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Capítulo 14


El fuerte eco de un interruptor trajo consigo el color blanco de la Habitación de Espera. Marcos y Flicker fueron encandilados por el repentino cambio, teniendo que refregarse los ojos ante la molestia. El sutil y constante tacto con sus parpados seguía otorgando una fidelidad asombrosa, haciendo que se olvidaran que aún permanecían prisioneros en un mundo virtual.

—Antes de continuar con el espectáculo vamos a darles un pequeño premio por... digamos, su arduo esfuerzo... —dijo Crashy manteniendo un tono amigable.

Un intenso brillo apareció de repente en las muñecas de todos, como si se tratase de un faro, irradiaba una potente luz, provocando que todos los condenados bajaran su brazo para alejarse de ella. Casi al instante, sintieron el frio y opresor abrazó de la famosa Pulsera Digital cernirse sobre su piel.

Al finalizar la aparición del artefacto tecnológico, emitió un pitido para señalar que estaba listo. Una pequeña pantalla dentro de la pulsera se actualizó con los datos de cada uno de los condenados que aún seguían con vida.

—Como sabrán, el público puede ver sus rostros, resultados e información personal —continuó con su explicación Crashy, moviendo sus caricaturescas manos de lado a lado—. Esta pulsera les indicara como fue su desempeño y podrán saber si la gente les dio su aprobación o... bueno, ya saben el funcionamiento del programa —dijo en un tono más grave y siniestro.

Un segundo pitido por parte de la pulsera despertó el alivio en la mayoría de los condenados, la tan codiciosa frase de salvación apareció en su pequeña pantalla, produciendo que suspirarán con tanta fuerza que todo su cuerpo se relajó, casi como si hubiesen vuelto a la vida. Jamás pensaron que leer algo tan sencillo los afectaría tanto, acababan de recibir el anhelo más grande de sus corazones, otra oportunidad de continuar adelante. Incluso entre ellos se abrazaron y festejaron, sin importarles que hacía varios minutos estaban luchando a muerte. Unas simples palabras eran todo lo que obtuvieron, pero resultaban tan valiosas como el más fino diamante:

Felicidades, esperamos verte morir en el siguiente evento.

Contrastando el entusiasmado ambiente que se respiraba, una minoría cayó de rodillas entre lágrimas y quejas inútiles, furiosos gritos de desconformidad ante una situación que los superaba. No les importaba liberar su rabia, sabían que ya estaban muertos, sus pulseras indicaban la disconformidad del público ante su desempeño, castigándolos con la cantidad suficiente de dislike para mandarlos al temible "entre tiempo" que se realizaba en el programa.

—¿¡Qué clase de porquería es esta!? Ni siquiera estuve entre los últimos y me castigaron —recriminó uno, descargando lo que sería una de sus últimas palabras.

—¿¡De qué sirve completar los desafíos si igual te votan en contra!? —Se unió otro condenado, sujetándose la cabeza y jalándose el cabello con fuerza.

—Ooh... mierda... —dijo entre llantos otro de los desafortunados—. Por poco pude terminar esto y ahora me mandan al castigo —sollozó cayendo al piso en posición fetal.

—Dejen de llorar, fracasados —exclamó Raikami, sacando pecho y resaltando con su imponente figura entre el grupo que lo rodeaba—. Es muy sencillo esto: la gente quiere un espectáculo. No a cobardes que se escondan o a debiluchos que trabajen en equipo para no morir —explicó con el ceño fruncido, no soportaba los lloriqueos.

—¿¡Qué sabes tú de dar espectáculos!? ¡De seguro te votaron a favor por tu tamaño y la cara de bobo que tienes! —respondió un calvo de cejas gruesas y con un tatuaje de un código de barra en la mejilla.

—¿¡Por qué no te acercas y vemos si tienes el valor para repetir eso, basura!? —gruñó desafiante, abriéndose paso a través de empujones por medio de la multitud, yendo dispuesto a cerrarle la boca.

—¡Vas a ver cómo te quito esa sonrisa, grandote estúpido! —amenazó mientras se acercaba.

Crashy hizo sonar una fuerte alarma, capturando la atención de todos. El fondo digital que lo cubría tenía un enorme signo parpadeante de peligro en forma de calavera, acompañado de unas notables muecas de enfado en su pantalla.

—¡Cualquier tipo de violencia en la Sala de Espera o en el Lobby será castigada con la muerte! —sentenció de manera contundente Crashy—. Absténganse de cualquier comportamiento violento fuera de los eventos, al menos que quieran sufrir uno de nuestros motivadores castigos.

La mascota virtual volvió a sus animadas y caricaturescas expresiones, como si nada hubiese pasado, reluciendo una brillante y gran sonrisa. Los sonidos que dejaba escapar parecían los de un niño emocionado, cambiando al instante la tensa atmosfera, dándole un toque incomodó y muy característico del programa.

—Los diecinueve condenados con más dislike se quedarán aquí para participar del siguiente juego —dijo manteniendo su típico tono amigable— Los demás serán desconectados e irán al Lobby, se ganaron más de una hora de descanso.

Casi al instante y sin previo aviso, Flicker junto al resto de condenados que no fueron castigados despertaron de la conexión, siendo traídos de nuevo al mundo real. El joven rebelde sentía que acababa de despertar de un letárgico sueño, tan profundo que parecía que llevaba años durmiendo. Se encontraba muy desorientado, encandilado por las fuertes luces a su alrededor. A medida que recuperaba la vista, las diferentes figuras amorfas y coloridas iban tomando forma, llegando a distinguir los extravagantes cortes de pelo, teñidos de tonalidades de fantasía, que lucían los millones de espectadores que lo observaban con una notable emoción.

El público parecía rugir con empeñó y sus rostros reflejaban una intensidad palpable en cada una de sus expresiones llenas de vida, sin embargo, no escuchaba nada. Además, tenía un extraño sabor amargo y metálico, tan desagradable que opacaba el aroma a sangre que se impregnaba en sus vías respiratorias.

Fue sorprendido por el sonido mecánico que realizaba la Total-Tunning al guardar todos sus extravagantes artilugios y quitar los grilletes que lo aprisionaban en sus brazos y piernas, incluso pudo ver como le retiraban unos auriculares extraños y el cable que se conectaba a su nuca, donde se encontraba el chip Espino-Encefálico. Una ferviente picazón lo obligó a rascarse, no sabía si era provocada por la inseguridad que le generaba que el gobierno tuviera contacto con su sistema nervioso y de interacción virtual, o fue causada por la falta de costumbre de usar aquella mejora obligatoria impuesta por las leyes. No solo estaba hecha para mejorar la inmersión de los sentidos utilizando los aparatos que se conectaban a la red, también era la forma en que el gobierno llevaba el registro de las personas, era mucho más eficiente que el escaneo de retina o huellas dactilares.

Al prestar atención a su alrededor, se encontró con una grotesca imagen: cientos de cadáveres yacían repartido por toda la plataforma. Pocos eran los que se encontraban con todas sus extremidades en su lugar, algunos todavía permanecían sentados con horrendos gestos de pánico en sus rostros mientras la sangre escurría de sus heridas, brindando una tétrica imagen que jamás lograría olvidar.

El escenario blanco por el que habían entrado estaba bañado de rojo oscuro, era un espeso y coagulado líquido que lo recubría, con su tan característico olor a muerte.

—Que... miserables... —dijo con dificultad Flicker, sobreponiéndose al entumecimiento, mostrando con claridad el desagrado en su rostro.

Un radiante campo de energía violáceo apareció delante de ellos, encerrándolos en un enorme domo, captando por completo la atención de Flicker. El intenso color parecía palpitar con vida mientras pequeños rayos se distribuían por todo su interior, fueron unos cortos e hipnóticos segundos hasta que fue desvaneciéndose de manera progresiva.

De inmediato, toda la plataforma comenzó a temblar con las vibraciones que provocaban los ensordecedores gritos de los espectadores. La protección contra la contaminación auditiva había sido eliminada, deleitándolo con la realidad en la que se encontraba: el clamor de cientos de millones de personas reunidas por el morbo y un falso sentido de justicia.

Flicker cerró los ojos y se cubrió los oídos, era demasiado agobiante el caos en el que estaba atrapado. Se sentía tan pequeño como una hormiga, y aún seguía desconcertado por la desconexión.

—¿¡Qué sucede con esos ánimos!? ¡No parecen ganadores! —dijo Fernando haciendo una estruendosa entrada desde el cielo, parecía un desagradable insecto con el zumbido que generaba su plataforma voladora al moverse —. ¡Parece como si acabasen de volver de la muerte! —bromeó con su típico tono despectivo, incluso a la distancia se podía apreciar sus exagerados y pomposos gestos.

»¡Diríjanse a la gran puerta que tienen delante, ya saben lo que deben hacer! —les avisó sin detener su paseo por los aires, yendo y viniendo para buscar atraer la atención—. ¿Por qué no le damos una calurosa despedida a los ganadores del primer evento de Condena Virtual? preguntó para incentivar el ánimo en del estadio.

El público rugió a todo pulmón, aumentando la intensidad de sus gritos. Cientos de frases y palabras inentendibles cubrían el enorme lugar, era una mezcla de ira, maldiciones, insultos y risas. Flicker, junto al resto de condenados, marcharon cabizbajos bajo una interminable lluvia de comida chatarra y bebidas. Los duros golpes de los alimentos y los fríos líquidos que caían no eran nada a comparación de lo penetrante que eran las miradas y claras intenciones de verlos morir, le carcomían lo más profundo de sus huesos.

El joven rebelde se sentía abrumado, era un sensación extremadamente desagradable y difícil de ignorar, el tangible peso del odio le entorpecía cada uno de sus movimientos. Ni siquiera en sus más duros entrenamientos donde cargaba mochilas repletas de objetos, en planetas con la gravedad aumentada, le dificultaban tanto el desplazarse.

«Aunque tenga una mísera probabilidad de salir de aquí... tengo que luchar hasta el final», pensó para motivarse, no podía dejar que su espíritu flaqueara en estos momentos, debía ser fuerte y soportar los gritos, los desagradables olores y las grotescas escenas que presenciaba. Sí le daba más lugar a la duda y el temor, sería consumido por ellos y terminaría en una situación similar a cuando casi se ahogaba con Marcos.

Flicker avanzó con la frente en alto y la mirada clavada en la puerta de acero que se encontraba debajo de las gradas. Superaría aquel escalofrío que sacudía todo su cuerpo y le erizaba la piel, evadiría los incontables cadáveres que decoraban el sendero por el que debía marchar, y mostraría con orgullo su fortaleza, él representaba a los billones de personas que eran oprimidas por el gobierno, no podía verse asustado, les daría el más duro golpe que se podrían imaginar y haría que se arrepintieran de haberlo dejado con vida.

—¡Nos vemos dentro de una hora! —los despidió Fernando una vez dejaron la arena, aclarando que era cuestión de tiempo que volvieran.

Flicker, junto al resto de condenados, seguían por el frio y oscuro pasillo, a cada paso que daban se alejaban del estruendoso eco del estadio. sentían como eran engullidos por las sombras a medida que se adentraban en lo que parecía ser un interminable túnel. Los deprimentes ánimos encajaban bien con el apretado y desabrido camino, eran el perfecto desfile fúnebre con el que se finalizaban los sepelios.

Las tenues luces titilaban con temor, como si buscarán ocultarse. Las grises paredes hablaban a través de sus insultantes grafitis, cubiertas con un toque urbano y retro, cargado de las típicas frases del programa donde se burlaban de ellos y anunciaban que esperaban su muerte. El miedo se respiraba en el aire, el pánico se disfrazaba de pequeños gemidos y llantos ahogados de almas que clamaban por huir de su macabro destino.

No podían quitarse el detestable sabor a hierro de la boca, otro tortuoso recordatorio de las grotescas escenas que dejaban a sus espaldas. Muchos de los condenados anhelaban que todo acabase de una vez, incluso si con ello significaba darle fin a su vida, su espíritu ya estaba destrozado. Lo único que los hacía sentir vivos era el interminable hormigueo que sentían en sus extremidades por haber sido desconectados, sirviendo como distracción para su hostigada mente, una miserable excusa para huir de sus lúgubres y desalentadores pensamientos.

Una excusa inútil que solo alargaba lo inevitable...



—¡Veamos cuál es el entretiempo que toca! —Fernando apuntó con su mano la pantalla gigante y una especie de ruleta llena de colores apareció, esta comenzó a girar mientras emitía sonidos rimbombantes de lotería—. ¡Tenemos... el safari! —indicó al ver el resultado—. Las cuatro personas del público que más donen serán seleccionadas para llevarlo a cabo, por favor, no se contengan.

Los espectadores sin siquiera pensarlo empezaron a depositar sus créditos, incluso si no ganaban, eran recompensados con sticker, avatares, skins, frases e imágenes exclusivas de Condena Virtual. El incentivo perfecto para presumir que había participado del evento de manera presencial y así poder personalizar sus perfiles virtuales, logrando encajar con comunidades gigantescas que eran fanáticas del programa.

No tardaron en seleccionar a los cuatro ganadores, llevándolos a una habitación apartada exclusivamente para ellos. Sería algo con lo que se jactarían de por vida, no daban siquiera un paso sin estar documentando en videos y fotos su enorgullecedor logró.

Mientras los cuatro seleccionados están siendo preparados para el entretiempo, les mostraremos a los diez condenados más populares por el momento. Mientras más alta sea su posición, mayor la recompensa.

En la pantalla gigante y la transmisión de todos, apareció una lista en orden con los nombres, posición y datos de cada uno de ellos:

1º Nombre: Rai Tanaka. Username: Raikami

2º Nombre: Tomas Habston. Username: Unmatched

3º Nombre: Maulikan. Username: Stalking Nightmare

4º Nombre: Pietro Lombardi. Username: Decertor

5º Nombre: Dexter Miller. Username: GameOver:)

6º Nombre: Roxana Torres. Username: Roxxana

7º Nombre: Ander Morrison. Username: AnMor

8º Nombre: Dunkan Bullyn. Username: DK

9º Nombre: Alexander Rowlingston. Username: Haakon

10º Nombre: Gabriel Leroy. Username: Flicker

El anuncio decoró las pantallas por un par de minutos, dejando espacio a la gente para que debatiera entre ella y pudiera dar sus opiniones, tanto en el estadio como en las redes sociales. Además, servía para ganar algo de tiempo mientras preparaban a los ganadores de las donaciones.

—Estos cuatro queridos y afortunados ganadores deberán cazar a los diecinueve idiotas que nos decepcionaron durante el primer evento —interrumpió Fernando el apacible momento de charlas, acaparando la atención e indicando que todo estaba listo para empezar—. Tendrán cuarenta minutos para hacerlo, si los condenados logran sobrevivir, en el hipotético, supuesto, eventual, presunto y poco probable caso, pasarán a la siguiente ronda con los demás —comentó burlándose y dando por hecho el resulto.

»¡Veamos lo que hemos preparado para el primer entretiempo! —dijo guiando la mirada del público a la pantalla gigante.

La transmisión principal demostraba una vez más su asombrosa tecnología recreando con nitidez y diseños hiperrealistas un frondoso bosque, cargado de naturaleza y fauna. La espesa copa de los árboles brindaba una refrescante sombra, los colores verdes de las plantas rebosaban de vida y el dorado del sol se infiltraba de manera traviesa entre las hojas, realzando la belleza de las coloridas flores. El suave cantar de las aves era acompañado por el agudo chirrido de algunos insectos y uno que otro escurridizo animal era delatado por el crujido de las ramas.

En medio del selvático escenario destacaban cuatro hombres, con diferentes peinados teñidos de fantasía y exóticos colores, mostrando lo artificial de su esencia y el deseó por resaltar entre el resto. La vestimenta de tono camel y verdes oscuro era de lana y cuero, un sutil guiño para honrar una época de antaño que habían escuchado en cuentos y mitos sobre la vida previa al gran éxodo de la humanidad.

Sus estruendosas risas y comentarios ególatras irrumpían en el armonioso escenario, anhelaban ser el centro de atención y exageraban cada gesto que hacían para mantenerse en la vista de todos.

—Amados cazadores, déjenme explicarles las reglas del siguiente juego —la voz de Fernando descendía del cielo, como si fuese un dios hablando con simples mortales—. El entretiempo consta de tres simples reglas: Deberán cazar a todos los condenados antes de que se acaben los cuarenta minutos. Segundo: ellos solo podrán esconderse y huir, por lo que deberán ser creativos para encontrarlo. Tercero: diviértanse, utilicen todo lo que esté a su alcance y lúzcanse, ¡se lo ganaron!

Varias cajas de madera se materializaron al lado de los hombres, grandes y vistosas armas de fuego aparecieron, con diseños retro que utilizaban balística de plomo y metal. Al mismo tiempo que un gigantesco vehículo todo terreno deleitaba sus ojos, era un jeep de color beige descapotado, con el único agregado de ruedas estilo oruga como los tanques del olvidado siglo XX.

El festejo y algarabía ante tantos regalos por parte de los cazadores fue de inmediato, competían con esmeró por ver quien manejaría el vistoso vehículo.

—Además, gracias a sus Pulseras Digitales podrán ver cada tres minutos donde se encuentran sus presas, al mejor estilo de un radar —continuó informando Fernando—. ¡Disfruten de la cacería y deléitenos con el castigo a los desdichados que nos aburrieron durante el primer evento!

Los cuatro hombres sonrieron de manera maliciosa, listos para empezar la masacre. No era la primera vez que cazaban personas, entre los ricos torturaban y realizaban todo tipo de macabras actividades con sus esclavos, sin embargo, ahora se lucirían frente a todo el mundo, lo que les daría un gran impulso a su reputación y poder. Estaban mostrando su favor a Neil y el gobierno, algo que sería bien vistos por todos. Y, por ello, se esforzarían en darle al público el castigo que esperaban presenciar.



Neil se transportaba por medio de una cápsula que utilizaba unos vagones electromagnéticos para guiarla, rápida y silenciosa, solo el personal autorizado podía movilizarse en ella. Era la manera de recorrer la inmensidad del Edificio Conexión en cuestión de minutos, su pequeño diseño redondeado le permitía caber entre medio de los túneles que había dentro de las paredes. Además, podía transportarse de manera desapercibida, evitando el contacto con la gente y, de ser necesario, observarlos a través de los escondites en las instalaciones.

El diminuto espacio permitía un máximo de tres personas y todo el interior de la capsula era adornado con un rojo pelajes sintéticos, aromas florales y colores cálidos para reconfortar a sus pasajeros. Todo era recubierto por solidos metales de la mejor calidad, incluso el vidrio de su puerta podría soportar explosiones de bajo calibre. Sin contar que estaba conectada a la I.A del edificio y tenía acceso a muchas de las habituales necesidades de conexión a las redes.

El aislamiento contra el ruido permitía a Neil concentrarse en sus pensamientos, preparando su mente para su siguiente misión. Un extraño pesar lo recubría, como si cargara con una enorme piedra en la espalda.

—Ya casi llegamos, señor Neil —informó con sutileza John, sentado en una rígida postura digna de un guardaespaldas.

—¿Algún consejo que quieras darme, querido amigo? —preguntó Neil, levantando la cabeza y buscando consuelo en los amarronados ojos de su compañero.

Una leve sonrisa decoraba la comisura de los labios de Neil, frágil y forzada, acompañada de una mirada cargada de dolor. Nadie creería que el imperturbable Líder, maestro de las estrategias de marketing y con un indiscutible don para desenmarañar los pensamientos de la gente, podría verse tan vulnerable.

—Confié en sus decisiones, no creo que haya nada más brillante que usted dijo con firmeza John, sin quitar la mirada sobre su jefe—. Aún está a tiempo de retractarse si cree que no es el camino correcto.

—He llegado a mi limite —susurró Neil, centrando su atención en los oscuros túneles que apenas se iluminaban por la energía que utilizaba la capsula al moverse por los vagones—. Sería egoísta seguir intentando cambiar al mundo sabiendo que ya no puedo hacer más por ellos. A si como tú confías en mí, yo lo hago con ustedes... dijo con orgullo, demostrando un notable cariño hacía sus seres queridos—. ¿Crees que me equivoco en confiar en Sett?

La atmosfera cambio en un instante, la calidez por la que eran rodeados desapareció y dio lugar a la incomodad. Ni siquiera la suavidad de los asientos servía para reconfortarlos, la respuesta era obvio para ambos, sin embargo, el guardaespaldas se veía en un dilema, una vez más estaba frente a una de las sencillas preguntas de su jefe, por lo que sabía que debía haber algo más detrás de una respuesta que ya sabía.

—Yo no lo haría —respondió John, dejando escapar un suspiró.

—Quizás el amor que tengo como padre me ciega... ¿verdad? —comentó entre una forzada risa—. ¿O será la desesperación?, ¿o el miedo? —cuestiono de manera retorica—. Ya... estoy cansado, John, muy cansado de todo esto —agregó reflejando en su tono los años de esfuerzo y una lucha estancada contra el sistema.

—Llegamos al Ala Oeste, Líder Neil —anunció la animada y juvenil voz de Crashy, interrumpiendo el intenso momento.

—Hay algo que me gustaría pedirte, viejo amigo —continuó hablando Neil, mientras salía de la cápsula—. Se que puede sonar egoísta, pero por más que llegues a odiarme o no te agrade Sett, me gustaría que siempre lo protejas, tal como lo haces conmigo —dijo al detenerse delante de un alargado pasillo, sin voltearse a ver a su compañero que estaba detrás.

—Jamás voy a odiarlo, Neil —afirmó al instante John, dejando en claro su lealtad—. Lo consideró parte de mi familia y... al joven Sett también.

—Me alegra oír eso, lo necesitaba —dijo recuperando un poco el ánimo, comenzando a caminar con la frente en alto—. Cuento contigo para que me acompañes a repartir esperanza por una penúltima vez.

—Por supuesto, Líder Neil —respondió yendo detrás de él, siguiéndolo como si fuese su sombra.

Ambos avanzaron por el extenso pasillo, decorado con elegancia a cada milímetro: una magnifica alfombra café, con pequeñas hebras onduladas de color dorado a los lados, deleitaba sus pasos. Las paredes led lucían su tecnología disfrazándose de un cálido color cereza, combinando con los elegantes floreros y flores que colgaban de ellas, cien por ciento naturales. Además, diferentes cuadros pintados a mano luchaban por destacar, dándole un toque humano al cargado ambiente tecnológico al que estaba acostumbrado la gente. Los candelabros de oro y diamante en el techo parecían brillantes estrellas que deleitaban a los a afortunados que pasaban por debajo.

Neil se detuvo ante una imponente puerta de madera, no podía evitar admirar cada detalle de la misma: pequeños diseños florales deleitaban sus ojos, los grabados habían sido trazados con delicadeza y amor, logrando transmitir el esmeró que el gran artista había plasmado en su trabajo.

Pocas personas seguían trabajando sin depender de la tecnología, debido a que no cualquiera podía equipararse al excelente desempeño de las I.A y maquinaria para recrear arte y diseños. Sin embargo, Neil amaba el arte que era construido a través del empeño, sacrificio y esfuerzo de sus autores, por eso siempre se decantaba por patrocinar su gran trabajo dándoles el reconocimiento y el lugar que merecían en sus instalaciones.

Y, de manera inconsciente, lo ayudaban a ver que todavía había gente que soñaba con crear artefactos con sus propias manos y ser reconocidas por ello. Luchaban contra el statu quo, al igual que él.

—Es hora de... crear la mentirá más bella... —dijo Neil indicándole con un gesto a John para que abriera la puerta.

Un inmenso salón les dio la bienvenida con un agradable y reconfortante olor a lavanda, un mundo totalmente distinto estaba delante de Neil: miles de esclavos con la mirada vacía y la cabeza gacha eran la prueba de la crueldad de sistema actual de la sociedad. Cada uno de los presentes transmitían un aura de pena y resignación, estaban a la espera de sus siguientes ordenes a sabiendas que no podían hacer nada por ellos mismos.

Sus prendas de un blanco inmaculado como la nieve contrastaban con su lamentable posición. Todos llevaban el pelo hirsuto, la piel llena de cortes y moretones, y unos ojos sin vida, les habían repetido tantas veces que eran meros objetos que actuaban como tal.

Por lo único que se esforzaban era en no hacer ruido con su respiración y no ensuciar las prendas de ropa que les habían dado, jamás habían experimentado llevar algo tan suave y limpio en sus vidas. No sé creían dignos de mancillar aquel color tan puro con sus sucios cuerpos, y también temían que fuesen castigados si es que lo hacían.

Dentro del Edificio Conexión estaba prohibido el uso de esclavos, razón por la que las personas más ricas que se movilizaban en sus naves debían de dejarlos en una zona exclusiva para que aguardarán a que terminará el evento de Condena Virtual. Eran abandonados por los cinco días que duraba el programa, si no fuese por Neil, muchos estarían sin agua ni comida.

Neil contempló la escena con angustia, su corazón se comprimía dándole un amargo golpe de realidad, quería maldecir con todas sus fuerzas por la impotencia que se arraigaba en su ser, sin embargo, ocultó cada mueca y gesto de dolor, vistiéndose de una invisible careta de frialdad y seguridad, con la que estaba tan acostumbrado a utilizar.

Sin perder tiempo utilizo su Pulsera Digital para activar un micrófono que portaba en el cuello de su traje. La atmosfera llena de pena parecía consumirlo, enredando sus pensamientos e inmovilizando su lengua, impidiendo que lograse hablar.

—Yo... de verdad lo lamento —se disculpó Neil, rompiendo el agobiante silencio—. Levanten la mirada y hagan un esfuerzo por centrarse en mí —pidió con sutileza, quería demostrar con su voz y sus gestos que no debían temerle—. Voy a contarles un secreto que... espero vaya a cambiar su mundo —dijo sonriendo de manera compasiva y tomándose el tiempo para mirar a los ojos a cada uno de los que tenía delante.

Estaba a un paso del punto de no retorno y Neil lo sabía. Si no fuese por su vasta experiencia, estaría temblando por el nerviosismo. Sin embargo, fiel a su imagen, se superpuso a toda dificultad y tribulación en su mente, aceptando de una vez por todas el nuevo camino que lo esperaba.

Ya no podía retroceder, incluso si eso significaba romper sus valores y mentirle a todo el mundo para lograrlo. Estaba dispuesto a tomar ese camino y ensuciarse en el lodo, todo sea por salvar a la gente del régimen totalitario que los oprimía. «De esa forma se crea la mentira más bella», se dijo así mismo una vez más para darse ánimos y ofuscar cualquier duda.

Neil respiro con profundidad, apreciando el dulce olor a lavanda que desprendían la ropa de los esclavos, cerros los ojos por un momento para dejar que el frescor del aire lo recubriera y una vez listo sonrió con dulzura, sintiéndose listo para deshacerse de su mascará y actuar con sinceridad.

—A partir de hoy serán libres —anunció acercándose a ellos, sujetando las maltratadas manos del esclavo que se encontraba delante de todos. Acariciaba con sutiliza cada herida y callosidad, como si quisiera compartir su dolor—. Serán libres —remarcó, alzando la mirada para conectar con ellos. Realmente quería demostrar que los estaba viendo, a cada uno, demostrando que los consideraba seres humanos. Iguales.

Por primera vez en su vida, los esclavos experimentaron lo que era ser alguien y no ser algo. Una indescriptible sensación de alivio los inundó, desbordando en fuertes lagrimas y sollozos que se resistían a salir. Neil los veía.

Tal como siempre quiso, tal como siempre soñaba. Neil les otorgaría el regalo más valioso de la humanidad, la libertad. Aún si fuese por poco tiempo, quería que se despidiesen de este mundo, sintiendo que eran seres humanos...


Fin del capítulo 14


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