
Capítulo 16
Una vez que terminó de arreglarse con la ayuda de Nadine, Lorena agradeciéndole el detalle de haberla ayudado, se despidió de ella nada más escuchar el timbre de la puerta.
—Hola Lorena, estás muy guapa.—Le dijo Raúl besándole sus mejillas ofreciéndole su brazo para ir a cenar donde la esperaría Mariola.
Al girar su cabeza, Lorena sintió un breve pinchazo en su corazón al ver como a Nadine comenzaba a humedecerse sus ojos. De pronto se le ocurrió la idea de darle una sorpresa. Cenar con Raúl, una velada romántica. Lorena esbozó una sonrisa mientras se despedía de su amiga marchándose junto a Raúl.
Al llegar al restaurante donde había quedado en verse, Lorena rodeó el brazo de Raúl aplacando de algún modo su estado de inquietud. Al sentir el brazo de éste, Lorena notó de pronto una calma envuelta en cariño. Como si hubiera un vínculo entre ella y Raúl. Por muy extraño que pareciera, Raúl le aportaba una tranquilad y una especie de conexión que lentamente se iba volviendo en aprecio.
—Gracias Lorena por este detalle. Jamás lo voy a olvidar. Poder ver a mi hija para mí me llena de dicha.
—No me las des, espero que algún día ella sepa quién eres.
—Eso espero, que se me pueda conceder ese deseo.
Lorena asintió viendo en el rostro de aquel hombre como su mirada se iba lentamente iluminado esbozando una pequeña sonrisa. Conmovida Lorena miró hacia la mesa donde se encontraban Emilio y Mariola sentados.
Sentados los cuatro en la mesa, los ojos de Mariola escaneaban con detenimiento aquel hombre que se encontraba enfrente suyo y la manera tan peculiar de mirarla.
A continuación Lorena hizo las presentaciones. Mariola al escuchar el apellido Asbal, notó que su piel se helase. Aquel hombre tenía algo que ver con Zacarías. El hombre que desprecia su abuelo y al cual ella odia. Apretando los puños Mariola miró desafió a Raúl.
— ¿Albal? Repitió lentamente Mariola mascullando sus palabras llenas de odio.
—Así es, señorita Urtizo. Me llamo Raúl Asbal.
—¿Y qué es lo que tiene que ver con Zacarías?—Las palabras dichas con rencor retumbaron en la cabeza de Raúl. ¿Tanto odio le ha sembrado Miguel Urtizo para que ella aborrezca de esa manera a su padre y lo que es peor, lo condene a él?
—Si así fuera, qué más da. Yo he venido acompañando a la señorita Lorena, no he venido a contarle mi vida.
Lorena movía la cabeza observando a Raúl y Mariola con sus miradas mostraban la llama del odio, en vez de la del amor.
Si ella supiera la verdad. ¿Qué le haría? Horroriza Lorena tomó un sorbo de agua comenzando hablar, de algún modo quería evitar una destrucción por parte de estas dos personas que deben de quererse.
En silencio, Raúl se sirvió un poco de vino algo frustrado con Mariola, con áu propia hija. La hija que nunca vio crecer y que su abuelo se ha encargado de sembrarle el odio en su corazón. De pronto, Raúl se quedó mirando a Lorena y a Mariola. Anteriormente había creído que Lorena se parecía a su hija. Pero ahora, ahí sentado mirando la carta del menú, una enfrente de la otra podía apreciar el gran parecido físico. Lorena y Mariola se parecían físicamente demasiado como si fueran mellizas.
—Bueno Lorena que tal tú trabajo, me imagino que sabrás que pronto volveré y tú hermana debe de irse. Estará advertida que el chollo se le está acabando.
—Deja de ser tan cínica Mariola. Demasiado sabes que forzaste a Eloísa para que te suplantase. —Sin pensar en lo que estaba diciendo puesto que le llevaban los demonios de escuchar hablar a Mariola tan perversamente de su hermana no se percató de que Raúl tosió al escuchar el nombre de Eloísa. Dándole palmadas en la espalda Raúl se disculpó para ir al baño.
Dentro del servicio de caballeros Raúl se lavaba la cara repetidas veces, aún podía escuchar el latido de corazón latir con tanta fuerza. Esa noche estaba llena de demasiadas emociones. Primero ver a su hija después de tanto tiempo y ahora descubrir que la gemela de Lorena se llama Eloísa. Aquello era demasiado surrealista. Eloísa solo tuvo una hija. Pero... ¿entonces porque Lorena se parece bastante a Mariola?
—Se encuentra bien doctor Asbal.
—Sí, algo mejor. Gracias Emilio.
—Lo veo un poco pálido, quiere que llame a Lorena, ella sabrá como atenderlo.
— ¿Qué estás insinuando desgraciado?—Raúl irritado por el comentario de Emilio lo agarró de las solapas de su chaqueta atravesándole con su mirada en llamas.
—Hey, no hace falta que se ponga así, yo solo quería decirle que me importa un comino lo que tenga con Lorena, aunque mirándolo desde afuera pareciera que es su hija. Pero oiga, allá tú.
—Métete en tus asuntos. —Sin bajarle el enfado, Raúl soltó a Emilio dando por terminada la conversación.
Al llegar a la mesa, Lorena mantenía una acalorada discusión con Mariola. Evitando males mayores, Raúl agarró a Lorena sacándola del restaurante.
El tiempo que duró el trayecto hacia la casa de Lorena, Raúl permaneció en silencio, dejando como el odio que siente hacia Miguel Urtizo fluyera cada vez más. Al llegar a casa de Lorena ésta tímidamente le invitó a pasar.
—Gracias Lorena, otro día.
—Raúl, pasa necesitas hablar, no me gusta verte así.
Por unos instantes Raúl dudó si pasar o no, al final pasó dentro de la casa de Lorena. En ella vio una casa muy ordenada, un salón adornado con los muebles necesarios. Una foto llamó la atención de Raúl. Mientras que Lorena preparaba unos cafés, tomó asiento masajeándose sus sienes, estaba tan irascible que ningún medicamento podía aliviarlo. Ver de nuevo a su hija después de tantos años, le había alegrado el corazón. Había sido como un sueño lleno de amor, sin embargo la realidad era muy distinta. Todo en Mariola estaba lleno de rencor, antipatía y enemistad. Y nadie masque Miguel Urtizo tiene la culpa de haber hecho en su hija el monstruo que es.
—Tome Raúl, espero que este café le calme un poco. Siento de verdad lo sucedido en el restaurante. Pero esa mujer es muy perversa, siento decirle esto, pero no puedo hablar de ella bien.
—¿Y porque no puedes, acaso la conoces?
—Más o menos. Ella...bueno...Ella diríamos que se chocó con mi hermana y la obligó a que la suplantase en su casa haciéndose pasar por ella, mejor dicho obligándola, hasta llegó a acusarla de robo y todo porque ella quería divirtirse con su amante.
—¿Pero tú hermana se parece más aún a Mariola?
—Ah sí, Eloísa es mi gemela.—Al escuchar de nuevo el nombre de Eloísa, Raúl noto como una bola de fuego se espacia por pecho. De pronto se sentía perdido hasta que sus ojos marrones se clavaron en la foto pudiendo reconocer a Esme. Aturdido, notando como sus pulsaciones iban velozmente recorriendo su organismo, agarró la foto para mirarla con detenimiento. Sin duda, a pesar de pasar algunos años, aquella mujer que sonreía con dos muchachas jóvenes abrazadas, era Esme.
— ¿Quién son?—Sin poder más con ese sentimiento de duda naciendo de lo más profundo de ser, Raúl preguntó. Efectivamente se trataba de Esme, aquella mujer que cuidó siempre de Eloísa, su amada. ¿Pero qué hacía ella criando dos gemelas?
En ese momento en el alma de Raúl nacían preguntas sin respuestas llenas de esperanza. El amor de un padre no se podía terminar ahí, durante años se había sentido un perdedor, y ahora su mayor sueño era descubrir si aquellas dos mujeres eran sus hijas. Necesitaba saberlo, era un sueño lleno de amor, de amor de un padre ansiado saber el motivo por el cual le habían engañado.
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