8. Antes y después.
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♡ Usuario: Sofofobia
PARÍS
Aquel día nada había salido de mi rutina: había salido de mi apartamento a las ocho de la mañana, con tiempo de sobra para llegar a mi estudio sin tener que correr; compré dos sándwiches, uno sin pepinillos y con mucha mayonesa para Kirk, el viejo hombre que vivía en un refugio a unas cuadras de mi apartamento; incluso tomé el mismo metro del día anterior con un grafiti bastante obsceno de una chica con tetas desproporcionadas para su cuerpo.
Por eso, aquí sentada mientras miraba hacia la ciudad desde mi estudio, no entendía qué había hecho para terminar en este momento de mi vida. Más sola que nunca.
—Pensé que podría encontrarte aquí. —Escuché a Jenna desde la entrada. No me tomé la molestia de mirarla mientras escuchaba sus pasos acercarse al sofá que mantenía en el local—. ¿Si quiera duermes en tu casa?
Mis ojos aterrizaron en los almohadones que había comprado el otro día en un Target de camino aquí, junto con unas cobijas bastante felpudas que me mantenían templada dentro del lugar.
—Creo que la respuesta es evidente —murmuré, dando un trago al té negro que tenía entre mis manos y regresé mi mirada al edificio corporativo frente al de mis padres, donde me encontraba ahora.
Jenna bufó y eso me hizo mirarla.
Estaba usando un vestido negro bastante ajustado de tirantes y unos tacones rojo sangre de terciopelo. Alcé una ceja y mordí el interior de mi mejilla, tratando de hacer memoria acerca de haber olvidado algo importante sucediendo hoy.
—Bueno, espero que tengas talento para arreglarte en quince minutos para la fiesta de aniversario de tus padres.
Ante sus palabras, gemí con angustia y me puse de pie en un salto, agradeciendo mentalmente haberme duchado hace media hora después de pintar mientras tiraba mis pantaloncillos de pijama en el sofá.
Corrí por todo el maldito estudio meneando el trasero para entrar en el corto vestido de satén color esmeralda que Jenna había sacado de mi apartamento antes de venir aquí y los tacones de aguja color negros. Me ayudó a arreglar mi cabello rubio bastante claro con algunas luces platinadas para que cayera en mi espalda totalmente liso sin molestarme en ser muy dramática con los ojos, aquellos que maquillé bastante naturales antes de ponerme un labial rojo y tomar las llaves del lugar.
—Yo conduzco—señalé y me lanzó las llaves de su auto que atajé en el aire tras ponernos nuestros abrigos en el elevador.
*****
Entré a la fiesta y sonreí a unos cuantos socios de Hannah y Jaques Bourdeu, comúnmente conocidos como mis padres, mientras me paseaba con Jenna hasta mi hermano Pierre. Se colgó del cuello del rubio jugador de americano, que le dio un beso bastante subido de tono para una fiesta de viejos ricos pretenciosos.
—Deja a mi nuera respirar, bestia. —Papá palmeó el hombro de Pierre y yo no pude evitar reír antes de recibir un abrazo bastante apretado por parte del francés más importante en mi vida—. Mi linda niñita. —Besó sonoramente mi mejilla. Sus ojos turquesa se centraron en los míos del mismo color—. Tu madre está presumiéndote con sus estiradas amigas. Deberías ir a saludarla.
—Mejor bailemos, viejito. —Sonreí tomando su mano y él rió, siguiéndome a la pista de baile improvisada—. No vayas a romperte la cadera, mamá me mataría —reí escuchando su carcajada profunda.
—Eres demasiado listilla para tu propio bien. —Apretó mi nariz entre sus nudillos, como solía hacer cuando me atrapaba haciéndole una travesura bastante inteligente a las niñeras para ahuyentarlas. Puso una de sus manos en mi cintura y la otra sujetaba mi mano derecha. Apoyé mi cabeza en su pecho mientras nos balanceábamos al ritmo de la música lenta—. Pensé que no vendrías.
—Te amo, papá —murmuré ignorando su comentario, sintiéndome segura y acompañada como no me había sentido en el último mes desde que él me dejó. Papá suspiró profundamente, miré hacia arriba para darme cuenta que sus ojos no estaban centrados en mí.
—Y yo a ti, pequeña —murmuró besando mi frente antes de alejarse de mí. Fruncí el ceño cuando vi que tendió mi mano a alguien más y alcé la mirada, conteniendo el aire en mis pulmones cuando sus ojos negros se centraron en mí—. Vuelve a romperle el corazón y no seré tan comprensivo, hijo.
No supe qué decir, mi cerebro no estaba procesando que estuviera frente a mí y él pareció darse cuenta, pues tomó mis manos, enredándolas en su cuello antes de acercarme abrazando mi cintura con sus brazos.
—Yo... uh. —Parpadeé mirándolo mientras comenzábamos a balancearnos al ritmo de Someone You Loved de Lewis Capaldi—. No... —Mordí mis labios y él sonrió ampliamente, dejándome aún más atontada de lo que su sorpresa lo había hecho—. Necesito un minuto para concentrarme —susurré y cerré mis ojos, apoyando mi frente sobre su pecho.
Su risa vibró en su pecho, haciéndome reír ligeramente antes de sollozar y mover sus hombros. Me separé, tapando mi boca antes de caminar rápidamente al patio contiguo al salón de eventos, donde se encontraba una enorme fuente. Puse mis manos sobre mis caderas tratando de respirar mientras miraba al cielo, golpeando el asfalto con mi tacón.
—Tenía miedo, París —lo escuché tras de mí y reí amargamente, balanceando mi cabeza con incredulidad.
—Una mierda de excusa. —Me giré para encararlo, acercándome a él aun sintiendo las lágrimas en mis mejillas—. No eres el único maldito hombre del planeta con problemas de confianza, Malcolm. Me sabe a mierda que la única explicación que tengas para haberme pisoteado y hecho añicos sea un jodido miedo.
>>Pensé que eras un idiota, pero jamás me pasó por la cabeza que fueras un cobarde —escupí las palabras a centímetros de su rostro—. Al parecer todos nos equivocamos en algo.
Estuve a punto de alejarme cuando sujetó mi cabello en su puño, haciéndome mirarlo directo a los ojos. Estaban ardiendo en irritación, en mismas cantidades de pasión. No pude detener el gemido que salió de mis labios cuando los estampó contra los suyos con hambre.
Sabía que ya había caído de nuevo.
Yo no era cobarde, pero si muy estúpida y débil en lo que se refería a él.
Lo supe desde el momento en que lo vi en mi estudio, acompañando a su amiga a ver artistas para hacer un mural en el ático de su hermano mayor. Lo supe cuando me miró con su sonrisa ladeada de ojos negros achicados.
Pero esta vez estaba determinada: si al final me desechaba por alguien más, me encargaría de que pasase el resto de su vida golpeándose la cabeza por haberme dejado. Si para mí habrá un antes y un después de él, no sería la única saliendo marcada de esta relación.
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