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Capítulo 7

El vuelo no había resultado tan malo como había creído Lorena, sino todo lo contrario. La compañía de Iñaki resultó más agradable de lo que ella hubiera llegado a imaginarse. Sin embargo, cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de París, cada uno tomó su camino no si antes  despedirse. Iñaki fue el primero que comenzó a caminar hasta la salida. Mientras tanto Lorena lo observaba compadeciéndose de ella misma. Ella no era una experta en cuestión de hombres, de hecho hasta el día de hoy no había salido con ningún chico. Tan solo se la ha pasado estudiando para sacar buenas calificaciones y ello le ha llevado a mantenerse alejada de la realidad. Y del amor. Pensó ella mientras agarraba su maleta caminando hacia la salida para llamar a un taxi y que la llevase a una pensión.

Para Lorena aquella lugar era nuevo, la ciudad era preciosa, sus edificios tan altos, los muchos coches que circulaban en la ciudad. Sin duda aquella ciudad con fama de ser una de las ciudades donde cualquier mujer como Lorena se podría enamorar. O al menos concederle el deseo de encontrar su primer amor.

Cuando el taxista paró, Lorena pagó y pasó a la pensión donde minutos después se registró y subió a la habitación que le habían indicado.

Tras darse una ducha, llamó a su madre para avisarle que había llegado bien y que de momento lo poco que había visto le gustaba. Esme, al otro lado del teléfono sollozaba emociona de escuchar que su hija se encontraba bien y que algo en su vida podría cambiar.

Minutos después habló con su hermana contándole entusiasmada lo sucedido en el avión y lo mucho que le gustaría ver de nuevo a Iñaki. Al rato, Eloísa se despedía de su hermana, esa misma noche  volaría hacia España. Aunque al principio no le agradaba la idea de viajar hasta España, en esos momentos se encontraba intrigada por saber respecto a la familia Urtizo y conocer a Marcos Zisis.

Agotada por el viaje, y tras haber comido algo, Lorena se acostó temprano, por la mañana debía ir hacia el hospital donde conocería a su jefe y a sus compañeros.

Casi no pudo pegar ojo debido a que  sus nervios le impidieron poder conciliar el sueño. Por lo tanto antes del amanecer ya se hallaba desayunando antes de acudir hacia el hospital.

Un hora más tarde, Lorena llegó al hospital. Dentro del edificio y siendo guiada por Nadine la jefa de enfermeras, Loreana atendía a las explicaciones que le daba Nadine. Mientras ésta le mostraba el hospital, Lorena sonreía ante lo que veían sus ojos. Nada de aquel lugar se parecía ni muchos menos a los hospitales en los cuales ella ha hecho sus prácticas. El hospital contaba con los mejores médicos, cirujanos y la última tecnología en aparatos.

―Bueno Lorena, ahora te voy a llevar al área de pediatría donde te presentaré a tu jefe. El doctor Asbal.

Sin perder su sonrisa, Lorena asintió a su compañera. Una vez que llegaron al área de pediatría, Nadine buscó al doctor Asbal en su oficina.

Veinte minutos después, Lorena se presentaba ante el doctor Asbal. Nada más ver aquella muchacha, el rostro de ese hombre de cuarenta y pico años, moreno, ojos castaños y compresión delgada le extendía la mano a Lorena sintiendo un golpe en su pecho. Una variedad de bríos le impulsó hacia su pasado. En ese momento al  doctor Asbal comenzó a aturdirse. De pronto la imagen de Eloísa, su gran amor volvió de repente a su memoria.   La mirada de Lorena era dulce, sus ojos azules, su rostro...Aquella muchacha sin ella saberlo había inducido un pequeño valor a un hombre que lleva tantos años llorando la pérdida de su único y verdadero amor.

―Buenos días Lorena, mucho gusto en conocerla, soy el doctor Raúl Asbal. Bienvenida a mi grupo.

Sin dejar de sonreír, Lorena hablaba con  Nadine mientras  aquel no dejaba de mirarla algo serio. Aun así, a pesar de su semblante serio, Raúl se mostró en todo momento cordial con Lorena . Hasta en el momento que había visto a Lorena, Raúl se sentía apagado, con sus sueños rotos por la mitad, nunca había encontrado la felicidad en otra mujer tras la muerte de Eloísa. Su único amor. Se había pasado muchos días llorando aun sabiendo que ya no la tendría.

A pesar de saber que tenía una hija, Raúl nunca pudo luchar por conseguir la custodia de Mariola. Miguel Urtizo se negó a entregarle a su nieta,  lo único que le quedaba de su hija. Por ello, Miguel seguía extorsionando a Raúl con hacerle algo a su familia si se atrevía a seguir luchando por la custodia de su hija. Raúl, lanzado a conseguir tener a su hija a su lado, denunció a Miguel. Aquello solo quedó en papeles mojados. Meses más tarde el hermano mayor de Raúl moría de una manera muy sospechosa.

Sin medios económicos, sin poder luchar por su hija. Raúl se dió por vencido, ante Miguel Urtizo no se podía conseguir lo que uno deseaba con todas sus fuerzas. Derrotado y herido se marchó hacia París donde comenzó a trabajar en el hospital y hasta ese día decidió enterrar cada recuerdo volviéndolo en odio hacia la familia Urtizo.

ESPAÑA

En el aeropuerto de Adolfo Suárez, Barajas. Llegaba Eloísa con el alma en un puño. Desde que vio por última vez a Mariola, no paraba de atormentarse por si alguien se diera cuenta del cambio y ella pudiera acabar en la cárcel.

Nada más agarrar su maleta comenzó andando sumergida en sus pensamientos. A fuera la esperaba un hombre alto, castaño, cuerpo atlético y unos ojos esmeraldas consiguiendo que a Eloísa se le parase el corazón por décimas de segundos. Aquel hombre era Marcos Zisis. Mariola se lo había mostrado en foto, por su puesto avisándole que era guapo y por nada del mundo debía enamorarse de él y mucho menos llegar a la cama. Parada ante él, Eloísa tuvo que bajar la mirada notando unos pequeños nervios que se agolpaban en su estómago. Si en foto era guapo en persona era aún más. Casi sin aliento Eloísa recibió el beso de Marcos dándole la bienvenida.

―Vaya Mariola que bien te veo. ¿Cómo te ha ido tu viaje?―Le preguntó Marcos agarrando la maleta a Eloísa.

«Señor ayúdame por favor, dame fuerzas» Rezaba en silencio Eloísa mientras caminaba agarrada de la mano de Marcos. Sentir su mano entrelazada con la suya hizo que su corazón empezase a martillear como un tambor en su pecho.  Respirando con dificultad, Eloísa se repetía así misma una y otra vez que el momento había llegado, ahora debía interpretar su papel y hacer que ese hombre tan sexy no rompiese la relación para poder fijar la fecha de la boda.

Una vez que llegaron al apartamento de Mariola, Marcos le dejó la maleta en un lado del salón. Paseándose sus manos por su cabello repetidas veces andando de un lado a otro algo alterado le dijo a Mariola que iba a romper la relación.

―Mariola, sé que te has portado bien conmigo, pero entiende que sería un error que nos casemos.

Eloísa sintió que la sangre se le helaba. Para eso precisamente la había mandado Mariola, para demostrarle cuánto lo quiere y que deben casarse.

―Marcos, sé  que han pasado muchas cosas entre nosotros. Pero quiero que sepas que eres mi deseo, mis ganas de vivir, por supuesto quiero estar contigo, te deseo junto a mí, que dejemos atrás los malos momentos que hemos pasado y ahora bésame.― Atrevida, y sin pensarlo dos veces Eloísa se acercó a Marcos agarrándole por su nuca para saborear de nuevo sus labios. Se puso de puntillas sujetándose a sus hombros para besarlo con más fogosidad. Casi sin darse cuenta, Marcos de un arranque la agarró por su cintura atrayéndola más hacia él dejándose llevar por un impulso  introdujo su lengua en la boca de ella, sus lenguas se entrelazaron, jugaban mientras sus cuerpos se animaban a dar paso al placer. Al ver que Marcos la iba a tumbar en uno de los sofás, Eloísa tuvo que parar la situación. No quería parar, pero debía detenerlo antes de que descubriese la verdad. Si Eloísa tenía algo claro en la vida, era que quería llegar virgen al matrimonio. Sería algo atrasado pensar en  llegar casta al matrimonio, pero ella lo deseaba. Así de esa manera sabría si el hombre que la quisiera la respetaría. Al parecer con Armando le había salido el tiro por la culata. Pero con Marcos no. Él no era nada para ella, de hecho no podía haber sentimientos, tan solo tenía que interpretar un papel y averiguar si en verdad y si había algún tipo de relación con la familia Urtizo. Para ello había viajado.

―No puedo Marcos, tengo la regla y no veas como me duele la cabeza, parece que me va estallar.―Dándole un pequeño empujón, Eloísa puso distancias entre ella y Marcos. Sintiéndose culpable por rechazarlo lo miró a sus ojos esmeralda disculpándose.

―Vaya, veo que vienes rara Mariola, ¿desde cuando te disculpas tú?

Eloísa tragó saliva, sabía que Mariola nunca se disculpaba, lo había comprobado por ella misma los días que ha permanecido a su lado. Había cometido un error, un error que podría llevarla a ser descubierta.

―Marcos yo...mira si queremos hacer las cosas bien. Quizás podemos empezar desde cero, dejemos nuestros rencores a un lado y no se... durante unos meses hagamos que he cambiado y que estoy dispuesta hacer lo posible por recuperar tu amor para casarnos.

Marcos, aturdido por lo que estaba escuchando examinó a Eloísa. Sin duda la mujer que tenía ante él era Mariola. Su novia desde hace años, la mujer que dejó en el momento que se fijó en Samia. Después de darse por vencido reconociendo que Samia ya no le pertenecía, volvió con ella. Pero en los últimos meses se la habían pasado la mitad del tiempo discutiendo y a esas alturas Marcos ya no estaba seguro de continuar con la relación. Tanto, que después de haber asistido a la boda de su primo Elián, decidió que a la vuelta de su viaje, rompería con ella para buscar una mujer que en verdad se amaran. Pero ver la nueva Mariola lo desconcertaba en cierto modo. Había algo en ella que calmaba su corazón apeteciendo querer más de ella.

―No sé qué te ha pasado en el viaje Mariola, pero hay algo en ti que me desconcierta. Parece como si fueses tú pero dentro de tu cuerpo hubiera otra mujer. Ahora debo de marcharme, ya nos veremos en casa de mi abuela para cenar.

Al escuchar la puerta cerrarse, Eloísa pudo por fin respirar. Sus manos temblaban y su cuerpo parecía una antorcha. Nunca antes se había sentido tan lanzada y sugestiva ante un hombre. Con Armando solo habían sido unos besos y manoseos sin llegar a sentir la excitación que había apreciado con Marcos. Su conciencia le advertía que no estaba bien lo que estaba haciendo. Pero su cuerpo le decía que no podía reparar en nada cuando las manos de él se posaron en sus caderas empujándola hacia la delicia del frenesí de verse envuelta entre sus brazos.

«Solo es un sueño, un deliro por mi parte que ya no volverá a ocurrir» Se repetía Eloísa mientras buscaba en su bolso su móvil. Al responder se encontró con la voz de Mariola. Esta sin pelos en la lengua le avisó que no se atreviese a enamorarse de Marcos y si no hacía lo que le había encargado acabaría en la cárcel.

―Tranquila jefa, todo lo tengo bajo control. De echo tu adorable novio te quiere tanto que piensa en romper contigo. Desde luego a eso si lo llamo amor.

―Para eso estás tú, para humillarte y arrastrarte como una serpiente y hacer que vuelva a quererme. Hazlo.

―Sí como no. Total yo no tengo nada que perder.

―En unos días te volveré a llamar, ya lo sabes, no te enamores de Marcos y evita que te bese. Chao.

«Adiós Maléfica. Si tú supieras que ya lo he besado y ojo qué beso. Madre mía pero como podré poner distancias entre él y yo. Espero que ya no surjan más ocasiones como estas si no pienso que voy acabar cometiendo una locura.» Hablaba sola Eloísa mirando una foto donde aparecía Mariola y Marcos juntos.

CANCÚN

―Dime mi preciosa, te preocupa que Eloísa se enamore de Marcos.―Le pregunta Emilio mientras la besa en su cuello bajando por sus hombros.

Alterada, Mariola se levanta de la cama intentando descifrar lo que le pasa. No quiere a Marcos pero le da coraje que él pueda llegar a fijarse en Eloísa. ¿Serán celos?

―Venga mi amor, deja de pensar y vayamos a disfrutar. Para eso te has quedado a mi lado.

―Ahora que lo pienso, creo que ha sido una estupidez Emilio quedarme, debería haberme ido yo y no mandar a esa muerta de hambre.

― ¿Te arrepientes de estar conmigo?

―Creo que sí Emilio.

Como si le hubieran golpeado en el estómago, Emilio se levantó de la cama comenzando a vestirse. Aquella declaración le había dolido demasiado. Tanto que le costaba sonreír, para él no había otra mujer en el mundo que no fuese Mariola. Tanto que  haría cualquier cosa por ella. Y ella le dice que ha sido un error quedarse a su lado. Enfadado, se marchó  dispuesto a emborracharse, por lo menos el alcohol le ayudaría a olvidar aunque fuese por un momento lo que acaba de escuchar. 

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