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05| AVE FÉNIX

Majestad...

He notado que los pasillos son más ruidosos últimamente, lo que me hace preguntarme, si es que quizás ha llegado a escuchar sobre mí…

Soy consciente de las habladurías en las que soy protagonista; el mundo se jacta sobre mi comportamiento déspota, mi mirada fría, desinteresada, e incluso escalofriante. Algunos me miran con pena y comentan mi desdicha; otros me aborrecen por ser su segundo esposo, y por esa rivalidad inexistente que según ellos, hay entre su reina y yo. ¿Es por ese motivo que no ha venido a visitarme ni una sola vez?

Comprendo que es atrevido de mi parte suponer aquello que piensa de mí; pero me es inevitable. He tenido tres largos años para soñar con un sin fin de escenarios en los que usted y yo somos protagonistas; también, para pensar en sus razones para abandonarme sin siquiera darme una oportunidad de conquistarlo. Quizás usted deba pensar que soy una persona horrible, y lo comprendo, mi apellido y las barbaries cometidas por mi familia me preceden, tal vez, realmente no soy merecedor de su divina presencia, de su atención y su afecto, pero… ¿No cree que es injusto juzgarme de está manera?

Mi señor, ¿Usted cree en esas palabras que han ensuciado mi nombre con tanta malicia? ¿No está siendo un poco cruel con mi pobre corazón que no para de llamarle?

He perdido la cuenta de todas las veces en las que he escuchado a mi lobo llamarle, y suplicarle por su pronto regreso. Justamente hoy en el tercer aniversario de la pérdida de nuestro cachorro, no ha parado de hacerlo. ¿Escucha sus lamentos?

Recuerdo a la perfección el sentimiento de angustia que albergó mi pecho tras saber sobre el accidente que sufrió rumbo a la frontera, su aroma aún impregnado en mi lecho me dio la valentía para afrontar su ausencia; pero, puedo sentir como si hubiera sido ayer el insoportable dolor que me provocó su crueldad, su aroma se ha desvanecido por completo, y no hay nada que pueda acallar o hacer más llevadero mi dolor. Aquella noche lluviosa cuando decidió que no me amaba más, sigue carcomiendose mi alma lentamente, la imagen de mi hijo muerto entre mis brazos sigue latente, y mi corazón continúa esperando su consuelo.

¿Aún no puede recordarme?

¿No siente siquiera una pizca de pena por mí?

No ha habido día en el que me sienta en paz. La agonía de mi pérdida parece ser eterna, y pese a ser un sobreviviente de un lazo roto, mi corazón sigue hecho pedazos. Mi lobo clama su nombre en cada luna llena, pero usted ha dejado de escucharme, ¿Verdad? No puede sentirme más.

¿Alguna vez piensa en mí? ¿Recuerda a nuestro hijo?

Puede parecer ridículo, pero mi cuerpo posee memoria, pues algunas noches puedo sentirlo moverse en mi vientre, como cada vez que usted posaba su mano sobre mi piel, cuando le hablaba y reprendía por hacerme doler los pies. El calor de su aliento me eriza la piel, y aunque en aquel entonces me causaba gracia, ahora extraño con locura esa sensación.

Lo extraño con locura...

No miento cuando digo que lo amo, que es usted el aire que respiro y lo único que necesito para vivir. Su rostro, sus afiladas facciones y su voz vienen a mi mente cuando cierro los ojos, y mis manos cosquillean por acariciarlo una vez más.

¿Le parece extraño?

Quizás lo es, pero el fantasma de su recuerdo ha sido la única manera que encontré para salir adelante sin usted, sin ustedes.

Hoy por fin me he dado cuenta de que jamás podré volver a llamarlo mío, que siempre será la parte más dolorosa de mí. Tras la noticia que me arrebató cualquier rastro de esperanza pude saber que yo he dejado de existir para usted; que nunca más tendré un lugar en su vida y mucho menos en su corazón. Pese a mi dolor, y estos celos que no puedo evitar sentir, debería felicitarlo, y fingir estar contento, pues ese es mi deber como su esposo y concubino. Aunque sienta el hierro ardiente clavado en mi pecho, intentaré compartir con usted la dicha que trae consigo la vida de su heredero.

No puedo mentirle, lamentablemente soy un ser humano, de carne y huesos, con sentimientos y completamente capaz de experimentar dolor, así que me es inevitable sentirme envidioso de él, pues yo, ya tuve la fortuna de verlo siendo un padre innato, y me llena de melancolía saber que no seré yo el receptor su dulce trato, que no podré estar presente en el momento cuando finalmente pueda convertirse en padre, pues sé, que ese ha sido su más grande anhelo, su único sueño.

Por más que lo intente, mi señor, no puedo hacerlo, me es imposible compartir su felicidad, y es por ese motivo que he decidido marcharme. Jamás debí venir en primer lugar, pues fuí ciego, actúe bajo el impulso de mi amor por usted y me arrastre a un precipicio en el que no he dejado de caer, esperanzado por la idea de que usted volviera y me salvará de la oscuridad.

Lo esperé con paciencia, guardé en mí aquella esperanza de volver a encontrarnos, pero no sucedió, y jamás lo hará.

Mis pensamientos y acciones son merecedores de la pena de muerte. Partiré tan pronto como me sea posible, y no volveré a importunarlo con mi indeseada presencia; pero si algún día decide buscarme, si logra encontrarme, le suplico que tomé mi vida, pues deseo que sea usted el que acabe con mi sufrimiento.

No me recuerde, no cuando me haya ido, pero si lo hace, tenga presente que yo siempre le amé, y que tal vez siga haciéndolo un millón de vidas más.

En esta no pudimos estar juntos, pero, ¿Podría concederme la oportunidad de intentarlo en la próxima?

Te amo Taehyung, te amo con una intensidad avasallante, con todo mi corazón. Te amo, te amo, te amo…

Para siempre suyo, J.JK.

[...]

Sus ojos se movían línea por línea, admirando la bella caligrafía con extrema melancolía, sus ojos picaron por las lágrimas acumuladas y su pecho se oprimió por el mensaje oculto en esa flor desconocida que acompañó la firma.

Después de esa conversación que tuvo con Jeon MinYoung, Taehyung decidió volver a sus aposentos compartidos en busca de consuelo, pero se llevó la sorpresa de que Jimin no estaba en ese lugar como se lo había pedido. Su aroma era demasiado dulce, potente como si estuviera presente, pero no lo estaba, y los pocos sirvientes que se mantuvieron en su puesto, no parecían estar al tanto de su paradero.

Atraído por su fragancia, fue a sentarse en el lugar donde supuso que se encontraba antes de abandonar la habitación. Los cojines estaban revueltos, y en el pequeño escritorio notó una hoja arrugada. Jimin había estado poniéndole empeño a sus clases de lectura y escritura, así que, creyendo que se trataba de alguna tarea, tomó la hoja entre sus manos, pero no fueron garabatos sin sentido lo que encontró, sino que, una carta dirigida a su persona y de la cuál no tenía conocimiento alguno.

No sabía hace cuánto tiempo su reina llevaba escondiendo esas cartas, pues suponía que no era la única. Podía notar la desesperanza plasmada en cada trazo, el dolor y ese amor que no comprendía, y por supuesto, no correspondía. Quizás se trataba de palabras vacías, pero de ser el caso, ¿Por qué Jimin las guardaba con tanto recelo?

La idea fugaz de buscar aquellas cartas le cruzó por la mente, pero desistió enseguida, pues en ese momento no tenía tiempo, ni la energía suficiente para desgastarse en algo que creyó poco importante.

Leer aquellos sentimientos le provocaron un sentimiento mucho más nauseabundo a su persona. Jeon Jungkook no parecía ser alguien horrible como lo había pensado, y justo como decía en la carta, era una persona de carne y huesos, real y completamente capaz de experimentar dolor, un dolor que está más que seguro le propinó bajo el impulso del momento.

–¿Por qué no te fuiste Jungkook?—, murmuró para sí mismo dejando escapar una lágrima traicionera, aspirando con ganas el aroma de su omega nuevamente en esa búsqueda de consuelo, que nunca llegó, pues se hallaba en el lugar incorrecto.

Francamente no había experimentado jamás esa paz que se suponía debía sentir estando con su pareja. Jimin era precioso, una margarita en plena floración. Sus besos eran dulces y picosos al mismo tiempo, la sensualidad de su cuerpo lo hacía querer regresar a su lecho cada noche; pero fuera de eso, nunca se sintió completo, el hueco en su pecho siempre estuvo presente, y comenzaba a dudar de la veracidad de sus palabras. Los últimos acontecimientos parecían querer mostrarle algo, pero él era ciego ante lo evidente.

Agotado tanto física como mentalmente, suspiró una vez más con ese mismo desgano que lo venía acompañado desde hace un tiempo, se levantó de su asiento y le echó una última mirada a su habitación, despidiéndose silenciosamente de esas paredes que guardaban sus secretos y sus noches de desenfreno.

Se sentía apenado, enojado y ofendido. Él jamás había actuado bajo el mandato de nadie más que no fuera su padre, y de cierto modo culpaba a su compañero por manipularlo hasta el grado de agredir a una parte esencial de su gobierno. Claro que asumía la culpabilidad, y ese fue otro factor que lo obligó a partir, pues no podía, ni quería hacerle lo mismo a Jimin.

Cuando salió de la habitación, recorrió los amplios pasillos de los aposentos en dirección a los propios, un grupo de donceles y doncellas se interpusieron en su camino.

–Mi señor, la madre del concubino Jeon le ha enviado está carta.

El alfa tomó con desespero el sobre que el omega le ofreció, y un destello de esperanza apareció en medio de su oscuridad.

“Jeon Jungkook ha aceptado verlo.”

–Preparen los aposentos del concubino para recibirme al caer la noche. La comida y el licor de mejor calidad deberán ser servidos en su honor—, habló con la voz áspera, provocando que los sirvientes agacharan su cabeza en absoluta sumisión y obediencia—. Proporcionen a sus sirvientes lo que el concubino desee, no importa que sea, solo asegúrense de complacerlo…

–Si me lo permite, majestad—, la masculina voz de su consejero personal resonó con eco en el lugar, callando las indicaciones del rey, y ganándose su absoluta atención—, un obsequio más que aceptable para su excelencia Jeon, podría ser un binyeo, o varios, si así lo prefiere.

–Dudo mucho que a mi concubino le hagan falta adornos para su cabello.

–Pero ninguno obsequiado por usted—, Namjoon respondió sonriendo, acercándose hasta el castaño, quién parecía no comprender lo que el otro quería decir—. Su excelencia Jeon, no ha sido cortejado como dicta la tradición. Un adorno tan simple como lo es un binyeo puede significar un cambio radical y significativo en su relación, al igual que para el reino. Me he enterado que ha diseñado una de estas exquisitas joyas, ¿Por qué no dársela a su segundo esposo?

Taehyung sopesó por un extenso momento; esa joya de la que hablaba llevaba años bajo la custodia de sus guardias, encerrada en una caja bajo llave. Cuando despertó de su letargo hace tres años, y comenzó a adaptarse nuevamente a su vida cotidianidad, dió con aquel adorno, sus bocetos y todos los materiales con los que había experimentado.

El ave fénix era un símbolo Real, un precioso animal mítico que había representado a la fuerza maternal de su familia por cientos de años, sin lugar a dudas, era un obsequio digno del omega al que se suponía amaba con locura, pero no había tenido el valor de entregárselo a su compañero, aún cuando la tradición dictaba obsequiarlo en su época de cortejo.

–Lo pensaré—, respondió únicamente para llenar el silencio tenso, pero bien sabía que debía hacerlo, no solo por las circunstancias en las que se encontraba, sino que también, por esa insistencia de su parte animal.

Namjoon sonrió con orgullo, conocía a ese joven como si fuera su propio hijo, y él, lo escuchaba y trataba como a un padre.

Cuando la noche llegó, y Taehyung terminó de alistarse, salió de su habitación siendo seguido por sus sirvientes, quienes lo cubrieron de la tormenta con enormes sombrillas hasta que deslumbraron la bonita, pero lejana locación del concubino.

Con sus zapatos mojados por los charnos que no pudo evitar pisar y ese nerviosismo carcomiendose su valentía desde sus centros, permitió que le retiraran sus botas, sin dejar de mirar las puertas que esperaban ser abiertas para él.

Aún desde ese lugar bastante alejado del patio principal, podía escuchar a los eruditos suplicando insaciablemente por la pronta liberación de su más preciada joya, bajo cualquier pronóstico, sin haber comido o bebido absolutamente nada. Por una parte se sentía complacido por esa dedicación, por esa valentía que significaba contradecir sus acciones y dictaduras; pero al mismo tiempo, lo mantenían bajo una presión escabrosa. El destino de su reino pendía de un hilo, y solo el omega al que estaba por visitar, podría mantenerlo firme, o en dado caso, cortarlo sin piedad.

MinYoung había cumplido con su palabra, y era momento de hacer valer la suya.

Tras soltar un fuerte suspiro, indicó a las doncellas que abrieran las puertas, caminando por los silenciosos pasillos hasta que el fresco aroma del residente lo golpeó de lleno provocándole una punzada de arrepentimiento tras distinguir esas notas entristecidas que danzaban en el aire.

Estaban solos, dentro de su fortaleza, con solo unos cuantos guardias custodiando la entrada, y sus sirvientes esperando ser llamados bajo la lluvia.

Sus manos vacilantes y humedecidas por el sudor, tomaron las manijas de cobre, deslizando con extrema delicadeza las puertas y entrando a pasos lentos hasta que divisó el delicado cuerpo del omega azabache sentado en el centro del lugar, en la cabecilla de la mesa, donde, y debido a su rango superior, debería tomar asiento.

Su acción era una falta de respeto que en otro momento jamás hubiera dejado pasar por alto, pero dadas las circunstancias, no tuvo más remedio que aceptarlo.

–Su majestad—, saludó el omega con la voz apacible, inclinándose ante su rey por escasos segundos, y volviendo a tomar asiento en su lugar—. Creí que no vendría.

Taehyung se mordió el labio inferior cuando sus ojos fueron testigos de esa expresión que pretendía ser valiente, pero que escondía una tristeza que le fue imposible soportar.

–Lo lamento—, habló sin pensarlo, su voz salió temerosa y titubeante a pesar del esfuerzo que hizo por parecer fuerte—. Tu rey está aquí para solucionar esto. Mi comportamiento fue estúpido e imperdonable, pero aún así, te suplico que me disculpes.

Jungkook lo miró con firmeza, y su lengua sufrió las consecuencias de ese destello arrepentido en su semblante, pero no flaqueó, no le daría el lujo de verlo dudar después de la humillación que le hizo pasar.

–Por favor, tome asiento—. Taehyung obedeció de inmediato, y se sentó frente a él sin mirarlo nuevamente a la cara—. Es triste saber que tuvo que ser forzado para que viniera a pedirme disculpas, mi padre ha cruzado la línea, y le suplico perdón por eso.

–No hay nada que disculpar, he sido yo quién erró, su padre ha hecho lo mismo que yo haría en su lugar. Es usted un omega, mi omega, y aunque no lo quiera, su bienestar es mi responsabilidad. Le he fallado como alfa y esposo, por favor perdóneme.

–Usted sabe que mi familia está esperando un llamado de guerra por mi parte—, comenzó con delicadeza, golpeando la mesa frente a él con la taza blanca que mantenía en sus manos. Taehyung asintió, jugando con sus manos, y buscando ese obsequio que escondió en la manga de su hanbok—. ¿Qué está dispuesto a hacer para ganarse la amistad de mi clan?

El alfa lo miró finalmente, asombrado y al mismo tiempo aterrado por la tranquilidad que el otro mantenía, esa serenidad que solo podría encontrar dentro del ojo del huracán.

–Cualquier cosa—, respondió de inmediato, está vez sin titubear. Jungkook alzó una de sus cejas por su rápida respuesta—. Haré todo lo que esté en mis manos.

–Podría pedirle que me convierta en su consorte, que me marque y destierre al omega que ha ocupado mi lugar a su lado con tanta osadía—, el castaño frunció el ceño, su aroma comenzó a espesarse en molestia, y Jungkook soltó una risita por su acción tan predecible—. Pero no lo haré, porque a diferencia de él, planeo jugar un juego limpio, sin trampas de por medio. No le contaré la verdad sobre nuestro pasado, pues sé muy bien que aunque esté aquí frente a mí, jamás me escuchará y mucho menos, me creerá. Solo le pediré lo que por derecho me pertenece, es usted mi esposo, y me ha tratado como un completo extraño todo este tiempo.

–¿Es mi compañía lo que deseas?

El azabache dejó brillar una sonrisa enigmática, sus largos dedos volvieron a tomar la taza de porcelana, y la llevó hasta sus labios previamente ensalivados, actuando sin despegar sus ojos del rostro contrario, y bajo la atenta mirada del mismo.

El silencio se extendió por un momento que pareció interminable, la paciencia del alfa comenzaba a acabarse, cuando Jungkook finalmente negó. 

–Quiero su alma, claro, si es que tiene una.

El destello rubí era casi imperceptible debido a la negruzca opacidad de sus pupilas expandidas, el surco de sus labios en esa sonrisa ladeada y su semblante firme, lograron intimidarlo, pero al mismo tiempo, cautivarlo por completo. Jeon Jungkook era atrayente en cualquiera de sus facetas, un consorte digno para el reino, pero no lo suficiente para él.

Suspiró, sus ojos se cerraron en busca de una respuesta, pero sus pensamientos estaban confusos, mezclados como corrientes bravas en mar abierto.

–Nada en esta vida es gratis—, comentó con pesadez, sacándo se su manga ese artefacto escondido que colocó sobre la mesa como una banderilla blanca, rindiéndose ante la inminente guerra que estuvo a punto de estallar—, le ofrezco mi alma, al igual que esté obsequio con buena voluntad. He de admitir que subestimé su poder y el de su familia, no fue mi intención herirlo de ninguna manera, y espero que esto sea suficiente para calmar la enemistad que me he ganado con usted y su clan.

–Esto no es suficiente—, tomó el binyeo entre sus manos, acariciando con la yema de sus dedos el relieve del fénix, las piedras preciosas que lo adornaban y ese significado poderoso que debido a su posición realmente no tenía. La mirada de Taehyung era penetrante, dura e incluso molesta, pero abierta y dudosa por sus siguientes palabras—. Deseo que me trate como su esposo, que me lleve a sus aposentos y me visite cada noche. Quiero ser suyo y que usted sea mío. Le daré un heredero, y todos los príncipes que desee, pero a cambio quiero su alma, que me conozca y me permita conocerlo nuevamente. Soy alguien digno de su compañía, y créame, su majestad, mis padres me han dado una educación impecable, podría servirle como un buen acompañante en la reuniones de protocolo, así que le pido que me permita demostrarle que soy digno de ser llamado su esposo—. Cuando Taehyung creyó que el omega había terminado de hablar, Jungkook tomó una bocanada de aire, dejando sobre la mesa el adorno de oro y volviendo a tomar la taza de porcelana—. También deseo que mi guardia personal sea absuelto de su culpa, su trabajo es cuidarme y de ser necesario, arrebatarle la vida a cualquier persona que ose propasarse conmigo; por lo tanto, le pido que sea liberado inmediatamente del calabozo.

Taehyung se mordió el labio por la petición tan bien formulada que su concubino dictó, no podía negarse a nada, pero tampoco quería darle demasiado poder, pues a la larga, le sería imposible contenerlo.

Respirando pesadamente, una de sus manos se extendió hasta quedar a escasos centímetros del rostro ajeno, sintiendo su calor como una fuerza de atracción que no pudo soportar, y terminó sucumbiendo a acariciar la tersa piel que hace poco maltrató. Jungkook, temeroso por recibir un golpe de su parte se sobresaltó cuando la mano del alfa lo rozó, pero terminó ronroneando internamente cuando sus dedos actuaron como sedantes, sus caricias siendo delicadas y para nada forzadas.

–Quieres hacerme perder la cabeza—, murmuró quedito, empujando con su mano libre la mesita que los separaba, e impulsandose hacia enfrente para acunar su rostro entre sus palmas abiertas—. No comprendo del todo tus intenciones, pero tampoco tengo el poder de negarme a tu pedido. Te daré la libertad de elegirme, y correré el riesgo de mantenerte a mi lado, pero lo harás bajo una condición; eres mi esposo, sí, pero no eres la reina. No cruces jamás el límite de tu poder, y mantente tranquilo, si aceptas esa única condición, prometo que desde el día hoy, no habrá más dolor. Te cortejaré como es debido, y te entregaré mi cuerpo, mi alma y mi corazón, como tanto deseas.

Victorioso y mareado por el aroma de su cercanía, Jungkook asintió a cada una de sus palabras, mirándolo con destellos amorosos, que ocultaron sus verdaderas intenciones. Con atrevimiento, una de sus manos se posó sobre la impropia, y la otra fue directamente a su hombro, de dónde se apoyó para subirse sobre sus piernas, quedando a horcajadas sobre su cuerpo, y con su rostro a escasos centímetros de rozarse.

–Lo haré—, afirmó en un susurro, su aliento caliente haciendo un contraste delicioso en la piel fría del alfa, quién se dejó llevar por el momento y lo sostuvo con posesividad por su cintura para acercarlo lo más posible a su cuerpo—. Solo quiero hacerlo feliz, deseo que vuelva a mí…

Su aroma dulce y esas caricias proporcionadas en su cuello, lo hicieron estremecerse. Su lobo aulló contento por su cercanía, y se apoderó momentáneamente de la situación, obligándolo a besarlo con desenfreno, y acariciarlo con fiereza desde su nuca hasta su trasero, el cual acunó con sus manos abiertas y meció sobre su miembro que cada vez iba ganando tamaño.

–Sé que es cruel, e incluso hipócrita de mi parte, pero deseo hacerte mío nuevamente—, pronunció sobre sus labios, el hilo de saliva que los unía rompiéndose por sus palabras—. Quiero enterrarme en ti y hacerte gritar de placer, llenarte tanto de mí que te sea inevitable cargar a mis cachorros.

Jungkook mentiría si dijera que no estaba temblando de miedo, su cuerpo reaccionaba positivamente ante el estímulo administrado, pero lo que había ocurrido noches atrás en esa misma habitación, lo mantenía alerta.

Inevitablemente sus lágrimas comenzaron a salir, y su cuerpo tenso fue separado por el mismo hombre que lo sostenía.

–Lo siento, y-yo… en verdad lo lamento, pero usted…— titubeó, y no pudo mirarlo a la cara—, me ha lastimado tanto que le temo, majestad. No me obligue a…

–No lo haré—, Taehyung lo interrumpió con la voz áspera debido a la excitación de su cuerpo, y esa molestia por parte de su lobo al saberse responsable de ese dolor—. Aunque te deseo con locura jamás volveré a tocarte con la misma agresividad con la que lo hice aquella vez, no te forzaré jamás, y prometo que cuando estés debajo de mí, tus lágrimas no volverán a ser de dolor.

Aún sobre él, Jungkook sonrió con ternura, pues ese gesto amable era lo que recordaba de su alfa.

–¿Puedo confiar en usted, majestad?

–Tenemos un trato, su excelencia Jeon—, aseguró dejando un casto beso sobre sus labios, sonriendo débilmente ante esa tormenta de sentimientos y sensaciones contradictorias que comenzaban a florecer en su pecho—. Duerme aquí está última noche, el día de mañana a la hora del dragón, tus nuevos aposentos estarán listos para ti.

–Quiero ir con usted.

–No pue…

–¿No es usted el rey?—, lo interrumpió inmediatamente ante su negativa, llegando a él mediante el ego y orgullo que todos los alfas poseían—. Mi rey, usted puede hacer cualquier cosa. Mientras esté a mi lado, todo es posible…

[...]

Bajo la intensa lluvia que anunciaba el cambio de estación, el imponente alfa Jeon GongYoo, pese al dolor de sus piernas entumecidas y la resequedad de su boca por no haber ingerido siquiera un poco de agua, suplicaba por la liberación de su hijo, a la espera de que aquella antorcha encendida se alzara por el centinela del oeste, avisándole que la guerra comenzaría, y tendría que levantar su espada en contra de su Rey.

–Señor Jeon—, escuchó que lo llamaban a sus espaldas, siendo el sonido casi imperceptible debido a los alaridos de sus compañeros, quienes se mantenían firmes en su tarea—. ¿No cree que es un poco… tarde? Llevamos días en esta misma posición y no parece haber cambio alguno. ¿No podemos simplemente entrar y atacar? Apuesto a que su hijo debe estar esperando por usted.

El alfa se giró brevemente hacia el rostro cansado de Kim WooSung, siendo éste incluso más joven que sus hijas, pero con un puesto más alto que ellas, pues el hombre era sumamente inteligente, astuto cuando de números se trataba, pero poco prudente en circunstancias como las que estaban enfrentando, y de cierto modo lo entendía, pues él también fue joven e impulsivo, con deseos de grandeza y sediento de hierro; por lo cual le sonrió.

–Aún no es tiempo—, respondió con simpleza, girándose nuevamente para comenzar a sincronizar su súplica—. Vuelve a tu lugar, el llamado llegará pronto, solo tienes que soportarlo un poco más.

El joven alfa hizo caso omiso a su orden, y se mantuvo detrás de él, mirando todo a su alrededor como si fuera su primera vez dentro del palacio.

–Señor Jeon… si le soy honesto no comprendo el porqué de todo esto.

–No me hace falta tu franqueza, niño. Vuelve a tu lugar.

–Señor Jeon, lo digo en serio. Sí yo fuera el padre del concubino, ya habría entrado por esas puertas y hubiera incendiado todo a mi paso.

–Gracias al cielo que no lo eres.

–Señor Jeon…

–¡Por la Diosa Luna! Guarda silencio y vuelve a tu lugar—, gritó exasperado, el alfa mayor, mirándolo con furia, pero todo el coraje que almacenó en su pecho por la poca paciencia que poseía se desvaneció en cuanto vio al joven temblar en su lugar.

–Señor Jeon, creo que estoy un poco asustado—, se sinceró tragando el nudo en su garganta, moviendo sus dedos con nerviosismo por la tela de su hanbok—. Yo jamás me he enfrentado a una guerra, y temo por la furia de su majestad si es que su excelencia Jeon decide perdonarlo. Mi omega está a punto de dar a luz, y yo deseo conocer a mi cachorro, quiero estar con ella cuando ese momento llegue, cuidar de mi bebé y si es posible escucharlo llamarme papá.

Esas últimas palabras lograron sacarle una risa al alfa mayor, la primera en mucho tiempo, pues no está muy seguro de que algo le hubiera causado gracia desde que su hijo decidió embarcarse en esa terrible vida dentro del palacio.

–No comprendes mi sentimiento porque aún no te has convertido en padre. Cuando lo hagas, sabrás el porqué estoy aquí, dispuesto a morir bajo la lluvia por la libertad de mi cachorro. No existe sentimiento más bello que el convertirse en el centro del mundo de un niño, y aunque mi hijo ya es lo suficientemente mayor para formar una familia propia, mientras yo tenga vida, la dedicaré a protegerlo, incluso si eso significa acabar con todo un imperio.

WooSung parpadeó perplejo, y quizás un poco contrariado por ver en el alfa algo más que una fría mirada. Jeon Jungkook era el motivo de su devoción, su más grande amor y quizás, su más letal debilidad.

Cuando el joven alfa decidió enlistarse a la súplica de eruditos, lo había hecho únicamente por ganar experiencia, como un juego que deseó conocer desde que era un niño, pero estar ahí enfrentando día y noche la incertidumbre de no saber si regresaría a casa, fue abrumante, escalofriante más que eso, y necesitaba un verdadero motivo para quedarse, pero no esperó que Jeon GongYoo le diera uno tan profundo y tangible para él.

–Señor Jeon, es usted todo un poeta—, comentó con los ojos bien abiertos, mostrándole sus brazos a medida que los acariciaba—. Sus palabras me han erizado la piel. Admito que estuve a punto de marcharme, pero he decidido que me quedaré, es usted un excelente padre, mi modelo a seguir. ¡Quiero ser como usted!

–¡Guarda silencio, niño idiota, antes de que te arranque la lengua!—, advirtió rodando los ojos, y mordiéndose el interior de su mejilla por mostrarse tan vulnerable ante el otro—. No volveré a repetirlo, mantente quieto en tu lugar.

–Señor Jeon…

–¡He dicho que te calles!

Pero WooSung ni siquiera lo miró, en cambio, sus manos hicieron puño las mangas del hanbok contrario, y su mirada se mantuvo fija en un punto frente a ellos.

–Señor Jeon, creo que no será necesario ir a la guerra.

GongYoo no perdió tiempo en mirar en dirección a donde el joven alfa señalaba, su corazón comenzó a latir con fuerza, su lobo se removió y quiso aullar de felicidad al ver a su hijo renacer de las cenizas, cuál ave fénix, poderoso y orgulloso, de pie bajo el pabellón del patio, mirando a todos con la frente en alto, pero con sus ojos llenos de lágrimas.

–Jungkook…—, su voz salió débil, un susurro imperceptible incluso para el alfa que tenía a su lado, pero su hijo pareció escucharlo, pues sus ojos se encontraron, y pudo ver una pequeña sonrisa asomarse por la comisura de sus labios—. Mi cachorro.

El omega azabache había salido triunfal de sus antiguos aposentos, colgado del brazo de su esposo, y caminando junto a él en medio de la tempestad. Ninguno había dicho palabra alguna sobre la dirección que tomarían, pero, por algún motivo, sus pies se dirigieron hasta ese lugar, como si inconscientemente supieran que debían mostrarse frente a los eruditos para acallar sus voces, sus dudas y eliminar cualquier pensamiento sangriento de sus mentes.

Cuando Jungkook logró localizar a su padre en medio de todo el gentío que yacía arrodillado y haciendo venías en dirección al trono; su lobo comenzó despertar de su sueño, y se mantuvo atento a sus reacciones, como si esperara un regaño por aparecer frente a él pese a todo el esfuerzo que había realizado, pero no lo hizo, y obtuvo solo una mirada llena de alivio y amor.

–Padre—, murmuró al mismo tiempo que su progenitor, y sintió en su hombro el peso de la mano de su esposo, llamando su atención, a lo que él se giró para verlo.

–Ve con él.

No queriendo contradecir a Taehyung, y mucho menos a sus deseos por abrazar a su padre, Jungkook salió corriendo del pabellón, empapandose con la lluvia que caía a cántaros por su cuerpo, buscando nuevamente ese rostro tan conocido que lo hacía sentirse en calma; pero una vez que estuvo frente a los eruditos, estos finalmente pagaron sus voces, y lo miraron como si estuvieran esperando algo, un llamado de guerra quizás, o una sonrisa que apaciguara la inquietud de sus alfas.

Al ver que su cachorro no hacía o decía algo, GongYoo se levantó de su lugar, y caminó a tropezones entre sus compañeros, hasta que finalmente lo tuvo frente a él. Tan bonito y sensible como siempre fue, con sus ojos hinchados y su cabello mojado mostrándose débil ante él.

–Hijo…—, lo llamó con suavidad, extendiendo su mano hasta la altura de su rostro, pero no se atrevió a tocarlo, pues aunque se moría por hacerlo, había un protocolo que seguir, su Jungkook había dejado de ser únicamente su hijo cuando se convirtió en el concubino del rey. Era su superior, una hermosa joya que le costaría la vida si es que osara tocarla sin su consentimiento.

Pero el omega no estaba dispuesto a dejar pasar aquella oportunidad de sentirse protegido por su padre, así que recargó su mejilla sobre la palma del alfa, y un suave ronroneo brotó de sus labios cuando su aroma se coló a sus pulmones.

–Padre…

–Dime cachorro, te suplico que me digas que estás bien, qué estás haciendo esto por voluntad propia. Asegurame que está es tu decisión, o de lo contrario haré que quemen todo. Te sacaré de aquí así me cueste la vida.

–Está es la vida que he elegido para mí—, Jungkook asintió, sin abrir los ojos y sin intenciones de apartarse del tacto de su padre—. Un Jeon nunca olvida, y haré valer cada segundo de mi sufrimiento de aquí en adelante, te lo prometo, padre.

El alfa besó sus cabellos, permitiéndose detenerse un momento para aspirar la fragancia dulce de su cachorro, esa que ahora mismo se mezclaba con la del alfa de su elección, y no pudo evitar gruñir, porque pese al tiempo que había tenido para asimilar la situación, su lobo se mantenía renuente a la idea de dejar a su hijo entre las fauces de aquel hombre que tanto lo había hecho sufrir.

–Mi pequeño cachorro, hoy finalmente has dejado de ser un pequeño capullo en floración—, pronunció dejando un beso en su frente, y otro más en su mejilla empapada—. Tú mi bella flor, te convertiste en la espada de tu clan, y juro por lo más sagrado que tengo en la vida, que tu honor nunca más será manchado, que tú corazón no volverá a verse comprometido en promesas vacías. Te convertiré en reina, vida mía, el trono siempre te ha pertenecido.

–Te haré sentir orgulloso, padre. Solo espera un poco más—, está vez fue Jungkook quién besó sus manos, y lo miró fijamente, dejando que el destello rubí se sincronizara con el del alfa, mostrándole que no solo era su parte racional la que hablaba en ese momento, sino que su lobo también—. Pondré en alto el apellido Jeon.

–Siempre he estado orgulloso de ti, mi amor. Todos lo estamos.

Tras decir eso, el alfa se movió a su lado, dándole la vista completa de todos sus aliados, aún arrodillados pero mirándolo expectantes, todos guardando silencio, y eso lo hizo sentir poderoso, porque Taehyung estaba presente en ese momento, pero ninguno de ellos parecía prestarle atención a su rey.

Él era la verdadera reina de Yuin, y nunca lo tuvo más claro que en ese momento.

Ya poco importaba lo mucho que deseaba ser el omega del rey, su ambición había cambiado, y estaba seguro que pronto dejaría de ser el concubino Jeon...

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