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17. Simplemente no pude detenerme.

♡ Palabras: 572

♡ Aurtora: Doriane Darkstone


Conocí a Gordon en una fiesta.

Cuando puso sus ojos en mí, sentí que el mundo se iluminaba. Sentí fuegos artificiales encender mi pecho. Me dio una sonrisa e inmediatamente supe que era suya.

Se acercó a mi, tranquilo y confiado, y yo simplemente no podía creer que se hubiera fijado en mí. Aparentaba ser una chica confiada, popular. Usaba mi exterior de chica ruda para que no se notara la verdad en mí.

Mi insignificancia. Mi inseguridad. Esa sensación permanente de ser pequeña e invisible.

En el pasado, había sido así todo el tiempo. En la escuela con mis compañeros, en casa con mis padres; me esforzaba por destacar en algo y había encontrado ese algo en los deportes, en el atletismo y en el equipo de voleibol. 

Aún así no parecía suficiente. Nadie parecía notarme todavía.

Eso fue hasta que Gordon llegó.

Entonces, sentí como si mil reflectores se posaran sobre mí.

Solo por su sonrisa. Solo por su mirada.

—¿Cómo te llamas?  —preguntó con voz aterciopelada.

Su olor llenaba los recovecos de mis pulmones, embriagador, intoxicante. Tomó una de mis manos, llevándola a sus labios y presionando un beso en el interior de mi muñeca. Ante ello inmediatamente mi respiración se aceleró y sentí mis mejillas sonrojarse. Él sonrió con arrogancia, evidentemente disfrutando el efecto que tenía en mi.

—Soy Anahí -logré decir, sofocada.

El sonrió como el cazador que al fin tiene en su poder a una presa que no le tomó mucho esfuerzo conseguir.

Empezamos a salir. Los primero meses fueron todo de color de rosa. Él tenía atenciones conmigo que nunca había recibido de nadie antes. Me sentí tan especial, tan amada que quería hacer todo para complacerlo y para hacerlo feliz, aún cosas que nunca hubiera hecho antes: como mamadas en su auto mientras el conducía, sexo en público u acceder a otras peticiones que a veces me hacían sentir bastante humillada, como el hecho de que me pedía lamer su corrida de donde sea que hubiera terminado así hubiera sido el piso. Me sentía terriblemente rebajada en esos momentos, pero cuando alzaba la vista y veía su mirada de satisfacción, simplemente no podía detenerme. Era adicta a ello. Quería que me mirara así todo el tiempo.

Aprobación. 

Validación.

Era lo que buscaba en él más allá del amor, aún dejando el amor y el respeto hacia mí misma.

Sabía que estaba mal.

Simplemente no podía detenerme.

*****

Un día regresaba a mi habitación luego de un cansado entrenamiento. Al entrar, me encontré a Gordon hablando con mi compañera de cuarto muy cerca el uno del otro. Uno de mis mayores miedos se hizo realidad en ese momento: él viendo a otra como me veía a mi.

Los reflectores se apagaban.

—¿Qué se supone que haces con mi novio, zorra? —espeté, iracunda, la adrenalina del ejercicio aún en mí, a lo que mi cuerpo volvía a rugir con ferocidad, mi instinto de lucha al control.

Sabía que tal vez estaba siendo irracional, que tal vez estaba exagerando las cosas y que existía la posibilidad de que ella en realidad no estuviera coqueteando con Gordon o que fuese él quién la estuviera buscando a ella.

Lo sabía.

Pero cuando vi la aprobación y el brillo de apreciación en sus ojos, la mirada expectante en el rostro de mi novio, simplemente no pude detenerme.

Él quería un espectáculo.

Se lo daría.

Lo haría, todo lo que fuera necesario, para seguir siendo la estrella que él mirase.

Sin embargo, con el tiempo entendí un poco a todos esos actores y actrices de Hollywood.

Con el tiempo, la luz de los reflectores apagaban la tuya propia.



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Tags: #concurso