Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10. Confusión







Miércoles, 2 de Junio de 1993

Me levanté más tarde de lo que solía hacer. Me había dado el gusto propio de desvelarme la noche anterior escuchando los siguientes casets que había pedido hace varios meses por una página de anuncios que habia visto cerca del parque que estaba por el centro de Chicago. La finalidad era tenerlos en mis manos para facilitar más la pronunciación de mi español.

Eran las once y media de la mañana cuando terminé de desayunar. Estaba sola en casa. Kathleen tenía clases desde hace un par de horas, mi tía Ángela se había ido a Londres a visitar unos casos de unos pacientes suyos, y papá estaba en su hospital como todos los días.

Realmente no terminaba de acostumbrarme el estar sola en esta casa tan grande, pues siempre amanecía con Kathleen. A veces nos íbamos a nuestras habitaciones a mirar televisión o a platicar mientras escuchábamos música.

Kathleen me contó acerca de la conversación que tuvieron ella y Sean hace cinco días, al final todo pudo resolverse. Ella le pidió disculpas, y él dijo que el único culpable de la situación desafortunada había sido él. Y solo él.
Me alegré por ellos. Sean era un muy buen amigo, y me iba a doler por un período que él ya no se casara con Kathleen, y no me hubiera agradado ver a ella con la parte del sufrimiento.

Todo se hallaba en orden. Por ahora me encontraba indecisa entre plancharme el cabello o dejármelo a su estilo natural: demasiado quebrado.
Ya estaba vestida con unos mallones negros, mis zapatillas negras y una camisa blanca, acompañada de mi chamarra de piel.

Me dejé el cabello como siempre, al fin. Salí de la habitación y fui hacia mi auto para salirme de la estancia.

Llegué quince minutos antes de la hora acordada de la clase de Psicología Del Hombre. Unas compañeras del salón me habían llamado la noche anterior para preguntarme un par de cosas,de comentario salió que nos tocaría una profesora bastante joven para gusto de ellos. La verdad, a mí no me importaba en lo mínimo. Yo estaba segura de que el examen iba a ser pan comido, tenía otras cosas de las cual preocuparme.

Llegué al salón, la mayoría ya se encontraba en sus lugares. Varios de lo muchachos me voltearon a ver, silbaron en mi dirección. Yo solo volteé los ojos.

Esta vez me senté en el último lugar de la tercera fila del pizarrón, la que daba cerca de las ventanas del salón. Eran cinco filas en total, cada uno de ellos eran ocho lugares solamente. Durante todo el ciclo escolar me sentaba al mero frente del pizarrón, para dar mi sola atención a los profesores. No era nerd, pero eran tantas mis ganas de escuchar a los maestros que podía dar esa imagen de ser la inteligente del salón. Siendo honesta, todos lo éramos, el problema era que mi apellido hacía la diferencia.

Me levanté por antojo de una paleta. Me salí del salón para dirirgirme a las máquinas que estaban en la esquina del pasillo, se hallaba hasta al final del recorrido. Introduje las monedas en la ranura de la máquina, escogí una paleta y unos chocolates. Los recogí inclinándome hacia abajo y me alcé para darme la vuelta.

Lo que sentí a los micro segundos fue en golpe de calor que se escurría sobre el pecho. Sentí mojada al instante la blusa blanca que portaba. Y no fría, sentía la piel arder por el agua.

¡Demonios! ─sentí unas manos, luego un pañuelo parte del cuello . ¿Se encuentra bien, señorita?

Traté de ahogar el grito del breve dolor que me había hecho el tirarme su maldito vaso de café. Miré arriba, determinada a decirle una serie de cosas.

Fue entonces que me paralicé unos segundos, que sentí que fueron largos los números dichos. Él también pareció sorprenderse al verme. Sus ojos azules me escanearon por todo el rostro. Hubo confusión en ellos.

─¿Qué hizo? ─me alejé unos pasos para sacudir la blusa puesta.

─Discúlpeme, por favor ─volvió a decir ─. No la vi aquí. Venía con prisa, al parecer.

Lo miré un breve momento.

─Gracias ─dije bastante molesta ─. Ya me hizo perder cinco minutos más.

─¿Disculpe? ─se mostró confundido ─. Puedo ayudarla a...

─No. No necesito de usted.

Me di la vuelta, y escuché que volvió a hablarme, pero no me molesté en voltear. Las puertas del elevador se encontraban abiertas, me metí y di la planta baja para ir al auto. Ahí traía una mochila de emergencia. Saqué una blusa negra, que aún así combinaba con mis zapatos rojos y los mallones negros. Corrí rápidamente al baño de mujeres y me quité la blusa. Me limpié parte del cuello donde me había salpicado el café, la parte delantera del cuerpo y me vestí la blusa negra.

Lo demás lo metí en la bolsa y fui directo al elevador. Me dejó en el piso correspondiente y con un poco más de calma caminé hasta llegar al salón. Visualicé en el escritorio las cosas de la profesora. Cerré los ojos fuertemente. Rápidamente caminé hasta llegar a mi lugar y volví a respirar.

Estúpido.

Buenos días, jóvenes.

Pegué la mirada de golpe hacia la esquina del salón y sentí la vergüenza subirse a mi cara. Era la misma persona. Con el mismo traje gris, la camisa blanca y una corbata roja. El cabello rubio acomodado de lado sin necesidad de utilizar algún tipo de gel.

Subió al escalón que se hallaba frente a las primeras filas. Me miró hasta dirigirse al escritorio. Quité la mirada a no más poder, recordando lo de hace un momento.

Una compañera estiró su brazo hacia el escritorio y quitó rápidamente su bolsa que traía. Todos mis compañeros se hallaban callados, pero yo sentía que mi corazón, que latía con fuerza, iba a escucharse entre nosotros. No lo fue, eran solo imaginaciones mías.

Hice el intento de relajar todo mi cuerpo, pero cuando lo volví a ver, él ya estaba viendo hacia mi dirección. Empecé a dudar de como su atención seguía fija en mi dirección.

¿No se equivocó de salón? ─habló un compañero cuyo nombre no recordaba para nada.

─Este es el salón D405, ¿cierto?

Sí. Está en el salón correspondiente, profesor dijo Nina, una muchacha rubia y de ojos verdes.

─Bien ─dijo pasivo, y fue hacia al pizarrón de tiza ─. Me llamo Marlon Redford, Doctor en Psiquiatría.

Y él quiso que jugáramos una ronda de billar.

─¿Cómo se llama? ─le preguntó a Nina.

─Nina Smith ─dijo con evidente coquetería.

─Bien. ¿Y usted, joven?

─ Gael Sullivan, profesor ─habló con el chicle en la boca.

─Gracias. Por este rato de la clase les haré unas preguntas sencillas ─se sentó sobre la mesa de escritorio ─. A cada alumno o alumna que les haga una pregunta, me responderán y me dirán su nombre, ¿bien?

La mayoría aceptó, incluyéndome a mí. Fue hacia la primera fila que estaba cerca de la puerta y comenzó a hacerle preguntas uno por uno de los alumnos.

Aún tratando de asimilar lo ocurrido de hace rato en el pasillo, no podía dejar de recordar la vez que él me había mirado a través de la vitrina, en aquella noche en Las Vegas.

Y no es él. Ahora es el profesor.

¿Por qué de pronto me estaba sintiendo en un mar de extrañeza? ¿Y por qué diablos seguía reproduciendo en mi cabeza esa sonrisa, con los dientes blancos y perfectos, dando un aire de tranquilidad pero a la vez de otra cosa que no sabía definirlo aún?

Miré de reojo, lo visualicé mejor ahora que se hallaba de espaldas frente a mis ojos. Fue entonces en ese momento que le hice entender a mi mente que el Dr. Marlon Redford era un hombre, hecho y derecho como decía mi tía Ángela.

Apreté los labios, pero la confusión seguía ahí. Un nuevo cuestionamiento surgió en mi cabeza: ¿por qué me pidió jugar una ronda de billar? ¿Por qué coqueteaba con Kahleen?

Su presencia se hallaba cerca. Como yo estaba en la tercera fila, el ahora profesor ya se encontraba en la segunda, casi por terminar la segunda fila. Volví a lamerme los labios por algo de ansiedad que comenzaba a sentir.

Se detuvo frente a mí. Me hice una palabra de aliento en mi mente. Alcé la mirada para esperar su pregunta correspondiente.

─Dígame, por favor... ¿Cuál es la diferencia entre la Psicología, Psiquiatría, y la Psicoterapia? ─los ojos de él se enfocaron en mí.

Esa es fácil.

─Bueno, la Psicología estudia el comportamiento del hombre, como también puede abarcar cientos de ramas como: la clínica, la forense, la organizacional y demás ─me aclaré la garganta ─. La Psiquiatría es una especialidad de la Medicina, donde estudia, analiza y receta fármacos para pacientes que ya están en estado mental de deterioro. Y para finalizar, la Psicoterapia habla acerca del hoy y el ahora. A diferencia de la Psicología, que escarba en el pasado para entender el problema del paciente sin llegar aún a un estado mental grave, la Psicoterapia solo busca que el paciente analice y acepte sus actos, hechos  o decisiones del ahora.

Levemente alzó la comisura de su labio derecho, y asintió con la cabeza.

─Narella, Dr. Redford ─finalicé.

Movió sus ojos, mirándome como lo había hecho hace unos momentos en el pasillo.

Tal vez debí haberle dicho profesor.

─Gracias, señorita Narella.

Se encaminó a mi izquierda para hacerle la próxima pregunta al compañero que se encontraba frente a mí . Con la confianza de aminorar mis nervios, me moví en mi lugar varías veces.

Por breves momentos quise distraerme recordando fragmentos de escenas de la película que había visto la noche anterior. Y aún así, no pude estar tranquila del todo.

─Es espléndido, jóvenes ─dijo sorprendido cuando pasó al frente del pizarrón ─. Pero no me guío por el ahora. Como bien saben, en las siguientes dos semanas tendremos ese último examen que me informaron en la junta de profesores. Me comentaron que no están de acuerdo, ¿cierto?

─Está en lo cierto, profesor ─habló David, uno de cabello muy corto y negro ─. ¿No lo considera muy innecesario?

Ladeó y alzó una ceja por un microsegundo, haciendo su boca un poco torcida.

─Si fuera por mí, jóvenes..., yo no les hacía exámenes.

Varios comenzaron a reír.

─De verdad lo digo, jóvenes ─se volvió a sentar sobre el escritorio ─. La mejor manera de aprender las cosas es simplemente hacerlas. Pienso que la mayoría de nosotros podemos considerarnos personas de aprendizaje kinestésico. ¿Por qué? Para aprender a cocinar, es hacerlo. Para aprender a bailar, es hacerlo. Para aprender a armar un auto, es hacerlo. Para aprender a tratar un paciente, es hacerlo.

Asentí con la cabeza, dándole la suma razón a lo que había dicho.

─¿Usted se considera una persona de aprendizaje kinestésico? ─preguntó una compañera de lentes en forma de gato y el pelo recogido de manera desordenada.

─Por supuesto, señorita Connor ─sonrió levemente sin mostrar sus dientes ─. El problema es que no todos lo saben. Yo sé que muchas personas han nacido con los otros dos estilos de aprendizaje, ¿cuáles son?

─Visual y auditivo, profesor ─Nina contestó.

─Exactamente, señorita Smith ─hizo la seña con el dedo índice, aceptando la razón de ella ─. Pero desde ahí iniciamos. Para aprender haciendo las cosas, necesitamos ver. Y para saber que hacer, necesitamos escuchar. Muchas personas desarrollan sus estilos de aprendizaje, y gracias a eso somos capaces de realizar cualquier actividad que queramos ─nos miró a todos antes de seguir ─. De regreso al tema. Me gustaría saber a que tipo de examen se inclinan más, ¿escrito u oral?

─Escrito, escrito, profesor ─escuché decir a Rick, el muchacho colombiano.

─Prefiero el oral, profesor ─escuché a otros decir la segunda opción.

─¿Usted que piensa, señorita Narella?

Sentí las miradas de mis compañeros encima de mí. Hice un sonido ininteligible con la boca sin saber muy bien qué decidir.

─Pienso que debería darnos el examen... ─sonreí nerviosa ─. El examen oral.

Volvió a asentir de igual modo, bajando brevemente la mirada al suelo. Enfocó su atención a los demás.
Por otro largo rato estuvimos viendo las ventajas y desventajas de un examen escrito y de un examen oral.

A lo largo de mi carrera, se nos había acostumbrado hacer exámenes escritos. La parte de hacer exámenes orales ya se estaban quedando atrás, con nuestros antepasados, pero consideraba que no era una mala idea hacer un examen oral por primera vez en nuestras vidas. Al fin de cuentas, era nuestro último examen.

─Vamos a hacer una cosa, jóvenes ─se bajó del escritorio y agarró un gis blanco, comenzando a escribir ─. ¿Han jugado el teléfono descompuesto?

Todos contestamos al unísono que sí.

─Elijan a la persona que tenga una muy buena memoria. El objetivo es éste: si una fila resulta ganadora al tener el escrito completo que yo escribiré, tendrán examen escrito. Si nadie resulta ganadora, gano yo con el examen oral.










¡Holaaaa!

Por fin otro capítulo más. Díganme, ¿que les pareció este encuentro tan... ¿cliché? Jajaja.

El Dr. Redford es el profesor, pero... sólo por ahora.

Comentenme algo, y voten por fis.

Amor y paz.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro