
Capítulo 10
Una vez que las dos hermanas se despidieron, Lorena comenzó a preocuparse por su hermana. Una pequeña tristeza le golpeó el pecho recordando lo lejos que estaban una de la otra y no poder estar ahí para ayudarla como han hecho siempre, cuidar una de la otra.
Con valentía se recompuso al escuchar tras ella la voz de Raúl. Éste se sentó enfrente de ella mirándola fijamente a esos luceros azules como el mar. En ellos pudo ver el reflejo de su pasado. Un pasado que aún permanecía inmortalizado y que a día de hoy le es cada vez más difícil de superar. Apenado agachó su cabeza removiendo su café dejando que sus pensamientos se pudieran disolver como aquel líquido. Al sentir las manos de Lorena acariciando las suyas, Raúl volvió a la realidad. Esa muchacha que tenía enfrente de él no era Eloísa, su único y gran amor por el cual ha permanecido llorando durante largos años buscando la razón para poder sobrevivir sin ella y sin embargo tenía algo que captaba toda su atención llegando a perturbarlo.
—Doctor Asbal, ¿se encuentra bien? Lo noto algo entristecido.
—Tranquila Lorena estoy bien, y por favor puede tutearme. Llámeme mejor Raúl. —Ella asintió sin perder su sonrisa, una sonrisa que hizo que Raúl dejase de sentirse desamparado. En ese momento fueron interrumpidos por Nadine. Dirigiéndose con desafecto a Lorena ambas se dirigieron hacia el área de urgencias donde debían atender a un paciente.
Mientas atendían a un niño de ocho años que había sufrido un pequeño accidente con su bicicleta. Lorena intentaba ser simpática con su compañera Nadine, lo contrario a ella que seguía en actitud de indiferencia todo el tiempo que duró su trabajo.
Harta de sentir los desplantes de Nadine, Lorena se dirigió hacia el mostrador donde se encontraba ella escribiendo algo en el ordenador con la intención de aclarar las cosas. Ella no había hecho nada malo, por lo cual no entendía por qué se comportaba con ella de esa manera, cuando días antes se había mostrado tan amable.
—Nadine tenemos que hablar.—Dijo Lorena mostrándose seria tomando asiento al lado de ella.
—Qué es lo que quieres Lorena. —Suspiró Nadine dejando de teclear en el ordenador para fijar su vista en ella.
— ¿Acaso te ha molestado algo que he hecho para que te comportes con tanta apatía conmigo?
Nadie miró a Lorena, por unos segundos le hubiera gustado gritarle la verdad. ¿Pero qué culpa tiene ella? Razonando Nadine se disculpó con Lorena por su comportamiento.
—Nadine, que tal si ahora que acaba nuestro turno nos vamos a tomar un bocadillo fuera y hablamos, pienso que me debes contarme algo. —La intuición de Lorena no le falló. Una hora después se encontraban sentadas en una terrada cenando mientras Nadine le confesaba que amaba a Raúl.
—Nadine, no quiero verte así tan triste y preocupada, entiendo que sufras en silencio estando tan cerca de Raúl y no poder expresarle tus sentimientos. Pero jamás yo pondría los ojos en mi superior o en algún compañero de trabajo. Nadine, me ha costado mucho poder estar trabajando en este hospital, y todo se lo debo a mi mamá y mi hermana, sin ellas este deseo jamás se me hubiera concedido, por ello no voy a echar todos mis esfuerzos por la borda. Tan solo quiero decirte, que por mí parte no hay nada entre Raúl y yo.
—Lo siento Lorena, me avergüenzo de mi comportamiento. A mi edad parezco una adolescente. Lo siento de verdad.
Lorena como siempre, sonreía cuando las cosas se arreglaban y por ello estaba contenta de poder haber solucionado las cosas con Nadine a la que la considera ya como una amiga.
—Venga Lorena se está haciendo tarde, te acompaño hasta tú casa. —Le propuso Nadine mientras se dirigían hacia la parada del taxi.
Avergonzada, Lorena le comentó que aún no tenía casa, puesto que no le había dado tiempo de buscar nada. Mientras esperaban un taxi, Nadine se ofreció ayudarla a encontrar un piso. «Vivir en una pensión no te salía nada rentable y ella aún comenzaba a trabajar en el hospital.» Pensó Nadine mientras se montaban en el taxi que las dejaría primero en la pensión donde se hospeda Lorena para luego llevarla hasta su casa. Durante el trayecto hacia su casa Nadine hizo una llamada a su amiga Samia.
La mañana en el hospital se presentaba tranquila. Apoyada en el mostrador hablando con una enfermera, Raúl saludó a Lorena ofreciéndole un café. Esa misma mañana Lorena conocería a su compañero.
Con varios expedientes de los pacientes que debía atender, Lorena caminaba algo nerviosa junto a Raúl imaginándose como sería su nuevo compañero.
Al llegar a la consulta, Raúl fue el primero en pasar y saludar con un afectuoso abrazo a su sobrino. Intercambiaron algunas palabras antes de que éste se volviera hacia Lorena e hiciera las presentaciones.
—Mira Iñaki ella es Lorena Guijarro, tú nueva compañera.
Tanto Iñaki como Lorena se miraron sorprendidos. Ella sintió como sus mejillas tomaban color sin poder creer que aquel hombre tan amable al cual quería volver a ver, se trataba de Iñaki Asbal el sobrino de su jefe y ahora su compañero. ¿Se podían complicar más las cosas?
—Que tal Lorena—Le extendió la mano Iñaki a Lorena sin perder esa sonrisa que tanto le gusta a ella. Al sentir sus manos juntas, Lorena notó como todas sus ilusiones se eclipsaban. Su sonrisa era tímida, sus mejillas rosadas, las palabras apenas le salían de su boca. Era tal la decepción que padecía que no pudo disimularlo.
Armándose de valor sacando energías desde su interior dibujó en su rostro una sonrisa alentadora. Raúl conforme que su sobrino y Lorena se van a llevar bien se marchó hacia quirófanos dejándolos solos.
Iñaki sin poder creerse que volviese de nuevo a ver a Lorena volvió a mirarla a sus ojos azules con gesto de felicidad comenzando hablando sobre el trabajo sin dejar por un momento de observarla. Para Iñaki era muy fácil expresar su placidez y esa seguridad en sí mismo, mientras que para Lorena era todo lo contrario. Su gesto había cambiado, y a pesar de haber deseado volver a ver a Iñaki, hubiera preferido hacerlo en otro lugar. Pero no que fuera su compañero.
¿Debía de encontrarse dichosa? No lo estaba. Lorena sabía perfectamente que no podía ver más allá a Iñaki que no fuese su compañero o como mucho su amigo. Su desilusión volvió aparecer en forma de derrota. Aquel chico que conoció en el avión y que tanto le gustó, a dado lugar a que todas esas esperanzas debían de desaparecer si quería conservar su trabajo.
Por la tarde tras acabar su turno, Lorena por fin pudo sentirse liberada del encanto y esa alegría contagiosa que le mostraba Iñaki. Sin duda trabajar con él iba ser toda una tortura.
Contrariada, Lorena se disponía a entrar en los vestuarios para cambiarse cuando se topó con Raúl. Éste con su habitual carisma se preocupó por su estado. La ilusión volvió aparecer al contarle el día tan bueno que había tenido y lo mucho que había aprendido junto a Iñaki.
—No sabes la alegría que me da de escucharte Lorena. Sabía que ibais a congeniar bastante bien tú y mi sobrino. —Dándole un pequeño apretón en su brazo Raúl se despidió de ella.
Caminando como un alma en pena, Lorena se disponía buscar la salida cuando de pronto escuchó que la llamaban. Se trataba de Nadine.
—Lorena por fin te encuentro. He estado todo el día intentando poder hablar contigo.
—Sí he estado muy centrada en mi trabajo y apenas he tenido tiempo para nada.
—Pero no te veo muy feliz. ¿Estás bien?
—Sí y no. —Hizo un mohín de disgusto. En la calle tomándose un cappuccino en la cafetería, Lorena le contaba a su amiga lo que le pasaba con Iñaki.
—¡Oh, querida! Deduzco que te gusta Iñaki y tienes miedo porque se trata de tu compañero. ¿Me equivoco?
—Para nada. Pero tampoco deseo ilusionarme, para mí lo primero es mi trabajo. No deseo traicionar la confianza que han puesto en mí, mi hermana y mi mamá. Si estoy aquí es gracias a ellas. El amor ya vendrá. —De nuevo la angustia volvió aparecer en una chica llena de alegría, la cual veía muy lejana la posibilidad de encontrar el amor.
—Animo Lorena. No te des por vencida, verás cómo encontrarás el amor. Aún eres muy joven y hermosa. Solo date tu tiempo. Y hablando de todo un poco, debo decirte que dentro de un rato vamos a ir a ver a mi amiga Samia, ella me ha dicho que te puede alquilar su casa. Ven vayamos a visitarla.
Una hora después, Nadine junto a Lorena hablaban con Mariah mientras Samia terminaba su reunión. Cuando ésta se desocupó, Nadine y Lorena pasaron a la oficina de Samia.
Como buenas amigas, Nadine y Samia se saludaron, al girarse y presentarle a Lorena, Samia se quedó estupefacta mirándola de arriba abajo sin poder salir de su asombro ante el gran parecido que tenía con Mariola, ésta solo puedo sonreírle a la vez que tomaba asiento de nuevo en su sillón para comenzar hablar sobre las condiciones del contrato de alquiler.
—Que sí abuela, que te digo yo que la chica que le he alquilado mi casa, se parece un huevo a Mariola. Si no hubiera sido porque me ha repetido el nombre tres veces y la muchacha es más dulce que un pastelito de merengue, hubiera dicho que tenía ante mí a la maléfica.
—Samia hija no crees que exageras un poco.
—Que no abu, que te digo yo que es el doble de Mariola.
—No sé Samia, mira que ya me has dejado a mí con la duda.
—Mira, como la muchacha me caído muy bien, le propuesto de tomar unos cubatas en el pub donde toca Abraham. Si quieres ves y te la presento.
— ¿Es que no había otro sitio donde me la pudieras presentar criatura?
—Sí, en misa. ¡¡Venga ya abuela!! Y de paso ves a tú caramelito.
—No me gusta que llames así a Claudio. Él es un buen hombre y nos entendemos bien.
—Abuela hija a tu edad y pensando en cochinadas...
— ¡!Samia¡¡—Alena se levantó tras regañar a su nieta se fue directa hacia el mueble donde tenía algunos álbumes de fotos. Abrió uno de ellos observandolo con nostalgia. Allí, en aquel libro había tantos recuerdos plasmados en fotos en color y algunas en blanco y negro donde estaba su familia. Una familia que en un tiempo estuvo muy unida y poco a poco se fue disolviendo. Primero fueron los padres de Elian, después el dolor se presentó en forma de despedida cuando tuvo que "decir adiós para siempre" a sus hijos. Tan sólo le quedaba cuidar de sus nietos. Siempre ha cuidado de ellos dándole lo mejor de ella aunque en algunos momentos no llegasen a entenderse. Tras la boda de Elian, Alena habló con Marcos, el único nieto que le quedaba soltero y el cual más le preocupaba. Marcos no era tan mujeriego como Elian, nunca le había dado tantos problemas, se la pasaba estudiando sin apenas querer salir tras la muerte en un accidente aéreo de sus padres. Y ahora tras pasar las fotos de él desde que era un niño hasta la actualidad, Alena solo pedía un deseo; Que fuese feliz y encontrara a la mujer adecuada para él.
Tal y como habían acordado, Samia fue a buscar a su casa a Lorena. En parte, aún le rondaban por la cabeza que Lorena tuviese algo que ver con Mariola. Por ello fue lo de alquilarle la vivienda. Al final le cayó muy bien, y con su carácter tan abierto, Samia no tardó en hacerse amiga de ella.
A las ocho de la tarde Samia se encontraba ayudando a desempacar algunas cosas personales de Lorena mientras se arreglaba. Al ver una foto de tres mujeres juntas Samia toda curiosa agarró aquella foto que se encontraba puesta en la mesa con un marco de madera desgastado.
— ¿¡¡A la! Lorena está eres tú?—La curiosidad de Samia alertó a Lorena, aunque ella ajena a lo que estaba realmente sucediendo le respondió con franqueza.
—Eh...Sí...Ésta de en medio es mi mamá, y esta de aquí es mi hermana gemela Eloísa.
—Madre mía sois como dos gotas de agua chica. Os habrán confundido muchas veces.
—Bueno algunas veces. —Se encogió de hombros Lorena como si aquella revelación no fuese de tanta importancia. Samia miraba con detenimiento la foto, se podía ver a dos hermanas gemelas y una madre en actitud cariñosa. Haciendo un mohín defraudada por no haber encontrado alguna pista que la llevase a que Lorena tuviese algo que ver con Mariola.
Una vez que llegaron al local, Lorena se quedó sin aliento al ver cuanta gente había allí. Desde que ganaron aquel concurso, el grupo ahora llamado "Anges" grabaron su primer disco y tras una gira por todo el país decidieron tocar en el pub donde iniciaron sus comienzos.
En esos momentos se encontraban cantando hacia su público, el cual los escuchaba antes de lanzarse al mundo de la música.
—Ven Lorena que nos vamos a poner en primera fila, que para eso soy la mujer de uno de los músicos. —Tirando de su mano Samia arrastró a Lorena hasta la primera fila escuchando los gruñidos de la gente que permanecía de pie esperando poder escuchar la siguiente canción.
—Ves ese tío bueno que está tocando el órgano. Ese es mi marido. El batería es Gerald, el que toca el bajo es Nicolas, pero llámalo Nick, y esa que sale tan guapa delante del micro es Lina mi cuñada.—Mientras que Samia le explicaba los nombres de los componentes del grupo la música dio comienzo, pero tan solo los ojos de Lorena quedaron fijos en la figura de Nick. Con su pelo castaño, su cuerpo gimnástico bien fornido y una sonrisa que hacía que se derritera. Tan solo había que verlo con sus jeans ajustados y una camiseta caqui acomodaba a su abdomen para saber que Nick era todo un seductor y «sexy». Pensó Lorena sin poder apartar sus ojos de él. Por supuesto ella no era la única que se encontraba comiéndose lo con los ojos. Varios grupos de fans gritaban su nombre. A pesar de lo guapo y que sus miradas seguían clavadas, las fans ya le recordaban que era un hombre que no pasaba desapercibido para ninguna mujer.
—Qué, te gusta el bombón.—Inquirió Samia dándole a su vez un codazo en las costillas de Lorena atrayendo su atención.
—Yo...solo que...bueno...no lo niego que está bueno...pero se ve un estúpido creído.
—Eso digo yo, pero luego cuando lo conoces no es tan gilipollas. Solo hay que saber ponerlo en su sitio. Después del concierto te lo presento.
Un pequeño rubor se acentuó en las mejillas de Lorena. De siempre ha sido muy tímida con los chicos, y ver aquel músico como tocaba el bajo, se movía en el escenario poniendo tanta pasión tocando las cuerdas de la guitarra. De pronto sus ojos se chocaron, la mirada clara de él se quedó clavada en la castaña que se encontraba embelesada observándole. Nick no solo escuchaba las notas que tocaba, también pudo notar como su corazón martilleaba a un compás desenfrenado. ¿Qué le estaba pasando para sentirse de pronto tan atraído por una desconocida? Él, un chico desdeñoso y engreído el cual le gustaba vivir la vida al límite sin preocupaciones. Mujeres no le faltaban por su manera de seducirlas, y en esos momentos hacía lo que siempre había soñado, ser músico. Su mayor deseo se había cumplido a pesar de estar solo y no haber encontrado aún el amor.
Aunque quisiera apartar sus ojos de ella le era imposible, sentía algo inexplicable que lo empujaba a caer hechizado ante el atisbo de unos luceros azules.
Y así fue como después del concierto, Samia le presentaba a Nick y a los demás componentes del grupo a Lorena.
—Has visto Abraham, como te lo dije, Lorena es el doble de Mariola.
—Samia no empieces por favor. Aunque...bueno ahora que la veo, digo lo que tú se parece bastante a Mariola.
—Pero ésta es un ángel al lado de Maléfica.
— Oye, había pensado... ¿Y por qué no se la presentamos a Marcos?—Propuso Abraham mirando con cara de pillo a su mujer.
—¡¡No fastidies!!. ¿Enserio? Mira que no se me ha ocurrido a mí. Mañana mismo llamo a Marquitos y le hago de viajar para presentarle al doble de Mariola.
—De aquí sacamos una boda fijo estoy. —Agarrando a su mujer de la cintura Abraham y Samia hablaban de la manera de concertar una cita a Lorena y Marcos para que se conocieran y éste deje de mostrar interés hacia una mujer que no ama.
Apartada un poco del grupo de las fans histéricas, Lorena contemplaba a Nick sin perderse detalle de ningún de sus gestos, la manera de seducir a las mujeres y éstas como respondían ante sus encantos comenzaba abrumarla.
—Una cerveza.—Curioso por saber sobre aquella mujer que tanto lo desconcierta Nick le ofreció la cerveza dejando de firmar autógrafos y echarse fotos por un momento con sus fans.
—Muy amable por su invitación pero no bebo.
—Ey, es una cerveza hermosa.
—¿Esta es tu manera de ligar Nicolas?—Aquella pregunta sonó más a reto. Sin duda Nick comenzaba alterarse, sus pulsaciones aumentaban tanto como la pretensión de quererla besar. Con paso de felino se arrimó a Lorena acorralándola entre su cuerpo y un altavoz alto.
—Que...estás haciendo...—Titubeó Lorena sintiendo sus pulsaciones acelerándose de tener a escasos centímetros de su rostro el rostro de Nick, incluso podía sentir su aliento acariciarla, sus ojos claros la devoraban y esos labios tentadores la invitaban a probar su dulzura.
No, ella no era una de su fans que se dejan cautivar por sus encantos. Debía salir de ese trance antes de que pudiera creer lo que no era. Con sus manos puestas en el pecho de él, Lorena intentó liberarse sin éxito de él. En cambio Nick no estaba dispuesto a dejarla ir tan pronto. Aquella noche había surgido de conocerla, era como si su uno de sus deseos se lo hubieran concedido.
—Ya te vas Lorena.
—Sí, me está esperando Samia.
—Qué prisa tienes, venga quédate conmigo verás lo bien que lo vamos a pasar.—Aquel tono tan persuasivo no le gustó nada a Lorena. Nick tenía todas las de ganar, era un hombre sexy. Tanto que sin saber cómo la atraía de una manera descomunal, aquel hombre era como un hechicero y ella por su puesto no iba a caer rendida a sus pies por decirle cuatro palabras bonitas. Sin pensarlo le dio un fuerte empujón comenzando a enfadarse. Ante su respuesta, Nick posó sus labios en los de ella sediento de pasión.
Inmóvil, con su corazón loco reparando en lo que había sucedido Lorena le dio una bofetada a Nick haciendo que este girase la cabeza mientras ella notaba la sangre en su labio.
Alarmados por lo que estaban viendo, Abraham y Samia se acercaron hasta ellos para poner paz. Abraham parado enfrente de Nick le reprendía por lo sucedido a la vez que Samia se alejaba con Lorena.
—Estás bien Lorena, desde luego mira que está gilipollas Nick.
—Pero bueno ese tío de qué va. ¡Uf! No lo aguanto su aire de playboy.
—Una hostia le ha venido corta, le tenías que haberle dado por lo menos tres, se las merece el muy capullo.
Samia y Abraham acompañaron hasta su casa a Lorena. Después de dejarla algo más tranquila, el matrimonio se marchó quedando en verse otro día para cenar.
Una vez que se puso su pijama, Lorena llamó a su madre. Hablar con ella le vendría bien y así poder quitarse de la cabeza el percance que ha tenido con Nick.
—Hola hija, estaba esperando tú llamada. ¿Cómo estas hija? ¿Qué tal tu trabajo, dime mi niña que tal todo?—Esme necesitaba hablar de un tirón para que no se diera cuenta su hija del ahogo que tenía en su pecho. Extrañaba tanto a sus hijas que en los últimos días no había dejado de llorar. Por lo menos se consolaba hablando con ellas por teléfono.
—Mamá estoy bien. No te preocupes por mí. Hoy he conocido a mi compañero se llama Iñaki Asbal y es muy encantador se porta muy bien conmigo.
Al escuchar el apellido Asbal, Esme comenzó alterarse. Tanto que tuvo que volver a preguntar por si había escuchado mal.
—Si mamá, Asbal, Iñaki es el sobrino de mi jefe, Raúl Asbal. — «Raúl Asbal» Como si el tiempo se detuviese, su cuerpo se quedó rigido, sin salir de su asombro Esme volvió a preguntar a su hija quería saber si el golpe que había recibido no era tan doloroso. Efectivamente, Lorena estaba trabajando junto a su padre. Aquello no podía ser verdad, se dijo repetidas veces intentando respirar con normalidad. Esme no sabía si alegrase o maldecir al destino por haber puesto en su camino a su padre y lo más devastador de todo era que ella sabía la verdad y no podía decirle nada a su hija. Sus ojos miraban las fotos de sus hijas pidiendo entre lágrimas perdón. Perdon por su silencio, por aquella promesa que hizo ya hace veinticinco años atrás y no podía hablar, un silencio que la está martirizando día a día y ahora más tras saber que su hijas están cerca de su familia y no saben nada. ¿Qué clase de persona es? Sus fuerzas estaban al límite, necesitaba gritar la verdad. Lo único que le quedaba a esa madre que cuidó de las gemelas como si fueran sus propias hijas rezar para que no les pase nada malo y el día que todo se sepa, ella recibiría su castigo. ¿Se lo merecía por haber callado la verdad?
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