02| MIENTE
La precariedad y la avaricia, comúnmente se llevan de maravilla; tal es el caso de un omega que vivió bajo el régimen no solo de la jerarquía alfista, sino que también, de clases sociales impuestas, dónde los roles venían incluidos desde el nacimiento y peor aún, después de su primer celo.
Aunque no existía un documento que afirmara su esclavitud, tampoco poseía la libertad de elegir a gozo, jamás se le dio nada sin trabajar, o esforzarse por ello, y de ahí, de esa carencia económica en la que vivió toda su vida, nació su envidia.
Park Jimin era uno de los donceles que servían al único hijo omega de una familia acaudalada, por no decir que la más poderosa después de la corona. Y era un privilegio, él sabía perfectamente que, de no ser por la bondad de sus señores, jamás hubiera podido conocer más allá de las fronteras de su pueblo natal, que nunca hubiera probado platillos tan sabrosos como los que su cocina le ofrecía, tampoco hubiera vestido prendas de algo más que lana y calzado zapatos que no fueran de paja.
Tenía una buena vida, sí, mucho mejor de la que sus padres pudieron ofrecerle, pero no era suya totalmente, y Jimin siempre quiso más.
Fue afortunado al encontrarse con el amo Jungkook, ese omega de piel blanca como la nieve y cabellos tan negros como los cuervos, de ojos soñadores y sonrisa amable, tan hermoso como los rubíes de su lobo. Fue su primer amigo, la única persona que se lo trató como un ser humano y no como alguien a quien pisotear; lo trataba como un integrante más de su camada, con la misma delicadeza que a sus hermanas mayores, aunque estas eran todas alfas. Fue alguien, pero nunca suficiente.
Jimin quería lo que Jungkook tenía sin la necesidad de esforzarse, porque no solo era un omega con el respaldo de una familia poderosa, sino que su carisma y elocuencia siempre le consiguió amigos, logró rodearse de personas importantes que lo adoraban y cuidaban como si fuese de cristal. Él también era frágil, también era hermoso y elocuente, pero lamentablemente su sangre fue su mayor impedimento para abrirse paso en la sociedad, para brillar de la misma manera que su amigo.
Las cosas empeoraron cuando el azabache conoció a un joven noble de cabellos castaños y sonrisa geométrica; ese alfa que había logrado capturar su atención desde el primer instante en el que su presencia se hizo notar aquella vez en el bosque donde lo conoció, pero este jamás le miró, y toda su atención cayó en el omega al que servía.
Tuvo que presenciar la felicidad que el otro desbordaba cada que una carta llegaba a su habitación, escuchó sus promesas de amor, y presenció los tratos más dóciles y amorosos de ese par. Se enfrentó a su cruel realidad, y en ese momento supo que jamás podrían mirarlo con la misma dulzura que el joven Taehyung miraba a su amo. Supo que Taehyung jamás podría mirarlo si quiera por equivocación.
Y le dolió, sufrió en silencio el ver cómo el alfa de su afecto, era feliz con alguien que no tuvo que esforzarse para conseguir su amor, lloró hasta quedarse seco cuando lo vio asistir a la casa de los Jeon con un montón de guardias a sus espaldas para pedir la mano del azabache; porque ese alfa no era cualquiera, sino que, su alteza real, el legítimo heredero al trono de Yuin.
¿Cómo pudo Jungkook conseguir tal hazaña?
Pero las cosas no terminaron ahí, pues aún después de ver el reluciente anillo de oro y jade en el anular izquierdo del otro omega, apareció una bonita marca de unión en su cuello, y seguido de eso, una barriga preciosa que cuidaba la descendencia de la corona.
Tuvo que fingir estar contento con aquello, forzó una sonrisa y se dedicó a cuidar del hombre que le había robado la posibilidad de ser feliz y amado; hasta que una noche cuando el cielo se tornó de un gris melancólico y las tormentas luminosas inundaron las tierras del reino, el príncipe heredero fue víctima de un atentado que por poco le arrebata la vida, dejándolo gravemente herido en medio de un sendero poco transitado.
La marca de Jungkook había ardido mortalmente, y la angustia podía notarse incluso a kilómetros de distancia. Su salud estaba decayendo a la par de la de su alfa, y en un momento de cruda lucidez, Jungkook le suplicó que fuera con él, que cuidara de su alfa y le pidiera ir a su rescate.
Aunque hubiera podido negarse, Jimin no tuvo más opción que partir hasta la residencia donde tenían al futuro monarca, pasando fácilmente los filtros de seguridad al ser enviado por el omega del príncipe. Cuidó del alfa agonizante en nombre de su amo. Y quizás la vida estaba tratando de decirle algo, pues después de duras semanas en las que el castaño no despertó de su sueño, y justo el día que inició su celo, el príncipe recobró la conciencia, mirándolo con desconcierto absoluto, a pesar de haber convivido mucho tiempo en el pasado.
La oportunidad de su vida se presentó en una simple pregunta. "¿Quién eres tú?" Jimin tuvo la oportunidad de contarle quién era realmente, pero no lo hizo, aprovechó lo que el destino le estaba dando y respondió. "Tu omega, yo soy tu verdadero omega" Esa fue su primera mentira, la primera de una vida, pues en cuestión de minutos el omega rubio armó toda una maraña engañosa de acontecimientos que jamás sucedieron. Acusando duramente a su amo de arrebatarles la posibilidad de estar de juntos, aun cuando estos se habían amado desde que se conocieron.
Taehyung le creyó, quizás fueron las lágrimas derramadas por el otro, o tal vez el picante aroma a celo que desprendía sin decoro. El alfa no pudo notar más que veracidad en sus palabras, en esa preciosa sonrisa ensayada y esos ojos lagrimosos que pedían por su protección.
Oh dulce Taehyung, debiste ser más ingenioso, debiste mirar con más detenimiento e indagar en ese mar de mentiras en el que te estaban hundiendo.
¿Cuándo serás capaz de aceptar que no todas las personas tienen el mismo corazón bondadoso que posees tú?
Después de aquello, las cosas jamás volvieron a ser como antes, cambiaron drástica y únicamente para el bien de un solo individuo.
Jimin se dejó tomar por el castaño en cuanto el calor de su celo llegó a punto de quiebre, inclinó su rostro y permitió que sus colmillos penetraran su piel, y fue magnífico. Pudo sentir como el lazo con Jungkook se rompía a la par del nuevo que habían formado; pudo sentir al príncipe como si realmente fuera suyo, mientras en su interior se hinchaba un nudo que no le pertenecía.
Taehyung jamás le perteneció, pero después de eso fue suyo, se aseguró de que así fuera.
Sabía que las cosas no serían fáciles, que tendría que seguir esforzándose por mantener su nueva posición, pero ya había pasado una vida trabajando, llorando de cansancio ¿Qué más daba hacer un último esfuerzo?
Lo que no esperó fue que Jungkook se presentará frente a las puertas del palacio exigiendo su derecho a convertirse en concubino del príncipe, y aunque quiso evitarlo, las leyes eran claras; el omega azabache había sido deshonrado por el príncipe, y lo mínimo que esté podía hacer era mantenerlo como su segundo esposo.
Sus intenciones fueron claras desde el inicio, Jimin pudo notarlo; y fue por ese motivo que mantuvo a Taehyung alejado de los aposentos del azabache, evitó a toda costa que estos volvieran a encontrarse, porque de ser así, su castillo de mentiras se desmoronaría cruelmente frente a sus ojos; los lobos jamás olvidan, el destino ya estaba trazado por la luna y él creyó que podía redirigir sus caminos.
A medida que avanzaba el tiempo, y ahora coronado como reina, el rubio encontró una nueva forma de retener al alfa a su lado: un heredero, tenía que darle un heredero sí o sí. Era la única manera de continuar con la función. Después de tres años no lo había logrado, y creía saber el motivo.
Cuando la Reina madre apareció en los aposentos que compartía con el castaño, pudo sentir sus cimientos temblar. El tiempo límite se había agotado, y estaban a punto de destituirlo.
Su luz de esperanza llegó disfrazada de un alfa con la misma hambre de poder que él, con un uniforme blanco y una sonrisa macabra; tras una charla enigmática ambos confabularon en contra de las normas y el médico falsificó el diagnóstico desesperado del omega del Rey.
Un embarazo fantasma, una noticia que logró hacer al monarca llorar de alegría, besarlo y abrazarlo como si fuera a romperse, como si fuera de cristal...
Unas cuantas horas antes de la apresurada celebración que la princesa JiSoo organizó en honor al nuevo integrante de la familia, Jimin se encontraba siendo vestido por las tres doncellas que lo habían acompañado desde su ingreso al palacio, cuando las puertas de madera fueron abiertas para el alfa con el que compartía lecho.
– Estás precioso. — fue lo primero que el alfa dijo en cuanto sus ojos entraron en contacto con el bonito hanbok que estaban colocándole al rubio. — Mi omega es el hombre más hermoso de esta tierra.
Jimin se giró para verlo con una sonrisa. Se apartó de las manos de las doncellas y extendió sus brazos para recibir al otro entre estos.
– Su majestad es el hombre más apuesto de este mundo. — secundo con la voz melosa cuando el alfa enterró su rostro en la unión de su cuello, aspirando con ganas su aroma, como si intentará convencerse de su complacencia. — Mi alfa es terriblemente guapo.
– Aún no puedo creer que seremos padres. — Taehyung suspiró una risita, y besó con cariño los labios de Jimin. — Me has hecho el hombre más feliz, cariño. ¿Cómo puede ser posible que en tu vientre este formándose nuestro cachorro? ¡Diosa! ¡Estoy tan feliz!
Jimin se mordió el labio inferior por la euforia del otro, y estuvo por soltarse a llorar de remordimiento cuando el castaño se arrodilló ante él para después olfatear su vientre vestido.
– ¿Estás ahí bebé? ¿Escuchas a papá?
En ese momento el vívido recuerdo de esa misma frase pronunciada por los mismos labios atacó su mente como un huracán. Había escuchado a Taehyung hablarle de la misma manera al vientre de Jungkook en el pasado. Con esa misma entonación chillona a pesar de su voz naturalmente grave, con ese mismo cariño y entusiasmo.
"Papá te ama cachorro, no le des tantos problemas a papá Kookie, ¿De acuerdo? Vendré a visitarlos más tarde, se un buen príncipe y pórtate bien."
Esas fueron las últimas palabras que el castaño recitó para su hijo innato antes de sufrir aquel accidente. Recuerda perfectamente como Jungkook sonrió ante eso, como sobó su barriga a la par que le daba sutiles caricias al rostro que ahora tenía frente a su vientre.
Taehyung no volvió, y el pequeño príncipe no fue capaz de darle más problemas a sus padres.
Y todo por culpa suya.
Jimin aún puede escuchar aquellos gritos de dolor tan claramente...
No supo en qué momento comenzó a llorar, pero se dio cuenta de ello cuando los largos dedos del mayor limpiaron el resto de su culpa.
– ¿Por qué lloras cariño?
» Porqué te mentí, porque te sigo mintiendo. Porque tú no eres mío, y no llevo a tu hijo en mi vientre. «
– Estoy feliz. — volvió a mentirle con descaro mientras dejaba brillar esa misma sonrisa ensayada para él. — ¿Debemos irnos?
Taehyung volvió en sí tras esa pregunta, y asintió; entrelazó sus manos y comenzó a caminar hacia la puerta.
– La princesa ha hecho un trabajo espléndido a pesar del poco tiempo de antelación.
Durante todo el trayecto Taehyung no paró de hablar, pero, aunque sus labios se movían, su mente estaba en blanco, intentando darle una respuesta clara a una pregunta que no podía si quiera comprender.
¿Por qué se sentía tan... incorrecto?
Su sueño siempre fue ser padre, la noticia del embarazo de Jimin le cayó de maravilla, está contento, pero por algún motivo que desconoce, se siente mal por estarlo.
Cuando llegaron al patio principal, ese que tenía un enorme pabellón para este tipo de celebraciones, el castaño decidió callar cualquier duda absurda de su mente, y siguió caminando de la mano de su omega hasta llegar a la enorme mesa, donde su madre y hermana ya los esperaban con una hermosa sonrisa en su rostro, y vestidas con sus mejores prendas.
Había bailarines en lo alto de una cabina de madera, cantores de buena reputación y un sin fin de comida que sería servida a los eruditos de su corte.
En cuanto tomó asiento, los músicos comenzaron a tocar y uno a uno, los eruditos fueron presentándose ante él con un presente para su cachorro, felicitándolo a él y a Jimin por la dicha de ser padres y por supuesto, fortalecer el trono. Todo iba relativamente bien, ambos rebosaban en alegría por sus dulces palabras, hasta que el estoico rostro del primer ministro se detuvo ante él.
Jeon GongYoo se inclinó en una reverencia cordial, pero solo para él. El alfa azabache se había mantenido renuente a inclinarse ante Jimin desde que fue coronado, y podía entenderlo, Taehyung trata de hacerlo; después de todo era consciente de la falta imperdonable que había cometido a su familia. Marcó a su único hijo omega y lo había abandonado para poder estar con Jimin.
Claro, si colocan los hechos de esa manera, suena terriblemente mal; pero según lo que Jimin había relatado, no fue de esa manera. Jungkook había sido cruel, lo había engañado y utilizado para el bien de su familia.
Al menos era eso lo que sabía, lo que Jimin se encargó de hacerle creer.
– Su majestad. — pronunció el hombre después de un momento, inclinando su cabeza hacia su doncella, la cual colocó una pequeña caja de madera en estado deplorable frente al Rey. — Esto ha estado en mi familia por un tiempo; espero que el príncipe o princesa heredera logre disfrutar de este presente como me habría gustado que mi nieto gozara igual de el.
Había remordimiento en su voz, melancolía y arrepentimiento, Taehyung pudo distinguir en el aire como el aroma del alfa se volvía picoso, ácido.
Sus ojos viajaron de su suegro al presente, detallando el gravado que tenía la caja maltratada; hasta que se decidió por abrirlo lentamente y su corazón se apretó cuando distinguió un dragón de madera tallado delicadamente.
Era un obsequio apropiado, lo era, pero Taehyung seguía sintiendo esa molestia que no lo dejaba disfrutar del momento en paz. No sé sentía correcto recibir ese obsequio.
No, no, no. No es correcto, es de mi hijo.
Escuchó fuerte y claro para sus adentros. Su lobo había estado ausente desde que despertó de su accidente, pero ese día por fin le habló.
Este bebé no es el verdadero dragón.
¿De qué dragón hablaba?
La piel se le erizó por completo cuando un terrible sentimiento de melancolía recorrió su cuerpo. Entre más miraba ese pedazo de madera, más dolor sentía en su corazón, su lobo se revolcaba lastimero en su interior por algo que no comprendía, y que estaba fuera de su alcance.
Jeon GongYoo lo miraba atento, gozando de esa reacción que solo él pudo identificar en el alfa.
– Si me disculpa, su alteza. — se despidió el mayor tras mirar con advertencia al omega rubio, quién se coloreo de rojo ante su imposición. — Mi familia, el concubino Jeon y yo les deseamos una vida feliz.
Tras esas últimas palabras Taehyung quedó aún más desconcertado que antes. Sus manos se aferraron con fuerza al juguete que se negaba a soltar y se levantó de su asiento abruptamente.
– ¿Majestad? — inquirió el rubio al notar la agitación del otro. — ¿Esta bien?
– Sí cariño. — respondió dudosamente, pero sonando firme. — Tengo algo que hacer, recibe los presentes faltantes por mí.
El alfa desapareció tan rápido que ninguno de los ahí presentes notó en qué dirección se fue; pero el festejo no se detuvo, y su partida fue el inicio de una nueva encrucijada.
[...]
Había pocas cosas a las que Jungkook le tenía miedo; el dolor que vivió en aquel entonces, encabezaba esa pequeña lista, pero por más que intentaba huir de aquella pesadilla, cada vez que despertaba se encontraba a sí mismo atrapado en ese mismo lugar. No había noche en la que no se acostara sintiendo un terrible nudo en la garganta que le impedía respirar con normalidad, así como tampoco podía despertar sin que sus mejillas se encontrarán mojadas por su llanto.
Siempre el mismo sueño, el mismo sentimiento de abandono. La cicatriz de su marca dolía, ardía como si estuviera siendo curada por hierro en fuego.
¿Qué tan difícil sería para él salir por esas enormes puertas con la frente en alto y su dignidad intacta? ¿Por qué permitía que siguieran humillándolo de esa manera?
Fácil.
El corazón perdona, pero tristemente nunca olvida. Lamentablemente para él, no pudo concretar la primera. No perdonaba su traición, y estaba lejos de querer olvidar su dolor, pues era este lo único que lo motivaba a levantarse cada día.
Su propósito. Su único motivo para seguir viviendo era el deseo por ver a su victimario suplicando por su perdón. Arrodillado a sus pies, llorando por el mismo dolor que le provocó.
Un Jeon nunca perdona; la venganza corre por sus venas, espesa y esencial como la sangre misma.
Por ese motivo, y aún con el corazón hecho pedazos, se levantó de su tendido en el suelo, se dejó vestir por las doncellas y donceles omegas a su cuidado. Colocó telas con hielo sobre sus ojos hinchados y salió de sus aposentos sin mirar atrás.
Nadie podía negar la elegancia con la que el omega se movía; grácil, audaz y seguro de sus pasos aun estando rodeado de la tenebrosa oscuridad. Hermoso y etéreo a pesar de la opacidad de su mirada.
Había un silencio escalofriante, y el viento era tremendamente frío por los árboles de su entorno; pero Jungkook no se inmutó, el calor de la furia lo mantenía cálido, atento y vivaz, protegido por su espada de plata, el alfa que se convirtió en su sombra por un motivo en común.
Después de varios minutos de caminata, el azabache pudo divisar las viejas ruinas frente a él, y los vellos de su cuerpo se erizaron cuando los sollozos de aquellas omegas que conocía tan bien entraron por sus oídos. Y las vio, la lámpara que Yoongi cargaba iluminando su camino alcanzó a brillar sobre sus rostros llorosos.
Ellas, tan cobardes como de costumbre pegaron su frente al suelo mientras suplicaban por su vida.
"Por favor su gracia, perdóneme."
Escuchaba repetidamente mientras tomaba asiento en una silla de madera que fue traída para él por uno de los tantos guardias del palacio que estaban bajo sus órdenes.
– Un trabajo tenían ustedes tres. Solo un mísero trabajo que no fueron capaces de cumplir. — habló finalmente tras acomodar las telas de su hanbok para evitar que éste se arrugara. — ¿Qué tan difícil puede ser darle a esa perra un cuenco con veneno?
– ¡Lo hicimos! — agregó una de ellas sin levantar la mirada, sorbiendo la nariz por el flujo que provocó su llanto. — Todos los días sin falta la Reina bebe las hierbas que nos entregó. ¡Lo juro por la madre luna!
– Si fuera el caso, él no estaría en cinta. ¿Creen que soy tan idiota? — Jungkook apretó la mandíbula, sus ojos dejaron brillar un destello rubí ante la inconformidad de su lobo. — ¿Saben lo que les pasa a las personas que me desobedecen? ¿Tienen idea de lo que ocurre con aquellos que se atreven a traicionarme? Ustedes no son la reina, su vida no es valiosa para nadie que merezca la pena.
– ¡Por favor!
Jungkook sonrió cuando las tres omegas comenzaron a removerse inquietas intentando escapar, mutar a su forma lobuna o cualquier cosa que les ayudará salir de esa situación con vida; pero les era imposible ejecutar algún movimiento, pues se encontraban atadas de pies y manos por cadenas de plata pura.
– ¿¡Cuánto tiempo llevan viéndome la cara de estúpido!? — exigió cada vez más exaltado por la creciente rabia en su pecho. — ¿Cuánto les pagó para que me traicionaran? Díganme cuánto valió perder la vida.
– Está mintiendo, su excelencia. Nosotras nos aseguramos de verlo beber hasta la última gota. Él no puede tener cachorros, por favor créanos.
– El médico que diagnosticó su estado... — comenzó a decirle otra de las chicas en el suelo, quién temerosa por su vida elevó la mirada para encarar a su captor. — Él comenzó a asistir a la reina poco tiempo después de que su hermana pidiera su descanso por maternidad, y...
Con esa nueva información Jungkook se giró a mirar a Yoongi, quién apretó los ojos resignado.
– ¿YeoBeen no se encuentra en el palacio? — el alfa azabache asintió a su pregunta. — ¿¡Mi sobrino ya nació!?
– Hace tres noches, mi reina. — acotó con la voz chiquita, soltando feromonas asustadizas por la intensa mirada del omega. — Su padre me ordeno...
– ¿Le sirves a mi padre o a mí? — se apresuró a decir, y Yoongi agachó la mirada. — ¡Respóndeme! ¿A quién mierda le sirves Yoongi? Yo soy el que paga tu sueldo, el que te alimenta, calza y viste. Soy yo el que cuida de tu familia, tus hermanas y madre. ¿Cómo puedes ocultarme este tipo de información solo porque mi padre te lo ordenó?
El alfa receptor de semejante resentimiento, se arrodilló frente al azabache; con sus manos temblorosas tomó las ajenas y dejo un casto beso sobre sus nudillos.
– No debí, lo lamento... — comenzó a decirle con la voz quebrada en arrepentimiento. — La médica YeoBeen sabía que querría salir del palacio para conocer a su cachorro, usted sabe que si cruza esas puertas no volverá a entrar. El Rey no lo permitiría nuevamente.
Y no era más que la verdad, cuando Jungkook se convirtió en el concubino del Rey, este había dejado claro que jamás saldría del palacio bajo ninguna excusa; pasaría sus días encerrado en sus aposentos bajo el cuidado de sus guardias, y si por alguna razón llegará a desobedecer sus órdenes, no se le permitiría el acceso nuevamente, y su matrimonio sería anulado inmediatamente.
En esos tres años Jungkook había respetado esa única regla, pero no va a negar que el querer conocer su sobrino podría hacerlo desobedecer a su esposo.
Perdería todo por un arrebató así, y tanto Yoongi, como su padre, simplemente lo mantuvieron al margen de la situación.
– ¿Quién es ese nuevo medico? — cambió drásticamente el rumbo de la conversación, retirando sus manos del otro para volver a fijar su atención en las omegas arrodilladas. — ¿Cómo fue que ocurrió?
Ahora con más valor que antes, y por supuesto mucho más tranquilas, las tres mujeres se enderezaron un poco para poder mirarlo.
– La madre reina visitó los aposentos del Rey hace tres días. — respondió entre hipidos la mayor de las tres. — Le pidió a su majestad que acomodara sus horarios para que fuera a visitarlo a usted después de la luna llena, ya que la reina no ha podido darle un hijo...
– Él escuchó. — intervino la más joven. — Yo estaba con él cuando la Reina madre hablaba con el Rey, y no se lo tomó nada bien. Fue corriendo al consultorio Real y no pude escuchar lo que hablaron, pero estoy casi segura de que le pidió falsificar el diagnóstico.
– Hoy por la tarde el médico fue a revisarlo por un supuesto dolor abdominal, y fue cuando se dio a conocer su estado, excelencia. — finalizó la última de ellas, limpiándose las lágrimas con la tela de su vestido. — Fui yo quién envío el mensaje a Yoongi, ¿Cómo podría traicionarlo de esa manera aun sabiendo que es usted la verdadera Reina? Mi lealtad y la de mis hermanas siempre ha sido suya, le hemos servido con diligencia por años.
Jungkook las miró desde arriba, paseó su lengua por el interior de su mejilla y terminó suspirando en rendición. Todo tenía sentido, y ahora después de quitarse la venda que lo cegó en rabia, pudo pensar con claridad.
Jimin tenía miedo, su posición como reina estaba en juego; él sabía que una vez que Taehyung fuera a visitarlo, las cosas podrían ponerse en su contra y eso realmente no le convenía. Todo su teatro estaba por caerse cuesta abajo.
– Vuelvan con la Reina, vístanlo bonito y arreglen sus cabellos. — dijo mientras asentía hacia los guardias, quienes comenzaron a desatar a las omegas. — Me encantará verlo después de tanto tiempo, hagan que la espera valga la pena.
– Muchas gracias, su excelencia, no le fallaremos.
Tras los alaridos contentos de las omegas, Jungkook se quedó mirando con atención el fuego de las antorchas que iluminaban el escabroso entorno.
– Llévame a ese médico, Yoongi, y pídele a YeoBeen que vuelva inmediatamente al palacio.
– Pero la señora Yeo...
– No me importa si está por permiso maternal. — lo interrumpió con voz severa. — Es una orden. Ni siquiera mi hermana puede negarse a la petición del esposo del Rey.
– Sí, mi reina. — respondió Yoongi inclinándose en una reverencia exagerada y se perdió en la oscuridad de la noche, como siempre hacia.
– Hoy Jimin... Hoy por fin podré verte la cara.
[...]
Más tarde, cuando el sol terminó de comerse a la luna, y un nuevo día brilló para el reino de Yuin, el palacio se encontraba en completo caos. Se podía ver a los omegas corriendo por los patios principales cargando un sin fin de canastas repletas de decoraciones, alimentos y talismanes.
La noticia del heredero había logrado conmover a todos dentro de ese enorme lugar, y fuera de este también. La dicha del Rey se contagió como plaga por cada rincón del reino, y una gran celebración estaba por dar lugar.
Después de tres largos años de unión la reina por fin había quedado en cinta, y ese era motivo suficiente para derrochar el dinero de la corona en una fiesta apropiada.
Jungkook desde la ventana de sus aposentos veía todo el movimiento con una sonrisa que carecía de gracia, viéndose más como una mueca de disgusto para cualquiera que se atreviera a mirarlo fijamente.
Algunos creían saber el motivo que lo estaba atormentando, pues era de dominio público que el azabache no podía poner un pie dentro de las celebraciones del Rey, ni siquiera por equivocación. Estaba prohibido para él presentarse en el mismo lugar que la Reina. Y claro, también estaba el hecho de que nadie había visto al monarca acercarse a los aposentos del concubino ni una sola vez.
Pero Jungkook sabía que todo estaba por cambiar, y contrario a lo que los demás creían la sonrisa torcida que pintaba su rostro no era de disgusto, estaba lejos de serlo. Era más bien satisfactoria, porque podía sentir a todos vibrando contentos; captaba sus aromas dulces y alegres por algo que estaba a punto de desmentir.
– Su gracia. — lo llamaron desde el umbral, pero Jungkook no se movió, pues reconoció enseguida esa voz afeminada y dura que lo había criado. — ¡Cachorro infeliz! ¿Para qué me has hecho venir si no vas a darme la cara?
Jungkook suspiró una risita, y se giró lentamente para encarar a su hermana quien no llevaba puesto su uniforme oficial, sino que estaba enfundada en un bonito vestido de coles cálidos como los que usaba cuando eran niños.
– No tienes permitido hablarme de esa forma, YeoBeen. — reprendió con la voz neutra, caminando despacio hasta tomar asiento sobre sus colchas. — Recuerda que, aunque sea un omega, tengo una posición muy por encima de la tuya. Traidora...
– ¡Hey! — soltó en amenaza la alfa, señalándolo con su índice mientras tomaba asiento frente a él. — Soy tu hermana mayor después de todo. Respetarme o te arranco los ojos.
– Mayor o no, eres una perra traicionera.
– ¡Diosa! Lávate esa boca.
Jungkook afiló sus ojos en su dirección, y tras una débil guerra de miradas ambos se soltaron a reír.
– Supe lo de mi sobrino. ¿Cómo está Seokjin? ¿El cachorro está bien? — preguntó está vez usando un tono más dócil, apropiado para una charla con alguien perteneciente a su misma camada. — ¿Es un...?
– Es un niño, sí. — lo interrumpió YeoBeen dándole una sonrisa triste. — Seokjin está de maravilla, aunque muy celoso de mí y el cachorro, no quería dejarme venir, pero aquí estoy atendiendo el llamado de mi hermanito.
Fue inevitable que el aroma del omega se volviera más agrio de lo que ya era, su semblante decaído y esa sonrisa melancólica, les dejo saber a los presentes en esa habitación lo desanimado que se sentía; y no es que deseara que los demás compartieran su desdicha, pero Jungkook había perdido más de lo que alguna vez deseo tener, y la esperanza de regresar el tiempo no se iba de su corazón.
– Me alegro por ti, en verdad lo hago. — quiso aclararle en cuanto fue consciente del cambio tan drástico de su lobo; pero YeoBeen, tan amable y empática como siempre asintió, apretó sus manos entre las suyas y le sonrió.
– Lo sé, me he enterado de lo sucedido y es por eso que he venido lo más pronto posible. Sé que es difícil para ti aceptarlo, y nuestro padre está que echa humo por las orejas, si quieres que nos vayamos, me encargaré de sacarte de aquí.
– Él no está en cinta. — aseguró con los ojos cristalizados, deshaciéndose del agarre que tanta paz le traía. — Él no puede tener cachorros.
YeoBeen se mordió el labio ante su negación, le partía el corazón ver a su hermano en tan terrible estado.
– Es difícil de aceptar, lo sé, pero Kook, no puedes seguir esperando por él...
– Beenie, Jimin no puede tener cachorros.
Era tan conveniente, y estaba tan seguro de sus palabras que la alfa lo dudo por un momento, se le quedó mirando por un tiempo bastante largo hasta que cayó en cuenta de lo que trataba de decirle.
– Jungkook, tú no pudiste...
– Hice lo que tenía que hacer. — concedió enseguida al ver el rostro horrorizado de su hermana.
– ¡Te pueden ejecutar Jungkook! — utilizó un tono más bajo a medida que iba pronunciando las palabras, mirando a su alrededor como si esperara que alguien impropio a su gente estuviera escuchándolos. — Eso es traición.
– Lo que él me hizo también lo es, y no yo no he visto su asquerosa cabeza colgada en la plaza. — refutó con un aire de molestia. — Las hiervas que usé solo sirven para evitar un embarazo, podrá tenerlos en cuanto las dejé de tomar.
La alfa suspiró aliviada, pero pronto su rostro volvió a pintarse de incertidumbre.
– ¿Y entonces como es posible que él?
– Está mintiendo. El médico que tomo tu lugar cuando te fuiste, lo ayudo a falsificar el diagnóstico y está comenzando a darle infusiones para que pueda quedar en cinta.
– Eso tiene sentido, el médico Kang siempre ha querido ser el médico en jefe del departamento, si logra darle un heredero al Rey, entonces podrá quitarme del camino. Pero Kook, ¿Cómo sabes eso?
Jungkook sonrió, sus ojos recorrieron la mesita que lo separaban de su hermana y tomó con delicadeza la pequeña taza de té frío que fue servido para ellos.
– El gran príncipe HyoSeop se aseguró de obtener esa información para mí.
[...]
El suelo se sacudió, las feromonas salieron disparadas en todas direcciones mientras sollozos llenos de angustia eran ahogados por las palmas de sus propias manos.
El concubino Jeon jamás abandonaba sus aposentos después del mediodía; tras los saludos oficiales y algunas visitas por parte de su familia, al omega jamás se le veía vagando por los pasillos y patios del palacio a tan altas horas de la tarde. Y mucho menos, siendo acompañado por dos alfas fuera de su círculo sanguíneo.
Mientras caminaba campante y primoroso, con la postura rígida y la mirada en alto, orgulloso y poderoso; sus fieles compañeros le seguían de cerca, pero siempre detrás de él, sin cuestionarle absolutamente nada; cual cachorros con su madre después del parto, obedientes y complacientes.
Lo más sorprendente para la servidumbre en el palacio, no fue ver al magnífico Jeon Jungkook portar los colores de la corona justo en un día tan especial como ese; sino que, verlo acompañado por el Gran Príncipe HyoSeop, y un mercenario temible, fue como presenciar el más grande de los augurios.
Lamentablemente para todos, ninguno se equivocó.
La araña había salido de su nido para capturar entre su red a su presa, y quizás con un poco de suerte, la serviría para la cena.
Cuando el inesperado trío hizo su magnífica aparición en el patio principal, los músicos que habían sido contratados para la celebración de la vida, detuvieron los tambores, sus bocas enmudecieron, y se inclinaron ante sus altezas cuando estos pasaron sin remordimiento alguno a su lado.
La mesa real, aquella que estaba desprotegida ante la ausencia de su majestad, se quedó estática. El parlamento comenzó a especular, y todos abrieron los ojos sorprendidos cuando el concubino del Rey se inclinó ante su familia política en una reverencia.
– Mis disculpas, mis reinas. — pronunció el azabache una vez llegó al pie de las escaleras, alzando la voz y sonriendo en grande cuando sus ojos se encontraron con la oscura claridad de su más grande enemigo. — Mi presencia no fue requerida en esta bella celebración, y no debí hacer aparición de esta manera; pero mis motivos para romper las reglas me movieron hasta aquí, aun sabiendo que las consecuencias serán graves.
– Estamos celebrando la vida del futuro Rey de Yuin, concubino Jeon. — La reina madre gruñó en desacuerdo desde su lugar, y le lanzó al omega una mirada helada y filosa. — ¡Explíquese! ¿Cuál será su excusa para venir ante nosotros con semejante osadía?
Jungkook se sobresaltó ante el fuerte tono que su suegra usó para reprenderlo, pero tras mirarla directamente, pudo distinguir esa sonrisa ladeada que tantas veces lo elogió.
Ahora, más confiado que al principio y sintiendo a su lobo gruñir en dirección al usurpador, el azabache se enderezó, alisó la tela de su hanbok y subió los escalones que lo separaban de su nueva vida. El Rey Taehyung no estaba por ninguna parte, y aunque le hubiera encantado verlo nuevamente, supo que era la oportunidad perfecta para moverse hacia su objetivo.
Suspiró, miró a todos los presentes en la larga mesa y volvió a inclinarse en una reverencia, a excepción de una persona en particular, ese hombre al que jamás le daría el privilegio de verlo arrodillado o inclinándose en respeto por él.
– El vientre de la reina está seco. — soltó con un tono fingido. — Lamento ser yo quién porte está terrible noticia, pero aún no existe un heredero al cual esperar.
Tras semejante afirmación, el rubio en el centro perdió cualquier rostro de color en su piel, sus ojos se agrandaron en pánico y su aroma se disparó por todo el lugar cargado de feromonas asustadizas, combinadas con rabia.
Los eruditos presentes se miraron desconcertados entre sí, y la familia Jeon mantuvo su expresión sombría a la espera de algún ataque al concubino.
– ¡Miente! — vociferó enérgico el omega rubio, poniéndose de pie cuando las lágrimas inundaron sus ojos. — ¡Está mintiendo! ¿Cómo podría yo mentir con algo tan importante para el reino? Él esta celoso de mí... ¡Arréstenlo!
En cuanto los guardias que custodiaban a la reina hicieron amago de acercarse al azabache, los hombres de la familia Jeon avanzaron en advertencia, al igual que Yoongi y el príncipe que se había mantenido detrás de él.
– Nadie lo toca. — advirtió el príncipe en dirección a uno de los guardias.
La reina madre, tan desconcertada como todos los demás se puso de pie para encarar a su hijo.
– ¿Te volviste loco? Ve a sentarte HyoSeop.
El alfa suspiró, y desenvaino su espada cuando notó que los guardias de la reina se acercaban más a ellos.
– Madre, el concubino dice la verdad.
– ¿Cómo es eso posible? — preguntó ceñuda la mayor. — El médico Real dio el diagnóstico.
– Él mintió. — se atrevió a intervenir Jungkook. — Fui a visitarlo por la mañana, admito que fue impulsivo de mi parte abandonar mis aposentos, y quizás puedan malinterpretar mis intenciones, pero es mi deber darle hijos a mi Rey, quería obtener de él las mismas medicinas que quizás estaba usando en la reina para poder concebir con eficiencia...
Mientras Jungkook hablaba, Jimin solo podía sollozar en su lugar; mirar como todo el castillo de mentiras que había construido se iba desmoronando lentamente frente a él.
Sabía que este era su fin, él tenía muy claro que su vientre estaba vacío, y que después de terminar con esa farsa Taehyung sería obligado a asistir a los aposentos del azabache diariamente hasta que quedara en cinta. Si eso ocurría, si ellos volvían a verse, entonces todo se arruinaría.
Fue ese el principal motivo por el cual decidió mentir; fue la única manera que encontró para evitar que ellos se reencontraran, pero ahí estaba él, siendo juzgado duramente por todos los presentes, preso entre las telarañas del omega al que le había arrebatado todo.
Pero fue cuando su cómplice entró en acción que finalmente vio todo perdido.
El alfa al que le había pedido ayuda, estaba siendo arrastrado por un par de guardias reales; con un aspecto deplorable por la tortura que había sufrido.
– Él intentó envenenarme... — Jimin escuchó al otro finalizar su explicación, y siguió su dedo acusatorio, ese mismo que lo apuntaba directamente a él. — La reina intento deshacerse de mí.
– ¡Es mentira! — repitió al no saber con qué palabras defenderse. — ¡Está mintiendo! ¿Quién me asegura que no fue un plan orquestado por él? Miente, miente, miente.
– ¿Qué ganaría mintiendo? — Jungkook bufó indignado en su dirección, se acercó peligrosamente al rubio y se detuvo cuando esté levantó la mirada. — No soy yo el que está a punto de perder su posición. No me culpe por no poder darle un hijo al Rey.
Jimin gruñó por su cercanía, intimidado por la oscuridad de su presencia, por el odio contenido en esos ojos que en el pasado le miraron con cariño.
Había huido por años de esa mirada, de esa frialdad y esa ola de venganza, pero no pudo hacerlo por siempre. La guerra recién había comenzado, pudo notarlo por el color rojo del hanbok que Jungkook llevaba puesto, por ese dragón de tres dedos que adornaba su torso, declarándose la Reina que siempre debió ser.
Sabía que no era una amenaza, conocía bastante bien a los Jeon para saber que ellos jamás amenazan, sino que prometen. Jungkook le estaba prometiendo el mismo sufrimiento que le provocó, y eso le aterró.
Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona, mostrando la mitad de sus dientes, como la única defensa que pudo armar ante su ataque.
– No quieras venir a culparme a mí por tu abstinencia, Jungkook, mi alfa no visita tus aposentos porque tiene suficiente conmigo...
Los ojos de omega azabache se encendieron en rubí, la sangre de su cuerpo pareció entrar en ebullición y estuvo a escasos segundos de mutar, pero supo tranquilizarse, comprendió que el rubio quería provocarlo y así validar su excusa.
– Para ti, asquerosa rata usurpadora, — musitó muy cerca de su oído, crudo y feroz. — soy su excelencia Jeon.
En cuanto el azabache se apartó de su rostro, Jimin extendió su mano intentando abofetearlo, pero un fuerte agarre en su muñeca le impío ejecutar su acción. Yoongi, un alfa que recordaba muy bien lo tenía sujeto con fuerza del antebrazo, pero no le miraba. Yoongi no volvería a mirarlo.
– El médico Kang tiene valiosa información que darnos, su alteza. — volvió a hablar Jungkook en dirección a la reina madre; después de tocar el hombro de Yoongi para que dejara libre al rubio. — No he mentido, y el gran príncipe HyoSeop puede corroborar la información.
La reina madre volvió a mirar a su hijo, y cuando esté asintió, finalmente pudo volver a respirar con tranquilidad. Si bien, apoyaba a Jungkook, la mujer no pretendía poner en peligro a sus hijos por intentar ponerlo en el trono, si el azabache mentía y su hijo estaba involucrado, el rey tendría todo el derecho a deshacerse de él, y no estaba dispuesta a permitirlo.
– Reina, creo que tiene muchas cosas que explicar. — dijo la omega mayor tras mirar al médico encadenado en el suelo. — ¿Sabe las consecuencias de una mentira de este calibre?
Jimin se mordió el labio inferior con fuerza para evitar que un nuevo sollozo brotara involuntariamente de sus labios.
– La muerte...
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