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Aluminioum

AUTORA: Sara / @shadowhuntersara

La cueva se abría ante ellos igual que la boca de un lobo hambriento; los colmillos rocosos pendían de sus cabezas al igual que dagas listas para asesinarlos, mientras que, al mismo tiempo, las goteras del techo de roca marcaban el acompasado inicio de su final. Cada uno de ellos se preguntaba qué otra clase de aberración tenían planeada aquellos seres. Estaba claro que sus intenciones no eran las más nobles, puesto que aquellos jóvenes se encontraban atados de pies y manos caminando en fila india. Dos docenas de aquellos monstruos informesverdosos sin sexo estaban vigilándolo todo bajo sus miradas azul hielo.

El pesado sonido de las cadenas de hierro evitaba que Morgan se concentrara; mandó callar el molesto ruido con un leve movimiento de su brazo. Las criaturas blandieron sus cetros de plata terminados en algo que parecía una esfera de luz rojiza, y cada joven calló al piso.

- Deberíais estar orgullosos -comentó sentado sobre la roca más alta. Sentía que la ocasión lo ameritaba. Los de su sangre levantaron las verdes cabezas aullando con satisfacción.

Los chicos guardaban silencio, un silencio aplastante que lo llenaba de emoción. Todo eso era trabajo suyo.La alegría y la satisfacción del deber cumplido casi hacían volar su corazón ennegrecido.

- Vais a participar en un evento único.

- ¿Qué clase de evento? -quiso saber la más chica de aquellas criaturas.Tenía cinco años humanos.

- Pronto lo veréis.

Disfrutaba del sentimiento de desconcierto y miedo que se había instalado en sus corazones. Ellos no lo decían, peropodía verlos; casi los sentía echarse a llorar como cachorros abandonados. Le gustaba.

Con una mano sobre el pechocon placas, extrajo la llave que relucía con fulgor propio, una luz blanquecina poderosa que iluminaba la estancia con el poder del sol de su planeta, su hogar. De inmediato le invadieron los recuerdos.

- General -una de aquellas criaturas con parecido de lagarto lo había llamado-. ¿se encuentra bien?

- Eso creo.

Le entregó la llave con sumo cuidado, temiendo resquebrajar el endeble vidrio que la protegía. "Pronto serás libre" pensó.

El horrible vasallo la introdujo en el orificio de la roca. La llave brilló con mucho más ahínco aun, y luego explotó en millones de pedazos de cristal. Morgan se sorprendió, no sabía que era aquello.

- ¿Qué significa esto? -gritó con voz fiera y todos en la estancia se estremecieron. Los cautivos incluidos.

- Veo que no eres un alma paciente.

Una voz aguda y delicada le hablo al oído haciéndole recordar su infancia.

Giró la cabeza en busca de la procedencia del sonido, y se encontró con una imagen que le era familiar: aquella energía obligada por siglos a servir a su noble casa oscilaba en el cielo con su característico azul eléctrico.

- La paciencia es de aquellos que se niegan a tomar las riendas de su destino en sus propias manos -comentó con convicción.

- Te encuentras en un error Morgan, no veo nada bueno en tu futuro. Pero en fin... ¿para qué me has llamado?

- Quiero la copa.

La energía rió. Era una risa suave, delicada, como de pétalos acariciando la piel; sin embargo la cueva se estremeció cuando lo hizo. Una clara señal del poder que aquella criatura mitológica emanaba.

- Debí haberlo adivinado -reconoció divertida aquella cosa-. ¿Los has traído?

- A los doce, como pediste. Uno por cada mes del año terrestre.

La cosa etérea se deshizo en un segundo y se acercó a los presos. Bailaba feliz por entre sus cuerpos y a veces se les quedaba mirando con absoluta fascinación.

- Lucen deliciosos -dijo con la cara de Enero entre los dedos.

- Te he traído lo que pediste, dame la copa ahora.

- Nada de paciencia, ya lo he dicho -la luz regresó en un segundo a su roca-. Igual a tu padre.

Juntó sus brazos de energía como en una plegaria. Una bola de fuego emergió de ellas haciendo que Morgan se asustara. Aun no sabía con lo que trataba.

- ¿Seguro puedes manejarlo? - comentó disolviendo la envoltura de fuego, dejándole ver una copa tallada en plata. El afilado acero se curvaba elegantemente en las puntas, y parecía tallado por manos mágicas.

- Estoy seguro - afirmó.

En sus manos, la copa parecía resplandecer. Su tacto le era tan familiar como su propia piel, y tan necesario como el oxígeno.

- teniente Lux - bramo y la criatura terrestre bajo su mando acudió enseguida-. Proceda.

Asintiendo, se lanzó a asesinar a cada chico. Morgan podía ver como en sus ojos brillaba la tristeza al comprender la traición que cometía para con los suyos. Esto le hizo sonreír, adoraba el olor del dolor. Como a rosas muertas, y lágrimas. Le era adictivo.

Con cada cuerpo sin vida, la copa se llenaba mágicamente desde el fondo. Cada vez más pesada, el líquido carmesí lo invitaba a beberla. "Vida eterna" susurraba la burbujeante sangre.

La cosa mágica, por otra parte, succionaba la energía vital que se evaporaba de esas almas. Con cada cuerpo que se desvanecía en la tierra, el suyo adquiría consistencia: huesos, carne, piel empezaban a cubrirla desde dentro.

Mientras tanto, Lux había llegado a la última de todas: Diciembre. Observaba con las pupilas dilatas de terror, mientras las lágrimas escapaban de su rostro e iban a parar al piso. Allí, mientras caían, un pequeño copo de nieve abandonaba su rostro.

- Cuanto lo siento Hielo - comento con el corazón encogido-. Eres de mis favoritos.

- Por favor - suplicó-. Quiero a mi mami.

Cerró los ojos y atravesó su pecho delicado con un puñal de oro. Soloprofirió una corta letanía antes de dejar el cuerpo en un rincón.

- Gran trabajo Lux -Morgan sostenía la copa llena con orgullo-. Ahora viene la parte divertida.

De un solo trago se bebió la copa entera. Lux veía con terror como la sangre le bajaba por las comisuras de los labios y le quemaba formando profundos surcos en su piel. Morgan

profirió un aullido de animal herido que hizo temblar la roca bajo sus pies y se deshizo en cenizas.

- Demasiado impaciente - comento en voz baja la criatura mitológica que ahora tenía cuerpo propio.

Recogió las ropas de Morgan y se vistió allí mismo con ellas. Luego miro a Lux con ojos como rendijas.

- ¡¿Quién eres?¡ -quiso saber Lux.

- Tengo muchos nombres. Ninguno de los cuales, terrestres, sois dignos de pronunciar.

Lux sentía tanto temor por la transformación de aquella criatura, que apenas reparo en que recreaba un cuchillo largo de hueso tras de sí.

- ¿Qué quieres?

- Vuestro "hogar" me pertenece. Os habéis portado muy mal con mi pequeña creación. Quiero que me sea devuelta.

La cosa saltó desde la roca de Morgan y se plantó frente a Lux. La cazadora de Morgan, y sus pantalones le quedaban muy ajustados a su esbelta figura, y apenas podía moverse sin provocar que un botón saliera despedido. Se pasó la mano por los oscuros cabellos, y chispas azules cayeron al suelo.

- Eso no es posible. Vivimos aquí.

Lux retrocedió y miro en rededor: los lagartos habían huido. No quedaba ni una sola alma para que ayudara.

- Mi casa, mis reglas.

La cosa aulló y aquella peligrosa arma salió volando directo al corazón de Lux que, agachándose en el momento justo, evito que siquiera tocara su piel. El acero se clavó en la pared tras su espalda, mientras intentaba subir a coger la copa.

El ser la sacó con fuerza sobrehumana y la blandió con fiereza. Lux extrajo su espada de la vaina también. Ambas armas chocaron fuertemente, una y otra vez mientras cada guerrero intentaba partir a su enemigo por la mitad. Lux intentaba escalar mientras se defendía de los ataques con una sola mano.

En un segundo de distracción, ya arriba, aquello introdujo cruelmente su hoja sobre el pecho de Lux que, con su último aliento, tomó la copa en sus manos y le clavó la pequeña daga (regalo de su padre antes de marcharse) en medio de la base.

La criatura retrocedió dando traspiés y chillando, mientras su carne se derretía y los huesos se resquebrajaban.

La cueva retumbo cuando esta hubo muerto y la copa disolvido. Con sus últimas fuerzas, Lux imploro al cielo clemencia mientras la oscuridad engullía su cuerpo y oscurecía su visión.





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