Capítulo 8
Una mañana, Abihail llegó a casa de los Gibeli con un par de galletas que había preparado para el joven Leonardo, se había inspirado por Liam de cierta forma; desde aquella pequeña y entretenida charla, el asunto de las galletas quedó revoloteando en su mente. Cuando entró a la habitación, no vio a Leonardo en el recibidor pero dejó las galletas en la mesa del lugar, así que caminó al área de la cama y ahí estaba: sobre la cama, leyendo un libro que Abihail no reconoció al instante. Leonardo a pesar de sentir su presencia, no la miró, ni siquiera se limitó a saludarla con algún gesto.
No era nada nuevo, igualmente.
-Buen día, joven Leonardo -Saludó ella sonriendo, a pesar de que este no la miraba.
-Mmh... -Contestó.
-¿Qué está leyendo, joven?
-El Códice 632 -Respondió, sin apartar su mirada del libro, fingiendo estar sumergido en la lectura.
-Interesante -Respondió ella caminando a un lado de la cama para ir a las gavetas de la mesa de noche, y ver su historial médico.
Aquel comentario llamó la atención de Leonardo, por lo que le dirigió una mirada a la vista lateral que tenía de Abihail, arqueando una ceja.
-¿Alguna vez has leído este libro? -Preguntó, pero dentro de sí imaginaba que no. Era un libro que no llamaba la atención de cualquier joven como ella, y además, era prácticamente una enciclopedia dentro de una novela, algo que para muchos era aburrido.
-Sí -Respondió-, pero sigo considerando que La Biblia es el mejor libro que alguien puede leer -Dijo sin apartar su mirada de la hoja del historial.
¿Qué?, pensó Leonardo, ¿La Biblia era el mejor libro?
No le había tomado mucha importancia a la acotación de que era el mejor libro, más bien le asombró que fuera ella quien lo dijera con tal libertad, como si ella misma lo hubiese descubierto. ¿Acaso su enfermera era una monja?
Él vio como fruncía el ceño con algo de disgusto en cierto momento, y pudo adivinar lo que le pasaba: se había molestado porque había notado que no se tomó la medicina de la noche.
Tal pensamiento lo hizo sonreír.
-¿Por qué no tomó su medicamento anoche? -Le cuestionó ella con seriedad.
-Pareces no conocerme, Abigail -Dijo con una sonrisa de triunfo; diciendo mal su nombre a propósito, mientras cerraba el libro, al tiempo que lo colocaba junto a él-. Para llevar casi un mes aquí, no has entendido aún la dinámica.
-Ni me gustaría entenderla -Agregó.
-Pues tendrás que hacerlo -Sentenció-. Olvídate de una vez de la estúpida idea de que haré todo lo que me digas. Mis padres nunca lograron ponerme un pero que pudiese detenerme, y créeme, pequeña Abigail, tú tampoco podrás.
-¿Y se supone que esa "hazaña" te hace mejor? -Preguntó ella con indignación, sintiendo un nudo en su garganta de amargura-. Es usted un idiota.
-No me llames de ese...
-¡Idiota! -Lo calló-. ¿Cómo no quiere que le llame así? ¡Lo es, lo siento! ¿Qué clase de animal se siente bien al no respetar a sus padres? Por el amor a Dios...
-¿Cómo... cómo me llamaste?
-Como escuchó -Le gruñó tomándose la cintura-. Es un animal sin corazón, incapaz de ser la mitad de decente de lo que seguramente se cree, no puede ser cortés un instante, no puede agradecer un poco, no puede tener paz en su corazón porque simplemente usted mismo no se lo permite.
-Me importa una mi**** lo que pienses, tú no eres nadie para hacerme cambiar, ¡Nadie es muy importante como para hacerme cambiar! Y si no lo soportas, puedo acompañarte a la puerta.
Abihail entonces tragó saliva, pensando. Realmente quería irse, ya le había pasado por la cabeza tal acción; su trabajo cada día se hacía más y más pesado, ya quería renunciar. Pero el Señor ya le había dicho que debía resistir. Miró el techo de la habitación sintiendo un pequeño nudo en su garganta, uno de impotencia y rabia.
Ayúdame Señor, oró en su mente y regresó su vista a Leonardo.
Abihail respiró profundo, e intentó nuevamente.
-Es hora de su medicina -Anunció tomando una jarra de agua, presente en la mesa auxiliar, y llenando un vaso de vidrio, luego sacó un par de pastillas y se las colocó en la mano.
Leonardo miró las pastillas en su mano, y luego a Abihail. El corazón de la chica se estremeció cuando lo vio sonreír.
Leonardo, sin pensarlo y como si fuese un niño pequeño y malcriado, tiró las pastillas (tres en totalidad) en dirección al recibidor de su habitación, con algo de fuerza. El sonido de las pequeñas pastillas sólidas hizo eco en los oídos de Abihail y provocando una gran llamarada de rabia dentro de ella.
-Ay, se me cayeron.
No puede ser, pensó Abihail.
Abihail tomó nuevamente los frascos para sacar nuevas pastillas, pero Leonardo la detuvo.
-No, no, no. Ese medicamento es caro, Abigail -Dijo sínicamente-. Ve, y busca las pastillas que accidentalmente se me cayeron.
El nudo en la garganta de Abihail amenazó con salir, pero esta se lo tragó sintiendo su corazón acelerado, rabioso y dolido. Sin embargo, asintió y fue en busca de las pastillas, que gracias a la fuerza de Leonardo, cayeron algo lejos.
Se arrodilló en un lugar del recibidor donde presumía que había ido alguna, mientras que en su mente se repetía "Yahshúa vino a servir y ser humillado siendo hijo de Dios, resiste; Yahshúa vino a servir y ser humillado siendo el hijo de Dios, resiste" una y otra vez, tratando de darse aliento. Pero aún así, las lágrimas salieron de sus ojos discretamente mientras buscaba, un sentimiento raro estancado en su corazón le hacía temblar y llorar en silencio, le provocaba dolor y rabia, vergüenza y tristeza. Sin embargo, ella debía soportar; Yahshúa era su fortaleza y ÉL mucho antes que ella ya lo había vivido y de la peor manera.
Leonardo desde su posición podía ver solo la espalda de Abihail, al principio la miró con una sonrisa triunfal: había demostrado quién era él avergonzándola por ser inferior. Pero entonces escuchó un sollozo.
Su sonrisa se borró casi al instante, y la miró con más atención, viendo el característico movimiento de los pulmones cuando se respira agitadamente por llorar. El movimiento era mínimo, pero aún así lo notó.
Entonces un viejo recuerdo pasó por su mente... uno que le revolvió el ser entero, de pies a cabeza.
*Flashback*
Leonardo venía llegando de una fiesta, estaba algo encendido por el alcohol, pero no borracho. Entró a su casa por la puerta principal tratando de no hacer mucho ruido para no despertar a su madre y su molesta charla acerca de no salir a fiestas tan a menudo. Estaba cansado de siempre oírla una y otra, y otra vez con el mismo cuento.
Caminó con cuidado a la cocina, en busca de un vaso de agua que calmara su reseca garganta, y cuando estuvo bajo el arco de la cocina, vio a su madre, de espaldas a él. Quiso salir corriendo para que no lo viera, pero sus actos fueron puestos en alto cuando la escuchó sollozar.
Su madre se llevó una mano a la boca, en un intento de callar sus sonidos, pero aún así Leonardo pudo escuchar su amargo y silenciado llanto. Se sintió extraño, algo en su estómago se retorció.
Quiso preguntar: ¿Por qué lloras? Pero las palabras no salieron de su garganta, imposibilitadas por algo, o por él mismo.
Entonces él simplemente se dio la vuelta y fue a su habitación, ignorando lo que el sentía... ignorando el dolor de su madre.
*fin del Flashback*
¿Por qué lloras?, quiso decir, en serio quiso poder preguntarlo y hacer algo... en serio lo quiso, pero nuevamente su garganta se cerró. Su orgullo la cerró.
Ella acaba de insultarte, es lo que se merece; le dijo su mente.
Estás haciendo lo mismo que con tu madre, bestia; le dijo su corazón acelerado.
¿Quieres un abrazo?...
Y aunque su corazón latió, y latió con fuerza, diciéndole que lo hiciera, diciéndole que era una buena idea decirlo, diciéndole que era una buena manera de pedir disculpas, él solo volteó su mirada y abrió su libro, para ignorarla.
Aún así, una extraña sensación se colocó en su estómago durante largo rato, ya no pudo concentrarse en el libro a pesar de que leyó la misma pagina unas cuatro veces intentando comprenderla. Quitó el libro de sus ojos, y vio a Abihail acercarse con las pastillas en mano.
El miró su rostro, y pudo notar sus mejillas y nariz enrojecidas, y sus largas pestañas húmedas parcialmente aún. Eso hizo que la sensación vacía pero pesada que estaba en su estómago se intensificara. Abihail tomó la muñeca de él y le puso las pastillas en la palma de la mano y luego le pasó el vaso con agua; todo sin decir una sola palabra.
Leonardo se tomó las pastillas sin poner peros esta vez, ya no sentía ánimos de hacer nada para provocarla. Le regresó el vaso, y se estuvo en silencio.
Abihail luego de eso se mantuvo callada, no habló más de lo necesario. Hasta que llegó la hora de irse a casa. Leonardo aún pensaba en disculparse, en serio se sentía agobiado por lo que había presenciado; se sentía un idiota por haber hecho lo que hizo, se sentía incómodo. Pero trató más de una vez en decirlo y no pudo.
¿Es tan difícil pronunciar esas tontas palabras?, se cuestionó, pero realmente no eran las palabra en sí, era lo que significaban: aceptar que se actuó mal.
Abihail tomó su bolso apresuradamente cuando ya era hora de irse, acomodó las cosas que estaban en la gaveta de la mesa de noche y cuando ya estaba cambiada, se asomó en la habitación de Leonardo.
-Ya me voy, joven -Anunció con seriedad, sosteniendo la manilla de la puerta. Estuvo a punto de salir para irse, pero la voz de Leonardo la detuvo.
-Abihail -Pronunció en un tono suave, sentado en su silla de ruedas mirándola a la cara desde el recibidor, aunque ella no lo miraba a él sino al suelo.
-¿Diga?
-Yo... Mira lo que pasa es que... -Se trabó- Es que... yo... este... yo...
Abihail tuvo la esperanza de que se disculpara, pero ya no soportaba un segundo más ahí. Debía irse antes de que él dijera algo malo y ella estallara y arruinara todo. Quiso quedarse a oír su disculpa y poder quedarse con la satisfacción de que él comenzaba a avanzar, pero no sabía lo que diría; se sintió asfixiada, claustrofóbica y sin dejarlo terminar cerró la puerta y se fue.
Sin embargo Leonardo entendió eso como un rechazo, como un "no quiero tus disculpas". Se sintió enojado, pero más que enojado, estaba dolido e impotente.
Este sentimiento era familiar para él, ya lo había vivido de una manera traumática y esta situación no hizo más que remarcarle esos sentimientos que se ahogaban en su alma y no le dejaban en paz. Eran esos sentimientos que se producen cuando quieres arreglar las cosas pero ya es demasiado tarde.
Para Leonardo era terrible tener eso en el corazón; pero aún así se tragaba como se sentía, no lo compartía con nadie y trataba de apaciguarlos solo.
...
-Noté a Abihail algo rara cuando se fue -Le comentó María casi al atardecer-, ¿Qué le hiciste?
Leonardo rodó sus ojos mientras miraba la ventana enorme de su habitación, no quería hablar de eso, mucho menos ahora que se había recuperado de su malestar interno.
-Te noto raro a ti también -Dijo colocándose detrás de él, tomando su hombro-, ¿Qué te hizo?
La pregunta tomo un tanto desprevenido a Leonardo, que alzó sus cejas un poco y la miró discretamente. Normalmente era él quien atacaba y las víctimas eran los demás.
-Dijo que soy un idiota y un animal sin corazón -Comentó con normalidad volviendo sus ojos al paisaje de su ventana.
María contuvo la risa un poco. Aunque de cierta manera lo veía inapropiado, le causaba gracia que ella fuese así de atrevida, y más con alguien tan difícil como Leonardo.
-¿Y tú que le hiciste? -Preguntó.
-La humillé -Respondió francamente mirando al vacío.
Un pequeño silencio se instaló, y María pudo entrever que Leonardo no se sentía bien con aquello que había admitido.
-Puedes pedirle disculpas.
-Lo intenté y... solo me dio la espalda.
-Quizá se trate de insistir -Respondió María.
-No voy a mendigar su perdón, no llegaré hasta ese punto -Respondió él de inmediato.
-Entonces aprende a vivir con eso en tu memoria -Dijo con sencillez y seriedad.
Leonardo permaneció callado ante aquello. Aprender a vivir con la imagen del llanto de su madre era algo con lo que vivió por años sin remordimiento, hasta que esta murió; aprender a vivir con la imagen del llanto de Abihail era más fácil, ella no representaba nada sumamente importante para él, pero le hacía sentir como la primera vez. Le refrescaba lo doloroso que se sentía querer decir un lo siento que viene desde el corazón callado por el orgullo del ser.
Es dolorosos, punzante, amargo, frío y angustiante. Te consume por dentro la culpa, lo miserable que te sientes al no poder decir algo tan sencillo, lo condenado que te sientes cuando sabes que el tiempo se agotó.
Un martirio, Leonardo sentía un martirio.
-¿Y estás galletas? -Cuestionó María, tomando una pequeña caja de plástico que dejaba ver unas galletas con chispas de chocolate.
-¿Qué? -Cuestionó Leonardo al tiempo que volteaba su silla de ruedas para verlas. Entonces se acercó más a María.
-Aquí dice -Achicó sus ojos para enfocar su vista en una pequeña nota pegada a la tapa- "De: Abihail Estrada; Para: Leonardo Gibeli, con mucho cariño ♡"
Leonardo jaló la caja y se la quitó de las manos con sutileza, luego miró por si mismo la nota, era de color verde claro, y había sido escrita con un boligrafo negro; con una caligrafía en imprenta muy ordenada y fina.
Para: Leonardo Gibeli, con mucho cariño ♡
Abrió la caja y el olor de inmediato llego a su nariz, el azucar, el chocolate... pero luego regresó la imagen de Abihail llorando por su culpa.
Y ella le había traído galletas...
-Cómelas tú, no me apetecen -Dijo con seriedad extendiendole la caja plástica. María la tomó, pero la cerró y dejó a la mesa.
-El regalo no es mío, no puedo aceptarlo -Dijo, luego agregó:- Debo ir a dormir, Leonardo. Que pases buenas noches.
-Buenas noches.
María salió silenciosamente de la habitación, dejando a un Leonardo que se encontraba en conflicto dentro de él.
Miró las galletas, luego sus manos, y otra vez laa galletas.
Quizá solo una no hará daño.
Un impulso que no comprendió y no se molestó en explicarse a sí mismo lo arropó, tomó la caja de las galletas y comió solo una; de dos bocados seguidos.
El sabor... la textura... lo crocante...
Ella le había traído galletas, y él la trató de lo peor.
Las galletas no dudaron mucho, se las comió todas con satisfacción. Pero seguía con un paso amargo de saliva en su garganta, uno que no lo dejó dormir.
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¡Aquí va el capítulo 8!
Que Dios les bendiga y guarde en todo momento, ¡Saludos! 🖐🖐🤗
¿Que sentimiento creen que está sufriendo Leonardo? 🤔
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