10| DIME CARIÑO
Las calles de Yuin nunca fueron tan coloridas como en ese momento, tan alegres que actuaron como una caricia directo en su corazón. En el pasado, Jungkook jamás creyó que echaría tanto de menos el bullicio de la gente, los aromas dulces de las frutas, y aquellos brillantes objetos que por naturaleza, siempre llamaron su atención. Cuando era libre de salir a explorar, nunca se tomó el tiempo de admirar cuán bella podría ser la cotidianidad, pero el pasar tanto tiempo encerrado en el palacio, le devolvió la emoción, las ganas de vivir y admirar incluso el más pequeño e insignificante detalle.
Con Taehyung a su lado, tomando su mano mientras recorrían el mercado que solía visitar desde que era niño, con el sol primaveral brillando en lo alto de los cielos, y la gente moviéndose a sus costados sin prestarles atención, Jungkook sonrió, inconscientemente acarició su vientre con su mano libre y se permitió mirar de reojo los puestos y tiendas donde seguramente encontraría alguna baratija con la cual maravillarse, dulces postres que amaría degustar, y fruta fresca para compartir con su acompañante.
El alfa al ver a su concubino tan despierto y alegre, infló su pecho de puro orgullo, sin embargo, no pudo deshacerse de la incertidumbre que sentía, pues durante tiempo que les tomó llegar al mercado más grande de Yuin, el omega se mantuvo en silencio. El almuerzo con sus padres había sido todo un éxito, pero parecía que la poca confianza que habían logrado establecer, se disolvió desde el momento en el que su impertinente curiosidad lo llevó a visitar la tumba de su hijo.
—Jungkook —lo llamó Taehyung en un murmullo, sintiendo sus manos sudar en anticipación y sus piernas flaquear cuando los felinos ojos del azabache lo escrutaron sin reparo. Debía admitir que en ocasiones le temía, pues aunque a simple vista parecía inofensivo, su crianza, linaje, y turbias experiencias ocasionadas por su mano, lo hacían pensar que quizás y durante la noche, sería asesinado a sangre fría. No culpaba, después de provocarle tanto dolor, él haría lo mismo en su lugar, sin embargo, lo hacía temblar—. Me gustaría saber, si es que quizás, estás molesto por haber visitado la tumba del niño. Y antes de que respondas, que sepas que no fue mi intención ofenderte, y mucho menos herirte con mi inoportuna presencia.
—No estoy molesto —respondió en un suspiro, y sin apartarle la mirada, se lamió lentamente los labios, como queriendo provocarle, o averiguar a través de sus pupilas si sus palabras eran sinceras—. Sólo creo que no era el momento. Me hubiera gustado que lo recordara antes de conocerlo, pues estoy seguro de que le habría encantado, pues aunque no lo conoció, él también sufrió su abandono.
La culpa no le dio tregua. Cada vez que Jungkook hablaba de su hijo, su lobo hacía presencia en sus iris, el aroma que desprendía era sumamente melancólico y su semblante decaía de a poco, provocando que sus entrañas se contrajeran y que su corazón se detuviera. Le parecía hipócrita su reacción, mas no podía evitar sentirse preso en una trampa que él mismo colocó. Pensó en sí mismo como aquellos padres que abandonan a sus hijos y vuelven años después intentando exigirles caridad, amor y protección, cuando ellos no fueron capaces de ejercer su paternidad. A fin de cuentas, él los había abandonado, permitió que el omega sufriera un dolor peor que la agonía, y condenó a su primogénito a florecer tres metros bajo tierra.
En ese momento comprendió que la molestia de Jungkook estaba más que justificada, no recordaba a su hijo, y sin embargo pretendía llorar su muerte, ejercer un papel que a voluntad abandonó y proporcionarle la protección que él le arrebató.
—Lo lamento —expresó con sinceridad, e intentó haciendo uso de toda su voluntad, no mostrarse vulnerable ante el azabache, no quería causarle pena, y mucho menos chantajearlo con lágrimas para que perdonara un error que aún no comprendía—. Lamento haberte hecho pasar por tanto. Ahora mismo no lo recuerdo, pero te creo, Jungkook, y te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para poder volver a ese lugar, y saludar a nuestro hijo como es debido. Sólo dame un poco más de tiempo.
—No se mortifique, sé que no ha sido su culpa —le dijo Jungkook fingiendo una sonrisa—. El destino nos ha hecho una mala jugada, sí, pero el responsable de la muerte de mi hijo, tiene nombre y apellido. El único culpable de toda la agonía que he soportado, vive y goza indignamente bajo su techo. La cuestión es, majestad, ¿Cuando será capaz de verlo? La envidia puede ser más mortal que el mismo veneno, pero no lo culpo, pues yo también fuí ciego.
La mención implícita de su consorte, le erizó la piel, y suspirando por el recuerdo amable de su bella sonrisa, se atrevió a dudar.
—¿No crees que es un poco apresurado adelantarte a los hechos? —inquirió con cierto deje de molestia en su mirada—. ¿En verdad crees que Jimin actuó con malicia? ¿Qué pasaría si en realidad él es una víctima más? No estoy seguro de nada ahora mismo, pues si he sido capaz de asesinar a mi propio hijo, ¿quién me garantiza que no me aproveché de un omega en celo? Todo está confuso en mi cabeza, no puedo distinguir entre lo que es real o una absurda alucinación.
—¡Basta! —vociferó Jungkook, zafándose de su agarre bruscamente, pues aunque intentó mantenerse sereno, comenzaba a fastidiarle la contradicción del alfa—. No lo justifique más. Si quiere creerme hágalo, si no, le pido que no me lastime más. Hable claro y dígame la verdad. Yo no lo he obligado a nada, no es mi culpa que él no pueda darle un hijo, y tampoco es mi responsabilidad cargar con su complejo de inferioridad.
—¿Complejo de inferioridad? —replicó Taehyung con escepticismo.
—¿Es que acaso no conoce sus orígenes? —inquirió colérico, con las mejillas sonrojadas y las manos hechas puños—. Yo lo saqué de las calles. Ahora mismo ese omega estaría siendo abusado, quizás vendido y explotado por nobles pervertidos y sin moral, de no ser porque le tendí la mano. ¿Qué culpa tengo yo de ser el hijo de Jeon GongYoo, de pertenecer al clan más grande y poderoso de Yuin, y ser el omega más bello del reino? Ninguna, majestad, fuí bendecido por la madre Luna y nací en cuna de oro, sin embargo me burlaron, abusaron de mi confianza y me arrebataron lo que más amaba. Ese maldito omega que tomó como reina, me dejó en la ruina, así que no estoy dispuesto a competir con él, no me rebajaré al nivel de un simple esclavo solo por la atención de un alfa; así que no intentaré forzarlo a creerme cuando es evidente que su corazón se encuentra inclinado hacia otra persona. Esta vez es su decisión, se encuentra en perfectas condiciones para elegir un camino, pero le diré que si desea estar conmigo, tendrá que mirarme solo a mi, y creer en mi palabra.
Cuando Jungkook comenzó a caminar y lo dejó de lado, su orgullo como rey se vio gravemente herido, avanzó los pocos pasos que los separaban y tomó su antebrazo con fuerza para obligarlo a mirarlo.
—Se te olvida con quién hablas —gruñó molesto—. He sido amable contigo porque…
—¿Por qué me compadece? —lo interrumpió, e intentó escabullirsd de su agarre para volver sobre sus pasos, sin embargo Taehyung no lo soltó, afianzó su agarre y lo jaló a su cuerpo con tanta fuerza que su frente estuvo a punto de chocar con el mentón ajeno, pues la diferencia de estatura, era considerable—. Suélteme.
—No me dirás que hacer —masculló el alfa con soberbia—. Que esta sea la última vez que te atreves a alzarme la voz, de lo contrario, habrá consecuencias.
—No le tengo miedo.
—Pues deberías.
Con eso dicho, y su mano libre sosteniendo su cintura, Taehyung acercó su rostro al del azabache, jadeó sobre sus labios y los besó superficialmente. El omega se mantuvo renuente por un momento, mas no el suficiente, pues en cuanto la humedad de su lengua recorrió su mentón, sus ojos se cerraron, su cuerpo perdió la tensión acumulada, y abrió ligeramente la boca para recibir el hambriento beso que el monarca le propinó.
Al sentirse libre de la presión en su antebrazo, y sucumbiendo a sus anhelos, enredó sus extremidades en los hombros ajenos, la punta de sus pies sostuvieron su peso cuando se inclinó en busca de más contacto, hasta que fue consciente de las miradas y susurros indiscretos por la escena tan apasionada que le estaban dando a la gente que deambulaba por las calles del mercado.
Avergonzado por su impúdico impulso de besarlo y deshacerse entre sus caricias, se alejó lentamente de su cuerpo, y agachó la mirada cuando distinguió una socarrona sonrisa en el rostro del alfa.
—No te haces una idea de lo excitante que resulta para alguien como, que una criatura tan bella lo desafíe de esta manera —le dijo Taehyung sobre su oído, no permitiendo que su sonrisa se desvaneciera—. Eres precioso incluso avergonzado.
—Por favor, majestad, guarde sus palabras para después, todo el mundo nos está mirando.
—Que nos vean —se burló—. Que todo el mundo sepa cuan afortunado soy por tener a mi lado a un omega tan bello. No te preocupes por nada, después de todo, eres el esposo de un Rey.
—Que la Luna se apiade de nosotros —respondió el omega imitando su expresión, ladeó una sonrisa, y levantó su ceja izquierda mientras bufaba—. No he conocido a un Rey más soberbio que el que tengo enfrente.
—¿Te burlas de mí?
—Sólo un poquito.
Olvidando su reciente riña, Jungkook se alejó entre risas hacia un puesto en particular, que se encontraba sin custodia alguna pese a las brillantes y caras joyas que yacían intactas sobre la pequeña mesita de madera. Taehyung aunque molesto por su osadía, se aseguró de llevar suficientes monedas de oro en su bolsillo antes de seguirlo.
—Si quieres algo, sólo tienes que pedirlo. Tu esposo está dispuesto a complacerte.
Ignorando su presencia, el omega se mordió el labio inferior mientras movía sus ojos detenidamente por los objetos en venta, lo que provocó que el castaño gruñera por su indiferencia, y que comenzara a sentirse ansioso por una mirada suya.
—Se lo agradezco, pero no hace falta, su majestad…
—Cariño —lo interrumpió el alfa, tomando su cintura con posesividad—. No puedes andar por aquí informándoles a todos el cargo ocupa tu esposo, dime cariño.
—Preferiría no hacerlo —respondió mientras negaba—. Además fue usted el primero en mencionarlo. Y nadie aquí conoce su rostro, su anonimato está a salvo.
—Si me llamas así después de una discusión, te aseguro que se me ablandará el corazón —murmuró sobre sus mejillas, y con su diestra colocó uno de sus mechones sueltos detrás de su oreja—. Anda, dilo, prometo que te cumpliré un deseo.
Rendido ante sus encantos y su áspera, pero melodiosa voz, Jungkook se giró para encararlo con una estoica expresión. Sus pupilas recorrieron con recelo su firme postura y suspiró enterrando en las profundidades de su consciencia su orgullo.
—¿Cualquier cosa? —preguntó sin apartarle la mirada, tragando en seco cuando el castaño asintió con una sonrisa cerrada.
—Lo que tú quieras.
—Entonces, cariño —le dijo con sorna, pasando su palma abierta por su fuerte pecho— ¿Me llevarás a ver las estrellas está noche?
—Siempre y cuando prometas que no gritarás tan fuerte.
Por la coquetería en su mirada, y aquella sonrisa enigmática, Jungkook terminó por colorearse completamente de rojo, y tanto fue su sofoco, que se alejó bruscamente de su agarre para moverse al otro extremo de la mesa. Taehyung aunque un poco decepcionado por su reacción, caminó en su dirección sin desvanecer su sonrisa, se paró a su lado y miró con curiosidad los objetos tendidos en la pequeña madera, que variaban entre binyeos hechos de huesos de animales, hasta precios anillos de jade.
—¿Cuál te gusta? —inquirió para el azabache, mas éste no le respondió, continuó mirando las joyas con tanto detenimiento que incluso Taehyung llegó a pensar que era un aficionado de corazón—. ¿No son de tu agrado? ¿Prefieres mirar en otro lugar?
—Me gusta éste —respondió Jungkook sin mirarlo, simplemente se dedicó a acariciar superficialmente el anillo de ópalo negro que se encontraba oculto entre una vasija—. Conociendo al dueño, seguro que ya lo tiene vendido.
—Ofreceré un mejor precio si tanto lo quieres —le dijo con seguridad, a lo que el omega le respondió con una mirada mordaz.
—¿Intenta usted impresionarme con obsequios?
—Si así consigo otro beso tuyo, por supuesto.
—Pues funciona —Se encogió de hombros, y volvió a enfocar su atención en el anillo.
Poco tiempo después, el dueño del puesto apareció frente a ellos. Un omega varón con la cabeza repleta de canas y unas arrugas tan marcadas, que parecía molesto incluso con el rostro sonriente.
—¡Joven amo! —saludó el anciano con entusiasmo—. ¡Madre mía! Creí que nunca más volvería a verlo por aquí. ¿Cómo está usted? ¿Su cachorro ha crecido bien? —Por el silencio del azabache, el comerciante dedujo la respuesta a esa última pregunta; las comisuras de sus labios descendieron gradualmente y se impulsó para sobar su hombro en un intento por transmitirle sus condolencias—. Lamento mucho su pérdida, sin embargo, veo que la Diosa le ha dado una nueva oportunidad, usted y su alfa tendrán luz después de tanta oscuridad. Buenos tiempos se aproximan, se lo aseguro.
—Es muy amable, señor Cha, se lo agradezco —respondió forzosamente el omega—. También lo eché de menos.
—No más que yo, pues no he podido conocer a un mejor cliente que usted —dijo en cambio—. ¿Quiere pasar? Tengo más cosas dentro que seguro le van a encantar.
—Bueno…
—De hecho, a mi omega le ha gustado este anillo —intervino Taehyung hábilmente, y apenas abrió la boca, el omega lo miró con asombro, como si realmente no se hubiera percatado de su presencia.
—¡Madre mía, pero si es el alfa! —exclamó emocionado el comerciante—. Joven erudito, jamás he visto alfa tan atractivo como usted, y déjeme decirle que en su ausencia he conocido a mucha gente, pero ninguno se compara a tan alto, fuerte, e imponente hombre. ¡Que tiemble el rey! Pues hay entre los nuestros un alfa digno del poder.
—No se pase, señor Cha —masculló Jungkook con recelo—. No mire a mi esposo más de la cuenta, o me pondré celoso.
—La envidia es un pecado —respondió el aludido con sorna, que prontamente fue reemplazada por una nueva euforia al percatarse de un dato que había pasado por alto—. ¿Su esposo? ¿Ya se han casado? ¡Enhorabuena! ¡Que felicidad! Pasen, pasen, les daré un obsequio digno de un matrimonio tan bello como el de ustedes. ¡Oh mi Luna! Yo creía que jamás se casarían, temí por su honor, joven amo, temí tanto que recé noche y día por usted. ¡La madre Luna me ha escuchado! ¡Hoy es un buen día para celebrar!
Una vez que el omega mayor desapareció entre alaridos en el interior de una pequeña tienda, Taehyung se quedó helado por un momento, intentando recordar cuándo y cómo fue, que había convivido tanto con ese comerciante para evocar tanta alegría en él.
—Dime, Jungkook, ¿Cómo es posible que este hombre me recuerde?
Jungkook se mordió el interior de su mejilla por su pregunta, dudó si debía responderle, o simplemente dejarlo con la intriga, pero al mirarlo lleno de confusión y cierto deje de desesperación, se le terminó por ablandar el corazón.
—Los días que pasaba a mi lado en casa de mi padre, paseábamos por aquí. En algunas ocasiones me obsequió un par de objetos de este mismo puesto, y con el tiempo, terminamos haciéndonos amigos del señor Cha.
—¿Conservas las cosas que te regalé? —Jungkook asintió sin más, y el regocijo que sintió por su rápida respuesta provocó que sus feromonas se esparcieran por al menos quince metros a la redonda—. Me gustaría verlas, si no te importa. He leído que es bueno para las personas que han perdido la memoria, tener algún objeto tangible de un momento olvidado.
—Por supuesto —respondió Jungkook—. Tengo un par de cosas en casa, pero la mayoría se encuentran en el palacio.
—Estoy seguro de que al menos encontraré un par de estos entre tus cosas —Tomó un norigae sencillo en tonos corales y lo elevó a la altura de los ojos del omega.
Jungkook palideció al ver el objeto, e instintivamente apretó el norigae de piedra de jade que adornaba su hanbok, pues ese había sido el primer obsequio que Taehyung le dió, el primero de mucho más que mantenía bajo llave escondidos en el fondo falso de un baúl en el palacio.
—¿Está seguro de que no recuerda nada? —indagó Jungkook cuando la intriga le fue incontenible, y supuso que algo le ocultaba cuando el castaño le desvió la mirada—. Ya le dije que puedo ayudarlo…
—No pasa nada —lo interrumpió el alfa—. Disfrutemos del tiempo fuera del palacio, no es momento para agobiarnos.
Antes de que Jungkook pudiera decir algo al respecto, y tras percatarse de que había estado hablando solo, el propietario de la tienda salió dispuesto a todo para obligarlos a entrar. Los empujó hacia el interior y no los dejó salir sino hasta que les vació los bolsillos. Aunque quisieron negarse, el señor Cha era un vendedor experto, no por nada le había dedicado su vida al comercio.
Cuando salieron de la tienda, Yoongi, quién se había mantenido oculto entre la gente, al igual que un puñado de guardias del palacio, tuvieron que acudir a su ayuda, pues ninguno fue capaz de sacar los baúles con todo lo que habían comprado, al igual que los obsequios que el comerciante les había dado.
Exhaustos por tanto parloteo, y una vez que se encontraron a solas en las calles, se dieron cuenta lo tarde que era. El movimiento en las calles había cesado ligeramente, y en el horizonte el sol comenzaba a esconderse.
—¿Puede volver solo? —le dijo Jungkook al monarca, mirando desesperado hacia el quiosco que se encontraba en la plaza—. Hoseok hyung debe llevar horas esperándome.
—Te llevo hacía allá —respondió tajantemente, pues su impaciencia y renuncia a integrarlo en ese misterioso plan, lo tenía alerta—. No me agrada la idea de que andes por aquí solo. Llevas a mi hijo en tu vientre, es mi obligación mantenerlos a salvo.
—No estaré solo. Yoongi ya debe haber vuelto.
—¿Crees que eso me hace sentir seguro? —le preguntó burlesco—. No sé de dónde sacaste a ese mercenario, pero no me agrada para nada.
—Min Yoongi es alguien de fiar.
—No me parece —Se mantuvo firme ante su negación, a lo que Jungkook respondió blanqueando los ojos—. ¡Hey! No vuelvas a hacer eso, es de mala educación.
—¿No será que sólo está celoso?
—¿Qué si estoy celoso de ese gato? ¿Yo? —Bufó ofendido—. No sé si no te has dado cuenta, precioso, pero no hay alfa en este reino que pueda igualar la grandeza de Kim Taehyung.
—Si tan seguro está de sí mismo, ¿por qué temer? —le replicó el omega arqueando una ceja—. Yoongi me ha demostrado lealtad, y confío ciegamente en él.
—No me gusta para nada que prefieras la compañía de ese alfa antes que la mía. No me interesa si es de fiar o no. No lo quiero cerca de mi omega y mi cachorro.
—Yo no soy su omega, majestad. Soy únicamente su concubino.
—Eres mío sin importar el título que tengas —bramó cada vez más molesto—. No mires a otro alfa cuando me tienes frente a ti. Me hierve la sangre de solo imaginarte siendo tocado por alguien más, así que, por favor, no me hagas repelar.
—¿Y dice que no está celoso? —se burló, mas la sonrisa de satisfacción no pasó desapercibida para el monarca, quién lentamente fue perdiéndose en su bello rostro hasta que las feromonas picosas se disolvieron, y su ceño antes fruncido se relajó.
—¿Y qué más da si estoy celoso o no?
Suavizando su mirada, el omega, con suma delicadeza deslizó sus manos por el pecho ajeno hasta acunar su rostro entre sus palmas, acarició sus mejillas y dejó un tímido beso en la punta de su nariz.
—No hay en este mundo alfa al que ame más que a usted, mi señor, sin embargo, he pasado tanto tiempo encerrado en el palacio, que ahora deseo ver a mi familia. No me he reunido con mis cuñados desde hace un par de años, y anticipo que no le será grato estar rodeado de omegas cotilleando los chismes de los nobles. No es que no desee su compañía, sino que me gustaría estar a solas con ellos, pero si tanto le preocupa, acompáñame a casa de mi hermana, y si gusta, puede esperarme…
—Está bien —lo interrumpió Taehyung, soltando un suspiro, que más que parecer cansado, resultó rendido—. Te llevaré a encontrarte con el señor Jung, y volveré a casa de tus padres. Lamento mucho ponerte en aprietos, es sólo que últimamente no puedo controlar a mi lobo.
—¿Su lobo volvió? —le preguntó atónito.
Taehyung carraspeo la garganta por su imprudencia, y asintió cuando se vió acorralado por los ojos brillos del azabache.
—Hace un par de semanas —admitió en un murmullo—. Estuvo ausente por tanto tiempo que ahora me es difícil controlar mis emociones. Tenme paciencia, es lo único que pido.
Con esa declaración Jungkook comprendió el comportamiento de su propia parte animal, que se desmoronaba con un toque, y soltaba aullidos eufóricos cada vez que las feromonas del alfa se hacían presentes. Finalmente estaba con su compañero, y aunque lo resentía por todo lo ocurrido, el primer amor nunca se olvida, y las parejas unidas por la madre Luna, eran ciertamente eternas.
—Lo amo, su majestad…
—Dime cariño —Casi le suplicó, y mirándolo a los ojos, incluso con el gentío moviéndose a su alrededor, se sintió como si fueran ellos los únicos en ese lugar, con sus corazones latiendo al unísono, y sus lobos exhalando suspiros por su preciada cercanía—. De ahora en más, trátame con cariño, hazme sentir que te pertenezco también.
—Usted me ha pertenecido desde el día que nos conocimos frente al claro. Taehyungnie, usted es más mío de lo que algún día podrá ser suyo. Cada suspiro que da, cada uno de sus pasos, sus sueños y sus dolencias, me pertenecen. Usted es mío tanto como yo soy suyo…
—¡Oh no! ¡Mis ojos!
Con aquella exclamación de una voz extraña a sus espaldas, Jungkook se giró con mala cara hacia aquel que había interrumpido abruptamente su momento romántico, sin embargo, al ver el gesto de desagrado en un rostro conocido, soltó a Taehyung para correr a su encuentro.
Jeon Hoseok se encontraba de pie frente a ellos, luciendo un bonito hanbok en tonos azules y el cabello atado en medio moño, permitiendo así que su largo cabello dorado cayera con gracia por sus hombros. Sus hijos, a quienes era extraño verlos a su lado, se escondían detrás de él, asomando los ojos con curiosidad por sus caderas.
—¡Hyung! —pronunció Jungkook efusivamente, abrazándolo con tanta fuerza, que el rubio tuvo que apartarlo para poder respirar con normalidad.
—Que gusto verlo tan feliz —le dijo Hoseok entre suspiros, pero jamás desvaneciendo su sonrisa—. Creí que había olvidado nuestra cita, pero vaya sorpresa que me llevé —Sus ojos cayeron sobre el alfa que se mantuvo al margen de la situación, parado en silencio y observando atentamente su reencuentro; y con una sonrisa tímida, obligó a sus hijos a salir de su escondite para saludarlo—. Su majestad, es un honor poder verlo nuevamente. Ellos son mis hijos, Jeon SunHwa y Jeon YeongMin.
SunHwa, al ser la mayor de la camada, con siete años de edad y un panorama más amplio a lo que respecta las clases y rangos sociales, se inclinó ante el monarca con respecto, mientras que YeongMin, con apenas cuatro años de vida, lo saludó con torpeza y un singular balbuceo tan tierno, que Taehyung terminó por acuclillarse frente a él para revolverle el cabello.
—Mucho gusto —los saludó el castaño con una brillante sonrisa—. Pueden llamarme tío.
—Oh no, su majestad, jamás lo permitiría —Se apresuró a decir Hoseok, dejando en evidencia su preocupación en las feromonas que soltó—. Son pequeños, pero saben su lugar.
—Padre, el tío me da miedo.
Ante el terror presente en la voz de YeongMin, y la incómoda presencia del alfa con más poder en el reino, Hoseok dirigió su atención a su hijo, quién para su sorpresa no se encontraba mirando a Taehyung, sino a Jungkook.
Todos los presentes, incluido el aludido, se soltaron a reír, concordando que, en efecto, el omega azabache tenía un semblante tan aterrador, que sería imposible que un niño corriera a sus brazos en busca de afecto y consuelo; o al menos, no todos.
—Jeon YeongMin —lo reprendió el rubio entre risas—. No seas maleducado, saluda a su excelencia.
—No papi, me da mucho miedo —sollozó el infante con un puchero.
—YeongMin-ah, es el tío Jungkook —intervinó su hermana con sutileza—. Míralo bien, está sonriendo, ¿ahora ya no da tanto miedo, verdad?
—Nuna —la llamó él con lágrimas en los ojos, aferrándose a la manga de su vestido—. YeongMin tiene mucho miedo…
—¿No me recuerdas, verdad? Eras un cachorrito pequeñito la última vez que nos vimos —le dijo Jungkook al ponerse a su altura, sonriendo de mera ternura e intentando así no parecer tan aterrador—. ¿Has escuchado hablar sobre cómo tu padre pudo traerte al mundo? —Cuando el niño asintió, el omega tomó una de sus manos para llevarla a su mejilla—. Yo también puedo hacerlo, hay un bebé creciendo en mí, así que no debes tenerme.
La curiosidad de los niños por comprender el mundo, en algunas ocasiones resultaba escalofriante, tanto así, que cuando ellos preguntaban el cómo era posible que un omega quedara encinta, el bochorno y la vergüenza de los adultos, los había obligado a mentirles descaradamente, crearon una absurda leyenda mágica tan convincente que cuando la escuchaban sus dudas respecto al tema se disipaban; en ella se contaba como la Luna, que era símbolo de maternidad y feminidad, les otorgaba a los omegas más dulces y de buen corazón, la oportunidad de engendrar, y así poder poblar la tierra con personas aún más especiales. Los niños, quienes eran tan fáciles de persuadir, creían que toda madre o padre omega, debían ser personas virtuosas a las que se les debía adorar como si de la misma Diosa de la noche se tratase.
YeongMin, con la ingenuidad de un niño de su edad, al ver los destellos rojizos en sus iris, llegó a la conclusión de que no era tan aterrador, pues su parentesco con su madre alfa, y la naturaleza que compartía con su padre omega, lo hicieron perder cualquier rastro de miedo. Un omega embarazado jamás podría implicar algún peligro para él o su familia, así que, y en un acto por demostrarle aquella devoción que sus padres le habían inculcado, se acercó a su tacto cuando el azabache levantó su mano a la altura de su rostro.
Los ojos de Taehyung se llenaron de sal al presenciar la bella escena, y al igual que el omega, se atrevió a tocar el rostro del infante. Después de tanto tiempo añorando poder convertirse en padre, el tener a Jungkook a su lado, gestando a un hijo suyo por segunda ocasión, le llenó el corazón de una inmensa felicidad, que por poco le dió rienda suelta a su llanto, sin embargo, se abstuvo de hacerlo, y agradeció en silencio la dicha que estaba viviendo, y a la persona, que aunque aparentaba ser fría y desinteresada, sería el mejor padre que podría pedir para poder formar una familia.
Con el ambiente menos tenso que al inicio, y los niños corriendo despavoridos por las calles del mercado, Taehyung, quien no pudo reprimir sus instintos, se coló en su reunión, asegurando que los dejaría a solas una vez que tuviera la certeza de que el lugar en el que estarían, era seguro para Jungkook y su cachorro. De esa manera, aunque incómodos, los omegas comenzaron a guiar al monarca hasta la casa de Jeon YeoBeen, donde se reunirían con Seokjin.
Una vez estuvieron frente a la modesta, pero igualmente imponente construcción, un tanto alejada de las calles principales de la capital, Jungkook se despidió de su esposo con un beso fugaz en los labios, tomó a sus sobrinos de las manos y se adentró en la casa sin mirar atrás.
Hoseok por el contrario, permaneció bajo el umbral, le dio al rey una mirada que éste no pudo descifrar, y soltó un largo suspiro.
—Su majestad, si me permite —habló con cautela el rubio, llamando la atención del alfa, que se había mantenido atento a la figura del omega en el interior de la casa—. Más allá de mi devoción como yuiniano, quiero decirle que estoy feliz de verlo nuevamente por aquí, y que sepa, que su excelencia también lo está. Jeon Jungkook puede parecer una persona un poco arisca, pero posee un bello corazón, me consta, porque más allá de ser el hermano de mi esposa, es mi mejor amigo, y fue para usted, un buen omega. Gracias por devolverle el color a sus días, créame que no me alcanzará la vida para expresarle cuán feliz me siento por verlo con ganas de vivir.
—El rumbo de nuestras vidas cambió desde que su cuerpo comenzó a darle vida a mi descendencia, mas no es el único motivo por el que permanezco a su lado —No supo porqué, pero tuvo la necesidad de aclararlo, y se dió cuenta de que su respuesta fue acertada, pues el omega bajó la guardia inmediatamente y la sonrisa que antes parecía tensa, se transformó en un gesto genuino y brillante—. Si bien, no es mi obligación darle a usted alguna explicación, me gustaría que sepa, que mis intenciones distan de malintencionadas. El concubino me ha demostrado con creces la amplitud de su corazón, y está vez, me aseguraré de no lastimarlo.
—Nunca me atrevería a sugerir lo contrario, majestad —respondió Hoseok con voz apacible—. Si me disculpa, debo entrar, mis cuñados me esperan.
—Adelante —le concedió con un ademán—. Confío en que usted me hará saber si algo va mal.
—Tiene mi palabra, y si alguna vez tiene alguna pregunta respecto a cierto omega, puedo serle de mucha ayuda.
Sin decir nada más al respecto, Hoseok se adentró en la casa, caminó con elegancia por lo ancho del patio, y se perdió en el interior, justo al tiempo que las puertas principales fueron cerradas por los alfas a cargo de la seguridad.
Taehyung quedó intrigado por su franqueza al hablar, y haciendo caso a las sospechas que tenía desde varios días atrás, aprovechó su tiempo a solas para indagar un poco.
[...]
Una vez dentro de la comodidad del hogar de la familia de su hermana, los omegas encargados de la limpieza y cuidado de Seokjin, se llevaron a sus sobrinos a la cocina para darles algo para merendar, pues la noche estaba por caer, y su energía se había agotado a tal punto de parecer pequeñas bestias hambrientas y somnolientas.
Con la extraña sensación de que había dejado algo importante atrás, Jungkook caminó por los pasillos de la casa, que se encontraban finalmente decorados con muebles de excelente calidad, y estatuillas de oro que variaban entre preciosos animales acuáticos, hasta bellas bestias míticas.
Jeon Seokjin, era primo directo del rey, un omega cuya belleza era aclamada por toda persona que tuviera el privilegio de conocerlo, pero tan soberbio y carente de empatía, que resultaba un enemigo digno de admirar. Además de que era un oyente fino, con información a manos llenas sobre cualquier persona importante dentro del reino, y fuera de éste también. Su familia tenía tanto poder como los Jeon, y el dinero suficiente para alzarse en rebelión en contra de la corona, pero, entre tantos defectos, se los podía considerar leales, y su alianza con el clan Jeon, fue firmada con su sangre el día que unió su vida con la segunda hija de la familia principal, Jeon YeoBeen.
Por ese motivo, Jungkook decidió hacerle frente, una vez que la carta que Jimin le escribió estuvo en sus manos, después de todo, él era un Jeon, y temía las consecuencias que surgirían si la alianza se rompía, sin embargo, tampoco estaba dispuesto a presenciar como era traicionado por alguien, a quien consideraba uno de los suyos.
La amable omega que lo guió hacia el salón donde se encontraba el anfitrión, se despidió cordialmente de él una vez que estuvieron frente a las puertas. Desde ese lugar Jungkook pudo percibir las feromonas posesivas que Seokjin había estado soltando para ocultar el aroma de su cachorro. Instintivamente, y a pesar de que se encontraba en un lugar seguro, el lobo de un omega siempre se aseguraría de proteger la vida de su hijo, se tratase de quién se tratase; pues existía evidencia de algunos omegas que habían asesinado a sus parejas al creer que atacarían a sus cachorros, o, en casos extremos, cuando realmente los alfas intentaban deshacerse de ellos.
La naturaleza no tiene palabra de honor, un omega es capaz de hacer cualquier cosa por mantener intacta la integridad de su cachorro.
Exhalando sus preocupaciones y con su diestra sosteniendo la manija circular, entró en la habitación sin antes llamar, pues supuso que sus feromonas habían delatado su presencia desde que cruzó el patio, y como lo esperaba, tal cual fue. Al cruzar el umbral sus ojos cayeron en el delicado rostro de su cuñado, en su sedoso cabello largo y en la ferocidad de esos ojos que lo escrutaron aversivos.
—SeokJin —lo saludó el Concubino, mas el castaño no se puso de pie como esperaba, simplemente asintió y levantó ligeramente al cachorro que dormía plácidamente en sus brazos—. ¿Puedo sentarme?
Si bien no era digno de su título y posición suplicarle al omega, un espacio en su mesa, por el bien de sí mismo, Jungkook lo pidió con humildad, pues Seokjin se encontraba sobre un montón de sábanas y cojines perfumados con las feromonas de YeoBeen, y suyas mismas, lo que podría considerarse como un nido improvisado para ofrecerle seguridad a él y al cachorro.
Las pupilas del castaño estaban consumidas por el cobre de su parte animal, sin embargo su consciencia no se encontraba ausente del todo, así que, y sin emitir palabra, le permitió tomar asiento frente a la pequeña mesita donde ya se encontraba el té servido. Sus suaves movimientos, y la ausencia de su aroma, lograron hacer que bajara la guardia, y tan pronto como lo vió tomar entre sus dedos la pequeña taza de porcelana blanca, Seokjin pudo hablar.
—¿Qué lo trae por aquí, su excelencia? —le preguntó casi en un murmullo—. ¿Será que su majestad ya lo echó del palacio? Sería una pena considerando su estado. ¿De cuánto está? ¿Dos lunas quizá?
Por el tono empleado y el destello de su parte animal aún presente en sus iris, Jungkook dedujo que el omega no se encontraba del todo consciente de su cuerpo. Después de todo, era un intruso, y de no ser por su reciente parto y el estado natural de alerta, el azabache se habría ofendido por su reacción.
—Siete semanas —respondió tajantemente el azabache, dejando su té sobre la mesa—. He venido a conocer a mi sobrino, y respondiendo a tu pregunta, su majestad no me ha echado del palacio.
—Eso es bueno —Suspiró una risita—. Me disculpará, su excelencia, pero no puedo entregarle a mi hijo en brazos, pues trae encima el aroma de otro alfa, pero si gusta, puede acercarse un poco para mirarlo.
—No hace falta, cuñado —le dijo Jungkook forzando una sonrisa al igual que él—. Tu cachorro está dormido, y el mío ni siquiera ha nacido, así que, mientras Hoseok hyung llega, ¿te parecería hablar de algo un poco más interesante?
—Por supuesto —Bufó Seokjin—. La marmota nunca sale de su madriguera a no ser de que haya llegado la primavera.
—¿Disculpa?
—Sé a que ha venido, su excelencia —se apresuró a decir, y con su mano libre sacó por debajo del cojín en el que estaba sentado la carta por la que Jungkook había irrumpido su tranquilidad, y la deslizó lentamente por la mesa para que el omega pudiera verla—. El sello estaba en perfectas condiciones, no parecía haber sido abierto, pero estoy seguro que sabe su contenido.
—Soy un Jeon después de todo —le dijo arqueando una ceja—. Nada sucede dentro del palacio sin que yo lo sepa antes.
—“Un Jeon nunca olvida” —citó el castaño blanqueando los ojos—. Ese lema me hace doler la cabeza. Usted debería olvidarlo, no hace bien recordar sucesos amargos.
—“Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla” —contraatacó el concubino—. Recordar mi derrota me ha mantenido con vida. Él ya ha hecho de las suyas, no estoy dispuesto a verlo arrebatarme lo mío nuevamente.
—¿Insinúa que soy suyo, su excelencia? —se burló—. ¿Sabe cuál es el lema de mi clan? —Antes de que el azabache pudiera responder, besó la frente de su hijo, y se bebió de un sorbo el té que había permanecido humeante frente a él—. “La lealtad es más espesa que la sangre”. Yo no soy alguien que se apegue demasiado a los lemas familiares, sin embargo, considero la lealtad, mi mayor virtud. Sí bien, en mi juventud me sentí herido por no ser la primera opción de su familia para casarme con Jeon YeJi, ahora sé que la madre Luna ya tenía un destino trazado para mí. Este niño, esta casa y esta vida, han sido por mucho lo mejor que me ha podido pasar, y todo se lo debo a mi alfa. Yo jamás traicionaría a la mujer que me ha colmado la vida de felicidad, y sé, que traicionarlo a usted, sería similar a clavarle una daga por la espalda.
—Dígame entonces, ¿por qué la reina usurpadora lo ha considerado a usted como un candidato a aliado? —gruñó molestó, mas contuvo sus feromonas para evitar ser devorado por el castaño—. Créame que lo aprecio, Seokjin-ssi, pero no estoy dispuesto a perderlo todo una vez más. No me quedaré de brazos cruzados.
—Seré honesto, y quizás usted pueda ayudarme —respondió Seokjin con serenidad, usando un tono más ameno por la presencia de Hoseok detrás de la puerta—. Mi padre se ha metido en problemas, apostó su fortuna en una carrera de caballos y lo perdió todo. Desde entonces, ha estado desviando fondos de la reserva del palacio. Esa astuta rata lo ha descubierto y quiere mi ayuda a cambio de un par de monedas para que mi padre devuelva lo que tomó. Cómo sabrá, no he respondido su carta, y tampoco planeaba hacerlo, pues tenía el presentimiento de que usted vendría a verme primero.
—Si lo que dice es cierto, su padre tendrá que ser castigado por traición, ¿lo sabe, no es así?
—Lo sé.
—¿Y qué es lo que quieres?
—Que lo aniquile —respondió irascible, con las mejillas sonrojadas y la mandíbula apretada—. ¿Cómo se atreve ese asqueroso roedor a sugerir que yo, Kim Seokjin, podría rebajarme a su nivel? Mi padre ha hecho las cosas mal, sí, pero ese es el camino que eligió, y yo no tengo porque meter las manos al fuego por él. No me place que un esclavo se siente al lado de mi primo, y ahora, con este insulto, quiero verlo de nuevo en el lugar al que pertenece.
Su respuesta fue gratamente recibida por Jungkook, incluso la comisura izquierda de sus labios ascendió ligeramente, pero no se permitió cantar victoria, pues aunque parecía sincero y ansiaba creerle, sus vivencias pasadas le dieron la suficiente experiencia para no fiarse de nadie, pues sí cayó en los engaños de un omega sin poder alguno, caer en la trampa de alguien, que podría hacerle frente fácilmente, sería sumamente peligroso para sus planes.
—¿Cómo he de creerte?
—No miente —En ese momento, Hoseok apareció triunfal; cruzó la puerta y se se sentó a un lado de Jungkook, saludó al castaño con una sonrisa cerrada y se inclinó con tanta confianza hacia el cachorro, que inevitablemente recibió un gruñido por su imprudencia. Comprendiendo su error, levantó las manos en rendición y se alejó lentamente—. Lo siento, pero DoWoon es tan lindo, que me dan ganas de comermelo a besos.
—Ya sé que mi bebé es precioso, yo lo parí —se quejó Seokjin—. Sólo no lo toques.
—Volviendo al tema —añadió Hoseok, no sin antes lanzarle una mirada desdeñosa al castaño—. Discúlpenme por escuchar su conversación, pero no quería interrumpirlos.
—Ya lo hiciste —respondió Jungkook.
—Lo hice —concordó el rubio encogiéndose de hombros—. Sin embargo, Seokjinie, me mostró la carta el mismo día que la recibió, y yo ya estaba al tanto de la situación de su familia.
—¿Quién me asegura que no se han confabulado en mi contra? —inquirió Jungkook, frunciendo el ceño y cruzando sus brazos sobre su pecho.
—¿Por qué lo haríamos? O, mejor dicho ¿por qué lo haría yo? —contraatacó el rubio—. Seokjin es casi un niño, su matrimonio es joven y tiene a la reina madre cuidándole los pasos, yo, en cambio, pertenezco a los Jeon desde hace mucho tiempo…
—Hyung —lo interrumpió Seokjin—. Mejor no me ayudes.
—Si lo piensas de manera estratégica —continuó Hoseok, volviendo su atención al azabache—, y aclarando que no buscamos nada de ti, ¿No crees que nos beneficiaría más que tú subieras al poder? Jimin no tiene más que un rostro bonito, y por lo que veo, ya no es suficiente para mantener la protección del Rey.
—Ya que hyung lo mencionó —volvió a hablar el castaño. Sus ojos habían perdido por completo el tono ardiente de su lobo, y su expresión parecía más relajada—. Estoy seguro que podría aumentarle el sueldo a YeoBeen, ¿verdad? Piense en DoWoon, cuñado…
—¡Ya basta! —vociferó el azabache—. Harán que me duela la cabeza.
—Sólo piénsalo, Jungkook —volvió a hablar Hoseok—. ¿Por qué traicionaríamos a uno de los nuestros?
—Nadie quiere a un pobre esclavo en el trono —replicó Seokjin—. Confíe en mí, su excelencia.
La incertidumbre, el miedo y la especulación, fueron grandes amigos de Jungkook por un largo tiempo. El dolor de la traición, lo habían convertido en una persona incapaz de confiar en alguien ajeno a su familia. En ese momento, preso de las miradas de dos omegas a quienes consideraba sumamente peligrosos, sus manos comenzaron a temblar, la sombra de sus recuerdos lo atormentado a tal punto de hacerlo perder la consciencia de sí mismo por un instante, pero fue cuando en un intento por regular su respiración, que se forzó a recordar los momentos afables que había compartido con ellos, en todos esos días que Hoseok visitó su casa para leer poesía, o cuando Seokjin lo acompañó en su duelo, el día que perdió a su hijo.
Ellos no eran el omega que lo había traicionado, concluyó finalmente, y la indecisión de creerles o no, se volvió nítida al escuchar el sollozó del cachorro. Su instinto paternal salió a flote en el momento adecuado, y al ver el diminuto rostro de su sobrino, suspiro rendido.
—Me preocupé por nada —dijo Jungkook en un susurro, sin embargo los presentes lo escucharon con claridad, y ambos le regalaron una sonrisa.
—Lo admito, sude frío —dijo Hoseok soltando una risa—. Jungkookie, a veces puedes ser muy intimidante, ya se porque YeongMin te tiene tanto miedo.
La risa de Hoseok y sus excéntricos comentarios aligeraron la tensión de la atmósfera, e incluso Seokjin, quién era un roble firme y difícil de contentar, se rió de su comentario.
—Supe que su excelencia reprendió a las candidatas a princesas —acotó Seokjin con un sorna—. Pobres omegas, no me imagino el miedo que sintieron.
—Por favor, háblame con menos formalidad —le pidió Jungkook. Su rostro apacible y la seguridad de su voz, provocaron un gran asombro en los presentes,quienes guardaron silencio por un momento, y se miraron entre sí con los ojos bien abiertos—. ¿Qué? ¿Hice algo mal?
—¡Hyung! —chilló el menor con emoción—. Esperé años para que me permitiera llamarlo así.
—No te emociones —le advirtió el azabache—. Sólo puedes decirme así cuando estemos a solas.
—¡Que felicidad!
—¡Guarda silencio! —se quejó Hoseok—. Vas a despertar al cachorro. Además, Seokjinie, me sorprende que estando en cama, sepas tanto sobre lo que ocurre en el palacio. ¿Será que realmente eres un espía de la reina madre?
—DoWoonie es tan silencioso que en ocasiones pienso que en vez de un bebé, parí a una piedra, así que no te preocupes, no despertará hasta que llegue su madre —respondió con orgullo el castaño, quién ante una nueva queja de su cachorro, comenzó a mecerlo lentamente—. Y respondiendo a su pregunta, la princesa me escribe semanalmente para contarme todos los chismes. Ser parte de la familia Real, tiene sus ventajas. También supe que enviaron al Gran príncipe a la frontera tan pronto se casó.
—¿Es verdad? —le preguntó el rubio a Jungkook, quién asintió sin mucho ánimo—. ¿Por qué? ¿Su majestad te contó algo?
—No realmente —les dijo mirando hacia la ventana, por la cual se colaban las ramas de un cerezo lleno de vida—. No deberían husmear en donde no deben.
—Yo escuché que mi primo era muy amigo del antíguo Rey de Sirgo en su juventud —Volvió a hablar Seokjin, haciendo caso omiso a las palabras del concubino, y aunque lo vio rodar los ojos, continuó hablando cuando Hoseok lo miró con interés—. Pasaba tanto tiempo con él, que incluso vestía sus ropas extrañas, y estuvo a punto de casarse con un médico omega.
—¿Un médico omega? —inquirió el rubio con mala cara—. ¿No querrás decir enfermero?
—No, un médico —negó de inmediato—. Por petición del Rey Choi, cuando aún era Consorte, lo nombraron médico al salvarle la vida después del aborto de un hijo bastardo. Incluso le dieron un título nobiliario para poder hacer posible su matrimonio, pero el omega lo rechazó.
—¡Y cómo no! —Casi gritó Hoseok— Si en Yuin fuera posible que un omega pudiera ocupar un puesto de tan alto renombre dentro de la corte, sería absurdo tirarlo todo por la borda. Si yo estuviera en su lugar, tampoco hubiera aceptado la propuesta del Gran príncipe.
—No entiendo —Se integró Jungkook a la conversación, frunciendo el ceño por la confusión que sentía.
No hacía mucho tiempo, el hermano del Rey parecía empecinado en conquistarle, pareciera incluso, que se trataba de un intenso amor parecido a aquellos que se daban en la juventud. El que Seokjin afirmara que había estado enamorado de alguien más, le parecía ridículo, incluso se sintió incómodo por ello.
—Así como lo oye —le respondió Seokjin—. Mi primo fue todo un ojo alegre. Se dice que tuvo tantos omegas, que incluso vinieron a buscarlo asegurando que habían tenido a su descendencia. Afortunadamente, cuando recuperaron al consorte pedido, que, bueno, tan perdido no estaba, pues tras fingir su muerte, se escondió de su marido en el palacio de Percia y estuvo por cometer bigamia. Sin embargo ese no es el punto, HyoSeop Hyung, le ayudó al entonces heredero, con su rescate, y fue ahí que conoció al médico de la corte. Supongo que no lo ha olvidado aún, pues se le vio muy triste el día de su casamiento.
—¿Cómo vas a saberlo si estabas recién parido en ese tiempo? —se burló Hoseok, pasando por alto el rostro atónito del omega a su costado—. No inventes chismes, se te caerá la lengua.
—No miento —se defendió enérgicamente—. Ahora, que si no quieren escuchar chismes extranjeros, también sé algunos locales.
—¿Qué? ¿Descubriste que Jimin en realidad tiene un hijo regado por ahí? —inquirió socarrón, mas no esperó que Jungkook se girara a verlo con pánico—. Es una broma…
—No lo menciones —lo reprendió el azabache.
Seokjin entrecerró los ojos por su reacción, sin embargo prefirió pasarlo por alto, para evitar que el ánimo decayera nuevamente.
—Es aún mejor —dijo en cambio, alzando ambas cejas juguetonamente—. No me crean, pero se dice que el difunto rey, tuvo un par de hijos bastardos con una mujer extranjera. Era una alfa.
—¡No mientas! —volvió a quejarse el rubio—. Podrían acusarte de traición.
—Lo digo en serio. La mujer murió en cuanto dio a luz. Por ese tiempo, mi tía estaba tan estresada que enfermó de gravedad.
—Si fuera el caso —masculló Jungkook entre dientes, ya sofocado por tanto parloteo—. Tú ni siquiera podrías saberlo, pues eres demasiado joven.
—Pero a mi padre se le suelta la lengua cuando bebe —respondió con simpleza—. Pueden creerme o no, pero no se sorprendan si un día aparecen e intentan apoderarse del trono.
—Y por lo visto, a ti tambíen —masculló el concubino.
—A mi no me suena tan descabellado —dijo Hoseok—. Pues el accidente de su majestad, fue sumamente sospechoso, así como la muerte del difunto rey.
—No lo había pensado así —murmuró Jungkook entre suspiros—. ¿Creen que debamos investigar al respecto?
—Si buscas información, seguro el consejero de mi primo te la dará. Después de todo, él también es un bastardo.
Tanta información dejaron a Jungkook pensativo, aturdido y exhausto, pues lo que comenzó siendo una visita meramente inocente, terminó llenándolo de más dudas de las que ya tenía. Pero no mentiría, definitivamente esa reunión le sirvió como remedio para el corazón…
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