5. Claras como el agua
Viernes, 14 de Mayo de 1993
─¿De quién fue la idea venir hasta acá? ─Kathleen preguntó molesta.
Miré a mi papá y luego a mi tía Ángela.
─Mía, cierto. ¿Por qué tanta molestia, hija?
─Que toda la escuela lo sepa ─torció la comisura izquierda del labio.
Volví a mirarlos, y ellos enfocaron ahora su mirada en mí. Asentí con la cabeza repetidas veces, dándole la obvia razón a Kathleen.
Desde en la plena madrugada ─por ayudar a Kathleen a estudiar─, les pedimos a ellos que no nos recogieran en frente de la Universidad para evitar problemas. Ya bastante era lo del escándalo de la temática del carnaval, y con lo sucedido de ayer en la tarde con Fabrizio.
Pero evidentemente no cumplieron esa pequeña parte. No pudimos evitar escuchar murmullos de varios chicos riquillos de cómo nos seguían tratando mi papá y mi tía Ángela, la palabra fue: niñas de secundaria.
Solo apresuramos el paso juntas y nos subimos a la lustrosa camioneta gris que siempre solíamos usar todos nosotros para dirigirnos al avión privado de mi papá.
─¿Que la escuela lo sepa?─preguntó una tía confusa.
─Como si no lo supieran ya ─reí casi con falsedad ─. Nuestros apellidos a veces no ayudan en lo suficiente, ya traemos algunos problemas por culpa de Fabrizio, y encima ustedes recogiéndonos. Y en frente de todos ellos.
─Ángela, ¿Fabrizio no es hijo de un amigo tuyo que conociste en Grosseto?
─Sí. Ese muchacho.
─Muchas gracias ─Kathleen volvió a mostrar su molestia.
─Me disculpo por no cumplirles. Elliot no tiene la culpa, pues yo lo convencí ─nos miró a mí y luego a su hija.
Kathleen y yo asentimos sin muchos ánimos. La camioneta por fin salió del estacionamiento de nuestro colegio y emprendió el camino por casi una hora de recorrido. Al llegar, el Jet de mi papá ya estaba a su disposición. El piloto nos saludó desde su lugar en cuanto ingresamos adentro uno por uno. Mí tía Ángela y mi papá tomaron asiento en los dos primeros, que se hallaba cerca de la puerta. Y Kathleen y yo decidimos esta vez sentarnos frente a ellos.
El tapizado de ese lugar era de color crema. Las paredes, el suelo alfombrado, los sillones y hasta el marco de las ventanillas eran de ese color por igual. Había un mueble alargado que estaba instalado a lado de nosotros como una especie de minibar. Y la respectiva mesa frente a nosotros, de un espacio considerable para cuatro personas.
El piloto hizo su breve presentación como siempre, comunicándose con ciertas personas para obtener el permiso para despegar. A los minutos, el Jet comenzó a despegarse de la pista, hasta que vi por la ventanilla que ya no estábamos en tierra firme.
Kathleen traía sus audífonos puestos y los ojos cerrados, dándome a entender que necesitaba descansar. Observé a mi papá y luego a mi tía Ángela, y lo que siempre era cotidiano cada que viajábamos a alguna parte del mundo: mi papá en su computadora negra, y mi tía pasando varias hojas sobre la mesa para luego empezar a subrayarlos, y hablar en voz baja con su hermano mayor.
Por mi parte, le pedí a la azafata luego de preguntarme amablemente si quería algo, una limonada. Enseguida me lo preparó y me lo trajo. A ellos una bebida un poco más fuerte.
Saqué mi libro, lista para terminar sus últimas páginas. ¿Y por qué no? Leer otro también.
Lo fue así, llegué a la mitad del segundo libro cuando anunciaron por las bocinas que ya estábamos en el punto de partida, pidiéndonos que nos abrocháramos el cinturón mientras descendiéramos. Mi tía Ángela despertó a Kathleen, y ésta se despertó con una pereza enorme y la cabellera desacomodada
─Te dormiste en todo el viaje ─reí.
─Sí..., últimamente no he podido dormir muy bien.
Sonreí de lado con melancolía, pues yo ya sabía la razón por la cual ella no dormía bien.
Al estar en tierra firme, ambas fuimos al baño a refrescarnos, donde después nos bajamos de la Jet, el mismo conductor y la misma camioneta ya estaban afuera esperándonos. Nos subimos y volvimos a emprender otro recorrido de otra hora. Tal vez fueron quince minutos menos que cuando recorrimos del colegio hacia la Jet de papá.
Las Vegas, Nevada hicieron lo suyo, sus luces ya estaban encendidas en cada foco, y fue así como cada uno de los anuncios se prendían en su debido tiempo. Miré el reloj, y ver que eran las cinco en punto de la tarde. Nos detuvimos frente al Hotel Avnet en cuanto la camioneta se estacionó. Nos bajamos para adentrarnos en la entrada principal, varios botones se hallaban ahí, a disposición de nuestras maletas.
Nos encaminamos hasta el último piso, que era el pent-house, el que nos pertenecía por ahora. Cada uno de nosotros tenía su propio espacio: el baño y el dormitorio. Así que todos hicimos lo propio.
Esta ocasión hice lo posible por no tardarme en la ducha, me puse algo más cómodo de ropa al salir de bañarme, y esperé en la sala a que saliera Kathleen y mi tía Ángela. Papá había ido a saludar a unos viejos amigos que se hospedaban en el hotel, y a checar otros asuntos que eran irrelevantes.
Mi tía Ángela, Kathleen y yo salimos del pent–house , subiéndonos a la camioneta. Kathleen introdujo el caset en la radio, que era música de David Bowie para oírlo en todo el trayecto, hasta que nos detuvimos frente a las tiendas de ropa.
Estuvimos alrededor de solo una hora, pues ya marcaban más de la seis y media de la tarde. Todavía teníamos que regresarnos al Hotel Avnet para el peinado y el maquillaje, mi tía Ángela siempre se mantenía en una postura muy exigente en cuanto al vestido que usáramos, el maquillaje que nos realizaban y hasta el tipo de peinado.
Sin embargo, tanto ajetreo terminó por fastidiarme un poco, pero no tuve elección para siquiera quejarme conmigo misma, porque Kathleen se encontraba muy insoportable, llegando a un punto en que había dicho que ya no iría a la cena de beneficencia. Mi tía tuvo que tratar de tranquilizarla por varios momentos, y me hizo pensar en cuanta paciencia tenía que adquirir mi tía Ángela en esos momentos.
─Hemos terminado, señorita Avnet.
─Gracias ─le sonreí.
Me puse de pie con mucho cuidado de no pisar mal con los zapatos. Y de no arrugar alguna parte de este vestido. Me miré a los tres espejos de cuerpo completo que adornaba en mi habitación temporal.
El vestido rojo, como la sangre, descendía hasta mis pies. Me gustaba como lucía el escote de corazón y las hombreras caídas. Lo único que no me agradaba en lo suficiente eran los guantes blancos que yacían hasta arriba de los codos.
El peinado recogido era lo que más me gustaba, y me hacía sentir bien como estaba luciendo esa noche.
Kathleen salió de su habitación. Su larga cabellera se encontraba amarrado en una coleta, pero enchinado. Le lucían algunos rizos por delante de la cara, dándole un toque angelado, un vestido blanco largo, su escote cuadrado junto un collar que lucían un par de diamantes y unos aretes por igual, pero más discretos.
Nos sonreímos.
─¡Mírate! Luces tan bella, Kathleen.
─Las dos lucimos bellas, Narella ─guiñó el ojo ─. Vamos que llegaremos tarde.
Mi tía Ángela se hallaba parada enfrente de nosotras. Ella lucía un vestido de noche negro, con unos aretes igual de discretos y el cabello recogido. Nos sonrió y todas salimos por la puerta. Llegando a la salida del hotel nos subimos a la camioneta, donde aproximadamente solo unos minutos de más ya habíamos llegado a nuestro destino final.
Se presenciaban varios fotógrafos, lo cual me hizo sentir un poco incómoda. Observé a Kathleen, y ya traía una mejor cara. Supe que el ver a los fotógrafos haría que su ánimo subiera positivamente. Nos bajamos del vehículo, primero mi tía Ángela, luego Kathleen y por último yo.
Subimos por unas escaleras mientras nos fotografiaban a mares para luego acceder a la entrada del lugar.
Quedé sorprendida al recorrer la mirada hacia los invitados que estaban en sus asuntos, la más usada era la plática.
─Salgamos ─dijo Kathleen mientras enrollaba su brazo con el mío.
No pude asentir con la cabeza, ya estaba jalándome el brazo con bastante fuerza en ella. En el corto camino, visualicé a papá cerca del bar, donde nos vio y nos sonrió ampliamente, haciendo un ligero saludo con su mano.
Salimos al aire libre. El jardín extenso se dibujó en frente de nuestras narices. Dos enormes fuentes de agua de piedra sobresalían el agua desde lo alto y una alberca grande se adornaba con las luces por debajo, abarcando la mitad del terreno.
Bajamos por las escaleras, en donde después caminamos con más calma.
─Que manera la tuya de jalarme por toda la estancia. ¿Qué te sucede ahora? ─pregunté en cuanto nos sentamos.
─Que manera de agradecerme, prima mía.
─¡Kathleen!
─Por si no lo notaste, prima mía ─utilizó un tono superficial, haciéndome reír ─. Alguien no dejaba de verte.
─Que celosa.
─¡No! Hablo de... ¡Warren!
Kathleen se puso de pie, cruzándose frente a mí a abrazarle. Apreté los labios al darme cuenta de la situación, y sólo bufé por lo bajo y cerré mis ojos un instante.
Me puse de pie al mismo tiempo, y me giré hacia él, quien me miraba con una gran sonrisa encantadora. Sus ojos cafés centellaban de alegría el solo verme ahí, parada frente a él. Le sumaba también por el vestido rojo.
─Buenas noches, Narella ─ gentilmente tomó mi mano derecha, dando un breve beso en los nudillos ─. Te ves preciosa esta noche.
─Buenas noches, Warren ─sonreí, tratando de darme ánimos internamente ─. Gracias por tu halago, tú luces muy guapo.
─¿Verdad que sí, Narella? ─alzó la voz llena de fingida alegría, con un toque de burla ─. Yo les estorbo, por lo que iré adentro a comer un dulce o bocadillo.
Kathleen se dio la vuelta a emprender su camino hacia la entrada de la estancia donde estaban los demás invitados de esa noche. Miré de reojo su silueta, y por un breve momento, quise matarla por su jueguito.
─¿Quieres dar un paseo, preciosa?
Lo miré de nuevo, dedicándole una sonrisa.
Se puso a mi lado izquierdo, por lo que mis pies comenzaron su paso lerdamente.
─¿Cómo te sienta esta noche? ─preguntó con interés.
─Está noche..., es una buena noche ─me detuve para regañarme mentalmente ─. Me siento tranquila. ¿Y a ti?
─Mucho mejor ahora que estoy a tu lado.
Ya empezamos, pensé.
Por un par de minutos no dijimos ni una sola palabra. Nos detuvimos frente a una de las dos fuentes, entonces visualicé a unos patos que nadaban en su espacio.
─Narella.
Me giré a verlo.
─Me gustaría decirte un par de cosas... ¿Puedo hacerlo?
─¿Acaso me consideras un sicario o algo de esa índole? ─fingí hacerme la ofendida, por lo que él rio y le seguí ─. Dime que quieres decirme, Warren.
Puse mis manos enfrente de mi estómago. A decir verdad, yo no deseaba mucho estar ahí con él. Y me ponía un poco de mal humor, como también me ponía nerviosa. Me hallaba indecisa.
─¿Cuándo inicias tu residencia?
─Tenía planeado de que fuera después de la graduación. Serán un par de semanas después. ¿Por qué?
─Narella, ¿y está en tus planes casarte?
Lo miré con más atención, pensando la respuesta que estaba por darle.
─No sabría decirte en concreto ─le dediqué una sonrisa nerviosa.
Dio un paso más, estando frente a frente. Observé sus ojos cafés, y por un segundo, me parecieron muy llamativos. La mirada de él bajó por mis labios, y antes de siquiera decir algo, me besó brevemente.
─Warren ─puse una mano en su pecho, deteniéndolo ─. ¿Qué haces?
─Excúsame ─se tocó la manga de su traje negro, luciendo nervioso ─. No pretendía ofenderte.
Me di la vuelta, dándole la espalda completamente. Estaba recordando del último beso que nos habíamos dado hace un par de meses, en una tarde de picnic que tuvimos en la casa de su padre. La Familia Avnet había sido invitada.
El beso había durado más tiempo, ahí fue donde me di cuenta de que iba a ser algo muy difícil que yo pudiera sentir algo más por Warren. No era por ser un completo caballero, o si su físico era altamente recomendable para las chicas que solían sonreírle, con la finalidad de que él les dirigiera una palabra. Tanto, que yo me gané la hostilidad de algunas de ellas. Con simpleza, Warren no me gustaba.
Era lo que menos podía importarme ahora. Lo único que debía hacer en ese momento era dejar las cosas claras como el agua.
─Warren ─me di la vuelta ─. Por favor, tú discúlpame a mí, pero debo decirte desde ahora que... no puede haber más que una amistad entre nosotros.
Vi un atisbo de decepción sobre su rostro.
─¿Puedo saber por qué?
─No veo que haya algún futuro para nosotros.
─Pero podemos hacer el intento. Quizás salir a algún lugar y conocernos más ─suavemente volvió a tomar mi mano, haciéndome suspirar ─. ¿Me permites hacer el intento de conquistarte?
Antes de tratar de darle una respuesta definitiva, vi a mi tía Ángela con pasos rápidos hacia a mí.
─Buenas noches, Warren ─le sonrió con amabilidad en cuanto estuvo frente a nosotros─. Pido una disculpa por la interrupción, pero estamos por comenzar la subasta. Y Elliot ha preguntado por su hija.
─Todo está bien ─sonrió más para él como para mi tía ─. Vayamos adentro.
Los tres nos encaminamos hacia la estancia. Warren se alejó de nosotras al poco tiempo para irse a sentar con su familia en la mesa que se hallaba del otro lado.
Seguí a mi tía hasta llegar a la mesa donde ya estaba mi papá y Kathleen, que disfrutaba de un dulce.
─¿Y bien?─preguntó papá luego de sentarme a su lado y de Kathleen.
─¿Qué pasa?
─¿Todo bien con Warren?
─Sí, papá. Despreocúpate ─sonreí por su fingida voz de autoritario.
¡Buenas!
Aquí les he traído otro capítulo más, poco a poco se está dando la trama de la historia, aún así, espero que les 👉 gustando :).
Amor y paz.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro