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Capítulo Tres.

No podía ver muy bien, uno de sus ojos estaba tan hinchados que su vista era borrosa y el restante simplemente ardía. Su vista fija en el piso sin ponerle mucha atención a la alfombra afelpada que hacía la habitación más caliente, sus piernas no dolían si las movía, pero los moretones no las hacían ver muy lindas, de hecho su rostro ya no parecía el de un ángel con todos esos golpes.

JinSoul y Wendy apesar de ser concubinas reales eran lo suficientemente amables y gentiles cómo para ayudarle a limpiarse. La rubia pasaba una esponja de tela sobre sus brazos quitando la sangre, y Wendy peinaba sus cabellos.
Las dos con miradas lamentables ante la vista triste.

-No debiste protestar- comenzó Soul sin obtener ni siquiera un suspiro como respuesta-, Su majestad es cruel.

Wendy suspiró profundamente viendo las lágrimas gruesas bajar como cascadas por las mejillas del hombre, aún así no emitió ningún sonido, ningún sollozo.

Tiempo después SeokJin ya estaba de nuevo bien vestido, su rostro que estaba hinchado al principio ahora empezaba a mejorar con las medicinas y ya no se veía tan golpeado, pudieron así maquillarlo y mejorarlo para cuando el rey regresará de sus deberes.

La habitación era enorme y podía asegurar que era la más decorada con oro que las demás, aunque no haya visto más allá de su habitación las paredes brillaban y era raro siendo un castillo oriental a cómo los demás reinos en el país. Tal vez porque eran la capital de Corea, era el palacio más importante y NamJoon el rey más respetado de todos incluso gobernando el país con sabiduría y ganancias.

-Las criadas traerán los aperitivos en un momento - terminó Wendy cuando su trabajo acabó y sin decir nada más las dos mujeres caminaron hacia la salida.

Antes de que pudieran marcharse SeokJin se atrevió a hablar, no confiaba en nadie de ese lugar pero ellas lo habían tratado bien hasta ahora.

-Yo...- susurró haciéndolas parar y voltear a verlo por segunda vez-. No quiero estar solo.

Las dos se voltearon incómodas.

-Veras- contestó Soul-. Eres... El concubino varón, aún no eres nombrado concubino real pero eres el único que le está dando esperanza a su majestad con un heredero. No se nos permite estar contigo, escuchamos que su majestad está desbaratado por ti.

-Si nosotras nos quedamos aquí, o te llevamos afuera- interrumpió Wendy-. Haríamos enfadar al rey, lo sentimos mucho, pero así son las reglas aquí.

Sin decir nada más las dos salieron de la habitación.

Por otro lado SeokJin solo tragó pesado, el nudo en la garganta estaba empezando a dolerle cómo mil agujas y los ojos volvieron a arderle.
Pero la puerta se abrió una vez más, y cuando pensó que volverían por él la imagen de una nueva mujer llamó su atención.

Su enorme vestido típico, su rostro perfectamente maquillado con un delineado tan oscuro como la noche, las joyas caían de cualquier lugar y, aunque pareciera estúpido, sus labios perfectamente pintados de tinto le hicieron sentir un escalofrío en la espalda.

Kim JiSoo, había sido la primera concubina en pisar el palacio, y está de más decir que también fue la primera en ser nombrada de la realeza.
No importa si NamJoon tenía una concubina nombrada como la favorita de todas, o si había otra en la que más confiaba. Ella siempre fue la primera en todo, incluso en robar el corazón del rey, siempre había estado un paso más adelante que las otras.

La vió caminar directo hacia él sin ninguna pisca de duda, y a las dos sirvientas de ayuda a un lado suyo con trajes negros y peinados livianos.

Ante la mirada penetrante se obligó a desviar la vista, sin contar con la enorme bofetada que recibió al instante aturdiendolo.

-¿Te atreves a desviar la mirada?- habló por fin ella-. Desde cuándo tienes permitido hacerlo.

SeokJin no contestó.

-Eres tan horrible- mintió ella.

La verdad es que sentía tantos celos.
SeokJin podía parecer un ángel caído del cielo, con esos ojos enormes y el brillo en estos mismos, sus labios rosados sin necesidad de pintarlos y esa piel blanca y tan suave que no parecía ser alguien real.
Estaba tan celosa que quería destruirlo con sus propias manos.

Pero JiSoo no se mancharia las manos con una sola gota de sangre, para eso estaban los criados y los pordioseros.

-Eres un varón - siguió recelosa-. Pero no deberías sentirte tan especial por eso, cuando tengas el heredero que su real majestad tanto desea te echará del palacio- eso pareció tan tentador para SeokJin- Pero en un ataúd, y lo peor es que por la puerta trasera.

Tragó pesado y con miedo apretó las sábanas entre sus manos.
Sintió un nudo en el estómago que sintió náuseas ante la mínima imagen en su mente de morir en manos de esa gente, cómo si realmente no valiera nada.

¿Acaso alguien le lloraría? Sus padres para ese entonces deberían estar devastados y con la noticia de su hijo muerto deberían pasarlo peor de lo que lo hacían. Incluso estaba la posibilidad de que nunca se enteraran y eso sólo le hacía sentirse peor.

Sintió como JiSoo sujetaba su cabello con fuerza y lo obligaba a levantar la cabeza para chocar miradas.
Ella rió con amargura al ver tantos golpes.

-Parece que no me equivoco- continuó-. Su majestad no estaría con alguien cómo tú... Aunque no está de más decir- se acercó lentamente hasta que sus labios casi rosaban su oreja-. Que si intentas conquistar a su majestad, sacaré cada intestino dentro de ti, y haré que te los tragues mientras gritas de dolor.

Dicho esto se separó con una sonrisita burlona cuando vió los ojos llenos de terror y lágrimas en el contrario.

Cuando JiSoo quiso decir algo más, las puertas se abrieron lentamente, y ahora sí los criados de cocina entraron cautelosos.

A excepción de él...

-Mi señora- saludó aquel rubio con una venia para después acercarse-, Los platillos en la sala real ya están servidos, las demás concubinas mueren de hambre y ruegan por su presencia.

JiSoo desvío la vista de SeokJin y con aburrimiento miró al jefe de cocina.
Park JiMin, el chef real, sólo sonreía levemente sin miedo a los ojos venenosos de la mujer, para después verla marcharse sin dejar de lado la última mirada oscura a SeokJin.

-Realmente está loca- murmuró cuando las puertas fueron cerradas-. Pero te recomiendo que tú no lo digas o me mandarán a cortarte la lengua.

Jin tragó pesado y JiMin sonrió dejando de lado la mirada dura.
-Es mentira- rió bajito, gracioso ante la reciente broma-. Su majestad nunca me dejaría hacerlo.

El silencio volvió a opacar la habitación, la verdad es que Jin sentía que tan sólo decir una mala palabra en falso lo llevaría más rápido a su muerte. A la muerte que ya lo esperaba.
No era de esos que pensaban a mal tiempo darle prisa tal vez si le rogaba al rey éste entendería.

Pero que equivocado estaba.

Sin embargo, ante el silencio, el chef se acercó con pasos seguros sin sorprenderse del miedo ajeno al tacto. Sabía que su majestad era muy duro los primeros días antes de aburrirse, aunque sabía que está vez la situación era diferente.

Él agradecía no ser un concubino varón.

-¿Te gustaría comer en el jardín principal?- preguntó y ésto ahora sí llamó la atención del menor.

-Las concubinas dijeron que el rey se molestaría- contestó bajito.

Y Jimin volvió a reír.
-No, la maldita bruja es la que se molestaría- Jin frunció el ceño-. Tiene miedo a que él rey te encuentre, siempre que sale del palacio y regresa va directo a ella por un poco de atención, si el rey te encuentra antes de llegar a ella su oportunidad irá.

SeokJin no contestó, porque la verdad es que eso no lo hacía sentir bien.

-¿Vamos?- volvió a preguntar el rubio y SeokJin asintió.





El tipo de palacio en Corea es este, no el típico de princesa de Disney. Incluso la vestimenta se basa en la coreana.

-jkookie.

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