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Capítulo 22

¡Dios les bendiga! ❤
⚠⚠¡Cuidado! Capitulo con escenas de violencia algo fuertes
¡Dios los cubra con su sangre!


Liam, bien de mañana, estaba algo tranquilo mientras miraba las redes sociales. Le parecía tonto como la gente publicaba cada paso que daban; van al baño, suben un estados, van a comer; una foto del platillo, se sienten lastimados; frases ridículas que defiendan sus posiciones, y así hasta ya no tener fin. Se vio interrumpido en el acto de mirar su celular, cuando la señal de una llamada entrante apareció en su pantalla. El número era privado, y ya Liam se imaginaba quien estaba detrás de la línea.

–¡Buen día, socio! –Habló Teobaldo Joel (Mani) con algarabía confirmando sus sospechas.

–¿Qué pasa? –Investigó Liam de inmediato. Las llamadas de Mani nunca eran de gratis.

–¿Qué? –Cuestionó Mani algo asombrado–. ¿Acaso no sabes qué día es hoy?

Liam al principio no supo de que hablaba, pero solo tardó un par de segundos en recordar eso tan importante que debía hacer.

-Jo***, ¿Hoy es lunes? –Preguntó en busca de una confirmación, pero solo bastó con despegar su celular de la oreja y mirar la pantalla para ver que efectivamente era lunes–. Mi****, ¿Ya planificaste o qué?

–Oh, veo que también olvidaste que yo no conozco el sitio al que vamos –Rio Mani–. Debes venir, Liam, tú eres el que sabe que vamos a hacer. Termina de despertar y mueve el c*** para acá.

Liam suspiró con brusquedad antes de contestar– Sí, sí, ya voy para allá –Y rápidamente colgó la llamada.

Como rayo se vistió, tomó sus cosas y partió al sitio de encuentro donde se vería con todos sus aliados para una importante planificación.

Muchos hombres rodeaban una mesa larga de madera oscura, donde Liam había puesto un mapa y plano, mientras explicaba una serie de pasos que debían seguir. Todos, muy concentrados y esperados por órdenes, asentían con la cabeza a todo lo que Liam demandaba.

–La casa es realmente pequeña, con unos pocos de nosotros podemos allanarla en menos de unos 5 minutos. Eso si siguen lo que les digo al pie de la letra.

>>La estructura tiene unas 45 habitaciones, y dentro de esas habitaciones hay un cuarto de baño y cuarto de ropa con entradas de ventilación que vienen de un aire exterior, tendremos que abrir el tubo de aire y entrar por ahí, no se preocupen en si cabrán por el tubo, es tan ancho como una persona –Explicó–. Para este paso deben ser rápidos, ya que al ser el tubo de aire el que se dañe, en poco tiempo el frío de la casa se irá y eso pondrá en alerta a la gente de servicio.

>>Solo tiene planta baja y alta, la tubería que va a este al piso bajo es esta –Señaló alguna parte en el plano–. Los que fueron asignados a ese piso deben esperar la señal de los de arriba para atacar, sin señal no hagan nada ¿Está claro? –Todos asintieron–. La tubería para ir al piso alto es esta, los que vayan allá deben dar la señal al ya estar instalados en cada habitación, iremos eliminando a las personas que estén en baños y cuartos, y una vez terminen arriba, van a la planta baja y colaboran allí.

>>Llegaran tres horas antes de la hora prevista, preparen bicicletas y camionetas en el bosque para la escapada. Hay un atajo como a 3 kilómetros de la casa, que podemos usar para entrar sin ser vistos y salir en caso de no poder hacerlo por la vía principal –Señaló ahora el mapa haciendo diversas siluetas con su dedo–. Ya para terminar –Anunció mientras subía a la mesa una caja de cartón, la cual destapó con ayuda de una navaja–. Estos son los micrófonos que usaremos para comunicarnos, procuren no ser unas bestias y colocárselos de manera que no se les caigan luego –Dijo, repartiendo uno a cada uno.

–Y recuerden algo: no dejar a nadie vivo –Ordenó ahora Mani–, es más, para estar seguros, a cada persona denle dos balazos en la cabeza. Nadie puede salir de ahí vivo, nadie –Recalcó.

–¿Todos están claros? –Manifestó Liam al grupo cuando ya hubo repartido los micrófonos.

–¿Qué hacemos si vamos en desventaja, o si notamos que no vamos a poder con ellos? –Preguntó alguien.

–Dudo mucho que eso pase, si algo tiene la banda de Santa Ana es desorganización, sus hombres nunca están bien coordinados y además están teniendo terribles problemas internos que no están controlando. Pero llegado el caso de que eso suceda, procuren por sobre todo cuidar la vida de Mani y la mía. Porque si ustedes mueren, nosotros nos encargaremos de darles remuneraciones a sus familias, pero si alguno de los dos muere, muere también la plata de ustedes.

Y con aquello culminó la reunión, y todos fueron a sus labores cotidianos. Debían prepararse para otra reunión importante con otra banda que distribuía drogas, los contrarios eran más débiles y estaban sufriendo considerable bajas, pensaban que iban a negociar territorios por un mal entendido que hubo entre las zonas fronterizas de ambas bandas, pero las intenciones que llevaban los de Mani era exterminarlos y quedarse con sus territorios de una buena vez.


Era una oportunidad inigualable y perfecta para expandir su producto y obtener muchas más ganancias. Eso para Liam y Mani significaba más dinero y más poder.

Todo transcurrió como lo habían planificado. Liam recibió puntualmente la confirmación de su grupo cuando, horas antes, estuvieron preparando terreno. Por otro lado, Mani y él solo tuvieron que arreglarse elegantemente, prepararse, subir al auto que correspondía y ser llevados, cual personajes ricos e importantes al encuentro con sus anfitriones.

Tardaron bastante en llegar a la dicha casa donde fueron invitados, pues esta estaba en lo más aislado de un bosque, que para mayor seguridad, estaba muy alejado de la zona urbana; sin embargo, cuando estuvieron ellos allá, y unos cinco de sus hombres como acompañantes, fueron recibidos por otros sujetos que los revisaron de pies a cabeza a cada uno para verificar que no llevasen algún arma, y luego de confirmar que ninguno tenía nada, los hicieron pasar adentro de la casa.

–¡Ahs! Es que me jo** tanto que Liam sea el principal siempre, ¡Siempre! –Reprochó César, mientras caminaba por el atajo, junto con los demás, para llegar a la casa y cumplir con la misión.

–Cierra el pico, César –Le exigió Estela, una de tres escasas mujeres que había en el grupo–. Ya me duele el cu** de escucharte.

–¡Es que es jod***, Estela! –Siguió el berrinche–. Nosotros debemos matarnos este mald*** camino a pie, aaah pero él va en limusina montado como un papaupa. Mie***, no debo ser el único que lo nota –Miró a su alrededor–. Sé que todos aquí ven la preferencia clara que hay con Liam.

–Cállate, mie*** –Le riñó.

–Yo también creo que Liam es el favorito, pero Mani debe tener sus razones para tenerlo en bandeja de oro. Con tal y yo tenga mi plata en mano estoy bien –Manifestó Oscar, y algunos asintieron a su acotación.

–Pero, ¿No te has preguntado por qué? –Indagó aún César–, ¿Qué tiene el mari** de Liam que lo hace especial a los ojos de Mani?


–Sí, pero como te digo: Plata en mano, pajarito volando.

–¡Pura mie***, hermano! –Alzó la voz César.

–¡Baja la mald*** voz, César! –Gritó Estela ya hastiada de la situación, provocando que el grupo se detuviera de golpe–. ¡Liam no es que sea el favorito, es que él ha hecho cosas por Mani que ninguno ha hecho!

–Oh vaya, ¿Y qué es eso tan profundo que nadie ha hecho?, ¿Matar? –Bufó, mientras todos permanecían en silencio–. Por favor, yo no podría contar la cantidad de frentes que he perforado a disparos por trabajar con Mani. ¿¿Qué pudo haber hecho tan grande??

–Eso no te incumbe saberlo –Masculló Estela, y volviéndose a caminar, no contestó más. Con ella todos los demás comenzaron a moverse de nuevo, dejando a César atrás, que después igualmente tuvo que seguirles.

César estaba cansado de seguir ordenes de los demás, quería, al menos en esto, tener un puesto alto, grande, que demande de su opinión, pero en esta banda ya existía Liam ocupando un puesto que si bien no era el de un líder supremo, se parecía mucho en rango. Y eso molestaba a César, que después de esmerarse tanto, no fuera tomado en cuenta más que como un simple peón. Estaba convencido de que, fuese en lo que fuese, él no había nacido para ocupar un nivel menor.


Y se iba a encargar de ser notado por Mani, fuese como fuese.

Leonardo observaba a Abihail sonreírle como una tonta a la pantalla del celular. Eran aproximadamente de 5:45am, ¿A quién diantres podría estar escribiéndole a esa hora?

Seguramente es el pelirrojo el que está escribiéndole, pensó y eso no hizo más que hacerlo amargarse más.

Pero, si fuera eso, ¿Por qué habría de molestarle?, se preguntó luego. No existía razón alguna para estar así. ¿Qué te pasa, Leonardo?, volvió a cuestionarse.

Stefy:
¿Viste cómo te vio?, ¿LO VISTE?.

Abihail:
.Jajajaja sí, es muy lindo…

Stefy:
También se le nota lo tontito jajaja.
Bueno, primita mía, que tengas buen viaje. Continuaré durmiendo.
¡Te amo mucho! Yahweh te bendiga y te guarde.

Abihail sonrió por lo que su prima le decía, era tan gracioso y tan cierto al mismo tiempo. Por otro lado, igualmente mantenía un chat con Antonio.

Antonio:
Espero que te vaya bien, y disculpa si te hice sentir algo incomoda con mi presencia.

Abihail:
¡Para nada, para nada! Fue muy lindo que estuvieses ahí.

Antonio:
Me alegra, jajaja que alivio.
Pensé que te sentirías así por no avisarte que estaría ahí.
Te voy a extrañar mucho…

Abihail:
Igual yo a ti…

Pero ese último mensaje no pudo ser enviado, y Abihail fue enseguida a la esquina de la pantalla y descubrió que ya no tenía señal. Despegó sus ojos de su celular y pudo notar que ya iban muy alejados de la ciudad, en una vía solitaria, así que tendría que esperar a llegar a su destino para poder responder los mensajes de Antonio.

–Vaya, pensé que no dejarías de mirar tu teléfono nunca –Alegó con acritud Leonardo.

–Ah, lo siento. Estuve escribiéndole a mi prima.

–Seguro –Repuso al cruzarse de brazos, sin despegarle la mirada a la pelinegra.

–Es en serio, yo…

–No necesito tus explicaciones, Estrada –Interrumpió.

–¿Ahora me llamas por mi apellido? –Ladeó ella su cabeza, confundida por su actitud–. ¿Eso de dónde salió?

–Salió de mí. Es como me apetece llamarte ahora, ¿Algún problema con eso?

–No, pero te portas como un tonto, como lo hacías cuando te conocí. Pensé que habías mejorado, ¿Qué te pasa? –Habló ella con firmeza, arrugando su ceño.

–Lo que sea que me esté pasando, no es tu problema Abihail. Soy como soy, y trato a quien sea como se me da la gana, ¿Está claro?

–Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará, dice la biblia. Y de verdad que ruego, para que el Señor tenga misericordia de ti y lo que coseches sea poco en comparación a lo que siembras, pero será como a ÉL le plazca –Atacó ella y desvió su mirada de él dando por terminada la conversación.

José al notar la tensión decidió poner un poco de música clásica que bien sabía le agradaba a Leonardo. Una armoniosa melodía de violines, pianos, bajos, violonchelos y más sonó, dando un poco de paz, aunque la tensión fue la misma. Abihail estaba molesta con el comportamiento irracional de Leonardo, y este estaba enojado sin saber por qué. Eran cinco horas de viaje, y apenas habían salido de la cuidad hace minutos.

José soltó un suspiro de solo imaginar que tendría que soportar esa tención todo el viaje.

Abihail entonces, al tener la mirada puesta en la dirección trasera, notó la camioneta que los seguía y sintió curiosidad por saber quiénes estaban allá, así que sin darle rodeos preguntó:

–¿Quiénes van en la otra camioneta? –Preguntó volviendo su mirada a Leonardo.

Pero Leonardo quiso fingir estar sordo, y no le dirigió la mirada siquiera. Abihail dio un bufido.

–Hey, te estoy hablando Leonardo –No le contestó–. Te estás comportando como un niñito, no seas bobo –No recibió contestación–. ¡Leonardo!

–¿¿Qué quieres?? –Ahora sí la miró.

–Ah, pero si estás oyéndome ¿No? –Leonardo rodó sus ojos-. ¿Quiénes van allá? ¿Para qué dos camionetas?

–Ricardo, mi abuela y Carolina –Dijo quitándole la mirada–. Vamos en camionetas distintas porque no soportaría respirar en el mismo espacio que ellos, por eso.

–Pero son tu familia.

–¿Querías saber por qué dos camionetas? Pues ahí estuvo tu respuesta, no quiero tus críticas y consejos, así que mejor cállate.

Abihail se sintió ultrajada por sus palabras, así que decidió callar ciertamente y dejarlo estar. Su actitud hacia ella estaba siendo hiriente, así que buscó sus auriculares en su bolso, los conectó a su celular y escogió una linda alabanza.

–Y pensar que vine a apoyarte –Murmuró con cierto dolor y rabia, y luego se puso los auriculares en sus oídos, cerró sus ojos para no verle e inhaló aire para calmar un poco lo mal que se estaba sintiendo.

–Abihail… -Pronunció al escucharla decir eso último, pero cuando le devolvió la mirada vio que está ya no podía oírle ni verle. Sintió que fue un acto intencional, para no tener ninguna conexión con él, y eso se sintió mal en su corazón.

Otra vez arruinando las cosas, ¿Eh?, se dijo a sí mismo y deseó poder darse una bofetada.

–¡Hermanos! –Los saludó aquel hombre delgado y elegante, quien ya dentro de la casa los esperaba con un par de personas más. Era el muy conocido Santa Ana.

La casa ubicada en aquel bosque era vieja y fea por fuera, pero era un paraíso por dentro, con excelentes pisos, tapicería pintoresca y muebles que aparentaban ser muy caros, música, barras y más. Aparte de él, había una buena cantidad de hombres en el lugar, acompañados de mujeres que casi carecían de ropa, era prostitutas, muchas de ellas.

Rápidamente Mani fue al encuentro con Santa Ana y le dio un buen apretón de mano al tiempo que sonreía con cinismo, y echaba un ojo a algunas mujeres.

–Pero si esto ya está encendido acá, no me esperaba todo esto.

–Una cálida bienvenida para una buena negociación. Mi padre tenía la creencia de que si atendías bien a tus futuros socios, tendrías más oportunidades de hacer buenos negocios –Mani de inmediato rio ante tal pesada referencia.

–Y tenía toda la razón –Dijo Mani con la sonrisa hipócrita que siempre lo revestía–. Despejar un poco la mente antes de los negocios puede refrescar las cosas.

–¡Ven acá, Negrón! –Llamó a un sujeto que vestía como un mesero y llevaba consigo una bandeja que servía compas con distintos líquidos coloridos, y este con rapidez se aproximó. Era alto, rubio y más pálido que un asiático. Curioso apodo para un blanco–. Sírveles algo a estos hombres –Ordenó.

–Caballeros, ¿Un vino, champán, whisky, qué desean? –Ofreció.

–¿Tienes ron? –Cuestionó Mani y este rápidamente de su bandeja le tendió un vaso al cual le agregó algunos hielos.

Liam se conformó con un whisky sin hielos y los demás hicieron sus pedidos aparte.

–¿Y quiénes son estos que te acompañan? –Preguntó entonces Santa Ana, dirigiéndole una mirada a Liam y compañía.

–Oh, espero no te molesten, son algunos de mis hombres de seguridad y mi socio principal Liam Varón. Él es el responsable de que todo me salga bien, tiene un cerebrito brillante.

–Interesante, un consejero –Dijo estrechando la mano con Liam, pero este no cambió su rostro de total seriedad. Santa Ana pensó que lo que necesitaba el consejero de su amigo era obtener algo de diversión para ablandar ese rostro.

–¡Juancho, ven, ven! –Gritó llamando a otro que también se acercó–. Ofréceles las mujeres que quieran y como las quieran. Hay habitaciones, por si necesitan algo de… profundidad.

–¿Cómo les gustarían sus acompañantes?

Mani frotó sus manos, como quien va a comer y miró a su alrededor en busca de una candidata.

–Búscame tu mejor morena, con te*** grandes y piernas largas.

–Creo tener la indicada para usted, Señor –Manifestó el tal Juancho con una sonrisa, luego miró a Liam–. ¿Y usted que desea joven?

Liam no traía la cabeza metida en mujeres justo en ese momento, pero para no parecer grosero o levantar sospechas, dijo lo primero que se le vino a la mente.

–Que sea bajita.

–Interesante elección, consejero –Le apodó Santa Ana, y por supuesto, ese apodo no le agradó para nada a Liam.

–Me llamo Liam, Santa Ana –Manifestó con disgusto.

–¡Vamos, Liam! –Mani lo rodeó por el hombro–. Ten un poco de humor, no te hará mal un par de risas –Carcajeó, pero Liam se mantuvo inmutable.

Rápidamente, Santa Ana hizo que se les ubicara en los mejores lugares, se les permitiese estar con las mejores mujeres y se les dieran de las bebidas más exquisitas. Charlaron de cosas triviales y carcajearon dentro del intento que hacía Santa Ana para agradarles y por fin dar inicio a la conversación de los negocios.

De pronto, Liam y sus acompañantes comenzaron a escuchar cosas por medio de los audífonos que habían conectado a los micrófonos, por lo tuvieron que estarse atentos y disimular para no levantar sospecha alguna.

Liam, ya estamos ubicados en nuestros lugares –Le informó Estela por el micrófono–.Confirmen posición.

En posición, Oscar.

En posición, César.

Ubicada, María –Y así uno a uno confirmó su ubicación, hasta que todos hubieron hablado.

Iniciamos en 3… 2… –Contó Estela– 1… ¡A darle!

Y tan pronto como lo dijo, los sonidos de disparos comenzaron a hacer eco en el lugar, primero fue en la parte de arriba, pero segundos después en la planta baja comenzaron a entrar todos, con armas a la mano y disparando a todos lados.

–¡¿Qué mie***!? –Santa Ana rápidamente tumbó una mesa y se cubrió detrás de ella, sin sospechar que Mani estaba detrás de todo aquello.

Mani y Liam se escondieron tras la mesa mientras Santa Ana levantaba su cabeza para disparar y defenderse.

–¡¡Jo**!! –Maldecía al tiempo que recargaba su arma y volvía a asomarse a la orilla de la mesa caída–. ¡¿Por qué demonios no disparan ustedes también?!

–¡No me jo***, afuera nos desarmaron a todos! –Le manifestó mani en medio del alboroto–. ¡No tenemos armas!

Santa Ana recordó que aquello era cierto, así que en un acto desesperado se levantó el saco que llevaba puesto y de una funda de cuero negro perfecto sacó un revólver dorado, quizá de oro, el cual le tendió a Mani.

Y fue un grave error.

Mani sonrió al tener el arma en sus manos, y le dirigió una mirada a Liam, la cual este respondió con un gesto que también parecía una sonrisa de satisfacción.

–¿Sabes una vaina, Santa Ana? –Cuestionó mientras acomodaba el arma en su mano derecha–. Voy a darte un consejo… aunque de nada te servirá.

El mencionado sintió sus hombros tensarse y cada cabello de su nuca grifarse, causándole un muy desagradable escalofrío.

–Jamás, pero jamás se confía en un narco más poderoso que tú –Dijo, y de inmediato apuntó su arma a la frente de Santa Ana.

Lo habían traicionado, le engañaron solo para matarlo, y ahora estaba al borde de la muerte. Él lo sabía, sintió rabia dentro de él porque tuvo esa sospecha, sabía que Mani no era de confiar, pero aun así, las ansias por tener dinero fueron más que su temor, y se arriesgó terriblemente.

–Malditos… –Murmuró con toda su mandíbula tensada, pero entonces le apuntó él a Liam al pecho–. Tú me matás, y yo mato a tu ayudita –Amenazó.

–Vaya, tienes las bo*** para retarme, eso me sorprende –Dijo, y luego se carcajeó.

Pero apenas dio la última carcajada, Liam atacó y se abalanzó encima del sujeto, tomándole las manos para apuntar el arma a otro lado. Santa ana hizo fuerza, de la misma contextura que Liam, así que logró conseguir que su agarre se debilitara. Mani no podía disparar mientras ambos estuvieran en movimiento, no era el mejor apuntado y no podía dar en un blanco equivocado.

–¡Has que se quede quieto, Liam! –Ordenó.

A esto el castaño no respondió, sino que continuó forcejeando con Santa Ana para conseguirlo. Pero este tuvo ventaja cuando Liam, encima de él perdió equilibrio en una pierna, aprovechó eso y a horcajadas se subió arriba de él y de inmediato le apuntó con el arma a la cabeza, consiguiendo que Liam se inmovilizara.

–No dispares, Mani, porque con mis últimas fuerzas le reviento la cabeza, por Dios que sí –Volvió a amenazar.

Mani se sintió angustiado, tenía la oportunidad, pero también había un riesgo grande. Y precisamente no podía darse el lujo de dejar morir a Liam, no todavía.

–¡Levanta las manos, maldito! –Le gritó Santa Ana y miró a su alrededor, para darse cuenta que, sus hombres estaban siendo asesinados y estaba él prácticamente solo. Liam obedeció lentamente, y levantó sus manos a la altura de su pecho.

Liam con una tranquilidad inigualable, le hizo una seña con la mano a Mani para que no disparara, y fue entonces que esta bajó el arma y se levantó del piso.

–Tus hombres se acaban –Le notificó Liam-, todos mueren lentamente, y tan pocos son que no pueden venir a socorrerte sin correr el riesgo de morir en el intento –Sonrió entonces con perfidia–. ¿No crees que es mejor morir con un poquito de dignidad y no como un mar***?

Santa Ana llevaba raro lleno de ira, y este último comentario de Liam hizo que esta desbordara, por lo que le propinó un golpe terrible en la boca. El impacto hizo que Liam voltease abruptamente su rostro, este había conseguido con la fuerza romperle la boca, así que dio un escupitajo manchado de rojo para no tragarse la sangre.

Santa Ana esperaba que con eso se callara, pero en lugar de ello, Liam comenzó a reír a carcajadas como un maniático.

–Se te acaba el tiempo, Santa Ana –Le susurró, y Santa Ana le dio otro golpe como el anterior.

Liam ahora tosió la sangre al ahogarse con ella. No parecía importarle la manera tan dolorosa con la que palpitaba la herida de sus labios.

–¿Te digo una cosa? –Cuestionó con la voz algo rasposa.

Santa Ana no dijo nada, sino que permanecía rígido encima de él mientras respiraba a bramidos como un toro enojado.

Pero, en cuestión de segundos, Santa Ana tuvo un bolígrafo plateado incrustado en el cuello. El dolor hizo que soltara el arma y abriera la boca como un pez que es sacado del agua. Liam, quien sostenía dicho bolígrafo, lo retorció, haciendo que un hilo de sangre corriera por su cuello.

–¡Snhf!... –Trató de hablar Santa Ana pero solo consiguió expulsar algunas gotitas de sangre, al tiempo que hizo un intento por tomar el cuello de Liam, pero no tuvo las fuerzas para apretarlo, por el contrario al apretar las manos el dolor en su cuello era peor–. ¡Eghsf!...

–Te quería notificar que, un bolígrafo, también puede ser un arma. Debieron quitármelo a tiempo –Dijo, para luego, de un jalón rápido, sacar el bolígrafo de su cuerpo.

Y ahora sí la sangre hizo estragos. Liam había metido el bolígrafo dando en la vena yugular de Santa Ana. Bien sabía que al darle ahí provocaría en él un desangrado masivo y rápido que lo debilitaría hasta matarlo.

Parte de la sangre cayó encima de Liam, manchando su ropa y cara. El castaño rápidamente empujó a Santa Ana de encima de sí y le dejó tendido en el suelo, mientras este sin poder hablar hacía un intento desesperado por cubrir el hoyo en su piel y para el sangrado, pero era inútil.

¡Liam, necesitamos ayuda arriba! –Le notificó Estela por el microfono con la voz agitada–. Tenemos varios heridos.

Liam tomó el arma de Santa Ana y corrió en dirección a las escaleras para ir a la planta alta, Mani corrió siguiéndole el paso. Al llegar arriba fue recibido por un par de enemigos, los cuales eliminó con cautela, entró a revisar alguna de las varias habitaciones, y revisaba aún también los baños y cuartos de ropa para asegurarse, encontró algunos hombres que pretendían escapar, pero sin remordimiento les asesinó. Era como un juego, poco a poco, habitación por habitación, mientras que los demás reunian los cadáveres que estaban en el suelo.

Liam notó entonces, en un pasillo profundo un último cuarto, se decidió por entrar pero la puerta estaba trabada desde adentro.

–Hay un cuarto acá –Notificó a las personas que estaban cerca–. ¿Alguien ya revisó la habitación 45? Tiene traba –Dijo por el micrófono. Todos respondieron que no. Liam sonrió y se acercó a la puerta para decirle a quien sea que estuviera adentro–. Con que tenemos un cobarde –Recitó–. Sabemos que estás ahí, no puedes esconderte para siempre –Habló para luego pegar la oreja a la puerta en busca de algún sonido, pero no escuchó nada.

>>Busquen llaves, debe haber algún lugar donde estén –Demandó por el micrófono–. Consigan esas llaves.

Todos como perros obedientes comenzaron a moverse con agilidad y rapidez. Al poco tiempo, Liam tuvo un manojo de llaves que, para su suerte estaban enumeradas por la habitación a la que correspondían.

Fue muy fácil encontrar la llave 45, y cuando la tuvo en sus manos, la metió en el seguro de la puerta, y la giró lentamente, pero la puerta la abrió con una patada y apuntó con su arma en un movimiento veloz, pero en su blanco no apareció nadie por ningún lugar.

Liam revisó, la habitación completa, el cuarto de ropa, movió todo cuanto podía ser un escondite, pero al abrir la puerta del baño, alguien hizo fuerza desde adentro para que no fuese abierta.

–Acá estás, cobarde –Siseó haciendo fuerza.

Su contrario era débil, lo supo porque la puerta poco a poco fue cediendo ante él.

Hasta ser abierta por completo.

Una mujer rubia, de unos cuarenta años, corrió en dirección a un niño para abrazarlo y cubrirlo con su cuerpo, mientras lloraba y gemía con desespero.

Ella llevaba una blusa blanca, pantalones de gabardina negra y unos tacones en punta, era de tez blanca, al igual que el niñito. Ambos estaban asustados, y se abrazaban mutuamente.

–N-No nos maten, por favor, por favor… –Rogó la mujer, al tiempo que acariciaba la cabellera negra del niño.

El pequeño le dirigió una mirada a Liam que demarcaba tres cosas: desesperanza, miedo y una sospecha inminente de muerte. Para Liam, fue como mirarse en un espejo hace mucho tiempo atrás. Las manos del niño temblaban, y sus labios se veían insanamente morados, parecía que en cualquier momento se desmayaría y perdería la conciencia.

Debes matarlos, le recordó su mente.

Y Liam tragó grueso. Matar mujeres y niños no era su fuerte, siempre había algo que lo hacía titubear, por lo que evitaba esos escenarios. Pero ahora esto era su misión, estaba cara a cara con uno de sus grandes pavores.

¡Llegó una camioneta afuera! –Gritó alguien al micrófono dando alerta.

¡Salgan por la puerta trasera! –Ordenó Estela–. Los de arriba bajen por las ventanas, ¡Rápido! –Escuchó que decía.

Pero Liam estaba en shock y todo en su mente empezó a hacer un eco lejano, las cosas empezaron a verse como en cámara lenta para él. Apretó su arma, e intentó apuntarles, pero su mano temblaba.

Temblaba como la primera vez que tuvo un arma a la mano, como la primera vez en que la apuntó a alguien, y como la primera vez en que apretó un gatillo. No parecía él.

¡¿Liam, dónde co** estás?! –Preguntó Mani al micrófono, y Liam pudo escucharlo, pero no responderle–. ¡¡Nos esperan los demás, jo**, muévete!!

¡LIAM! –Lo llamó ahora Estela–. ¡Responde!

–¿Qué? –Fue todo lo que pudo decir con voz muy queda, y sus palabras atrajeron las miradas de la mujer y el niño.

–No nos maten, se los ruego –Volvió a pedir la mujer.

¿¿Dónde estás??

–Estoy en… –Tartamudeó–. Estoy en la habitación 45 –Pudo decir con lentitud. Estela por su tono supo que algo no andaba bien.

Ve a buscarlo –Escuchó Liam por el micrófono que le dijo a alguien.

El sonido de los pasos acercándose hizo que la mujer volviese a abrazar al niño con fuerza. Rápidamente alguien apareció junto a Liam, y vio lo que sucedía. Pero por desgracia era César.

–Maldición, ¿Por qué no los has matado aún? –Le reprochó con rabia, pero Liam estaba muy fuera de sí como para responder algo.

–¡P-por favor! –Bramó la mujer al ver como César le apuntaba a ella–. ¡¡Piedad, por favor!!

–No es nada personal –Pronunció César y Liam cerró sus ojos, pero escuchó claramente cuatro disparos.

Dos para ella, y dos para el niño, lo supo.

Abrió sus ojos y lo primero que notó fue un charco de sangre que se extendía con rapidez, luego vio el rostro muerto del niño con los ojos abiertos mirando en su dirección.

César antes de irse le dirigió una mirada retadora y agria, luego lo jaló por un brazo para llevarlo, y entonces escaparon.

Una vez más Liam había entrado a un momento de total desconexión durante la noche cuando estuvo tendido en su cama. Sus ojos estaban abiertos, pero su cuerpo estaba prácticamente muerto, no podía o no quería moverse. Frotó su rostro con somnolencia, estirando sus mejillas, buscando de ese modo despertarse, pero seguía taciturno. Observó a su alrededor, en busca de la botella que lo estaba acompañando y a esta la encontró en la misma cama, casi vacía, con un poquitito de líquido nada más, que aun así, se bebió hasta la última gota. Dirigió entonces su mirada a la ventana que daba a casa de Abihail y se quedó fijo en ese lugar.

–No es nada personal.

¡Bang, bang, bang, bang!

Su mente le trajo el sonido, y seguidamente la imagen de aquella mujer con el niño. Sobre todo, la mirada del niño. Era como la de él mismo. Ver a esa criatura era como verse a sí mismo, pero un Liam antiguo, uno que al ser dejado solo se sintió aterrado y desamparado, y ese niño, aunque estaba con su madre, sabía que nada iba a estar bien.

Así mismo se sintió Liam cuando su madre estaba enferma, en la cama de un hospital; le decía que todo estaba bien, pero él siempre tuvo la sospecha de que tarde o temprano la muerte vendría por ella. Y aunque se preparó mentalmente para ello, la muerte de su madre fue dura, sorpresiva, devastadora, dolorosa…

Pero lo fue mucho más aún encontrarse solo luego de ver perecer a su madre.

Todo estará bien, no te preocupes mi amor, le decía. Pero nada, absolutamente nada estuvo bien desde ese día. Apartir de ahí las escalas de dolor subían y subían sin detenerse, y seguían subiendo aún ahora.

Todo va a estar bien, no te preocupes mi amor.

¡Pi…….!

No es nada personal.

¡Bang, bang, bang, bang!

Se imaginó, por un momento, en medio de la oscuridad, a él mismo tirándose de la ventana. Era fácil, estaba a su alcance e iba a ser muy rápido. Pero pensó en que quizá esa altura sería muy poca como para matarlo, una planta alta no bastaba para acribillar todo su cuerpo, solo le provocaría más dolor del que ya sentía en su alma; necesitaba de al menos diez pisos para tener una muerte rápida y sin tanto dolor.

–Si tan solo hubiese una manera de aniquilar el alma y que todo acabara ahí –Musitó.

Porque sí, Liam quería morir, más que quererlo, lo deseaba, pero existía esa voz en su cabeza que le decía que quizá habría una razón para mantenerse con vida aún, que esperara un poco, que existía aun una oportunidad, y además…

Tenía miedo de hacerlo, tenía miedo de morir.

Por más que el dolor lo sobrepasara, o sintiera esas irremediables ganas de dejar de existir, él aún no tenía el valor de simplemente cortar su vida. En el silencio de su alma, en lo más profundo, anhelaba que llegase algo o alguien que fuese su razón para seguir con vida, porque ni siquiera él mismo era un motivo inspirador para eso.

Todo estaba vacío en él, no había motivación, no había vida dentro de su vida. Liam era un zombi; alguien que anda, come, respira, pero a la vez está podrido, desgastado y muerto.

Postrado desde su cama este presenció el amanecer que ya se sabía de memoria; pronto empezaron los ruidos de autos a ser frecuentes, se oyeron voces muy lejanas, timbre de bicicletas, etcétera. Fue cuando por fin decidió levantarse e ir al baño donde pudo enjuagarse la cara y cepillas sus dientes, para empezar un nuevo día.

Un nuevo día como muerto viviente, otra vez.

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¡Hola, Dios les bendiga!

¡Lamento estás escenas, es que quiero ser un poco realista en cuanto a este tema en especifico!

¡Dios nos cubra con la sangre del cordero y nos guarde en santidad! 🙏

Ahora, les pregunto:

¿Que tal les parece la historia hasta ahora?

¿Que piensan ahora de cada personaje?

¿Por qué Leonardo anda celoso? Xd jajaja

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