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03| RITUAL MARITAL

⚠️ CONTENIDO SENSIBLE. ⚠️

Leean con precaución y eviten las malas palabras en los comentarios por favor.

[...]

Taehyung observaba a todo el personal de la enfermería Real con suma cautela; detalló sus expresiones faciales y el miedo corporal que destilaban a la par de sus feromonas. Todos alfas, a excepción de su omega asustadizo en el centro de su tendido, portado ropa blanca y cualquier rastro de adorno retirado por completo; ocultando su rostro detrás de una fina tela de tul mientras era examinado por Jeon YeoBeen, quién muy a su pesar, era la mejor en su área.

– Lo lamento majestad. — murmuró la mujer azabache sin girarse a verlo, sin darle alguna otra explicación.

Sus duras palabras le provocaron una punzada en el corazón; cualquier anhelo de ser padre se desvaneció tan rápido cual cenizas en el viento. Y aunque sabía que ella decía la verdad, quiso aferrarse a esa ilusión, a esa verdad que había visto en los ojos de Jimin cuando se dio a conocer la noticia.

– Deseo la opinión de otro médico.

YeoBeen se levantó del suelo para cederle su lugar a uno de sus compañeros, quién examinó superficialmente el cuerpo de la reina, pero tan solo con tocar su pulso la respuesta que había dado su superior llegó a él de manera acertada.

– Lo lamento majestad.

Nuevamente esas palabras, una segunda confirmación que fue suficiente para hacerlo entrar en razón.

– Pueden retirarse.

Los médicos y enfermeros presentes reverenciaron a sus majestades para salir uno a uno por las enormes puertas de los aposentos, dejándolos completamente solos.

El silencio reinó por un momento extremadamente largo, ponzoñoso y asesino como el tiempo mismo; helado cuál invierno y filoso como la hermosa catana que el Rey mantenía bajo custodia.

– Lo siento. — Taehyung escuchó al rubio decir entre sollozos. — Yo en verdad...

– Guarda silencio.

– Majestad, por favor debe creerme...

– Te creo. — volvió a interrumpirlo con la voz serena, como si no estuviera a punto de quebrarse por dentro. — Te creo, pero no quiero escucharlo. No quiero saber cómo fue posible que no pudieras ser capaz de darte cuenta por ti mismo que no había nada creciendo en tu vientre. No quiero saber cuáles fueron las palabras que escuchaste para dejarte engañar. ¡No deseo saber cómo fue que alguien te mintió hasta el punto de hacerme creer que por fin lograría ser padre!

Jimin enmudeció, quedó perplejo ante la autoridad de la voz en el hombre que siempre lo había tratado con dulzura.

– Tae, yo...

– Hoy no Jimin. — se adelantó de nueva cuenta, poniéndose de pie para caminar los pocos pasos que lo separaban del omega. — En el futuro espero que tengamos la oportunidad de formar una familia; por el momento, solo quiero que sepas que mi corazón te pertenece, a ti y a nadie más que a ti. Lamentablemente mi responsabilidad como Rey es darle fuerza al trono, un heredero, y debido a tu condición infértil, tendré que entregarme a otro lecho. Lo sabes, ¿Verdad?

Jimin tembló, su pulso se aceleró peligrosamente, y no tuvo más remedio que callar sus sollozos mordiendo su labio. Taehyung lo veía con decepción, con cierto rencor. Estaba frente a él, tomándole las manos con fuerza, pero podía sentirlo dudoso, afligido y desesperado a través del lazo que compartían.

Una de sus mentiras había caído, más rápido de lo que esperaba.

¿Qué pasaría después de que ellos se encontrarán?

¿Qué sería de él si el médico lo traicionaba y decía la verdad frente al Rey?

Sería su fin, y no tenía ni un solo tenía un aliado al cual recurrir.

– No quiero que lo veas. — se atrevió a decir en voz alta, ganándose una mirada desconcertada por parte del castaño. — No quiero compartirte, no quiero que lo toques, que lo beses... No te quiero con él. Está ganando, lo ha vuelto a hacer, quiere separarnos y tú lo estás dejando. ¿Por qué me haces esto?

Taehyung suspiró, el corazón se le apretó por el remolino de emociones mezcladas; sus manos afianzaron su agarre, y elevó estás para besarle los nudillos.

– Tú lo has dejado ganar. — respondió a su acusación con cierta molestia. — Tu único deber como mi reina ha sido darme un heredero, y has fallado.

Mentiría si dijera que no le partió el alma pronunciar esas palabras; porque lo hizo, la expresión de Jimin fue desoladora, y cuando se marchó de la habitación, pudo sentir la inquietud del otro, su llamado silencioso y suplicante por consuelo; pero por más que quiso darse la vuelta y envolverlo entre sus brazos, no lo hizo. Había muchas cosas en las que debía pensar, demasiados miedos que enfrentar, y también, nuevas preguntas a las cuales deseaba darles respuesta.

Jeon Jungkook había ganado una batalla, pero definitivamente no permitiría que lo venciera en la guerra.

Su concubino actuó con astucia, y esperó el mejor momento para atacar. Fue idiota de su parte no esperar ese tipo de reacción de alguien como él, de alguien que poseía la maliciosa sangre de los Jeon; ahora y aprendiendo de la su error, no bajaría la guardia, y se prepararía para el futuro venidero.

Nadie se burlaba del Rey. Nadie tocaba a su omega.

La humillación que el azabache le había hecho pasar a Jimin, era una falta imperdonable para él; y esperaba que así como fue valiente para atreverse a atacarlo directamente, recibiera con gozo las consecuencias.

[...]

La ansiedad fue su mejor amiga durante esos tres largos años; o quizás, su peor enemiga.

Su mirada se encontraba fija en algún punto del verde entorno, perdido en sus pensamientos mientras se mordía las uñas y su pie golpeaba con insistencia la madera del piso. El sonido de los pasos apresurados de Yoongi, le hicieron volver en sí, y se giró a ver esa expresión desanimado ya tan conocida para él.

– Está muerto. — declaró con la mandíbula apretada y las manos hechas puño en su hanbok. — Lo asesinaron antes de que pudiera ser interrogado.

El azabache se mordió el labio intentando callar la risa de histeria que amenazó por salir de sus adentros. El médico había muerto, lo que significaba que los hilos que había movido para avanzar se rompieron sin antes darle el impulso necesario para salir a la superficie.

– Alguien lo está ayudando. — el omega afirmó con seguridad, pero titubiando por la rabia que crecía y se elevaba como humo negro después de un ardiente incendio. — Llama a mi padre.

– La señora YeJi ya está aquí.

Después de esas palabras pronunciadas por el alfa pelinegro, las puertas verdes de los aposentos se abrieron de par en par para dejarle el paso libre a una hermosa mujer con un temible parecido al concubino del Rey. Entró a pasos lentos, seguros y decididos, con una expresión ilegible y a la vez tenebrosa; soltando feromonas invasivas provenientes de su poderosa casta.

Se detuvo únicamente cuando llegó a la mesita de té, y se giró ligeramente para mirar a su hermano con desdén; acomodó la falda de su vestido verde y tomó asiento en el cojín destinado al sicario del menor, el cuál desapareció de la habitación junto con toda la servidumbre para darles a los Jeon un poco de privacidad.

– Su excelencia. — saludó con los dientes apretados, apenas inclinando un poco la nuca hacia enfrente en un intento mediocre de reverencia. — Hermano mío.

– Nonna. — respondió el omega con el mismo tono despectivo, caminando lentamente hasta su lugar predilecto. Grácil y orgulloso tomó asiento frente a ella. — ¿Qué la trae por aquí?

YeJi arqueó una ceja en su dirección, y tomó entre sus largos dedos una de las tazas de porcelana de la mesa.

– He venido a recoger la basura que ha dejado regada mi querido hermano.

Jungkook suspiró una risita carente de gracia, golpeando la madera que los separaba con sus uñas.

– No he sido yo. — respondió a la pregunta que su hermana no hizo, que quedó implícita en su comportamiento. — No fuí yo quién asesinó al médico.

– Un Jeon jamás se ensucia las manos, solo la conciencia.

– ¿Lo dice por experiencia?

Ahora fue el turno de la alfa para reír, pues sí bien entre ellos jamás existió una relación armoniosa, ambos sabían que sin importar las diferencias, estarían para el otro, cubriéndose e impulsandose mutuamente a la gloria.

Por la sangre del omega frente a ella, corría la misma sangre, y sus acciones estaban justificadas bajo la misma crianza.

– Si no has sido tú, el Rey tuvo que haber intervenido. — acotó mientras bebía de un solo sorbo el líquido frío del pequeño cuenco. — Jimin no tiene aliados, sus únicos seguidores son gente irrelevante para el consejo; así que no pudo ser él.

– No tiene sentido. — respondió con el ceño fruncido en desconcierto.

– Su majestad está enamorado, y sus recuerdos no han vuelto. Tú lo conoces mejor que nadie, él haría cualquier cosa para proteger a su omega.

– ¿Su omega? — la indignación en su voz era palpable, evidente incluso para todos aquellos que no lograron escucharlo. — ¡Yo soy su omega!

– Esa cicatriz en tu cuello cada vez se ve peor, querido. Entiende de una buena vez que el Rey ha marcado como suyo a alguien más, entre más rápido lo aceptes, podrás pensar con mejor claridad.

– Si solo ha venido a restregarme en la cara todo lo que evidentemente ya sé, retírese. No quiero verla aparecer nuevamente por aquí.

El destello rubí característico de su linaje salió a flote con intensidad, sus feromonas de dispararon furiosas en un intento ridículo por intimidar a su hermana, quién tan rápido como se levantó, volvió a sentarlo en su lugar.

– ¡Estoy aquí para ayudarte! — pronunció elevando su tono de voz, apretando su agarre en la muñeca del azabache, quién la miraba furioso y con los ojos llenos de sal. — ¿Crees que me agrada que sigas siendo un simple concubino? ¿En verdad piensas que no me interesa en lo absoluto todo lo que estás pasando?

– No lo parece. — musitó entre sollozos, intentando soltarse de la mano de su hermana, pero fallando terriblemente. — ¡Suéltame! ¿Quieres que llame a los guardias para que te saquen a rastras?

Llorando sonoramente, Jungkook no fue capaz de alejarse del abrazo al que su mayor lo forzó, pues estar rodeado entre su familiar aroma lo hacía sentir seguro.

– Entiende Jungkook, no puedes seguir actuando de esta manera tan infantil. — musitó cerca de su oído, apretándolo más a su pecho cuando éste se removió en busca de salir a encararla. — Jamás te he pedido que te rindas, no me atrevería. Pero es al Rey a quien vas a enfrentarte, debes ser inteligente y actuar con cuidado. Él no te conoce, no te recuerda. ¿Crees que tendrá piedad por ti? Te ve como una amenaza, y hará hasta lo imposible para quitarte del camino.

– Él no es así, jamás podría hacerme daño. Me recordará, cuando nos reunamos, yo que sé que él...

– No lo hará. — lo interrumpió soltando un fuerte suspiro. — Sabes bien que no lo hará. YeoBeen lo ha sometido a innumerables tratamientos en busca de recuperar sus recuerdos, y no lo ha hecho. Su lobo está dormido por la ruptura de su lazo, y no despertará a menos que tú lo hagas. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Tras escuchar esas palabras, el omega pudo tranquilizarse, y dejando el forcejeo a un lado, elevó su mirada para mirar a su hermana, quién se dedicaba a acariciarle el cabello justo como cuando era niño, y la mezcla de emociones lo abrumaba.

– No entiendo...

– El consejo le exigió que destituya a Jimin de su rango, y te convierta a ti en su Reina.

– ¿Aceptó? — cuestionó con un poco de esperanza, esa misma que se desvaneció cuando YeJi negó.

– En cambio ha aceptado acudir diariamente a tus aposentos hasta que quedes en cinta. Si logras concebir un heredero antes de que Jimin lo haga, entonces se divorciara de él, para legitimar a tu príncipe.

– ¡Lo haré! — se apresuró a decir, levantándose con rapidez mientras limpiaba sus lágrimas con la manga de su hanbok. — Le daré a Taehyung un heredero. ¡Puedo hacerlo! Mi lobo hará lo que sea para tenerlo de nuevo.

YeJi asintió, y sus manos viajaron nuevamente hacia el rostro de su hermano, acariciando sus mejillas con cariño, pero manteniendo su característica expresión frívola.

– No te merece Jungkook, nadie es digno de tu hermosa alma.

El azabache sonrió enternecido, sus lágrimas volviendo a acumularse en las esquinas de sus ojos por el dulce trato que su hermana le dio, ese que muy pocas veces salía a la luz.

– Estaré bien... Una vez que Taehyung vuelva, yo por fin podré ser feliz.

[...]

– El concubino Jeon siempre ha sido su mejor opción. — aseveró el alfa mayor con la voz pendiendo de un hilo, temblando en su lugar por la aguda mirada de su majestad. — Políticamente hablando, claro.

Y por supuesto que era cierto, Taehyung lo sabía perfectamente. Jeon Jungkook provenía de una familia poderosa; rica no solo en oro, sino que también en conocimiento y admiración pública. El omega era aclamado por su belleza y buenos modales, pero también, por esa mirada asesina y presencia aterradora digna de su apellido.

La unión con el omega le había traído al reino más beneficios de los que jamás podría obtener con Jimin.

Park Jimin, el infame omega de cabellos besados por la luna, que lo tenía bebiendo desde la palma de su mano, ese dulce hombre que había tenido la osadía de mentirle de la manera más cruel posible.

Muy dentro de sí, Taehyung lo entendía, sabía perfectamente que se sentía amenazado por la presencia de su concubino, pero jamás creyó que sería capaz de jugar de esa manera con sus sentimientos.

El rubio más que nadie sabía el anhelo que tenía por ser padre; un deseo inexplicable que sentía vibrar en su pecho desde que despertó de su accidente, y que Jimin jamás pudo darle la dicha de experimentar, aunque, mantenía la esperanza de poder procrear con el amor de su vida, y fue por ese motivo que envió a asesinar al médico con el que confabuló.

Estaría dispuesto a todo para protegerlo y evitar que le hicieran daño. No importaba que tan lejos tuviera que ir; de ser necesario iría en contra de sus leyes y principios para salvarle la vida lo haría nuevamente y sin pensarlo dos veces, pues lo quería a su lado.

– Majestad, si me permite...

– Lo sé, Namjoon hyung. — lo interrumpió el monarca soltando un suspiro cansino. — Mi madre me lo ha repetido por años, y el consejo fue muy claro. ¿Ves estos pergaminos? — señaló la enorme pila de papeles a su izquierda, provocando que el otro alfa mirara en esa dirección. — Son peticiones de los eruditos para la destitución definitiva de Jimin.

– Eso es algo precipitado.

Pero Taehyung negó. No era precipitado, los eruditos y funcionarios de su corte habían estado esperando ese momento desde el día de su boda, y finalmente Jimin les había dado la excusa perfecta para hacerlo.

– No quiero alejarlo, yo realmente lo amo. No puedo darle la espalda cuando fuí yo quién lo trajo hasta aquí y colocó sobre sus hombros esa pesada carga. Les daré a esos perros hambrientos lo que quieren.

Namjoon se sorprendió por sus palabras. Sus ojos estuvieron a nada de salirse de sus órbitas, y juraría que su mandíbula cayó al piso.

– ¿En verdad usted...?

– Me acostaré con mi concubino. — dijo con pesadez, masajeando el puente de su nariz mientras apretaba sus párpados. — Le daré un heredero al trono y no volveré a verlo más. Al menos espero que sea tan fértil como juraron sus padres.

– Majestad, el lobo del concubino no se encuentra en las mejores condiciones. — se atrevió a decir el mayor con toda su valentía. — Si está convencido de hacerlo, le suplico que no sea tan cruel con él...

– No le debo consideración al bastardo que me arrebató la felicidad y me utilizó a su antojo por sabrá la diosa cuánto tiempo. — volvió a interrumpir el monólogo del otro, está vez usando un tono mucho más severo. — Él es mío, su cuerpo, su alma, su tiempo, y todo aquello que posee. Darme un heredero es la única función que le daré, el único propósito que tendrá de ahora en más. Y si no quiere, puede largarse por dónde vino.

Namjoon conocía toda la historia detrás de esas duras palabras. Sabía de memoria todo el relato que la Reina recitó para el castaño aquella vez que despertó de su largo sueño; pero, dudaba de su veracidad.

Sí bien, jamás presenció con sus propios ojos la relación que tuvo con el hijo menor de los Jeon, el alfa si que puede asegurar que el monarca rebosaba en alegría y jovialidad cada vez que se encontraba con su amante.

¿Jungkook podría ser capaz de hacerlo sufrir de esa manera?

No lo creía, pero tampoco quería poner en duda la palabra del omega del Rey, pues muy a su pesar, genuinamente parecía inocente.

– La reina madre ya ha comenzado los preparativos para su visita marital. — finalizó sin ánimos de continuar esa interminable discusión. — Si me permite aconsejarle, es mejor que prepare a la reina para lo que avecina.

– No te preocupes hyung, ya he hablado con Jimin sobre esto. Solo espero que su lobo pueda perdonarme…

[...]

Cuando el sol comenzó a ocultarse de la luna, y ésta brilló menguante en el firmamento estrellado, las doncellas y donceles omegas al servicio del concubino, entraron cuál huracán a sus aposentos, limpiando y ordenando las decoraciones y talismanes necesarios para su encuentro.

Un grupo de cinco adentraron al azabache en el cuarto de baño para prepararlo. La tina de madera fue llenada por agua tibia, esencias y flores aromáticas que eran atractivas para los alfas.

Limpiaron todo su cuerpo, incluso dentro de él, lavaron su cabello y después lo vistieron con ropa interior blanca, simbolizando su pureza, pues, aunque no era un secreto para nadie que ellos ya habían intimado anteriormente, su matrimonio jamás fue consumado.

Una vez listo, guiaron a Jungkook hasta el tendido de cuatro colchas en el suelo, donde lo obligaron a tomar asiento para poder acomodar su ropa y así, hacerlo lucir lo más pulcro posible.

Cuando la matriarca encargada de todo el ritual estuvo conforme con lo que veía, ordenó que apagaran unas cuantas velas, dándole un aura romántica al entorno.

– Todo está listo, su excelencia. — informó la mujer mayor, ganándose una mirada desinteresada por parte del azabache. — Su majestad el Rey no debe tardar.

– Eso me has dicho por más de tres años, y él jamás llegó. — comentó en un murmullo lo suficientemente audible para la omega, quién frunció los labios por la melancolía que pudo detectar en su semblante.

– Está vez es diferente.

Jungkook asintió de mala gana, acostumbrado a que todos sus sirvientes le mirarán con pena, a esas palabras que pretendían ser reconfortantes, y esa interminable espera.

Durante el tiempo que vivió en el palacio, había repetido ese mismo ritual cada vez que llegaba su temporada de celo. Lo bañaban y vestían de la misma manera, atiborraban de comida y licor su mesa y lo dejaban inmóvil en su tendido hasta que salía el sol; pues Taehyung jamás se aparecía.

Aunque está vez las circunstancias eran completamente distintas, y esa charla con su hermana el día anterior pudo devolverle las esperanzas, la verdad era que no esperaba demasiado.

Cuando las sirvientas partieron, y el hambre pudo con su cuerpo, Jungkook perdió su rígida postura; encorvo un poco sí espalda y se permitió beber un trago de licor mientras masticaba un poco de esos platillos en el centro.

“No vendrá, yo sé que no lo hará.”

Se repetía una y otra vez para aliviar los crecientes nervios en su pecho, para justificar esa conducta y falta de modales que estaba expresando al tomar los alimentos sin antes tener permiso de su esposo; pero, más rápido de lo que esperó, unos fuertes pasos se escucharon fuera de la habitación.

El corazón se le aceleró, sus ojos se abrieron hasta que sus pestañas toparon sus párpados, con la boca seca, se apresuró a dejar los platos como estaban anteriormente; rectificó su postura, y acomodó su ropa. Todo esto en una fracción de segundos, pues la presencia de su amado no se hizo esperar, y tan pronto como las puertas verdes se abrieron, las feromonas alfas de Taehyung invadieron sus sentidos.

El castaño entró a pasos lentos, dudosos hasta cierto punto, con una expresión apacible pero con una mirada llena de incertidumbre.

Jungkook lo miró embelesado, su sangre corriendo espesa y caliente por todo su cuerpo. Sus ojos inundados de lágrimas y su añoranza reconfortada. No podía creer que realmente estaba frente a él, no podía ocultar su emoción, y esas inmensas ganas que tenía de llorar.

Taehyung había cambiado, sus facciones se notaban mucho más maduras y afiladas. A diferencia que en el pasado, su presencia era más imponente también; pero seguía siendo hermoso, un alfa tan atractivo que se sentía culpable por atreverse a posar su mirada sobre él.

“Estás aquí”

Las palabras de su lobo y sus propios pensamientos se tergiversaron en su mente, a punto de pronunciarlos con sus labios resecos.

– ¿Te vas a quedar ahí sentado? — preguntó el alfa bastante incómodo por la atenta mirada de su concubino, mareado por su aroma extrañamente familiar e invasivo. Sintiendo a su parte lobula removerse inquieto en su interior.

Jungkook asintió, mudo por la oleada de sensaciones indescriptibles atacandolo sin piedad, intentando ponerse de pie para saludar correctamente a su esposo, quizás abrazarlo y besarlo; o tal vez, simplemente poder mirarlo más de cerca. Pero en cuanto sus manos se apoyaron en la mesa de madera para impulsarse hacia arriba, Taehyung posó su mano huesuda sobre su hombro, impidiendo que que pusiera de pie.

– No hace falta. — acotó con la voz quebrada por el nudo que se formó en su garganta, luchando contra los indecorosos deseos que la belleza del omega provocó en él. Todo el mundo le había hablado de lo atractivo que era Jeon Jungkook, pero jamás pudo recordarlo por más esfuerzo que puso, y verlo ahora, con sus ojos brillosos en emoción, destilando amor e ilusión, solo le hacían sentir repulsión por sí mismo. Ya tenía un omega, lo amaba con locura, y sabía que ese precioso ser frente a él era el culpable de su trágica historia de amor. ¿Por qué lo deseaba? ¿Por qué se sentía contento por verlo? — No quiero escuchar tu voz, y mucho menos ver tu rostro. Saltemonos las formalidades y vayamos directo al grano. No pienso quedarme a tu lado más del tiempo necesario.

Toda la emoción que sintió al verlo se esfumó tras escuchar esas duras palabras. Desconcertado y dolido, intentó ponerse nuevamente de pie, pero está vez, Taehyung lo empujó con más fuerza hacia abajo.

– Majestad... — pronunció a punto de llorar, su labio inferior temblando por su mirada fría.

– ¡Te he dicho que no quiero escucharte hablar! — reprendió con severidad, tensando su mandíbula por la creciente e inexplicable rabia que sintió tras escuchar su voz quebrada. — Ponte de espaldas, y levanta tu ropa, no necesito verte desnudo.

Jungkook apretó los ojos cuando las lágrimas fueron incontenibles, y obligado por la sumisión de su omega se giró hacia el tendido, con las rodillas pegadas a las colchas y su antebrazo sosteniendo su peso cuando fue levantando su ropa.

Era vergonzoso y sumamente humillante, de todos los escenarios que imaginó sobre su reencuentro, esto jamás cruzó por su mente. Pero como bien se lo había dicho a su hermana, él y su lobo estaban dispuestos a todo por tener a su alfa cerca, y si era de esa manera, lo soportaría.

Cuando Jungkook acató su orden, y quedó a su merced, Taehyung bajo sus pantalones hasta sus tobillos, aflojó el cinturón que sostenía su hanbok rojo y se arrodilló hasta que su erección dormida quedó a la altura de la entrada del azabache.

Se sentía terriblemente mal por estar actuando de esa manera; él no era ese tipo de persona, y no comprendía del todo el porque lo estaba haciendo, y mucho menos entendía esos arañazos rabiosos de su lobo contra su pecho.

– Necesito de tus feromonas. — comentó a sus espaldas, apretando los ojos mientras masturbaba su erección que seguía en su tamaño usual, y sin sangre que pudiera despertarla; creyendo estúpidamente que su cuerpo se negaba a tomar a otro omega que no fuese el suyo. — ¡Hazlo!

Tras ser marcado, Jungkook había perdido la sumisión absoluta en la que su omega se sumergía al escuchar la voz de mando de los alfas; claro, exceptuando al suyo. Pero incluso después de romper el sagrado lazo de unión esa característica de su casta se había mantenido oculta; así que, cuando comenzó a soltar feromonas de excitación involuntarias, se sorprendió en demasía.

Sintiéndose asqueado por el horrible trato al que estaba siendo sometido, Jungkook no tuvo más remedio que esconder su rostro entre las almohadas de su tendido, intentando así, que sus sollozos fueran imperceptibles para su esposo, quién a consecuencia de su aroma dulce, había comenzado a tocarse con más rapidez e intensidad.

El aroma picoso y denso de su alfa, quién ya se encontraba sumido en su propia excitación, provocaron que la entrada del omega se humedeciera a la espera de su grosor, y más rápido de lo esperado, Taehyung comenzó a tantear su anillo de músculos con la punta de su viril erección.

Sin decirle nada, y tras jugar un poco, el alfa se introdujo lentamente en su interior, sacándole un chillido agudo al azabache, quién mordió la funda de su almohada y apretó las sábanas por la dolorosa intromisión.

El castaño, si bien no estaba de acuerdo con lo que estaba sucediendo, mentiría descaradamente si dijera que no se sentía complacido. Jungkook era estrecho, cálido y sumamente húmedo. Su cuerpo lo recibía de manera deliciosa, y a medida que iba meciéndose en su interior, mareandose por el agridulce aroma, se molestó más consigo mismo. Pues jamás esperó que su cuerpo reaccionara tan bien al otro.

“Él no merece compasión, quiere alejarme del amor de mi vida.”

“No flaquees.”

“No te disculpes.”

“No te detengas.”

Estuvo a punto de hacer lo último, cuando Jungkook comenzó a llorar con más fuerza, a hipar por aire en medio de su desespero, sollozando sonoramente mientras escondía su rostro sonrojado en las sábanas, mientras gemía por la estimulación en una de sus partes más erógenas.

Quizás no merecía ese trato. Tal vez debería detenerse y disculparse por su estúpida actitud, pero hubo algo que lo detuvo, pues aunque era evidente que el omega sufría, no hacía nada para apartarlo, no se negó a recibir sus bruscas caricias y mantuvo sus palabras ocultas.

¿Por qué?

Fue demasiado tarde para siquiera detenerse a preguntar, pues su cuerpo había alcanzado el clímax, y su nudo se formó dentro del cuerpo del omega, vaciando su esencia espesa y caliente.

Eso lo sorprendió, pues su encuentro fue rápido, careció de caricias y juegos previos. No hubo besos ni toda esa cursilería que al alfa le ponía al mil. Su nudo muy pocas veces se formaba en sus noches con Jimin, ¿Por qué con Jungkook había sido tan fácil?

Después de quince minutos dentro de su nebulosa de placer y esas incógnitas comiéndole la cabeza, el pene de Taehyung por fin volvió a su tamaño habitual. Despacio pero asustado, se retiró de su unión y quedó perplejo por la erótica escena de Jungkook desplomado y cansado en la cama, con las piernas abiertas y su esperma escurriendo por su trasero, marcando un camino húmedo y aperlado por sus testículos.

Verlo así, envió una punzada directo en su creciente erección, y preso del pánico, se levantó del suelo, se colocó de nueva cuenta sus pantalones y echó sus mechones desordenados hacia atrás.

– Nos veremos mañana a la misma hora... — comentó con la voz rasposa, doliendole corazón cuando vio a  Jungkook removerse entre las sábanas, intentando elevar su mano para limpiar sus lágrimas. — No quiero escucharte llorar, así que por favor no lo hagas.

– Jodase. — el omega murmuró quedito, tanto que, Taehyung no pudo descifrarlo.

– Puedes comer si gustas...

Pero está vez Jungkook si lo miró, no pudo soportar más esa humillación; tomó todas sus fuerzas para levantarse de la cama, con sus ojos brillando en rubí, y una expresión asesina, sus manos viajaron hasta el juego de té que descansaba en la mesa, y se lo arrojó con fuerza a sus pies.

– ¡VÁYASE MUCHO A LA MIERDA!

El grito exasperado y lleno de rencor aturdió al alfa lo suficiente como para no notar que las puertas de la habitación se abrieron precipitadamente, y de ella emergieron una docena de guardias.

Cuando por fin logró concentrarse en el presente, gruñó hacia los extraños que invadieron su territorio;  inconscientemente e intentando cubrir el cuerpo del azabache se lanzó nuevamente hacia él, esperando todo, menos que Jungkook le arañara el rostro.

– ¡Déjeme en paz! ¡Suélteme! — gritó nuevamente entre sollozos, golpeando con sus puños alfa que seguía aferrándose a él. — ¡Lárguese antes de que lo mate! Váyase y déjeme tranquilo.

Los guardias intentaron acercarse a ellos, pues ese tipo de amenazas a su majestad eran castigadas con la muerte, vinieran de quién vinieran; pero nuevamente Taehyung les gruñó.

¡Salgan de aquí! — ordenó utilizando su voz alfa, y los guardias salieron enseguida de la habitación. — Omega, tranquilízate.

Frenado por su dominancia, Jungkook se hizo chiquito en su tendido, pero continuó mirando con odio al castaño.

– Voy a irme, yo... — Taehyung intentó remediar lo que acaba de suceder, verlo en ese estado le estaba afectando más de lo que debería. — Lo lamento, en verdad no quería...

– No debí esperarte, jamás debí confiar en ti. — pronunció exhalando pesadamente. — Debí casarme con tu hermano cuando pude...

Los ojos del mayor se llenaron de lágrimas, y suspiró una risita mientras se mordía el labio inferior.

– Vendré la próxima semana.

Y tras decir esas palabras se marchó, dejando al azabache gritando y llorando por la impotencia de saberse inferior, de sentirse utilizado y herido por el mismo alfa al que había extrañado con locura.

Lo peor de todo, era que Taehyung se sentía arrepentido, pero también ridículamente celoso por lo último que escuchó. Abatido por el montón de preguntas que iban acumulándose.

¿Qué acaba de ocurrir?




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