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Capítulo 4

En el hospital, Lorena y Eloísa esperaban impacientes que algún doctor se dirigiese a ellas para contarle sobre la evolución de su madre.

Un par de horas después, Lorena y Eloísa hablaban con la doctora que había atendido a Esme, comunicándole que se encontraba en perfecto estado. Las pruebas que le habían realizado habían salido bien, por lo cual mañana mismo se la podrían llevar a casa.

Las dos hermanas se dieron un abrazo llorando de la misma emoción de sentirse más aliviadas al saber que su madre se encontraba bien.

Seguidamente Eloísa se despidió de su hermana puesto que debía de comenzar a trabajar en un par de horas. Lorena asintió con la cabeza dejando que su hermana se fuese para ella poder quedarse junto a su madre. Por fin todo lo malo había quedado en un susto y mañana tendría de nuevo a su madre en casa. Lorena esbozó una sonrisa mientras miraba a su madre como permanecía aún dormida esperando que se despertase.

A pocos metros de su casa, Eloísa se encontró con Armando. Este impaciente y algo inquieto salió al encuentro de ella. Nada más verla, Armando le dijo que la ricachona había ido a buscarla.

Eloísa, sorprendida por lo que le contaba su novio, no tardó en alterarse.

―Venga cariño date una ducha que estoy seguro que estarás cansada y nos vamos al hotel. Sabes que le dado mi palabra que irías hoy a verla. Y mi palabra vale mucho.

―Armando, yo no quiero ir a ver a esa señora. Quiero descansar y después ir a mi trabajo. Así que déjame en paz.

Eloísa agotada y enfadada se deshizo de las manos de Armando siguiendo caminando hasta su casa. Armando, que no estaba dispuesto a que su novia rechazase esa oportunidad de ganar mucho dinero. Siguió convenciéndola, necesitaba que aceptase y así él tendría mucho dinero en su billetera  para poder presumir ante sus conquistas.

―Te he dicho que no voy a ir a ver a esa ricachona. Así pues, vete por dónde has venido Armando.―Las súplicas de Armando estaban comenzando a fastidiar a Eloísa. Aquella situación la estaba sacando de sus casillas. Con poca delicadeza empujó Armando hasta la puerta cerrándola ante sus narices.

Tras deshacerse de su novio. Eloísa se dio una ducha para seguidamente arreglarse, debía estar en un rato  en su trabajo.

Mientras ella se duchaba y arreglaba su pelo mojado, Armando no dejaba de aporrear la puerta. Necesitaba que Eloísa aceptase ese trabajo a como diera lugar. Y por supuesto no se iba a dar por vencido. Si en algo era lo que más le gustaba Armando en esta vida era el dinero fácil. Para él el trabajo no estaba hecho, había nacido para vivir del cuento y derrochar dinero. El dinero de otras personas.

Harta de escuchar como su novio golpeaba la puerta, Eloísa abrió la puerta, dispuesta a que éste le acompañase para hablar con Mariola. Si algo tenía claro Eloísa era que no se iba a dejar convencer y le iba a decir a la proposición que le dijera Mariola, no.

Al llegar al hotel, un hora más tarde de lo acordado. Mariola que se encontraba hablando con Emilio sobre como hacerle entender a esa muerta de hambre quien manda, se escuchó la puerta. Al abrirla se encontró con Eloísa y su novio. Éste al ver la cara de cabreo que tenía Mariola, empezó hablando. Una vez dentro de la habitación, Mariola hablaba todo el rato con Armando, en ningún momento se dirigió a Eloísa. Una Urtizo nunca le suplicaba a nadie, y ella lo estaba haciendo. Para Mariola era rebajarse y todo para liberarse por unos meses de ver a la familia Zisis y que otra ocupase su lugar mientras ella se divertía con su amante.

―Señorita Urtizo, nosotros estamos dispuestos hacer lo que usted nos pida. Entienda que mi novia ha tenido que retrasarse porque su madre está en el hospital. Discúlpela doña. Cómo ve, nosotros somos gente de fiar y aquí estamos ante usted para ayudarla en lo que necesite.―La insolencia de Armando estaba empezando a poner en estado de alerta a Eloísa, aunque quería hablar, Mariola se lo impedía haciéndole un gesto con su dedo índice para que guardase silencio.

Ella, agotada con todo ese circo. Hizo amago de levantarse, pero su novio la detuvo fulminándola con la mirada al mismo tiempo que le susurraba al oído:

―¿Qué pretendes Eloísa? Tú de aquí no te mueves hasta que la doña nos diga lo que quiere de ti y nos vayamos con un puñado de billetes.

―Eres un desgraciado Armando que lo sepas.―Masculló entre dientes Eloísa.

―Tomad una copa y vamos a relajarnos.―Interrumpió con una bandeja de bebidas Emilio.

Mariola, con ese orgullo y fiereza fulminó a Eloísa que se encontraba mirándola de la misma manera. Caminando por la habitación agarrando su vaso de whisky. Mariola, sin rodeos, le propuso a Eloísa lo que quería de ella y cual sería el trato.

―Ganarás mucho dinero si eres buena chica Eloísa. ―Empezó hablando Mariola con engreimiento sin apartar los ojos de Eloísa.— Lo que espero de ti, es que te hagas de pasar por mí, si no te has dado cuenta, debo admitir que nos parecemos físicamente. Por ello, he decidido  que viajes hasta España, y allí te hagas pasar por mí ante mi abuelo, mi tía y la familia de mi prometido. Sólo serán unas semanas. Por lo cual no temas querida estarás bien, y nadie te descubrirá. Yo misma me encargaré de enseñarte todo, aunque sea muy difícil puesto que tú y yo no estamos educadas de la misma manera...Pero haré un esfuerzo para enseñarte todo sobre mí manera de ser y de actuar. Y tú debes aceptar.

Sin poder creerse lo que Mariola le proponía, Eloísa se levantó de la silla enfrentándose a ella.

―Pero quién se cree que es para obligarme a mí a que la usurpe en su casa, mientras usted se divierte. ¿eh? No me haga de reír. Yo no soy tú y nunca querré serlo. Por lo cual daré el cante. Ahora guardase su aire de cleopatra piy búsquese a otra que haga el trabajo. Porque servidora, no lo va hacer. Venga vámonos Armando aquí no tenemos nada que hacer.

Tirando del brazo de su novio y sin mirar hacia atrás, Eloísa se marchó triunfante.

En la calle, Armando escandalizado por lo ocurrido comenzó a regañarle a su novia. Él estaba decidido a que ella aceptase ese trabajo. Por ello sacando sus dones masculinos empezó a rozarle su mejilla susurrándole palabras bonitas dándole a su vez pequeños besos que ella aceptó gustosa. Armando tenía a Eloísa donde quería y listo por su parte, intentó de nuevo convencerla. Pero fracasó. Eloísa se negó hacer ese tipo de trabajo.

Encolerizado, Armando caminaba de un lado a otro pasando sus manos por sus cabellos. Tras pensarlo bien, y decido a conseguir una buena cantidad de dinero volvió de nuevo en busca de Mariola. Si no podía convencer a la terca de su novia, podría persuadir a Mariola.

―Qué hace aquí.―Gruñó Mariola nada más ver de nuevo  Armando con cara de cordero degollado.

―Mire señorita, ante todo quiero disculparme por el comportamiento de mi novia. Pero entienda que está muy nerviosa porque su madre está muy enferma y necesita dinero para pagarle la operación. Y...ya sabe...no tenemos dinero para esa operación...

―Y a mí que me importa. Que se busque la vida. Ahora váyase si no quiere que llame a seguridad.

―Espere. Es que al final he podido convencerla y ha aceptado hacer ese trabajo. Mi novia hará lo que usted le diga. Le doy mi palabra que no le fallaremos.

Mariola mirándole con algo de desconfianza, no le quedó de otra que tragarse su ofrecimiento y tras darle un fajo de billetes, le dijo Armando como serán las circunstancias y lo que esperaba de su novia. Él, con sus ojos llenos de júbilo por haber conseguido tanto dinero asintió con la cabeza sin prestar atención a las palabras amenazantes de Mariola. Contento por tener mucho dinero, Armando se marchó en busca de Flori, su novia, para proponerle en viajar juntos.

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