Capítulo 34 (El retorno del pasado)
ADVERTENCIA: Leve agresión verbal.
---
—...y ayer fue tan lindo y cariñoso conmigo. ¡Incluso me abrazó mientras caminábamos para que yo no sintiera 'frío'! Oh, eso es tan romántico~... —contaba la pelirroja, haciendo notar a través de su voz, su emoción y su felicidad,
Hikaru no hizo más que esbozar una pequeña sonrisa ante lo soñadora que se encontraba su mejor amiga aquella mañana. Ambas se encontraban en el centro comercial con el objetivo de pasar un poco de tiempo juntas. Anteriormente, la pelirroja pasó las fiestas junto a su familia en la casa de campo de su abuela, la cual se encontraba al otro lado de la ciudad. Así que ahora, estaban aprovechando cada oportunidad para verse y contarse todo lo que habían vivido las últimas semanas.
—Y dime, ¿todo bien con Saiki? Vi que pasó el año nuevo contigo, ¿qué tal le fue con tu familia? —cuestionó Akane, dándole una corta mirada a su mejor amiga mientras seguían caminando sin rumbo fijo.
—Sí, todo está-... —las palabras de la azabache se perdieron cuando esta chocó accidentalmente contra la espalda de una persona—. Ah, discúlpame, no te vi...
—Ten más cuidado por donde vas pedazo de-... ¿Hikaru? —el joven de cabello negro y ojos azules, que se había dado vuelta para poder enfrentar a la persona que se chocó con él, tuvo que cambiar su expresión de molestia a una de total sorpresa y desconcierto. Definitivamente podría reconocer esos orbes cafés a kilómetros, no podía estar equivocándose; era ella.
De repente, el ambiente se volvió tenso. Las miradas de ambos azabaches se clavaron en los del otro, juzgándose de una forma cruel internamente. Akane (quien sentía que sobraba) tragó grueso y tomó a su amiga del brazo, tironeándola ligeramente hacia otra dirección.
—Hikaru, vámonos...
No obstante, por más que lo intentara, la mayor no quitaba sus fríos ojos de los del contrario. Este esbozó una sonrisa irónica, queriendo molestarla.
—Vaya, cuanto tiempo, ¿no? La última vez que nos vimos me diste un buen golpe en la mejilla. —si bien lo decía en un tono sumamente neutral y/o tranquilo, por dentro, su sangre hervía de la rabia.
—¿De verdad fue tan bueno? Tal vez debería haberlo hecho muchísimo más fuerte, ¿qué opinas? —Hikaru no se quedó atrás y esbozó una pequeña sonrisa malvada.
El chico de cabello castaño dejó de sonreír para mirar a su exnovia con ira, inclinándose hacia ella para poder clavar mejor sus ojos en los contrarios.
—No te creas invencible solo porque eres una mujer. Sabes que no tengo ningún problema en meterme contigo. —murmuró él, de una manera cínicamente tranquila—. No te devolví el golpe simplemente porque estaba demasiado ocupado con algunas cosas, pero créeme cuando te digo que te arrepentirás por haberme tratado así.
—¿Y cómo me trataste en los años de nuestra relación qué? ¿O acaso te olvidaste de eso? Y me das lástima, porque si tú te crees que diciendo toda esa mierda me darás miedo, quiero decirte que estás muy equivocado. —Hikaru le dio una rápida mirada a la pelirroja: esta le estaba suplicando con los ojos que terminase el show de una vez por todas y siguieran con lo suyo—. Ahora, desaparece. Solo con ver tu cara me da nauseas.
—Oh, que bueno que nos encontramos, casi no recordaba tu rostro. —y antes de que las dos pudieran avanzar hacia otra dirección, el joven ignoró las palabras de la otra y se detuvo en frente de Akane, clavando sus ojos en los de ella y acomodándole un mechón de pelo detrás de la oreja. La menor no hacía nada más que evitar la mirada del más alto y temblar bajo su toque—. ¿Cuál era tu nombre? Recuerdo que se metían mucho contigo hace dos años, ¿eso sigue pasando?
—Déjala en paz, idiota. —gruñó la azabache, intentando separarlos.
—¿Por qué? ¿Te dan celos? —el castaño sonrió y se movió para poder encarar a la azabache—. Por cierto, me han dicho que estás de novia. ¿Tan rápido te has olvidado de mí? No sabes lo mucho que ansío conocerlo y decirle que solamente estás con él para aumentar tu ego y subir tu autoestima.
—Qué curioso, justo lo que hiciste conmigo. —Hikaru tomó del brazo a su mejor amiga, lista para salir de allí—. Y métete en tus propios asuntos, porque ni mi novio, ni mis amigos ni yo tienen algo que ver contigo. Así que, muérete.
Y dejándolo con la palabra en la boca, las dos abrieron paso entre todo el gentío y perdiéndolo finalmente de vista. Akane miró con preocupación a la mayor, quien solo caminaba en línea recta con el ceño fruncido.
—Solo fue una mala coincidencia, no creo que te haya buscado. Mejor sigamos caminando... —murmuró la pelirroja, todavía un poco asustada por los acontecimientos vividos anteriormente. No obstante, no recibió ninguna respuesta por parte de su mejor amiga. Incluso parecía que la otra no la había escuchado—. ¿Hikaru...?
Nuevamente silencio como respuesta. Akane se detuvo y la tomó del brazo para evitar que siguiera caminando.
—¡Hikaru! —volvió a llamar, esperando deshacer ese ceño fruncido y esos ojos llenos de dolor y rabia.
—¿Eh? ¿Qué pasa? —la azabache miró sorprendida a la pelirroja, casi había olvidado que se encontraba con ella en un lugar público.
—Ya está, ya pasó. Fue solo un mal rato, y no volverán. Así que mejor vámonos a esa cafetería, sé que te gustan las malteadas ahí. Seguro nos hacen olvidar todo esto. —sin decir nada más, la menor la tomó de la muñeca y la arrastró hacia el local anteriormente nombrado.
Hikaru permaneció en total silencio cuando empezaron a hacer la fila para pedir algo. Se encontraba sumida en sus pensamientos y sintiendo cómo sus propios demonios subían por su espalda como una manera de recordarle toda aquella oscuridad que alguna vez había inundado su corazón. Apretó los puños.
"¿Por qué me siento tan afectada?" Pensó, mirando sus manos. "Se supone que lo había superado y que su presencia ya no me molestaba más. ¿Por qué sigo sufriendo con solo pensar en él? Y estos sentimientos se volvieron peores ahora que hablamos. No ha cambiado nada, ¿por qué pensé que tal vez...?"
La joven de cabello negro largó un profundo suspiro, intentando que todas sus preocupaciones se escabulleran por su boca. Levantó su mirada hacia el local, deleitándose con la decoración pastel tan bonita que tenía. Trató de sonreír y pensar que todo fue solo una mala jugada del destino y que no lo volvería a ver nunca más.
—¿Estás mejor? —le susurró su amiga, ya llegando al mostrador donde una mujer de cabello corto esperaba pacientemente para tomar el pedido de las jóvenes.
—Sí, algo así... —contestó, haciendo una mueca y ya centrando su atención en la empleada—. Una malteada de banana y otro de fresa, por favor.
La rubia asintió con una sonrisa mientras les decía el precio. Una vez que la mujer les entregó sus respectivas malteadas, la pelirroja se dio vuelta para poder buscar algún sitio donde sentarse mientras que la azabache se encargaba de juntar el vuelto.
—No te preocupes, luego de esto iremos a-...
—¿Akane? —la azabache frunció el ceño cuando Akane se interrumpió a sí misma, quedándose en silencio—. ¿Qué sucede?
Y cuando se dio vuelta, su peor pesadilla estaba delante de sus ojos.
—¡Sorpresa! —el castaño volvió a aparecer frente a ellas, pero esta vez, con un grupo de chicos detrás de él—. Hace mucho que no salimos tú y yo con nuestros amigos, ¿no te da nostalgia?
Hikaru apretó la malteada que tenía en la mano, logrando que unas gruesas gotas se derramaran por del borde. Arrugó la frente, odiando por completo aquellas miradas llenas de asco y superioridad que se clavaban en ella.
—¡Hikaru! Preciosa, ¿cómo has estado? Sí que te acuerdas de mí, ¿verdad? —un rubio de ojos azules se hizo presente entre sus amigos con una sonrisa patéticamente divertida—. ¿No te acuerdas cuando salíamos a escondidas de tu novio? Recuerdo que este se ponía celoso y violento cuando decía que estabas buena.
—No, y no me importa.
—¿Ah no? —el chico hizo una falsa mueca de tristeza, Hikaru apretó los dientes—. Yo sí me acuerdo, tu boca era taaaaaan linda~... lástima que eso es lo único para lo que sabes usarla.
Sus amigos rieron absurdamente, a excepción del líder del grupo. Quien graciosamente era el ex de Nishimura.
La gente del local había detenido sus quehaceres simplemente para admirar el numerito que se habían montado los adolescentes en el mostrador de la cafetería. Akane miró a su alrededor, esperando que alguien pudiese entrar en la situación y al menos ayudar a calmar las cosas. Porque claro, ella sola no podía hacer nada más que empeorar todo.
—Oh, sí, ahora recuerdo bien. —empezó a decir la azabache con una sonrisa, sorprendiendo al grupo—. Lástima que alardees tanto y tu pene mida lo mismo que un dedo pulgar.
El rubio no se tomó muy bien ese comentario, y menos al escuchar a todos sus amigos burlarse.
—¿Qué pasa? ¿Te dolió escuchar la verdad? En serio, siempre has resaltado lo bueno que eres en la cama. Pero yo quiero saber algo, ¿sabías que todas las mujeres con las que has estado me contaron que fingían contigo porque no querían lastimar tu penosa inseguridad? —Hikaru sonrió divertida y se dedicó a seguir con su camino, chocando su hombro contra el del rubio—. Ahora si me disculpas...
Antes de que la azabache pudiese irse, el chico la tomó bruscamente del cabello, arrancándole un quejido de dolor.
—Así que te crees muy inteligente, ¿eh?
—Suéltame, imbécil.
—Detente, idiota. Estás yendo demasiado lejos, ya vámonos. —el ex de Hikaru dio un paso al frente, notando como las personas que se encontraban en el local empezaban a alterar y a murmurar entre sí.
—Tú cállate, Tadashi, no tienes que opinar. —y volvió a mirar a la joven—. ¿Por qué no vienes aquí y haces lo único bueno que sabes hacer? Seguramente ese niño con el que estás es un inútil que ni siquiera sepa como cog-...
Y antes de que pudiese terminar la oración, Hikaru estampó su malteada en el rostro del rubio asegurándose de haberle hecho daño. Ante eso, todos quedaron con la boca abierta viendo con atención cómo el joven caía de espaldas al suelo.
—¿¡Estás loca?! —gruñó el más alto rojo de la rabia, levantándose lo más rápido que podía e intentando limpiarse todo el líquido espeso de la cara.
—Puede ser. Ahora, piérdete.
—Oh, no. Yo no tengo ningún miedo en levantarle la mano a una mujer y menos a las de tu tipo. Así que esto no termina aquí.
Por supuesto que no terminó allí, porque terminó en la estación de policías.
—¡TE LO ESTOY DICIENDO! ¿¡QUE NO ME ESTAS ESCUCHANDO, VIEJO FRACASADO?! —gritaba el rubio, sintiendo la sangre escurrirse desde su nariz. Luego, apuntó a la azabache que se encontraba sentada a su lado—. ¡ESTÁ LOCA! ¡ME EMPEZÓ A GOLPEAR Y YO SOLO ME DEFENDÍ! ¡¿REALMENTE VA A DEJAR QUE-...?!
—Así que dice que ella empezó con los golpes, —habló el oficial de policía, a lo que el rubio asintió irritado—. Pero según la gente que se encontraba en el lugar, usted fue el que empezó agredirla y a humillarla verbalmente, y que, en un momento de la pelea, usted sacó una navaja.
—¿¡QUÉ?! ¡ESO NO ES CIERTO! ¡SOLAMENTE QUIEREN INCULPARME!
—Muy bien, entonces deberíamos fijarnos en las cámaras de seguridad de la cafetería para asegurarnos de que usted dice la verdad. Porque no puedo enviar a alguien a juicio sin pruebas. —respondió el hombre, levantándose para buscar las grabaciones que antes se las habían entregado.
El rubio se quedó callado de golpe, apretando los puños y dándole una corta mirada a su grupo, quienes de repente parecían actuar como si no lo conociesen.
—No tiene nada de qué temer si usted dice la verdad y no ha hecho nada. —dijo el policía, ya haciendo que las cámaras mostraran lo que realmente había pasado.
Mientras tanto, Hikaru se quedó clavada a su asiento en total silencio, ignorando los gritos de desesperación del amigo de su ex y los del policía. Cerca de ella, Akane apretaba su mano como una manera de decirle que pronto saldrían de allí.
La azabache no pensaba en nada, ni siquiera en su rostro que estaba lleno de moretones y sangre. Incluso podía sentir ese sabor característico a metal cada vez que tragaba.
Aunque el rubio no estaba mejor que ella.
—La mentira no es muy bien recibida, señor. —empezó el hombre, sacando del trance a la joven—. Señorita, usted puede irse, asegúrese de tratar esas heridas. Lamento los inconvenientes.
A continuación, Hikaru sintió como su mejor amiga la tironeaba de la ropa para que pudiese levantarse y así irse de ese lugar, que estaba lleno de tensión. Las dos pudieron sentir las miradas de todos mientras salían.
—Akane, vete. —pronunció la azabache sin mirar a su amiga, una vez que las dos estuvieron fuera de la comisaría de policías.
—¿Eh? ¡Claro que no! No estás bien, tengo que acompañar-...
—No. Vete.
—P-pero... ¿por qué? ¿qué vas a hacer? ¿estás segura de que puedes caminar sola? Hikaru, yo no-...
—No lo voy a volver a repetir: vete a casa. Lamento haberte metido en esto. —dijo fríamente, antes de empezar a caminar hacia una dirección—. Iré a la casa de Kusuo, necesito verlo. No te preocupes por mí.
Y dejando a la menor con la palabra en la boca, la azabache se perdió de vista entre la gente. Algunos la miraban entre sorprendidos y preocupados, aunque ninguno se molestó en detenerla para ver si necesitaba ayuda. Y así lo prefería Hikaru.
"Realmente necesito verte, Kusuo."
***
El día había empezado bien.
Sí, HABÍA.
La mañana había sido tranquila gracias a que sus padres se habían tomado el día para ir de cita a quién sabe dónde. Así que Kusuo aprovechó la soledad para pasar tiempo consigo mismo, leyendo y comiendo una buena gelatina de café que había pedido por delivery.
Incluso cuando Hikaru dejó de contestar sus mensajes su día seguía siendo perfecto.
Al principio no se preocupó. Es decir, la azabache tenía su propia vida y tenía amigos con los que salir. Y él respetaba su espacio como ella respetaba el suyo, y era algo que al psíquico le parecía totalmente perfecto. Por lo tanto, no usó su clarividencia para ver qué estaba haciendo.
Todo iba bien hasta que el timbre de su casa sonó varias veces... de una manera... desesperada.
No iba a contestar, porque pensó que se trataba de Nendo y Kaido queriendo salir a comer por algún lado y él realmente no estaba de ánimos para juntarse con ellos. Además de que quería continuar con su armoniosa soledad.
Por supuesto que nunca se esperó que la persona que se encontraba detrás de su puerta era Hikaru, cuya piel estaba adornada de moretones y sangre seca abundaba en la zona de su nariz.
—¿Hikaru?
—Kusuo... —murmuró ella, cerrando los ojos del dolor para después dejarse caer en los brazos de su novio y perder la consciencia.
El psíquico no lo pensó dos veces y los teletransportó a su habitación, donde dejó a su novia sobre la cama.
Saiki se detuvo de golpe cuando estuvo a punto de sanar las heridas de su novia con sus poderes. Porque sea lo que sea que haya sucedido, la azabache se iba a preguntar por qué de repente ya no tenía ninguna herida. Eso significaba que él tenía que confesarle que tenía poderes, y realmente no estaba de humor como para explicar todo.
Y mucho menos con ella en ese estado.
Yare yare...
Era una suerte que supiera qué hacer en momentos como esos. Y todo gracias por haber visto documentales cuando estaba aburrido.
—Kusuo... ugh... —al de pelo rosa volvió a estar tranquilo cuando vio que la joven finalmente despertaba luego de unas largas dos horas.
El mencionado se sentó a su lado en la cama con el ceño fruncido y cruzándose de brazos.
—¿Puedo saber qué te pasó?
—Yo... bueno... me metí en una pelea... —susurró Hikaru, mientras se sentaba como podía para dejarle más espacio a su novio.
—Sí, eso lo sé. Es fácil saberlo. Pero, ¿por qué? Pensé que te había dicho que no te metieras más en problemas.
La mayor desvió la mirada.
—Es que... ugh, es difícil de explicar.
—No es como si tuviéramos poco tiempo.
La azabache se tomó unos segundos para poder pensar con tranquilidad y comenzar con la explicación.
—Hoy salí con Akane al centro, quería pasar tiempo con ella. Pero... yo... me encontré con... ya sabes, mi... ex... —Saiki no cambió su expresión de molestia, es más, la afianzó—. Pero eso realmente no fue para tanto. Las cosas empeoraron cuando sus amigos y él nos encontraron en una cafetería. Uno del grupo con el que tuve... bueno, un poco de historia, empezó a decirme mierdas y ese tipo de cosas. Como siempre, yo nunca me quedo callada así que empezamos a discutir... o algo por el estilo, no sé qué pasó ahí. Y luego cuando empezó a ponerse violento yo lo golpeé, pero claro, él no se quedó atrás y también me golpeó...
Kusuo deshizo un poco su expresión de molestia.
—Al final alguien llamó a la policía y nos llevaron. Él intentó inculparme, pero no le salió. Así que cuando me dejaron libre... vine hacia aquí. Lamento haberte preocupado.
El psíquico dejó escapar un suspiro mientras se acercaba lentamente para abrazar a su novia y dejar que su calidez lo envolviera.
—No te disculpes. Tú estás bien, eso es lo importante.
—Sí, es una suerte que tenga buenos reflejos. —bromeó la azabache, deslizando sus brazos por la espalda del de pelo rosa—. De todas formas, yo estaba ganando.
—Eso no lo dudo.
"Con Kusuo todo está bien..." Pensaba la azabache, mientras enterraba cuidadosamente su rostro en el hombro ajeno. "Es todo lo que está bien. Debería pensar en él, no en el otro idiota que me usó y nunca me amó verdaderamente."
La pareja quedó en silencio por unos cuantos segundos más, sin despegarse del otro. Hikaru recordaba una y otra vez la situación que había vivido, casi sin poder creer lo que pasó.
—Kusuo...
—¿Mhm?
—Bésame.
El psíquico no dudó dos veces y pegó sus labios contra los de ella, no obstante, apenas sintió un sabor dulce y metálico se separó de golpe.
—¿Por qué...? —murmuró ella, totalmente sorprendida.
—Es mejor que te laves la boca. Todavía tienes sang-...
—Ah, sí, lo siento. —habló ella soltando una risita, a la vez que se movía para salir de la cama—. Oye, ¿fuiste tú el que me quitó la ropa?
—Lo hice para ponerte una venda en el estómago.
—Sí que aprovechaste, ¿eh? Y mientras yo estaba durmiendo, qué pervertido...
Saiki solo se limitó a rodar los ojos, escuchando una débil carcajada por parte de su novia.
—Agradece que la herida no fue muy profunda.
—No puedes culparme, nunca esperé que sacase una maldita navaja en plena luz del día y en un lugar lleno de gente. Sí que se sentía amenazado por mí, ¿huh? —comentó ella divertida, llegando al baño y enjuagándose lo más despacio posible para no lastimarse.
Kusuo se quedó observando a su novia por unos segundos, recordando el susto que se había llevado al verla de esa manera tan indefensa y adolorida. Lo peor vino después, cuando utilizó sus poderes para ver qué era lo que había sucedido y escuchar todas esas cosas tan desagradables.
Solo espero que realmente no te suba el ego salir conmigo.
—Hoy no fue un buen día. —continuó Hikaru, volviendo al cuarto de su novio y acostándose en la cama—. Maldita sea...
—Iré a la cocina. ¿Quieres algo?
—¿Tienes algo para comer? Estoy hambrienta y al final no pude disfrutar de mi malteada.
Kusuo asintió, y sin decir nada más, salió de la habitación, dejando a su novia en completa soledad.
—Debería disculparme con Akane. Tal vez fui demasiado dura con ella, y solamente intentaba ayudarme. —murmuró Hikaru, tomando su celular, cuya pantalla se encontraba rota. Para su fortuna, seguía funcionando—. ¿Huh?
Grande fue su sorpresa al notar que tenía un mensaje de un desconocido. Entrecerró los ojos, intentando ver a través de las grietas de la pantalla.
"Número desconocido: Te espero mañana a las 16hs en el parque donde nos conocimos. No creo que me haga falta decirte quien soy."
—¿Estás bien?
—¡Kusuo! ¡Me asustaste! —chilló la azabache, pegando un pequeño salto en su sitio.
—Ni siquiera notaste cuando entré. ¿Sucede algo?
La mirada de Kusuo fue directo al móvil que tenía ella en sus manos. Esta rápidamente lo apagó y lo guardó.
"¿Debería decirle?" Se preguntó, tomando el paquete de galletas que su novio había traído.
Deberías. Aunque de todas formas ya lo sé.
—Nah, no pasa nada. —Hikaru sonrió—. Creo que pasaré la noche aquí, ¿te molesta?
—No. Quédate.
—Kusuo...
—¿Mhm?
—Por favor, abrázame.
El psíquico sonrió enternecido antes de rodear a su novia con sus brazos para dejar que esta pudiese soltar lágrimas en paz.
—Te amo.
Kusuo se separó para poder tomarla del mentón y limpiar sus lágrimas. Y a continuación, pegó sus labios contra los suyos.
—Yo también te amo.
"Por favor, nunca me dejes."
Jamás.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro