6. Del recuerdo de un amor.
♡ Palabras: 2020
♡ Autor: DuarteKarol
Recordar lo que hice por amor en el pasado, me avergüenza.
Recordar lo que hacía por él, para ser suficiente, me enoja. Saber que alguien me manipulaba y mentía solo por ver cómo enloquecía de celos, me llena de furia.
—Entonces, ¿qué planeas hacer?
Beverly, lo más cercano que he tenido a una amiga y compañera de equipo, me pregunta, a lo que me quedo pensando por varios segundos. Al ver que no ha obtenido una respuesta de mi parte, suspira mientras se quita sus rodilleras para guardarlas en su bolso de entrenamiento.
—Anahí. —Coge mis manos, las que no sabía que estaban temblando hasta que ellas las toca, cubriéndolas con las suyas—. Debes hacerlo, firmar ese maldito papel para que puedas vivir y ser emocionalmente independiente de nuevo. A ese gilipollas sólo le interesa tú dinero y quedarse con todo lo que has logrado hasta ahora.
Sonrío ante su expresión.
Beverly tiene raíces hispanas. Sus padres y abuelos viven en España y cuando tenemos descansos después de unas largas competencias, viaja hasta allí para pasar tiempo con su familia. Nos conocimos cuando el equipo de voleibol profesional de Austin abrió las convocatorias para nuevas integrantes. Al principio fui grosera con ella, pero afortunadamente no se dejó intimidar por mí y consiguió que fuéramos lo que hoy día a día somos: amigas.
—Be, es difícil. Cada vez que llegó a casa, tengo un nuevo sobre debajo de mi puerta. Con este son...
—¿Ese hijo de puta se atrevió a enviarte otro de nuevo? —Asiento, guardando el uniforme—. ¿Qué mierda quiere esta vez ese imbécil?
Alzo una ceja mirando en su dirección. Beverly tiene una fascinación por usar malas palabras. Ella se encoje de hombros al percatarse por qué la miro de esa forma.
—Quiere el apartamento de Travis Country. —Trago—. El apartamento que cuesta más que la casa que le compré a mi madre.
Be, abre la boca para decir algo, pero sus palabras no salen.
Y eso no es todo.
Supongo que algunas cosas no cambian con los años y no me di cuenta de eso cuando me casé con Gordon. No vi a la persona que en realidad era porque estaba cegada del amor que le daba y que supuestamente él me brindaba. Ya era tarde cuando por fin puse los pies en la tierra y me di cuenta de la situación que estaba viviendo. Un matrimonio tóxico. Para entonces había dejado a un lado mi paz y tranquilidad para convertirme en alguien agresiva y manipulable. Alguien capaz de hacer de todo solo para no perder a su esposo. Lamento todos los días el haber dejado que él me manipulara y también haber agredido chicas por sus mentiras. Más que todo me arrepiento tanto de haberle destrozado esos planos a mi compañera de cuarto, Savannah Campbell.
—No se lo darás, ¿verdad, Anahí?
—Si eso significa que me deje en paz de una vez por todas y firme el divorcio, lo haré.
*****
Be amablemente se ofrece a llevarme hasta mi casa después de salir del campo de Voleibol, pero declino su oferta cuando le digo que deseo caminar un poco. Ella entiende y después de que hace sonar el pito de su auto a modo de despedida se va, dejándome sola con mis pensamientos. El campo de Voleibol dónde entrenamos queda a unas cuantas cuadras de la zona central y comercial de Austin, dónde se alzan hermosos edificios, restaurantes y bares sofisticados. Mientras camino mirando algunas tiendas de ropa, pienso en que no he sido tan desafortunada. Tengo un empleo, el cual amo y disfruto mucho, que hace olvidarme de la situación de mierda que estoy pasando. Gracias a este deporte puedo mantener a mi familia bien económicamente y soy mejor en lo que siempre he sido, ser una excelente defensa.
Mi vista se posa en un bar y decido que una copa de vino no me vendría mal. Hace mucho que no pruebo el alcohol y porque sé que si alguien, algún fotógrafo capta una foto y se vuelve viral, pondría mi carrera de deportista en riesgo. Miro hacia los lados verificando que nadie esté detrás de mí y con pasos seguros me dirijo hacia allí. Cuando cruzo la puerta de vidrio oscura, un bar sofisticado moderno me da la bienvenida. La barra americana donde se sirven los tragos y algunas personas sentadas están, es de color blanco iluminado. El piso es de color negro pulido y brillante. Detrás de dónde se encuentran los bármanes haciendo tragos hay toda una exhibición de los cocteles que ofrecen. Hay muchos, todos ordenados, supongo, por secciones. El lugar no está tan lleno, pero tampoco vacío. Hay unas cuantas personas conversando u otras como yo que solo queremos relajarnos un poco y dejar las preocupaciones a un lado.
Encuentro un asiento en uno de los extremos de la barra americana. Está poco iluminado y perfecto para pasar desapercibida. De inmediato uno de los que hacen los tragos se acerca hasta a mí.
—¿Que quiere esta noche, nuestra jugadora estrella?
Mi corazón empieza a latir rápidamente cuando me doy cuenta que el hombre que sirve los tragos me reconoce. Por un momento pienso en negarlo, pero sería muy estúpido de mi parte hacerlo cuando mi cara está en casi todos los contenidos digitales como una de las estrellas de WVL de Austin.
—Tranquila, no le diré a nadie, sobre todo a ningún fotógrafo que la estrella de voleibol de Austin se encuentra en este bar. Soy Vladimir.
El aire vuelve a mis pulmones.
—Gracias —contestó.
El chico me sonríe. No debe tener más de veinte años.
—Así qué...
—¡Oye, tú! —Una voz grave interrumpe a lo que sea que Vladimir me iba a decir. Alza la mirada hacia su cliente—. Tráeme un whisky seco.
Su ceño se frunce y después de darme una rápida mirada, nuevamente se enfoca en el sujeto que está detrás de mí.
—Disculpe, señor, pero la señorita llegó primero, así que si desea que lo atienda...
—Será ahora —demanda.
Cierro mis manos en puños para controlarme y no voltearme para gritarle al sujeto maleducado.
—Por favor, tráeme una copa de Merlot —le digo a Vladimir y este sonríe y se va para traerme mi bebida.
Ya que no me interesa la presencia del hombre maleducado que aún sigue detrás de mí, saco mi celular del interior de mi abrigo largo de lana rojo y observo que tengo varios mensajes. Unos cuantos de mi madre deseándome un buen día y otros de mi estúpido ex futuro esposo, porque eso es lo que será después de que ceda a su maldito capricho de quitarme todo por lo que he sudado tanto.
—¿Podrías cederme ese puesto? —Escucho una risita femenina a mi lado y ruedo los ojos—. Mi chica está enojada conmigo y quisiera hablar con ella.
Me volteo y observo al hombre que acaba de decir que soy su novia. Por un momento las palabras nada amables que iban dirigidas a él, se detienen. Es un rubio, uno muy sexy he de admitir. No veo sus ojos debido a que hay poca iluminación en la parte donde estoy. Lleva un traje de dos piezas sin corbata y sin saco, los primeros botones de su camisa están abiertos y lleva en sus pies unos zapatos de cuero elegantes. Es corpulento y debido a su complexión física, afirmo que hace ejercicio.
Mucho.
Cuando finalmente la mujer que estaba a mi lado se va, cediéndole el puesto, no sin antes darle un beso en su mejilla dejando su labial rojo en ella, es que decido hablar.
—Yo no soy su chica.
Asiente.
—Lo sé, pero el lugar está lleno y quiero tomarme un trago.
Se encoje de hombros
—Lo que hizo es ruin, mentirle a una mujer para quedarse con su puesto.
Se inclina hacia mí y observo el color de sus ojos. Son de un verde muy hermoso. Por un momento dejo de hablar y solo me dedico a observarlos.
—Aquí está. —La voz de Vladímir interrumpe mi observación hacia los ojos del desconocido—. Una copa de Merlot.
Susurro unas gracias antes de darle una probada a mi copa. El rubio maleducado solo me observa mientras Vladímir toma su orden. Cuando este se va finalmente me habla.
—¿Ahora de repente te quedas callada?
Dejo la copa en la mesa.
—Tal vez solo quiera estar así.
Me observa en silencio.
—Odio trabajar de lo que estudié —confiesa. Eso capta mi atención—. No sé por qué pensé que sería feliz trabajando en una oficina, encerrado entre cuatro paredes y teniendo aburridas reuniones para hacerme más rico de lo que ya soy.
Alzo una ceja en su dirección.
—¿Por qué me cuenta eso? ¿No se ha puesto a pensar que no me interesa?
Toma un sorbo de su bebida.
—Por esa misma razón, porque no sabemos de la vida del otro, es más liberador contarle a alguien que no conozco y que no me conoce algo que siempre he querido decirle a alguien.
Tiene razón. Posiblemente mañana y nunca más me lo encuentre. Por su apariencia y físico puedo deducir que no es de aquí y tal vez se encuentre en Austin por negocios o placer. Pienso un poco en lo que me ha dicho y decido también contarle a alguien lo que no lo he dicho ni a mi madre, ni a Beverly.
—Mi futuro ex esposo quiere quitarme todo. Piensa que le fui infiel cuando era él quién lo hacía. Me hacía sentir como una basura cuando no cedía ante sus caprichos. Ha sido mi novio de toda la vida. Por su culpa perdí una gran oportunidad, por él golpeé a chicas en el pasado, creyendo que me dejaría por alguna de ellas, por él perdí mi esencia y por mi culpa dejé que hiciera conmigo lo que él quisiera. Le di el control de mi vida cuando yo sin saberlo era quién no sabía cómo controlar la mía.
Para el momento en que termino, mis lágrimas bajan con fuerza por mis mejillas. No puedo creer lo infeliz que había sido desde que empecé con Gordon y la inexistente relación color de rosa que mi mente creaba. Una de sus manos se dirige hacia mis mejillas y limpia las lágrimas que ruedan por ellas. Hace que lo mire a directamente a los ojos.
––Si le diste el control de tu vida, era porque pensabas que él te amaba y protegía como se supone que el amor de tu vida debe hacerlo, pero si no lo hizo fue porque ni él mismo sabia como controlar la suya y cuando no sabes lo que quieres buscas arruinar la vida de otro. No importa a qué precio, lo haces para no darte cuenta de lo hundida que está la tuya.
Respiro para calmarme.
––Gracias, extraño.
Sonríe, mirándome directamente a los ojos.
––Weston. Soy Weston.
Weston.
Me gusta su nombre. Se acerca un poco más a mí y cierro los ojos por un momento oliendo su colonia. Cuando decido que es tiempo de abrirlos, sus labios rozan los míos. Mandando todo a la mierda por esta vez e incluso al idiota de Gordon, choco con los labios del rubio y lo beso. Es delicado al besarme, pero yo no quiero nada de eso. No quiero verme débil, no quiero ser la princesa a la que siempre salvan. Quiero ser la que princesa guerrera que lucha por ser libre por ella misma. Weston gira su cabeza a la derecha y me da justamente el acceso que necesito para enredar mi lengua con la suya y volver el beso más apasionado. Me deja llevar el control por unos segundos, pero luego es él quien me guía. Segundos después se separa de mí para que respiremos, pero no deja de darme pequeños besos. Es como si no quisiera separarse de mis labios.
Yo tampoco quiero separarme de los suyos.
––¿Vienes conmigo?
Asiento porque también quiero esto. Y porque tampoco quiero que esta noche acabe.
Pero no se lo digo, en cambio hago lo que desde un principio debí hacer.
Me presento.
––Soy Anahí.
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