21. Recuerdo bloqueado
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Sábado, 19 de Junio de 1993
─Señorita Avnet.
La voz de quien me hablaba sonaba lejana.
─Señorita Avnet, despiertese.
Hice un breve sonido en la boca, pero seguía sin abrir los ojos. Entonces sentí como me descubrieron algo, algo que hacía que mi cuerpo se mantuviera en su calor.
─Señorita Avnet. Es hora de que despierte.
Hice un abrir y cerrar ojos con lentitud. Volví a a hacer el mismo procedimiento por unos minutos hasta visualizar las cosas familiares de donde yo estaba. Caí en cuenta de que esas cosas eran mis cosas. No tardé más en abrirlos, porque supe que estaba acostada en mi cama, estaba en mi habitación.
─¿Qué pasa? ─arrastré las palabras.
─Buenos días, señorita Avnet ─escuché una voz amistosa cerca de mí ─. Debo despertarla.
Me giré sobre la cama, dando boca arriba. A un extremo, la luz del sol se filtraba por las ventanas de mi cuarto, sintiendo más la pereza de no despertarme.
─¿Qué hora es? ─pregunté con la mirada al techo.
─Justo es mediodía, señorita Avnet. Tengo instrucciones para despertarla y atenderla antes de que llegue el joven Warren Campbell.
Giré la cabeza para buscar la voz proveniente de mi habitación. Me encontré a Ava, ligeramente inclinada a mi dirección.
─¿Qué pasó? ─enseguida me miré y traía el vestido blanco aún puesto ─. ¿Me dormí con el vestido?
─Así es. Traté de quitarle el vestido, pero se puso renuente. Sin embargo, logramos quitarle el maquillaje ─asintió con la cabeza ─. Y los pendientes.
Con la cara de sueño muerta en el que seguramente tenía filtrada en mi rostro, fui incorporándome de poco en poco hasta estar sentada en la orilla de mi cama.
─¿A qué hora llegué anoche, Ava? ─puse los dedos sobre mi puente de la nariz con los ojos cerrados.
─Llegó sobre las doce de la noche, señorita Avnet.
─¿Warren estaba... bien? ─la miré.
Ella también lo hizo, pero confundida.
─La persona que la trajo a casa no fue él, señorita Avnet.
─No me digas que Rick ─hablé en cuanto recordé la mariguana que había probado.
─Tampoco fue él, señorita Avnet ─negó con la cabeza ─. Fue el Dr. Marlon Redford.
Poco en poco abrí los ojos al ir recordando que sí..., él me había traído a casa.
─No es posible... ─murmuré para mí con los dedos sobre mis labios sin dejar de verla.
─¿Se encuentra bien? ─preguntó con preocupación.
─Sí, lo estoy. Solo... ─me detuve, entonces parpadee y al instante me puse de pie, donde Ava retrocedió unos pasos ─. No recuerdo como llegué anoche. ¿Cómo estaba anoche?
─Llegó con mucho sueño. El Dr. Marlon Redford la trajo hasta la entrada, ahí nos encargamos de subirla a su habitación ─explicó con calma ─. En el intermedio, el Dr. Marlon Redford me dijo que llamara a su novio llamado Warren, y le expliqué que aún no lo eran pero que lo haría. También me pidió que no le dijera nada de esto a nadie.
Me tapé todo el rostro por lo que empecé a sentir en mi interior. Pena, rabia, vergüenza, y más rabia para conmigo misma.
─Cuando llamé al joven Warren, dijo que estaba buscándola por una hora en el salón, pero se alivió de que usted estaba bien, porque tuve que decirle que a usted le dolía la cabeza, que era la razón por la que había regresado a casa. Después dijo que vendría hoy a las dos en punto.
─No quiero ver a nadie ─me destapé la cara.
─Lo supuse, señorita Avnet. Pero el joven Warren insistió bastante que sólo terminó por darme las buenas noches y colgar el teléfono.
Metí mis dedos sobre la raíz de mi cabello sin dejar de mirar a Ava, quien me miraba un poco apenada por lo sucedido.
─¿Puedes prepararme el baño, Ava? Necesito tomarme...
─Lo tengo todo listo, señorita Avnet ─se dirigió a la mesa de noche y me entregó la pastilla blanca y el vaso de agua ─. Y su baño ya está listo.
─Eh, gracias, Ava ─me rasqué a un lado de mi barbilla en señal de pena.
Me tomé la pastilla junto con un gran sorbo de agua. Ava me dijo que estaría a fuera de mi habitación por si se me ofrecía otra cosa. Volví a agradecerle ante mi penosa situación y salió. Me quité el vestido que estaba bastante arrugado, y con una mancha amarilla sobre la falda. La aventé hacia el cubo que había para la ropa sucia. Me desvestí de la ropa interior y me adentré al baño donde cerré la puerta, luego me sumergí al agua de la tina que me pedía a gritos que lo hiciera sin perder el tiempo.
Permanecí alrededor de unos cuarenta minutos hasta que Ava tocó la puerta del baño, despertándome de nuevo. Me apresuré a secarme y taparme con la toalla. Abrí la puerta y me dijo que el desayuno estaba en la mesa que había en mi cuarto, cerca del armario. Volví a agradecerle y salió.
Fui rápidamente a mi armario para escoger mi ropa, pero el olor de los waffles, un sandwich partido a la mitad con el queso escurriendose y salsa de tomate a un lado hizo rugir a mi estómago. Tomé asiento con la silla de mi escritorio y caminé hacia al plato, y agarré el sandwich. En segundos me lo terminé junto con la salsa de tomate. Observé el vaso de jugo de naranja y me lo tomé a sorbos.
Partí el waffle doble que tenía la miel y unas fresas, y con más calma, me lo fui acabando. Me terminé el jugo y solté un eructo. Me apené un poco y me puse de pie para ir a mi armario.
Saqué una playera de algodón color blanco con el cuello redondo y un suéter rosa de lana. Unos pantalones de mezclilla que me quedaban debajo del tobillo y unos tenis converse blancos.
Al estar vestida, fui a acomodar mi cabello quebrado, me puse unos aretes de oro y al final me apliqué perfume. Fui por mi reloj de la muñeca donde lo acomodé en la muñeca derecha, éste maracaba una con cuarenta minutos. Me llevé la bandeja y salí de la habitación para después bajar.
Ava me vio entrar a la cocina y secó las manos en su delantal para después dirigirse a mí.
─Permítame, señorita Avnet.
─Gracias por el desayuno, Ava. Quedó delicioso ─me sinceré.
─Gracias, señorita Avnet.
─Iré a la Biblioteca. ¿Me puedes avisar cuando llegue él, por favor?
─Por supuesto, señorita Avnet.
Le sonreí y di la vuelta para dirigirme a la Biblioteca. Ya me encontraba mejor, y quería estarlo un poco más antes de que Warren llegara, así que fui a sacar un libro en cuanto llegué y me senté en los sillones que tenía mi papá.
Al cabo de los minutos, adelantando unas veinte páginas, Ava apareció diciéndome que Warren ya había llegado. Solté un suspiro y dejé el libro en la mesa. Me acomodé el suéter y caminé hacia la salida donde Ava me acompañó hasta llegar a la Sala.
Warren estaba ahí. Lucía bastante guapo desde donde estaba. Traía una camisa casi del mismo color de mi suéter, unos pantalones de mezclilla pero obscuros y los tenis blancos. A lo juvenil, podría decir.
─Hola, Narella ─me sonrió.
Me acerqué y le di un beso en la mejilla.
─Hola ─le devolví la sonrisa ─. Discúlpame, por favor. Me fui antes porque me sentía mal.
─Lo entiendo, princesa. Creo que esos tragos te cayeron mal muy rápido.
Pues no fue eso, te lo aseguro, pensé.
─¿A qué hora estuviste de regreso en el salón?
─Eran las once. Por una hora te estuve buscando hasta que me llamó Ava. Antes, me hice cuarenta minutos en dejar a Kathleen al hospital. Pasé a ver a Sean, y hablamos un momento.
Nos sentamos.
─Ya se encuentra mejor, ¿verdad? ─pregunté.
─Lo encontré mejor. Me dijo que te diera sus saludos y te cuidara mucho en la fiesta. Cosa que no hice ─sonrió con amargura.
─Déjalo estar ─sonreí de lado ─. Aquí estamos de nuevo.
Me tomó de la mano con suavidad y se acercó un poco más a mí.
─¿Y tú ya te encuentras mejor?
─Ya ─asentí con la cabeza.
Entonces depositó un beso en mis nudillos. Alzó la cara y me miró como me miraba muchas veces. Sus ojos cafés me recorrieron por todo mi rostro hasta mirarme a los ojos. Hizo a un lado mi cabello y me dio un beso en la mejilla. Luego en la otra mejilla hasta que se detuvo en la esquina de mi boca.
─¿Puedo?
Hice un breve sonido con mi boca. Entonces me besó largamente, poniendo sus manos en mi cintura. Lo correspondí y sólo lo abracé por encima del cuello.
Nos separamos un poco para tomar aire, a lo que escuché como él pasó la saliva por su garganta, moviendo su Adán.
─¿Te gustaría salir a algún lado? ─preguntó aún cerca de mí.
─¿Al parque?
─Al parque, al cine. A dónde quieras ─depositó un lindo beso en mi mejilla.
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─Me dijo Ava que llegaste temprano.
Detuve el movimiento de la mano ante mi cucharada de helado.
─Sí. Me dolía bastante la cabeza, tía.
Sonrió alzando una ceja a manera de diversión.
─¿Tomaste muchas copas?
Le sonreí, un poco nerviosa.
─Creo que sí. No recuerdo nada de ayer.
Mentirosa, me dije.
─¿Cómo se portó Warren?
─Más que bien ─hablé casi desinteresada.
No seguí mencionando más acerca de la fiesta de graduación. Cambié de tema a uno donde hablábamos de una vieja amiga que se encontró en el Hospital Avnet. Casi al mismo tiempo, Kathleen llegó sumamente cansada, pero contenta por el simple hecho de que Sean ya estaba mejor; comentó que el día de mañana lo darían de alta, y ella estaría en casa de Sean por las tardes.
Papá llegó tiempo después. Le pidió a Ava que le llevara la cena en su despacho ya que traía unas hojas en su brazo para estudiar un caso clínico. Me dio un beso en mi frente antes de desaparecer por la puerta de la Biblioteca.
Le di las buenas noches a mi tía Ángela y me retiré a mi habitación. Seguí con la lectura y lo terminé antes de que diera la medianoche en mi lugar de seguridad.
Pero no podía dejar de pensar en lo sucedido de la noche anterior. Sólo habían pasado horas, pero me sentía como si me había pasado apenas un segundo de mi vida. No podía desechar la idea de lo que ahora el Dr. Redford podía pensar de mí. No llegaba al término de la angustia, pero esa fastidiosa pena y vergüenza se estaba apoderando de la energía de mi cuerpo.
Decidí que era mejor dormir, así que me metí entre la cobijas de mi cama, no sin antes apagar la luz del lugar. Cerré mis ojos ante el raz de la cobija blanca de algodón, y aunque no los tenía completamente cerrados, podía visualizar las telas largas que colgaban en frente de mis ventanas.
No era ya mi mente, si no que ahora podía sentir de nuevo esa sensación de nervios que percibí en mi interior al estar frente a los ojos azules del Dr. Redford. Había sido una mirada simple, tan simple que no podía describir porque no se había alejado unos cuantos pasos de mi lugar, había estado lo bastante cerca para poder sentir ese extraño y confundible calor que había desprendido de su boca.
Y por más que quería alejarme y enterrarme a mí misma en un hoyo de tierra, no podía dejar de reproducir su mano sobre mi cintura para sostenerme.
Basta, Narella.
Bruscamente abrí mis ojos al darme cuenta de lo que estaba haciendo. No más, no más. Lo único que podía pensar era que tenía que mantenerlo en un recuerdo. En un recuerdo bloqueado.
Buenas noches, mis lectoreeeees.
Ahora sí, he subido uno más. He tenido algunos altibajos de escribir esta historia, pero además creo que también me sirvió para continuar con escribir más capítulos.
Espero que les esté gustando. No está de más que me voten y comenten algo, jaja. Se los agradecería bastante.
Amor y paz.
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