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Capítulo 11

En cuanto Eloísa se marchó, Marcos se quedó hablando con Nuria disculpándose por el comportamiento de Mariola. Más tarde salió para visitar un cliente, de pronto se reparó mirando hacia el banco donde se encontraba sentada Mariola; ¿Llorando? ¿Desde cuándo Mariola se arrepentía por sus actos?

Indeciso Marcos caminó hacia ella, conforme se acercaba a ella más perplejo se quedaba. ¿Cómo era posible que Mariola estuviese triste?

Sin poder salir de su asombro con algo de inquietud se puso de cuclillas rozando sus manos. Mirándola fijamente Marcos notó un leve cosquilleo en su interior. ¿En verdad aquella mujer era la misma que conoce desde hace años? Obligándola a que lo mirase, Marcos le agarró con su pulgar su mentón. Aquellos ojos azules eran exactamente del mismo color pero no tenían la misma percepción. Fijando sus ojos esmeraldas en dos luceros añiles Marcos la miraba detenidamente y por alguna extraña razón se sentía embriado.

—Mariola, lo siento mucho si te he lastimado. No era mi intención, pero me ha molestado tanto tu actitud. Nunca antes te he visto así y esos modales tan ignominiosos no es habitual en ti.

De pronto Eloísa sentía que su corazón se paraba por décimas de segundos, si la aturdía estar tan cerca de él ahora se encontraba alteraba por ser descubierta por Marcos. Su piel comenzó a volverse en un tono más pálido. Debía de actuar rápido para que él no se diera cuenta que en realidad ella no es Mariola.

—Alguna vez una persona tiene derecho a sentirse celosa. —Se defendió Eloísa evitando mirar aquellos ojos esmeralda que tanto la atontaba.

— ¿Acaso me estás diciendo que te has puesto celosa por Nuria?— Indagando curiosamente Marcos comenzaba a sospechar sobre Eloísa, a pesar de  su confusión por su físico, lo desconcertaban de algún modo. Con una sonrisa afable, Marcos la atrajo hacia él abrazándola delicadamente. Apoyando su cabeza en el hueco de su cuello Eloísa cerró sus ojos, aquel gesto tan bondadoso había sido para ella como algo más. Anteriormente con Armando nunca antes había sentido esa sensación de nostalgia a la vez que un escalofrío recorría su espina dorsal atrapando en su estómago mil mariposas revoloteando. ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Acaso estaba perdiendo la cordura sintiéndose cada vez más cautiva por un hombre que para ella está prohíbido? Como si le hubieran quemado, Eloísa se apartó de Marcos levantándose del banco dándole la espalda, evitando que vea lo trastornada que se encontraba en esos momentos. Sin embargo Marcos se acercó a ella rodeándole su cintura para depositar unos pequeños besos en su cuello. Si Marcos pretendía que Eloísa quedase prendada de él lo estaba consiguiendo, por ello le dejó hacer hasta que éste se retiró volteándola muy despacio con la intención de probar esos labios que tanto adora.
Torpemente sus labios se chocaron, entre tanto, el pecho de ella se elevaba dinámicamente, notar la húmeda lengua de él rozando sus labios para después transformase en un contacto salvaje lleno de mimo y ternura. Pausadamente ambos se degustaban, el vello de ella se le erizaba al sentir las manos de él apoyadas en su espalda, notando el fuego de su interior comenzar arder. Apoyada en los hombros de él, Eloísa prolongaba aquel beso. Quería que el tiempo se parase, verse en los brazos de él fue algo inexplicable. Su corazón loco daba saltos de alegría, su cuerpo ardía y el deseo acrecentaba a cada minuto que permanecía en ese estado de embriaguez.

—Creo que lo mejor es que nos vayamos, dentro de una hora tengo una reunión. —Torpemente Marcos habló bajando sus manos ambos lados de su cuerpo. ¿Qué había pasado para haberse dejado llevar de esa forma tan arrebatadora?

Marcos se despidió de Mariola quedando en verse mañana. Eloísa asintió con la cabeza viendo cómo se marchaba Marcos. Con una idiota sonrisa, puso sus dedos en sus labios fanatizada notando como su corazón palpitaba a un ritmo descontrolado. Sin duda, aquello que sentía hacia Marcos era una locura, y lo peor de todo era que debía guardar silencio. De qué serviría decirle lo que siente cuando dentro de unos días llegaría la verdadera Mariola y todo ese sueño desaparecerá al igual que unos polvos mágicos cuando los lanzas al aire. Los ves y al minuto se han fugado . Debía no pensar en él y permanecer alegre, pero Marcos le hacía sentir extraños sentimientos que jamás antes hubo sentido ni siquiera con Armando. ¿Eso es a lo que llaman amor?

Moviendo su cabeza ambos lados repitiéndose a sí misma que todo aquello era patético. ¿Cómo podía dejarse seducir por un hombre que apenas conoce?
A continuación Eloísa llamó a Marta quedando con ella en verse más tarde para comer juntas.

Horas después tras haber dado por finalizado la reunión. Elian y Marcos se hallaban reunidos en la oficina ultimando los detalles del comprador para finar el contrato mañana mismo.

—Marcos, te noto un poco pensativo, ¿te ocurre algo?

—Eh..no...estoy bien.—Afirmó recomponiéndose en su silla. Desde que había besado a Mariola algo dentro de sí mismo había comenzado a fluir. Por su mente no dejaba de pensar en Mariola, y en sus labios aun podía conservar su sabor.

—¿Has hablado con Mariola?—Volvió a preguntarle Elian para encontrar la razón sobre el por qué se encontraba así su primo.

—Sí. Pero...

—¿Pero? Estoy seguro que habrá puesto el grito en el cielo cuando le hayas dicho que no quieres casarte con ella. Como si la viera venir, dramatizando como es habitual en ella.

—Elian, no encuentro sentido a lo que me ocurre con Mariola. Desde que vino de su viaje no es la misma. Hace cosas que anteriormente no hacía. Es como si no fuera ella, pero la veo a ella. ¿Me explico?

—Como un libro abierto. Pues no. ¿Qué me quieres decir que te han cambiado a Mariola? —Elian comenzó a reír.

—No te reías que esto es muy serio. Elian te aseguro que Mariola es otra.

—No me digas que ahora va resultar que va tener una hermana gemela y se va repetir la misma historia. ¡¡Buah!! Ya me imagino a la abuela echando pestes por su dentadura.

— ¿Qué dices, tarado? Mariola es hija única. Además sus padres murieron hace años. No sé Elian, pero hay algo que me deslumbra de ella y al mismo tiempo  me confunde.

—Querido primo tienes un cacao mental que no te aclaras. Pero como soy buen primo, te propongo que la lleves a cenar mañana a mi casa ya que voy a dar una cena para los amigos.  Estoy deseoso de ver a esa Mariola que me estás describiendo.

—De acuerdo mañana te la presento.—Elián le dio un golpe en el hombro a Marcos continuando con su trabajo.

ARGENTINA:

Puedo ser un pecado estar ejerciendo de amante. Pero eso no le importaba en absoluto a Emilio. Cada minuto que estaba junto a Mariola era como si le hubieran cambiado la vida. Nunca antes hubiera imaginado que el tiempo se pudiese detener cuando estas con la persona que más amas. Llevaban días visitando varias ciudades de Argentina. ( Rosario, Córdoba, Mar de plata, Santa Fe...)  Aquella noche se hospedaban en el hotel de "Naíndo Park", La Rioja.
Desde una de las ventanas de la suite, Emilio pensaba como había cambiado su vida. Nunca había buscado el amor y sin embargo allí se encontraba viajando de una ciudad a otra haciendo turismo, bañándose en la playa y en las piscinas de los hoteles...pero sobre todo disfrutando cada minuto del amor con ella. ¿Qué más podía pedir a la vida? El único deseo que tenía era poder casarse con Mariola para no perderla.
Cada día sueña con ella, sin su cariño no hubiera sabido lo que es querer con tanta intensidad a otra persona. Sin embargo llegaría ese día oscuro en el cual debería entregar cada momento que ha pasado junto a ella a otro hombre.

En el momento que Mariola salió del baño, como siempre luciendo un hermoso vestido confeccionado por el mejor diseñador ajustado a sus curvas se aproximó a Emilio, risueña le susurró al oído que esa noche tenía ganas de divertirse.

Emilio como si fuera un genio de la lámpara le entregó su brazo obedeciendo a Mariola en todo lo que ella proponía.

Inmediatamente que acabaron de cenar, Mariola y Emilio se fueron hacia una un pub para terminar la velada. Lo que había comenzado una velada llena de magia, acabaría en desastre.

Allí se encontraba Mariola en mitad de la pista moviendo sus caderas con movimientos sensuales con la intención de atraer las miradas de los hombres que la devoraban con los ojos. El más atrevido se acercó a ella bailando muy pegados. Demasiado pegados para el gusto de Emilio que se encontraba apoyado en la barra bebiendo un whisky sin quitar la vista de encima de Mariola. Su desfachatez a la hora de coquetear con otros hombres lo estaba sacando de sus casillas. Irritado se dirigió hacia donde estaba ella agarrada del cuello de aquel desconocido con la intención de sacarla de aquel lugar.

—Mariola ¡¡basta ya!! Ahora mismo nos vamos para el hotel.—La ira se reflejaba en los ojos claros de Emilio que no dejaban de mirarla mientras ella se resistía a irse con él. Lo que llevó que el hombre con el cual bailaba se encarase con Emilio y estos acabasen en una pelea.

¡¡Maldito corazón y maldigo a Mariola!!—Gritaba Emilio disgustado por lo que había sucedido. ¿Qué le estaba pasando, para no poder olvidar a Mariola? ¿Por qué se empeña en seguir amándola cuando era más que evidente que para ella solo era su amante? Aquello era demasiado duro para él. Un nudo se agolpa en su garganta pensando en si lo más correcto era poner punto y final aquella aventura. Sin embargo su corazón se empeñaba en amarla.

—Emilio...—Susurró Mariola entrando en la habitación.

—Qué quieres Mariola. ¿A qué has venido? A sentir pena por este tonto que te quiere y se comporta como un energúmeno.

—Emilio no seas tan duro contigo mismo. Solo quería divertirme.

—Acaso no te he dejado que te diviertas. O es que tenías que acabar en la cama con ese hombre que era más que evidente sus intenciones.

—No te voy a consentir que me hables así. Ya soy mayorcita para saber lo que hago. Si te ha molestado verme en brazos de otro hombre ese es tú problema no el mío.

—Mariola. ¿Qué es lo que sientes por mí? ¿Qué soy yo para ti?

Un silencio se formó en la habitación. Unos ojos claros se clavaron en ella intentando averiguar a través de ellos lo que tanto se calla. Sin obtener respuesta, Emilio volvió a insistir.

—Dime que sientes lo mismo que yo Mariola, dime que juntos vamos a luchar por lo que sentimos. Si no es así...

—No podemos hacer nada Emilio por cambiar el rumbo de nuestro destino. Esto es lo que hay, y así debemos afrontarlo.

Aquellas palabras fueron como dagas clavándose en el fondo de su corazón y las removieran para que doliese aun más. Fijando sus ojos le acaricio con ternura su mejilla dibujando su ovalado con el dedo índice. Un silencio glacial los envolvía, nada había que decir. Todo estaba dicho; ella no lo amaba con la pasión que él a ella, su amor había desaparecido como una pompa de jabón. Ya no podría tocarla, ni besarla...Aquel juego se acabó, por lo menos podría conservar su orgullo intacto.

—Lo siento Mariola, este juego se terminó. Estaré a tu lado hasta que llegue el día de volver a España. Yo no seré un obstáculo para ti. Si lo que más deseas es divertirte, haz lo. Yo no volveré a ponerte en evidencia y mucho menos avergonzarte.

Dejando caer una pequeña lágrima al ver como Emilio la dejaba sola, Mariola se dejó caer en el borde la cama pensando en lo ocurrido. Rozó con la palma de su mano el lado de la cama vacía. Su cuerpo ya no estaba, ni su olor...Emilio la había dejado, la olvidaría. Aquello era lo mejor para los dos, pensó Mariola a la vez que se limpiaba con el dorso de la mano sus lágrimas. ¿Desde cuándo ella llora por un hombre? La respuesta era muy fácil, desde que comenzó amarlo, desde que siente una pequeña espina clavada en su corazón al cual le impide decirle lo que tanto le gustaría decirle. "Te quiero Emilio".



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