13. Dilo en voz alta
A
B
C
D
E
F
G
H
Lunes, 7 de Junio de 1993.
Estaba lloviendo cuando las rejas de la mansión Avnet ya se visualizaba en mi campo de visión. Un cansancio grande invadió por todo mi cuerpo, haciéndome bostezar por largos segundos. Apreté más el acelerador para aproximarme más a las rejas, deseando estar en casa. En mi cama, para ser exactos.
El guardia del segundo turno me sonrió amablemente, donde correspondí inmediatamente. Estacioné el auto y bajé el paraguas, abriéndolo para hacer de su uso una vez que yo ya estaba fuera del auto. Corrí a la puerta principal y lo abrí para luego cerrar de un portazo sin querer. Dejé el paraguas en un bote de madera y volví a bostezar.
─¡Prima!
Miré hacia la Sala, pegando un brinco del susto.
─Hasta que te veo, Kathleen ─sentí el aire llegar a mí a modo de que Kathleen ya estaba abrazándome ─. Hola, Sean.
─Hola, Narella ─me sonrió de pie frente al sillón con la mejor de sus sonrisas.
─¿Dónde andaban? Mi tía Ángela me dijo que estabas con él ─solté a Kathleen, donde ella ya me llevaba hacia la sala para tomar asiento ─. Tórtolos.
─Hay que encender la llama de la pasión, Narella ─Kathleen mostró una pícara sonrisa ─. Lo lamento, pero ya me tienes aquí.
Volví a bostezar sin detenerlo.
─Guau, te ves cansada ─observó Sean.
─Lo estoy ─sentí la garganta rasposa ─. Pero puedo estarme un rato más.
─¿Quieres café, Narella? ─preguntó Kathleen, pero negué con la cabeza ─. ¿Tú, mi amor?
─Por favor, bombón ─le dio un beso de pico, haciéndola sonreír.
─Iré a decirle a Ava.
Ambos asentimos al unísono. Me acomodé mejor en mi lugar, cruzándome una pierna para mayor comodidad.
─¿Cuándo es la graduación?
─El dieciocho de este mes. ¿Acompañarás a Kathleen?
─Claro ─sonrió complacido.
─Ya viene ─Kathleen se apareció y llegó hasta sentarse a lado de Sean, haciéndome sonreír de lado ─. ¿Y qué hiciste, Narella? Tan sola, sin mí..., no quiero pensar que estabas volviéndote un poco... loca.
Le hice una cara de burlería por su comentario.
─No, prima mía. Hice muchas cosas, cosas que tengo que aprovechar antes de iniciar la residencia.
─¿Al final del día sí se irán juntas al Hospital Avnet? ─Sean preguntó interesado.
─Oh, no ─negué con la cabeza ─. Yo he decido hacer la residencia en la Clínica Foster, en Austria.
─Sí, con el payaso de Arnold ─Kathleen se expresó de manera indiferente.
─¿Por qué? ─volteó a verla ─. Es un buen psiquiatra, como tu tío.
─Lo es ─afirmé ─, acá la niña que se siente traicionada porque la otra niña desea estar en el mismo lugar que ella ─reí por lo bajo, haciéndome la referencia ─. Ya sabes que siempre vamos a estar en constante comunicación, Kathleen.
─De eso estoy segura..., pero va a ser un poco difícil que estemos en caminos diferentes ─sonrió melancólicamente.
─Tranquila, mi amor ─Sean le acarició los brazos ─. Ella va a estar bien. Tú estarás bien.
─Escúchalo, Kathleen ─dije en un suspiro.
─Si este dichoso psiquiatra se le ocurre hacerte algo, Narella; te prometo que Sean va a ir a golpearlo.
─¿Yo? ─alzó las cejas con sorpresa, aún mirándola.
─Pero él no será mi mentor, tonta. Va a ser la Dra. Sutton, así que puedes estar un poco más tranquila. El tal Arnold no estará tanto tiempo en su clínica, porque estará de gira para sus presentaciones.
─Eso no lo sabía, tonta ─se expresó queriendo aparentar molestia.
─Aquí tienen, señoritas y joven.
Ava apareció en medio de nosotros poniendo las respectivas tazas de porcelana, que estaban adornadas de un color hueso dorado por el medio del material, así como también el plato pequeño. Sirvió a Kathleen y luego a Sean.
─¿Desea que le traiga algo, señorita Avnet?
─No. Muchas gracias, Ava.
Se retiró a la brevedad.
─Le dije a Warren que termináramos.
Kathleen me miró casi a la brusquedad.
─¿Terminar? ¿Qué le dijiste?
─Que no siento lo mismo que él. Y... se mostró verdaderamente decepcionado y triste. Le pedí que fuéramos solamente amigos, pero obviamente no lo quiso aceptar.
─Ay, Narella ─hizo una mueca ─. ¿Por qué no te gusta? Él es muy guapo, y tiene todo lo que una chica quiere.
─Amor ─Sean rió, sintiéndose celoso.
─Porque no me gusta, no me atrae. Ni físicamente, ni emocionalmente, ni en nada de todos mis sentidos. Y aún así pidió que nos diéramos otra oportunidad, pero simplemente yo no quise ─me lamí los labios, soltando otro suspiro en el camino ─. Me siento mal por dejarlo así, pero el sentimiento debe ser mutuo.
Nos quedamos en silencio por unos minutos. Yo mantenía la mirada ahora en el suelo alfombrado de color gris claro. Comencé a acariciar mi frente, pensando en lo último que él me había hecho saber hace cuatro días.
─Narella.
Me detuvo sobre la puerta del coche, entonces me devolví hacia él.
─Si es egoísmo lo que diré, está bien. Pero pienso intentarlo por última vez.
─Por Dios, Warren. Es suficiente.
─Cuídate. Sabes que te quiero.
Me dio un beso en los nudillos de la mano. No dije nada, así que salí de su auto y entré a la mansión.
Comencé a sentir esa presión en el pecho, haciéndome sentir insegura por varios momentos.
─Me iré a dormir ─dije luego de ponerme de pie ─. Tengo tanto sueño, discúlpenme.
─Descansa, Narella. Oh, y me cuentas mañana de camino a la escuela sobre la nueva profesora temporal.
No dije nada. Me acerqué a Sean a darle un beso en la mejilla, inclinándome. Luego a Kathleen, susurrándome por segunda vez que descansara.
Salí de la Sala tomando el rumbo hacia las escaleras de la casa. Llegue a mi habitación y me dirigí al armario por mi pijama. Me lo puse, aventé lo que había usado el día de hoy hacia al suelo. No me permití pensar en nada, y mucho menos en Warren.
Sin darme cuenta, ya estaba en media cama con una cobija encima.
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Miércoles, 9 de Junio de 1993.
─¿Ya vas a decirme que es lo que tienes?
Voltee a verla. Íbamos en su Jeep que tanto amaba manejar, aún que fuera dar una vuelta en una cuadra de nuestra calle.
─No tengo nada, tranquila ─traté de sonar convencida, sin embargo fallé.
─Andas muy rara desde hace horas. ¿Es por Warren?
─Un poco, sí ─mentí un poco, haciéndome suspirar ─. Estoy bien, Kathleen.
─¿Sabes que pienso, Narella? Warren es como Fabrizio.
─¿En qué? No entiendo ─miré de reojo mi reloj.
─Sabes que Fabrizio no me deja tranquila desde que entramos a la Universidad. Y Warren no te deja en paz, ni en sueños.
─Tienes un poco de razón ─me quedé pensando, pero no agregué más de ese tema ─. No hablemos de eso, quiero que me cuentes a detalle que hiciste con Sean ahora en los últimos días. Ayer, que fue Martes te desapareciste de nuevo y no me he enterado de nada ─me puse los lentes de sol ─. ¿Te llevó a Las Bahamas? ¿A París, Francia?
─Bueno... ─sonrió bastante, emocionándome por lo que venía ─, me llevó a Las Bahamas, como bien lo adivinaste. Rentamos un lugar bastante hermoso, sin puertas, sin ventanas, casi al aire libre. Me estuvo consintiendo en todos esos días, haciéndome sentir la chica más feliz de esta Tierra, Narella ─pisó el freno al llegar frente al semáforo en rojo, entonces giró la cabeza para mirarme ─. Fueron de esas reconciliaciones que se mezclaba todo. Amor, pasión, sexo, champán, música instrumental.
Sonreí con picardía al seguirla escuchando. Siguió contándome más cosas hasta que llegamos a la escuela. Saludamos al guardia y nos estacionamos en nuestro lugar. Nos bajamos y nos adentramos al lugar. Habían más chicos en la cafetería, como también en los pasillos de la escuela y en el patio escolar que en los salones.
─¿Y qué sucedió con la profesora? ─preguntó mientras tomábamos el elevador para evitar subir tanto.
─¿Cuál profesora? ─me mostré confundida.
─La profesora que iba a reemplazar el lugar del profesor Bravo.
─Ah... ─me pasé el nudo de la garganta, acordándome de las cosas que habían pasado la semana pasada ─. Cierto. En realidad, Kathleen; es un profesor.
─Ay no ─hizo una mueca de asco con la boca ─. ¿Y me tocará con él, cierto?
─No lo sé ─alcé los hombros ─. Tal vez...
Las puertas de la caja metálica en el que estábamos se abrieron. Salí primero yo, y estaba decidiendo si decirle quién era el profesor. No me decidía.
─¿Cuántos años tiene? ¿Al menos no es un pervertido?
─No, no lo es ─negué con la cabeza ─. Y no sé la edad.
─Espera, quiero un dulce ─se detuvo frente a la máquina, esa máquina de la vez pasada.
Miré detrás de mí, esperando algo.
─¿Gustas? ─me ofreció una paleta.
─Gracias ─lo tomé destapando la envoltura enseguida.
Saboree la paleta un par de veces mientras estaba estática, mirando en un punto del pasillo. Oía hablar a Kathleen, pero no sabía que era lo que me contaba.
─¿Y como se llama?
Fue lo que logré entender cuando la miré a los ojos. No me había dado cuenta de la ropa que ella vestía. Un vestido de cachemira color rojo como la sangre, más obscura, le llegaba un poco más arriba de las rodillas, un listón sobre la cintura, visualmente con un moño por en frente. Su diadema del mismo color acomoda su larga cabellera rubia que peinaba con la plancha de cabello todos los días.
Me vi de instante a mí. Esta ocasión traía un suéter color océano, con el cuello de tortuga un poco holgada como normalmente se diseñaba. Mis pantalones negros de cuero, y tenis bajos de color blanco.
─Marlon Redford.
Kathleen abrió los ojos más de lo normal, asustándome un poco. Comprendí entonces que ella ya sabía de quien se trataba.
─¿Redford? ¿El de Las Vegas? ─comenzó a agitarse ─. ¿Al que yo dije que era un pecado?
─Dilo en voz alta, necesitan escucharte los demás ─dije con seriedad, dándome cuenta que todo lo que ella había dicho ya había resonado por el pasillo.
─¡Dime que no es cierto! ¡¿Marlon Redford?!
─Buenas tardes, señoritas.
Ahí estaba. Detrás de Kathleen, frente a mí, sonriéndome como aquella noche en Las Vegas, a través de la vitrina.
Otra vez, buenas noches. :')
Aquí les traigo otro capítulo más que me faltaba por subir esta semana. Trataré de estar al corriente.
Y bien, me gustaría que me comentaran que les está pareciendo. Vota si te gustó.
Amor y paz. :)
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