
Capítulo 2
Era de madrugada cuando Eloísa llegó a su casa. Se quitó los zapatos para no hacer ruido y despertar a su madre. Seguidamente se dirigió hacia su habitación que compartía con su hermana. Ésta al escucharla, se incorporó en la cama restregándose los ojos.
―Eloísa, gracias a Dios que ya llegaste. Nos tenías preocupadas.
―Uff, Lorena, lo que pasa que hoy he tenido mucho trabajo, además uno de los cocineros se ha cortado y no me ha quedado de otra que sustituirle en la cocina. Estoy agotada hermanita, menos mal que mañana libro.
―Vaya, que mala suerte. Mamá estaba preocupada por ti, le he dicho que habías llamado avisando. La próxima hazlo por favor.
―Lo haré. Y...¿Armando ha llamado?
―No. Eloísa, por favor, deja a ese hombre no te conviene.
―Lorena no empieces. Pensaba que tú me apoyas, además dentro de poco va ser nuestro cumpleaños y me ha dicho que me dará una sorpresa. Sabes, pienso que me va pedir en matrimonio.
Lorena volvió a tumbarse en la cama, mientras escuchaba parlotear a su hermana sobre su novio. Ella intentaba comprenderla, quería poder decirle que una vez lo vio besando a otra mujer. Pero sabía el carácter que se gastaba su hermana y menos llegaría a creerla. De modo que no le quedó de otra y callárselo. Pero ahora, que las cosas iban a más, debía decirle la verdad.
―Eloísa, tengo que decirte que Armando no te conviene. El...yo...bueno lo vi besando a otra mujer.―Abochornada, Lorena por fin se lo había contado. Se tapó con el edredón esperando la reacción de su hermana.
―Mientes Lorena, porque todo el mundo me quiere hacer creer que Armando no me conviene. Él se porta bien conmigo, me respeta, me demuestra lo mucho que me quiere y me consiente en todo. Por favor Lorena, no me vengas con esas. No inventes cosas en contra de él cuando te ha ayudado cuando le ha sido posible.
Lorena siguió escondida debajo de edredón. No se atrevía ni a mirar a su hermana a la cara. Ella no le había mentido, pero su hermana no la creía, estaba tan ciega por ese sinvergüenza que no se daba cuenta del daño que le estaba causando. Y eso a ella le había escocido, tanto que no lo pudo soportar empezando a sollozar en silencio.
Dando la conversación por finalizada, Eloísa se durmió o por lo menos eso intentaba. Las palabras de su hermana le habían hecho de qué pensar y más dudar sobre su novio. ¿Sería verdad que Armando tuviera otra mujer?
En el hotel, Emilio seguía pensando en aquella camarera. A pesar de haberse quedado satisfecho haciendo el amor con Mariola, él quería pasar más tiempo con ella. Necesitaba poder convencerla y demostrarle lo que siente hacia ella. Sabía que su tiempo se agotaba, que habían viajado para estar allí como mucho un par de semanas. Pero para él, era poco. Necesitaba más tiempo.
―En qué piensas Emilio. Te veo muy serio.
―Mariola, tú no quieres volver tan pronto a tu casa y menos casarte con Marcos.
―Es lo que menos me apetece. Pero no puedo llevarle la contraria a mi abuelo. De hecho no me atrevo. Sé que algún día heredaré toda su fortuna, no tiene más nietas más que a mí, y por ello debo asegurarme que me lo dejará todo. Mi abuelo es de ideas, y en un momento dado puede cambiar el testamento. Y eso no me va gustar. Necesito la fortuna de mi abuelo, y a él unir las dos fortunas. La de los Zisis y la de los Urtizo. Cosas de viejos pero bueno.
―Ya, el interés de los capitales. Ya me lo sé de memoria. Pero y si te dijera que podíamos quedarnos un tiempo más. Esta noche me ha parecido ver una camarera que se parecía ti. Tienes que verla Mariola, verás su parecido físico es similar al tuyo.
―Deja de decir tonterías Emilio. Dentro de unos días nos iremos y todo volverá a ser como antes. Lo único que va cambiar, es que dejaremos de ser amantes. Así que aprovecha estos momentos antes de tener que despedirnos.
Emilio quedándose inmóvil por las palabras tan ciertas que le había dicho Mariola, pensó en la manera de poder quedarse más tiempo junto a ella. La amaba desde el primer día que la vio en la ópera. Su elegancia, su belleza, su descarez lo deslumbró. Para ella, solo lo que viven es un pasatiempo, una vía de escape ante sus problemas. Sin embargo para él, es estar con la mujer que ama. La quería, pero en silencio. De hecho tenía que de conformarse con pasar algunas noches de pasión a escondidas disfrutando de su compañía donde nadie los viera. Aquello era demasiado hiriente para Emilio, por ello debía pensar en una solución antes de separarse de Mariola y renunciar a la mujer que ama para que ésta se case con un hombre al cual ni siquiera ama.
Aquella mañana Eloísa se preparaba para acudir a la cita con su novio. Con la ayuda de su hermana se había puesto un vestido malva, se había hecho una trenza, se dio un poco de maquillaje. Quería estar preciosa ante los ojos de Armando. Su rostro estaba radiante, feliz por poder aprovechar el tiempo junto Armando el hombre que quiere.
Tras despedirse de Lorena y Esme, Eloísa se marchó hacia una pequeña plazoleta donde quedaba con su novio.
Había pasado cerca de una hora desde que habían quedado, y Armando no se presentó. Eloísa comenzó a preocuparse. ¿Y si le hubiera ocurrido algo malo?
Apurada, comenzó a caminar buscando una cabina telefónica. Pero para su mala suerte se tropezó con un hombre tirándole su bolsa al suelo.
―Lo...siento señor...discúlpeme...―tartamudeaba abochornada Eloísa intentando disculparse ante ese hombre que la miraba intrigado.
―No se preocupe señorita, ha sido un accidente. Yo también tengo parte de culpa, iba distraído mirando mi móvil.―Los ojos claros de Emilio miraban con atención cada rasgo de Eloísa. Su cabello era castaño, sus ojos eran claros, su piel blanca, casi de la misma altura...Sin duda aquella mujer podría ser la doble de Mariola. Su parecido físico era formidable.
Ante la atenta mirada imponente de aquel hombre tan atractivo, Eloísa algo nerviosa intentaba salir huyendo. Si no hubiera sido por la rapidez de él al agarrarla de su muñeca, hubiera salido victoriosa.
―Dígame señorita, en qué puedo ayudarla. ―Aquella mujer le había venido como caída del cielo y por nada del mundo iba a dejarla ir.
―Yo...resulta que iba apresurada porque había quedado con mi novio pero ya han pasado más de una hora y no llega. Iba buscando una cabina telefónica para poderlo llamar.
―¿No dispone de móvil?―Le interrogó Emilio algo extrañado porque en los tiempos que corren una persona no tuviera móvil.
―No, señor. No dispongo de móvil. Y ahora si me disculpa.―Emilio aún tenía mantenida su mano puesta en la muñeca de ella, algo que por alguna extraña razón empezó a ponerla nerviosa.
―Tome, puede utilizar mi móvil. Llame a su novio. No hay problema.―Muy cortés, Emilio le hizo entrega de su móvil. A lo primero Eloísa desconfiaba de aquel hombre tan misterioso y amable a la vez. Ante su insistencia, ella lo agarró marcando el número de su novio.
Tras varios intentos, Armando no le respondió al móvil en su lugar lo hizo una voz femenina. Al escuchar aquella voz, Eloísa empezó a enfadarse, sin importarle que estuviera en la calle delante de un hombre atractivo y caballeroso empezó a gritar, preguntando quién era esa mujer que había respondido al móvil de su novio. Sin respuesta, la llamada finalizó. De nuevo volvió a marcar más furiosa aún, pero sus intentos fueron fallidos. El móvil estaba apagado. Sintiéndose como una fracasa, Eloísa le devolvió el móvil aquel hombre que no dejaba de observarla con gesto de preocupación.
―Señorita, se encuentra bien. La veo poco pálida. Venga siéntese, ahora mismo le traigo agua.
Emilio se marchó hacia una tienda para comprarle agua a Eloísa. Mientras tanto, ella intentaba aguantar las lágrimas. El mismo enfado no le había hecho pensar en las palabras que le había dicho su hermana.
<<Ese hombre te engaña>> Sujetando su cabeza entre sus manos, Eloísa se maldecía por haber sido tan estúpida. Armando había jugado con ella, quería buscar una razón para que su corazón no siguiera lastimado.
―Tome señorita. ―Emilio le hizo entrega de la botella de agua. No podía dejar de mirarla, contra la más miraba más se le parecía a Mariola. El corazón de él, comenzó a latir con intensidad. Debía convencer a Mariola que tenía un doble. Una mujer que se le parecía físicamente. Esa mujer que se estaba martirizando hablando pestes de su novio, le podría hacer un gran favor.
―Me llamo Emilio Linar. Mucho gusto.―Emilio le extendió su mano a Eloísa, quería ser amable y a la vez hacerse amigo de ella. Debía ser cauteloso si quería que sus planes salieran bien. Esa mujer que se presentaba como Eloísa Guijarro, sería la que le haría el favor de que pudiese pasar más tiempo junto a Mariola.
Al rato, Emilio se despidió de Eloísa. Ésta algo más respuesta, se marchó hacia su casa.
El día era caluroso, por ello Mariola había decidido tumbarse en una hamaca junto a la piscina del hotel. Quería tomar el sol y pensar en como cambiaría su vida cuando volviese de nuevo a su casa y tenerse que enfrentar a la familia Zisis y ese matrimonio que tanto desea su abuelo que se celebre.
―Hola mi amor, como éstas.―Con una magnífica sonrisa, Emilio se agachó para besar a Mariola. Ella algo desconcertada poniéndose la mano en su frente para verlo mejor, le preguntó cual era el motivo de su felicidad.
―Te acuerdas que te comenté que vi el otro día una chica que se parecía a ti.
―Aún sigues con esas. Déjalo Emilio.
―Te equivocas preciosa. Hoy la he conocido por causolidad, y afirmo que no es tan bella como tú, pero si os parecéis bastante.
―Ve al grano Emilio.
―Esa chica, puede ayudarnos de alguna manera.
―Ja,ja,ja. Deja de decir bobadas. Como una muerta de hambre nos va ayudar.
―Esa muerta de hambre puede hacer que tú y yo pasemos más tiempo juntos antes de que te cases con Zisis.
― ¿Qué estás diciendo Emilio?―Intrigada, Mariola se incorpora en la tumbona quitándose sus gafas de sol para poder prestar más atención a las palabras de su amante.
―Mañana te la voy a presentar, tú misma vas a juzgar y veras como esa infeliz puede ocupar tú puesto mientras que nosotros disfrutamos unos días más en estos lugares tan bonitos y éxoticos. O podemos viajar...
Con una sonrisa de medio lado, Mariola miró al frente pensando en lo que Emilio le había propuesto. Si de verdad existía una chica que se parecía a ella, porque no utilizarla para que la usurpe durante unos meses antes de casarse con Marcos Zisis mientras ella viajaría junto a Emilio. Aquella barbaridad no le parecía mala idea. Dándole un beso a su amante agarró una copa de Martini y ambos brindaron porque sus planes le salieran bien.
Sentada abrazada a sí misma, estaba Eloísa mirando el cielo cubierto de estrellas. Siempre le ha gustado mirar al cielo y más cuando hay miles de estrellas que se encargan de cumplir sus sueños. Pero en esos momentos, sus sueños estaban rotos. Su novio, el hombre al que quiere está jugando con ella. La engaña, y ella no puede hacer otra cosa que llorar a la vez que miraba hacia ese cielo lleno de estrellas buscando en alguna de ellas que le conceda un deseo. Poder encontrar un hombre que la quiera de verdad sin engaños.
A la mañana siguiente, mientras se cambiaba en el vestuario para comenzar su turno. Mireia intentaba animar a su amiga. Sabía que Eloísa tenía un carácter fuerte, era luchadora y no se dejaba de humillar por nadie. Salvo por su novio. Un hombre que se burla de ella, jugando con su amor para conseguir sus propios beneficios.
―Venga Elo, anímate mujer. No quiero verte con esa cara. Mira tus ojos como están de achicopalados. Por favor amiga, ya no quiero que llores más por un hombre que no merece la pena.
―Lo sé Mireia. Pero es tan difícil arrancar un amor del corazón. Pero verás cuando lo tenga delante de mí. Le voy a decir cuatro cosas bien dichas. Armando me va a escuchar, este desgraciado ya no se va burlar más.
―Así se habla amiga. Ahora tenemos trabajo. Te veo después. Suerte y ánimo.
Mireia se despidió de Eloísa. Minutos después Eloísa vestida con su uniforme de camarera comenzó a servir el desayuno.
Mientras Eloísa hacía su trabajo, dos pares de ojos observaban cada movimiento que ella hacía. De pronto Emilio levantó su mano en señal que fuera atenderlos.
Una vez que Eloísa y Mariola estuvieron frente a frente, Emilio tuvo que reprimir una sonrisa. El parecido de aquella muchacha era aun mayor teniéndola enfrente de Mariola. Ésta sin ningún pudor, comenzó a observarla de arriba abajo con desdén. Haciendo un mohín de descortesía, Mariola le pidió que le trajera su desayuno.
―Ves, te lo dije mi amor. Esta muerta de hambre puede hacernos el favor de hacerse pasar por ti ante los Zisis. Y mientras, nosotros disfrutaremos de nuestra pasión. ¿Qué dices?
Mariola se quedó pensativa durante un rato. Aquella camarera se parecía a ella, aunque no tenía el mismo color de cabello, ni la elegancia de ella podía hacerla pasar por ella ante los ojos de la familia Zisis y en especial de Marcos. Ambos no se llevaban bien, pero según había dicho su abuelo debía casarse con él. Pero mientras que ese enlace llegara, ella podía disfrutar junto a su amante antes de convertirse en la señora Zisis. Ahora solo quedaba pensar en la manera de hacer que aquella camera usurpara su lugar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro