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Capítulo 12

Los fuegos artificiales hicieron su brillante entrada, iluminando por completo el estadio con coloridas e hipnóticas imágenes, adaptadas con lo último de tecnología para que danzaran en el aire y crearan diferentes palabras y figuras en movimiento. Todo el público fue cautivado por el show, provocando que más de una boca quedará abierta por el asombró.

Sus fuertes estallidos eran acompañados por el emocionante clamor de la gente y un agradable aroma a pólvora embellecido con fragancias dulces similares a la de los caramelos. El ambiente se cargó de expectativa y deseos de descubrir la razón del tan ruidoso festejo. Los ojos de todos fueron atraídos por el fuerte grito de Fernando, quien de manera divertida bailaba entre la pirotecnia, haciendo gala de sus animadas expresiones y gran manejo de su plataforma voladora, logrando destacar incluso entre aquel arcoíris artificial.

El pequeño presentador de afro esponjoso se había vuelto el centro de atención de billones de personas, lo que incentivaba a que se moviera con gracia y siguiera el ritmo del emocionante momento. El palpitar de su corazón retumbaba a cada golpe, dotándolo de una euforia única, causada por su gran pasión por el espectáculo y el rugir de la gente. Toda duda, nerviosismo o atisbo de inseguridad, era eliminado por completo gracias a su vasta experiencia como anfitrión, se desenvolvía con destreza en cada uno de sus comentarios y palabras, sumergiendo a la gente en un placer tan sobrecogedor como extravagante.

Aquella sociedad que, por décadas se había mostrado distante y ajena a cualquier circunstancia fuera de su entorne, ahora era desbordada por un sentimiento de unidad y camaradería. Cada uno de los espectadores en el estadio gozaba de manera plena el espectáculo, disfrutando de la compañía de cada uno de los presentes.

Las frías bebidas, la cálida comida chatarra, los incesantes gritos y la mezcla de los diferentes olores tan característicos del estadio, creaban dentro suyo un recuerdo único e inolvidable, el cual los marcaría de por vida, dejando cada detalle grabado en lo más profundo de su memoria. El júbilo tan intenso con el que festejaban era la prueba inequívoca que el S.D.T. estaba siendo erradicado del sistema.

Uno de los principales objetivos de Condena Virtual era utilizar el odio para con los criminales y unir a la gente en un mismo sentir, al mismo tiempo de que, mostraban como castigaban a los que iban en contra de las armoniosas leyes, usando a los desdichados como un contundente mensaje para todo aquel que quisiera ir en contra del gobierno. Las comunidades que se sumaran a apoyar el programa serían recompensadas delante de la sociedad, formando así distintos incentivos para que todo el que quisiera ayudar formará parte del falso sentido de justicia que otorgaban.

—¡Miren eso! —anunció Fernando una vez los fuegos artificiales disminuyeron— ¡Parece que estamos por tener a nuestro primer ganador! —exclamó señalando con énfasis a la pantalla y dando unos pequeños saltos en su plataforma voladora.

La transmisión principal enfocó a los dos condenados que se encontraban a metros de una gran y estrafalaria meta final. Su primera travesía estaba a punto de terminar, solo debía continuar su recorrido por el rustico camino de piedra que los guiaba. Los carteles luminosos que decoraban los lados brillaban con intensidad, buscando llamar su atención con diferentes frases de humor negro, similares a las que se encontraban al final de cada desafío.

Uno de los hombres resaltaba demasiado debido a su gran tamaño y prominente musculatura, era de piel morena, lo que contrastaba con su colorida y tupido pelo de color azul, con algunos reflejos celestes en forma de franjas verticales. No solo su apariencia había conquistado la atención de casi la totalidad de los espectadores, su actitud "energética" lo volvía alguien impaciente y violento, otorgándole más puntos a favor a la hora de ganarse al público.

A diferencia de los demás condenados, este se había arrancado las mangas de su remera, dejando ver sus intimidantes brazos. Del mismo modo, había cortado una parte de su pantalón, convirtiéndolos en unos shorts, detestaba que las prendas de ropa lo aprisionaran.

Rai Tanaka se había registrado con el username de "Raikami", era uno de los pocos condenados VIP, lo que significaba que todos sus datos estaban ocultos para el público. Los espectadores no sabían que se trataba del hijo menor de una de las pandillas más peligrosas de la actualidad. Neil confiaba en que daría un espectáculo y utilizaría este pequeño misterio para crear expectativas en la audiencia. También lograría conseguir donaciones mucho más generosas para revelar su información, no por nada el marketing era una de sus especialidades.

—¡Lo logramos! —exclamó el condenado flacucho de ojos saltones, entusiasmado al ver la meta a lo lejos.

Anhelaba terminar de una buena vez con el evento y que lo separasen del violento de su compañero. Durante toda la competencia estuvo siendo arrastrado y amenazado por él. Casi podía sentir como el yugo que lo oprimía se abría, cada paso que daba hacia la meta le brindaba una cálida sensación de libertad. Por primera vez desde que fue conectado al mundo virtual podía apreciar la apacible frisa que acariciaba su frente. Los rayos del sol golpeaban su espalda, incentivándolo a correr más rápido. No había gritos, lamentos o suplicas, el ambiente estaba en completo silencio.

—Hmmm... —Rai empezó a detenerse, anclando a su compañero a tan solo unos metros del final.

—¿Qué sucede? —preguntó confundido el flacucho de ojos saltones, siendo víctima una vez más del extraño humor de Rai.

—Solo... quiero disfrutar del momento. ¿Ves eso? —dijo Rai al voltear y mirar hacia atrás, contemplando el deshabitado camino de piedras, una clara señal de que habían superado a todos los demás condenados.

—¡Sí! ¡Somos los mejores! Los dejamos a todos muy lejos —respondió el flacucho de manera animada, descubriendo por fin algo bueno al emparejamiento con aquel bruto.

Raí aprovechó el descuido de su compañero para ponerse detrás de él en un ágil movimiento.

—¿Somos? —preguntó, al mismo tiempo que usó el lazo que los unía para empezar a ahorcarlo—. No te necesito con vida para terminar esto, y matarte aquí sería lo mismo que hacerlo más adelante.

El condenado flacucho intentaba forcejear, pero no había forma de que se liberara. Lentamente sentía como la sangre se le acumulaba en la cabeza, la presión generada le producía un intenso dolor, su cara iba tomando un color rojo y por más que intentaba respirar no podía. Su visión se iba nublando, parecía que sus ojos iban a saltar de sus cuencas. La baba y lágrimas se deslizaban por su rostro, mientras que de manera desesperada arañaba el frio cable, perdiendo más de una uña en su vano intento de liberarse.

—Deja de luchar y muere de una vez —dijo Rai apretando con mayor intensidad, quería acabar con él de una buena vez, no le gustaba perder el tiempo.

Una vez que los ojos de su compañero perdieron el brillo y su alma abandono su cuerpo, lo tiró en el suelo como si fuese un muñeco de trapo. Esbozó una sanguinaria sonrisa y comenzó a hablarle directo al público, sabía que lo estarían viendo.

—¿¡Esto es lo que quieren ver!? —gritó abriendo sus brazos—. Es solo el comienzo, les mostrare cosas mejores. —Levantó su puño en señal de victoria, aprovecharía cada oportunidad que tuviese para demostrar su gran fuerza y ganarse la atención de todos—. Superaré todos los eventos y mostraré que nadie se me compara, ni los tipos más peligrosos podrán contra mí. ¡Nadie podrá detenerme, pienso salir con vida de aquí! —declaró con total confianza, convencido de lo que decía.

Mantuvo su pose junto a una gran sonrisa por un momento. Luego, se agachó para cargar a su compañero al hombro y corrió hasta la meta. Acababa de demostrar una vez más que tenía cero desprecios por la vida de los demás a su alrededor. Cada uno de sus métodos era cruel, pero muy efectivos.

—¡Este sujeto está loco! ¿¡En serio!?, ¿matar a tu compañero estando a metros de ganar? Fernando puso una notable cara de desagrado—. ¡Que ser tan bajo, sucio, asqueroso, despiadado... —Empezó a sonreír y a hablar de manera más animada—, perfecto y emocionante! ¡Ese condenado es toda una joya! ¡Se merece un gran aplauso!

El público lo recompensó con su apoyó y vitoreo. Les encantaba ese tipo de "giros inesperados" y más si tenían que ver con traición entre los condenados. Sin duda alentarían a un claro caballo ganador, en el estadio las gradas vibraban y el nombre de Raikami retumbaba una vez más.

Al mismo tiempo, en una habitación especial dentro del Edificio Conexión, Neil Arath empezó a reírse con lo que sucedía en su enorme pantalla. Incluso desde su lugar podía sentir la pasión que se respiraba en el aire, los ojos de las personas centellaban llenos de vida y emoción.

La transmisión de Neil se dividía en varios fragmentos, donde sintonizaba diferentes escenarios, tanto dentro del mundo virtual en el que se encontraban los condenados, como por todo el estadio. Él volcaba todo su interés la reacción del público, anhelaba que entendieran el valor que les otorgaba la unidad y compañerismo. Quería despertar en ellos aquel sentimiento que casi se había extinguido en la humanidad: empatía.

Aún si su método no era el mejor, sabía que creando un enemigo en común lograría unir el pensamiento de todos. Aún si debía sacrificar a miles con tal de salvar a billones, lo haría. Después de todo, los criminales ya habían perdido el poder sobre sus vidas, eran considerados escorias y peor que la basura, ellos no podían ser salvados.

Neil frotaba sus pies sobre la felpuda y suave alfombra que lo rodeaba, era un hábito que había adoptado con el pasar de los años. La oscuridad de su habitación era interrumpida por la brillante y enorme pantalla delante suyo. El aroma a rosas lo deleitaba con su aparición, siendo rociado de manera intermitente cada determinado tiempo, era el único momento que se tomaba un pequeño descanso para apreciar con esmeró su breve y notoria entrada.

El lugar estaba cargado de voces que salían de la pantalla, Neil monitoreaba la forma en que sus tecno-ingenieros conducían el programa tras bambalinas, interviniendo una que otra vez para guiarlos y ayudar a que las transiciones de imágenes sean las correctas. A su vez, también escuchaba a Fernando en vivo, de ser necesario se comunicarían para coordinar mensajes importantes o indicaciones. Además, Neil disfrutaba de observar a su tan querido amigo "brillar", su palpable entusiasmo y diversión, eran un dulce abrazó para el corazón de Neil.

La mente de Neil trabajaba a mil, sin perder un detalle de todo lo que sucedía durante el transcurso de Condena Virtual.

—Incluso parece que Raikami nos está desafiando, ¿no crees, John? —preguntó Neil de manera juguetona. Se encontraba de muy buen humor, todo estaba saliendo tal como habían previsto.

—El público lo ama, tal vez deberíamos darle más protagonismo en los siguientes "juegos". —respondió su guardaespaldas, que se encontraba detrás de él, con las manos cruzadas en su espalda baja, manteniendo su habitual seriedad.

—Espero que esa confianza... no se rompa en el siguiente evento, sería decepcionante. —Por un momento despegó sus ojos de la transmisión y se volteó para ver directo a John—. Diles que los vayan preparando —indicó con sutileza, estaba ansioso de presenciar el primer paso del plan de Sett en acción.

—A la orden, señor. —Sin perder tiempo se dio vuelta y salió de la habitación.

John mientras iba por el pasillo, con su pulsera se comunicó con uno de los guardias que se encontraba en una de las zonas especiales del Edificio Conexión y le ordeno que fuera "preparando" a los participantes especiales que se encontraban en las instalaciones subterráneas.



Una gran puerta de aicero reforzado era la primera protección a superar, solo el personal autorizado y de categoría más alta podía acceder a ese lugar. El guardia seleccionado para la tarea puso la clave de acceso en la puerta y entró. Las pantallas en las paredes empezaron con su escaneo y reconocimiento, cubriendo la pequeña sala de control con el sonido electrónico del escáner. Mientras los segundos de espera transcurrían, el hombre sacaba pecho con orgullo, vistiendo con la frente en alto su uniforme negro con detalles azul marino en el pecho, era todo un honor ser seleccionado para trabajar con Neil y utilizar los colores de Condena Virtual.

—¡Bienvenido, guardia de seguridad de rango Rojo, Álvaro Torres—Crashy hizo su animada aparición en la pantalla, saludando con entusiasmo al oficial—. ¡Por favor, siga el protocola establecido y mantenga la distancia determinada en el artículo setenta y cuatro del manual de seguridad! Su bienestar es lo primero, si algo sucede no dude en huir de la zona y resguardarse —Se despidió moviendo la mano de lado a lado, sin quitar su amigable sonrisa de la pantalla que tenía por cara.

El sonido de la puerta abriéndose le dio un pequeño susto al guardia, se había distraído mirando a la mascota virtual. Tragó saliva y se adentró al oscuro pasillo que lo aguardaba. Era el único lugar en todo el Edificio Conexión que no contaba con su cálida decoración y adornos vistosos. Las paredes de metal, sin pintura alguna, transmitían una firme sensación de protección, a la vez que enfriaban el ambiente, provocando que el oficial sintiera uno que otro escalofrió por el cambio de temperatura. Las tenues luces hacían parecer más pequeño de lo que realmente era el extenso corredor, brindando un aspecto claustrofóbico.

El eco de los pasos, junto al ruido de las pantallas digitales en las paredes, era lo único que acompañaba al guardia. Su respiración se iba agitando de manera lenta a causa de la desagradable sensación que se apoderaba de él, su nerviosismo aumentaba a cada segundo, buscando consuelo en acomodar su rugosa gorra de color azul, con el logo de Condena Virtual.

Avanzaba por la zona con paso firme, había estudiado al detalle el diseño de las instalaciones, no sería amedrentado por la laberíntica disposición de los pasillos, era utilizado de esa forma como segunda medida de seguridad.

Un leve lamento empezó a percibirse, cargado de pena y sufrimiento. Una súplica que se repetía una y otra vez, entre un indistinguible llanto. La voz de la mujer se intensificaba a medida que el guardia se acercaba a su tan ansiado destino.

—¡Por favor, siga el protocola establecido y mantenga la distancia determinada en el artículo setenta y cuatro del manual de seguridad! —La voz de Crashy empeoró la pesada atmosfera que se había formado, que repitiera aquella oración era una clara advertencia de peligro.

El pasillo era iluminado con un intenso color rojo que generaban las celdas de seguridad, su campo electromagnético absorbía la mayoría de la energía del lugar y lo libera al exterior en cortas y veloces ondas para crear una pared de contingencia. Cinco grandes celdas ocupaban el final de su recorrido, dispuestos una al frente de otra, con la última actuando como callejón sin salida.

El guardia se detuvo ante la tétrica escena, le recordaba a las películas de terror modernas, donde los monstruos y humanos modificados escapaban de sus prisiones, matando a todos los que se encontraban cerca. Una vez más, recurrió a acomodar su gorra para liberar tensión y rodearse de un alentador estimulo psicológico.

—No debería estar aquí... no debería estar aquí... —sollozaba la mujer en la primera de las cinco celdas—. No es justo... no es justo.

La débil y quebrada voz de la mujer trajo de nuevo a la realidad al guardia, quien se armó de valor al darse cuenta que todo estaba en su imaginación. Ignoró las advertencias que le daba su mente, adoptando una postora más decidida.

Se dirigió a la primera celda, manteniendo cierta distancia del campo electromagnético, de tocarlo recibiría un potente golpe que lo lanzaría hacía atrás y calcinaría gran parte de su piel. El zumbido que generaba la muralla de color rojo lo aliviaba, se sentía seguro del otro lado. A través de aquel muro de energía pudo distinguir a la mujer que lloraba: su rostro se ocultaba entre su largo y enmarañado cabello. Se mecía en una esquina de la habitación, repitiendo una y otra vez lo mismo, desconectada del entorno que la rodeaba.

El guardia no se distrajo con la condenada, después de todo la consideraba basura, al igual que el resto de la sociedad. Sin perder más tiempo, utilizo el tablero de control que estaba a un lado y empezó a teclear diferentes comandos.

Una compuerta en la pared se abrió dentro de la celda, donde yacía uno de los collares de cautiverios más utilizados del momento. Con su avanzada tecnología permitía un control total de las personas que eran sometidas a su uso, se ajustaba al cuello de manera automática y monitoreaba todos los signos vitales a través de su extrema sensibilidad a los cambios producidos en las arterias, venas, tráquea, esófago e impulsos nerviosos de la medula espinal. Incluso podía distinguir el ánimo de sus prisioneros y si estos estaban pensando en actos violentos.

—¡Ponte el collar! —gritó con autoridad el guardia, frunciendo el entrecejo, ocultando cualquier temor gracias a la seguridad de las instalaciones.

La mujer dio un sobresalto, actuando sorprendida por la presencia del hombre. Sin cuestionar nada, con la respiración agitada y entrecortada, se arrastró hasta el collar para colocárselo. El frio aparato se cerró en su cuello, liberando un pequeño pitido e iluminando su pequeña pantalla led de color rojo. Todas las personas sabían lo que significaba, ahora su vida dependía del dueño del collar y la tonalidad roja que irradiaba era la advertencia perfecta para avisar a la desafortunada víctima de que, si desobedecía la configuración otorgada, su vida sería arrebatada con una intensa descarga eléctrica que le fundiría el cerebro. Y, en caso de no ser suficiente, explotaría ante cualquier intento de supervivencia.

—No lo entiendes... no lo entiendes... no debe salir... no debe salir... —exclamó entre lamentos la mujer, llevándose las manos a la cara.

—¡Solo has lo que se te dice y no pasará nada, basura! —insistió el guardia levantando la voz, su desprecio hacia los criminales era notable, incluso era mayor que su temor. Sin embargo, debía actuar acorde a su posición y cumplir con su tarea sin acosar a los criminales.

—Listo, listo... —Miró al guardia mientras estaba de rodillas— Por favor... por favor... ¡Dame algo de comer... lo que sea, antes de que sea tarde! —suplicó la mujer entre lágrimas, levantando sus temblorosas manos—. Ella... ella... no debe salir... no debe...

Él la ignoró y se dirigió a la celda que estaba enfrente, repitiendo lo que acababa de hacer. Un hombre calvo y con una frondosa barba estaba realizando su rutina de ejercicios. Sin siquiera mirar al guardia, acató la orden.

El guardia siguió con su labor, dirigiéndose a la siguiente celda, ignorando las incesantes suplicas de la mujer que insistía en sus peticiones. De manera progresiva dejó de escucharla y un leve murmulló de un hombre tomó su lugar. A medida que se aproximaba a la tercera celda, comenzaba a distinguir las suaves palabras que se recitaban.

—Padre de todo, te agradezco por esta oportunidad de redimirme, no te decepcionaré... —oraba con fervor el sacerdote estando de rodillas, con los ojos cerrados y las palmas de sus manos en alto, dirigiendo su cuerpo y alma hacía su Dios.

—¡Ponte el collar! —exigió el guardia, interrumpiendo el solemne momento del hombre con túnica azul y bordes dorados.

—... mostraré lo agradecido que estoy con el don que me regalaste, y acercaré a los impíos a Tu presencia...

—¡¿Me escuchaste?!

—... todos verán el júbilo que me da servirte y lo maravilloso que eres al otorgarme un don tan especial. —Sin siquiera voltearse ni abrir los ojos, el sacerdote tomó el collar que estaba a su lado y se lo colocó. Ni siquiera el fuerte pitido o el frio abrazo del aparato logró desconcentrarlo de su oración—. De tan solo imaginarme el placer que me aguarda, siento... siento que no puedo contenerme. —El sacerdote de pelo rubio levantó la cabeza y se mordió el labio de abajo con pasión, hasta que comenzó a sangrar.

—Malditos locos... —dijo en voz baja el guardia mientras seguía su recorrido, le daba nauseas seguir viendo la actitud de los condenados.

Un penetrante escalofrió le heló hasta la medula les huesos, provocando que se detuviera de golpe. Podía escuchar con claridad su corazón latir con contundentes golpes, como si gritará por el peligro al que se acercaban. Sus manos comenzaron a sudar, utilizando esa excusa para recurrir al rugoso tacto de su gorra. Los gritos de la mujer y el murmulló de las oraciones del sacerdote le otorgaban al pasillo un aspecto tétrico, el cual se potenciaba a causa del intenso rojo que iluminaba el lugar.

Pensó que iba a estar a preparado psicológicamente para el encargo, pero él era un humano como cualquier otro, su miedo hacía el siguiente condenado estaba justificado. Sabía quien era y lo que había hecho.

—No... hay forma de que escape de aquí, ¿verdad? —se dijo así mismo, buscando darse ánimos.

Por un instante maldijo el hecho de que no pudieran cargar con armas de fuego, Neil no permitía que ningún guardia las llevará consigo, ya que daban una mala imagen a la gente. Un detalle pequeño, pero que transmitía con veracidad las convicciones de Neil y su fuerte sentido del control, pues no necesitaba de aquellos aparatos para demostrarle que estaban seguros bajo su cuidado.

El guardia sacudió su cabeza de lado a lado y volvió en sí, no podía dudar del Líder, en veintitrés años siempre demostró excelencia en su desempeño y Condena Virtual nunca había sufrido algún tipo de incidente. Debía demostrar que su puesto estaba justificado y que cumpliría con facilidad cualquier tarea que le otorgaran.

Se acercó a la cuarta celda, sin mirar hacia adentro. El intenso zumbido ya no lo reconfortaba, mantenía una actitud más sumisa, muy diferente con la que había actuado con los demás condenados. Delante suyo se encontraba el primer superhumano creado de manera legal por el gobierno. La primera persona que había sido criada con el propósito de llevar las capacidades humanas al extremo, sin depender de sustancias, prótesis biónicas o modificaciones genéticas.

Sin embargo, los laboratorios donde lo recluían no lograron contenerlo y escapó, matando a todos en las instalaciones donde lo retenían. La noticia se volvió viral, recorrió todo el mundo en cuestión de segundos. Pocas personas sabían que Neil había conseguido traerlo para su programa, pronto recibirían la grata sorpresa.

Cegado por la curiosidad, el guardia desvió la mirada hacia adentro, topándose con la penetrante mirada del condenado. Sus ojos reflejaban de manera tajante su frialdad, adornados con una oscuridad semejante a las plumas de los cuervoides. No solo su iris era recubierto por aquel intenso color, toda la esclerótica también, dándole un aspecto demoniaco, ni siquiera se podía distinguir la pupila.

El corazón del guardia se contrajo y sus pulmones se quedaron sin aire en cuestión de segundos, estaba siendo absorbido por la mirada de aquel monstruo con apariencia humana. A causa de la complexión delgada del condenado, su gran altura resaltaba aún más, provocando que se mirara con cierto desconcierto y desagrado lo alargado de sus extremidades, no respetaban la simetría normal del cuerpo humano.

El condenado se colocó el collar y volvió a sentarse en la cama de metal que tenía a un lado, sin ninguna sabana o protección encima. Seguía prefiriendo dormir aquí, que en los apretados tubos de contención que utilizaban en los laboratorios.

El guardia fue liberado de aquella prisión psicológica en la que había sido sometido, dejó escapar un sutil suspiró y con ello consiguió volver a respirar. En su mente se repetía una frase: "Sal de ahí cuanto antes". De inmediato, aceleró el paso rumbo a su ultimo objetivo. Para su desgracia, un extraño cosquilleo en la nuca lo atormentaba, como si aún fuese víctima de la penetrante mirada del condenado de la celda numero cuatro. Volteó reiteradas veces para confirmar que todos siguieran en sus celdas, un mal presentimiento lo agobiaba y el temor empezaba a intensificar todas sus dudas e inseguridades.

«Ellos... no pueden salir, todo está en tu mente», pensó en búsqueda de consolarse. El sudor frio recubría su frente, axilas y espaldas, lo que lo incomodaba. A pesar de la baja temperatura, su cuerpo ardía de preocupación, incluso su animo se veía afectado, detestaba la forma en que la ropa húmeda se pegaba su cuerpo. «Una más y ya podré salir de aquí», se dijo buscando aliviar su tormento, sin mucho efecto, el sonido de la manera exacerbada en que respiraba dejaba en claro su sufrimiento.

Se acercó a la ultima celda, con la mentalidad destruida y presa de la cargada atmosfera, mantenía la cabeza agachada, con la vista centrada en el tablero de control. Tecleaba lo más rápido que sus temblorosas y sudadas manos le permitían, ya podía contar los preciados segundos que faltaban para poder salir de ahí.

—¿Ya ser hora de salir? —preguntó Billy, emocionado por salir de la celda.

Su grave voz con notables problemas en el habla sorprendió al guardia, y antes de que reaccionará de alguna forma, la enorme figura de Billy se asomó al campo electromagnético. Sus manos eran del tamaño de la cabeza de una persona adulta, con dedos gruesos y redondeados.

Etar encerrado ser deprimente, salir y... romperte sonar divertido —exclamó el gigante con una macabra sonrisa, clavando sus manos en el campo de energía.

Un estruendoso chispazo hizo trastabillar al guardia, quien no podía creer lo que sus ojos observaban: el gigante soportaba la intensidad de las ondas de energía de la celda, poco a poco iba agrandando un agujero en ella. Las luces del lugar empezaron a titilar, la celda numero cinco necesitaba de más potencia y consumía mayor cantidad de electricidad. Billy reía de manera exagerada, disfrutando de la palidez en el rostro del guardia. La piel del gigante era tan dura como el acero, solo sentía un fuerte ardor en las zonas de sus manos con las que tocaba el campo electromagnético. El olor a piel quemada se apoderaba del pasillo, al igual que los gritos de desesperación de la mujer y los rezos del sacerdote que aumentaban conforme el caos se desataba.

El guardia se quedo atónito ante la situación, ni siquiera podía hablar, su voz era ahogada por el pánico. Su pesadilla se estaba cumpliendo, tal como había visto en las películas de terror, parecía que todos iban a escapar y lo despedazarían al instante. Con el leve uso de la razón que le quedaba, se concentraba en no orinarse, no quería que encontrasen su cuerpo en un estado tan humillante, quería conservar algo de dignidad.

—N-no... n-o hagas nada estúpido o... o te electrocutaré —advirtió el guardia con todo su cuerpo y voz temblando, poniendo en alto su macana eléctrica.

—¡Ser hora de salir! —rugió el enorme gigante, abriendo un agujero lo suficientemente espacioso para que su cuerpo lograse a travesarlo.

Pronto, el mundo descubriría que los monstruos existen de verdad, y Neil deleitaría a sus espectadores con un evento único en su clase...


Fin del capítulo 12

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