15. Chico Enamorado
Jueves 10 de Junio de 1993.
Noté lo contenta que estaba al mirarme por el espejo de mi tocador. Mi cabello lo había planchado, por lo que me daba otro estilo de peinado aunque lo tuviera suelto. Los aretes grandes que opacaban parte de mi lóbulo de la oreja hacían lucirme más mi imagen personal. Me puse de pie para irme al espejo de cuerpo completo para observarme aún con la sonrisa en mis labios.
Traía puesto un vestido color esmeralda hasta tocar casi el suelo, el escote de lado derecho, con una franja que tapaba unos centímetros de mi hombro; en el sentido vaporoso, que diera ese efecto. Me hice el cabello para atrás para hacerlo lucir más la parte delantera. Me animé a usar unas zapatillas de tacón de aguja, del mismo color.
Me apliqué mi perfume favorito y salí de mi habitación con el abrigo negro y mi cartera que hacía juego con mi vestido.
Kathleen apareció justo cuando estaba por bajarme de las escaleras. Eran dos escaleras que se juntaban para ser una sola, que terminaba en el espacio abierto que daba a la Sala, la cocina y la Biblioteca de mi papá. Nos sonreímos entre ambas y bajamos por las escaleras hasta dar con la puerta de cristal de la entrada.
Sean ya estaba afuera, esperándonos con su amado y encantado auto Ferrari.
─Guau ─dijo con asombro ─. Se ven fabulosas, chicas.
─Gracias, amor ─se acercó a darle un largo beso en los labios para luego limpiarle el labial.
─Buenas noches, Sean ─nos saludamos de beso en la mejilla ─. Gracias.
─Vamos, chicas.
Me abrió la puerta del copiloto, jaló el asiento hacia en frente para que pudiera acceder a los asientos de atrás. Regresó el asiento a su respectivo lugar y Kathleen subió al asiento de copiloto. Sean dio vuelta y se subió al suyo, encendió el motor y salimos de la residencia.
Por el camino Sean puso la bandera sonora Labyrinth de David Bowie de fondo mientras nos platicaba acerca de una reunión que tuvo con sus viejos amigos del bachillerato, que fue algo que lo puso bastante contento. Lo felicitaron cuando él contó que se iba a casar con Kathleen dentro de unos meses. También nos contó que quería que conocieran a Kathleen, y me invitó a mí para conocer a sus amigos.
─Son buenas personas. Tal vez uno de ellos te gusten, Narella.
Sonreí por su comentario. Era esa la razón por cuál Kathleen y yo nos vestimos para la ocasión. Y acepté para distraerme un momento y entretenerme antes de que iniciara mi etapa de residente en Medicina.
Llegamos Eddie V'S Prime, un lujoso y enorme restaurante que abarcaba varias hectáreas. Había oído de este lugar, pero no me había dado la oportunidad de conocerlo, de merendar por aquí con la Familia Avnet.
Sean aparcó el auto, un joven con lentes de gafas apareció dándole la mano a Kathleen para bajar, después a mí. Agradecimos y nos metimos al área de reservación para avisar nuestra llegada. Nos adentramos al espacioso lugar, donde todas las mesas estaban perfectamente alineadas en varias filas, con manteles blancos y unas sillas de madera que tenían más el aspecto de ser sillones. Había un grupo tocando música jazz, lo que hacía que el ambiente de la estancia se sintiera confortablemente tranquilo. Nos detuvimos y nos asignaron en un lugar a la esquina de las puertas corredizas que daban al patio. También habían mesas, con otro grupo tocando música cincuentera.
Nos sentamos. Yo en frente de Kathleen y Sean en medio de las dos.
─Hemos llegado puntualmente ─mencionó Sean ─. Llegarán en un par de minutos mis amigos.
─Es muy bonito este lugar ─mencioné sin quitar la vista del lugar.
─Lo es. ¿Sabían que aquí estuvo Robert Duvall?
─¿De verdad, amor? ─preguntó con sorpresa.
─¿Cuándo?
─Tendrá cerca de dos años. Salieron en los periódicos gracias a unos paparazzis que estaban afuera. No fue un escándalo pero mucha gente estaba a su alrededor.
Miré mi reloj y ya habían pasado unos cinco minutos. Me puse de pie y dije que iría al baño, a lo que Kathleen dijo que iría también, no sin antes de darle un corto beso a su prometido.
─¿Y bien? ─preguntó cuando me detuve frente al espejo.
─¿Qué cosa? ─saqué mi labial del bolso para aplicármelo en los labios.
─¿Warren no ha hablado contigo?
Solté un suspiro con pesadez.
─No. Y no quiero hablar de él, Kathleen.
Ella rodó los ojos.
─¿Por qué no le das una oportunidad? ─siguió insistiendo ─. Honestamente creo que Warren te ama. No es como Fabrizio, no sé porque hice semejante comparación.
─Hablo en serio, Kathleen ─la miré un poco molesta ─. Esta noche quiero divertirme. Y conocer a los amigos de Sean.
─Bueno, me callo.
─Gracias ─le di un un breve empujón.
Salimos del baño y llegamos a la mesa, con Sean que traía una copa en su mano.
─¿Aún no llegan? ─preguntó ella con rareza.
─No ─dijo Sean que miró su reloj ─. No deben tardar más de diez minutos.
─Oigan ─hablé para captar su atención ─. Díganme la verdad..., es algo que se me ha ocurrido preguntarles.
─¿Qué pasa? ─Sean se mostró interesado.
─Me da la curiosidad de saber si mi compañía no les estorba ─sonreí ─. Es decir, llevan dos años de novios. Y últimamente he pasado más tiempo con ustedes que con otras personas.
Kathleen rió primero y luego Sean.
─¿Hasta ahora lo preguntas? ─dijo ella con emoción.
─¿Por qué te emocionas? ─pregunté confusa.
─Kathleen también pensaba eso. De hecho, déjame decirte que ella no estaba totalmente de acuerdo de que nos acompañaras a donde fuéramos.
─¡Sean! ─golpeó el brazo de él con nerviosismo.
─¡Lo sabía! ─reí por su reacción ─. Prima mía, que mala prima resultaste. ¿Recuerdas las veces que te pregunté si no te molestaba que fuera con ustedes al cine, a las tiendas de ropa o inclusive a algunas cenas como las que estamos presenciando en estos momentos? ¿Cuáles eran tus respuestas?
─Eso era antes, prima mía ─movió su cabello metiendo sus dedos en su cabellera.
─Mentirosa.
Sean y yo reímos al momento de decirlo al unísono. Escuché como Kathleen empezó a hablar sin dejar de ponerse nerviosa. Vi un atisbo de una figura conocida por la estancia, alcé la mirada por inercia pura, entonces los ánimos elevados fueron en curva para dar al suelo.
─Buenas noches.
Kathleen volteó rápidamente, miré como hacía ese mismo gesto que le causaba el mismo fastidio de verlo cada vez que él estaba en su entorno.
Sean lo miró con seriedad.
─Que coincidencia que nos encuentres aquí, mi amigo ─habló sin perder ese hilo de dureza.
─¿Lo es, verdad? Me estaba asegurando de que las cosas estuvieran en su lugar ─miró a Kathleen, en seguida a sus manos. Deduje que vio el anillo de compromiso ─. ¿Aún sigues comprometida?
─¿Hay algún problema? ─Sean se movió en su lugar ahora con la mandíbula dura.
─¿Te engaña con otra chica y aún así lo perdonas? ─ignoró a Sean, entonces tomó la mano de Kathleen.
─Suéltala ─Sean se puso de pie.
─Sean, tranquilo ─Kathleen miró a su prometido, quien estaba ahora con una de las manos hecha en puño ─. Él no me engañó, así que todavía sigue en mis planes casarme con él. Vete ya, Fabrizio.
─Kathleen, él no te merece ─comenzó a mirarla como otras veces lo hacía ─. ¿No puedes darte cuenta de que él te está usando?
─¿Usarme? ¿Y tú eres la excepción? ─bruscamente quitó su mano ─. Vete de aquí.
─No, no pienso irme de este lugar.
─Sé una persona civilizada y lárgate ─ Sean se acercó a Fabrizio ─. Deja en paz a mi prometida.
Fabrizio se giró en su eje, haciendo que Sean diera el paso atrás. Kathleen se puso de pie al igual que yo, nerviosas por lo que fuera a pasar en este momento.
─¿Qué va a pasar si no me voy de aquí? ─Fabrizio comenzó a hablar.
─Seguridad te sacará de aquí.
Fabrizio comenzó a soltar esa risa tan malévola que me hacía enrizar la piel.
─Kathleen no merece estar con alguien que daría esa clase de respuesta, alguien que no puede darle esa seguridad que ella merece tener. Algo que yo tengo.
─¡¿Qué sabes tú?! ─alzó la voz mi prima, haciendo que los de nuestro alrededor volteara en nuestra punto de lugar ─. ¡Quiero que te vayas de aquí! ¡Ya!
Sobresalté de mi lugar, sintiendo como la piel se estaba enrizando por los nervios que estaban a flote.
Fabrizio giró a su dirección, dio un paso, y luego otro. Kathleen bajó la guardia y esperó. La mano de Fabrizio se fue alzando para tocar la mandíbula de ella. Vi en sus ojos una mirada de suma tristeza, pero sobre todo la decepción en su totalidad. Fueron segundos de su dolor.
No sabía si Kathleen lo había tenido en cuenta, pero en ese momento me sentí la única persona de haber observado, pero sobre todo de haber entendido que esa insistencia suya, esa manera de molestarla, sus cumplidos fastidiosos y hasta sus miradas de enamorado, era porque Fabrizio había sido fielmente a sus sentimientos. Ese chico al que Kathleen y yo lo habíamos tachado como un chico obsesionado era en realidad un chico enamorado de mi prima.
Mis pensamientos corrieron a la velocidad de la luz, de igual manera en el momento en que se estiró la mano de Sean hacia el saco negro que Fabrizio portaba, haciéndolo girar sobre su eje y darle una tremenda golpiza. Pero fue un breve giro del hombre enamorado que reaccionó en ese mismo segundo, con la finalidad de regresarle el mismo golpe al prometido de Kathleen.
Sean cayó a la siguiente mesa que estaba en frente de nosotras. La seguridad del restaurante no tardaron en captar la atención de los clientes que habían fijado su atención en un punto fijo de la estancia.
Volví a sobresaltarme al escuchar a Kathleen soltar un grito cuando uno de los ventanales se deshicieron en pedazos por mantener el peso de ambos chicos. Cayeron al suelo del patio verdoso que acompañaban una fila de luces para alumbrar el lugar de las mesas. Los de la seguridad nos apartaron bruscamente a nosotras y llegaron a ellos para apartarlos entre Sean y Fabrizio.
Muy a pesar de eso, mi asombro me llenó cuando visualicé la figura de mi papá y de mi tía Ángela. No supe que decir, pero sentí la mano de mi tía Ángela sobre mi mano para jalarme sobre la estancia. Todo fue en cámara rápida que no me había dado cuenta que ya estaba dentro de la camioneta de mi padre, camino al Hospital.
Kathleen gritaba maldiciones, mientras mi papá hablaba por teléfono con el apellido de Abbado. Deduje que hablaba con el padre de Fabrizio.
No tardamos en llegar. Nos registramos, y Kathleen corrió a la camilla donde estaba Sean, quejándose del dolor donde apuntaba con las manos sobre el abdomen. Por el otro pasillo visualicé a Fabrizo con la nariz rota y el brazo ensangrentado. Se había cortado con uno de los pedazos del vidrio del ventanal.
Miré a mi papá con el teléfono sobre su oreja. Su cara estaba roja y lucía nervioso. Sus manos le estaban temblando y restregaba su bigote con sus dedos, con desesperación y mucha furia en él.
Busqué a Kathleen y a mí tía Ángela, y no estaban en la sala de espera. Entonces fui al baño de mujeres y ahí estaban.
─¿Te sientes bien? ─fue lo primero que se me ocurrió decir, sin embargo no recibí ninguna respuesta por parte de ellas.
Lo mejor era que me fuera de ahí si no hacía nada más que estorbar. Cerré la puerta del baño a mis espaldas y regresé a la sala de estar, donde vi a mi papá con un señor por los elevadores que estaban al fondo del pasillo. Era muy canoso, el pelo partido por la mitad para acomodar su cabello medianamente larga y vestía un traje gris de rayas ligeramente negras. Él era el papá de Fabrizio, Marcello Abbado.
Mi tía Ángela me contó que, cuando fue a visitar la ciudad de Grosetto, le habían hablado de un caso en particular acerca de extirpar un tumor sin dejar al paciente en estado de invalidez. Ella aceptó el reto, logró extirpar el tumor de su paciente. Como agradecimiento, Marcello le pidió una cierta ayuda a mi tía Ángela para poder vivir en otro lado que no fuera en la bella Italia, ella solo había dicho que podía ser en Marruecos o en Chicago. Fabrizio, que en ése entonces estaba oyendo la plática de ellos, dijo que le gustaría irse a Chicago. Y había un punto en que éramos parecidos él y yo; que no queríamos estar en una Universidad de alto prestigio. Su padre aceptó. Así fue como Fabrizio fue a dar en la Facultad de Medicina de Pritzker de la Universidad de Chicago.
En la sala de espera del hospital, mientras mi padre seguía hablando con el señor Marcello, y Kathleen seguía en el baño con mi tía Ángela, (que con seguridad podría decir que mi tía Ángela estaba dándole un grandísimo sermón a mi prima), comencé a conectar ciertas piezas del rompecabezas desde la llegada de Fabrizio. La primera vez que lo conocimos, él había mirado por primera vez a Kathleen mientras sostenía sus libros de la Biblioteca, sus ojos cafés claros habían brillado ante la belleza de ella.
No lo había notado hasta ahora.
¿Qué taaaaal?
¿Qué opinan sobre éste altercado entre Sean y Fabrizio? Pero sobre todo... ¿Qué piensan acerca de lo que Fabrizio le dijo a Kathleen acerca de su futuro esposo?
Me encantaría que me lo comentaran. No olviden votar si les gustó. :')
Amor y paz.
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