Capítulo 19
Utilizando la oscuridad a su favor y unos arbustos, Flicker se mantenía ocultó y expectante. Observaba con cuidado la ventana que tenía a unos cuantos metros, esperando el momento indicado para actuar.
Sin más, se dirigió para entrar, necesitando de un mínimo de fuerza para abrirla, debido a su deteriorado estado. Casi de inmediato, fue inundado por el olor a madera podrida y polvo, forzando que se tapará la nariz para soportar el cambio de ambiente.
Al ingresar, se encontraba con un delgado y alto pasillo, con un estilo antiguo de decoración, mezclando mesadas, suelos y libreros de madera, con paredes tapizadas, macetas digitales, candelabros plata y oro con diminutas velas encendidas, cuadros inteligentes y una que otra pantalla LED sintonizando estática.
El sonido del crujir del suelo en mal estado acompañaba sus pasos, obligándolo a ser cuidadoso para evitar anunciar su posición. El sofocante y caliente aire, junto a su desagradable aroma, envolvía a Flicker en una sensación desagradable. La suave y débil luz que entraba por la ventana, junto a las agonizantes llamas de las velas, era lo único que le brindaba algo de visión, creando una sensación de encierro en aquella larga galería.
Tal como un ladrón, el joven líder rebelde emprendía su intrusión, revisando cada mueble y espacio en búsqueda de baterías que aumentarán el tiempo en su pulsera u objetos que pudiera utilizar para defensa propia. Cada estante y cajón era áspero al tacto, daba la impresión que se quebraría al más mínimo esfuerzo.
Se adentró aún más a las tinieblas, sin temor de ser consumidas por estas. El incomodó sonido de la estática en las pantallas LED de las paredes le ponían los pelos de puntas y generaban que estuviera tenso en todo momento. Sus ojos iban de lado a lado, cerciorando cada rincón y telaraña, sus sentidos lo atormentaban con la falsa ilusión de que podría ser atacada desde cualquier dirección y en cualquier momento.
No tardó en llegar a un espaciado salón, con una escalera vestida con una polvorienta alfombra roja, siendo el centro de atención y marcando el camino hacía todos los diferentes pisos de la mansión.
Leves ecos de pasos y voces provenían de arriba, específicamente del primer piso. Parecían desconcertantes susurros y advertencias de un posible peligro en la lejanía. Sin embargo, a pesar del riesgo, Flicker se aventuró en su dirección. Era su oportunidad de espiar a uno de los grupos e intentar descubrir si podrían ser una ayuda útil para el desafío.
Utilizando su avanzado entrenamiento con los rebeldes, se acercaba a las voces que escuchaba, manteniendo el sigilo en todo momento. Se camuflaba entre la oscuridad y los desgastados muebles.
«Parecen... ¿tres personas?», se preguntó, cerrando los ojos para tratar de diferenciar los murmullos, mientras recostaba la espalda en una pared. Le era difícil concentrarse, sentía como si unos siniestros ojos se clavaran en su nuca. Preocupado, se apartó del extraño cuadro digital a su lado, le parecía espeluznante que la misma imagen se repitiera en cada pintura: era un hombre con una estrafalaria camisa amarilla y peinado degradado de naranja, junto a su joven mujer, que lucía una cabellera verde claro, llena de decoraciones metálicas, y un vestido negro de una pieza, con pequeños lunares blancos. Ambos, estaban de la mano, dejando espacio para una regordeta persona, un niño que ya doblaba en tamaño a la pareja. El rostro de todos estaba grafitado con una cruz negra, dejando imposible de apreciar sus expresiones.
Un inesperado crujido hizo que Flicker buscará refugio en una de las tantas habitaciones, provenía de uno de los cuartos que se encontraba a un par de metros de distancias. Por un segundo se había distraído, no podía quitarse de la mente lo inquietante de esa familia, parecían unidos, pero algo no encajaba.
—No hay nada más que tierra y porquería de ricos —logró escuchar Flicker por el pasillo, con su oído apoyado en la puerta—. Se nos acabarán los diez minutos y nuestras pulseras empezarán a hacer ruido hasta que encontremos algo útil... —agregó la masculina voz con molestia.
No lograba descifrar la respuesta que daban los demás, solo identificó tres voces diferentes. Cuando el chirrido de una puerta le avisó que se encerraron en una de las habitaciones cercanas, se decidió por acercarse aún más, saliendo de su escondite.
Vigilar y recopilar información era el pan de cada día para Flicker. Por años había logrado escapar de los ojos y oídos del gobierno, sabía que no le sería difícil mantener la distancia y acechar a un grupo de condenados sin entrenamiento alguno.
Aún así, con todo su conocimiento y practica en situaciones extremas, no sé confiaría. Los latidos en su pecho golpeaban con fuerza a cada paso que se acercaba al lugar donde se encontraban los demás. El sudor frio que recorría su frente indicaba la presión a la que estaba sometido, un error se podría pagar con la vida. No tenía otras oportunidades, no era como en otras ocasiones con sus compañeros cubriéndole las espaldas. Estaba solo. En el peor lugar del mundo posible, el programa más macabro y siniestro de todos.
«Respira, piensa y actúa», se dijo así mismo, controlando sus emociones y calmando, en la medida de lo posible, sus reacciones. Debía liberar el estrés en sus músculos para no estar tenso, haciendo leves y constante movimientos con sus dedos. Al mismo tiempo de que, inhalaba y exhalaba de manera pausada y rítmica. «Que la situación no te superé». No debía dejarse consumir por el escenario, cada detalle estaba hecho para incomodarlo y solo buscaban jugar con su mente.
El ruido de una ventana rompiéndose retumbo por toda la mansión, sobresaltando a Flicker y tomándolo por sorpresa. Sin tiempo a pensar, dirigió su mirada a sus espaldas, de donde venía el sonido, llegando a vislumbrar a Maulikan corriendo desesperado por la escalera principal, perdiéndose en el tercer piso. Huía de alguien. Su notable prisa y estado de alerta eran se podían apreciar a pesar de la poca iluminación y la distancia.
«¡Mierda!», pensó el joven líder rebelde y rápido volvió a meterse a la habitación, era obvio que los demás iban a salir a ver que sucedía. Ahora todos estarían alertas y atentos a su alrededor. Con su espalda contra la puerta, rogaba que no fuese encontrado, de lo contrario debería saltar por la ventana. Pero como se encontraba en el primer piso, era riesgoso, por eso quería evitarlo.
Uno de los condenados que estaba en el cuarto de al lado sacó la cabeza para revisar el pasillo, de dónde había provenido el ruido de la ventana rota y la persona corriendo.
—¿Ves algo? —preguntó la mujer del grupo, atenta a los gestos de su compañero.
—No, parece que se fue corriendo por la escalera —respondió el hombre de baja estatura y orejas grandes.
—Vaya susto que me dio, todo estaba en silencio y escuchar eso de golpe fue bastante incómodo —comentó el ultimo del pequeño grupo, dejando escapar un pesado suspiró de alivió y acomodando su largo cabello para distraerse.
—Concuerdo —dijo ella sonriendo. Luego, siguió buscando entre los muebles, sin darle importancia, demostrando lo segura que se sentía alrededor de sus compañeros.
El condenado de baja estatura seguía algo inquieto por lo que había pasado, no podía dejar de observar el largo y oscuro pasillo. Algo llamaba su curiosidad, tenía la sensación de que estaba por pasar alguna desgracia. Un pequeño escalofrío lo sacudió y empezó a frotarse los brazos para calmarse. Al cabo de unos segundos, cuando vio que no sucedía nada, se dio vuelta y sin darse cuenta chocó con un estante, tirando un jarrón al suelo.
El sonido que hizo el objeto al romperse retumbó por la vacía mansión, creando un tenso momento en el que intercambiaba miradas con los demás. El silencio que siguió era lúgubre y desalentador, ninguno quería que supieran donde estaban.
—Lo siento —pidió disculpas mientras se encogía de hombros ante la mirada de sus compañeros.
—Ten más cuidado, hombre. Es mejor no llamar la atención —lo regañó el condenado de lacio cabello largo.
—¿Por qué hay tanta mierda en este lugar? ¿Cuál es la necesidad de tener tantas porquerías de adornos? —se quejó el pequeño hombre, a la vez que pasaba por encima de lo que había roto y observaba las innecesarias decoraciones, con sus tonalidades opacas a causa del descuido y el polvo.
—La vida de los ricos es así, solo lo ambientaron igual —respondió la muchacha, resoplando con fastidio.
Los tres volvieron a su tarea de revisar cada lugar para intentar encontrar baterías, de esa forma se distraerían y no perderían el tiempo. Flicker permanecía en la habitación de al lado, lograba escuchar todo lo que hablaban.
«No parecen peligrosos...», se dijo así mismo, tampoco los consideraba útiles, ya que por su actuar le daban la impresión de que eran bastante incautos. «Los seguiré por un poco más de tiempo antes de...»
El suelo tembló de repente, desconcertándolo. Un impactante estruendo estalló desde afuera, sacudiendo a toda la mansión. El silencio era interrumpido por el sonido de escombros cayendo cerca de la ventana que daba al exterior de la habitación de al lado, donde se encontraban los otros tres.
Flicker fue enterrado entre libreros viejos, macetas y el polvo que llovía del techo a causa del temblor. El asfixiante ambiente lo obligaba a toser, forzándose lo más posible a no hacer ruido. No entendía que acababa de pasar.
Con cuidado y sutileza, se deslizó fuera de su repentina prisión, llevándose uno que otro pequeño golpe. Los muebles de madera estaban huecos, y al estar secos se rompían en pedazo con los más leves impactos, facilitando su escape.
—Parece que golpearon la pared de afuera con algo —Flicker escuchó la voz de la mujer, con la respiración agitada—. Creo que es mejor salir de aquí —agregó ella con su tono cubierto de inseguridad.
«Fue como una explosión... Pero aquí no nos dieron armas», pensaba Flicker tratando de descubrir que acababa de pasar. Sin embargo, antes de que pudiera seguir, escuchó estallar el vidrio de la ventana de la habitación de al lado, junto al escalofriante gritó de los tres condenados a su lado, desviando toda su atención.
—¿Qu-que mierd...? —La voz del hombre se silenció en seco, creando cientos de posibles causas en la mente de Flicker.
—¡Es enorme! No puede ser rea... —El segundo acababa de sufrir el mismo destino, dejando que su voz se perdiera en las olvidadas paredes de la habitación.
—¡No! ¡Por favor! ¡Déjame ir, suéltame! —gritaba desesperada la mujer, retorciéndose y luchando contra algo que Flciker no lograba visualizar.
La madera en el suelo de al lado crujía con tanta fuerza que parecía que iba a derrumbarse, los pasos que retumbaban eran demasiados pesados, como los de un animal gigante. Los alaridos de la condenada no cesaban, suplicaba entre llantos que la liberarán.
La voz de la mujer estaba cargada de un palpable pánico, una desesperación tan fuerte que se contagia en Flicker.
—¡Al fin encontrarte! —Una cuarta voz, lenta y grave, demasiado grave para una persona normal, resonó—. Pero no ser quien buscar, ser diferentes personas —agregó, con una notable dificultad para el habla.
Flicker sintió una punzada en el pecho, no veía nada y eso empeoraba todo lo que escuchaba. Su mente seguía confundida sin poder visualizar que sucedía en la habitación de al lado, lo que lo desconcertaba. Era como sumergirse a un tenebroso relató, donde un desconocido monstruo masacraba a todos y pronto iría por él.
Desde que apareció esa siniestra voz, su cuerpo le demandaba que huyera a toda prisa. Sin embargo, sabía que era una trampa, si intentaba correr y alguna madera podrida o el chirrido de la oxidada puerta lo delataba, se vería cara a cara con el diabólico ser que estaba causando destrozos a su lado.
Contuvo la respiración y se cubrió la boca para silenciarse, debía evitar ser descubierto a toda costa. La oscuridad sería su abrigo y el silenció su guardián, tenía en claro que encontrarse con el responsable de causar aquellos terroríficos gritos en sus victimas, era una sentencia de muerte.
—Buscar hombre de oscura piel, que moverse rápido ¿Tú verlo? ¿Saber donde está? —preguntó la voz grave, dejando un espació para que le responda la mujer y calmase su exacerbada respiración.
—N-no... No he visto nada, no sé qué quieres.
—Entonces no servir... destrozarte ahora.
—¡Espera! ¡Pued...!
Un extraño crujido, como el de un tronco seco quebrándose, abrió el telón para un agonizante y desesperado gritó, tan potente que sería escuchado por todo el escenario. Un horripilante eco se esparcía por la mansión y sus alrededores, era el último aliento de una desdichada y agonizante mujer.
—Tu brazo crujir de manera muy gradable, —comentó la siniestra voz, dejando escapar una maquiavélica risa que aterraría incluso a los más valientes—. ¡Aguantar, aguantar! Ahora quedarme con otro brazo...
Ya no había dudas, Flicker sabía lo que ocurría del otro lado de la pared, estaban despedazando a la mujer. Los cortos pero intensos alaridos se acallaron en cuestión de segundos. Incluso él se sentía aliviado de que el tormento de ella acabará.
—Juguetes romper rápido, no ser divertido —exclamó el asesino, perdiendo el entusiasmo en su voz—. ¡Pero poder buscar más! —gritó de inmediato, recobrando el ánimo.
Luego, un desolador silencio acaparó el protagonismo. Era inquietante el rotundo cambio, incluso Flicker se esforzaba por no tragar saliva y que eso pudiese oírse. Esperaba en silencio, resguardado en la pequeña y sombría habitación. Jamás pensó que podría encontrar seguridad en aquella abandonada sala, era todo lo que lo cubría y lo separaba del asesino a su lado.
Sus manos aprisionaban su boca y su experiencia adormecía sus miedos, brindándole el valor suficiente para poder mantener la cordura. Por fortuna era alguien paciente, podía permanecer quieto y sin hablar por horas. O, en este caso, hasta que la alarma en su pulsera empezará a sonar.
La tenue luz que se colaba por su ventana, se veía tan esperanzadora por la forma que se abría paso entre la oscuridad. Poco a poco su ropa se humedecía por la fría y nerviosa transpiración que caía por su cuerpo. El tiempo transcurría de manera lenta, agobiándolo en cada eterno segundo. Libraba una intensa lucha mental para no ceder al pánico, si su espíritu se derrumbaba, sería inevitable su muerte.
El pesado crujir de la madera anunció la despedida del asesino, seguida por un fuerte retumbar en el suelo, había saltado del primer piso. Por el sonido de sus pasos, se dirigía a lo que Flicker consideraba como el "Este", en dirección al laberinto de arbustos.
«Se acabo...», pensó recostándose contra la pared, disfrutando de la liberadora sensación que lo aprisionaba. Era como el alma le volviera al cuerpo y pudiese respirar de nuevo. Incluso, una leve sonrisa se dibujó en su rostro, sutil pero necesaria, acababa de quitarse un enorme peso de encima. Sin embargo, el terrorífico gritó de la mujer seguía revoloteando en su mente, como una constante advertencia de lo que podría pasarle.
Antes de salir de ahí, se cercioró de que el asesino se hubiese ido, mirando por la ventana con cautela. Con el camino libre de peligro, se dirigió a la habitación de al lado, donde ocurrió la masacre. Debía ver con sus propios ojos lo que había sucedido, era información valiosa que podría serle útil más adelante.
Por la puerta se escurría la sangre, era una funesta advertencia de lo que encontraría. Al ingresar, toda la habitación estaba destrozada, con un enorme agujero en la pared que daba al exterior de la mansión. Flicker sabía que un hueco de ese tamaño solo era posible con potentes explosiones.
A un costado, yacían muertos dos hombres, con una herida en la cabeza, que exteriorizaba el cráneo y gran parte de los sesos. Todo le indicaba que debieron ser golpeados con un objeto contundente demasiado pesado, como una masa hierro.
Y, para completar la lúgubre escena, estaba el cadáver de la mujer. Aún mantenía su expresión de horror en el rostro, con sus ojos a punto de saltar de sus cuencas y la esclerótica inyectada de sangre. Todas sus extremidades habían sido comprimidas de una manera anormal, de la misma forma que se hacía con una lata vacía.
—Pero ¿qué diablos paso aquí? —exclamó confundido, no lograba entender lo que veía.
Se acercó aún más, evitando en todo momento pisar el liquido carmesí que brotaba de las víctimas, si se ensuciaba tendría que deshacerse de sus zapatos para no dejar rastros.
—Es como si lo hubiesen aplastado con una maquina... o algo extremadamente pesado —analizaba cada detalle de la tétrica imagen, intentando descubrir que armas utilizaba el asesino.
Una gigantesca huella imprenta en el suelo llamó su atención, era el doble del tamaño de una persona normal. Se asemejaba más a un animal, pero por los patrones marcados, era obvio que se trataba de una zapatilla.
La gélida brisa entró por el hueco en la pared, trayendo consigo el asqueroso aroma a muerte que rodeaba el lugar. Sin embargo, esto sirvió para que Flicker uniera las piezas y pensará en la posibilidad de un monstruo creado de manera artificial para entretener a los espectadores. Tal como en las películas de terror.
«Entonces recrearon una bestia gigante... No me sorprendería que hicieran alguna de esas locuras para torturarnos». Ahora más que nunca tenía en claro que debía evitar a toda costa toparse con el asesino. Casi como una revelación, recordó la exagerada risa de Crashy cuando Maulikan preguntó si podrían acabar con el asesino.
—¡Maulikan! —dijo en voz alta, sin poder esconder su entusiasmo por la conclusión a la que acababa de llegar.
«Él es un Guerillano, es todo un cazador, criado en uno de los mundos más hostiles, donde criaturas enormes acechan... Sí alguien puede enfrentar a esta bestia, es él», Aunque la idea tenía sentido, debía buscar la manera de que quisiera formar equipos. También había escuchado de su reacia actitud a colaborar con otras personas, además de que, ya lo había dejado claro al comenzar el desafío. «Sé que no es un traidor, las reglas indicaban que el asesino y los traidores no podían hacerse daño. Sí el huyó de la bestia, es porque son enemigos...», satisfecho con la información que logró conseguir, se decidió ir en búsqueda del cazarrecompensas.
Abandono la habitación, apartando la mirada de las víctimas, sentía una intensa rabia crecer en su interior. Había visto cientos de cadáveres y gente morir, pero todavía no perdió su sentido de compasión. Nadie merecía ser torturado antes de morir, eso lo tenía claro.
Sin perder tiempo, fue directo a la escalera principal en búsqueda de pistas. No tardó en encontrar unas pequeñas gotas rojizas en el suelo, que se dirigía al segundo piso.
Manteniéndose atento en todo momento, siguió el rastro con cautela. Los pasillos parecían todos iguales, lo que generaba una constante sensación de estar dando vueltas en el mismo sitio. Las pantallas con estática y los cuadros digitales con la misma pintura se repetían hasta el cansancio.
Las gotas de sangre se detuvieron delante de una puerta de madera, sin embargo, Flicker se percató de un detalle que llamó su atención: un par de habitaciones más adelante, uno de los picaportes estaba hacía abajo, sin estar cubierto polvo, a diferencia del resto.
«Te tengo», se dijo así mismo, orgulloso de su capacidad de rastreó. Antes de seguir, atesoró cada segundo para prepararse. Debía estar concentrado y listo para reaccionar a cualquier inesperado ataque. Si era sorprendido antes de que pudiera hablar, era posible que lo asesinarán.
Abrió la puerta con suavidad, tratando de evitar hacer ruido. Al instante fue impactado por una brillante luz que lo encandilaba, toda la sala estaba bien iluminada, llena de lujosos candelabros brillantes y cubiertos de velas.
El aroma a papel guardado y cera derretida era una grata sorpresa, acababa de entrar a una amplia biblioteca de dos pisos, cubierta de enormes estantes con libros de todos los colores.
Flicker se sentía agradecido de liberarse del incesante sonido a estática y la claustrofóbica sensación de estar encerrado en la oscuridad. El resplandor de las llamas lo acariciaba y recargaba su energía. La belleza que lo rodeaba lo reconfortaba, era un pequeño escape al ambiente de pesadilla del que llevaba siendo prisionero.
Delgadas escaleras eran repartidas por la habitación, ya que se conectaba con el tercer piso y creaban unos pequeños balcones donde había más estantes con libros. Justo en el centro de la sala, estaba una batería esperando ser recogida. Negra y del tamaño de la palma de una mano, lista para darle una inyección de tiempo a la pulsera que la utilizara.
Sin embargo, Flicker no cayó ante la tentación. Sí Maulikan estaba aquí, utilizaría ese objeto de carnada para atrapar a cualquiera que se lanzará por ella.
Al avanzar un par de metros, una soga hecha con cables descendió desde uno de los libreros, buscando atrapar su cuello. Flicker esquivó el objeto, en un ágil ruedo, y rápido tomó distancia, preparándose para combatir. Aunque no le sería tan fácil, Maulikan ya estaba listo para su siguiente ataque, arrojando con fiereza una lanza improvisada con madera y un gran pedazo de vidrio en la punta. Por unos centímetros, Flicker había evitado ser atravesado, con un desesperado saltó hacía atrás, dejando el arma enterrada entre sus piernas.
—Había escuchado que los lideres rebeldes eran diestros —dijo Maulikan desde arriba del librero, sentándose en el borde del mismo con total tranquilidad, mientras enrollaba la soga con la que había intentado ahorcarlo—. Aunque nunca lo tome en serio, el precio que ponía el gobierno por su cabeza siempre estuvo inflado. Por eso evitaba tomar encargos para cazarlos...
La mirada de Maulikan era incluso más filosa que el arma que lanzó. A pesar de su postura relajada, estaba expectante a cada movimiento del joven líder rebelde, debatiéndose en su interior si valía la pena considerarlo un rival a enfrentar o era una pérdida de tiempo.
—No quiero pelear —exclamó Flicker, poniéndose de pie y levantando las palmas de su mano—. Vine a buscarte para hablar —agregó, tomándose unos segundos para observar la improvisada lanza con la que fue atacado, le parecía increíble la forma en que la construyó con materiales de la mansión.
—Oh, vaya, que honor —respondió de manera irónica, ajustando el manchado y rojizo vendaje de tela que tenía en su brazo derecho—. "El soñador", el cuarto miembro de los rebeldes con mayor recompensa. Aquel que inspira a multitudes de esclavos y fue uno de los pocos que logró escapar del ángel de la muerte, Azrael... —Su voz cobró fuerza y entusiasmo, al igual que sus amarronados ojos centellaban como si hubiesen descubierto un valioso tesoro.
Flicker instintivamente buscó con la mirada la salida más cercana, todo indicaba que no iba a escucharlo. Maulikan desprendía un intenso deseó de combatir y un aura demasiado intimidante. Las amigables y firmes expresiones que tenía desaparecían para darle lugar a la feroz mirada de un cazador, a punto de ir por su presa.
—Te mentiría si digo que no estoy emocionado de ver de lo que eres capaz, Flicker —dijo poniéndose de pie, esbozando una sonrisa asesina.
Fin del capítulo 19
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