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38. Dubái.

Palabras: 1175

Autor: FreyjaSarihan 


Lo que compartimos juntos durante nuestra escapada me permitió regresar a muchos años atrás, sobre todo darme cuenta de que esos recuerdos eran dolorosos. Tanner. Todos mis problemas se resumían a él. Mientras observaba el hermoso azul del mar no pude evitar pensar en los sabotajes que siempre hizo, desde la pésima broma de querer llegar virgen al matrimonio solo para que aquel chico se alejara, la estupidez de que era su prima o el tiempo en la cárcel cuándo decidí quemar el auto del imbécil de Gordon... todo desencadenado por Tanner Reed y sus jodidas palabras. Siempre eran sus palabras y acciones las que dulcemente me destruían.

—Te lo prometo

Eso había dicho años atrás, cuando mi propia madre me aseguró que él no era para mí. Hoy, de camino a casa con semejante hombre a mi lado, ya no me parecía algo imposible. De hecho, bastaba una palabra para que por fin fuese mío. Y ese era el problema. Lo miré de soslayo. Se veía jodidamente bien, un poco rojo por la exposición al sol, pero se veía medianamente feliz. Medianamente, sí. Mi puto dilema. En la radio sonaba Save my name interpretada por Bebe Rexha y J Balvin. Sonreí ante la ironía de la letra y mi situación.

—... que nadie más está en mi camino —susurré—. ¡Save my name!

Podía sentir la mirada de él mientras entraba en la zona de su residencia.

—Llegamos —anuncié en la puerta de la mansión que yo misma diseñé para él y su esposa.

Giró su cuerpo para observar mis labios sin tapujos.

—Fue agradable —dijo con los ojos deseosos.

Pensé en sus palabras.

—Lo fue —dije apoyando la cabeza en el asiento—. Trabajaré con un presupuesto, no es necesario que dispongas una cuenta para mí.

— Sav... —lo corté.

—Este viaje al pasado sirvió para darme cuenta de muchas cosas, Tanner.

—Para mí también —acordó el con un brillo extraño en sus ojos, desvíe la mirada.

—Terminaré tu apartamento.

—Eso lo sé. —Una sonrisa que parecía más a una mueca apareció en sus labios.

—Pero hasta aquí va este asunto. Pude ver desde otra perspectiva todo esto. —Señalé el espacio entre los dos—. Tú siempre me quisiste. —Fijé mis ojos en los de él—. De alguna forma retorcida lo hiciste, pero no era suficiente para tú, por lo menos para una parte. Yo era demasiado libertina para el puesto de la señora Reed. Por eso escogiste a Pauline como tu esposa, porque era la clase de mujer que se le presenta a la familia, pero para ti no era suficiente a pesar de amarla con locura. Nos querías a ambas en tu vida, sacando las mitades que tú deseabas para formar una sola mujer. Por eso nunca me dejaste ir, fuiste un egoísta, espantando todas las posibles conquistas solo porque me querías para ti. Hasta ayer no me di cuenta de lo tóxico que fuiste en mi vida, alejándome de cualquier posibilidad de ser feliz —Intentó hablar pero lo detuve, era mi turno—. Basta —ordené—. Hace años hiciste tu elección, se llama Pauline. No es mi problema que tu matrimonio no funcione y que por fin te decidas por mí después de tantos años. No soy una papelera de reciclaje

—Sabes que no quiero que te sientas así —dijo molesto.

—Ya tú no controlas como me siento. Este círculo vicioso se terminó. No puedes sacar lo que crees mejor de ambas mujeres y unirlas para formar a esa mujer ideal que tanto deseas. Una que sea sumisa y bonita para la sociedad y otra que te desafíe para que te sientas vivo. Lo siento, pero esta mierda se acabó.

Él me miró fijamente por unos minutos para luego bajarse del auto.

Se acercó a mi lado y tocó la ventanilla cuando pensé que iba a irse a casa.

—Mis acciones te darán la seguridad que necesitas —soltó cuando bajé el vidrio para oírlo.

Sin más, arranqué el auto, sintiéndome libre.

Meses después...

Me encontraba en mi estudio viendo los planos de mi mejor y más desafiante proyecto. Sin duda alguna era impresionante. Hace un par de días había presentado el material al multimillonario que había comprado la espectacular mansión que construí en el terreno que me compró Tanner. Fue un jugoso negocio teniendo en cuenta lo poco que invertí. Él se volvió loco cuando se enteró de la venta, aún no aceptaba mi decisión. Pero me importaba una mierda sus promesas, estaba oficialmente divorciado y no podía importarme menos. Después de tanto, salí de esa oscuridad en la que había caído y no pensaba regresar. Actualmente solo me importaba mi proyecto.

—Lo tienes —dijo Isla, a punto de explotar.

Quedé pasmada.

—¡Te vas a Dubái, Savannah! —dijo y parpadeé.

—Dios mío, Isla —dije, temblando de emoción—. Tengo que llamar a mis padres.

Lo hice y decidí viajar para despedirme de ellos.

*****

—Te vamos a extrañar, hija —decía entre lágrimas mi madre.

— Yo también, pero no puedo dejar pasar esta oportunidad.

—Ve y construye ese monstruo —animó mi padre.

*****

Días más tarde me encontraba en Dubái, coordinando el proyecto. Tanner estaba en mis pensamientos. Suplicó que me quedara, decía necesitarme. Un hombre como él rogando por alguien más era insólito. También me había dicho que siempre le importé demasiado para dejarme ir. Se veía sincero, pero yo... ya había tomado mi decisión.

Dos años después...

NARRACIÓN EN TERCERA PERSONA:

Un gran edificio en forma de bloque dorado brillaba con la luz del sol. El diseño era simple. Un gran cubo mitad cristal dorado y mitad concreto perfectamente envejecido, donde tenía la historia de Dubái inscrita en árabe, combinaba lo antiguo y lo moderno. Las columnas de espejos dorados y concreto marrón con las inscripciones se alternaban unas con otras. El sol le proporcionaba un aspecto fantástico, pero de noche las luces lo hacían ver como un museo a gran escala. Era perfecto. Su más grande trabajo. Y todo el mundo lo vería.

—Misión cumplida —dijo Isla—. Ahora puedes relajarte.

Por dentro era aún más impresionante. Trabajar en Dubái fue lo mejor en su vida. Un presupuesto libre, gustos costosos y excéntricos. Pero mejor aún fue recibir la aprobación del jeque personalmente. Regresó al hotel feliz.

—Alto. —Un hombre entró con rapidez al elevador.

De espaldas a ella no podía ver el rostro de ese hombre imponente alto, espalda ancha, hombros cuadrados y poseedor de un trasero enorme. Podía deducir un cuerpo muy trabajado, tanto que el traje negro parecía querer rasgarse. Arrugó la frente, parecía el cuerpo de un jugador de futbol...

Como si leyera sus pensamientos, él apartó los ojos de su teléfono para observarla de pies a cabeza. El aire en sus pulmones se atascó. Conocía esa mirada y desde luego era la de un jugador de fútbol. Y no cualquier jugador.

—Bonito —comentó con una deslumbrante sonrisa.

Extendió una mano hacia ella con esa seguridad masculina.

—Hola, prima de Tanner —Su voz era ronca y sexy—. Por fin, es un gusto conocerte...

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