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Capitulo 21

Aquel rostro lleno de preocupación conmovió a Eloísa al mismo tiempo que miraba al cielo agradeciendo que Zacarías la hubiera encontrado.

—Zacarías gracias.—Su voz sonaba en un susurro, sentía como su mundo fuera pequeño, puesto que verse en esa situación tirada en mitad de la nada. Tan solo le quedaba romper a llorar esperando el milagro que alguien le ayudase.

—Eloísa apóyate en mí, te llevaré a mi casa, allí te curaré. —Sus ojos oscuros mostraban tristeza y preocupación. Apenas sin decir nada, Zacarías agarró a Eloísa comenzando a caminar hasta su casa.

Sin ella no era nada, estaba perdido, desolado y preocupado porque aún no había encontrado a Eloísa. Marcos veía como otro día pasaba y las luces del alba le anunciaban que había pasado otro día y Eloísa no estaba junto a él.

Su cuerpo pedía a gritos un descanso, sin embargo a pesar de los consejos de los trabajadores de que se tomase un descanso él no quería. Estaba allí para buscarla, para poder mirarla a sus ojos y pensar que todo ya había terminado.

Sin embargo la presencia de Miguel, hizo que todas las fibras de odio que había dentro de Marcos se despertasen.

—Qué le has hecho.—Marcos se acercó hasta Miguel con la intención de plantarle cara.

—Tranquilo Marcos, ella está donde debe estar. Y tú maldito desgraciado te vas a casar con Mariola, con mi nieta.

Marcos intentaba contenerse de golpearle a Miguel y decirle en su cara que Eloísa era su nieta. Pero ver como Marta lo miraba con tristeza hizo que se contuviese a la hora de decirle cuatro cosas. Como si se tratase de un cobarde, Marcos se marchó junto a Marta y otros trabajadores quedándose con las ganas de asestarle un par de puñetazos a Miguel.

Enfadado, Marcos pegó varias patadas al aire, como si eso lo fuese a tranquilizar.

—Gracias Marcos por no discutir con mi hermano.

—Te juro Marta, que si tú no estuvieras por medio, Miguel ahora mismo me estaría diciendo donde está Eloísa. Maldito desgraciado, te juro que si le ha hecho algo no respondo de mí.

—Marcos lo lamento tanto. Toda la culpa la tengo yo, siento mi corazón sin consuelo y todo por callar lo inevitable.

—Marta no te culpes. Tú hermano está lleno de odio, tú piensa que obraste bien, pusiste a salvo a Eloísa y Lorena.

Marta empezó de nuevo a llorar en el hombro de Marcos. Durante las últimas horas solo podía llorar, como si sus lágrimas pudiesen limpiar de alguna manera la culpa que lleva arrastrando por tantos años por guardar silencio dejando que poco a poco su conciencia se vaya deshaciendo como un trozo de hielo.

Al llegar a su casa, Zacarías pasó con Eloísa que se encontraba agotada y con mucho dolor por algunas partes de su cuerpo. Con la ayuda de Puri, Zacarías acostó a Eloísa para seguidamente Puri  comenzase a curar las heridas de Eloísa. A pesar de encontrarse con su ceño fruncido y algo enojada por tener que atender a esa muchacha, Puri le curaba sus heridas refunfuñando por lo bajito.

—Puri te agradezco mucho lo que estás haciendo por mí, pero debo decirte que yo no soy Mariola. Me llamo Eloísa, por favor no me trates mal.

—E-lo-í-sa. —Balbuceó Puri sin salir de su asombro al escuchar el nombre.

—Sí, igual que mi madre. Y pienso que yo...Aunque no estoy segura... Quizás Zacarías sea mi abuelo.

—Dios te oiga. ¿Pero chiquilla quién te ha lastimado de esta manera?

—Miguel Urtizo, él se piensa que soy una mujerzuela y me ha golpeado para que me mantenga lejos de Marcos, según él, Marcos debe obligatoriamente casarse con Mariola.

—Ese hombre es un monstruo. Ya no sé qué pensar de verdad. No solo nos ha vulnerado, ofendido y humillado durante muchos años a mi familia. Si no que también a ti. Pero como que tú...No comprendo exactamente, si tú supuestamente eres la hija de Raúl porque Miguel quiere mantenerte lejos de Marcos.

—Pienso que se habrá dado cuenta que nos queremos y él solo mira por sus intereses, pienso que le da igual lo que Mariola sienta. En cierto modo siento pena por ella, tener que verse obligada a casarse con alguien que ni si quiera ama, y todo por obligación. Como si fuera un juguete que no tiene sentimientos.

—Miguel Urtizo es así, se piensa que porque tiene dinero y hace sentir el miedo a las personas que no tienen recursos y dependen del trabajo de la finca se cree un dios. Y eso le ha llevado a implantar el terror en aquellas personas que no se atreven a desobedecerlo por temor a le hagan algo. De eso se vale él muy cínico.

—Espero que Marcos sepa dónde estoy, estará preocupado.

—Haré lo que pueda para avisar a Marcos de que estás aquí.—Sintiéndose menos resentida, Puri abrazó a Eloísa rondándole unas pequeñas lágrimas al sentir la emoción de poder abrazar a la supuesta hija de Raúl.

Tras darle una pastilla para el dolor y algo de comer, Puri contemplaba a Eloísa como dormía, preguntándose si en verdad fuera la hija de Raúl, como habían sido tan despiadados en ocultar la verdad.

A media noche, en mitad de la oscuridad, Puri caminaba ocultándose entre las sombras caminando hacia la finca. Antes de llegar a la puerta de hierro que divide el campo de la casa, Puri le hizo entrega de una nota a Tomasa, una mujer de confianza que trabaja en la casa.

Seguidamente, Puri marchó de nuevo a su casa de nuevo ocultándose tras la oscuridad para no ser vista.

Antes del aurora, Marcos se había levantado casi sin probar bocado, se fue directo para las caballerizas. Las horas pasaban y su angustia persiste dentro de él, al no tener noticias sobre Eloísa.
Montado en su caballo dispuesto para ir a buscar a Eloísa, una mujer lo llamó.

—Señor Zisis, tome se ha olvidado esto.—Tomasa se acercó hasta Marcos haciéndole entrega del papel que anoche le dejó Puri como encargo. Al abrir el papel, Marcos pudo leer donde estaba Eloísa. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Agradeciéndole el detalle, Marcos salió galopando en su caballo hacia la casa de Zacarías.

Tras haber hablado un rato con Puri y Zacarías, Marcos pasó dentro de la habitación donde se encontraba Eloísa tumbada mirando por una ventana.

—Eloísa —Su voz se quebró nada más verla. Su corazón se rasgaba al tener que presenciar esos golpes en su rostro.
Algo dentro de él le empujaba a salir de aquella habitación e ir en busca de Miguel para ajustar cuentas.
Pero antes debía asegurarse de que Eloísa estaba bien.

—Marcos— Sus ojos se abrieron lentamente a la vez que pronunciaba su nombre. Ver de nuevo a Marcos fue tranquilizador para ella.

Agarrándola de sus manos, acercándoselas despacio a sus labios mirándola fijamente sin perder detalle alguno de cada gesto, cada mirada que provocaba en él un fuego que se esparcía en su interior lanzándose para saborear sus labios acaramelados.

—Te quiero Eloísa.

—Marcos yo... no puedo...yo...

—Eloísa, ¿acaso tú no sientes lo mismo que yo?

Eloísa quería gritarle que lo amaba, aún así tuvo que ser fuerte y aguantar sus lágrimas. Esas gotas que dolían por tener que alejarse de él. Miguel se lo había dejado claro. Su advertencia era bien clara. Si volvía a verla cerca de Marcos, las cosas le podrían ir a peor y Marcos sufría las consecuencias.

—Mírame Eloísa y dime qué no sientes lo mismo que yo.

—No, yo sólo me he hecho pasar por Mariola para que ella se case contigo. —A pesar de intentar hablar con odio, sus ojos decían lo contrario. Marcos rozó sus mejillas bajando por su cuello. Sus labios contradecían su mirada, su pulso y la manera de extremecerse bajo su piel.

—Si es lo que deseas me iré. Pero no te creo ni una palabra. Mientes fatal. —Mirada de pícaro y sonrisa fascinante. Marcos se marchó para dejarla descansar.

Al salir de la habitación, la tensión acumulada se centraba en una persona, Miguel Urtizo. El hombre que se había atrevido agredir a Eloísa y el cual iba a pagar por ello.
Marcos se volvió a montar en su caballo dispuesto a enfrentar a Miguel, le tenía mucho respeto, apego quizás. Pero lo que había hecho era demasiado y debía de pagar por ello. Ya era el.momento que alguien se enfrentase a él.

—Marcos, tranquilízate no puedes enfrentarte tú solo a mi hermano. Mira lo que hizo, quieres salir peor.

—Marta ya está bien que todos temblamos ante tu hermano. A mí no me asusta y pienso ponerlo en su lugar.

Ni las lágrimas, ni las súplicas de Marta consiguieron que Marcos desistiera. Estaba más que dispuesto a encararlo aún sabiendo que podía salir mal parado.

—¿Qué haces tú aquí?— la voz ruda de Miguel retumbaba en las cuatro paredes de la habitación.

—Cómo te has atrevido a ponerle un dedo encima a Eloísa.—Agarrándole por su camisa Marcos le pedía una explicación a Miguel fulminando le mientras su odio seguía creciendo dentro de él.

—Como te atreves a venir hasta mi casa a defender a esa mujerzuela.

—Ten cuidado con tus palabras Miguel.

—No me amenaces Marcos o te podría ir muy mal. Sabes que debes de casarte con Mariola o tú abuela que se encuentra de camino podría sufrir las consecuencias.

—Como puedes ser tan miserable, deja a mi abuela al margen y enfrentate a mí.—El rencor ya estaba sumergible en cada poro de la piel de Marcos, tenía demasiado cerca a Miguel, tanto que una risa sarcástica hizo que Marcos lo soltara al notar un objeto punzante en su vientre.

—Te casarás con mi nieta en dos semanas o esa mujerzuela le podría pasar algo terrible. Y si vuelves amenazarme lo lamentarás.—Victorioso, Miguel se reía viendo la derrota y desesperación en Marcos.

Siguiendo su camino, aturdido y sin saber qué camino tomar, Marcos se dejó caer al suelo como si fuera un trozo de vidrio al cual habían roto en mil pedazos.
Sus fuerzas desaparecieron en el momento que Miguel le advirtió que le haría algo a Eloísa.
¿Cómo se podía enfrentar el solo a Miguel? ¿Qué era lo más conveniente que debía hacer?
Casarse con Mariola para proteger a Eloísa. A caso esa era la mejor solución, renunciar a la mujer que ama para ponerla a salvo.
O llevársela lejos y exponerse al peligro.

Resignado, desesperado y furioso Marcos se pasaba sus manos por su cabello pegando patadas al aire dejando caer gotas de amargura por tener que ir en contra de su voluntad y no poder hacer nada para combatir al culpable de sus desgracias.








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