Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

23. Atención primaria

.
.
.
.
.
Miércoles, 7 de Julio de 1993.
10:30 am.

El día de antier fue guardia, de veinticuatro horas en total. Solo había descansado tres horas, en el primer guardia lo había dividido en tres descansos de solo una hora. Al final de mi turno había logrado dormir tres horas.

No había imaginado que empezaría la primera semana con guardia, y todo el turno la pasé en conjunto con Enfermeros y un Residente que conocí: Bob Hamer. Era de piel casi de tono fantasmagórico, y sus ojos negros atraían bastante cuando iniciaba una simple conversación con él. No era hijo de alguien conocido como mi padre, pero pude percibir ese potencial que raramente percibía en los demás estudiantes, ese hambre de ser un servidor para la humanidad.

Durante los breves descansos que llegamos a tener Bob y yo en la Unidad De Hospitalización Breve me contaba que tenía una hermana que estaba haciendo también su residencia en el hospital, pero de Enfermería. Me preguntó si la conocía, le respondí que no, pero que me gustaría mucho conocerla.

Me sentía extraña. Por muchos años, (desde que empecé mi carrera de Medicina para ser exactos), había tenido esa firme idea de que, si no había logrado formar una simple amistad con quien fuese, menos iba a ser tan fácil tener siquiera una chispa de compañerismo con alguien una vez iniciara la Residencia Médica en Viena.

Había sido lo contrario. ¿Era emocionante? Lo era bastante, haciendo que imaginara ciertos escenarios de fantasía en mi mente sin evitarlo. Pero me detenía a tiempo, si las cosas se daban, bien para mí. Si no era el caso, bien para mí también. Aquí lo único que debía importarme por sobre todas las cosas de manera verdadera era realizar mi residencia.

Salí del baño una vez que había vaciado la vejiga y fui a mirarme al espejo mientras me lavaba las manos. Comencé a observar mi bata blanca, luego me encaminé hacia las letras bordadas de negro, sonriendo de lado al ver mi apellido. Estiré la blusa verde holgada que tenía puesto y me acomodé el pantalón negro de algodón para después terminar de acomodarme mi cabello.

Salí al pasillo A, fui hacia los elevadores y presioné el botón. Las puertas se abrieron y me metí, llevándome al segundo y último piso del Hospital Universitario Foster. Varios residentes ya estaban ahí, entonces reconocí a Bob, que hablaba con otro muchacho del que yo no conocía, así que me acerqué.

─Hola, Bob ─saludé con la mano.

─Hola, Narella. ¿Qué tal? ─se acercó a darme un beso en la mejilla con familiaridad ─. Te presento a Oswald, un compañero de la carrera en Canadá. Oswald, te presento a Narella, viene de Chicago.

Oswald, unos rulos impresionantes le caían sobre la frente y un diminuto bigote que lo hacía llamativo a su persona, me saludó estrechándome la mano.

─¿Qué tal, Narella? ─brevemente me miró de abajo hacia arriba.

─¿Vienes de Canadá como Bob? ─pregunté sin pensarlo mucho.

─Como bien lo dijo acá mi amigo ─dio un seco golpe al hombro de Bob, quien había distorsionado un poco la cara para disimularlo después.

Asentí con la cabeza y apreté los labios sin mucho interés de mi parte.

─Su padre es Elliot Avnet.

Pegué la mirada hacia Bob, queriendo casi regañarlo.

─¿Elliot Avnet?

El rostro de Oswald cambió, viéndose como un tonto ante mí.

─Como lo oyes ─respondí en el tono como él me había respondido.

Percibí su atención ante mi tono, porque había enarcado una de sus cejas gruesas. Entonces su lenguaje corporal dio un cambio, pues había dado un pequeño paso hacia mi dirección.

─¿Y como te va aquí, Narella?

─Mejor de lo que pensaba ─expresé desinteresada.

Oswald estaba por pronunciar otra cosa, cuando frente a los cinco residentes que estábamos ahí parados en espera, caminaba una esbelta mujer que media 1.80 que se dirigía hacia nosotros. Sus ojos azules se destacaban en sus facciones delgadas y delicadas como su cutis perfecto. Sus labios rojos eran llamativos, haciendo que los presentes volterean verla, incluyéndome a mí.

─Buenos días, jóvenes ─saludó casi con una media sonrisa.

Pasó por el medio de los cinco, abrió la puerta del salón número uno y todos entramos. Ante nosotros se desplegó cinco mesas de madera oscura en esta iluminada Sala De Enseñanzas. No había nada más que los dichos muebles, un pizarrón de tiza y el escritorio de nuestra mentora.

─Buenos días, médicos ─se detuvo detrás de su escritorio, moviendo su pelo rubio castaño recogido en una coleta casi floja pero sin un pelo por fuera─. En este primer año seré su mentora de tres programas: Atención Primaria, Medicina Interna y Neurología. Hablamos de cuatro meses aproximadamente. No me han informado si también estaré con ustedes en Urgencias Psiquiátricas ─comenzó a anotar en el pizarrón los nombres de las rotaciones del primer año.

Me senté hasta el último lugar donde en frente de mí estaba Bob, quien volteó a verme para dedicarme una sonrisa nerviosa por lo que estaba a punto de dar inicio.

─El lunes iniciaron su Residencia Médica. A algunos de ustedes les toca diferentes actividades; sin embargo, en la rotaciones que les acabo de mencionar tendrán los mismos días que los cinco que están presentes ─estiró los brazos para cruzar las manos por detrás de la espalda mientras empezaba a caminar en la fila central de nuestras bancas ─. No estuve presente éste lunes por un problema de vuelo que tenía que tomar para venir aquí. Hablé con el Director Foster para pedirle que me suplantara dos días, ayer y antier. ¿Pueden decirme que fue lo que hicieron?

La miré casi confundida. A mí nadie me había dicho nada, y en ningún momento tuve presencia de algún doctor conmigo.

─Dra. Sutton ─alcé la mano.

─¿Sí, Dra. Avnet? ─miró hacia mi dirección.

─El lunes tuve guardia de tiempo completo. Ayer daba inicio la rotación, pero la postergaron a último momento. Es decir, no tuve ningún doctor presente.

Me miró achicando sus ojos azules.

─Dra. Sutton ─Bob alzó la mano, a lo que ella volteó a verlo ─. Estuve con la Dra. Narella el lunes porque compartimos el mismo turno, y no hubo nadie que nos guiara. Sin embargo fuimos a ver a Edna para plantearle la situación, y dijo que le informaría de esto al Jefe de Psiquiatría, pero no hubo respuesta.

─¿Están seguros? Me habían informado que el Dr. Moser les daría solamente el seguimiento, las reglas indican que no deben hacer nada sin la presencia física de un Psiquiatra.

Bob y yo nos miramos, después la miramos a ella.

─Estamos seguros ─contesté.

Vi un atisbo de molestia. Luego bufó con cierto cansancio.

─Comencemos con la primera clase de Atención Primaria ─se encaminó hacia el pizarrón con el gis entre sus dedos delgados y fascinantes pintados de un rojo con la rosa.

En el transcurso de las dos primeras horas nos pidió nuestra respectivas definiciones acerca de palabras claves que tenían que ver con el nombre de la rotación. Después, explicó que era lo que consistía cada uno de ellos, sus métodos que ella tenía para que nosotros pudiéramos aplicarlas, recalcando que era decisión nuestra si lo aplicábamos de igual manera, por lo que la finalidad era brindarle ayuda a los que la necesitaban verdaderamente: los pacientes psiquiátricos

La Dra. Sutton tenía una suavidad que le emanaba en su persona. Su voz era suave como lo mencionado, pero su tono era muy duro. No obstante, contradecía a las facciones delicadas de su rostro, las mejillas rosadas que se pintaban en su pálida piel, y los ojos azules eran como un imán que atraía la mirada de los demás; tanto que escuché a Bob decir que no había visto unos ojos así como los de ella. Su evidente figura me sorprendía, porque era lo más parecido a las figuras esbeltas y perfectas de las modelos que había visto en las pasarelas en Paris cuando a mi tía Ángela nos llevaba a mí y a Kathleen hace un par de años.

La Dra. Donna Sutton era demasiado bella para ser una psiquiatra.

─Pasemos a la Sala De Arte. Ahí es donde comienza la verdadera razón por la que queremos ayudar a la humanidad, doctores ─la escuché decir mientras salíamos del primer salón.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, nos salimos del lado derecho, donde se encontraba la recepción de Rosanna. Nos saludó un poco brusca por el estrés que se le notaba en el rostro, haciendo que el chico que la acompañaba le temblaran los labios. Pasamos por la segunda puerta donde la placa de cristal templado decía Padres o Tutores, a lado de donde nosotros los residentes accedíamos. Al leer el título, sentí ése breve escalofrío que se paseaba por la espalda, entonces moví mis brazos como si eso fuera a quitarme la sensación.

La Sala De Espera era un espacio medianamente grande, resguardaban algunos muebles y unos sillones negros de tela que se observaban pegadas en las paredes, donde varias personas se encontraban e espera de la situación, por lo que varios nos voltearon a ver. Me sentí nerviosa.

Como el de Unidad de Hospitalización Breve, había una pequeña cabiba donde un guardia estaba dentro, que nos miró y nos saludó desde su lugar. Mostramos las credenciales y éste hizo el ruido de la puerta eléctrica, dándonos el acceso.
Como si de una cámara lenta se tratara, fui viendo la cara de cada uno de mis compañeros médicos. El de Bob, nerviosa como la mía. El de Oswald, que había mordido la parte interna de la mejilla izquierda. Y dos muchachos más que aún no conocía, pero desde aquí podía notarse lo emocionados y aterrados que estaban.

Yo también estaba emocionada y aterrada, también había mordido la parte interna de la mejilla.

Al entrar se desplegó un espacio uniforme de varios metros, visualizándose muchas mesas cuadradas de mármol y otras de madera, que se encontraban ocupadas por las personas de mediana edad y algunos jóvenes que acompañaba a los pacientes. Eran sus familiares.

Pasamos con lentitud mientras que, a nuestra derecha, se veía el patio central del que yo tenía ganas de ver y que no había tenido la oportunidad de hacerlo. Puro pasto verdoso era lo que había, junto con algunas flores no muy visibles, y una fuente de agua de piedra oscura que media sus dos metros. Algunos pacientes se encontraban cerca de ahí, mirando el agua que caía como si se trataba de algo maravilloso.

Al terminar lo que se llamaba una Sala De Visitas se desplegaba la pared descubierta, que en realidad había puertas, solo que se hallaban abiertas. En ese punto fue donde pude darme cuenta de que había más cosas que mi propio mundo. Sí, más que mi propio mundo. Era increíble que, fuera de este, existiría lo que estaba frente a mí.

Era triste. Era inclusive difícil de procesarlo, de pensar que algo así podía existir aquí, en el mundo real. Pero esa era la razón por la que yo había decido estudiar esta carrera. Ya había logrado acceder a un lugar físico, ahora solo me faltaba brindar la ayuda que quería brindar de todo corazón hacia ellos, hacia la humanidad.

─Tengo a una paciente que me gustaría que conocieran primero, después iremos con los demás ─habló la Dra. Sutton después de dejar que el silencio de este lugar invadiera el espacio.

Las paredes eran blancas, tanto que la luz del sol que tocaba en el Patio Central tocara sin querer en esta habitación espaciosa. En cierto espacio de la misma habitación había cada actividad diferente para ellos: pintura, música, teatro y hasta danza.

Observé a la última actividad, preguntándome como era eso de la Danza, ¿que les movía para hacer un simple baile?

Buenos días, Clara. ¿Cómo has amanecido?

Giré hacia el punto de atención de mis compañeros.

Era una adolescente. Cabello negro muy corto, piel casi fantasmagórica como el de Bob, y unos ojos grises de forma almendrados. Ojos que miraron a la Dra. Sutton, sonriéndole.

─Doctora, hoy es un día muy bonito, ¿lo ves? ─miró hacia al patio, después regresó la mirada ─. Tan bonito como te ves tú, Doctora. Me gusta tu cabello. Te brilla el cabello.

La Dra. Sutton sonrió cálidamente, entonces nos miró a todos.

─Doctores, ella es Clara Bauer. Tiene 16 años. Diagnóstico: Esquizofrenia ─se detuvo un momento, seguido se dirigió hacia ella ─. Clara, ellos son los nuevos doctores. ¿Te gustaría que te los presentara?

Clara miró hacia Oswald, que era el que estaba más cerca de ella. Cosa que no me pareció del todo bien.

─¿Quién es él? ¿Por qué está tan cerca?

─¿Quieres que se aleje unos metros, Clara? Con fin de que te sientas cómoda.

Mientras lo pronunciaba, hizo un gesto hacia Oswald, pidiéndole que se apartara. Este se movió casi al mismo tiempo, pero se interrumpió por la voz aniñada.

─No, me siento bien así. Fue como extraño, ¿no te parece, Dra. Sutton? Pero no me gusta su bigote, ¿eso es un bigote lo que trae arriba de la boca ─expresó curiosa sin dejar de observarlo ─. ¿Quién eres tú, bigote?

Vi un destello de querer asaltarle la risa a mis compañeros.

─Oswald Evans. Un gusto conocerte ─habló con la voz poco temblorosa.

─Tengo un amigo que se llama Oswald. ¿Te gustaría conocerlo? ─abrió los ojos de emoción.

Oswald miró a la Dra. Sutton, a lo que ella cerró rápidamente los ojos y sonriendo ligeramente. Asumí que ella daba el permiso.

─Me gustaría conocerlo ─asintió con la cabeza aún nervioso por lo que fuera a suceder.

Clara se encaminó hacia un mueble que estaba a pocos metros de ella. Desde mi ubicación, no lograba ver que era lo que buscaba entre la cajoneras grises. No fue hasta que sacó una hoja blanca.

Conforme se acercaba a Oswald, ligeramente veía que la hoja se encontraba con garabatos rojos.

─No lo he terminado, pero me dijo que se llama Oswald. Dice que tiene veinte años, me gana por cuatro años. Le pregunté si podía ser mi amigo, me dijo que tenía que terminar el dibujo ─miró a su dibujo ─. ¿Crees que le gusta como lo dibujé?

Oswald fue inclinándose poco a poco al dibujo, temeroso de lo mismo. No obstante, nada pasó.

─Pienso que le gusta como se ve. ¿A ti te gusta? ─preguntó ligeramente en calma.

─Pienso que también le gusta ─le sonrió ante su respuesta.

Miré a Bob, quien me miró sorprendido por lo que acababa de ocurrir.

─Clara, iremos a ver los demás, ¿está bien?

─Está bien, pero no tarden ─habló ahora con la mirada sobre la hoja garabateada.

Seguimos caminando hasta detenernos hacia otro paciente. Un muchacho pelón, que miraba hacia al patio sin dejar de armar el cubo de Rubik.

─Buenos días, Josef. ¿Qué observas?

El muchacho alzó la vista hacia ella, entonces le sonrió con un evidente brillo en los ojos grises.

─¿Es usted? ─preguntó.

─¿Me veo diferente?

─Nunca la había visto con el pelo así ─señaló a su pelo rubio.

Ella le sonrió, entonces se dirigió hacia nosotros. No dijo nada por unos segundos hasta que sus ojos azules y maquillados se detuvieron en mi dirección.

─Dra. Avnet, venga.

Vamos, Narella.

Me detuve frente a los dos, lista para lo que venía.

─Doctora Avnet, él es Josef Bauer. Es el hermano de Clara.

El chico me miró directamente a los ojos, haciéndome sentir un poco incómoda.

─Buenos días, Josef. Soy la Dra. Narella Avnet ─sonreí levemente, observando los gesto de su cara.

─¿Usted es Doctora? ¿Es una broma? ─miró a nuestra mentora.

─Claro, ella es Doctora. ¿Hay algún problema, Josef?

Entonces los ojos de Josef se fijaron en mí. Su mirada comenzó a taladrarme en el rostro, una sensación que me fue perceptible de pies a cabeza.

─Dra. Avnet, es que usted no parece Doctora. Parece una mujer simple, pero no cualquiera. Su cabello me gusta, le hace lucir muy hermosa.

Sentí sonrojarme, pero me di una cachetada mental. Debía mantener la línea de abstención para con las pacientes sin importar lo que me dijeran, para mal o bien.

─Ella es quien me acompañará en tu seguimiento, ¿te gustaría, Josef? ─preguntó ignorando su comentario anterior.

─No tengo problema ─habló sin despegarme la mirada taladrándome.

─Josef, iremos a ver los demás. Regresamos en unos momentos.

Los residentes fueron detrás de la Dra. Sutton, a lo que yo me sume dándole la espalda a Josef.

─¿Estás bien?

Oí la pregunta de Bob al paso de los minutos. Era seguro que había notado mi cara distorsionada por lo sucedido. Era probable que él había notado la mirada de nuestro paciente.

─Rara. Pero estoy bien ─finalicé.

Pasamos con tres pacientes más: Anna Baier, Ewald Schön y Bernd Hämmerle.

Anna Baier, de 28 años, sin esposo y sin hijos. Diagnóstico: Trastorno Bipolar. Ewald Schón, de 33 años, casado desde hace un par de años y sin hijos. Diagnóstico: Síndrome de Depencia del Alcohol. Y por último, Bernd Hämmerle, casado y con un hijo. Diagnóstico: Agorafobias, Trastorno Del Pánico.

Al terminar el recorrrido, era la hora de la comida, que daban las dos en punto de la tarde. La Dra. Sutton dijo que nos reuniéramos en la Sala De Enseñanzas dentro de una hora.

Iba acompañada de Bob, quien tenía bastante hambre ya que no había desayunado nada. Nos formamos en la fila donde nos servían en la bandeja un plato de pasta fría, huevos duros con una ensalada y un sándwich de jamón y queso. Pedí una Coca Cola y Bob pidió lo mismo.

─¿Y que te pareció Edwald? ¿Era lo que esperabas? ─pregunté al darle un mordisco al sándwich.

Bob me miró y negó ligeramente con la cabeza.

─No era lo que me esperaba, ¿qué te puedo decir, Narella?

─No pensé que nos fuera a dejar a cargo un paciente para cada uno ─hablé al dejar pasar unos minutos. Respiré hondo y lo miré ─. ¿Tienes miedo?

─Mucho. Estoy aterrado ─expresó sin disimulo alguno.

Sentimos un aire fuerte corre hacia nosotros, visualizándose a Oswald sentarse a lado de Bob.

─¿Puedo sentarme aquí? Gracias.

Lo miré un poco confusa por su actuar. Sin embargo, no dije nada para no causar algún problema.

─¿De qué hablaban?

Bob lo miró.

─De algo que no es de tu interés, por lo que podemos ver.

─Según tú, ¿qué cosa no es de mi interés? ─lo miró también.

─¿Quieres sentarte allá? No me dejas disfrutar de la comida ─ignoró a su pregunta ─. Aquí estorbas.

─Vamos, vamos, vamos ─rió para después mirarme ─. ¿Me voy, Narella?

─Para ti soy Dra. Avnet. Mientras tanto piérdete ─sonreí falsamente.

Él enarcó una ceja, entonces movió la cabeza ligeramente, como negando la situación.

─Que disfruten de la comida. Está horrorosa.

Se levantó y se salió del comedor.

─Es muy pesado ─agregué con la mano en el sándwich.

─Lo es ─agregó con un suspiro entre sus palabras ─. Una vez trató de humillar a Blair.

─¿Por qué? ─pregunté curiosa.

─Hubo un tiempo en que Oswald quería andar con mi hermana. Pero ella es... especial.

Sonreí sin preguntar más.











Buenaaaas. Aquí reportándome.

Aun me falta subir dos capítulos más, pero debo corregirlos. Aún así, trataré de subirlos en esta semana ya que ando en exámenes. Y con sueño no me ayuda, jaja.

Bueno, espero que este capítulo, aunque no haya sido taaaan interesante, les esté agradando, ya que es esencial para la formación de Narella en su residencia, no obstante..., los siguientes capítulos vendrán muy bien estructurados y con más escenas de nuestro protagonista hombre: Marlon Redford.

Díganme, ¿Han visto alguna película de él? Me gustaría que lo me comentaran.

Amor y paz.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro