07| HIJO POR HIJO
Taehyung se detuvo abruptamente al no escuchar los pasos del omega que antes había caminado en silencio detrás suyo; sintió a su lobo gruñir por la lejanía de su aroma y no tuvo más remedio que girarse para intentar encontrarlo, pero como lo sospechó, no había rastro alguno de Jungkook. Mordiéndose el labio inferior, volvió sobre sus pasos, siguiendo el dulzor que desprendía el menudo cuerpo del azabache, quién estaba por entrar a su propia habitación.
Atraído por su inigualable atractivo, aún estando de espaldas, y guiado por la ansiedad de su parte lobuna, su mano tomó el antebrazo del omega, obligándolo a detener su andar y mirarlo nuevamente a la cara.
–¿Por qué huyes de tu esposo?—, inquirió con voz grave, llegando a ser lo suficientemente intimidante para evocar un temblor en el omega.
–Creí que no quería hablarme, majestad—, vaciló, su mirada bajó rápidamente al agarre que lo mantenía cautivo, y sus iris brillaron cuál rubíes cuando se encontró con las amatistas del rey—. No quería huir, lamento haberle dado esa impresión.
–Si camino delante de ti, preferiría que me siguieras en vez de escabullirte sin siquiera despedirte.
–Yo preferiría caminar a su lado, en vez de solo ver su espalda.
Taehyung suspiró una risita por la osadía del omega, quizás sintiéndose más complacido de lo que debería por esa valentía que ahora conocía que lo caracterizaba; y sonrió, no permitió que se escapara de sus manos.
–La hora del cerdo ya pasó—, señaló, cambiando el rumbo de la conversación—. Diles a tus sirvientes que lleven tu ropa de noche a mi habitación, dormirás conmigo está noche.
Jungkook parpadeo repetidas veces, no logrando comprender si se trataba de una broma o el castigo más cruel. Lo miró detenidamente intentando encontrar la burla en su semblante pero Taehyung le sonreía con coquetería y había comenzado a dejar suaves caricias sobre la tela de su hanbok.
–Los aposentos de su majestad son sagrados, solo la reina puede pasar la noche junto a usted—, respondió a la defensiva, ocultando la emoción que lo invadió al ser invitado al territorio de su alfa—. ¿Pretende que me azoten? ¿Es este mi castigo por amigarme con el príncipe?
La mención de su hermano removió fibras sensibles, el recuerdo de ellos tumbados en el césped, había sido algo que pretendía borrar de su mente durante el trayecto de vuelta a sus aposentos, pero ahí estaba él, obligándolo a revivir las emociones iracundas que sufrió por ser espectador de tal cercanía.
–¿Quieres que te castigue?—, preguntó, pero no le permitió hablar—. En ese caso debería suponer que fuiste tú quien lo buscó, y que el amor que juras tenerme no es lo suficientemente fuerte para faltarme al respeto de esa manera. Dime, Jungkook, ¿Te entregaste a mi hermano?
–Su aroma y el del príncipe, son similares, ¿Lo sabía?—, suspiró y deshizo el agarre con brusquedad—. Encontré consuelo en su presencia porque estar junto a él, me hacía sentir cerca de usted. Él no me trató con desprecio, se tomó la molestia de escuchar mi versión de la historia, me conoció y me ofreció una sonrisa cuando todos aquí me miraron con odio; sin embargo, puedo decirle que no lo amo, porque mi corazón le pertenece a un solo alfa. Yo le pertenezco solamente a usted, majestad.
–¿Es así, concubino Jeon?—, inquirió complacido, acercándose peligrosamente a su rostro, sus ojos se cerraron a la par que iba acariciando con la punta de su nariz la piel expuesta de su cuello y culminando justo en la cicatriz de su propia mordida, esa que aún no podía ver, pero que fue reabierta innumerables veces por sus fauces, permitiendo que sus pulmones se llenaran de su dulce esencia frutal y fresca—. ¿Estás tan enamorado de mí, que no sientes pudor al declararlo abiertamente frente a todos tus sirvientes?
Aunque apenado por verse el centro de atención de los plebeyos, Jungkook hizo a un lado su cabeza, permitiendo que su curioso olfato saboreara su dulzura, sometiéndose a voluntad a esos labios que no tardaron en besar la piel sensible y caliente que comenzaba a soltar feromonas atrayentes para el alfa.
–Lo amo—, afirmó con seguridad, suspirando por el gentil y húmedo contacto de su lengua sobre su antigua unión, ese punto tan delicado que no permitía que nadie lo mirara, que nadie lo tocara, pero siendo él, el responsable de esa gris cicatriz que un día brillaba saludable, le permitió hacerlo—. No es un secreto para nadie lo mucho que lo amo, majestad.
–¿Me amas?—, gruñó con posesión, sus manos se habían movido a sus caderas, pegándolo a su cuerpo con fuerza para poder seguir besándolo. Podía sentir su sangre corriendo caliente por sus venas, el deseo de hacerlo suyo creciendo a cada segundo—. ¿Soy yo el único que puede tomarte? ¿Eres mío enteramente?
El omega sonrió victorioso mientras asentía. Taehyung parecía haber entrado en un letargo lúcido, donde era su lobo el que tomaba las riendas de su razón.
–Alfa—, casi gimió cuando la diestra del castaño comenzó a tocar más allá del límite de sus caderas, sin dejar de besarlo, su aroma a nueces tostadas impregnandose en su piel como una advertencia de pertenencia. Su lobo sospechaba de su estado, suponía, pues no podía darle otra explicación a tanta agresividad en un encuentro tan poco privado—. Lléveme con usted, en este pasillo cualquiera podría mirarme…
Un gruñido molesto retumbó con eco por las paredes, las feromonas del alfa más fuerte del reino se apoderaron de todo el lugar para ahuyentar a los alfas que habían cerca del omega que deseaba poseer; pero al abrir los ojos, solo logró divisar a dos omegas que se encontraban de pie frente a las puertas, esperando abrirlas para ellos. Todos los sirvientes se habían escabullido en silencio, en cuanto la demostración de afecto entre ellos comenzó a tornarse más cariñosa, pues todos ahí comprendían que no era prudente permanecer cerca, y mucho menos deseaban ser testigos de aquel acto tan privado entre un matrimonio como el suyo.
Al percatarse del aroma agrio y asustadizo de las jóvenes, Taehyung volvió a sus sentidos, o mejor dicho, se obligó a sí mismo a retomar el control, encerrando a su parte animal en los centros de su consciencia. Últimamente y después del embarazo fantasma de Jimin, su lobo había estado cada vez más presente, y parecía bastante contento con la cercanía de Jungkook, pero esa noche, la efusividad y gozo que sentía le resultaba desconcertante.
–Jungkook—, pronunció volviendo a la cumbre de su cuello, dejándole un último beso antes de acunar el rostro ajeno entre sus manos—. Te llevaré a mis aposentos porque te deseo, porque quiero conocerte y permitirte hablar de todo aquello que has callado por años. Prometí hacerte parte de mi vida, empecemos está noche.
–Su majestad—, el omega susurró, casi ronroneo por sus caricias—. La reina madre, y su reina, podrían reprenderme…
–Nadie va a tocarte un solo cabello, eres el concubino del rey, mi esposo. Voy a cuidar bien de ti a partir de hoy.
Taehyung pudo ver duda en su expresión, la furia escondida en el océano negro de su mirada, quizás temeroso de él, del recuerdo de aquella noche que lo tomó con tanta rabia, pero no vaciló, su mano volvió a afianzarse en su antebrazo y lo obligó a seguirlo por los pasillos hasta que finalmente llegaron a su habitación. Todo el lugar estaba invadido hasta el último rincón de su aroma, no había rastro de nada más, de nadie más, pues ese era su territorio, un lugar al que pocos habían tenido el privilegio de entrar y dónde el alfa deseaba hacer suyo al omega a su lado; pero se trataba de un tema mucho más instintivo y animal, que meramente sentimental, pues aún con todas las preguntas inconclusas y el huracán de florecientes emociones, no lo amaba, ni siquiera era capaz de apreciarlo, pero lo quería, él y su lobo deseaban estar a su lado, cuidarlo y conocerlo, arroparlo en sus mantos y no dejarlo escapar.
–¿Te gusta?—, le preguntó el monarca, mirando en dirección a la atención del omega, quién parecía embelesado por su entorno—. ¿Pudiste cenar algo?
–¿Cazaría algo para mí?—, soltó de manera inconsciente, volviendo a esa extraña cotidianidad que habían establecido en sus años como pareja, donde podían bromear y retarse entre ellos; así que ver a Taehyung con la ceja arqueada y bastante desconcertado, fue como sumergirse bajo agua helada. Ya no eran más, esa pareja amorosa de antes, eso estaba más que claro—. Lo lamento…
–¿No es eso algo que un alfa haría durante el cortejo?—. Jungkook asintió con timidez, jugando con sus dedos escondidos debajo de la tela de sus mangas—. ¿Me estás pidiendo que lo haga?
–Ya hemos pasado por eso antes—, se animó a decir, desviando su mirada a cualquier parte de la habitación y caminando cauteloso por el espacioso lugar—. Cuando era joven solía escaparme de la custodia de mis hermanas e institutriz para poder explorar el bosque, fue en uno de esos recorridos que lo encontré a usted limpiando su espada después de cazar a un jabalí. Desde ese día, la esperanza de volver a verlo fue tanta, que me escapaba todas las tardes sin importarme cuantos sirvientes reprendieran por mi culpa—, se tomó un momento para suspirar, sonriendo por el hermoso recuerdo, pues podía sentir las ramas impactando contra su rostro, el viento, el aroma a bosque, los sonidos de los animales y, a Taehyung siguiéndolo por todas partes—. Nuestro cortejo fue silencioso, muy curioso también, y si le soy honesto, al principio no sabía qué era lo que estaba ocurriendo, pero cuando usted me atrapó, cuando me sostuvo entre sus brazos, supe que realmente no quería escapar. Me obsequió hermosas flores, y animales enormes cazados por usted. Yo lo amé desde siempre, incluso sin conocer su nombre o estatus, así que no hace falta un nuevo cortejo, yo ya soy suyo, en cuerpo y alma, mi rey.
Con la piel erizada por las imágenes que creyó producto de su imaginación, Taehyung le devolvió la sonrisa, su lobo daba vueltas en su interior por el grato recuerdo, pues, aunque poco sabía, la presencia del omega comenzaba a estimular las vivencias antañas y enclaustradas de su pasado en lo más profundo de su mente y corazón; pero también se sentía bastante confundido. Jimin le había platicado una versión completamente distinta, una donde Jungkook lo había conocido en una visita al palacio, junto a su padre y hermanas, cuando era apenas un joven de quince años, y desde aquel día parecía haberse encaprichado con él. Algo que en su momento le pareció bastante razonable, creíble hasta cierto punto, pues sabía que causaba ese efecto en los omegas, no solo por su atractivo, o las feromonas de supremacía, sino por su noble título. El hecho de que existieran dos versiones tan alejadas la una de la otra, resultaba abrumante.
¿A quién debía creerle?
¿Quién de los dos era el infame usurpador?
Después de tanto tiempo en el que se cerró a la idea de desacreditar la palabra de su omega, el monarca dudó por primera vez. Su reina había tenido el descaro de mentirle de la peor manera, jugó con su más grande sueño solo para mantener su posición en el reino, pero Jungkook, aunque pertenecía a una familia dispuesta a arrancarle la corona para verlo sentado a la derecha de un nuevo rey, parecía sincero, nada comparado al monstruo sinvergüenza que Jimin le había vendido.
–Eso suena a algo que definitivamente yo haría—, concedió usando un tono seductor, soltando sus feromonas para cubrir al omega con su aroma, y avanzó hacía él, despacio y con cautela, dándole fe a su naturaleza, cazandolo como si fuera la presa más jugosa de la pradera, cortejandolo para poder aparearse con él, pues lo deseaba con locura, y cada segundo lejos de su valle parecía una cruel tortura—. Me gustan los retos. A la hora de cazar, prefiero clavar mis colmillos en la madre antes que en las crías, pues ellas son valientes y feroces, luchan hasta el último momento para proteger su nido—. Jungkook lo escuchaba atento, mirándolo todo el tiempo y moviéndose de un lado a otro cuando el alfa comenzó a seguirlo—. Supongo que mi accidente fue desafortunado, olvidé la mayoría de mis recuerdos, y si lo que dices es cierto, me encantaría revivir aquel momento, cortejar a un omega como tú, sería un hermoso privilegio.
Inconscientemente, el azabache llevó una de sus manos a su vientre, cubriendo a su cachorro de esa inocente amenaza. Sus ojos se movían hábiles en todas direcciones, su olfato y oído se habían agudizado, y cuando sintió los vellos de su nuca erizarse, corrió hacia la salida, pues Taehyung se había abalanzado contra él, pero, al ser más pequeño y delgado, logró escabullirse de sus manos.
Ninguno de los dos fue consciente en qué momento habían abandonado los cálidos pasillos del palacio, y mucho menos, cuándo fue que comenzaron a andar a cuatro patas.
Mutaron en cuanto la maleza del bosque los recibió, su grueso pelaje era apenas visible bajo la luz lunar y los destellos proporcionados por las estrellas, pero podían verse, sentían su calor y el aroma intensificado del otro. A medida que iban avanzando podían escucharse sus aullidos, pues se llamaban, el lobo de pelaje negro marcaba los troncos con su aroma para evitar que su alfa le perdiera el rastro, mientras que el cuadrúpedo grisáceo disminuía la velocidad de vez en cuando para hacer más divertida la persecución.
Con su corazón trabajando acelerado y el cansancio haciéndolo jadear, el omega se detuvo en un lugar donde los árboles no eran tan densos, y se encontraban bastante separados entre sí, pero no permaneció inmóvil, se movió en círculos sin despegar la vista de su contrincante, sus brillosos ojos rojos sería lo único que un ojo humano podría ver, pues su pelaje se camuflajeaba con la penumbra de la noche, pero definitivamente no podría esconderse de su alfa, no cuando éste poseía los sentidos más agudos del territorio yuiniano, así que le mostró los dientes con advertencia cuando hizo amago de acercarse, pero tan pronto como se descuidó al tropezar con una traicionera piedra en su camino, Taehyung se lanzó sobre él, para morderle las orejas juguetonamente y obligarlo a rodar por el musgo húmedo, hasta que finalmente se posó sobre él. Con su áspera lengua lamió su hocico, y cerró sus ojos para restregar su rostro contra el impropio, ronroneando y cubriéndolo aún más con su aroma.
Después de un rato, sus pelajes terminaron completamente sucios, con ramas, lodo y musgo, pero ambos lobos parecían contentos, quizás, uno más que el otro. Jungkook estaba medianamente consciente de lo que estaba ocurriendo, y se le apretaba el corazón de felicidad al sentirse querido y aceptado por el lobo de Taehyung, pues jamás esperó volver a tener algún tipo de acercamiento tan íntimo como el que estaba experimentando nuevamente con él; así que, cuando el alfa lo tumbó de pecho al suelo y comenzó a subirse por detrás, se dejó hacer completamente, movió su cola a un lado y preparó su cuerpo una vez que comenzó a mecerse sobre sobre su entrada, y aunque gruñó por el agudo dolor de los dientes ajenos rasgando su nuca, permaneció quieto.
Taehyung, por otra parte, solo fue capaz de efectuar con éxito un par de movimientos, pues al darle al omega la marca de apareamiento, comenzó a desprender más feromonas que al principio creyó que se debían a la aceleración de un celo, pero no lo era, pues el omega le estaba advirtiendo silenciosamente sobre el estado en el que se encontraba.
»Está encinta«.
Inmediatamente colocó sus patas sobre el suelo, la euforia lo invadió y correteó a su alrededor mientras aullaba al cielo. El omega lo miró con confusión, pero cuando el hocico del alfa se posó sobre su vientre, supo que definitivamente ya conocía la noticia que no esperaba darle en un buen tiempo.
Tras jugar un rato más en el húmedo entorno, el Taehyung lo guió hacia el palacio, y en cuanto logró divisar la entrada a sus aposentos, mutó de vuelta a su forma humana, siendo seguido por Jungkook, quién cubrió penosamente su sexo con sus manos; pero de nada le sirvió aquello, pues en un parpadeo el castaño ya estaba sobre él nuevamente, abrazándolo y besándolo con fervor, con absoluta felicidad.
–¡Estás encinta!—, soltó con emoción, alzando al azabache sobre el aire para hacerlo girar—. Me darás un hijo. ¡Diosa santa! Jungkook, es una increíble noticia.
–¿Está feliz, majestad?—. Taehyung asintió sin más, sonriendo y dejando más de esos cariñosos besos sobre sus labios—. Lamento no haberle contado, yo tenía mis sospechas, pero…
–No importa—, lo interrumpió mientras negaba, dejando los pies descalzos del omega sobre el suelo, y tomando entre sus manos su rostro—. Lamento que la concepción de nuestro cachorro se haya dado de esa manera, pero no miento cuando te digo que me has convertido en el hombre más dichoso. Te prometo que no habrá más dolor, tú y mi hijo tendrán el lugar que les corresponde a mi lado. Serás el padre del futuro rey.
Fue en ese momento, envuelto entre sus brazos, aspirando sus exhalaciones, y siendo objeto de su afecto y gratitud, que Jungkook finalmente pudo sentirse contento con su embarazo, y pensó que quizás no era tan desafortunado como creyó; después de todo, era lo que siempre había deseado. Pero hubo algo en sus palabras que lo desconcertó. ¿El padre del futuro rey?
Eso era algo imposible. Conocía su lugar y título dentro de la monarquía, un hijo suyo, no podría aspirar a más que un título noble, un príncipe o princesa que dependiendo su casta, sería enviado lo más lejos posible de la descendencia legítima del actual rey, por los conflictos que se habían dado en el pasado. Eran los hijos de la reina quienes nacían con aquel divino derecho, y él, no era más que un simple concubino.
–No me insulte de esta manera—, su semblante se volvió hosco, y se alejó unos cuantos pasos del alfa—. Usted sabe que mis hijos no serán más que simples príncipes despreciados por sus parientes.
–No pretendo insultarte a ti, y mucho menos al cachorro que crece en tu vientre—, se apresuró a decir el castaño, avanzando los pocos pasos que los distanciaban, sus ojos moviéndose hábiles por su rostro, su cuello, y esa cicatriz que al estar desnuda y bajo una mejor iluminación, provocaron un huracán nauseabundo de emociones inexplicables. Se sentía culpable—. Más allá de mi deseo personal, he de asegurarme que el linaje de mi sangre prevalezca en la dinastía. Tú, Jungkook, has logrado en un solo encuentro, lo que la reina no ha podido durante años. Está misma mañana he dado un decreto, creé una ley que le asegurará el derecho al trono a mi primogénito, hombre o mujer, alfa u omega nacido del vientre de la reina o concubino—. Jungkook lo miró con escepticismo, y él aprovechó para acercarse más, y colocar su palma abierta sobre el vientre desnudo del omega—. Este cachorro será mi heredero.
Antes de que Jungkook pudiera emitir palabra alguna, los sirvientes del rey aparecieron despavoridos frente a ellos, gritando alterados por la penosa desnudez de sus cuerpos, e intentando cubrir el cuerpo del castaño.
–¡Majestad!—, suplicó el eunuco que sostenía la manta cuando Taehyung se negó a ser cubierto por ésta—. ¡Majestad, por favor! No puede estar a la intemperie sin nada puesto. ¡Podría enfermar!
–El concubino también se encuentra desnudo—, señaló con molestía, arrebatándole la tela de las manos para cubrir a Jungkook de las curiosas miradas de los alfas a su alrededor—. Es mi omega quién merece sus atenciones, más ahora que…
–Majestad—, Jungkook lo interrumpió. El sonrojo por ser llamado “mi omega” dos veces durante la misma noche haciéndose evidente para todos los presentes, pero mordiéndose el labio por aquel secreto que aún no deseaba que circulara por el palacio—. Aún no es tiempo, yo quisiera que nuestras familias fueran las primeras en saberlo.
Era una petición para nada descabellada, pero sí lo suficientemente molesta para hacer al alfa refunfuñar, pues él, deseaba gritarle a todos la dicha que sentía al enterarse de que finalmente sería padre, e indicarle a sus criados los cuidados que debían tener con el omega; y aunque estuvo a punto de ignorarlo, decidió concederle el silencio.
–Llamen a la médica Jeon—, dijo en cambio, aclarándose la garganta para restarle importancia a la sonrisa de gratitud que recibió por parte de Jungkook, y esa curiosidad en la mirada de los sirvientes—. No me importa si está dormida, o en medio de algo importante, la quiero aquí antes de que amanezca. También deben mudar las pertenencias del concubino a mis aposentos. A partir de esta noche, él vivirá conmigo, y recibirá atenciones que más adelante les contaré.
Tras decir aquello, Taehyung se giró un poco para ver la perplejidad del azabache. Se veía tan sorprendido que por un momento quiso retractarse, pero el aroma dulce y contento que desprendía, lo hizo desistir. Parecía feliz, y aquello complacía a su lobo.
[...]
Sus feromonas eran fuertes, tanto que, YeoBeen estuvo ansiosa por salir de la habitación en cuanto cruzó el umbral, pues Taehyung, aunque necesitaba de sus saberes, realmente no la quería cerca de su omega.
Con suma precaución, y mirando de soslayo a su cuñado, la fémina colocó un pañuelo de seda fina, sobre el pulso su hermano, rectificando aquel débil latido que se sincronizaba con el del azabache, para después, darle una corta mirada a su hermano, esperando una aprobación de su parte, y ésta llegó con un débil movimiento de cabeza.
–¿Y bien?—, preguntó con impaciencia el alfa, quién parecía estar a punto de sufrir un colapso nervioso por aquel temor de una nueva ilusión perdida—. ¿Él está…?
–¡Felicidades, majestad! El heredero al trono crece saludable en el vientre de su excelencia—, lo felicitó ella arqueando ligeramente sus labios y reverenciando al monarca cuando éste suspiró aliviado, sonriendo de oreja a oreja y relajando los músculos tensos de sus hombros—. Si me permite darle un consejo, sería adecuado mantener el estado del concubino en secreto al menos hasta que el príncipe esté en una etapa más avanzada. El lazo roto y su pérdida, podrían colocarlo en riesgo, además, el lobo de la reina podría actuar en contra de su cachorro…
–Médica Jeon—, pronunció Taehyung con advertencia, su mirada se oscureció, y apretó los labios cuando la alfa osó tocar la enrojecida marca que recientemente había dejado en el omega.
–No me malinterprete, majestad. El concubino no es solo un paciente más para mí, es mi hermano—, se apresuró a decir una vez que cubrió la marca del menor, alejándose temerosa de aquella oscura mirada que el rey le estaba lanzando con reproche, pero también, haciendo caso omiso al apretón que Jungkook dejó sobre su brazo para hacerla callar. Ese era el momento de actuar, la vida parecía querer colocar las cosas en su lugar. Jimin estaba a nada de derrumbarse, y si ella podía aflorar la débil cuerda que lo sostenía por encima de los cielos, definitivamente lo haría—. Aunque dudo que la reina tenga intenciones malévolas en contra suya, no debe olvidar que es su omega, comparten una marca de unión. Su lobo se resentirá al saber que ha embarazado a alguien más, y que le ha dado la marca de apareamiento. Él podría actuar impulsivamente bajo los instintos celosos de su omega, recuerde también hasta qué punto ha llegado para darle un hijo. Solo estoy tratando de proteger a mi familia, usted debería hacer lo mismo —para variar—.
El monarca se perdió en cientos de escenarios posibles; donde Jimin figuraba ser un espécimen corrompido por la envidia, donde la sangre de su descendencia era derramada por un autor que se disfrazó de una indefensa criatura para devorar con gozo la carne tierna de su semilla. Lo que no sabía era que aquellos escenarios, eran, en gran parte, alucinaciones que vivió cuál pesadillas, durante el corto letargo en el que se sumergió cuando perdió la conciencia tras su accidente en la carretera. Una premonición, un mal augurio provocado por la desesperanza de su verdadero omega, que sufría de angustia por su salud, por un regreso que, hasta la fecha, no pudo ser posible pese a la cercanía de sus cuerpos.
Pero lo que YeoBeen decía cargaba un gran peso de verdad, él conocía a su reina, y por algún motivo, presentía que sería capaz de llegar hasta las últimas consecuencias debido a sus celos; y tendría justificación, pues había estado actuado como un pésimo alfa, un terrible compañero. La marca de apareamiento que había dejado en Jungkook era la prueba de aquello.
Ya de por sí, era demasiado íntimo mostrar su forma lobuna a un compañero potencial, pues eran sus partes más sensibles quienes regían la situación; sus deseos más primitivos florecían cuál fruto en primavera, y no había comparación, pues ellos no deseaban alcanzar el preciado orgasmo, sino, asegurar su paso sobre la tierra, sembrar la semilla que pronto se convertiría en una abundante cosecha. Cachorros. Una manada propia a la cual pertenecer, a la cual proveer, criar y amar. Taehyung ya estaba en sus treintas, y el impulso reproductivo era sofocante, pero mentiría si dijera que ese deseo se extendía a cualquier criatura; sabía por experiencia lo exigente que era su lobo a la hora de escoger una pareja, pues desde su primer celo, jamás se había interesado en nadie. Hasta ese momento.
Desde que Jungkook apareció en su camino, su destino se volvió incierto, su lobo resurgió de los escombros, y había quebrantado sus valores, por él. Compartir un lazo de unión con Jimin, se volvió insignificante, lo estaba traicionando no solo físicamente, sino que también, emocionalmente.
Lo que sucedía entre dos lobos, alfa y omega en sus formas animales, era un tema que sobrepasaba el entendimiento terrenal, pues la parte consciente, aquella que se jactaba de ser completamente humana y racional, se encontraba parcialmente dormida en su interior; pero, por más hermoso que su concubino le pareciera, su lobo debió haber repudiado su cercanía, no debió haber imaginado su sexo ser empapado por su sensualidad. Debió ser racional, suprimir sus instintos, y olvidar aquella absurda idea de llenar su vientre con su legado; debió negarse, y pensar en esa persona que ahora tendría que sufrir las consecuencias de sus arrebatos, pero, ¿Realmente lo eran? ¿Se sentía siquiera un poco arrepentido por lo que hizo?
La respuesta era clara, en su pecho no albergaba ningún sentimiento de culpa. Pese a lo que su mente calificaba como correcto, se sentía complacido, ridículamente feliz por el cachorro que crecía en el vientre de su amante, el rival eterno de su luna, el causante de aquel desasosiego en su pasado olvidado. Se sentía poderoso y orgulloso por pertenecer, aunque fuera un poco, a ese hermoso hombre a simple vista inquebrantable.
Un lobo quiere lo que quiere, y no tiene reparo al momento de conseguirlo.
Taehyung lo quería a él, y todo lo que implicaba estar a su lado.
Tras soltar un fuerte suspiro, se levantó del suelo para caminar hacia el omega, quién seguía sus movimientos con precaución, como si estuviera esperando que lo atacará, pues su diestra se afianzó celosamente sobre su vientre, y sus pies se habían colocado en dirección a la puerta, esperando escapar. Pero contrario a todo lo que sabía que se esperaba de él, le sonrió de manera dulce, y se colocó detrás de él, enredando sus brazos sobre su cintura y descansando su mentón sobre el hombro ajeno.
–La reina no será un problema—, dijo finalmente, mirando a su cuñada soltar un suave suspiró aliviado, y sintiendo al concubino relajar su cuerpo, correspondiendo su abrazo—. Él debe entender que haré cualquier cosa por salvaguardar la vida de mi cachorro, y su padre. Protegeré a mi familia, sin importar quién osé interponerse en mi camino.
»Eso espero«. Pensaron los Jeon.
Jungkook miró al castaño con un destello de gratitud, pero su rostro no demostraba más allá de frialdad y descontento. Parecía que se había acostumbrado a vivir de esa manera, encerrando sus emociones para evitar que lo dañaran nuevamente, pero su lobo era un tema muy aparte, pues a penas comenzó a sentir las caricias del alfa sobre su vientre, éste ronroneo gustoso, y su aroma se intensificó. Ambos se sonrieron, fugazmente, y Taehyung estuvo por robarle un beso cuando YeoBeen aclaró su garganta, un tanto incómoda por la escena.
–Lo que me preocupa, majestad—, comentó con vergüenza—, son las complicaciones que pueda traer el embarazo, pues sí bien, el concubino parece aceptar al cachorro, es problable que su lobo tome represalias en contra suya por el aborto de su primer hijo. No me enorgullece admitirlo, pero mi familia y sus lobos, tienden a ser vengativos y rencorosos, el omega de su excelencia, podría desechar al bebé para amargarle el rato.
–¿Es eso posible?—, está vez hablo Jungkook, con genuina preocupación en su voz.
–Lo que podríamos hacer para evitarlo, sería someterlo a las feromonas de su majestad el mayor tiempo posible—, acotó YeoBeen, mientras asentía—. Mientras mantengan una buena relación, y sumando los cuidados que me aseguraré de tener con usted, su cachorro estará bien.
–He pedido a los sirvientes que muden las pertenencias del concubino a mi habitación—, la voz de Taehyung salió cortada, sus manos comenzaron a sudar y sintió a su lobo removerse inquieto por la nueva información, por ese remordimiento que amenazaba con robarle la calma. ¿Era cierto aquello que la señora Jeon le había contado? ¿Él y Jungkook habían estado a la espera de un hijo?—. ¿Eso servirá?
–Por supuesto—, respondió la alfa tras soltar un suspiro—, pero, también deberá cuidar que el aroma de la reina no se adhiera a sus ropas. Sé que es una petición un tanto complicada, pero el heredero…
–Lo comprendo—, la interrumpió Taehyung con desgano, sobando el puente de su nariz con evidente cansancio—. En este momento, la seguridad de mi hijo es primordial. Tomaré en cuenta todas sus recomendaciones. ¿Hay algo más que debería saber?
–No pueden copular—, soltó con rapidez, sus orejas y cuello se pintaron de rojo, y bajó la mirada por la confusión del rey—. Lo que estuvieron por hacer en el bosque, fue peligroso. Afortunadamente su lobo se percató del estado del concubino, pero me temo que es algo que le prohibiré por el tiempo que dure su embarazo; ya que, al… Bueno, usted sabe, podría dañar al cachorro—. Igualmente avergonzado, Taehyung asintió, y cubrió celosamente el cuerpo de Jungkook, a quien se le caía colorado por las palabras de su hermana—. Si no tiene alguna otra pregunta, me retiraré ahora, majestad.
Tras inclinarse, mostrando su respeto a los presentes, YeoBeen salió de la habitación, seguida de los sirvientes que la habían acompañado y apoyado con los instrumentos necesarios para la revisión, dejando a Taehyung y a Jungkook en absoluta soledad, sin ningún ruido de promedio que pudiera aligerar la tensión creada por la presencia de la alfa, y por supuesto, las recientes noticias.
–Voy a serte sincero, y espero que tú también lo seas. Hay muchas cosas que, hasta el día de hoy, no había tenido el coraje suficiente para preguntar, y eres tú, la única persona que puede darme una respuesta a todas esas dudas que llevan atormentandome desde el día que te conocí—, dijo finalmente el alfa, soltando al omega con suma precaución e intentando no parecer brusco, para tomar asiento sobre el tendido que sus criadas habían armado para ellos. Jungkook asintió sin más—. Cuando desperté en aquella finca, tan desorientado y con las memorias difusas, el tener a un omega en celo que aseguraba ser mi pareja, me orilló a actuar de manera imprudente. Lo marqué. Desde entonces, no había vuelto a sentir a mi lobo, no hasta que nos encontramos en tus aposentos. Tu madre, y un par de personas más, aseguran que tú y yo compartimos más que un romance fugaz, la cicatriz en tu cuello, me prueba aquello, pero, ¿Realmente estabas embarazado?
–Si, majestad—, respondió el omega con la mirada fija en él, sin demostrar alguna emoción, y su semblante sereno prevaleciendo pese a la sal que comenzaba a picarle los ojos—. Es cierto.
–¿Qué pasó? ¿Por qué no sobrevivió?
–Habían pasado seis lunas—, comenzó a contarle, suspirando entre cada palabra, y apretando la tela de su ropa con tanta fuerza, que la costura se desgarró—. Mi cachorro ya se movía animadamente cuando usted tuvo que partir a la frontera por los constantes ataques con el reino de Sirgo. Mi marca fue reabierta esa misma mañana, así que, cuando perdió la conciencia, mi lobo se desesperó, y mi salud comenzó a decaer. Fue tanta la angustia que sentía por no poder verlo, que envié a Jimin, quién era mi sirviente personal, en aquel entonces; para que cuidara de usted. Pero no imaginé, que la persona a quien más cariño y confianza le tenía, me traicionara de esa manera. Cuando usted lo marcó, el lazo que nosotros manteníamos se rompió, y con ello, mi hijo…—, la voz se le cortó, y las lágrimas que había obligado a retener en las esquinas de sus ojos, comenzaron a brotar por sus mejillas—. Mi bebé no lo soportó. Me llegaron los dolores de parto, y las curanderas y médicos, hicieron todo lo posible para que sobreviviera, pero él nació muerto. La vida le fue arrebatada antes de siquiera permitirle ver el mundo por primera vez, por una única vez.
Envuelto en la amargura de su olor, y la genuina tristeza del omega, Taehyung se vio a sí mismo llorando con la misma intensidad.
–Lo siento, yo…
–No—, lo cortó el azabache, limpiándose las lágrimas con molestía y rapidez, como si temiera mostrarse tan vulnerable ante el culpable de su pena—. Usted no lo siente, porque mi hijo muerto no es suyo. Usted no lo recuerda, no le duele. Mi bebé fue olvidado.
–Jungkook, yo en verdad lo lamento—, afirmó de nueva cuenta, porque realmente le dolía su pérdida, empatizaba con su tristeza—. Quisiera… Al menos me gustaría saber cómo fue, es mi hijo después de todo.
–El alfa que tengo frente a mí, no es el padre de mi cachorro—, respondió con rabia, con la mirada oscurecida en remordimiento y el corazón estrujado por el ingrato recuerdo—. No quiero hablarle a un desconocido sobre mi bebé, no puede obligarme a hacerlo. Cuando finalmente recuerde nuestro pasado, ese día le contaré de él.
–¿Fue varón?—, insistió, pero pronto se arrepintió de hablar, pues Jungkook se desmoronó en un llanto desgarrador.
–Un niño, sí—, sus ojos se cerraron, y la imagen de su cachorro volvió a su mente—. Tan pequeño que… Era tan chiquito que…
–Basta, perdóname—. Taehyung se levantó y extendió su mano en su dirección, la vuelta fue tomada con premura, con mucho anhelo—. No debí insistir, no tengo derecho a preguntar, porque tienes razón, somos desconocidos. No volveré a insistir, pero espero que cuando te sientas listo, puedas hablarme de ello.
–Sí—, su voz se amortiguó en el pecho ajeno—. Lo haré.
El alfa lo guió hacía el tendido, con una de sus manos afianzada a su cintura y la otra dejando suaves caricias en su largo cabello, que ahora, caía rebelde por lo ancho de su espalda. Jungkook en ningún momento dejó de llorar, así que, lo recostó y cubrió con las sábanas, soltando su aroma en un intento desesperado por apaciguar la pesadumbre de sus recuerdos, y se mantuvo en silencio, incluso después de extinguir el titilante fuego de las velas.
Después de un momento, que pareció una insoportable eternidad, los sollozos de Jungkook finalmente cesaron, pero, pese a la aparente tranquilidad, ninguno pudo conciliar el sueño. De un momento a otro, todo había cambiado para ellos, y ciertamente, no estaban acostumbrados a tenerse, a sentirse y mucho menos a contarse tantas cosas, que, hasta hace unos pocos días, parecían imposibles de comunicar.
Con el ligero, y agradable aroma a incienso, y sus respiraciones cada vez más tranquilas, Taehyung se movió a su costado, mirando la silueta del omega a su lado, quién parecía tener los ojos abiertos, mirando hacia el techo sin hacer ningún ruido, sin realizar ningún momento. Por mero instinto, y sin permitirse detenerse a pensar, su mano se movió en su dirección. Con la yema de sus dedos acarició gentilmente el contorno de su nariz, sus labios, ahora resecos por las recientes lágrimas derramadas, y culminó sobre sus cuencas hinchadas.
–Eres hermoso—, admitió en un susurro, pero debido al escabroso silencio, Jungkook pudo escucharlo; lo supo cuando este se giró en su dirección—. Incluso si lloras, o me gritas, para mí, eres terriblemente bello.
–Hará que me sonroje, majestad—, respondió con timidez, pero acercándose al castaño por mera necesidad, añorante de su tacto, y de esos labios que tan dulces le sabían.
–Tenerte entre mis brazos, me ha nublado el juicio. No he dejado de pensar en ti. ¿Será que acaso me has hechizado?
–¿Piensa en mí como una oscura criatura que es capaz de llegar hasta ese extremo para tenerlo a mi lado?—, se burló, pero Taehyung no pareció comprender a qué se refería, simplemente se rió.
–Para nada. Si tuviera que compararte con un ser místico, tú serías una de esas hermosas criaturas que habitan en las profundidades del océano, aquellas que con su canto seducen a los pescadores para hacerlos caer al agua; la cuestión es, que yo, me arrojaría por voluntad. Hay algo en ti que me abruma, me llena de incertidumbre, tus besos son tan dulces como el licor después de un largo día, y tu presencia, me hace recordar a la calidez de la primavera después de un cruel invierno.
–El romanticismo no lo abandona, majestad—, pronunció con dulzura, suspirando contra sus labios; como respuesta obtuvo un gruñido gutural, y las manos del castaño por todo su cuerpo—. Lo lamento. No podemos hacer nada de lo que desea.
–Eso no me impide besarte.
Tras pronunciar aquello, sus labios danzaron sobre los del azabache, sus lenguas se encontraron tímidamente, y se besaron con ganas, con pasión reprimida, pero también, con gratitud y admiración, con inmensa devoción.
–Majestad—, soltó el omega como un gemido—. Debemos parar. Pronto amanecerá y deberá cumplir con sus deberes, además, no me encuentro bien.
–Bien—, suspiró en rendición, obligando a apagar las llamaradas calientes y vivas de deseo—. Supongo que me encuentro demasiado emocionado. Y debería agradecerte por el hermoso regalo que me has dado. Lamento haberte hecho llorar, y prometo que haré todo lo que esté en mis manos para intentar recordar nuestro pasado, por el momento, ¿Hay algo que desees? Te daré cualquier cosa que me pidas, por más ridícula que suene.
Jungkook suspiró una risita. Repentinamente había comenzado a sentirse en paz, porque estar entre sus brazos, respirando su aroma mezclado con el suyo, lo hizo regocijarse de alegría, olvidando así, el recuerdo que lo hizo fragmentarse. Después de todo, era Taehyung lo único que necesitaba para sentirse bien.
–Me gustaría poder participar en la selección de la princesa—, comentó con valentía, y deseó poder ver la expresión de Taehyung en ese momento—. Sé que por mi título y posición, tengo prohibido aparecer en actividades como esa, pero, y aunque conozco su descontento por mi amistad con el Gran príncipe, deseo verlo casado con una buena omega. Si usted me lo permite…
–No—, respondió tajante el alfa—. El día de mañana, mi hermano conocerá a las señoritas, y no deseo que esté junto a ti.
–Majestad…
–He dicho que no.
–Bien. Entonces permítame salir del palacio.
–No saldrás del palacio—. Taehyung se movió con rapidez, sentándose de golpe en la cama por la creciente molestia que sentía, por esos celos y posesividad que nacieron en cuanto conoció su estado. Una actitud propia de un alfa recién enlazado—. No te apartaras de mi lado cuando llevas a mi cachorro en tu vientre. ¿Qué pasaría si te accidentas? ¿Y sí tu salud decae? ¿Cómo podré saber cómo te encuentras si te alejas de mí?
–Nada de eso pasará, pero comprendo su preocupación—, refutó el omega con molestía, sentándose a la par de Taehyung, quién sabía que lo veía con molestia, pese a la oscuridad que los rodeaba—. Me ha prohibido salir de este palacio desde el día que nos casamos, y aunque me gusta mi nueva vida, y estar junto a usted, echo de menos a mi familia, quisiera ver a mis cuñados y sobrinos. Creí que podría pedirle cualquier cosa que yo quisiera, no me queda más que aceptar sus órdenes, con obediencia si así lo desea.
Gradualmente su voz y semblante fueron decayendo, a tal punto que el alfa sintió a su lobo molesto por la actitud del omega.
–Puedes participar en la selección—, soltó acompañado de un suspiro cansino, acorralado por el aroma triste de Jungkook y el incesante reproche de su parte lobuna. Había sido derrotado—, pero no te quiero cerca de mi hermano, te lo prohíbo. Y respecto a lo otro, organizaré mis tiempos para visitar unos días la propiedad de tu familia, iré contigo. Además, creo que sería bueno para el cachorro y para ti, rodearse de las feromonas de tu camada. Por el momento solo…
Jungkook lo calló con un beso, sus feromonas se dispararon con felicidad hasta llegar todo el lugar con ellas, incluyendo a Taehyung.
–Gracias, en verdad se lo agradezco mucho, majestad.
–N-no…—, la impresión fue tanta que se vio a sí mismo tartamudeando, temblando el contacto inesperado; pero pronto se avergonzó, y aclaró su garganta para recuperar su orgullo—. No tienes nada que agradecer. Cumpliré mi palabra. Ahora creo que debemos dormir.
–Sí—, respondió con una amplia sonrisa, y se recostó de nuevo en su lugar, solo que está vez, intentó abrazar al castaño—. ¿Está mal si lo abrazo?
–No puedo dormir si no tengo algo entre mis brazos. Sería un placer…
»Incluso si muero está noche, sería feliz, estar a su lado, rodeado de usted, me asegurará la entrada al cielo. Moriría con una sonrisa«.
Aunque le hubiera encantado decirlo en voz alta, decidió callar, pues no creía prudente dejar en evidencia su eterno enamoramiento; así que simplemente se acurrucó en su pecho, con una sonrisa encantadora, con una hermosa sensación recorriendo su pecho y todos sus sentidos.
[...]
Por un momento llegó a pensar que lo que había sucedido, era un sueño más, una ilusión creada por el recuerdo de sus días a su lado, la felicidad, y la plenitud que lo habían abandonado; pero al abrir ojos, se encontró con su rostro, con sus brazos afianzados a su cintura vestida.
Cuando el lucero diurno extinguió la oscuridad, y tras recibir un beso fugaz sobre sus labios y vientre, lo vio perderse por los pasillos, y tan pronto como partió, sus sirvientes entraron a la habitación con sus pertenencias, y las ropas que usaría ese día.
Todo había cambiado, de un día para otro, su sentir y pensar, se transformaron. Y seguía sin poder asimilarlo. De cierto modo se sentía incómodo, pero al mismo tiempo rebosando de alegría.
¿El fruto creciendo en su vientre era capaz de evocar un torbellino de evolución?
¿Finalmente la vida lo estaba recompensando por sus días en absoluta oscuridad?
Después de ser aseado, vestido, y acicalado, el azabache salió de la habitación del rey. Una extraña sensación de pertenencia lo invadió, cuando notó el atisbo de su aroma a nueces impregnado en su hanbok, en su piel, en su presencia, y sonrió sin más, sintiéndose complacido, victorioso por su sacrificio.
Sus sirvientes, al igual que Yoongi, lo siguieron de cerca cuando comenzó a avanzar hacia el quiosco donde daría lugar la ceremonia de selección, pero ninguno pudo advertirle de aquella presencia que tan desagradable le parecía.
Jimin se plantó frente a él, con el ceño fruncido en desconcierto, y sus feromonas invasivas denotando su molestia; y la sonrisa que Jungkook había mantenido brillante en su rostro se desfiguró hasta convertirse en una mueca de absoluta irritabilidad.
–¿Qué haces aquí? ¿Por qué salías de los aposentos del rey?—, inquirió con veneno, sus manos formando puños en la tela de su vestimenta—. ¿Es que acaso fuiste a ofrecerte como una vil cortesana?
–¿No te lo dijo?—, respondió con la misma fuerza, mirándolo por encima de la barbilla—. Ahora viviré en sus aposentos. Pero no debería extrañarte, después de todo, ¿Cómo un simple criado como tú, podría mantener la atención de su majestad? Era de esperarse que terminara buscando el calor de otra cama, la compañía de alguien que realmente pueda comprenderlo y complacerlo. Yo soy su verdadero omega.
Con el rostro enrojecido por la ira, Jimin avanzó los pocos pasos que los separaban, mostrándose —de cierto modo—, poderoso, y para nada intimidado. Su diestra se elevó con valentía, y actuó como proyectil, uno que no logró impactar en la mejilla del concubino, pues este, tomó su antebrazo para detener su movimiento.
–¿Cuánto dolor estás dispuesto a soportar por intentar recuperar algo que quizás jamás fue tuyo?—, su voz salió en un susurro, deshaciendose con brusquedad del agarre que lo mantenía cautivo, y sonriendo con suficiencia por la evidente tensión que provocó en el azabache.
–Lo que sea necesario. Haré todo lo que esté en mis manos para devolverte todo el dolor que viví—. No titubeó, no se mostró ni un poco afectado por la furia que emanaba el delicado cuerpo de su enemigo, simplemente acercó su rostro al contrario, y muy cerca de su oído, susurró—. No voy a descansar hasta verte hundido, así tenga que arrancarme el corazón con mis propias manos, haré de tus días un infierno. Recuérdalo bien, Jimin, ojo por ojo, e hijo por hijo…
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