no dejaba de gritar. Se aferraba hasta el final a su única jugada.
—Ni se te ocurra moverte —dijo Smile, poniéndose delante de ella para impedir que interviniera en la pelea y ayudará al traidor.
Sabrina volvió en sí, dejando de lado todos los abrumadores pensamientos que la distraían. Debía salir de ahí, antes de que fuese tarde.
—¡Hay que huir de aquí! —respondió desesperada ella—. Si nos detenemos a pelear será demasiado tarde...
—¡Primero hay que callarlo y lueg...!
Las paredes de arbusto crujieron con fuerza, mientras se sacudían de lado a lado. Las hojas llovían en todas direcciones, haciendo que todos levantarán la cabeza. Desde las alturas cayó BreakBones, aplastando toda llama de esperanza con su aparición. Una inesperada parvada de cuervoides se alzaba en el cielo, se adueñaron de las alturas con su vuelo y fuertes graznidos. Adornaban la ambientación de manera tétrica, eran los perfectos mensajeras de la muerte, anunciando con su aparición la presencia del gigante.
El suelo tembló a su alrededor a causa del gigantesco peso de BreakBones, una nube de polvo se levantó, ahogando a todos, forzando a que tosieran y sus ojos se llenaran de lágrimas. La enorme y colosal figura del asesino empezaba a despertar los peores miedos en los presentes, su grave y burlona risa abría el telón a la verdadera pesadilla que estaba por comenzar.
Los desafortunados condenados no tenían palabras para expresar el pánico que les cubría, sus cuerpos habían abandonado todo deseó de vivir, quedando paralizados y a merced del gigantesco monstruo.
—Juguetes romper demasiado fácil —dijo BreakBones soltando el desfigurado cadáver de lo que una vez fue Charango. Podía cargar con las personas como si fuesen muñecos de trapo.
Sabrina atestiguó de lo que era capaz el monstruo, el cuerpo de Charango parecía una botella comprimida a la mitad, con una horripilante y desesperada expresión de dolor en el rostro.
La sangre se escurría por cada orificio, creando una imagen grotesca e inolvidable, que la atormentaría de por vida. No podía creer con la facilidad que lo cargaba, sosteniéndolo de la cabeza.
La imponente espalda de BreakBones se erguía como una inamovible montaña, su tamaño era irreal, no podía creer lo que veía. Tenía delante a un verdadero monstruo, una bestia sacada del mismísimo infierno.
—Este juguete no servir más —exclamó BreakBones, liberando el cadáver de Charango—. Por suerte, tener más para escoger y divertir... —agregó esbozando una espeluznante sonrisa, preparándose para masacrar a otra víctima...
La tortura de Sabrina recién empezaba...
Fin del capítulo 21
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