Capítulo 2
La ciudad Nuevo-Comienzo, nombrada así por ser la primera en ser colonizada con éxito luego del gran éxodo desde Tierra. Este hito marcó el inicio de una nueva era en la vida de los seres humanos. Pasaron más de 2500 años desde que se abandonó el planeta de origen, debido a múltiples tipos de catástrofes: guerras, escasez de recursos esenciales, hambrunas y sequias. En el año 3823 d.C. o 2500 d.E., Nuevo-Comienzo se erigía como la sede principal del gobierno, lo que la convertía en el epicentro de la civilización.
Neil se encontraba paseando en su limusina por aquel laberinto de calles y edificios, teñidas de tonalidades lúgubres de negros desvaídos y grises cenicientos. Estos tonos servían de telón de fondo para las asfixiantes pantallas de publicidad que se erguían omnipresentes en cada rincón. Los primeros cuatro niveles de los edificios, los más prominentes y asediados, albergaban a las industrias más poderosas y conocidas; su cercanía con la calle les otorgaba una conexión directa con la gente.
Por otro lado, el aire pesado y viciado de la ciudad no solo era una mezcla de contaminación visual, sino también auditiva. El estruendo constante se entremezclaba con las imágenes parpadeantes que se proyectaban desde cada pantalla. Los ciudadanos, habituados al caos, seguían con sus vidas mecánicas. Si alguno se sentía tentado por el contenido de una de las transmisiones, bastaba con apuntar su Pulsera Digital hacia aquella dirección y en un abrir y cerrar de ojos, la sintonización les sumergía en esa realidad alterna.
La cabina en la que Neil iba era muy espaciosa y contaba con todos los lujos necesarios para poder permanecer horas allí. Aunque los vehículos podían manejarse mediante una I.A. conectada a la red y los sensores de la ciudad, Neil prefería que su fiel guardaespaldas tomará el volante. John, era su mano derecha, un hombre de pocas palabras y con una lealtad incuestionable. Iban a todo lugar juntos.
—¿Qué crees que es necesario para cambiar el mundo, John? —preguntó Neil, rompiendo el silencio que había entre ellos—. ¿Dinero? ¿Poder? ¿Amor? —agregó de manera reflexiva, viendo directo hacía el retrovisor del vehículo, encontrando los ojos de su guardaespaldas reflejados ahí.
John medito sobre aquellas palabras, debía ser cuidadoso con su respuesta, conocía bastante bien a Neil y sabía que tramaba algo. Podría ser un augurio del futuro que se cerniría sobre la sociedad. Y, ahora, estaba buscando probar su conocimiento y preparación para aquel momento.
Antes de ser guardaespaldas, había sido un soldado de elite del gobierno, logrando presenciar todo tipo de atrocidades. La cara oscura de la moneda que no todos sabían; la avaricia, la hipocresía, la malicia y lo insaciable que eran los diligentes políticos. Creyó que todo el que tuviera un cargo con el gobierno, era representante del aspecto más vil de la humanidad. Claro, hasta que se encontró con Neil y su vida dio un giro de ciento ochenta grados.
—Libertad... —respondió John con pesar, recordando su gran anhelo por escapar de las garras de los dictadores para los que trabajaba.
Mientras Neil se sumergía en la suavidad de los asientos aterciopelados, su mirada se perdía por la ventanilla, anhelando una voz interna que llevaba mucho tiempo silenciada. Aquella voz, la misma que en su juventud lo impulsaba a emprender locuras en busca de cambiar el mundo, seguía resonando en su mente. Las palabras de su guardaespaldas revoloteaban en su interior.
El vidrio polarizado actuaba como su escudo, protegiéndolo tanto del estruendo incesante de las gigantescas pantallas publicitarias, omnipresentes en la ciudad, como del caos del tráfico. También servía como un manto protector para evitar ser reconocido; si alguien descubría su presencia, las multitudes se agolparían desesperadas por estar cerca de aquel a quien adoraban e idolatraban.
Las personas a su alrededor iban cabizbajos, absortos en sus dispositivos electrónicos: celulares, Pulseras Digitales y lentes de total conexión. No necesitaban levantar la vista, ya que todas las señales e indicaciones estaban proyectadas en el suelo. Además, se desplazaban con una fluidez que desconcertaría a cualquiera que no se hubiese criado en la ciudad. Ellos sabían exactamente cómo moverse sin ser un estorbo para los demás.
Muy contrario a sus extravagantes cortes de pelos y pelucas de colores, sus expresiones eran apagadas, en muchos casos de molestia. Si fuera por ellos estarían encerrados en sus casas; sin embargo, el gobierno los obligaba a cumplir una cuota de "aire libre", por lo que debían moverse por la ciudad. Era una de las medidas que habían adoptado para combatir el S.D.T.
El S.D.T. consumía la vitalidad de las personas que lo sufrían, ahogándolos en la comodidad y una falta de empatía tan grave, que todo a su alrededor se volvía prescindible, a excepción de las ultimas actualizaciones tecnológicas. Sus victimas carecían del deseo de entablar relaciones, toda su vida giraba entorno a los mundos virtuales y placeres instantáneos que brindaba los aparatos modernos, junto a las aplicaciones más populares.
Las ciudades eran vigiladas por el gobierno las veinticuatro horas. Había sensores y cámaras en cada rincón, ojos de seres ambiciosos que buscaban una omnipresencia y control total de todo lo que ocurría. Cada dispositivo electrónico debía estar conectado a su red, y los escáneres se encargaban de verificar cada objeto que llevaban consigo.
"Todo sea para brindarles la seguridad que la gente necesita". O esa era la excusa que utilizaban.
Era cierto que, cualquiera que cometiera un delito dentro de la ciudad era castigado en menos de cinco minutos. Los drones, los tecno-oficiales y oficiales, se desplegaban en segundos. Eran los únicos que podían utilizar vehículos voladores en la zona y así poder navegar entre los enormes edificios con facilidad. Además, contaban con el "Bone-Magnet", un potente imán instalado bajo las calles que atraía con gran eficacia a cualquier ser vivo encima de él, dejándolo inutilizado. Este increíble aparato había sido adaptado para contingencia, ya que su principal función era la de "cinturón de seguridad" en las naves y trenes, a la hora de realizar sus viajes interestelares o de grandes distancias.
Neil persistía en buscar inspiración en las ojerosas y vacías miradas de los ciudadanos. Anhelaba liberarlos de los grilletes y de las cadenas invisibles que parecían cargar con suma opresión. Consciente de que mientras más se sumergieran en la dependencia tecnológica y gubernamental, más hundidos estarían en la insatisfacción.
En ese instante, su pulsera emitió un pitido, salvándolo del callejón sin salida en el que se encontraba su mente.
—Ya es hora, eh... —susurró esbozando una calida sonrisa.
Sin detener su paseo por la ciudad, Neil oprimió unos botones que se encontraban en su apoyabrazos, desplegando una pantalla holográfica delante a él. La imagen era tan cristalina y nítida, que parecía estar delante del set de grabación.
La transmisión había comenzado apenas unos minutos atrás. El escenario era minimalista, con solo dos sillas de alturas distintas, dispuestas frente a frente para el entrevistador y el invitado. De fondo, en las ventanas LED, se proyectaba la ciudad de Nuevo-Comienzo, una estampa viva como telón de fondo.
Alrededor de las cámaras, se congregaban cientos de miles de espectadores, los cuales estaban ahí de manera virtual, recreados con avatares de sus personajes de películas, series o dibujos favoritos.
—Otro año más en el cual Condena virtual supera el rating del programa anterior, ¿les sorprende esto? —preguntó un joven reportero de pelo naranja, con reflejos amarillos, vestido con un saco verde.
—¡Claro que no! —respondió Fernando, un hombre bajito y regordete de piel morena, sentado en una elevada silla para reponer la altura que le faltaba. Su sonrisa irradiaba carisma, y su afro de color negro se veía esponjoso como un algodón de azúcar—. Nuestro Líder siempre piensa en nosotros y sabe exactamente que darnos para seguir sorprendiéndonos.
—De eso no me cabe duda, señor Fernando. ¿Y qué opina usted sobre el programa de este año? ¿Fue mejor que el anterior?
—Hmmm, creo que es una pregunta complicada... —Se tomó un momento para reflexionar, manteniendo su expresión amigable. Antes de contestar, se ajustó su moño rojo y acomodó su camisa amarilla—. Fue emocionante ver a Jack llegar hasta las fases finales del programa. Muchos pensaron que lo lograría, pero ver como se llenan de esperanza para luego ser castigados con la realidad es lo que más disfrutamos. Después de todo, un criminal sólo...
Se detuvó, invitando a la audiencia a completar la frase.
—Solo sirve si está roto —respondieron al unísono.
—Tanto física... —continuó Fernando
—¡Cómo mentalmente! —finalizó el público.
—¡Ay, pero ¿qué sería de nosotros sin un público tan bueno?! —exclamó Fernando con una gran sonrisa—. Casi que me dispongo a bajar mi adorable panza para verme bien para ustedes... Lástima que soy como los postres de "globolate", mientras más rechoncho, más sabroso. —bromeó dándose unas leves palmaditas en el estómago.
—¿Es posible que alguno logre salir con vida? —preguntó el reportero una vez que las risas se calmaron. Se mostraba realmente curioso.
—Condena Virtual está diseñado para mostrar al mundo el significado de justicia y que los criminales conozcan las consecuencias de amenazar el bienestar de la sociedad. Ellos perdieron su derecho a ser tratados como el ciudadano común, aquellos que trabajan día y noche para progresar y ayudarnos a avanzar, por eso, ¿qué mejor manera de castigarlos que entretener a la gente y usarlos como ejemplo?
»No solo eso, también es para demostrar la amabilidad y la misericordia del gobierno, y por supuesto, de nuestro amado Neil. Él es quien les da la oportunidad de redimirse, brindándole a la sociedad diversión y mostrando frente a todos si de verdad se arrepienten de lo que hicieron...
Se tomó un respiro, su mirada firme hacia la cámara denotaba convicción.
—En lo personal, cuando alguien logre sobrevivir, marcara un antes y un después en la historia. Nos mostrará que cualquier persona haría lo que sea por buscar el perdón de la sociedad, incluso enfrentarse a los desafíos más difíciles.
»Es como si nos dijera: "Soy una persona nueva, casi renacido de la muerte, y ahora que he devuelto a la sociedad lo que le debía, estoy listo para ser un ciudadano ejemplar..."
Se levantó de su asiento con un pequeño brincó, mirando directamente a la cámara con sus ojos amarillos, ardiendo de pasión.
—¡Además! —gritó—. ¡Si un miserable criminal puede enfrentar todos los desafíos con tal de salir con vida!, ¿¡que le espera al ciudadano común!? Ustedes son el verdadero futuro, son los que harán brillar la sociedad. ¡No hay palabras que puedan describir de lo que son capaces si se proponen a darlo todo para progresar, no bajen los brazos y luchen contra cualquier obstáculo! ¡El mundo está hecho para que el que trabaje y se esfuerce triunfe!
»Neil Arath fue un don nadie y ahora es la persona más importante, famosa, querida y admirada de la actualidad. ¡Ustedes pueden ser el siguiente Neil, incluso más! ¡Sueñen en grande y aprovechen todas las posibilidades que el gobierno les brinda!
Las palabras de Fernando conmovieron a todos los espectadores de la transmisión. Sentían que él los miraba de verdad. Incluso Neil podía percibir el sincero afecto con el que lo mencionaban.
Aquellas palabras iluminaron un sendero para Neil, quien no quería desperdiciar el subidón de emoción que lo envolvía. Rápidamente, se sumergió en su Pulsera Digital y comenzó a contactar a varios de sus conocidos para programar reuniones. Uno tras otro, apelaría a todas las conexiones que había forjado a lo largo de los años.
Seguirá las indicaciones de Sett al pie de la letra. Sería como un juego de búsqueda del tesoro. Como un niño emocionado, se preparaba para tachar cada nombre de la lista.
A Neil no le gustaba ser juez; simplemente deseaba que todos respetaran la ley, no señalar a los transgresores con el dedo. Pero esta vez era distinto. Debía localizar criminales famosos, aquellos que atrajeran la atención del público. El costo no importaba, debía capturar a quienes fueran el centro de atención en ese momento. No le faltaban recursos ni contactos, solo era cuestión de implicarse.
Al igual que Sett, cada documento estaba meticulosamente detallado. Nombres y apellidos de varias personas ya bajo su radar, algunos sospechosos cuyos crímenes aún no habían sido condenados. Incluso había nombres de personas inocentes que podrían ser útiles, pero Neil descartó esa idea de inmediato; no jugaría sucio.
Aún se aferraba a sus valores, o al menos, lo haría durante el mayor tiempo posible. Aceptar la propuesta de Sett significaba arriesgar todo lo que había construido a lo largo de los años, todo en aras de tener al menos una oportunidad de despertar la conciencia de la gente, impulsando la búsqueda de independencia respecto al gobierno.
Neil se detuvo un momento y volvió a observar por la ventanilla de la limusina. La gente ahí afuera lo necesitaba, aunque ellos no lo supieran. Estaban infectados, su espíritu se marchitaba poco a poco y se resignaban a ser simples engranajes de la maquinaria social. Su única ambición era acumular más créditos —la moneda digital de uso común—, para adquirir la última actualización del producto de moda y así obtener un poco más de reconocimiento social. Habían caído en un ciclo vicioso.
—Esto que voy a mostrarles, es algo impresionante —mencionó el presentador de cabello naranja, dentro de la transmisión, atrayendo de nuevo la atención de Neil—. Se podría decir que estamos en el mejor momento de nuestra historia desde el gran éxodo.
Con un gesto de sus dedos, activo su Pulsera Digital, la cual proyectaba un gráfico bursátil, y lo amplio en un ágil movimiento para que todos pudieran verlo.
—Aquí observamos como los índices de criminalidad han disminuido. Desde el estreno de Condena Virtual en su primer año, han caído en un veinte por ciento. Y ahora, en su vigesimotercer programa, han alcanzado un ochenta por ciento —Miró con asombró a la cámara, de verdad estaba sorprendido—. No solo eso, el otro indicador que también desciende, es sobre el S.D.T, llegando a tener hoy en día solo un treinta por ciento en la población. ¿Cómo nos explicas esto, Fernando?
—Simplemente Neil puede hacer algo así, ¿no les parece? —respondió al instante, levantando las palmas de su mano como si dijera algo obvio—. El mensaje es claro: los criminales se lo piensan dos veces antes de actuar. Saben que, con el simple hecho de ser condenados, están ingresando a la selección para Condena Virtual.
»Y en el caso del S.D.T, la razón es aún más evidente. Todos nos unimos en un fuerte sentido de justicia, es una pasión que todo ciudadano de bien anhela. Por eso, podemos empatizar más con los demás, porque buscamos lo mismo: que aquel que cometa un delito pague por ello. Además, somos compasivos, les damos una oportunidad de perdón, ¿qué más pueden pedir?
»Se convierten en estrellas, bueno, estrellas fugaces —bromeó dejando escapar una leve risa—. Algunos brillarán más tiempo que otros, pero no pueden decir que no les damos la oportunidad de arrepentirse, ¿verdad? Deberían agradecérnoslo —agregó, mirando al público buscando conectar con ellos.
Neil sabía que esa era la respuesta más simple y la que la gente necesitaba escuchar. No era mentira, sino más bien una una verdad a medias. La verdadera razón detrás de la creación de Condena Virtual, era para mandar un mensaje contundente a aquellos que desafiaban al gobierno fuera de los límites legales. Mostrando la crueldad del evento, también lograría darle un falso sentido de justicia a los ciudadanos, haciendo que las personas compartieran una pasión en común, algo que los uniera y les otorgará un atisbo de individualidad. Para ello, los criminales serían usados para concentrar todo el odio y frustración de la gente, creando un claro enemigo con el cual desahogarse.
Los datos respaldaban su impacto en la sociedad, pero también revelaban su estancamiento. Neil sentía que ya no podía hacer más. Sin embargo, este año sería diferente; gracias a Sett, vislumbraba un auténtico cambio. Para lograrlo, debía ser el primero en cambiar, incluso si eso significaba sacrificar algunos de sus principios en aras de un bien mayor.
A pesar de algunos comentarios adicionales de Fernando durante la entrevista, una vez que él se retiró, Neil concluyó la proyección holográfica.
Las luces parpadearon tímidamente en la ciudad, marcando el cambio de horario en un paisaje urbano que se alzaba hacia el firmamento. Los edificios, altivos y voraces, engullían cualquier atisbo de cielo, sumiendo las calles en una penumbra artificial. Era una maniobra calculada para resaltar la extravagancia de los carteles y anuncios que, como faros luminosos, intentaban iluminar la "vida nocturna".
La limusina se deslizó con elegancia por un callejón esquivo, emboscado entre anuncios de bebidas alcohólicas y promociones de sustancias, todos ellos engalanados con el emblema del gobierno, representado por un rayo de luz que se abría paso entre dos nubes opacas.
Cuando Neil se bajó del vehículo, el dueño del local al que iba a ingresar lo recibió con reverencias y leves murmullos de agradecimiento, evitando en todo momento cruzarse con sus ojos.
Fue guiado hasta una pequeña sala que ya tenía preparada para la ocasión. Solo los miembros V.I.P. podían ingresar, lo que les daba "privacidad", acompañados con una falsa sensación de poder para aquellos que quisieran aparentar ser importante con el resto de personas. El tenue sonido de música electrónica de tipo trance ambientaba el lugar.
—Aquí tiene, Líder Neil —dijo el joven hombre de actitud sumisa y bigote colorido como un arcoíris—. Puede escoger la ambientación que desee —agregó, dejando sobre la mesa un pequeño control, destinado a manipular las pantallas LED de las paredes.
Neil asintió y, con un susurro apenas perceptible al control, toda la habitación se transformó: las paredes adoptaron un estilo de madera y, a su lado, apareció una pequeña chimenea encendida, acompañada por el crepitar hipnotizante de la leña consumiéndose.
El olor amargo a alcohol era bastante fuerte en el lugar, junto con el de productos de limpieza, los cuales trataban de imponerse, sin éxito. La llegada repentina de Neil no les concedió el suficiente tiempo para lógralo.
Al cabo de unos minutos, un hombre con rastas de color negro, adornadas con brillos metálicos, entró a la sala. Su figura estaba cubierta por un manto marrón, sus gestos eran sutiles, pero relucía una postura vigilante. Mantenía una actitud calmada, emanando una sensación de alerta que dejaba en claro lo acostumbrado que estaba a este tipo de encuentros. A medida que avanzaba, su confianza iba aumentando, adueñándose de la atmosfera del lugar y de la mirada de los que estaban ahí.
—Tu llegada fue bastante rápida, estoy sorprendido —comentó Neil, en el momento que su invitado se sentó delante.
—No podía hacerlo esperar, señor Neil —respondió con suavidad, haciendo una reverencia—. Me sorprende haber sido convocado por usted, y debo admitir que me encuentro algo emocionado.
Este hombre era un Guerillano, conocidos como los cazadores de recompensas más hábiles. Los Guerillanos eran la carta de triunfo del gobierno, individuos criados desde la infancia en un planeta hostil, convencidos de ser los únicos habitantes en el mundo. Vivían de forma rudimentaria, subsistiendo con lo que la naturaleza les proporcionaba. Eran la herramienta perfecta en la época actual: hombres y mujeres completamente ajenos a la dependencia tecnológica, con una experiencia vasta en diversos tipos de combate.
Al llegar a cierta edad, los mejores guerreros eran seleccionados y confrontados con la verdad: debían convertirse en sicarios del gobierno o enfrentar la aniquilación junto a su pueblo.
—¿Cómo debería llamarte? ¿Maulikan? ¿O Stalking Nightmare? —preguntó Neil, antes de empezar.
—Como desee, señor Neil —respondió el hombre de rastas, manteniendo una actitud serena.
—Lo haré con tu nombre de cazador, es por el que todos te temen y estoy seguro que debe ser tu orgullo.
—Así es, señor Neil, como guerrero es un honor ser reconocido como tal — asintió Maulikan, relajando un poco su postura, desabrochando su manto.
Entre las ropas de Maulikan, un collar llamativo lleno de dientes de animales resaltaba, cada uno del tamaño de un dedo humano, mostrando el grado de peligro de las bestias cazadas por él.
—Quiero que me traigas a la gente en esta lista, Stalking Nightmare —solicitó Neil, deslizando unos papeles sobre la mesa.
Maulikan extendió su mano, marcada por los años de batalla, con dedos robustos, nudillos hinchados y la palma cubierta de callosidades.
—Tenga por seguro que los tendrá —aseguró el cazarrecompensas, sin siquiera haber leído el contenido. Transmitía una confianza absoluta sobre sus habilidades, algo que fascinó a Neil, pues él sabía que ellos no eran fanfarrones.
—No es que no confíe en ti, pero he de decirte que hay sujetos bastante peligrosos, que incluso al gobierno le traen problemas.
—Con mayor razón estoy emocionado. —Esbozó una sonrisa, mirando con firmeza a Neil—. El único impedimento de capturar personas peligrosas, es el dinero que me ofrecen. Pero con usted, estoy seguro que ese no será un problema...
—No vengo a contratarte solo como cazador, sino para proponerte algo diferente —cambió el tono Neil, adoptando una postura más seria—. Quiero que participes en mi programa. Necesito a alguien con tu renombre, talento y capacidad —ofreció de manera desafiante.
Maulikan quedó atónito. Se vio sorprendido por aquella propuesta, nunca se imaginó que le ofrecerían tal locura.
—No hay nada que hacer en un matadero, más que encontrar la muerte —respondió Maulikan al recuperar la compostura.
—Hasta ahora no hubo supervivientes, porque nadie era digno de tal gloria. Pero tú, eres un Guerillano, será difícil encontrar alguien más preparado —hizo una pequeña pausa para darle mayor peso a lo que acababa de decir, luego continuó—. Condena Virtual puede ser completado, solo debes contar con tres condiciones: suerte, habilidad y astucia. ¿Acaso no posees estas cualidades? —preguntó arqueando una ceja.
—Como guerrero resulta tentador, pero ha...
—A cambio, si ganas, liberare a toda tu tribu —interrumpió de inmediato, proponiendo algo que solo podía ser visto en los sueños más profundos de Maulikan—. Y, si mueres en el transcurso de los eventos, aun así, te doy mi palabra que protegeré a tu gente.
Aquella promesa sumió a Maulikan en una tormenta de emociones. La palabra de Neil era valiosa en la actualidad, y la propuesta era un desafío único en su clase. Una prueba para un verdadero guerrero.
—¿Lo prometes? —preguntó Maulikan, ansioso por escuchar en voz alta aquellas declaraciones.
—Lo prometo —respondió con serenidad.
—Entonces acepto —declaró Maulikan sin siquiera pensarlo, mostrando una firme determinación en su rostro—. Capturaré a todos los de la lista y participaré en tu programa —afirmó al ponerse de pie con una clara emoción que lo desbordaba.
Neil había logrado varios objetivos de una sola vez. Por primera vez, la gente vería en acción a un Guerillano y él se encargaría de capturar a los criminales más peligrosos. Su programa número veinticuatro estaría llenos de sorpresas. Sin dudas, estaba orquestando el evento más importante de la última era.
Fin del capítulo 2
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