Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16. Celos







Martes 15 de Junio de 1993.

Las cosas estaban bien, o no del todo bien. Desde el jueves que había sucedido el terrible evento de la pelea entre Sean y Fabrizio -una vez más- había llegado el límite para Kathleen. Como bien lo había adivinado, después del sermón que le dio mi tía Ángela a mi angustiada prima, fue directo con mi papá para pedirle algún tipo de ultimátum en cuestión de Fabrizio. Mi papá aceptó primeramente escuchar a Kathleen, algo que siempre hacía mi papá antes de emitir alguna conclusión acerca de la situación que se encontraban las cosas. Pero ese día había sido la excepción en cuanto a lo último, ya que mi papá le informó a ella y a mi tía Ángela que Fabrizio se iría de regreso a Grosetto, a hacer su residencia. Y prácticamente su conclusión había sido que... no había nada más por hacer.

Y tenía la razón, porque estábamos a nada de graduarnos, que para ser exactos, faltaban tres días para la graduación de la Universidad, ¿qué caso había de expulsarlo de la escuela o algo de esa índole?

Pero lo peor que podía ser para Fabrizio luego de semejante escándalo en Eddie V'S Prime, era ése..., regresarlo a Grosetto y hacer su residencia médica en el área de anestesiología. Lo era por la razón de que Fabrizio quería hacer la residencia en el Hospital Avnet. Lo lamenté un poco cuando me enteré de la noticia, sin embargo, no podía hacer cambiar de opinión a mi papá, y mucho menos al señor Marcello. Y además, no era de mi incumbencia.

El domingo visité a Sean, y lo vi un poco mejor, no obstante, a comparación de Kathleen, mi amigo se veía mejor que ella. Kathleen estaba para gritar a los cuatro vientos de suma furia y desesperación.

Estuve alrededor de dos horas con ellos, y solamente me mantuve callada mientras oía como empezaban a discutir Sean y Kathleen. Él trataba de calmarla, porque decía que la culpa era entre él y Fabrizio, pero Kathleen no lo aceptaba. Decía que la culpa había sido suya.

Al terminar la visita, me despedí de Sean, donde en voz baja me dijo que me debía una disculpa por lo ocurrido en el restaurante. Le dije que no había problema, y le di un breve beso en su mejilla. Kathleen y yo nos fuimos a casa con el humor alto-bajo en cualquier sentido. Yo no estaba enojada, pero los días fueron pasando con rapidez que olvidé que tenía que adelantarle a mi ensayo del Dr. Redford.

Eran las cinco en punto de la tarde. Ese día Kathleen dijo que tenía que entregar solo un proyecto a la escuela que hacía valer unos cuatro puntos para la calificación final. Sean la convenció de ir y ella accedió al final.

Me fui en mi coche directo al hospital donde Sean estaba internado. La finalidad de mi visita era estar unos minutos con él, y quería hablar de algunas cosas que no había podido entender del todo. Llevaba las hojas de mi ensayo y sólo me faltaban unos temas por terminar para transcribirlo en la computadora que tenía en casa.

Me recibió la enfermera en cuanto me vio aparecer por la sala de espera. Me dijo que podía ver a Sean ya que la hora de visitas acababa de iniciar. Le di las gracias y me dirigió a la habitación de Sean.

Al entrar, él se hallaba leyendo un libro de la biografía de Arthur Schopenhauer. Aquello me hizo sonreír en cuanto él bajó el libro de su vista.

─¿Qué es lo que más te está llamando la atención del filósofo?

─Apenas cuenta que la lectura de Platón y Kant le orientaron sus intereses a la filosofía, y se trasladó de Polonia a Berlín para estudiar dos años ─me sonrió ─. Pero sé que tú vas más adelantada que yo.

Asentí con la cabeza y me incliné a él para darle un beso de saludo en su mejilla.

─¿Cómo estás? ─pregunté al sentarme en la silla que estaba a lado de él.

─Ya me siento mejor. Pero no puedo moverme mucho ─hizo una mueca de lado.

─Me imagino que no ─le imité el gesto.

─¿Y Kathleen? ─preguntó.

─Fue a entregar el proyecto. Me alegra que la hayas convencido, Sean ─me detuve un momento y proseguí ─. Yo vine sola para hablar contigo. No es que sea un secreto, o que lo haga a escondidas de Kathleen, pero ahora no se encuentra del mejor humor.

─Entiendo. Ahora es poco difícil hablar con ella, pero se le pasará ─asintió con la cabeza ─. ¿Qué sucede?

Dejé la mochila sobre el suelo ya que lo tenía en mi regazo. Me acomodé mejor sobre mi lugar y lo miré directamente a los ojos verdes que poseía él.

─Esa noche del restaurante, Fabrizio dijo algo que me sorprendió, pero me dejó en constante duda..., sacando algunas conclusiones por mi parte. Fabrizio dijo que Kathleen no te merecía, pero además dijo que tú eras una persona que la está usando.

─Lo recuerdo.

─Yo sé que él... ─me detuve para encontrar las palabras adecuadas que no fueran obsesionado o loco ─, quiere a Kathleen. Todos estos años en la Universidad ha estado al pendiente de ella, y no digo que a veces no actuaba dentro de lo normal, pero nunca había llegado a ese grado como ahora. Y fue contigo, no con ella. Quiero decir, ¿por qué dijo eso? Lo que sucede es que: en los últimos meses comenzó a decir ese tipo de comentarios acerca de ti, y me extraña que la última vez que lo dijo haya sido con tanta seguridad que... me dejó en duda.

Sean me miró. Supuse que estaba analizando lo que yo había dicho, porque habían pasado unos largos minutos para darme la pronta respuesta.

─¿Sabes, Narella? No eres la única. Tienes razón en todo lo que me acabas de decir. No eres la única que lo ha pensado.

Volvió a quedarse callado, pensando en lo que diría al final.

─No te sabría dar la respuesta. Y si dudas de la parte de que si yo soy alguien que está usando a Kathleen con algún fin, no es así. Yo amo a Kathleen, la amo con toda mi alma, Narella ─me miró con determinación sin detenerse ─. Y creo que mis acciones han hablado más de lo que yo puedo decir.

Me quedé en silencio por unos momentos.

─No lo dudo, Sean ─sonreí de lado.

─Yo no creo que Fabrizio quiera a Kathleen. Pienso que tiene una obsesión con ella.

─No lo creo ─dije sin pensarlo lo suficiente.

─¿Por qué lo dices, Narella?

─Vamos, Sean. Tú lo sabes. Si Fabrizio estuviera obsesionado con ella, no mediría los daños que le estaría causando a ella. Yo creo que esa ocasión del baile del año pasado y el que sucedió en el restaurante no cuenta como si Fabrizio tuviera una obsesión. Creo que fueron los celos.

─Celos... ─repitió con molestia.

─Tienes que admitir que Kathleen es hermosa. Muy hermosa.

─Y tú también lo eres, Narella. A veces me pregunto por qué no se fijó en ti.

Me reí.

─No importa. Tengo a alguien que actúa similar a Fabrizio.

─¿Quién? ─frunció la ceja.

─Warren.

─Bueno..., él sí te quiere.

─Tal vez sí.

Negó con la cabeza. La puerta de la habitación se abrió. Entró una mujer con el cabello en un chongo perfectamente peinado. Era rubia, de ojos verdes y una cejas gruesas, haciendo llamativo su atractiva cara. Lucía unos pendientes lujosos y una cadena a juego. Labios rojos, donde sonrió a Sean.

─¿Cómo se encuentra hoy, joven McArthur?

─Mejor que ayer ─sonrió sin mostrar su dentadura ─. Le presento a la prima de mi prometida, Narella Avnet.

Enfocó la vista hacia mi dirección. Me puse de pie y le estreché la mano con amabilidad.

─Buenas tardes, Dra...

─Dussart ─correspondió a mi saludo ─. Eres la hija de Elliot y Ángela Avnet, ¿cierto?

─Así es, Dra. Dussart ─puse mis manos en frente de mi regazo ─. Estaba visitando a mi futuro cuñado.

─Me alegra. ¿Y su novia, joven?

─En la escuela. Pero seguro ya no tarda en regresar a verme.

─Su prometida se preocupa por usted, ¿qué más quiere? ─volvió a sonreír.

Me volví a sentar. La Dra. Dussart intercambiaba palabras con la enfermera que la estaba acompañando, y también con Sean. Miré mi reloj y no me había dado cuenta que ya faltaban quince minutos para las siete de la noche. Miré hacia afuera, donde ya estaba por oscurecer. Volví a acordarme acerca del ensayo. Debía ya terminarlo.

─Un gusto conocerla, Narella ─me estrechó la mano con una sonrisa sin mostrarme su dentadura.

─Igualmente, Dr. Dussart.

Le di la mano y después se retiró de la habitación, dejándonos a solas a mí y a Sean.

─Nunca había escuchado su apellido. ¿Cómo se llama? ─me dirigí hacia a mi amigo.

─No le he preguntado ─sonrió con humor ─. Creo que tampoco lo había escuchado.

─¿Cuántos años tendrá?

─¿Treinta y cinco? ─torció la boca.

─Habría que preguntarle ─me puse de pie y me colgué la mochila ─. Debo irme, Sean. Mañana habrá un último examen y el fin de las cosas. Y debo terminar un ensayo que me dejó el maestro.

─Gracias por haber venido, Narella. Lo aprecio.

─Por nada ─me incliné a darle el beso de despedida ─. Que estés mejor. Y no dejes que Kathleen se regrese a casa muy tarde.

─Ve con cuidado. Y se lo diré.

Me sonrió en cuanto comencé a salir de la habitación y cerrar la puerta a mis espaldas. Miré el pasillo y estaba un poco iluminado, dándome un cierto escalofrío por mi cuerpo al recordar las películas de suspenso. Reí ante mi pensamiento.

Estaba por llegar a la recepción para dar las gracias cuando la ventanilla pequeña visualicé a Fabrizio acostado sobre la cama, viendo la televisión. Me detuve un momento para pensar acerca de lo que Sean me había dicho.

Pero me acordé de lo que él me había dicho en cuanto a escuchar la versión de la historia. Así que di el paso para tocar la puerta. Escuché un pase y abrí la puerta. Fabrizio me miró unos segundos, luciendo confundido por mi visita.

─Buenas noches ─dije algo bajo ─. ¿Puedo pasar?

Solo asintió con la cabeza.

Cerré la puerta y me dirigí hacia a él casi con pasos lentos. Miré de reojo a la televisión. Estaban pasando un programa de baile clásica.

─¿Cómo te encuentras? ─pregunté con la bolsa colgando sobre mi hombro.

─Mal ─dijo sin pensarlo mucho, entonces bajó la mirada por unos momentos para después mirarme ─. ¿Qué haces aquí?

Me quedé en silencio. Entonces solté un fuerte suspiro haciendo la piel enrizar.

─¿Qué pasó, Fabrizio? ─empecé con cierta neutralidad en mi voz ─. ¿Por qué dijiste que Sean no merecía a Kathleen?

Fabrizio miró hacia al techo mientras bufó. Se colocó un par de dedos sobre su frente aún sin mirarme directamente.

─Discúlpame ─me apresuré, a sabiendas de mi importuna pregunta ─. No quería que te causara otro malestar. Yo me retiro.

─Espera, Narella ─habló con determinación.

No me moví de mi lugar. Entonces él bajo el rostro. Sus ojos me enfocaron directo a los ojos con bastante determinación, haciendo que toda mi atención se centraran en lo que él estaba a punto de responderme.

─Ya te diste cuenta que no estoy obsesionado por ella. Ya te diste cuenta que yo sí estoy enamorado de ella. ¿Cierto, Narella?

Parpadeé y luego asentí con la cabeza.

─Celos, Narella. Los celos hablaron.

De nuevo volví a asentir con la cabeza. Estaba en lo cierto.

─¿Otra pelea?

─La disculpa no va para ti, va para ella..., pero de veras lo siento. Me cegué y ahora... ─se detuvo, dejando las palabras al aire.

─Escuché que te regresarás a Grosetto.

─Así es, Narella ─sonrió con amargura, pasando el nudo por la garganta ─. Iré a hacer la residencia. No logré nada de lo que me había propuesto cuando llegué a esta ciudad. Ni la residencia en el Hospital Avnet, ni tener a Kathleen Avnet.

Dejó de mirarme.

─Aún que te cueste creerlo, Fabrizio..., lo lamento bastante por este desafortunado evento. Y quiero pedirte una disculpa por haber pensado que tú eras una persona que solo se obsesionaba de mi prima, cuando no era así ─dije sin perderle de vista, y aunque él no me veía en ese momento, sabía que me estaba escuchando.

Miré instintivamente mi reloj. Ya había pasado los quince minutos, entonces suspiré.

─¿Irás a la graduación? ─pregunté.

─Sí. Después de recibir mis papeles me iré inmediatamente al aeropuerto a tomar el vuelo a Grosetto ─me miró, con esa misma tristeza que Sean me miró cuando me contó la versión de los hechos.










Buenas noches, mis lectores.

¿Cómo están? Espero que muy bien, yo acá con un poco de sueño, jaja.

Díganme, ¿qué opinan acerca de lo que Sean le dijo a Narella? ¿Y de lo que Fabrizio le dijo a Narella?

Voten si les gustó. :'(

Amor y paz.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro