14. Ensayo
Muy nerviosa, sonreí para atender a su saludo amable.
─Buenas tardes, Dr. Redford ─agarré el brazo de Kathleen para que volteara y dejara de taparse la boca ─. Le presento a mi prima, Kathleen.
─Un placer volver a verla, señorita Avnet ─la miró unos segundos para luego mirarme ─. No me dijo que se apellidaba Avnet.
─Oh... ─sonreí apenada por un segundo ─. No acostumbro a decir mi apellido.
Quité la vista en él y miré a Kathleen, que se había quedado fija en verlo sin pudor.
─Es hora de entrar a clase. Nos vemos en la salida ─dije al notar que no respondía, entonces le pegué en el brazo brevemente.
─Usted no me dijo que era profesor ─dijo al reaccionar mi golpe, sonrió entonces ─. Muy gracioso.
─Señorita Avnet, no me considero profesor de una escuela. Pero temporalmente daré unas clases por las siguientes dos semanas ─le sonrió ─. No piense que le omití nada.
─¿Qué clase imparte con Narella? ─preguntó interesada.
─Psicología Del Hombre ─me miró.
─Ya te había comentado ─miré a Kathleen, pasando el nudo de la garganta.
─¿Tiene horario de comida, Dr. Redford?
─Sí, pero no como aquí.
─¿Puedo invitarlo a comer en un restaurante?
Era yo la que ahora había abierto los ojos más de lo normal.
Me sentí como una intrusa al paso de los segundos. Normalmente no me pasaban estas situaciones, era mucho la facilidad en la que yo podía integrarme en una conversación ajena, pero ahora me resultaba incómodo ser eso: una intrusa.
─Le agradezco la invitación, señorita Avnet ─cambió de lugar su maletín a su mano derecha ─. Tendré la tarde ocupada. Pero queda pendiente la comida, ¿le parece?
─Espero su llamada.
¿Acaso...?
─¿Vamos?
Señaló el pasillo con su mano libre, mirándome en espera.
Solo asentí con la cabeza. Me despedí de Kathleen en un beso de mejilla y emprendí el camino. Volví a pasarme el nudo de la garganta, sintiéndome un poco sofocada por la persona que caminaba a lado de mí. Entonces me dejó a mí primero pasar al salón, luego él entró, cerrando la puerta del salón.
Me detuve un momento frente a las bancas, dándome cuenta que éramos pocos alumnos. La mayoría eran chicas.
─Buenos tardes, jóvenes. Y señoritas.
─Buenas tardes, profesor.
─Hola, profesor Redford.
Me senté en el primer lugar de la misma fila de la vez pasada. Enseguida no supe si debía sentarme aquí, muy cerca del escritorio.
─Veo que han faltado varios alumnos ─comenzó parándose casi en frente de mí.
─¿Les pondrá reporte, profesor?─preguntó Nina.
─No ─negó con la cabeza, dirigiéndose al pizarrón ─. Hoy haremos una actividad, ¿les parece?
Varios dijeron que sí, incluyéndome aún diciéndolo en voz baja.
─Esto es lo que harán ─dejó el gis en la abertura y se sentó encima del escritorio ─. No importa cuantas cuartillas sean, pero quiero un ensayo acerca del tema que ustedes elijan en cuanto a su carrera. Una hora será de la actividad. En la segunda hora me leerán el ensayo cada uno de ustedes.
Escuché algunas quejas de los pocos compañeros que asistieron, mientras que las chicas asentían entusiasmadas por el trabajo. No creo que era precisamente por eso.
─Usted será la primera en exponerlo, señorita Narella.
Lo miré, y apreté los dientes, nuevamente sintiéndome nerviosa por la mirada.
─De acuerdo ─traté de sonar clara.
─Disculpe, profesor ─habló Sofía ─. ¿Nos podemos apoyar de la Biblioteca?
─La finalidad de la actividad es que lo escriban con sus propias palabras. Será en base del conocimiento que tienen por el tema elegido ─habló pasivamente.
Nadie dijo nada. Volteé a mi derecha y vi sus caras con un cierto nerviosismo. Yo también lo estaba...., sólo un poco. Busqué desde mi lugar otra banca para estar a una distancia prudente entre el pizarrón y yo. Sin embargo, consideré que me vería mal cambiándome de lugar.
No volví a alzar la vista, así que puse de mi parte para sacar unas hojas blancas y la carpeta que siempre llevaba. Saqué las plumas, roja y negra.
Veamos. Trastornos del sueño-vigilia. Mi conocimiento.
Lo escribí en mayúsculas. Agarré la pluma negra y comencé a escribir de lo poco o mucho que sabía acerca de uno de los temas que había llamado mi atención en los primeros semestres. Mencioné el término del insomnio, caracterizándose como manifestaciones clínicas nocturnas y diurnas, la forma de diagnosticar, que se componía de una serie de pasos como: la identificación de cuadros clínicos comórbidos, los horarios de vigilia, la identificación de trastornos del sueño y curso clínico; su diferenciación e incluso haciendo énfasis en acontecimientos estresantes. También los trastornos de excesiva somnolencia, como la apnea-hipopnea del sueño, hipersomnia, y narcolepsia.
Miré el reloj y sólo faltaban un par de minutos. Pude llegar al término Parasomnias, con sus respectivos términos como las pesadillas y terrores nocturnos. Anoté como conclusión todo lo aprendido, pues era lo que me gustaba realizar dentro de un trabajo o actividad aunque el profesor no lo pidiera como requisito.
Levanté la vista desde que me había decidido a no hacerlo. Me invadió una serie de nervios paseándose por la columna vertebral cuando visualicé al Dr. Redford sentado en su silla, sin el saco negro que portaba desde hace rato, leyendo Los Tres Días Del Cóndor por James Grady. Como un recuerdo fugaz, me vi en la Biblioteca de la mansión, sentada en el sillón con mi pijama de noche mientras esperaba a papá. Había un libro frente a mí, entonces lo tomé para leer la sinopsis. Empecé a leerlo, y cuando llegó papá, fui a contarle de lo que había leído en una hora.
─¿Lista, señorita Narella?
Lo miré y parpadeé.
─Lista ─dije al sentirme segura.
Me puse de pie y agarré mis hojas junto con la carpeta. Las acomodé dentro del material para hacer de su uso. Me detuve dándole la espalda al pizarrón y aclaré mi garganta. Antes de iniciar, me visualicé mentalmente a mí misma en la Biblioteca de la mansión para no estar tan nerviosa.
─Elegí como tema Los Trastornos Del Sueño - Vigilia, lo titulé también como Mis Conocimientos acerca de ese tema ─comencé sin pensarlo demasiado ─, iniciaré con el Insomnio. Se caracteriza por manifestaciones clínicas nocturnas y diurnas, que es la dificultad de iniciación del sueño, despertar final adelantado, un sueño no reparador. Se considera que el insomnio es clínicamente significativo si se repite tres o más días a la semana. Su diagnóstico es: la información del paciente, persona con la que duerme, haciendo exploración somática, la del estado mental y las pruebas complementarias. Su tratamiento suele basarse en las técnicas propias de la intervención en crisis, requiere medidas que actúen de tres tipos de factores: predisponentes, precipitantes y perpetuantes. Y es no farmacológico y farmacológico ─me detuve para tomar aire un poco. Alcé la vista por encima de la carpeta, donde noté al Dr. Redford sentado en una de las bancas pegadas a la pared de atrás, entonces continué ─; Síndrome de Apnea-Hipopnea del Suelo. Se presenta con síntomas diurnos y nocturnos. Diurnos: Además hay déficit cognitivos, sentimientos depresivos, disfunciones sexuales y problemas ocupacionales. Nocturnos: pausas respiratorias, ronquido tenso, jadeos, movimientos periódicos.
La puerta del salón sonó con golpes suaves, interrumpiéndome. Entonces se abrió visualizando a varios compañeros.
─¿Podemos pasar, maestro? ─dijo Rick, un poco nervioso.
─¿Por qué debería, joven? ─sonrió con desdén.
─Porque... nos interesa lo que vamos a repasar para el examen oral, profesor ─explicó luego de pensarlo unos segundos.
─Haremos una cosa. La señorita Narella les mencionará el significado que corresponda el término, o pueden ser los síntomas que corresponde al término de su tema del ensayo ─dijo con interés ─. Comience, señorita Narella.
Sonreí sin evitarlo, y más cuando vi la cara de terror de Rick.
─El tema es sobre los Trastornos del Sueño-Vigilia ─cambié de hoja mientras cuatro de los alumnos estaban ingresando al salón, pero parados en frente de la puerta ─. Se consideran dos expresiones diferentes de los mismos mecanismos fisiopatológicos, ambos se dan en las primeras horas del sueño. Es de forma torpe, muestra actividad a lo que sucede en el ambiente, su comportamiento suele ser tranquilo, pero puede llegar a ser violento en algunos casos. ¿Qué es, Rick?
─Sonambulismo ─sonrió.
─Así es ─asentí con la cabeza.
─Se puede sentar ─habló el Dr. Redford ─. Continúe.
Volví a mirar mis hojas escritas.
─Consiste en el comportamiento agitado durante el sueño, que se corresponde con contenidos oníricos de gran intensidad y que implican amenaza y violencia para el enfermo, se comporta de manera violenta para defenderse.
Gael me dedicó una mirada, pidiendo ayuda. Alcé con disimulo los hombros.
─¿Terrores nocturnos?
─¿Pregunta o afirmación, joven Sullivan? ─preguntó el Dr. Redford con las manos detrás de la espalda. Ahora estaba cerca del escritorio.
─Terrores nocturnos.
Negué con la cabeza, divertida.
─Recuerde traer su ensayo de 70 cuartillas acerca de los Trastornos Somáticos para las siguientes clase. Gracias por su participación.
Gael soltó un bufido y luego una grosería por lo bajo. Se dio la vuelta y salió del salón.
─Se debe a las consiguiente desincronización entre los ritmos circadianos del viajero, lo que se añade a la privación del sueño.
Nathan, un chico con anteojos dorados y circulares, de ojos claros y el cabello ligeramente largo se me quedó viendo, pensando en la respuesta. Miré de reojo a mis hojas, para matar el tiempo. Volví a alzar la vista.
─Síndrome de Sueño Irregular ─respondió, mostrándose seguro de la respuesta.
Sonreí con aire divertido.
─Lo siento, Nathan.
─Un ensayo de 60 cuartillas acerca de Trastornos de Ansiedad, Fobias y Crisis de Angustia. Lo veo en la última clase, Smith.
Nathan solo asintió con la cabeza y salió del salón.
─La duración de éste es algo mayor de 24 horas. El ritmo se sincroniza unos días con el ambiente y otras no, lo que impide seguir un horario de actividad regular, en los ámbitos ocupacional, doméstico y social.
Miré a Jim. Me sonrió para luego guiñarme el ojo de manera coqueto.
─Síndrome Hipernictemeral.
─Puede sentarse ─habló soltando una breve risa el Dr. Redford.
─Gracias, profesor ─se sentó atrás de donde yo estaba sentada.
─¿Continúo, Dr. Redford? ─pregunté mientras lo miraba.
─Me gustaría que siguiera exponiéndolo, pero no terminaremos a tiempo. Le dejo la tarea de terminar su ensayo con sus propias palabras ─me sonrió.
─Gracias ─dije sonriendo con timidez.
Caminé hacia mi lugar y me senté.
─Pase usted, señorita Smith.
Nina se puso de pie. Su pelo rubio corto hasta los hombros se movió con suavidad. Traía un vestido bastante corto con unas medias de red y unas botas de estilo rockero. Labios rojos, sombras negras con el rímel mas que suficiente sobre las pestañas cortas.
─Escogí el tema como Disfunciones Sexuales ─habló mientras miraba al Dr. Redford brevemente ─, la respuesta sexual humana está perfectamente establecida desde los pioneros Masters y Johnson. La erección es un proceso neurovascular mediado por la liberación de neurotransmisores en los cuerpos cavernosos y de factores de relajación. El hipotálamo es el santuario cerebral del erotismo ─dio vuelta a la hoja, luego pasó un mechón detrás de su oreja con cierta coquetería.
Un teléfono sonó. Nina, los demás compañeros y hasta el Dr. Redford me voltearon a ver. Caí en la cuenta de que era mi teléfono el que estaba sonando. Lo saqué de la mochila y solamente lo apagué sin saber quién era el causante.
─Lo siento ─me excusé con pena.
─¿Puedo continuar, Narella? ─preguntó Nina, evidentemente molesta por la interrupción sin causa mía.
Sonreí con falsedad y di un breve asentimiento con la cabeza. Ella volvió la mirada a las hojas, sin perder la oportunidad de voltearme los ojos con mucha molestia. Hice lo mismo sin que se diera cuenta. Error mío, el Dr. Redford lo notó.
Ya no escuché nada más. Estaba pensativa. Pensaba en una variedad de cosas, como cuando llegué a esta escuela creyendo que encontraría buenos amigos. Pero ya lo había mencionado anteriormente, pues el no ser una escuela tan prestigiosa, muchos no tenían la oportunidad fácil de ingresar a un hospital o a una clínica (dependiendo del área en el que se quieran especializar) como las mías. Mi apellido era un beneficio, me permitía hacer una serie de cosas para brindar ayuda a la humanidad, me permitía tener una mejor educación. Pero a veces no ayudaba mucho. La mayoría de mis compañeras me consideraban ya una chica con oportunidades fáciles y con mucha presunción. Claro que no era así.
Tenía definido lo que quería, lo que me gustaba, lo que no me gustaba. Desde el primer momento en que pisé este lugar para estudiar creía que iba a tener un círculo de amistades que me comprenderían, que me brindarían el apoyo. Tanto era así que en ese transcurso de mi estancia aquí me hacía querer arrepentirme por no elegir una Universidad como Notre Dame, o Harvard. Pero era precisamente la razón por la cual yo prefería algo más..., sencillo.
Cuando le conté a mi papá del lugar donde quería estudiar no estuvo de acuerdo. Tuvimos un par de discusiones pero mínimas en su nivel. No gritos, simplemente largas conversaciones, viéndolo desde todos los ángulos, sus ventajas y desventajas. Al final me dijo que sí. Y Kathleen estaba en la misma postura que yo. Desde pequeñas siempre habíamos dicho que nuestro sueño en común era estudiar juntas siempre hasta donde se pudiera. Llámese residencia o la especialidad.
Un día, al ingresar a la cafetería de la escuela me detuve en la fila, en espera de pedirme un helado de fresa, fue entonces que escuché a lo lejos mi nombre y mi apellido. Lo que escuché después era que yo era una chica sin chiste, sin gusto, que mi apariencia no era aceptable, que mi sonrisa era desagradable. Sentí horrible. Solo salí de ese lugar lo más pronto posible. Me fui a mi auto, que en ese entonces, era un Jetta negro de lo más nuevo, y lloré por un rato.
Luego entendí que a mis 26 años lo único que hablaba ahí era la famosa y divina envidia, el peor de los males de la humanidad, un sentimiento que no he conocido en toda mi vida.
─Muy bien, señoritas. Y jóvenes ─cruzó los brazos frente a su pecho ─. La clase ha terminado. Espero su ensayo más completo, mejor redactado ─tomó su saco y se lo puso con cierta elegancia, acomodándose las mangas.
─Gracias, profesor.
─Lo vemos en la última clase.
Recogí mi mochila y metí mis cosas. Me lo colgué en el hombro y pasé por enfrente del escritorio, con la voz rasposa dije:
─Gracias, Dr. Redford.
─Cuídese, señorita Narella.
Me sonrió, haciéndome sentir por unos segundos, enternecida. Seguí mi rumbo hasta salir del salón, dando la vuelta hacia la derecha donde se hallaba el elevador. Solté el aire que estaba conteniendo en mis pulmones, entonces cerré los ojos.
Algo es..., algo se está efectuando.
─Como siempre, te sales con la tuya, ¿verdad, Narella?
Abrí los ojos, reconociendo la voz a mis espaldas.
─¿De qué hablas? ─presioné el botón.
─No te hagas la tontilla ─se puso a mi lado ─. Estaba exponiendo, y te fascina robarme el protagonismo.
─¿Ya? ─la miré con seriedad ─. No sé de qué protagonismo hablas. Y si la interrupción de mi teléfono hizo que te molestaras, lo lamento por tu poca capacidad de no separar las cosas.
─¿De qué hablas ahora tú? ─se cruzó de brazos.
─Vamos, no nos hagamos las tontillas ─sonreí con hostilidad mientras las puertas del elevador se abrieron ─. Es tanto el grado de que no me soportas en ningún aspecto que no me conoces. Así que separa las cosas, no fue cosa mía que mi celular interrumpiera tu exposición.
Volteé la cabeza y me metí al elevador. En la ranura que se logró cerrar poco a poco, escuché a Nina soltar una maldición. Entonces me reí por su actitud ridícula.
¡Buenaaas! Espero que estén muy bien, lectores.
Aquí de nuevo les traigo otro capítulo. Enseguida subiré otro, así que un poco más de paciencia.
Amor y paz.
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