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Capítulo 20


Maulikan se puso de pie, manteniendo el porte de un fiero guerrero. Su intimidante figura desprendía un aura de peligro, al igual que su aguda mirada.

La cálida luz de las velas, en los candelabros de oros, realzaba su aspecto, haciéndolo ver aún más grande de lo que en realidad era. Su posición de altura, encima del librero, le daba una amplia visión de la biblioteca y una posición ventajosa para empezar la pelea.

Por otra parte, Flicker, era devorado por la enorme sombra del cazarrecompensas, como si se tratara de un mal presagió sobre su futuro. La mente del joven rebelde se debatía entre diferentes formas de evitar el conflicto, no ganaría nada enfrentándolo.

Su duda era evidente, aún más cuando dio un paso hacia atrás, en dirección a la salida. Lo más conveniente para él era recoger la batería que estaba en el medio de la sala y huir. Sin embargo, quizás sería la única oportunidad que tendría para armar un grupo con Maulikan.

Flicker tragó saliva y respiró con pausa, dejando que el aroma a libro viejo y cera derretida los calmase. Adoptó una postura relajada, sin perder de vista en ningún momento a su rival, no iba a demostrarle su inseguridad, debía confrontarlo con valentía. Tal como a un depredador, si le daba la espalda y mostraba su temor, se convertiría en una apetecible presa.

—Estoy seguro que viste a la bestia que liberaron con nosotros —dijo Flicker, demostrando una actitud firme pero apacible—. Hace unos instantes, escuché como acabó con tres personas en cuestión de segundos...

Maulikan lo observaba en silencio, llenando la atmosfera de una pesada sensación, dejando en claro que cada palabra que saliera podría ser la última.

—El asesino destruyó una ventana del primer piso y entró desde afuera —continuó explicando Flicker—. Puede escalar y descender por las diferentes plantas de la mansión, desde el exterior. Incluso destrozó toda una pared, parece que posee alguna especie de potente arma, capaz de derrumbar estructuras...

—¿Cómo lograste escapar? —preguntó a secas Maulikan.

—Estaba escondido, en la habitación de al lado —respondió al instante, entendiendo que debía sonar convincente para que no lo tachara de traidor—. Pude escuchar todo lo que paso, pero no vi nada.

—¿No lo viste? —inquirió, esbozando una sonrisa que suavizo su semblante.

—No... me mantuve escondido.

—Ya veo. —Maulikan suspiró con tranquilidad, dejando que el ambiente se relajara—. ¿Crees que deberíamos hacer equipo y enfrentar al asesino?

El extraño cambio en el comportamiento de Maulikan puso a reflexionar a Flicker, el joven líder rebelde creía que había algo más detrás de esa simple pregunta. Se sentía aprueba.

—Creo que lo mejor es evitar el conflicto —concluyó mirándolo a los ojos con convicción—. Si nos unimos será más fácil estar preparado para que, en el peor de los casos, si nos encontramos con esa bestia tengamos una oportunidad de escapar.

La sala se quedó en silencio. Maulikan se veía pensativo, aunque era obvio que ya tenía su respuesta, solo estaba jugando con la situación.

—Matarnos entre nosotros no solucionará nada —agregó Flicker, tomando con fuerza la lanza de madera, con punta de vidrio, que estaba clavada en el suelo—. Eso es lo que ellos quieren, no hay que darles el gusto y actuar como sus payasos de circo —dijo frunciendo el ceño, mostrando su disgusto ante el programa.

Sin esperar respuesta, le lanzó su arma de regreso, con cuidado, para devolvérsela. Quería dejar en claro que no estaba para pelear, algo que dejo boquiabierto a Maulikan.

—Tenías la única arma para defenderte y la regresas..., eres alguien más extraño de lo que pensé —comentó Maulikan, riéndose ante el inesperado rumbo que estaba tomando la situación.

Al observar la lanza, se percató que el vidrio se había agrietado, a pesar de su buena calidad y actual dureza con la que se diseñaban, no sería capaz de soportar otro golpe de ese estilo. Aunque si podría dejar una buena herida en el cuerpo de una persona, todavía era útil.

—No soy tu enemigo —contestó Flicker, con un tono más suave, la atmosfera era mucho más ligera.

—Pero tampoco serás mi aliado —aclaró, sentándose de nuevo en el borde del librero y recostando la lanza en su regazo—. Pero no me gusta quedar debiéndole nada a la gente, por eso te regresaré tu "actitud amigable" y la poca información que me diste.

Maulikan sonreía de manera traviesa, reflejando una mezcla de entusiasmo y confianza. Sus manos se movían de manera lenta al hablar y estaban a la vista en todo momento, mostrando que no ocultaba nada.

—Esa bestia que escuchaste, se llama Billy Meyer, mejor conocido como el kami del oeste, BreakBones —dijo con sus ojos centellando un notable brillo de emoción, mostrando una desconcertante actitud de placer, tenía escrito en todo el rostro su deseó por enfrentarlo.

—¿¡BreakBones!? —reaccionó sorprendido Flicker, aterrado con la revelación, todo lo opuesto al cazarrecompensas.

La mente de Flicker se llenó de preguntas, eran tantas al mismo tiempo que no podía procesarlas. Incluso, dudaba de que fuese cierto, no veía posible que trajeran al programa a alguien de ese calibre. Era algo que nunca se había visto.

Solo cuatro personas en todo el universo constaban con el título de kami, aquellas que no solo eran considerados superhumanos, sino que, también eran dueñas de extensos territorios y manejaban todo lo que se movía en la línea gris de la ley, donde el gobierno no podía hacer nada. Además, el régimen no los enfrentaba, para así no generar guerras donde podrían perder y que con ello su imagen de "todopoderoso" se viese afectada.

—El mismísimo —continuó Maulikan, disfrutando del desconcierto de Flicker—. Fue atrapado un mes antes de que iniciará el programa y condenado a muerte.

—Mayor razón para trabajar en equipo, BreakBones es un gigante, cruel y despiadado. Es un monstruo en toda regla.

Ahora todo tenía sentido para Flicker: la pared derrumbada, el estado de los cadáveres, las grandes huellas. Conocía información del asesino, rumores e historias de internet, algunas eran tan exagerados que parecían relatos de terror o simple mitos creados para inflar el miedo y el poder del gigante.

Sin embargo, todos los cuentos concordaban en algunos detalles, tales como que: BreakBones disfrutaba de romper en pedazos a sus víctimas con sus propias manos. Que era un gigante de más de tres metros, con una inteligencia tan sobrehumana como su fuerza. Y, que nadie que lo enfrentaba salía con vida.

En ese momento, recordó su gruesa y escalofriante voz, lo que le erizo la piel y le dio una repentina punzada en el pecho. Empezó a recrear en su mente como había asesino a los tres desafortunados condenados, llenándolo de un desbordante repudio, sobre todo por como torturó a la mujer, la había destrozado con sus propias manos.

Sin duda, pensaba que hubiese sido mejor encontrarse con una criatura creada de manera digital para cazarlos y no que se tratará de un verdadero monstruo, al que incluso el gobierno le temía.

—Sí, es un verdadero desafío, digno de los mejores guerreros —exclamó Maulikan con su voz llena de vida, sujetando con fuerza su lanza para contener sus notables ansias por combatir—. Enfrentarse a una criatura así suena demasiado increíble...

—¿Enfrentarse? ¿Acaso planeas luchar con él? —preguntó incrédulo, con los ojos abierto como platos ante la locura que acababa de escuchar.

—Por eso no tienes que preocuparte, líder rebelde —respondía rebosando de confianza, sin perder su gran sonrisa—. Yo me haré cargo del grandote —sentenció, clavando sus amarronados ojos en Flicker.

—Estas... loco —murmuró al ver la seguridad que cargaba en su mirada, sin una pizca de duda.

—Ya no hay más que hablar, Flicker —dijo Maulikan juntando sus manos y sonriendo de manera amigable—. Será mejor que te vayas, quiero preparar todo para mi... momento de gloría. Estoy seguro de que, nos encontraremos más adelante —Empezó a despedirlo con un sutil gesto para que se fuese, dando por finalizada su charla.

Flicker entendía a la perfección la situación, si insistía, sería atacado. No había conseguido su objetivo, sin embargo, se había hecho de información valiosa.

Dio un ultimo vistazo a la maravillosa vista, anhelando que se quedara grabada en sus ojos, estaba a punto de volver a las tenebrosa oscuridad y ambiente de pesadilla. Sin darle la espalda al cazarrecompensas, retrocedió por la sala, recogiendo la batería y intercambiando una ultima mirada con Maulikan. Silenciosa y fugaz. Un amargo adiós, que rompía la ilusión del joven líder rebelde por unirse a un hábil guerrero.

No, Flicker lo tenía en claro, seguramente volverían a encontrarse. Y, en ese momento, lo más probable es que sean enemigos. Con eso en mente, los pasillos de la mansión se veían aún más aterradores. Su vista debía acostumbrarse a la poca luz de nuevo y al escalofriante sonido de estática de las pantallas LED en las paredes.

«Debo evitar a toda costa encontrarme con el asesino. Si me mantengo dentro de la mansión o por sus alrededores, será bastante fácil», se dijo así mismo, adentrándose con sigilo a las penumbras. Cada paso lo ponía incomodo, debía tener cuidado de que la madera no rechinará y lo expusiera. El desagradable aroma a polvo y humedad volvía a darle la bienvenida, recordándole que ninguno de sus sentidos sería tratado de manera cordial.

«Lo mejor será mantenerme lejos del segundo piso, Maulikan se deshará de cualquiera que le estorbe, me lo hizo saber con la forma que me recibió...».

Los espeluznantes cuadros repartidos por todas partes parecían observarlo, como si lo siguieran con la mirada, creando la falsa sensación de tener a alguien justo detrás. Sentía como la tensión le pesaba en toda la espalda, cada paso se hacía más difícil. El asesino era un kami, un superhumano, encontrarlo era una sentencia segura de muerte. Y, por otra parte, había condenados peligrosos, solo conocía al cazarrecompensas, pero no descartaba la opción de que, entre los demás, también hubiese alguien igual de hábil.

Las paredes a su alrededor empezaban a cerrarse, su respiración se aceleraba, comprimiendo su pecho y su vista se nublaba. Sus manos sudaban y un fuerte mareo estuvo a punto de derribarlo, obligándolo a apoyarse contra la fría pared.

—Que la situación no te supere, ¡reacciona! —Concentró su mirada en sus pies, no debía dejarse atrapar por el pánico—. Esto es... muy malo, pero ya escapaste de otras situaciones peligrosas —murmuró para incentivarse a recordar todas sus luchas.

Poco a poco, recobraba el dominio sobre sus sentidos. Una vez tranquilizó su respiración, sonrió de manera sutil, como si acabase de ganar una batalla.

Trataba de no dejarse llevar por sus emociones, de lo contrario no podría actuar como debía. «"No debo temer al miedo, si no lo a que este te hace hacer"», recitó para sus adentros, aquella antigua frase que solía utilizar con su mejor amigo, consiguiendo relajarse. «¿Algo así era tú frase, Blade? Siempre decías cosas que sonaban bien, pero no tenían sentido», el recuerdo venía acompañado de muchas situaciones difíciles por las que pasaron. «Esta vez... al igual que todas las demás, lograré salir de aquí».

Miró sus manos y estas temblaban a pesar de sus esfuerzos por detenerlas. No importaba qué tantos peligros hubiese vivido, era imposible acostumbrarse al miedo a la muerte. Dio un vistazo rápido hacia los lados para estar seguro de que no viniera nadie, y luego cerró los ojos con fuerza.

«Aun cuando parece que es imposible... no debes rendirte», dejó escapar un gran suspiró y continúo con su frase para motivarse. «Debes observar bien tu entorno y utilizar cualquier cosa que aumente tus posibilidades de escapar...», abrió los ojos analizando todo lo que lo rodea, cada detalle era importante, debía utilizar el escenario a su favor. «No importa que tan tonto sea lo que intentes, mientras luches hasta el final. Al fin y al cabo, si ya estamos acabados, no perdemos nada dándolo todo, ¿no?», eran las palabras que le enseñó su entrenador para cuando se sintiera superado, debía repetirlas para traer consigo todo el esfuerzo y todo por lo que luchó para llegar hasta donde estaba.

Casi al instante, se sintió renovado. Era una especie de mantra para él y siempre que empezaba a dudar, las repetía para ganar coraje. La llama de la esperanza aún se mantenía viva dentro de él, eliminando las constantes dudas y temores que lo azotaban.

Una vez obtuvo la suficiente valentía para cubrirse, continúo con su tortuosa travesía. No iba a rendirse y se superpondría a cualquier prueba, incluso a las que libraba en su mente. Era la cara de los rebeldes y lucharía hasta el final. La duda, el miedo, la incertidumbre, cualquier reto humano que se le pusiera en frente, lo combatiría con todo lo que tenía. Tal como le enseñaron. Tal como se había preparado.

Llegó hasta el final del pasillo, utilizando una ventana para poder respirar. Sin bajar la guardia, se apoyó en la pared y disfrutó del aire fresco que lo golpeaba. Desde su posición podía ver el jardín trasero de la mansión, topándose con una enorme piscina llena de agua, con una batería en las profundidades. A su derecha, a la lejanía, una curiosa arboleda se adueñaba del terreno, creando un artificial bosque. Y, por último, a su izquierda, estaba el llamativo laberinto de arbustos, con sus vivaces tonos verdes y elevada altura.

«De seguro hay una llave en ese laberinto... pero... si no recuerdo mal, BreakBones se había dirigido hacía allí... ¿Qué habrá pasado con él?», saber su ubicación era fundamental para sobrevivir. Si quería mantenerse alejado, la mansión y sus confusos pasillos eran la mejor opción, además que el suelo servía para advertir de su llegada. Sin embargo, era cuestión de tiempo para que Maulikan comenzará a acechar por el edificio, por lo que no estaría seguro en ningún lugar.

Debía mantenerse alerta, no solo del asesino, su entorno, los demás condenados y el tiempo, cada detalle importaba y descuidar alguno de estos le costaría la vida. Aunque no era alguien muy conocedor de Condena Virtual, tenía en claro que era un espectáculo hecho para castigar y matar a todos sus criminales.

«Bajaré a la planta principal e iré por la batería en la piscina, necesito juntar todas las que pueda para mantener el cronometro en mi pulsera y que esta no active su alarma».

Sabía que dentro de la mansión habría una llave, por lo que su deber era encontrarla, manteniéndose alejado del segundo y tercer piso, donde estaría Maulikan. Por más peligroso que fuese, era mucho mejor que encontrarse con el asesino afuera.

La condición para sobrevivir al segundo evento era esconderse del boss, BreakBones. Pobre de los desafortunados que se atrapados por él... conocerían que los monstruos de la realidad superaban a la de la ficción...



—¿Qué habrá sido ese ruido tan fuerte? —preguntó sorprendido Zao, un condenado de ojos rasgados y con el cabello turquesa, atado en una cola de caballo—. Se oyó como un derrumbe... o una explosión...

—Que importa... son unos tontos si ya están peleando entre ellos —respondió Smile, manteniendo su carismática sonrisa y tono amigable.

—Por allá —señaló con su dedo Sabrina, entusiasmada e ignorando a los demás de su grupo —. Parecen unas baterías —Contuvo sus deseos por ir corriendo, debía mantenerse con el grupo.

Los cinco aceleraron el paso, había tres baterías esperándolos en la entrada del Laberinto de arbustos. Ellos escogieron ir por un costado de la mansión, sin entrar a ella, siguiendo el devastado camino de lo que una vez fueron elegantes piedras.

No le prestaban atención a las marchitas flores y arbustos que decoraban de forma trágica su alrededor. La vista de todos se había adaptado a la delicada luz que le proporcionaba el blanquecino y solitario astro en el cielo. La noche los abrazaba con su silencio y gélida brisa, susurrando leves lamentos con el viento y el mover de las secas ramas.

Lograban superar la sombría atmosfera debido al número con el que contaban en su grupo. Cinco. Lo suficiente para darles un falso valor, el cual se mantenía en una delgada línea, debido a la constante desconfianza entre ellos.

Estaba atento a cada gesto, suspiró, murmulló y mirada, buscando cualquier excusa que sirviera para descubrir a un posible traidor.

—Hmmm, son tres baterías y nosotros somos cinco —remarcó Vendetta, un condenado de estatura promedia y tatuajes tribales por toda la cara—¿Cómo las dividimos? —preguntó al detenerse frente a los objetos.

—Será mejor tenerlas hasta que encontremos dos más y todos podamos usar una —sugirió Sabrina con inocencia, no era buena en los trabajos en equipo, pero suponía que debía hacer algo para quitar la desagradable sensación de desconfianza que había.

—¿Y quién es él qué las tendrá? —preguntó desconfiado el hombre de tatuajes tribales, escudriñando con la mirada a los demás.

—Yo puedo esperar, por lo que decidan quién será de ustedes —dijo con suavidad Sabrina, levantando un poco su mano y forzando una sonrisa, soportando los fulminantes ojos del resto.

—¿Crees que por decir eso, rubia, no sospecharemos de ti? —La acusó Zao, frunciendo el ceño de manera desafiante.

—Todos estamos juntos, si uno se queda sin batería es malo para todos —argumentó ella para defenderse, mostrándose firme y adoptando una postura segura, con la frente en alto y la espalda erguida.

—Tiene razón —la apoyó Vendetta, mientras se rascaba la mejilla de manera despreocupada—, ¿quién será el otro que no llevará nada?

—Yo. —Levantó la mano Smile—. No me molesta esperar a encontrar las siguientes —agregó, levantando el pulgar a Sabrina para demostrar su agrado ante su actitud.

Los otros tres tomaron cada uno una batería. Después, se enfocaron en la pared de arbustos que tenían delante, era demasiado alta y de un color verde oscuro. El camino de piedras que lo había guiado hasta aquí se terminaba, convirtiéndose en un suelo rojizo y firme. Era una colorida y cálida invitación para adentrarse al laberinto.

—Seguro en el medio de este lugar hay más baterías, junto a la llave dorada. Suelen hacer ese tipo de cosas en los juegos —opinó Sabrina, manteniéndose activa en el grupo, tal como le enseñó su mejor amiga y maestra, Erica.

—Dejemos de perder tiempo y va...

El calmado ambiente fue destruido por el estruendoso sonido de unos pasos, desviando la atención a lo lejos. Los cinco condenados se quedaron absortos, no eran capaz de creer en lo que sus ojos veían. En realidad, no querían creerlo, aquella gigantesca bestia corría en su dirección, aplastando todo a en su camino.

—¿¡Pero qué mierda!? Ese sujeto es enorme —exclamó Zao con los ojos tan abiertos que parecía una persona totalmente diferente.

—¡¡Los encontreee!! —dijo BreakBones luciendo su gigantes y aterrorizante sonrisa.

La mirada del asesino se llenaba de un palpable anhelo por alcanzar sus nuevos juguetes. Levantó ambas manos en dirección a sus víctimas, para ir visualizando en su mente el placer que le daría al atraparlos. Sus movimientos eran torpes, casi parecía que iba dando brincos, todavía no se lo tomaba en serio, era un mero juego para su diversión. Quería que durase lo más posible, además de que, le encantaba que intentarán huir de él.

Por eso, su familia había diseñado aquel laberínto de arbustos para distraerlo y mantenerlo entretenido. Todo aquel que entrase a ese lugar, no volvía a salir con vida, era una mortal trampa que Breakbones conocía al milímetro, al igual que todo alrededor de la mansión de sus padres.

—¡Rápido, vayámonos de aquí! —gritó Zao sin esperar más, siendo el primero en huir desesperado.

—¡Siempre correr... y siempre alcanzar! —gritó, incluso con su pausada y grave voz, demostraba un temible entusiasmo—. ¡Voy de atrás suyo!

Todos los condenados se adentraron al laberinto, creyendo que era la mejor opción para evitar confrontar con la monstruosidad que venía en su dirección. De manera desorganizada y guiados por el pánico, se perdieron entre los incontables caminos que había para elegir.

Solo tenían en mente el escapar de aquella maquiavélica risa y el horrible sonido de sus pasos. Era un martirió constante sentir al asesino cerca, todavía no eran capaces de aceptar lo que había visto. Poco a poco, a medida que sus cuerpos eran superados por el cansancio, por fin dejaron de escuchar a su temible perseguidor.

La exacerbada respiración de todos llenaba la atmosfera de desesperación, habían corrido sin cesar por unos minutos y la constante sensación de ser acechados no los dejaba descansar. Sus ojos iban de lado en lado, atentos a cualquier mínimo sonido.

—¿Lo perdimos? —preguntó agitado Zao, inclinando el torso para apoyar las manos en sus piernas.

—No lo sé, nunca lo vi cerca de nosotros... Dudó que... nos haya seguido el paso —respondió con dificultad Sabrina, intentando recuperar la calma.

Ella no perdía el tiempo, buscaba alguna señal para orientarse, aunque sin éxito, todas las paredes de arbusto se veían igual. Ni siquiera había prestado atención a los caminos que escogieron, había sido presa del pánico, al igual que el resto.

Ahora estaban a la merced de la desoladora sensación que los carcomía, la oscuridad potenciaba sus peores miedos y la desfavorable situación aprisionaba sus pensamientos, llenándolos de desconcierto.

El que estuviera perdida, con cuatro criminales peligrosos no ayudaba. Su corazón golpeaba con fuerza su pecho, como un potente tambor anunciando el inicio de una sanguinaria guerra. Sabía que era cuestión de tiempo para encontrarse de nuevo con aquel monstruo. No había salida.

—Hay que seguir —dijo Smile, mientras comenzaba a caminar para incentivar al resto—. Hemos estado dando vueltas por los caminos sin salida... podría encontrarnos en cualquier momento —comentó con serenidad, sin perder sus animadas expresiones.

Todos siguieron en silencio al condenado de cabello magenta y largo flequillo. Creían que era buena idea mantenerse en movimiento, no tenían otra opción que arriesgarse y seguir adelante.

Las paredes de arbustos eran todas iguales, lo que servía para remarcar la desagradable sensación de estar perdidos. Los ánimos del grupo estaban por los suelos y al tener los nervios de punta, reaccionaban de mala gana a todo lo que les ocurría.

—¡Maldición! Otra vez nos equivocamos —se quejó Zao, dándole una fuerte palmada a sus piernas para liberar su frustración—. Esto no sirve de nada.

—Nos apresuramos demasiado y no marcamos la dirección en la que íbamos —comentó Vendetta, secándose la transpiración de la frente.

—Pero ahora ya estamos concentrados, sigamos buscando por donde ir... no nos detengamos —dijo Sabrina intentado cambiar los ánimos, no iba a rendirse y ahora estaba atenta a su entorno. Mantenía una respiración controlada, mientras memorizaba los caminos que tomaban y los callejos sin salidas con los que se topaban—. Deberíamos estar cerca del centro.

En ese momento, Sabrina notó una leve marca en la rojiza tierra, yendo inmediato a analizarla.

—Parece que por aquí pasamos corriendo —indicó agachándose para observar mejor, sus expresiones se mantenían llenas de vida, al igual que el brillo en sus ojos.

—No se ve nada... —comentó Zao, achinando su mirada y dando la impresión de que estaba con los ojos cerrados.

Era una marca sutil, Sabrina la había descubierto debido a su experiencia ocultando rastros a la hora de huir. Incluso en los suelos más duros, podían quedar señales. La tierra se corría cuando alguien pisaba con fuerza, quitando la primera capa de polvo y dejando abajo un tono un poco más claro.

Como ladrona, cada pequeño detalle era importante. No debía dejar ni el más mínimo rastro, de lo contrario sería atrapada.

—Tenemos que ir por otra dirección, de aquí venimos —anunció con una incuestionable seguridad, por un momento su rostro dejaba de lado la inocencia y se vestía como un hábil profesionalismo—. Digo, eso parece, creo que es mejor ir por la derecha —agregó rápido con nerviosismo, esquivando las serías y frías miradas de sus compañeros.

—Tranquila, lo hiciste bien —dijo de manera animada Smile, dándole su apoyó con el pulgar arriba—. Contigo parece que podremos salir de aquí —comentó levantando ambas manos en señal de festejó, provocando que los desconfiados ojos de los demás se centrarán en él.

Su actitud era desconcertante, se esforzaba por mantener el buen ánimo, a diferencia de los otros tres hombres.

—Sí, eso creo... —respondió Sabrina acomodándose el pelo detrás de la oreja, agradecía contar con alguien agradable, aunque no por eso bajaría la guardia—. El suelo es duro, pero si corremos dejaremos marcas y podrá rastrearnos...

Todos entendieron el mensaje, si no tenían cuidado a la hora de pisar, estaría invitando al gigante a ir por ellos. Casi al unisonó, como una señal de lo cruel que era la situación, todos tragaron saliva para aliviar la tensión en sus cuerpos. Por un instante, compartieron una frágil sonrisa ante la inesperada conexión.

—Vamos, no hay que dejar de moverse, cada segundo cuenta —dijo Smile, tomando el liderazgo de nuevo, marchando al frente para guiar al resto.

No pasó mucho hasta que se detuvieron en otro camino sin salida, liberando un frustrante suspiró. Desanimados agacharon la cabeza, cada vez era más difícil mantener la esperanza, se estaban volviendo loco. Incluso el rojizo suelo era una trampa de la cual debían tener cuidado. Las paredes de arbustos que parecían tan inocentes con su intenso color verde, comenzaban a ganarse el repudio del grupo. Era una elegante prisión, que los asfixiaba con su pesada y terrorífica atmosfera.

Zao no podía detener el involuntario golpeteo de sus dedos contra sus piernas, pensaba que era cuestión de tiempo para que lo atrapasen. Las enormes paredes se veían gigantesca delante de sus ojos, tenía la impresión que se derrumbarían encima de él, enterrándolo vivo.

Vendetta se rascaba la cabeza, mirando a todos con desconfianza, era el que más transpiraba del grupo. Cada vez que se sentía observado, fruncía el ceño de manera desafiante, como si estuviera dispuesto a pelear con cualquiera de los presentes que se atreviera a cuestionarlo.

Sabrina, por su parte, se quedaba sin ideas. No era buena en el trabajo en grupo, siempre se había aventurado a todas sus misiones en compañía de su mejor amiga, Erica. Además, por más que lo intentaba, se daba cuenta que esto no se comparaba a sus infiltración y asedios a empresas del gobierno, estaba en el desafío más duro de su vida. Sola. Rodeado de criminales que harían cualquier cosa para sobrevivir.

Atrapada en otro callejón sin salida, las pocas esperanzas que tenían de salir se estrellaban contra aquellos verdes muros que la rodeaban. El silencio dejaba apreciar los comportamientos nerviosos de los demás a su alrededor, lo que de manera progresiva la contagiaban, haciéndole que le sea difícil mantener el ánimo.

«No importa que, o lo tonto que sea, tenemos que hacer algo para salir de aquí... cualquier cosa que aumente, si quiera un poco nuestras probabilidades de sobrevivir, es útil...», se dijo así misma la frase que Erica le había enseñado con tanto empeño y admiración. Era su mantra y también se había vuelto el de Sabrina.

—¿Y si miramos a través de los arbustos? —sugirió el más pequeño físicamente del grupo, de piel oscura y con el username de "Charango". Casi no había hablado en el grupo, se mantenía al margen de todo.

Era algo que, por más sencillo que pareciera, nadie lo había dicho. De igual forma, todos sentían que algo malo podía pasar si lo hacían. Un inexplicable cosquilleo que les advertía del peligro de tomar el camino fácil. No tenían nada en que basarse más que un mal presentimiento. Solo se miraron y no respondieron a lo que preguntó. Condena virtual siempre castigaba a los que buscaban hacer trampas o recurrían a métodos aburridos para sobrevivir. Era una ley no escrita, pero que todos tenían presente.

—Voy a hacerlo... —dijo sin esperar la aprobación de los demás.

Todos quedaron expectante a cada movimiento de Charango. Él se dirigió de manera lenta a la pared de arbustos que había delante suyo, utilizando unos escasos segundos para armarse de valor, como si estuviese apunto de realizar una peligrosa hazaña.

Con sus manos quitó algunas ramas y hojas, pudiendo meter la primera mitad del cuerpo por el hueco que acababa de hacer. Comenzó a forcejear por unos segundos y luego de un inesperado y rápido sonido de queja, se quedó totalmente quieto...

Charango no se movía...

Fin del capítulo 20


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