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Capítulo 4

La mañana siguiente Liam despertó nuevamente a las cuatro de la madrugada, estuvo una hora viendo el techo y a las cinco se levantó, fue al baño y mientras atendía sus necesidades, le antojó un baño.

Llenó la tina de agua tibia y comenzó a desvestirse. Mientras lo hacía, notó que su delgadez comenzaba a hacerse muy notoria, se le marcaban ligeramente los huesos de las costillas y clavículas y, aunque no perdía su poca musculatura, comenzaba a verse mal, enfermo.

La falta de comida le estaba haciendo efecto.

No es que no comiese, es que no lo hacía bien, ni en los horarios que le correspondía; pocos días desayunaba, almorzaba fuera de la hora y la cena era una pequeña porción siempre. Incluso habían días en los que su nutrición se resumía a solo el almuerzo, no porque no tuviese dinero; tenía mucho, pero sencillamente no le apetecía alimentarse.

Metió su cuerpo a la tina y se lavó con las manos todo el cuerpo, cuando salió sintió una ligera frescura. Se vistió y se sentó a la orilla de su cama para secar su cabello húmedo.

Entonces el timbre sonó.

Él instintivamente miró el reloj de su celular, este marcaba las 6: 30am. Entonces frunció el ceño, se suponía que el policía vendría a las siete no a las seis para vigilarlo.

Bajó las escaleras, fue a la puerta y abrió. Se sorprendió al ver a la pelinegra chismosa y amante de clasificar basura bien vestida.

- Buenos días- Lo saludó como si nada hubiese pasado y le sonrió, luego le extendió una pequeña ollita de metal pintada de blanco con unas flores azules con una tapa a juego.

Liam miró la mini olla y luego a ella. Arqueó una ceja.

- ¿Ésta es tu manera de disculparte por meterme en problemas y mentir?- Preguntó él recargándose al marco de la puerta mirándola sin una sola expresión.

- ¿Mentir?- Preguntó ella como si no supiese nada-. ¿En qué he mentido? A ver.

- Le dijiste a la policía que tenías un testigo, uno falso, porque, hasta donde yo recuerdo, estábamos solos.

- Oh, pues entérate: no lo estábamos. Un chico llegó luego de que te fuiste y lo vio todo. Él, de forma muy cortés me ayudó a separar la basura que, se supone, tú debías separar.

Liam arrugó sus cejas. ¿Hablaba en serio o solo quería confundirlo?

- ¿Quién es el susodicho hombre que también te ayudó a acusarme?- Preguntó entonces.

- Pues me dijo que vive allá- Señaló la casa del frente-. Es un chico pelirrojo, de acento español.

Oh, claro que sí. El malnacido de Antonio Ive, cabellos de candela.

- Of course, el mariposón- Agregó con desagrado.

- ¡Epa!- Lo regañó-. El Señor te reprenda esa lengua.

Liam al escuchar aquello la miró con una cara de quien mira a un humano con seis ojos.

- ¿Qué?- Cuestionó.

- ¿Vas a tomar la sopa o qué?- Preguntó ella enarcando una ceja.

- ¿Desayunas con sopa?- Cuestionó como si ahora tuviese siete ojos.

- Sí, no es perjudicial, hasta donde sé- Agrego extendiendo más la ollita-. Sostenla.

- No quiero- Dijo él.

- Te caerá de maravilla, tiene apio. No seas descortés- Agregó.

Liam la miró detenidamente, dubitativo. No era muy fan de desayunar sopa, pero el apio… era de su preferencia personal. Entonces tomó su ollita blanca, rozando ligeramente con los dedos de ella, sintiéndolos levemente fríos.

Abihail sonrió y se despidió con la mano, volteó y caminó a la calle para irse. Caminó un par de pasos antes de decir tal cosa que casi lo hace soltar la olla.

- Dios te guarde y te bendiga, Benjamín.

Liam abrió los ojos. ¿Lo había llamado Benjamín?... lo había llamado Benjamín. Ese nombre… ese hombre… ¿Quién demonios le dijo eso? ¿Cómo lo sabe? Nadie sabe nada de él, ni de su familia, ni de su segundo nombre, nada… entonces, ¿Cómo es que lo sabía?

¿Qué es todo eso de “Dios te guarde”? ¿Acaso era bruja?

No… ¿Las brujas no estaban contra Dios?

Cuando quiso preguntarle como es que sabía su nombre y, específicamente, ese nombre, Abihail ya había subido a un taxi.

Dios te guarde y te bendiga, Benjamín.

Benjamín… Benjamín… Benjamín…

No dejaba de auto reproducirse en su mente lo que acababa de pasar con la vecina. ¿Acaso lo conocía? ¿Rebecca se lo dijo? Pero… tal parece que Rebecca ni siquiera sabe de la existencia de su nueva vecina… ¿Cómo es que…?

Entonces, un nombre llego a su mente:

Teobaldo.

Esta semana estuvo desconfiado y con los pelos de punta al no recibir llamadas de él, es lógico que ya esté cansado de que Liam sea alguien desconocido para él, es muy probable que esa chica sea alguien de su gente y ahora lo estén investigando…

Maldijo a Teobaldo y a todo su equipo, quizá no lo investigaban para matarlo pero lo que sí quería por el momento es buscarle una esquina para poder controlarlo, alguna información para, en un momento dado, poder manipularlo.

Y eso no le agradaba para nada a Liam. Lo hacía enojar que no tuviera confianza luego de todo lo que había hecho por él.

- Maldito…- Murmuró.

Miró la sopa sobre la mesa, aún estaba en la horrible ollita tapada. Un atisbo de sospecha se levantó en él. Si era cierto que la vecina trabajaba para Teobaldo, a lo mejor esta sopa podía contener un veneno o droga, lo cierto era que, aún estando tapada, estaba inundando sus fosas nasales con un exquisito aroma que puso a sus papilas gustativas muy desesperadas.

Pero podía contener algo dentro…

Tomó una cuchara, destapó la olla, y probó el caldo sin tomarle importancia.

Su boca estalló en divinos sabores. Sintió como su boca y estómago se lo agradecían, ya necesitaban algo más que pan relleno con jamón y mayonesa. Tomo otra cucharada del caldo, luego otra, mordió una presa nadadora de pollo, luego alcanzó algunos vegetales con la cuchara, más caldo, y cuando cayó en cuenta; la olla ya estaba vacía.

                     ~0~

Cuando estuvo fuera de la casa Gibeli, Abihail hizo una pequeña oración pidiendo entendimiento, paciencia y amor para hacer su trabajo muy bien en ese día. Finalmente entró a la sala y se consiguió a María esperándola.

Al verla cruzar la puerta María se llenó de felicidad, estaba un tanto nerviosa porque la nueva empleada rechazara la oferta o se resignara.

- Buenos días, Sra María- Dijo muy educadamente con una sonrisa linda.

- Buen día- Saludó ella-. Bueno, oficialmente te doy la bienvenida a este hogar. Ven, te mostraré al personal- Dijo y caminó con ella hasta encontrar un arco y entrar a una enorme cocina igual de elegante que toda la casa.

En la isla de la cocina estaban tomando café varias personas, que al ver a María se levantaron y acomodaron el fila. Algunos sonreían, otros solo miraban a María y de vez en cuando a Abihail.

- Chicos, les presento a Abihail, es la nueva enfermera de Leonardo- Anunció señalándola con la mano-. Abihail, te presento al personal de servicio. Él el Axel- Señaló a un muchacho joven, castaño de ojos azules-, es el encargado de mantenimiento; él el José- Señaló a un hombre fornido de unos 40 años- Es el chofer de la familia-, ellas son Cristina y Leila- Señaló a Cristina, una rubia ojos negros de figura esbelta y Leila más bajita y rellenita, de cabellos rojizos-, encargadas de la cocina y ellas Rosalba y Marian- Rosalba una mujer joven de cabello negro y ojos marrones y Marian, una mujer más mayor de cabellos y ojos castaños oscuros-, encargadas de la limpieza.

Todos fueron saludando de uno en uno, con pequeños movimientos de cabeza o sonrisas, excepto Cristina que mostró una sonrisilla falsa.

- Ellos estarán a disposición por si necesitas algo en específico que no puedas realizar, igualmente yo lo estaré- Dijo-. Pueden continuar con lo que hacían- Les habló y ellos obedecieron-. Ven, te mostraré tu uniforme.

María hizo que Abihail se cambiara en una habitación de servicio, el uniforme era de enfermera: una blusa de botones algo apegada a la silueta, con bolsillos y una falda hasta más abajo del muslo, todo en blanco. Cuando estuvo lista, María le indicó que en una de sus mesas de noche estaba su historial médico diario, con los horarios para la medicina y terapia, e incluso con las instrucciones dietéticas recomendadas; también que en unos minutos le tocaba el desayuno a Leonardo, y ella debía llevarlo y cuidar que el joven comiera todo.

Ella asintió.

Cuando Cristina y Leila tuvieron lista la comida del joven, organizaron todo en una bandeja y la dejaron a manos de Abihail, quien, al tener la dicha bandeja, subió las escaleras en dirección a la habitación del joven.

- Pobre…- Murmuró con algo de preocupación Rosalba cuando estuvo a solas con los demás-. ¿Cuánto creen que dure?

- No creo que soporte una semana entera- Dijo Leila con el mismo tono.

- No, yo le doy tres días- Agregó Cristina, pero con un tono engreído.

- ¿Viste sus tatuajes? Son hermosos- Suspiró Leila.

- Que va- Negó Cristina-, son espantosos, de mal gusto.

- Rayarse la piel no es saludable- Comentó Marian.

- Opino lo mismo- Señaló Axel.

- Lo que digan- Dijo Cristina con poco interés.

- Con que aceptaste…- Habló Leonardo al ver entrar a Abihail con su desayuno. Esta le dirigió una pequeña mirada y puso su desayuno en una de las mesas de noche-. Deben haberte propuesto una suma de dinero muy importante, ¿No?

- Buenos días para usted también, joven Leonardo- Dijo desviando sus palabras-. He traído su…

- ¡¡Cuando te hable respóndeme, carajo!!- Gritó tan alto que logró sobresaltar a la chica-. ¿¡Dónde conseguiste tu educación!? ¿¡Dónde coño está la mejor graduada de enfermería!?... Oh, no me digas… te graduaron sin enseñarte los malditos modales del buen oyente.

Abihail frunció sus cejas y quiso gritarle, pero recordó Proverbios 15: 1: La blanda respuesta quita la ira;
Mas la palabra áspera hace subir el furor.

- Lo siento- Se disculpó-. Sí, me han ofrecido una buena cantidad de dinero por cuidarlo.

Leonardo la miró detenidamente, algo extrañado. Normalmente nadie se tomaba la serenidad de responder a sus gritos, solo se asustaban, exasperaban y finalmente se iban corriendo o se defendían y gritaban, pero el resultado era igual: terminaban yéndose.

- Como le he dicho, traigo su desayuno- Dijo-. Debe comer.

Leonardo avanzó con su silla hasta estar junto a la cama, se tomó de la orilla de la misma y trató de levantarse para sentarse en la cama. Abihail ya había leído que su parálisis no era total ni exageradamente grave, pero si no se trataba podría llegar a ser completa.

En su loco intento por pasarse a la cama sin ayuda, perdió fuerza y equilibrio, por lo que Abihail tuvo que sujetarlo para que no cayese y con mucho cuidado lo dejó sobre la cama, sentado. Puso la bandeja en sus piernas pero el no movió un dedo.

- Debe comer, no sea orgulloso- Dijo ella.

- Tú estás aquí para servirme- Dijo-. Dámela en la boca- Ordenó.

Abihail tragó saliva sintiéndose algo enojada, pero era cierto; estaba aquí para servirle. Tomó el tenedor y comenzó a introducir la fruta en su boca.

Leonardo masticó educadamente la comida, tomándose su tiempo como un niño mimado mientras miraba fijamente a Abihail logrando incomodarla. Miraba sus ojos, perdidamente negros, sus pecas espaciadas por sus descoloridas mejillas y sus labios, rojos y carnosos como cerezas. Su mirada bajó a su busto el cual miró con descaro y sin disimular un poco, y finalmente fue a sus piernas.

- Le agradezco deje de mirarme así- Dijo ella entonces con molestia logrando traer sus ojos a los de ella.

- ¿Acaso no te gusta?

- Es descortés y poco amable de su parte.

- Pues, mira- Señaló con su dedo en dirección a la puerta-, la puerta es grande y siempre estará abierta.

Abihail trago su orgullo y siguió alimentándolo.

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