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20: Intrusa no deseada

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Al terminar de hacer mis necesidades, salí del baño y volví a la fiesta. Observé la hora en mi muñeca donde lo tapaba una pulsera de tela acompañada de una rosa blanca. Marcaban apenas las ocho de la noche, así que solo habían pasado diez minutos desde que Warren se había ido a dejar a Kathleen en el Hospital donde estaba Sean.

No estaba molesta, en realidad me sentía tranquila, pero una vez más me sentía como una intrusa entre todos los que habían sido mis compañeros. Era sencillamente difícil que yo encajar en esos entornos. Era mi apellido, tal vez ellos tenían la equívoca idea de que yo era una chica muy diferente a como en realidad.

Pero, bah. ¿Ahora a quién le importaba?

Por primera vez en mi vida, decidí olvidar aquella capa de rencor que me llegaba a fastidiar en mi mente por el hecho de no tener un circulo social más grande.

Busqué entre la pista alguna cara conocida mientras me iba acercando. No conocía a nadie, así que tenía más la ventaja de que fuera más fácil estar en el ambiente con alguien que no me rechazara. Al menos eso era un probabilidad más. No lo fue, porque Rick venía hacia mi dirección como si yo tuviera algún imán, así que me abrazó con todas sus fuerzas, casi al borde no de respirar.

─¡Narella, luces como un ángel de escena de perversión!

Le hice un gesto de gran confusión, porque en realidad no sabía como interpretar aquel halago.

─Quiero decir, luces como una chica percertida pero con imagen de un ángel puro, ¿me doy a entender?

─Eso creo ─me reí cuando alcé los hombros.

─Bueno. ¿Y qué haces aquí tan sola? ¿No tienes pareja de baile?

─Lo tenía, pero tuvo que hacer un encargo ─hice un desdén con la mano ─. ¿Qué haces tú?

─Iba a rumbo a recoger unas amigas por las mesas altas de allá ─señaló al lugar donde yo me estaba sentando anteriormente ─. ¿Te apetece acompañarnos?

Asentí con la cabeza. Con familiaridad, Rick me tomó de la cintura y nos fuimos hacia las mesas altas que alumbraba una luz al raz del círculo. Al acercarnos, no conocía a nadie. Eran dos chicas, Sasha y Meg, ambas con cabellera rubia y casi el mismo estilo de peinar. Había un chico que usaba gafas, pero lucía bastante atractivo de donde estaba.

Me senté a lado de Rick, que había empezado a asentir las bebidas entre los vasos que estaban ahí, entonces me dio uno y comenzamos a brindar. Comenzó a hablar acerca de la música que estaban pasando, y había dicho que su lugar de origen no pasaban esa clase de música, que más bien se maneja otro tipo de baile llamado: bachata. No estaba al tanto, ya que el vaso que me había servido era puro alcohol con algunos hielos, pero bastante fuerte a mi parecer.

─Bonita, ¿gustas?

Por debajo de la mesa, entre sus manos grandes y apiñonada que hacía resaltar un anillo de plata en forma de los ojos de un búho que eran dos piedras rojas, se visualizaba hierbas y un trozo de papel.

─¿Qué es?

Me miró con diversión.

─Mariguana, bonita.

─Oh... ─al instante me sentí estúpida ─.  Nunca había visto uno de cerca.

─Me imagino ─sonrió ─. ¿Te apetece?

─No sé ─respondí sin pensarlo mucho, rascándome la nuca.

─Hagamos una cosa, bonita. Todos iremos al baño a fumarnos uno, y verás como es. Si te nace, lo probarás por primera vez. Si no, no pasa nada.

Sonreí. Al menos me había dado dos opciones, en donde no me hacía sentir que ya estaba más que acorralada en una pared gelatinosa que me hacía ahogarme cada que no podía decir no.

Le grité al oído que sí, así que entre todos nos pusimos de pie y bajamos al escalón que daba con la pista. Por el margen de este fuimos caminando hasta llegar a las escaleras tapizadas. Miré un poco nerviosa a los maestros que estaban ahí, pero cuando observé bien, ellos estaban en sus conversaciones. No estaban al tanto de su alrededor.

Rick nos guío hacia la izquierda, donde al dar el paso ya nos tapaba la pared grande de espejo que había dicho. Caminamos frente a cuatro puertas blancas con marcos dorados, y en el centro superior dentro de ese marco, se hallaba el famoso y amado logotipo de Filosofía. Rick estiró la mano hacia la manija dorada de la quinta puerta, dando con un baño, que prácticamente era una habitación.

Nos metimos entre risas y este cerró la puerta con seguro. En los dos lados de la puerta habían toda una pared de espejo para cuerpo completo, así que podía ver a los otros estudiantes lo que hacían desde donde yo estaba. Me di la vuelta y me senté en la tapa del retrete.

─Chicos. Ésta princesa bella no sabe como es fumar nuestra mariguana, así que le enseñaremos como se hace. Quiero una buena fumada.

La chica que se hacía llamar Sasha miró en mi dirección y me sonrió con diversión.

Rick fue el primero. Con sus dedos, ese que se encontraba el anillo, puso dos dedos sobre el cigarro y comenzó a inhalar. Mostró sus dientes y luego exhalo. Luego fue el otro chico, Marco aue hizo lo mismo, pero dejando más tiempo el humo que yacía en sus pulmones. Luego las dos chicas que estaban allí.

─¿Y bien?

Rick estiró el brazo con el cigarro de mariguana. Miré el objeto, donde me detuve a estudiarlo. Cada minúscula parte, y sobre todo, armandome de valor.

─¿Se siente igual que con el alcohol?

─No. Éste sí te relaja por completo ─me guiñó el ojo.

Me lamí los labios. Antes de que pudiera a analizarlo de más como regularmente lo hacía, lo tomé. Lo sostuve como lo hacía ellos, e inhalé. Tosi como loca.

─Observa, bonita ─me tomó de la mano que tenía libre y me hizo poner de pie ─. Inhalas, pero no es como el cigarro normal. Es inhalar y lo dejas en tu garganta.

Lo volví a hacer, un fue un poco mejor. De pronto sentí que fue horriblemente el quemazón que producía en mi garganta, así que exhale.

─Quema, Rick.

─Así es esto ─me sostuvo con su mano en mi cintura ─. ¿Quieres más?

No respondí, así que volví a inhalar y me lo quedé en la garganta por un poco de más tiempo. Lo exhalé y todos comenzaron a felicitarme. Me reí recargando mi mano en el hombro de Rick, donde podía muy de cerca su rostro al mío.

Me recargué después en el lavabo del baño, con el cigarro entre mis dedos. Volví a hacerlo y cuando lo estaba haciendo, me observé en el espejo. Quería reírme porque nunca había tenido una imagen de mí de esa manera.

─Bonita, ¿te la pasas bien?

Se acercó a mí, pegando su cadera a la mía.

─Eso creo. Tenías razón ─señalé el cigarro ─.  Esto relaja bastante.

─¿Sabes que otra cosa relaja bastante?

─¿Qué cosa?

Estiró su mano a mi cabello para ponerlo detrás de mí oreja, luego depositó un beso en la comisura de mi boca. Me reí ante eso.

─No ─dije al saber con exactitud su situación.

─¿No te animas? ─preguntó.

─Yo no ─negué con la cabeza y señalé a las chicas con la cabeza ─. Pero una de ellas quiere tu atención. Así que ve para allá.

Rick echó un vistazo y luego se volvió a mí. Tocó la seda de mi vestido y suspiró.

─De acuerdo, bonita. Me iré con ellas, pero quiero pedirte una cosa.

─¿Qué cosa?

─Tengo unas terribles ganas de que me des un beso tuyo.

Sonreí nerviosa. No era la solución, pero nonlo había pensado antes de que volviera a inhalar el cigarro. De hecho, hizo que mi corazón lateral más rápido de lo normal.

─¿Y si no quiero? Antes me dabas dos opciones.

Ligeramente alzó los hombros a manera de rendición.

─Me quedaré con las ganas. No pretendo forzarte. Y menos a alguien como tú.

─¿Alguien como yo? ¿Cómo es eso, Rick? ─pregunté con interés, sin dejar de verlo.

Me sonrió mientras seguía tocando mi vestido.

─Oh, bonita. Tú eres una chica que está en un pedestal ─sentí como subía los dedos en la parte de mi cintura ─. Te considero en un pedestal porque no cualquiera te puede tener. Eres terriblemente atractiva.

Me reí por lo último.

─Al menos tú me das espacio.

─¿Quién no lo hace?

─Mi pareja de baile.

─Deberías mandarlo al carajo.

Me reí de nuevo.

─Lo he hecho. No va a dejar de intentarlo. Está enamorado de mí.

Vi que el cigarro estaba por terminarse, así que traté de ir lento para que no me terminase prontamente.

─Creo que hace bien. Si me dieras la oportunidad de acercarme a ti, alejarme no sería una opción.

Lo miré con burla. Luego miré mi cigarro y le di la última inhalada que pude para darlo por terminado. Lo dejé en el lavado del baño y miré a Rick, que fumaba el cigarro.

─Eres de los únicos amigos que saben ser eso: un amigo ─puse mis manos sobre sus hombros, haciéndolo reaccionar ─. Así que como sabemos que no nos volveremos a ver en mucho, mucho, mucho tiempo, te doy esto.

Me acerqué a su rostro, donde él quitó su cigarrillo, atento a mis movimientos. Entonces lo besé sin tocarlo mucho. Pero duró poco, porque las manos de Rick se alzaron a mi cabello e hizo presión. Sentí como abría mi boca con su lengua caliente y hacer que tocara la mía.

─Gracias.

Fue lo que susurró antes de que yo le volviera a dar un beso pero en la mejilla a modo de despedida. Iba a despedirme de los otros, pero sentí que iba a estorbar en cuanto que vi que algunas prendas estaban más abajo.

Salí del baño, me toqué los labios y me sentí rara. Negué con la cabeza y fui caminando por el pasillo donde habitaban las mismas puertas. Entonces me tope con la pared que daba por el último el pasillo alfombrado, me acerqué más para tocarlo con mis manos y observé de cerca los pequeños cuadros dorados que estaba tapizado. Sentí la textura del material, con uno de mis dedos comencé a seguir el curso de cada cuadro dibujado de la pared. Me reí.

De pronto sentí un peso sobre mi vejiga, avisándome que debía soltarla antes de que explotara. Me di la vuelta, dándole la espalda a la pared. En mi lado derecha había una puerta, así que la abrí y prendí la luz. Era otro baño idéntico al que yo estaba, así que me metí y cerré la puerta con seguro. Me senté y tardé en vaciar mi vejiga.

Al incorporarme, vi que a un lado del lavabo había una abertura lineal negra. Me fui a lavar las baños sin perderlo de vista, y sin secarme las manos, toqué la abertura negra. Era un hueco. Luego reaccioné que era una puerta. La abrí con mucha lentitud, dibujandose frente a mí un espacio grande que daba como una sala cualquiera. Los ventanales eran de muchos metros, tanto que la luz de la luna reflejaba toda la estancia.

Escuché ruidos, fue lo que no me impidió a acercarme, además, el efecto de la mariguana me estaba animando a hacer cosas que seguramente no haría estando en mis cinco sentidos puestos y ordenados. Di con pasos lentos, atenta de que no se escucharan mis pisadas.
Me acerqué más a la razón de los ruidos, donde gradualmente eran voces. Partí de la sala hasta llegar al marco cuadrado que abarcaba media pared. Entonces me detuve.

Le di la espalda al siguiente ventanal que reflejaba a un punto exacto de la siguiente habitación, era un seguimiento lineal y perfecto a una mesa grande, que no estaba sola. Razoné que no eran voces en sí. Eran gemidos.

Mi saliva se atascó en mi garganta, impidiéndome respirar con normalidad. Fue tarde para irme de ahí, porque sin evitarlo, tosi.

La pareja volteó a mi dirección, muy cerca sus rostros estaban. Había nervios y muchos jaleos en sus bocas.

─Lo siento ─me reí, luego callé.

La respiración se me fue al instante cuando la persona que estaba encima de la otra no era nada más y menos que él. El Dr. Redford.

Se abrochó la camisa, vi sus ojos con una capa de sorpresa y vergüenza. Luego vi a la otra mujer, donde enseguida volteó la cara para yo ya no la siguiera viendo. Entonces corrí por el camino en donde había entrado, la puerta estaba abierta, entré y la cerré a mis espaldas, seguido fui a la puerta final que daba al pasillo. Me quité las zapatillas por los nervios, caminé más rápido para no enfrentar la situación tan evidente que había presenciado a causa de mi curiosidad, a causa de la mariguana que había probado por primera vez en mi vida.

Las escaleras grandes aparecían cada vez más cerca, y mi alivio me fue confortable cada vez más. Caminé más despacio con el corazón latiéndome más rápido que nunca, hasta que sentí un jalón brusco por mi muñeca.

Apreté la mandíbula al ver que no lo había evitado como yo había esperado realizar. Todos mis nervios subieron a flote. Me vi obligada a voltear la cara.

─Míreme a los ojos.

Cerré los ojos a la fuerza por volver a oír la voz varonil que poseía.

─¿Por qué no me mira?

─Porque es suficiente la humillación ─hablé.

─¿Qué humillación?

─No pretenda burlarse de mí de nuevo.

─No pretendo eso. Pero lo haré si no me mira a los ojos.

Abrí mis ojos aún con la cara volteada, entinces bajé la mirada en cuanto giré mi rostro frente a él.

Comencé a sentir una especie de ahogamiento en la garganta, una especie de nervios por mi estómago, y una especie de estremecimiento por mi piel. Observé la mano que estaba enredada en mi muñeca. Alcé la cara, para sentirme valiente en cuanto lo mirara.

Los ojos azules que él poseía observó linealmente a los míos, era tanta la precisión que no supe donde esconder la cabeza.

─¿Está drogada?

Hice más alusión el abrir mis ojos con tanta sorpresa, contestando su pregunta.

─¿Dio su consentimiento? ─preguntó.

─Claro que sí ─me sentí ofendida ─. No soy estúpida.

─Sé que no lo es. ¿Primera vez?

─Sí ─respondí con una sonrisa nerviosa.

Entonces me sonrió, arrugando un poco las esquinas de los ojos.

─Tengo que irme ya ─me dije.

─¿Viene acompañada?

─Se supone.

─¿A qué se refiere?

─Warren es mi pareja de baile, pero me hizo el favor de llevar a Kathleen a ver a Sean, su prometido ─miré mi reloj ─. Ay Dios.

─¿Qué sucede? ─preguntó con sorpresa.

─Llevo una hora y media perdida. No exactamente perdida, pero es seguro que Warren debe estar buscándome ─me pasé la saliva al notar que lo tenía meramente cerca de mi cara ─. Tengo que irme ya.

Fue entonces que el Dr. Redford me soltó la muñeca, pero no se movió de su lugar.

─¿Pretende buscarlo por todo el salón?

Asentí con la cabeza algo confusa ante su pregunta.

─En las condiciones que se encuentra usted, señorita Narella, debo hacer una objeción.

─¿Qué objeción?

─La llevaré a su casa.

Reí con sorpresa en mis facciones. Noté que estaba haciendo fricción entre mis dedos, porque los nervios no me estaban ayudando en nada.

─¿Por qué? ─me arrepentí de preguntar estúpidamente.

Ladeó un poco la cabeza.

─Creo que es un favor a cambio de no decir nada ante lo que vio, ¿no lo cree? ─observó divertido.

Me apreté la lengua, así que solo asentí con la cabeza.

─¿Andará así? ─señaló abajo, en mi pies.

No alcancé a responder, pues él había retrocedido unos pasos lejos de mi espacio. Me recargué sobre la pared con mi mano y fui a seleccionarme los zapatos negros. Al terminar, él hizo una señal con la mano hacia la escalera para emprender nuestro camino.

Al dar un paso antes de bajar un escalón, sentí que todo mi entorno se movía con ligereza, las luces del lugar iluminaban más de lo normal, donde alcé la mano para tapar la luz en frente de mis ojos.

─¿Sucede algo? ─preguntó a mi lado.

─Nada ─traté de ignorar los efectos.

Me agarré del barandal con seguridad, más no confianza. Y bajé un escalón. No obstante, sólo eso bastó para que el Dr. Redford se diera cuenta de la situación. Introdujo las manos por mi espalda, sintiendo el breve choque de mi cadera a su pelvis.

─Permítame.

Volví a apretar mi lengua entre mis dientes y sentí que la respiración se me atascó por mi diafragma.

Con lentitud, empezamos a bajar escalón por escalón. Miré al frente pero el efecto seguía sin pasarse o aminorarse aunque fuera mínimo. Tenía la mano derecha sobre el barandal, pero no era eso lo que me hacía sentir segura. Era el Dr. Redford sosteniéndome con el brazo enrrollado por mi cintura.

Bastó para que el corazón volviera a latirme en cuestión de segundos. Como el corazón late rápido y la sangre corre a velocidad por las venas, hizo que el efecto fuera más duradero. Pensé que sufriría de alguna taquicardia, y ante mi infantil miedo de que llegara a sucederme algo así, apreté mi vestido blanco con la otra mano.

Como por arte de magia, sonó una canción por las bocinas que yacían colgadas en cada esquina del enorme salón. Sentí mucha emoción por todo mi cuerpo que olvidé todo.

Al sentir el suelo firme, me adentré a la pista y comencé a moverme al ritmo de Make My Dreams.

─What I want, you've got
And it might be hard to handle
But like the flame that burns the candle
The candle feeds the flame
What I've got's full stock of thoughts and dreams that scatter
You pull them all together
And how, I can't explain

Well well you
You make my dreams come true

Me desarmé. Eso que estaba haciendo sin saberlo mucho, me hacía sentir bien. Fue mínimo, porque sentí el jalón más suave que el anterior. Nos fuimos caminando hasta que sentir el aire frío en mis brazos.

Al detenernos frente a un auto color negro, sentí una especie de frazada sobre mis hombros. Miré a mi alrededor y ahí estaba el Dr. Redford, poniendo su chaqueta que se había quitado. Abrió el auto y me ayudó a meterme, luego la cerró para irse al asiento del copiloto del otro lado y arrancó.

No supe que tanto o poco pasó, porque caí en un sueño tan profundo que solo podía repetir la canción en mi mente.




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