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Capítulo 27 (Personas inoportunas)


La azabache se encontraba acostada boca-arriba sobre el suelo de su habitación, con su teléfono móvil en una de sus manos. Akane, con una extensa sonrisa de oreja a oreja, estaba sobre la cama. Su expresión de intensa felicidad reflejaba lo ansiosa que se encontraba en esos momentos.

—Solo llámalo.

—Ya cállate. Es más difícil de lo que parece. —reprochó la mayor, restregando sus manos por todo su rostro.

—Solo marca su número y dile: 'Hola Saiki, quiero que nos veamos esta noche. Hay algo muy importante que quiero decirte. Y no te preocupes por tu atuendo, porque te aseguro que va a quedar tirada por toda mi habitación.' —bromeó la pelirroja, haciendo una exagerada imitación de la voz de su mejor amiga.

—Akane, no voy a decirle eso. ¡Y yo no hablo así! —Hikaru no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida.

La menor soltó una sonora carcajada.

—Solo llámalo de una vez. Estoy más ansiosa que tú.

—No hay que tomarlo a la ligera. ¿Y si dice que no? Tal vez tiene planes esta noche. —Hikaru hizo una mueca.

—Si dice que no, voy y le incendio la casa. —Akane parecía hablar en serio. La mayor dejó escapar una risita.

Estuvieron unos minutos más hablando de cómo podrían suceder las cosas, hasta que finalmente la azabache se decidió por marcar el número de su amigo.

El seco y ensordecedor sonido del tono le aceleraba el pulso, y sus teléfono empezaba a resbalarse por sus manos debido al sudor provocado por los nervios.

—¿Hikaru?

—¡Kusuo! Eh... ¿Vas a estar ocupado esta noche? —la joven sentía como su cuerpo entero temblaba con suavidez.

—No. ¿Por qué?

Hikaru le dio una mirada a Akane. Esta solamente le sonrió y alzó los dos pulgares arriba, intentando darle ánimos para que su amiga continuara.

—Me preguntaba... si querías ir a cenar. —preguntó la mayor, mordiéndose la lengua al darse cuenta de que su voz había temblado.

El silencio que hubo detrás de la línea telefónica hizo que su estómago se revolviera de la preocupación.

—Está bien.

—¡Perfecto! Yo te paso a buscar. Estate listo a las 9. Adiós. —y más rápido que un rayo, la joven cortó la llamada.

Hikaru se dejó caer de espaldas al suelo una vez más a la vez que oía el pequeño chillido de la pelirroja a unos metros de ella.

—¡Lo hiciste! Estoy tan orgullosa de ti. —admitió Akane, tirándose al suelo para abrazar a su mejor amiga—. Va a ser una buena noche.

—Espero que todo salga bien. —el corazón de la mayor todavía seguía latiendo con fuerza.

—Que sí, créeme. Si no fuese porque todavía vives con tus padres, diría que es el momento perfecto para acostarte con él. —Akane posó ambos brazos detrás de su cabeza, mirando el techo y esbozando una sonrisa.

Hikaru rodó los ojos.

—Hablando de eso... he estado mirando departamentos. Tal vez dentro de unos pocos meses pueda irme oficialmente de aquí. —comentó la azabache, limpiándose el sudor de las manos con su ropa—. Y debo empezar a preparar todo. Ya son las cinco y media.

Un extraño silencio se interpuso entre ambas chicas. Hikaru se encontraba buscando en su armario algún atuendo bonito para ponerse, mientras que la pelirroja estaba sumida en sus pensamientos.

—No puedo creer que le vayas a pedir a Saiki que sea tu novio. ¡Vas a tener novio! ¡Que emoción! —chilló, rodando por el suelo, intentando no gritar tanto puesto que los hermanitos de su amiga estaban durmiendo—. Ya estoy imaginando sus hijos.

Eso hizo que Hikaru se atragantara con su propia saliva.

—¿Hijos? Demonios, Akane. Te estás adelantando demasiado. —respondió la mayor mientras tosía.

—Lo siento. No puedo evitar emocionarme. ¡Mi Hikaru va a tener novio!

—¿Quién va a tener novio?

Ambas chicas de quedaron heladas cuando escucharon una tercera voz femenina. Las dos se dieron vuelta con miedo para poder ver a la mujer de hombros anchos, cruzada de brazos y con el ceño fruncido, en el umbral de la puerta.

—¿Y bien? —preguntó nuevamente la señora Nishimura.

La pelirroja se rascó la nuca y miró a su mejor amiga. Esta suspiró cansada.

—Voy a pedirle a Kusuo que sea mi novio esta noche. Iremos a cenar. —contestó Hikaru con simpleza, clavando su mirada en la de su madre.

La mujer alzó una ceja. Y la azabache ya se estaba preparando mentalmente para el regaño de su vida.

—No vuelvas tarde. —y con eso, la señora cerró la puerta para irse hacia la habitación de sus otros hijos.

Akane parpadeó entre el silencio mortal que las había envuelto. La azabache solo sonrió.

—Esa es su manera de decir que me vaya bien. —dijo Hikaru, ya tomando sus toallas para irse a duchar—. Puedes quedarte si quieres, yo me iré a bañar.

—Nah, te dejo tranquila. Pero eso sí, apenas llegues ni se te ocurra irte a dormir. Vas a tener que contarme todo. —avisó la pelirroja, agarrando su abrigo para ponérselo—. Suerte.

—Gracias.

Una vez que Akane se marchó y Hikaru se metió en el agua caliente de la bañera, la azabache permitió que su boca largase un fuerte y hondo suspiro. Observó el techo.

"Por favor... que todo salga bien..."

Todo saldrá bien.

***

Saiki Kusuo nunca había estado tan nervioso en su vida como en esos momentos.

¿Lo peor de todo? Es que debía actuar con suma naturalidad. Puesto que, por supuesto, Hikaru no tenía idea de que él sabía su plan porque podía leerle los pensamientos. Y hablando de eso, ¿cuándo debía decírselo?

En algún momento tenía que confesarle que era psíquico. No es como si pudiese ocultárselo toda la vida. Y eso era lo que le preocupaba, ¿cómo iba a reaccionar Hikaru? ¿Bien? ¿Mal? ¿Neutral? ¿Se asustaría?

A muchas personas les puede causar mucho estrés el pensamiento de que alguien pueda leerles la mente.

Kusuo se abstuvo de bufar y decidió acomodarse mejor su atuendo, esperando que no tenga alguna mancha o una arruga. No solía ir vestido tan formal, así que le era raro ponerse ese tipo de ropa. Pero bueno, esta vez era una caso sumamente especial.

—¡Ku-chan! ¿Qué quieres para cen-...? ¡Oh! —la puerta de su habitación se abrió de golpe, dejando ver a Kurumi—. ¿¡TIENES UNA CITA CON TU NOVIA?!

Yare yare... ¿por qué los padres tienen esa mala acostumbre de abrir sin tocar?

—No es mi novia.

Todavía.

Kurumi tenía una expresión de querer llorar de alegría. Kusuo rodó los ojos.

—Bueno... si me disculpas...

—¡Espera, espera! —la mujer de cabello azabache sacó su móvil y le hizo una foto sin avisar—. ¡Mi Ku-chan está creciendo! Necesito guardar este momento.

Saiki iba a regañar a su madre, hasta que el timbre de la casa sonó de repente.

Y antes de que pudiese hacer algo, Kurumi ya estaba en la puerta principal de la casa, lista para recibir a la muchacha.

Ha sido más rápida que yo con mis poderes...

—¡Hika-chan! —saludó Kurumi, intentando aguantarse las lágrimas al ver lo preciosa que era la novia de su hijo.

—Buenas noches, señora Saiki. —saludó Hikaru nerviosa, mientras intentaba darle una pequeña sonrisa.

—¿Huh? ¿Quién es, cariño? —Kuniharu se acercó curioso a la puerta y empezó a chillar cuando notó quien era—. ¡Pero si es la novia de Kusuo!

A Hikaru le tembló la sonrisa.

"¿Qué se supone que debo hacer en una situación como esta?" Se preguntó, buscando las palabras exactas para seguir hablando.

—Hikaru. Vámonos.

—¿Kusuo? ¿Qué-...? —y sin decir nada más, el psíquico la tomó del brazo y la arrastró hacia afuera, cerrando la puerta detrás de ellos—. ¡E-espera!

—Si nos quedamos un segundo más mis padres no nos dejarán libres. Parecen tener una obsesión contigo.

—Ah, ya veo... —murmuró la azabache, intentando desacelerar el paso.

La llegada al restaurante fue normal, dentro de todo. No había tanta gente y la decoración era bastante elegante. Kusuo agradeció haber leído los pensamientos de Hikaru para saber qué tipo de ropa ponerse.

—...Azumi suele ponerse muy mal cuando bebe. Una vez se subió al techo de mi casa y empezó a cantar 'Wannabe' de las Spice Girls. —comentó divertida la azabache, una vez que ambos tomaron asiento en una de las mesas.

Saiki le sonrió, y quiso comentarle lo hermosa que se veía en su vestido hasta que por el rabillo del ojo notó que una persona muy conocida-y muy molesta también-se acercaba a ellos.

—¿Mhm? ¿Qué hacen unos plebeyos como ustedes en un restaurante como este?

Saiko Metori. El niño millonario y mimado... Y la pesadilla de muchos.

—¿Qué haces aquí, Saiko? —respondió la azabache, alzando una ceja y mostrándose molesta.

Espera, ¿lo conoces?

—Solo he venido a disfrutar de uno de mis mejores restaurantes. ¿Tú que haces aquí con-...? —Metori entrecerró los ojos, intentando recordar el nombre del de pelo rosa—. ¡Bueno! Como sea. No molesten y no ensucien este espléndido lugar con su estupideces de plebeyos.

Hikaru puso los ojos en blanco una vez que el otro se alejó de ellos. A Kusuo le temblaba una ceja.

—¿Lo conoces?

—Algo así... —la mayor desvió la mirada, un poco incómoda. Saiki se la quedó mirando, esperando que cuente un poco más. La azabache gruñó—. Ugh, lo conozco por fiestas a las que he ido, nada más. Hablamos un par de veces, pero es imposible conversar con él sin que te rebaje diez veces en una misma oración por ser 'pobre'. Así que lo golpeé.

Kusuo sonrió inevitablemente.

—Típico de ti. Ya no me sorprende.

—Muy gracioso. —Hikaru hizo una mueca—. La verdad es que casi me denuncia y me ha amenazado varias veces con ponerme una restricción de acercamiento. Así que cada vez que lo veo intento hacer como si no existiera.

—Y eso es algo que jamás podrás lograr. Nadie podría ignorar a un chico tan rico como yo. —Saiko regresó una vez más y se sentó junto a ellos sin pedir permiso o decir alguna palabra.

Esto no puede estar pasando...

—¿Quien dijo que podías sentarte? —Hikaru se cruzó de brazos, volviendo a fruncir el ceño—. ¿Y qué haces aquí? Vete.

Metori alzó una ceja.

—Deberías agradecer que alguien como yo se siente con unos pebleyos como ustedes. —contestó en un tono de superioridad—. La verdad es que me apeteció cenar con ustedes debido a que nadie aquí es lo suficientemente clasificado como para dirigirme la palabra. Además, ya no quedan mesas. Así que ustedes son mi única opción.

"Cálmate... cálmate... no quieres comerte una denuncia por este idiota..." Se decía a sí misma la mayor, intentando no hacer una escena.

La cena pasó horriblemente lento para Hikaru y Kusuo. Sobretodo para la azabache, quien maldecía una y otra vez a Metori por haber interrumpido por completo su plan.

"Ojalá Kusuo pudiera oír mis pensamientos. Me gustaría decirle que lamento que esto haya pasado." Pensaba la joven, cansada de oír cómo Saiko contaba lo genial que era poder comprarse un yate cada día.

No te preocupes. Lo entiendo.

Cuando llegó la hora de pagar, Hikaru se las arregló para manipular al niño millonario para que él pagase por todos. Fue como una pequeña 'venganza' por haber arruinado su cita. Aunque no lo valía tanto, puesto que al final no logró decirle a Saiki lo que realmente quería decirle.

La mayor se ahorró un suspiro. Miró con tristeza la parte delantera de la casa de Kusuo; lo que significaba que debían despedirse.

—Nos vemos, Hikaru.

—Espera, Kusuo. —la mencionada lo tomó del brazo. Este lo miró, casi ilusionado—. Yo... Yo... me preguntaba si...

Las palabras quedaron en el aire. Sin embargo, Hikaru no tenía ideado detenerse ahora.

—Lamento que esto-...

—Sí quiero ser tu novio-...

Ambos jóvenes se miraron casi perplejos. Kusuo sintió su rostro enrojecer a más no poder, mientras que Hikaru parpadeaba totalmente sorprendida.

—¿Qué has dicho?

—Nada.

—No. En serio. Tú... —Hikaru rió divertida—. ¿Pensaste que iba a decirte que...?

—Cállate.

—¡Sí lo hiciste!

—Que no.

La azabache le sonrió con las mejillas sonrojadas, antes de lanzarse hacia él y besarlo con pasión. Kusuo correspondió el beso casi al instante.

—Entonces, ya que estamos, ¿quieres ser mi novio? —cuestionó la joven, alzando una ceja y sonriendo burlona.

Kusuo suspiró.

—Sí, sí quiero. —y volvieron a besarse.

Mientras tanto, Kurumi y Kuniharu no paraban de llorar de alegría en silencio. Habían estado detrás de la puerta por más de dos horas esperando a Kusuo para preguntarle cómo le había ido en su cita.

Supongo que las cosas van a cambiar a partir de este momento...

Kusuo sonrió entre medio del beso.

Y estoy emocionado por saber cómo.

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