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Capítulo 13

La oscuridad buscaba adueñarse con la totalidad de la sala, siendo frustrada por la luz de la enorme pantalla que cubría toda la pared. Neil se resguardaba del mundo en su habitación, eliminando cualquier distracción del medio, durante los cinco días que duraba Condena Virtual no había nada más que mereciese su atención.

El Edificio Conexión era una extensión de su cuerpo, la transmisión delante suyo servía como sus ojos y oídos, llegando a experimentar una omnipresencia total, cada espacio en las instalaciones era monitoreado. El edificio contaba con lo ultimo de tecnología para protegerse, brindando un sistema de seguridad impecable, similar a la de las grandes ciudades, permitiendo solucionar cualquier inconveniente en cuestión de instantes. Al igual que al régimen del gobierno, nadie negaría la omnipotencia de Neil dentro de su evento. Incluso, por su gran capacidad de analices y la forma tan única en la que el programa se iba adaptando a los gustos de la gente, la sociedad empezó a atribuirle al Líder el poder de la omnisciencia. En efecto, Neil Arath era lo más cercano a un dios para el mundo.

El suelo de la habitación tapizado con una suave alfombra de color marrón claro, de pelo sintético, y el perfume de rosas que lo visitaba de manera intermitente, eran lo único que servía para traerlo de vuelta a la realidad a Neil, dándole un pequeño descanso a las miles de ideas y pensamientos que analizaba en su mente. Míseros segundos de tranquilidad, donde frotaba sus pies en el suelo con una apacible calma y se desconectaba de las pantallas cerrando los ojos para disfrutar de aquel dulce aroma que lo visitaba. Sucumbía a al reconfortante abrazó de su respaldar y recostaba la cabeza en búsqueda de descanso.

Al mismo tiempo, su guardaespaldas, John, se veía contagiado por la escena, aflojando su firme postura y disfrutando de la tranquilidad que lo cubría. Incluso consideraba la idea de desajustar su roja corbata y desabrochar su traje café, y solo quedar con su camisa blanca, pantalón de vestir y las cómodas pantuflas naranjas con las que era obligado a utilizar para no ensuciar la alfombra.

Su acostumbrado semblante serio e imperturbable se relajaba, algo de lo que ni el mismo era consciente. Para su suerte, Neil se encontraba a un metro de distancia de donde estaba parado y nunca se volteaba a verlo, permitiéndole relajarse sin problemas.

—¿Qué es lo más importante a la hora de soñar? —preguntó Neil en un tono sereno, sin cambiar su calmada postura.

Cada tanto solía hacer aquel tipo de preguntas a las personas con las que se relacionaba. No era porque estuviera buscando una respuesta, ni mucho menos porque quisiera una opinión, solo lo hacía para reflexionar sobre el tema en cuestión. Cualquier cosa que le respondieran estaba bien.

John conocía este aspecto de Neil, estaba acostumbrado a su manera de actuar, pero siempre le resultaban extrañas. Las preguntas simples que le realizaba las sentía como pruebas. Al hablar con Neil, ese tono tan agradable que manejaba, junto con sus expresiones, le hacían pensar que tramaba algo más en cada palabra que decía. Por eso siempre reflexionaba de manera minuciosa antes de responder.

—Ser realista —respondió John con seguridad, intentando mirar el rostro del Líder, sin éxito, desde su posición solo podía apreciar su colorida nuca teñida de tres colores.

—¿Realista, eh? —Por unos segundos, Neil se quedó en silencio, dejando de fondo el ruido de la transmisión del programa—. ¿Y qué es lo que separa un sueño "realista", de uno "fantasioso"? —indagó, abriendo los ojos y centrando su atención de nuevo en la pantalla.

—Las posibilidades. Es decir, tiene que ser posible —dijo John de manera contundente.

Neil escapó de la comodidad de su respaldo ante la respuesta de su guardaespaldas, se inclinó un poco hacia adelante y apoyó los codos en el duro y frio tablero de control. No podía contener la sensación de derrota que sintió en ese momento y tampoco se esforzó por hacerlo. Aun si John podía verlo, no le importaba mostrarse vulnerable con él, era su mano derecha y, por lo tanto, no le parecía un problema que viera su lado más humano. Quizás siempre persiguió un objetivo inalcanzable, todos los años que luchó contra el sistema del gobierno estaban destinados a fracasar.

Una vez más, la mirada de Neil se enfocó en los espectadores y como rebosaban de emociones por lo que veían en el evento. Sonrisas y gritos de jubilo adornaban de manera brillante sus rostros. Muy contrarío a otros años, cuando S.D.T. les arrebató la esperanza y el deseó de estar vivos, ahora manifestaban vitalidad y gozó con claridad. Se regalaban entre ellos expresiones amables, conversaban con desconocidos de manera energética, siendo contagiados por el buen ánimo de su alrededor.

—Por suerte... tenemos la tecnología de nuestro lado —exclamó Neil entendiendo que su lucha no había sido en vano, de verdad consiguió cambiar al mundo. La clave estaba en utilizar los avances científicos para su verdadero propósito: ser una herramienta y no una necesidad—. Esta sirve para aumentar las posibilidades sobre lo que sea que queramos. Es la forma de hacer realidad las fantasías y sueños más locos...

»No importa lo pequeña que sea la probabilidad de sobrevivir, todo ser vivo se aferrara a ella. Soñar con la libertad es la causa más pura y noble que un ser humano pueda perseguir. —Neil dejó de enfocarse en la pantalla para voltearse y mirar directo a los ojos a John—. Es por eso que, deseo desde lo más profundo de mi corazón... que ustedes, las personas que más quiero, puedan ver mi sueño realizarse —dijo sonriendo con dulzura y cariño, demostrando el amor que lo cubría al pensar en sus seres queridos. Por primera vez en muchos años no necesitaba de una máscara para expresarlo, había sido completamente sincero.

John no respondió nada, solo se limitó a mantenerse firme. No era una persona de muchas palabras, pero no era la razón por la que no contestó, quería quedarse con la sensación tan cálida que tenía al ver la expresión del Líder. Él admiraba más que a nadie a Neil, con los años que llevaba a su lado aprendió que era un hombre totalmente único. Y como no, John llegó a considerarlo como su familia.

Siempre que recordaba lo mucho que había cambiado gracias a la relación que creó con su jefe, le era imposible no sonreír. John odiaba a todos los políticos del gobierno, su trabajo en la milicia le permitió presenciar el lado más vil del ser humano, y al comienzo de su relación con Neil pensó que iba a ser igual... Nunca esperó que se encontraría con la persona más "humana" que conoció en su vida.

El enternecedor momento que estaban viviendo, digno de un cariño filial, fue interrumpido por el pitido de la pulsera de Neil:

—Disculpe, Líder Neil, quería informarle que ya completamos los preparativos del Ala Este. ¿Qué desea que hagamos ahora? —informó un joven organizador.

—Esperen a que vaya, iré en un momento —respondió Neil, finalizando la llamada.

Se liberó de la comodidad de su asiento al ponerse de pie, su cuerpo se congeló por un instante, victima de la duda, jamás había dejado de monitorear el programa mientras transcurría. La mirada de Neil se desvió a la transmisión, faltaba poco para que terminase el primer evento, sin embargo, se armo de valor y aceptó que era hora de un cambio, debía delegar su trabajo y empezar a abrir las puertas a la nueva generación que se avecinaba.

—Debó confiar en Sett —susurró entre un letárgico suspiró, lo suficientemente alto para poder escucharlo y convencerse de lo que hacía.

Neil rompió con uno de sus religiosas costumbres y huyó del lugar sin detenerse a pensar, de lo contrario no creía ser capaz de seguir adelante. Avanzó descalzo por su habitación, alejándose deprisa de la intensa luz de la pantalla, ignorando el sonido de la voz de Fernando al narrar el evento. A cada paso que daba era invadido por una extraña sensación de preocupación, aún no se acostumbraba a ir en contra de sus principios y estaba seguro de que nunca lo iba hacer. Pero ya no tenía opción, la libertad del mundo y la sociedad era mucho más importante que cualquier otra cosa.

Acompañado de su guardaespaldas John, fue la primera vez en veinticuatro años que ambos abandonaron la sala especial mientras el programa continuaba. Los demonios a los que se debía enfrentarían Neil acababan de empezar...



Al mismo tiempo, en el estadio dentro del Edificio Conexión:

—Pero ¿qué tenemos aquí? Es el último equipo que queda —comentó Fernando desde su plataforma voladora. Él se detuvo en el medio del estadio para poder mirar con atención al último grupo de condenados que les faltaba terminar.

La pantalla transmitía a un hombre regordete de pelo amarillo y con pecas que no sabía nadar: venía flotando en la rojiza agua, utilizando los restos de un cadáver para no hundirse. A su lado estaba nadando su compañero, un hombre flacucho y bizco, que lo alentaba de manera constante a seguir pataleando y superar su notable desesperación a ahogarse. Las olas se habían calmado, ya casi no había minas que enfurecieran el entorno, en su lugar se encontraban cientos de cadáveres adornando la superficie. El aroma a muerte y pólvora por las explosiones era nauseabundo, no importaba cuanto tiempo intentarán soportarlo, se volvía imposible acostumbrarse.

Los dos condenados que quedaban tardaron demasiado tiempo en buscar una solución a su problema, pues el regordete hombre no sabía nadar. Entre la desesperación y el intenso deseó de sobrevivir, se dieron cuenta que los restos de los condenados muertos en el agua flotaban, abriéndoles una posibilidad de poder completar el desafío. Sin embargó, el utilizar uno de esos "flotadores", los condicionaba a ir más lento.

—Parece que están aprovechando el pequeño diseño que hicimos para ambientar mejor el escenario... ¿Será qué con esto lo lograrán? —dijo Fernando tratando de dar suspenso a la situación, teniendo como rápida respuesta la sarcástica risa de la gente que sabía el obvio desenlacé.

Por primera vez, los dos condenados, desde que se adentraron al agua levantaron la vista al cielo, el sol era eclipsado por cuatro gigantes atalayas de color negro. Desde la cima de cada edificación salieron cuatro láseres rojos que, en cuestión de instante, cubrieron a los desdichados.

Los dos condenados empezaron a nadar lo más rápido que podían, tratando de superar el pánico por el que eran avasallados. El simple hecho de ver que los apuntaban le estrujaba el corazón y los hacía temblar. La idea de darse la vuelta era lo único que se les ocurría, algo que era imposible.

Ambos discutían entre ellos, echándose la culpa y maldiciendo el compañero con el que fueron emparejados. Las lagrimas adornaban sus expresiones, que se mezclaban entre la frustración, la ira y el arrepentimiento.

—¡Métete debajo del agua! —indicó el flacucho antes de sumergirse, dejando solo a su compañero.

—¿Eh? ¡No, me ahogaré! —respondió aterrorizado el regordete que no sabía nadar, mientras se encogía de hombros al escuchar los disparos y se aferraba con todas sus fuerzas al frio cadáver que lo mantenía a flote.

El sonido de las balas luminosas al impactar en el agua hizo que el condenado regordete se encogiera de hombros, rogando entre llantos y suplicas piedad. Se sentía vulnerable e impotente, no podía hacer nada más que agachar la cabeza, mientras el agua le salpicaba por todas partes. Cerraba los ojos con tanta fuerza que le dolía, cada segundo era una interminable tortura, en la que se lamentaba todas las fechorías que había cometido.

Luego de unos segundos sumergido, el condenado flacucho salió a tomar aire. Aún no habían recibido ningún daño, estaban jugando con ellos, castigándolos psicológicamente para el deleite del espectáculo.

—No te detengas, —dijo a todo pulmón, tomando aire para volver a sumergirse—. Hay que sigu...

Un disparo le pegó en la cabeza, dejando un enorme hueco en su frente. Toda el agua empezó a cubrirse con sus sesos o, mejor dicho, con los pedazos que quedaban de estos.

¡Vaya headtshot!exclamó con entusiasmo Fernando—. ¡Que alguien ponga eso en cámara lenta! —agregó riendo—. Parece que su plan no funcionó, y ahora sabemos el por qué: "tiene la cabeza vacía" —bromeó.

El público empezó a gritar eufórico al ver al condenado regordete cubierto de la sangre y los restos de su compañero, llorando sin dejar de aferrarse al cadáver en el que había venido para no hundirse.

—¡No quiero estar aquí! ¡Por favor, perdónenme! —suplicó entre lágrimas el regordete hombre.

En ese momento, se podía ver como las miras de color rojo apuntaban al condenado regordete. La gente en el estadio contuvo la respiración, esperaba ansiosa el disparo. Sin embargo, no pasaba nada. Uno de los francotiradores cambió su objetivo y le disparó al cadáver del que se estaba agarrando el condenado para flotar. Esto hizo que lo soltara y empezara a hundirse.

El condenado entre gritos y lloriqueos trataba de mantenerse a flote desesperadamente, aunque sin éxito. Movía sus manos en todas direcciones y se sacudía, pero no lograba dejar de tragar agua, solo estaba prolongando lo inevitable. Sus ruegos se ahogaban en la profundidad del agua, encontrando un agonizante final y uniéndose al resto de los perdedores que yacían sin vida a su alrededor.

El público se puso de pie mientras veían la escena y vitoreaban con fuerza, agradeciendo la decisión del que había disparado. Todos los espectadores pensaban lo mismo: "se lo merece". Los criminales debían sufrir y ser castigados, era lo que les enseñaron desde pequeños.

A algunas personas se le cumplen sus sueños y a otras sus pesadillas, ¿no es este un gran evento? ¡Tenemos de todo! —Fernando se quedó en silencio un momento para que la gente se calmara y terminara de ver el espectáculo—. ¡Espero que lo estén disfrutando! Obviamente... no puedo hablar por todos —bromeó mientras miraba al sujeto ahogarse—. Con esto da por terminado el primer evento, a continuación, le pasaremos los resultados.

En la pantalla gigante, al igual que todas las transmisiones que veía el público, apareció Crashy representado de manera caricaturesca con un pequeño reloj de arena a su lado, que giraba y volvía a empezar cada vez que todos los granos descendían. La pequeña mascota virtual se mostraba impaciente, regalando rabietas y expresiones exageradas para divertir a los espectadores. Era una pequeña pantalla de carga que se utilizaba cuando se analizaban todos los resultados.

Mientras tanto, todos los condenados que ya habían terminado el primer evento se encontraban prisioneros en un gran cuarto totalmente en blanco. Era una sala virtual conocida como "la Habitación de Espera". El lugar estaba lleno de pantallas gigantes en las paredes, las cuales podían utilizar para ver a los demás condenados que todavía no terminaron el desafío.

Los condenados no tenían a donde huir, no importaba en qué dirección miraran, iba a haber una pantalla para mostrarles lo que sucedía con todos los desdichados que no lograban completar el resto de los eventos. Algunos, en un vano intento por distraerse, se formaban en grupo para hablar, otros solo se quedaban en silencio, esperando indicaciones y aceptando su lúgubre destino.

La Habitación de Espera estaba programado de esta forma para seguir torturando a los ganadores, se les atacaba de manera psicológica, acabando con cualquier esperanza que tuvieran de sobrevivir. Era necesario no darles descanso a sus mentes y asustarlo para que muestren sus "mejores" expresiones al público en los siguientes eventos. De manera progresiva desgastaban sus espíritus, mostrando que, en cada dirección, la muerte los acechaba.

"El único criminal que sirve era el que se encontraba roto, tanto física como de manera mental". Era la misma frase con la que fueron criados desde pequeños, pero ahora servía para atormentarlos. Toda la sociedad la repetía sin descanso, incluso muchas veces ellos se unieron al mismo pensamiento. Sin embargo, ahora no podía quitársela de la mente, trayendo consigo cientos de recuerdos de los macabros destinados que aguardaban a los condenados a muerte. El adoctrinamiento cumplía una vez más con su función, demostrando lo bien elaborado que estaba y lo mucho que enterraba sus convecciones en las personas.

—Esto es desagradable —comentó Flicker al terminar de presenciar el atroz resultado de los últimos dos condenados, se encontraba rodeado de todos los demás condenados que habían terminado el primer evento—. Nos harán esperar aquí viendo morir a los otros... que gente detestable —agregó con el entrecejo fruncido, pensaba que su desprecio al gobierno no podía ser más, pero acababa de descubrir que se equivocaba.

—Vamos, amigo. ¡Disfruta del show! —le aconsejó con una sonrisa un risueño y larguirucho hombre a su lado, arriba de su colorido pelo rojo vino y largo flequillo, se encontraba el username de GameOver:)—. No hay nada más que podamos hacer mientras tanto.

—¿Show? —preguntó molestó, desviando su atención hacia el extraño hombre—. ¿Te parece divertido lo que nos hacen?

—¿Y qué esperabas? ¿Qué reúnan a todos los criminales y nos premien por lo que hicimos? —Dexter quitó la mirada de la pantalla y se enfocó en Flicker—. En mi caso no me molesta como nos usen, mientras me den la oportunidad de matar lo haré con gusto. —Al imaginarse lo que acababa de decir, un cosquilleo empezó a recorrer todo su cuerpo, haciendo que no pudiera contener su risa, tapándose la boca con una de sus manos para intentar controlarse, aún no era momento de emocionarse.

—Tal vez muchos se merecen la muerte por lo que hicieron... pero no de esta forma —respondió Flicker manteniendo una actitud desafiante.

No podía ocultar su disgusto, sabía que lo mejor era ignorarlo y evitar problemas, sin embargo, demasiado había soportado durante el primer desafío, ya no tenía las energías para aparentar amabilidad a quienes lo molestaran.

—Nuestro mundo es así —dijo de manera despreocupada el pelirrojo, subiendo los hombros—. Haz lo necesario para sobrevivir y no lo pienses mucho... Es más divertido de esa forma.

Dexter se llevó una sorpresa al concentrarse en aquellos ojos azules que brillaban de manera vivaz, reflejando una fuerte convicción y deseos de estar vivo. Muy diferente al resto de condenados que se encontró en la sala, donde la mayoría lloriqueaba y se veía temerosos, tan frágiles que se romperían de un empujón. Dexter por fin se topaba con alguien que se atrevía a mantenerle la mirada. Entusiasmado por el descubrimiento de un posible "compañero de juegos", sonrió de manera traviesa, sabía que alguien como Flicker sería muy observado por el público e ir detrás de él aseguraba un buen espectáculo. De tan solo pensarlo, su instinto lo recompenso con aquel cosquilleo tan cálido que recubría todo su cuerpo, un intenso hormigueo que iba desde su estomago hasta la punta de sus dedos.

—Sabes... ¿quieres que te cuente un secreto? —le preguntó Dexter al acercarse, invadiendo su espacio personal.

Flicker retrocedió un paso para evitar entrar en contacto con él. El hombre seguía sin cambiar su extraña actitud, a Flicker le desagradaba cómo se comportaba de forma tan exagerada con sus expresiones. Tenía la intención de empezar a ignorarlo, por eso apartó la mirada y no le respondió, estaba listo para alejarse.

—Puede que no lo parezca, pero me gusta lastimar a la gente... —Siguió hablando Dexter, le daba igual que no le prestaran atención—. Y lo mejor de todo es que aquí te premian por eso —dijo en voz alta, elevando un poco el tono de su voz al ver como se marchaba su siguiente objetivo.

El corazón de Dexter latía de alegría, estaba ansioso por el siguiente evento. Tenía que cumplir con el trato que había entablado con Neil cuando lo reclutaron. Sí brindaba un gran espectáculo y conseguía que aumentaran las vistas del programa, ayudaría a su familia a sacarlos del incidente que se vieron involucrado por una de sus estupideces. La preocupación por sus seres queridos desdibujó su sonrisa por unos segundos, pero no dejaría que el temor ofuscara su animada actitud, era necesario que estuviera al cien por ciento de su locura y despreocupación para así darle al público lo que quería ver. Dexter estaba acostumbrado a la amargura de la vida, gracias a eso consiguió sobreponer sus malos pensamientos y se concentró en prepararse para el siguiente evento. Con tal solo imaginar que se podría desquitar con los demás condenados, su particular risa volvió, obligándolo a llevarse las manos a la boca para tratar de contenerse, sabía que no debía perder el control, tenía que aguantar un poco.

—Recuerda que muchos de los que están aquí se encuentran locos, Flicker —dijo Marcos mientras caminaba al lado de su compañero, había presenciado la escena en silencio—. Disfrutan de esto porque lo ven como una licencia para matar.

Ambos buscaron otra posición para esperar con tranquilidad las siguientes instrucciones que le darían, trataban de separarse del resto de condenados y así no verse involucrado en algo similar a lo que les acababa de pasar. Las pantallas en las paredes seguían transmitiendo a Crashy, la pequeña habitación era cubierto por el murmullo de todos los presentes. La ropa de los condenados teñida de rojo y negro destacaba entre el intenso blanco que los rodeaba.

Aún se podía apreciar el olor a pólvora y agua salada que traían consigo. Las miradas de cansancio y pena, adornaban los rostros de la mayoría, estaban resignados a lo que sea que fueran hacer con ellos. Los desalentadores ánimos eran contagiosos, ni siquiera Flicker tenía las fuerzas necesarias para intentar animar a Marcos.

Las transmisiones enfocaron a Fernando llamando la atención, atrayendo las miradas de todos. Lo único más brillante que su sonrisa era el traje de lentejuelas con el que vestía.

Se suponía que el primer evento terminaría cuando lleguen ciento cincuenta equipos..., pero solo lo lograron ciento cuarenta y cinco —informó a todos, mostrándose desilusionado—. ¿Acaso esto es demasiado difícil para varios de los criminales más peligrosos? —bromeó retomando su animada actitud—. En su pantalla tendrán todos los resultados: El puesto en el que terminaron los condenados, si mataron a otros, en qué posición consiguieron pasar cada parte del desafío, entre otras cosas más. Incluso podrán ver los momentos más destacados de los que quieran —le explicó al público con entusiasmo.

La audiencia en el estadio y los que veían el programa de manera online se tomaron un momento para analizar en su pantalla las estadísticas recopiladas y charlar con los que tenían al lado sobre los resultados. Era un momento serió para muchos, pues había gente que apostaba cantidades enormes de créditos en las diferentes categorías a elección. Además, ahora tenían en la mira a varios caballos ganadores, lo que significaba que sus siguientes inversiones no eran a ciegas. Un aire mucho más formal se respiraba en el estadio, toda la masacre que había terminado era dejada de lado como si se tratara de algo más del día a día, demostrando lo acostumbrado que estaban a ello.

—Ahora empezaremos las votaciones por sus preferidos —le avisó al público el pequeño presentador de afro esponjoso—, los cuales tendrán una pequeña recompensa por habernos entretenido. Al mismo tiempo, los que tengan mayor cantidad de dislikes serán castigados. Tienen cinco minutos.

La gente inicio extensas conversaciones en los chats en vivos, debatiendo sus gustos y preferencias, dando datos que contrastaban con su opinión, llegando a rápidas y acaloradas discusiones. Algunos defendían a sus favoritos, mientras que otros motivaban a votar de manera negativa a los que no querían y los habían hecho perder créditos.

La pantalla de carga termino y Crashy se dirigió a la Habitación de Espera para dar las instrucciones que aguardaban los condenados. La sala quedó en completo silencio en el instante que la mascota virtual habló con su animada voz humanizada, la atmosfera se cargó de incertidumbre, el contraste que generaba la animada actitud de Crashy con la desganada actitud de los prisioneros le daba el toque de morbo con el que contaba el programa.

—¡Felicidades a los que pasaron el primer evento! —Empezó a dar saltos de alegría, mientras salían distintos emoticones de felicidad de su cara—. Esperamos que hayan disfrutado de su estadía en nuestra lujosa playa. No es por querer ganarme su afecto, pero admito que la hicimos especialmente para ustedes —dijo reflejando una sonrisa burlona—. Debió ser difícil y de seguro están cansados... Sin embargo, lamento decirles que esto todavía no acaba.

Las luces se apagaron, sumergiendo a todos en una completa oscuridad. La tétrica risa de Crashy retumbaba en la sala, erizándole la piel a más de un condenado. La ansiedad y el nerviosismo aumentaba a cada segundo, varios caían en la trampa y su desesperación se apreciaba a través del sonido de su entrecortada respiración.

La Habitación de Espera se ilumino de rojo, logrando resaltar el peligro y las angustiadas caras de todos. Marcos era arrastrado por el desconcierto, no entendía que era lo que pasaba, pero daba por hecho que no era algo bueno. Apretó con fuerza sus puños tratando de detener el temblor de sus manos, no podía concentrarse en nada más, la iluminación era molesta a la vista y despertaba de manera inconsciente los sentidos de alerta de su cuerpo.

Desvió la mirada hacía una de las pantallas donde se encontraba Crashy y, por un instante, sintió como los ojos de la mascota penetraban hasta lo más profundo de su alma, provocando un extraño sentimiento de vulnerabilidad. El muchacho dio un paso atrás en un inútil intento de huir, sin embargo, Flicker lo detuvo sujetándolo con suavidad del hombro, reconfortando a Marcos con la calidez de su mano y una mirada de apoyó.

—No te preocupes, muchacho —dijo reflejando serenidad—. No nos harán nada aquí, evita caer en su juego —agregó ante la temerosa mirada de Marcos—. Ya superaste cosas muchas peores que un I.A. con un avatar infantil.

Marcos tragó saliva y dejó sus preocupaciones sobre su confiable compañero, cerrando los ojos para calmarse y concentrarse en las palabras de aliento que recibía una vez más. Debía ignorar todo su entorno, de la misma manera que lo hizo durante los macabros desafíos que había superado. Y, pensándolo con claridad, se dio cuenta que Flicker tenía razón, ya se enfrentaron a cosas muchos peores, y el pánico de los demás condenados no era algo nuevo de escuchar. No se dejaría sumergir por la malicia de Crashy, ni la amenazante iluminación del lugar.

—¿Algún voluntario que quiera ser el primero en participar del siguiente juego? —preguntó Crashy de manera sarcástica, dejando escapar algunas lagrimas de su pantalla—. ¡Listos o no, el show debe continuar!


Fin del capítulo 13

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