
Capítulo 3
Dispuesta a que su plan se efectuase cuanto antes. Mariola aprovechó que la camarera estaba en los servicios para pasar ella también. Mientras Eloísa se encontraba en el baño, Mariola la esperaba impaciente.
Al salir del baño, Eloísa se quedó mirando a esa mujer que no le quitaba el ojo de encima.
Ella intentado no darle importancia al asunto, se lavó sus manos para disponerse a continuar con su trabajo. Pero la figura elegante de Mariola le impidió que diera un paso más.
―Tengo que hablar contigo...―Mariola hizo una pausa buscando las palabras adecuadas para no ofender a esa mujer que tenía ante ella. De ella dependía que sus planes salieran bien.
―Qué quiere señora.
Mariola no sabía cómo ir directamente al grano. Por lo cual fingió un desmayo, necesitaba estar segura de poder atacar y obligarle a que acepte sus condiciones.
―Señora, me escucha, señora...―El cuerpo de Mariola caía despacio al suelo, Eloísa intentaba reanimarla, le echó agua y una vez que vio a Mariola que comenzaba de nuevo hablarle le ayudó a subir a su habitación.
Allí a solas, Mariola le agradeció el detalle de haberla acompañado.
―Toma muchacha por haberme ayudado.―Con dinero se paga todo. Y Mariola no dudó en entregarle un billete a Eloísa, Mariola debía saber hasta qué punto era ambiciosa aquella mujer.
―No señora. No se moleste, lo he hecho con mucho gusto.
―No seas modesta. Acéptalo es tuyo.―Insistió Mariola.
―Gracias señora, pero no. Le he ayudado desinteresadamente.
La bondad de Eloísa estaba acabando con la paciencia de Mariola. Ésta comenzaba a enfadarse agarrandola de su muñeca encaró a Eloisa.
―Escúchame camarera. Si te he traído hasta aquí es para proponerte un trabajo. Y espero que aceptes.
Eloísa la miraba aterrada. Estaban en el hotel y era un huésped importante, por lo cual no podía hacer nada. Salvo aguantar el tipo mientras ella la fusilaba con la mirada proponiéndole un trato del cual ella se negaría en rotundo.
―¿Quieres ganar mucho dinero... Eloísa? ―Pronunció con desdén mirando la chapa que había en la camisa de Eloísa.
―Qué quiere de mí señora.
―Quiero que te hagas pasar por mi ante la familia de mi prometido y ser buena nieta ante los ojos de mi abuelo.
―Usted delira. Yo, pero acaso me ha visto, como me voy a hacer pasar por usted, si no tenemos nada en común. Daría el cante enseguida.
―Mira.―Mariola la agarró de malos modos poniéndola al lado suyo para que se mirase en el espejo. Tenías algunas diferencias, pero su rostro era casi idéntico. Con un poco de maquillaje y una limpieza de cutis, Eloísa podría transformarse en Mariola.
Dejando a Eloísa aturdida, Mariola le dio un cheque con un cifra no muy elevada, pero era el suficiente dinero para que su hermana Lorena pudiera pagarse la beca que le falta para poder viajar a Europa y poder cumplir su sueño de ser médico pediatra. Poder trabajar en uno de los mejores hospitales y adquirir más conocimientos sobre su carrera. Eloísa no atinaba ni pronunciar palabra, era un momento trágico para ella, se estaba jugando su orgullo y dignidad. Sin embargo al abrir sus ojos húmedos, con dedos temblorosos aceptó el cheque que le ofrecía Mariola.
―Perfecto. Esto solo es un adelanto querida. Mañana mismo hablaré con el gerente y le diré que a partir de mañana dejarás de trabajar aquí para que seas mi sirvienta personal. Tu Eloísa, si haces lo que yo te digo vas a ganar mucho dinero. Mucho. Y solo por hacerte pasar por mí. Verás que bien lo vamos a pasar.―La risa de malicia salía de la garganta de Mariola, mientras que ella estaba sonriente y feliz, Eloísa se encontraba como si hubiera cometido un crimen. Aun así se repetía a sí misma que lo estaba haciendo por su hermana para que tenga un futuro mejor. Ahora quedaba saber qué futuro le esperaba a ella.
Aquella misma noche, Mariola y Emilio celebran su éxito. Había chantajeado aquella mujer para que haga lo que ella diga. Emilio esbozando un sonrisa empezó a besarla por el cuello, quería acariciar cada parte de su cuerpo sintiendo al mismo tiempo su calor, su pasión, sus besos, aun no podía creérselo que la tuviera para él, sentir su calor al rozar sus labios despertando en él más y más sentimientos aumentando el deseo de ambos.
―Eloísa, no mientas. Esta cantidad de dinero no creo que la hayas ganado trabajando en el hotel. Dime, no. Te exijo ahora mismo que me digas donde has sacado ese dinero. Dime.―Gritó Lorena sorprendida por ver una cantidad tan alta en un cheque. A pesar de las excusas de Eloísa, Lorena no era tonta y sabía que le estaba mintiendo. En ese momento llegó Esme, algo intrigada preguntó a sus hijas cuál era el motivo por el que se encuentran discutiendo. Ninguna quiso hablar. Esme miró el cheque que sostenía Lorena en su mano. Atónita echándose la mano a su boca preguntó de dónde había salido tanto dinero.
Agobiada, sintiéndose acorralada Eloísa tuvo que contarle la verdad. Mientras Esme escuchaba a su hija, notaba como una especie de presentimiento. De pronto el tono de su piel se volvía blanco, su cabeza comenzó a darle vueltas a punto estuvo de desmayarse.
―Mamá estás bien.
―Eloísa, ahora mismo vas y devuelves ese cheque, no quiero dinero de nadie, acaso no has pensado que puedes meterte en problemas.
―Mamá tranquilízate. Solo lo he hecho por Lorena para que pague su beca y pueda viajar a Europa. Mamá no voy hacer algo indecente, solo voy a ser su sirvienta por unos días. Es una mujer rica y caprichosa.―Le explicaba Eloísa a su madre para que se calmase. Pero algo había dentro de Esme que le decía que su hija no iba a salir bien parada de esa situación. Aun así, asintió con su cabeza puesto que haría cualquier cosa por sus hijas. Había trabajado muy duro para darles de comer, y poderlas vestir. La casa donde viven era pequeña porque nunca han podido pagar una más grande. Siempre se ha sacrificado por ellas y por eso cuando les contó la verdad que ella no era su madre, pensó que se alejarían de ella. Todo lo contrario, la quieren como si fuera su verdadera madre, para ellas no hay otra madre más que Esme.
―De acuerdo, haz ese trabajo, pero escúchame bien. Quiero que me mantengas informada.
Lorena sonrió feliz de que su sueño se cumpliera. Por fin iría a trabajar a Europa y todo se lo debe a su hermana.
En todo el día Eloísa se había apartado de Mariola, la seguía como si fuera su sombra. Habían ido de compras, a pasear, a comer...Mariola le narraba su vida contándole quién es su prometido. Cada vez que Mariola mencionaba a Marcos, la curiosidad crecía en ella. ¿Cómo podía estar un hombre enamorado de aquella mujer tan malvada? ¿A caso sería un hombre mucho mayor que ella, y ella solo quiere su dinero?
Al terminar el día, Mariola quedó con Eloísa para ir al día siguiente al salón de belleza. Agotada, Eloísa aceptó quedando en verse a las nueve en el hotel.
Abrumada y con dolor de pies, Eloísa esperaba el bus, cuando de pronto se puso delante suya Armando. Cansada, y rendida ante las excusas que le daba Armando, ésta terminó por darle una cachetada.
―Eres un mentiroso Armando. ¿A qué juegas? Dime. Tú estás con otra mujer y por supuesto no te lo voy a consentir. Todo se acabó. Me entendiste, todo.
Armando no podía dejar que Eloísa terminase con su relación. El era un hombre ambicioso, le gustaba vivir a todo confort a costa de ella. Si ella lo dejaba se le acabaría el chollo. Por lo tanto salió detrás de ella dándole una vaga explicación, quería convencerla que la mujer que escuchó era una prima lejana suya que había venido a la ciudad para conseguir trabajo.
A lo primero Eloísa no lo creyó. Ante las súplicas incluso poniéndose de rodillas para que lo creyera, Armando haría cualquier cosa con tal de no perder la mina de oro que tenía con Eloísa. Estúpida por parte de ella de darle una segunda oportunidad y más cuando le contó que había comenzando a trabajar para una mujer rica.
―Cómo es eso mi amor, de ya no trabajas en el hotel. Tú estás segura que esa mujer...
―Si Armando. De hecho me ha dado un cheque con mucho dinero y me ha prometido que si hago lo que ella me dice me dará más dinero.
<<Dinero>> Pensaba Armando. A él no le importaba cual era ese trabajo que tenía que desempeñar Eloísa, lo que en realidad le interesaba era el dinero. Con astucia, trató de convencer a Eloísa para que sea muy amable con esa mujer y haga bien su trabajo.
―Mi amor, tú haz caso a lo que te diga la ricachona, si haces lo que dice, mira, podremos comprarnos una casa muy grande, un carro y por qué no, irnos de viaje. Esas personas tienen mucha plata, y nuestro futuro como casados depende ese dinero que ganes.
―No estarás hablando enserio Armando. Yo no puedo robarle la identidad a una persona, estaría cometiendo un delito.
―Confía en esa ricachona, no te va pasar nada. De hecho yo mismo iré hablar con ella.
―Harías eso por mí.―Ilusionada, confiada de que su novio va sacar la cara por ella, Eloísa besó Armando.
―Eloísa piénsalo, no puedes aceptar ese trabajo hermana.—Se mostraba enfadada Lorena con la absurda idea de que su hermana usurpara el lugar de otra persona y todo por sacrificarse por ella.
―Lorena, haz el favor de olvidarte de eso. Ahora lo más importante es que viajes a Europa y puedas seguir adquiriendo más conocimientos para tu carrera. ¿Acaso no es eso lo que quieres?
―No puedo Eloísa. Mamá y tú siempre os habéis sacrificado por mí, y yo me siento una inútil, nunca he trabajado y ahora tú estás haciendo este sacrificio por mí...
―Lorena, no llores. Escúchame, no me va pasar nada malo. De hecho Armando va ir hablar con Mariola, por favor tranquilízate, todo saldrá bien.
―¿Cómo has dicho que se llama esa señora?―Preguntó Esme cargando sus bolsas de la compra.
―Mariola Urtizo.
<<Mariola Urtizo>> Mil veces se repetía ese nombre en su cabeza. Impactada, Esme tiró las bolsas al suelo. Sorprendida por escuchar ese nombre y apellido después de veinticinco años miró a sus hijas sintiendo como su corazón latía cada vez más deprisa. Tanto que acabó desmayándose de la misma impresión de saber que sus hijas se han conocido sin saber cuál es el parentesco que les une.
Al ver que Esme no reaccionaba, Lorena le practicó los primeros auxilios. Esme no habría sus ojos, su cuerpo se hallaba tirado en el suelo inconsciente y débil. Media hora después Esme fue traslada al hospital, donde habían comenzado hacerle pruebas por un posible infarto.
Al día siguiente, Mariola ya tenía todo preparado para dar comienzo a la transformación de Eloísa. El día anterior se había encargado de enseñarle como ella hablaba, sus manías, su manera de caminar, de comer incluso de dirigirse alguien. Aquello era mucha información para una persona. Precisamente eso era lo que no tenía tiempo. Los días iban transcurriendo deprisa y pronto tendría que volver a España y enfrentarse con algo que detestaba. Casarse con Marcos Zisis. Pero si podía evitarlo enseñando a Eloísa actuar como ella para que nadie sospechara. Hasta que su paciencia estaba ya rebasando el límite cuando había pasado tres horas desde que quedó con Eloísa y esta no llegaba. Exasperada, fue a información para que le dieran un número de teléfono o la dirección de su casa.
Frustrada, Mariola llegó al barrio donde vivía Eloísa. Con repulsión de ver aquel barrio y sus gentes pobres, Mariola preguntó a un joven que se encontraba sentado en una cafetería tomándose una cerveza.
―Disculpe, estoy buscando a Eloísa Guijarro.
Al escuchar el nombre de su novia en boca de aquella mujer elegante con pintas de ricachona. Armando se levantó sonriendo, esa mujer era la jefa de Eloísa. Esbozo una sonrisa carismática mientras se presentaba.
―Yo soy su novio. Desea algo señorita.
―Había quedado con ella y no se ha presentado. Y a mí no me gusta la gente informal.―La cólera brotaba por cada poro de la piel de una mujer que está acostumbrada a que la obedezcan inmediatamente cumpliendo con sus deseos.
―No se preocupe, mi novia es una mujer seria y consecuente con lo que hace. Pero si en algo le puedo ayudar.
―Sí, dígale que vaya al hotel a verme o se va arrepentir de haberme desobedecido.
―De acuerdo mi novia estará a las ocho en el hotel y yo mismo la acompañaré para que vea que somos personas de palabra.
Sin querer seguir perdiendo su tiempo, Mariola se fue directa hacia su coche rabiosa porque aquella estúpida camarera echara sus planes a perder.
Pero si algo tenía claro Mariola Urtizo, era que siempre se salía con la suya. Al precio que sea, sin importarle cuál sería el castigo que le impondría a Eloísa si no se presentara esa misma noche.
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