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Atrapada por el tiempo

Lo que yo no sabía ni me podía llegar a imaginar es que por romper un viejo reloj en una tienda de antigüedades, iba a destruir mis posibilidades de futuro a corto y largo plazo. A ver, todos hemos leído u oído alguna vez la típica frase en las tiendas de 'el que rompe paga', pero damos por sentado que se trata del precio del objeto roto, y no de nuestra propia vida.

Siempre he sido bastante torpe, soy la única persona en todo el mundo capaz de caerse estando sentada en el suelo. Tal es mi torpeza que mis amigos llevan siempre un botiquín para las posibles causas de estar junto a mí, o de ser yo, para qué engañarnos. Tengo más cicatrices en mi pobre cuerpo que un Berseker.

En fin, recuerdo que ese 6 de julio, el cumpleaños de Ion, mi hermano, había quedado con Leire, e Irati para ir juntas a comprarle un regalo. No tenía ni idea de lo que le iba a comprar, quería que fuese algo especial, al fin y al cabo, no todos los días se cumplen 25 años. A Leire siempre le había gustado Ion y ella también quería cogerle algo especial, algo que le dijera lo que mi amiga sentía por él sin tener que decírselo con palabras.

Irati tuvo la idea de ir a una tienda de antigüedades que habían abierto hacía poco en el centro de Bilbo, lo que ninguna de nosotras imaginábamos era que yo me marcharía de ahí con un antiguo reloj de bolsillo que ya no funcionaba gracias a mis dos pies izquierdos.

Cuando entramos en la oscura y lóbrega tiendecita, lo primero que vimos fue al propietario, no me gusta burlarme de la gente ni destacar los defectos de los demás, pero de verdad que parecía un iratxo, con su baja estatura, sus puntiagudas orejas que medio escondía en un gorro de lana con el escudo del Athletic. En cuanto le vimos, nos miramos las tres pensando exactamente lo mismo. Él se acercó a nosotras mirándome a mí fijamente a los ojos antes de preguntarnos amablemente lo que queríamos.

-Buscaba un regalo para mi hermano -le contesté yo mirando al suelo para romper el contacto visual que ambos teníamos-. Cumple 25 años y quería algo especial, pronto se marchará a Irlanda a trabajar y quiero algo de uso cotidiano para que se acuerde de mí cada vez que lo utilice.

-Entiendo -asintió él con su marcado acento euskaldun, lo cual no ayudaba a no compararlo con un duende...-. ¿Tu hermano usa reloj?

-Pues la verdad es que ya no, ahora miramos todos la hora en el móvil, así que... Pero, colecciona cosas antiguas, es arqueólogo, bueno, está en practicas aún, pero le apasionan todas las cosas con más de cien años.

-Ajá, entonces tengo el regalo perfecto para tu hermano -me aseguró él con una extraña sonrisa en los labios antes de indicarme que lo siguiera por uno de los pasillos. Cuando llegamos a donde él me guiaba, vi que había un reloj, que a pesar de ser una antigualla, era bastante chulo y aún funcionaba perfectamente-. Este reloj tiene más de trescientos años, pertenecía a una antigua familia de Gernika, pero después del bombardeo, la guerra y la posguerra, tuvieron que venderlo. Tiene una pequeña falla a cuenta de sobrevivir al 37, pero funciona perfectamente.

-Oh, algo de la época de la guerra, seguro que a Ion le encanta, ¿cuánto cuesta?

Ése fue mi inocente comentario antes de que mi mala pata me hiciera provocar un auténtico desastre. El tendero me dejó coger el reloj y, aún no sé qué pasó, éste se me resbaló de las manos y cayó al suelo rompiéndose por completo la esfera y saltándose la minutera. El rojo del gorro del comerciante no hacía competencia en absoluto al de mis mejillas.

-Dios mío, señor, lo siento muchísimo. Me lo llevo, seguro que alguien me lo puede arreglar -me disculpé yo completamente avergonzada, pero él no reaccionó como yo esperaba, es más tenía una sonrisa de oreja a oreja.

-No te preocupes, como te he dicho tenía una falla, sólo son 50€. Te daré la dirección de un buen relojero que puede echarle un vistazo.

Tras decirme eso se dirigió al mostrador para cobrarme por el estropicio en el que yo había convertido al pobre reloj. Lo metió en una caja y lo guardó después en una bolsa, cuando fue a cogerme el billete, me agarró la mano durante los segundos que me dijo:

-Bidh ù ine na shealbhadair agad.

-¿Disculpe? -respondí yo sin tener ni idea de lo que me había dicho.

-Nada, que tengáis un buen día -se despidió él con una siniestra sonrisa que consiguió ponerme los pelos de punta.

Cuando abrí la puerta y salí a la calle me quedé completamente paralizada, ya no estaba en la capital vizcaína, en su lugar estaba en una especie de páramo completamente sola, delante de mí ya no se encontraba la concurrida calle, si no que un enorme y antiguo reloj parecido al que yo acababa de comprar, sólo que éste no era de bolsillo y tenía la peculiaridad de estar parado justo a la hora en que a mí se me había caído su hermano en la tienda. De repente, de la esfera salieron una especie de rayos solares que me envolvieron a la vez que oía a la voz del tendero susurrar algo que me dejó petrificada:

-Ahora el Tiempo es tu señor, Mireia, tú serás su nueva Reina, hace tiempo que los iratxos buscamos la chica especial que nos liberase de las garras del olvido.

Esas fueron las palabras que me dijo antes de ver a un ser que se suponía que no existía, me recordó a todos esos libros y cuentos en los que sale un rey de las hadas.

-Hola, Mireia -me dijo extendiendo su mano derecha hacia mí-, mi nombre es Maju, y tú serás mi Mari. Te quedarás conmigo para siempre.

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