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Capítulo 36 (Bajo la boca del diablo)*

ADVERTENCIA: Contenido sexual. Cuando aparezca el ⚠️ deja de leer. :)

**********

—Deja de poner esa cara.

—No tengo otra.

—Vamos... no fue tan malo.

—Tienes razón. Fue peor.

—¡Kusuo! ¡Solo fue una cucharada que tiré! —reprochó la azabache, largando un suspiro pesado.

La pareja se encontraba caminando hacia la casa de Kaido, quien por alguna extraña razón que todos desconocían, había decidido hacer una fiesta de disfraces en su casa (aprovechando que toda su familia no estaría en casa hasta la noche siguiente, dejándolo solo) y había invitado a sus amigos. Sin embargo, para mala suerte de Hikaru, Kusuo se había negado a vestirse en pareja con ella. Aquello ocasionó una pequeña discusión que luego terminó peor cuando Hikaru no se dio cuenta y tiró la gelatina de café que su novio estaba tomando, pensando que este ya se lo había terminado.

—Una cucharada fue desperdiciada. Podría haber estado en mi boca.

—¿Sabes qué más puede estar en tu boca?

Silencio. Y uno muy incómodo. Kusuo rodó los ojos, sintiendo su rostro calentarse por la vergüenza.

—¿Tienes que decir esas cosas en medio de la calle?

Una carcajada se escapó de los labios de la azabache.

—¡Estaba hablando de mi puño! Traté decir que quería golpearte... —respondió Hikaru, con una sonrisa burlona, haciendo que el psíquico gruñera, aún más avergonzado—. Luego me dices a mí que soy yo la de la mente sucia, y tú eres igual.

—No es cierto.

—Ajá, lo que tú digas... Batman.

—¿Sigues resentida por eso? ¿En serio?

—¡Podríamos haber quedado increíbles! ¡Tú como Batman, y yo como Catwoman! —reprochó la azabache, haciendo un pequeño puchero.

—Bueno, Catwoman no necesita a Batman para verse genial.

Kusuo le dio una vaga mirada al disfraz que Hikaru tenía puesto. Sonrió ligeramente; todavía podía sentir cómo su respiración se atoraba cada vez que la veía con el traje de Catwoman. Sin duda, ese disfraz le quedaba increíblemente genial.

—Aw, ¿eso fue un cumplido?

—No.

—¡Sí lo fue! ¡Estás sonriendo!

—Claro que no.

Cuando finalmente la pareja llegó a casa de Kaido, este los recibió alegremente. Haciendo reflejar toda su emoción por la fiesta en su cara.

—Qué ternura... Kaido parece un niño pequeño en Disneylandia. —comentó Hikaru, una vez que entraron a la casa del mencionado, viendo cómo este tenía una sonrisa de oreja a oreja y las mejillas ruborizadas de felicidad.

—No entiendo cuál es la emoción. Es solo una fiesta.

—Deja de ser tan aburrido y amargado. Será genial.

Kusuo iba a responderle hasta que una mata de cabellos azules se abalanzó contra la mayor, haciéndola girar al punto de que casi se cae al suelo.

—¡Hikaru-san!

—¡Teruhashi! —respondió Hikaru, rodeando con sus brazos a la joven, todavía tambaleándose por el acto—. Me asustaste...

—¡L-lo siento, Hikaru-san! —acotó Kokomi, riendo sonrojada—. ¡Te ves bien en tu disfraz!

Hikaru sonrió enternecida y palmeó la cabeza de su amiga, ocasionando que la de cabello azul se ruborizara todavía más.

—Tú también te ves bien con ese disfraz de angelito. —dijo, para después enfocar la mirada en la muchacha de cabello rubio, disfrazada de diablo, que se acercaba a ellas—. Ah, parece que haces un buen juego con Aiura, ¿no es así?

—¡Hikaru-chan! Me alegra verte. —saludó la vidente, agitando su mano y haciendo una mueca al ver al psíquico con su ropa normal—. ¿Eh? ¡Kusuo! ¡Tú no estás disfrazado!

—No. No hago estas cosas de niños.

—Eh... que amargado... —Mikoto rodó los ojos.

—Yo le dije lo mismo. —respondió la mayor en un suspiro.

Los demás se acercaron alegremente para poder saludar a los recién llegados. Volviéndose un problema para Hikaru, quien trataba de recordar los nombres de todos y no podía.

—Nishimura-san, parece que tuvimos la misma idea. —habló Aren de repente, luciendo su traje de batman. Saiki alzó una ceja—. Ahora sí voy a juego.

—Tú y yo estamos en la misma página. Me agradas. —Hikaru chocó los cinco, para después reír junto con él.

Tal vez debí haberme puesto el traje, después de todo...

—¡Te va muy bien ese traje, Nishimura-san! —elogió Yumehara, juntando sus manos detrás de su espalda, teniendo cuidado con sus alas de hada y haciendo notar su hermoso vestido blanco.

—¡Y tú también...! —Hikaru rió nerviosa cuando se dio cuenta de que no recordaba el nombre de la castaña. Tosió—. Oigan, ¿no falta uno de ustedes? Ya sabes... el que habla mucho.

—No fue invitado.

—Oh.

—¡Eh, compañero! Es bueno verte por aquí. —acotó Nendo, quien llevaba puesto un disfraz de... ¿momia hecho con papel higiénico?

No sé por qué me esperaba algo de Nendo.

—Sí, lo mismo digo, Saiki. —Hairo se acercó para darle un pequeño golpe en la espalda, soltando una risa al ver cómo Saiki lo miraba con el ceño fruncido. El pelirrojo llevaba un disfraz de un pirata.

Sí, aparentemente soy el único que no lleva un disfraz estúpido.

—¡Ah, estoy muy emocionado! —chilló Kaido, intentando aguantar las ganas de saltar de la emoción.

—Disculpa que pregunte, Kaido... —interrumpió Hairo, ganándose la atención del de pelo celeste—. Pero... ¿de qué es tu disfraz?

—Me ofende que no lo conozcas, Hairo. —respondió Shun, utilizando su voz serio y grave, y haciendo gestos patéticamente ridículos—. Soy Nagisa Shiota, y-...

—Tengo hambre.

—NENDO NO ME INTERRUMPAS.

Saiki suspiró.

Yare yare... veo que esta noche no será una tranquila.

***

—...Y así fue como terminamos todos lanzándole huevos a la ventana del cuarto de mi ex. —relataba Hikaru, siendo el foco de atención de las chicas.

—¿E-eso no es un poco... cruel? —cuestionó Yumehara, quien trataba de pintarse las uñas y escuchar el relato completo.

—Es un desperdicio de comida... —dijo Mera, para después sobarse el estómago, el cual rugió cuando pensó en todas las comidas deliciosas que contenían huevo.

—Mera-chan tiene razón. Debiste haberle tirado piedras en vez de huevos. —opinó Mikoto, llevándose un puñado de papas fritas a la boca—. Yo incluso hubiese rallado su auto.

—Sí que le haces honor a tu traje Aiura-san... —murmuró Teruhashi, quien había tomado una cuchara y luego la había acercado a la boca de Hikaru para que esta probase el flan que la de pelo azul había preparado—. Hikaru-san, di 'ah'.

"Qué linda se ve Hikaru-san hoy." Pensó Teruhashi, viendo como la azabache obedecía y probaba su flan. "Es tan tierna~..."

—¡Está muy bueno, Teruhashi! ¿Lo hiciste tú? —preguntó Hikaru, mirando con una expresión de sorpresa a su amiga.

—¡Sí! Puedo hacerte los flanes que quieras si algún día vienes a mi casa, Hikaru-san.

Oye, no trates de robarme a mi novia.

—¡Dalo por hecho!

Y tú tampoco te dejes caer.

—... ¿No crees que haces demasiado ejercicio, Hairo? Si sigues así podrías desmayarte... —opinó Aren, luego de haber oído la pesada rutina de su compañero para hacer ejercicio.

—¡Nada es imposible si no te rindes! —respondió el pelirrojo, tomando un largo sorbo de agua—. Además de que no consumo dulces ni gaseosas.

—¡No se trata de eso! Tu cuerpo colapsará si le exiges demasiado.

—Yo nunca hago ejercicio. —acotó Nendo, comiéndose un gran pedazo de pizza de un mordisco.

—Y aún así apenas puedo ganarte en nuestras competencias... —murmuró Hairo, viéndose terriblemente afectado por ese hecho.

—¡Yo tampoco hago ejercicio! —respondió Kaido, posando y mostrando sus inexistentes músculos.

—Y así te va.

—¡SAIKI!

—Saiki tiene razón, Kaido. Deberías hacer un poco de ejercicio. —respondió Hairo, tocando los músculos flácidos del mencionado—. ¡Ya sé! ¿Qué tal si te unes conmigo y hacemos mi rutin-...?

—¡N-No! E-estoy bien...

"Probablemente moriría el primer día..." Pensó Kaido, intentando rechazar amablemente las insistencias del pelirrojo, y esperando que no trate de motivarlo.

Solo Hairo puede sobrevivir a su propia rutina.

—Oye... Saiki... —llamó Aren, ganándose rápidamente la atención del aludido—. Estuvimos preguntándonos... no te molestaría dormir con Nishimura-san, ¿verdad? E-es decir... es tu novia, así que supongo que no.

—¿Qué?

—Es que... —siguió Kaido, jugando con sus dedos y desviando la mirada cuando el psíquico posó sus ojos en él—. Yo estaba seguro de que no Hikaru-san y tú no vendrían... entonces... n-no los conté...

Respira... respira... no lo asesines...

—¿Qué quieres decir?

—¡Q-quiero decir que no hay lugares suficientes para que duerman ustedes dos! Por eso... pensé que tal vez Hikaru-san y tú podrían dormir en la habitación de mis padres... así no tendrían que dormir en el piso... —Kaido rió nervioso, todavía esquivando la mirada asesina del psíquico—. Y-ya sabes... cómo vamos a dormir por separado... las chicas en la habitación de invitados y nosotros en mi cuarto...

—No sé por qué te preocupas, Saiki. —habló Hairo—. No es como si fuese a pasarles algo. ¿Qué podrían hacer Nishimura-san y tú solos?

No hay manera de explicar lo incómodo y horrible que se sintió el silencio que se formó luego de eso.

—Yo sé qué podrían hacer. ¡Mi primo me contó! Ellos-...

—¡N-N-NADIE QUIERE OÍR ESO NENDO! —se apresuró a cortar Kaido, con el rostro rojo como un tomate.

Kusuo tuvo que tomarse unos segundos antes de suspirar y mirar a su novia, esta hablaba animadamente con las otras chicas.

Supongo que es mejor que nada.

—Entonces es un hecho. —finalizó Kuboyasu, acomodándose sus gafas—. Me alegro de que no te hayas molestado.

Me molestaría si no fuese porque en el fondo deseaba dormir con Hikaru.

***

—Vaya, sí que los padres de Kaido tienen una cama grande. —habló la azabache, entrando al baño que había dentro y desmaquillándose.

Kusuo observó cómo el reloj digital que se encontraba sobre la mesa de luz a un lado de la cama marcaba las cinco de la mañana en punto. Se preguntaba qué había hecho Shun para aguantar hasta tal hora, si generalmente solía dormirse cómo a las diez.

—Mejor para nosotros.

—Sí.

Un manojo de nervios vagaba por el estómago de Saiki, torturándolo. No estaba seguro de por qué se sentía tan nervioso por compartir cama con Hikaru, si después de todo, ya habían dormido juntos una vez en la casa de él y algún que otra vez en la casa de ella. ¡Y nunca había pasado nada! ¿Por qué se sentía diferente esta vez? ¿Habrán sido las palabras de Hairo? ¿O simplemente su cerebro le estaba haciendo una mala jugada?

No va a pasar nada. Y mucho menos aquí.

Kusuo sacudió ligeramente la cabeza, esperando que todos esos pensamientos y deseos se desvanezcan.

El psíquico decidió ignorar todo y meterse en la cama, esperando a que Hikaru terminase con sus cosas y se uniera a él.

—¿Cansado? —cuestionó la joven, una vez que salió del baño con su pijama puesto.

—Algo así.

Hikaru le sonrió para después pararse en frente del gran espejo, el cual estaba al lado de la cama, y ver toda su figura. Se analizó: su cabello estaba suelto y ligeramente despeinado, llevaba un largo camisón que le llegaba hasta por encima de las rodillas, y por debajo tenía un pequeño pantalón. No obstante, se dio cuenta que este era... bastante incómodo. Y estaba debatiéndose en si sacárselo o no. Esperaba que no fuese un problema y no hiciera las cosas incómodas con su novio. Aunque, por más que se lo sacara, no se veía absolutamente nada.

—Oye... —llamó, obteniendo al instante la atención del psíquico—. ¿Te incomoda si duermo sin pantalón?

Hikaru clavó su mirada en el rostro del psíquico, quien desvió la mirada con un leve rubor en las mejillas.

—No. Duerme como quieras.

Sin decir nada más, la azabache se lo quitó y se metió en la cama junto a su novio apagando la luz segundos antes.

En cuanto se acostó, Kusuo la abrazó, de modo que la espalda de la joven chocaba contra el pecho de él. Hikaru soltó una risita al sentir el cálido aliento del contrario haciéndole cosquillas en la nuca.

—Sí que te gusta esta posición, ¿huh?

—Me gusta abrazarte.

Un suspiro se escabulló de los labios de la mayor, lista para acomodarse, cerrar los ojos y entregarse a su sueño. Estaba demasiado cansada cómo para decir algo más.

—Buenas noches, Kusuo. —murmuró ella, ya bajando sus párpados y sumirse en una oscuridad absoluta.

No obstante, el psíquico no respondió. Eso le había parecido extraño a la azabache, pero decidió dejarlo pasar. Tal vez su novio también estaba demasiado cansado como para responder.

⚠️

—Oye... Hikaru...

La voz de Saiki sonaba pausada y suave. La mencionada abrió un ojo y trató de mirarlo sobre su hombro, aunque falló porque estaba demasiado oscuro.

—¿Sí? ¿Sucede algo?

—Yo...

Silencio.

—¿Estás demasiado cansada?

Hikaru arrugó la frente, confundida por la pregunta.

—Mhm... más o menos. ¿por qué? —por un momento, a la mayor se le cruzó una idea por la cabeza de lo que pudiese ser. No obstante, la descartó al instante.

—Estuve pensando... tú...

Otro silencio, el cual empezó a preocupar a Hikaru. Kusuo, por su parte, estaba aliviado de que su novia no pudiese ver su rostro. Porque estaba seguro de que se burlaría de él por lo avergonzado que se veía.

—Solo dilo.

Estuve pensando en lo que dijo tu madre la otra vez cuando nos encontró en tu casa... —recordó el momento en el que los dos tuvieron que explicarle a la mujer que no estaban haciendo nada fuera de lugar.

—Mi madre se preocupa mucho por mí. Y también por ti... aunque no lo demuestre. Por eso nos dio una lección de que nos debemos cuidar cuando tengamos... —respondió Hikaru, pero decidió dejarlo ahí, no queriendo incomodar al de pelo rosa—. No importa. ¿Qué hay con eso? Es decir-...

—Te deseo.

Fue directo al grano, sin rodeos ni vueltas. Las manos de Kusuo, cuyas estaban aferradas a la cintura ajena, empezaron a sudar. El corazón de ambos ahora estaba acelerado e iban al mismo ritmo. Saiki estuvo a punto de decir que se olvide eso y una vez que ella se durmiera, le borraría la memoria (sin importar que implicaba borrarles las memorias a todos) hasta que ella se adelantó.

—Quiero que sepas que yo también te deseo. —contestó la azabache, dándose vuelta para quedar cara a cara con su novio—. No te voy a obligar a nada que tú no quieras. No te preocupes por eso. ¿Por qué lo preguntas?

El silencio de Kusuo explicó más de lo que pudiera haber dicho él con palabras. Hikaru casi se atraganta con su saliva.

—Espera... ¿me dijiste eso porque querías...? ¿Aquí? ¿Ahora? ¿YA?

—No ahora, idiota. Era solo un comentario.

Saiki se dio vuelta, a lo que la azabache se rió y lo abrazó con fuerza.

—¡No te avergüences! Solo... me tomaste por sorpresa —acotó ella, tratando de controlar su risa y todavía aferrada a la espalda de Kusuo—. Entonces... ¿no quieres hacerlo?

El de pelo rosa gruñó.

—No precisamente ahora... solo...

—¿Solo...?

Kusuo sentía su rostro arder como mil infiernos.

—Solo pensé que... podríamos... ya sabes...

—Eh...

—Sabes a lo que me refiero.

—La verdad que no, porque hay muchas cosas que podemos hacer. Cómo jugar a las cartas, ver una película... —la azabache sí que sabía cómo ponerlo de los nervios.

—Tocarme. Quiero que me toques.

Hikaru iba a ser sincera, se tuvo que pellizcar unas dos veces para asegurarse de que todo no era un sueño. ¿Saiki pidiéndole algo como eso? Era algo increíble.

Una sonrisa casi malvada se esbozó por sus labios.

—Tranquilo, solo bromeaba... —dijo ella, empezando a moverse por la cama, acelerando el ritmo cardíaco del contrario—. Ponte boca-arriba.

—Está bien...

Un silencio bastante incómodo se instaló entre ambos una vez que el psíquico obedeció y la azabache se puso encima suyo, colocando ambas manos a cada costado de su cabeza. Kusuo tragó saliva antes de desviar la mirada, no sin antes avergonzarse por la mirada llena de lujuria que portaba la contraria.

—No tienes por qué ser tímido conmigo. —dijo ella con cuidado, sentándose sobre su regazo—. De todas formas, da igual. Yo me ocuparé especialmente de quitarte esa timidez. Ya verás que después de que lo hagamos un par de veces, ya ni siquiera te acordarás de qué era tener vergüenza.

Sin dejar que el psíquico pudiese decir algo, la joven de cabellos negros tomó a su novio del mentón y pegó bruscamente sus labios contra los de él, deslizando su lengua casi al instante. Y aunque Saiki pareció dudar unos segundos, terminó dándole el total acceso a su boca, llevando ambas manos a la nuca de ella para poder profundizar el beso.

Ambas lenguas luchaban entre sí ferozmente, buscando el dominio de la otra. No obstante, por más que lo intentara y por más que fuese rápido en aprender las cosas, Saiki no podía evitar que sus movimientos y toqueteos fuesen algo bruscos y torpes.

Estamos haciendo esto en la casa de Kaido... ¿Realmente es correcto?

De repente, una mano de Hikaru empezó a deslizarse lentamente por el pecho de su novio, buscando el borde de su camiseta. Una vez que lo encontró, adentró su mano para acariciar con cuidado la piel bajo la yema de los dedos. Kusuo tembló un poco de placer cuando sintió que acariciaba sus pezones.

No sé y no me importa.

Separándose de sus labios, la mayor llevó su boca al cuello ajeno, y luego de haberse quedado satisfecha con dejar algún que otro beso y alguna mordida, empezó a descender. Y fue allí cuando Kusuo empezó a perder los estribos por la impaciencia y los nervios. Donde estaba seguro que su novia podía escuchar los acelerados latidos de su corazón contra su pecho.

—¿Estamos ansiosos? —la pregunta de la azabache fue lo que hizo que Kusuo le diese una corta mirada de sorpresa. Esta le sonreía emocionada y Saiki juró que en ella pudo ver un destello de malicia.

El frío aire colándose en su intimidad fue lo que hizo que Saiki dejara caer la cabeza contra la almohada, fijando sus ojos en el techo. El toque de la azabache lo hizo retorcerse, su rostro empezó a calentarse a medida que pasaban los segundos y su novia seguía envolviéndolo con la mano de una manera tan lenta que lo hacía retorcerse y rogar por más.

—Mhgm... —Saiki tuvo que llevar una mano a su boca para ahogar sus gemidos cuando Hikaru empezó a masturbarlo con más velocidad que antes.

—¿Te gusta? Dímelo. —demandó ella, elevando sus ojos para ver las expresiones del contrario. Hizo una mueca cuando notó que no recibía respuesta—. Dímelo o me detendré.

—Sí... me gusta... demasiado. —jadeó él.

El psíquico no la podía ver, pero aún así percibió la sonrisa maliciosa de su novia.

Y sin previo aviso, la azabache envolvió la intimidad de su novio con su húmeda y cálida boca. Kusuo se mordió el labio y arqueó la espalda, para después llevar sus manos al cabello de su amante, enredando sus dedos en las hebras azabaches de esta y tironeando un poco.

Hikaru no pareció quejarse, hasta incluso pareció disfrutar del leve tirón.

Kusuo temblaba bajo la boca de ella. No podía hacer nada más que dejar que las sensaciones tan deliciosas y electrizantes fueran dueños de su cuerpo, ahogando su mente en el puro placer que la contraria le estaba brindando. Su respiración estaba hecha un desastre y su rostro se encontraba rojo y lleno de sudor. Era una sensación tan increíble que creía que podría llegar a explotar algo sin darse cuenta.

La boca de Hikaru se amoldaba a su miembro tan perfectamente que el psíquico pensó que estaba hecha para él. Su lengua lo hacía tocar el paraíso con la punta de sus dedos. La joven deslizaba toda su saliva a través de su longitud, lamiendo y rozando los dientes muy suavemente, arrimándolo al borde cuando pasaba la punta de su lengua en el glande.

Se notaba que ella ya lo había hecho antes, y el solo pensarlo lo hacía ponerse celoso y posesivo.

—¡Hikaru!

Los obscenos sonidos que salían de los labios de su novia fue lo que lo impulsaron a mirar hacia abajo, chocándose con aquellos orbes cafés que brillaban como nunca antes lo habían hecho, demostrando sus pupilas totalmente dilatadas por el placer; ella lo estaba disfrutando tanto como él. Saiki gruñó de la frustración al sentir como ella alejó su boca y lo acariciaba con tal lentitud que lo volvía loco.

—Cielos, sí que vamos a necesitar lecciones de cómo guardar silencio. Nos descubrirán, Kusuo~... —ella le guiñó el ojo.

—Dime, ¿te gusta que envuelva mi boca alrededor de ti? —Kusuo casi ni podía analizar las preguntas de su novia. Lo único en lo que podía pensar en lo que

—Sí.

—¿Quieres que lo vuelva hacer?

—Y-yo... sí...

—¿Sí qué?

—Sí, por favor. Envuélveme con tu boca. Por favor, Hikaru.

—Buen chico. Y los chicos buenos necesitan una recompensa, ¿no es así?

—¡Sí! —el psíquico ni siquiera sabía qué responder o qué pensar, lo primero que venía a su cabeza lo soltaba.

Un gemido se atoró en su garganta cuando la azabache volvió a su trabajo, succionando y moviendo su mano con destreza. Haciendo que su novio arqueara su espalda y se moviera bruscamente sobre la sábana, notando a flor de piel cómo aquella insoportable sensación calurosa y eléctrica que una vez había sentido, se estaba volviendo mucho más fuerte. Sus jadeos y sus entrecortados lloriqueos comenzaban a acrecentar, al igual que las punzadas en su ingle.

—Hi-hikaru... y-yo...

—Lo sé.

Kusuo ya no podía pensar en algo, todos sus pensamientos no tenían un fin y solamente se desvanecían como arena en un huracán. Su concentración solo estaba puesta en un solo foco: Hikaru. Lo único que podía sentir, tocar y pensar, era en ella. No había nada ni nadie más alrededor de su mente. Absolutamente nada más que ella.

Saiki arqueó la espalda, tirándose hacia atrás todo lo que podía, intentando concentrarse en no explotar nada, y con una succión en la punta de su miembro, sintió la gota que derramó el vaso.

La descarga eléctrica cruzó su cuerpo como un feroz relámpago, mientras su vista se nublaba y juraba ver estrellas bailando en círculos. Su cuerpo entero tembló y su boca lo único que podía soltar eran sutiles balbuceos incoherentes y jadeos incontrolables y profundos. Incluso un poco de saliva se había desbordado de su boca.

—Vaya... —murmuró Hikaru, una vez que se había tragado todo. Escuchando un lloriqueo por parte de su novio cuando, aún después de acabar, ella seguía masturbándolo con la mano.

"Fue más rápido de lo que pensé." Pensó Hikaru, sonriendo ligeramente burlona, pero guardándose ese pensamiento para ella.

Ya limpiándose, la joven volvió a acostarse a su lado, dejando escapar una risita baja al ver a Kusuo tratando de arreglar su ropa y controlar su respiración.

—¿Y? ¿Qué te pareció? —preguntó Hikaru, volviendo a acostarse a su lado—. ¿Te gustó?

—S-sí...

El rostro de Kusuo todavía no volvía a su color natural, aún estaba ardiendo.

—Es bueno oírlo. —y sin más, la azabache le dio la espalda y cerró los ojos, esperando a que él la abrazase así poder dormir de una vez—. Ahora sí, durmamos. Mañana debemos levantarnos temprano.

El psíquico volvió a abrazarla por la espalda una vez que volvió a la normalidad.

—¿Pero no quieres que yo-...?

—No. Estoy demasiado cansada, mejor quedemos con que 'me la debes', ¿sí? —Hikaru bostezó, llevándose una mano a la boca.

El de cabello rosa se quedó en total silencio, queriendo decir algo más, no obstante, terminó por hacerle caso y se acurrucó contra ella para poder dormir. Su cuerpo todavía seguía recuperándose del orgasmo, lo que hiciera que temblara como chihuahua.

—Buenas noches, Hikaru.

Y con eso, Saiki dejó de estar consciente.

***

A la mañana siguiente, Hikaru se había levantado con una energía bastante baja a lo que siempre se estaba acostumbrado a ver. Mientras que Saiki, por alguna razón, se sentía fresco. Se sentía como si pudiese tocar el cielo con las manos, como si pudiese dominar el mundo sin sus poderes. Era como si hubiese renacido.

De todas formas... jamás pensé que Hikaru fuese tan... dominante... y mucho menos conmigo.

—Te veo bastante relajado, Saiki. —habló Aren, una vez que todos se encontraron en la cocina para desayunar.

Una risita ahogada se escuchó por parte de Nishimura mientras que el psíquico simplemente rodaba los ojos y sus mejillas se teñían de leve rojo.

—Sí, Kusuo. Tu rostro está gritando que estás de buen humor. —siguió bromeando Aiura, dándole un codazo al mencionado.

—Solo quiero comer en paz.

—¿Cómo comiste anoche? —Aiura rió junto a algunos, mientras que otros se quedaban callados y mantenían una expresión de vergüenza en sus rostros.

—Ya, ya. No creo que haya pasado nada. —Hairo sonrió, intentando calmar las cosas.

Para fortuna de la pareja, el tema se cambió y dejaron de ser el foco de la conversación.

Kusuo suspiró pesadamente. Hikaru notó eso y le dio un apretón en su muslo como forma de motivación. El psíquico solo se ruborizó más, tratando de no recordar lo vivido horas anteriores, porque sabría lo que pasaría si lo hacía.

Yare yare... esto sí que me terminará matándome.

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