I.XVI - Esposa Guardiana
Sam sabía que debía arrepentirse de todo y hasta cierto punto lo hizo. Lamentó la muerte de Charlie. Pero si era honesto consigo mismo, lo volvería a hacer. Todo. Las mentiras. No haber quemado el libro. Solo se aseguraría de que Charlie nunca saliera de ese almacén.
Incluso con Dean enojado a su lado.
Incluso con Anna, parada al otro lado del cuerpo en llamas de Charlie, sosteniendo ese libro contra su pecho.
Lo volvería a hacer.
—Estábamos intentando ayudarte —habló Sam.
—No necesitaba ayuda. Te dije que lo dejaras estar —la voz de Dean era implacable.
—¿Qué se suponía que tenía que hacer, simplemente... verte morir?
—La Marca no va a matarme.
Sam tragó saliva. Dean estaba muy callado. Demasiado.
—Quizá no, pero... cuando termine contigo, ya no serás tú. Dean, si te pierdo también pierdo a Anna. Y no puedo... —su voz se quebró—. Escucha, tuve una oportunidad...
—Sí, tuviste una oportunidad — gruñó Dean—. Charlie está muerta. Buen intento.
Esas palabras dolieron más de lo que pensaba. Miró a Anna y el sentimiento empeoró. Su mirada estaba perdida, podía ver el reflejo del fuego en sus ojos. Y sin saberlo a ciencia cierta, él sabía que su cabeza estaba yendo más rápido que la suya y seguramente culpándose de la muerte de su amiga.
—¿Crees que yo...? ¿Crees que alguna vez me voy a perdonar por esto? —preguntó Sam, sin dejar de mirar a su esposa.
Los fríos ojos de Dean lo miraron. —¿Quieres saber lo que creo? Creo que tendrías que ser tú el que esté ahí arriba y no ella. Mira a nuestra esposa, Sam. Te ha necesitado durante semanas y no has estado porque Dios sabe que no puedo cuidarla. Ya no. Deberías estar con ella —la ira aumento—. Esto, con Cas y con el libro termina ya. Termina con esto antes de que alguien más salga herido, ¿me entiendes?
Las respiraciones de Sam eran superficiales. —¿Y tú qué vas a hacer?
—Voy a encontrar a quien hizo esto y voy a destrozar todo y a todos a los que han amado. Y luego voy a arrancarles el corazón.
—¿El que habla eres tú o la marca?
Sam observó a Dean mirar a Anna. Por un momento agradeció que la pelirroja este sana y salva frente a ellos. No se imaginaba de lo que su hermano era capaz si alguien la lastimara.
—¿Acaso importa?
—¿Qué hay que ella?
La mandíbula de Dean se tensó cuando se alejó. —Sé su maldito esposo.
****
—¿Dónde está Charlie? —las palabras de Cas detuvieron a Sam en el último escalón del almacén. Él sacudió la cabeza y la cara del ángel cayó—. No. Dios. Debería haber ido tras ella. Yo... ¿qué ha pasado?
—Los Styne... la atraparon y Dean va tras ellos.
Cas asintió y exhaló. —Así que lo sabe. ¿Y Anna? Ella no lo debe estar tomando muy bien.
Los ojos de Sam se humedecieron, estuvo a punto de contestar su pregunta pero sintió la presencia de ella llegando. Bajó los escalones en silencio y Cas la pudo ver. Sus ojos verdes estaban irritados por las lágrimas al igual que su nariz. Su boca era una linea fina.
No había una pizca de alegría en su mirada. Ella pasó por al lado de ambos, ignorándolos por completo. El libro apretado entre sus manos.
El labio de Sam tembló cuando observó la forma en que lo ignoro. Que ignoro todo a su alrededor. La había roto. Nunca quiso dañarla y de todas formas lo había hecho.
—Déjala —Sam detuvo a Cas cuando fue a buscarla—. Ella no ha hablado con nadie. No sé qué está pasando por su cabeza, pero necesita tiempo. Creo.
—Bueno, ¿ahora qué?
—Voy a acabar con esto. Se lo prometí a Dean.
—¿Hola? —habló Rowena. Ella levantó sus manos esposadas. —¿Alguien quiere decirme qué está pasando?
Cas gruñó y se giró hacia Sam. —¿Qué pasa con ella?
Su mandíbula se contrajo. —Adivina.
—EEstaré encantado de matarla. Acaba de compararme con un pez. ¿Qué pasa con Dean? Y... —señaló disimuladamente con la cabeza a Anna.
—Ella está... creo que la lastimé demasiado esta vez. No sé qué hacer, pero yo solo... necesito que Dean vuelva para ayudar. Él no quiere estar cerca de ella, pero no sé qué más hacer, Cas.
El ángel apretó los labios. —¿Donde esta?
—Deberíamos ser capaces de rastrearlo —Sam respló mientras sacaba su teléfono—. Puse un rastreador al Impala hace unas semanas solo por si acaso. Mira.
En el momento en que Cas miró el mapa, Sam recibió un correo electrónico que cambió todo.
—¿Esto es lo que creo que es? —el hermano preguntó con el corazón en la garganta mientras se acercaba a Rowena y le mostraba el archivo que venía del correo electrónico de Charlie.
—Esa niña traviesa —Rowena tomó el teléfono—. Ha descifrado el código.
—¿Puedes leer el Libro de los Malditos con esto?
—Hasta la última palabra —instintivamente, los ojos de Sam buscaron los de Anna. Y cruzaron miradas. Los ojos cristalinos de la pelirroja se llenaron de esperanza—. Podemos curar la Marca de Caín.
—Cas, ve a buscar a Dean —ordenó Sam, alejando la mirada de la de su esposa—. Asegúrate de que no se le acaba la reserva, ¿vale?
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy salvando a mi familia.
—Le dijiste a Dean...
—Sé lo que le dije a Dean —gruñó Sam mirando al ángel—. Cas, mira, he estado por ahí hecho un lío y asustado y solo. Y Dean...
—Dean haría lo que fuera para salvarte.
—Sí. Es decir, se está convirtiendo en algo. Le debo esto. Le debo todo. Tenemos una oportunidad de una buena vida. Juntos. Con Anna. Solo necesita recordar eso, necesita saber que todavía es posible para él —hizo una pausa— Mira, sé que intenta aparentar que sobrevivirá a la Marca, pero tú y yo sabemos la verdad. Sabes lo que ocurrirá si no le curamos. Ambos sabemos donde termina el camino.
Cas apretó los labios. —Ojos negros y sangre.
—Sí. Ve. Encuéntralo, Cas. Ponlo a salvo.
Después de una larga y temerosa mirada con Anna, Cas asintió y se fue. Apenas había salido de la habitación antes de que Rowena estuviera hablando de nuevo.
—Menos charla y más traducir —gruñó Sam.
Ella se recostó. Labios curvados en una sonrisa. —Sobre eso... dije que puedo leer el libro, nunca dije que lo haría.
Sam sintió que sus dientes podrían romperse de lo fuerte que los apretó. Colocó su cuerpo sobre de Rowena. —Teníamos un trato.
—Lo teníamos, lo tenemos y esta vez el trato depende de ti. Quiero a mi hijo... muerto.
—¿Sammy? —sus ojos se cerraron ante el sonido de la voz de Anna—. Sam... ¿qué quiere decir?
Se apartó de Rowena y la miró. No tuvo que decir ni una palabra para que ella se diera cuenta de lo que estaba pasando.
La pelirroja apretó los labios con rencor. Tomó el libro y salió del lugar sin decir nada. Empujando su costado en el camino y derrumbandolo todo una vez más.
****
—Anna. Anna, para. Por favor
Ella se giró, la grava crujió bajo sus botas, y agitó el libro en su dirección. —Escribí esto —gritó. Él se detuvo en seco—. Yo lo escribí.
Sacudió la cabeza. —No entiendo. Si se trata de Crowley...
—Me dijeron que yo escribí esto. Alguien me amo y arruine su vida. Como con Gadreel, como con Caín y ¡no sé cuantos más! —las lágrimas llenaron sus ojos y rápidamente se derramaron. Su voz se quebró—. Ahora Charlie está muerta. Quieres matar a Crowley. Y todo en lo que puedo pensar es en Dean.
Y todo cerró en la cabeza de Sam.
Anna estaba agotada. Ella no podía seguir luchando. Tenía uno o varios pasados que la atormentaban. Y en esta vida todo lo que había conocido era dolor y muerte. Podía contar con los dedos de una mano los momentos en los que ella fue feliz y más con ellos a su lado.
Todos los que alguna vez Anna amó estaban muertos. En esta vida y las otras. Era una mujer perseguida por su pasado y con una maldición que al parecer no podía quitarse.
Y se estaba volviendo cada vez más difícil para ella luchar contra esta imagen que tenía de sí misma. De una mujer horrible y egoísta. De un monstruo. Y con Sam fuera y Dean alejándose. No había tenido a nadie a quien recurrir.
Nadie que le recordara que cualquier visión que ella tenía de sí misma era errónea.
—No te aprovechas de las personas que amas, Anna —la voz de Sam era suave—. Elegimos sacrificarnos por ti porque nos das cosas que nadie más puede. Tal vez cometas errores... pero siempre has hecho lo mejor para las personas en tu vida.
Anna sacudió la cabeza y apretó el libro contra su corazón. —No puedo... no puedo elegir a Dean por sobre Crowley. No puedo matarlo para salvar a mi esposo. Yo no... me destruiría.
—Lo sé —Sam avanzó y colocó una mano a un lado de su cabeza—. Es por eso que estoy tomando la decisión por ti —besó su sien con cariño—. Perdóname.
*****
Anna paseaba por el almacén. Llamando a Sam por enésima vez. No pudo hacerlo. No podía dejar que matara a Crowley. Junto a Bobby fue lo más parecido a un padre que había tenido.
Sin embargo, esa pequeña voz en la parte posterior de su cabeza dijo que si realmente hubiera querido detenerlo, si realmente no estaba dispuesta a sacrificarlo por Dean, nunca habría dejado que Sam se fuera en primer lugar. Habría luchado con uñas y dientes para mantenerlo. Pero no lo hizo.
Anna se quedó congelada cuando él se fue. Solo lo llamó cuando ya no estaba.
—Sammy, por favor. Por favor no hagas esto —rogó cuando la atendió el contestador de nuevo.
—No pensé que vería el día en que alguien suplicara por la vida de mi hijo — Rowena estaba sonriendo con sarcasmo. Con la frente en alto.
Anna la ignoró. Algo a lo que no estaba acostumbrada.
—Sabes que sé de ti, ¿verdad? —siguió hablando—. Sé quién eres para él. Dulce hijita. Debería haberte matado hace meses.
—Puedes intentarlo —murmuró Anna mientras marcaba de nuevo el número de Sam.
Rowena resopló. —Porque funcionó muy bien la última vez... ¿por cierto, cómo lo hiciste? ¿desafiar mis artimañas sin un rasguño?
Correo de voz de nuevo. Anna dejó escapar un gruñido.
—Rowena, cierra la boca.
Rodó los ojos. —Y pensar que alguna vez te consideré mi nieta.
Anna arqueó una ceja y se rió de lo absurdo que sonaba eso. —La relación que tengo con Crowley no te convierte en mi familia. Él se ganó su lugar en mi vida —apoyó sus manos en la mesa frente a ella—. No te has ganado nada.
La bruja frunció el ceño. —¿Nos hemos visto antes? Te ves terriblemente familiar.
Con un giro de sus ojos, se apartó de la mesa. —Conociendo mi suerte, probablemente te he conocido en una vida pasada.
—Oh, lo dudo —se rió—. No, querida, solo me recuerdas a mí misma cuando tenía tu edad.
—Nada de lo que digas evitará que te mate si Sam regresa con la cabeza de Crowley.
—Por favor, uno de los Winchester me iba a matar sin importar lo que pase. Al menos de esta manera, me llevaré a ese bastardo desagradecido conmigo.
****
Crowley estaba vivo, lo cual fue un alivio que duró poco para Anna porque con rapidez descubrió que Dean mató a un niño inocente. Solo porque estaba junto a los Stynes, que también se encontraban muertos. Sin mencionar la golpiza que le había dado a Cas.
Dean se fue después de lo sucedido y bebió hasta que no pudo sentir nada. Cuanto más tiempo estaba lejos de ella, más fácil era dejar que la oscuridad de la Marca lo envolviera.
Al despertarse en el piso de un motel sucio, bebió los restos de una cerveza caliente y trató de decirse a sí mismo que estaba bien. Se dijo a sí mismo que podía hacerlo. Vivir una vida lejos de Anna. Lejos de la tentación.
Mantenerla a salvo de él.
Pero en el primer caso que trabajó sin ella, mató a Rudy y traumatizó a la niña que debía salvar.
Dejó ese motel hecho jirones, una nota dirigida a ella sobre la cama. Era solo cuestión de tiempo antes de que lo rastrearan, lo sabía. La promesa de Sam de curarlo y de Anna de no abandonarlo pesaba sobre él.
*****
Sam había querido ir tras Dean cuando descubrió la ubicación. Pero Anna había estado tan ansiosa que no iba a aceptar un "no" de su parte. Necesitaba verlo, saber que todavía estaba bien y no había cometido una locura como imaginaba.
La pelirroja encontró la nota de Dean en el motel. Las llaves del Impala se encima.
"Lo siento bebe. Perdóname"
Eso era todo lo que había escrito. Eso es todo lo que Dean pudo decirle porque estaba haciendo lo que ella más temía. Se encontraría con la muerte de frente.
*****
—Lo que encuentro realmente fascinante, Dean... —hablo la Muerte, de pie frente a una mesa en el restaurante mexicano cerrado, mirando la comida que Dean le había preparado—. Es que tú y yo, ambos sabemos que tuve malas experiencias con los Winchester antes y aun así me llamas.
—Sí, lo sé, pero no esta vez, ¿de acuerdo? —contestó Dean—. Sin juegos, sin segundos pensamientos. Sé que sabes qué es esto —extendió su antebrazo para mostrarle la Marca—.Sé que sabes lo que puede hacer. Intenté combatirla. He intentado vencerla por mi cuenta. Y no puedo. No me quedan más opciones... excepto tú.
La Muerte respiró hondo y se sentó. —Bueno, nunca pensé que vería el día. Dios mío. Dean Winchester ha volcado su rey. Pero no te mataré, Dean.
—Eres La Muerte.
—Y esa Marca en tu brazo es la Primera Maldición. Nada puede matarte.
Dean sacudió la cabeza. Pensando en las opciones. —Bueno, de acuerdo, olvídate de matarme, ¿puedes deshacerte de ella?
—Podría —contestó haciendo una mueca.
Dean alzó las cejas. —Pero...
—Creatio ex nihilo. Dios creó la Tierra de la nada... o eso es lo que tu maestro dominical nos hizo creer.
—¿Qué, entonces el Génesis es una mentira? Sorprendente.
Parecía que la muerte iba a poner los ojos en blanco, pero se levantó. —Antes de que se hiciera la luz, antes de Dios y de los arcángeles, no es que no hubiese nada. Estaba la Oscuridad, una fuerza amoral terriblemente destructiva Dios y sus arcángeles en una guerra terrible. Dios encerró a La Oscuridad lejos donde no pudiera hacer daño, y creó una Marca que serviría como cerradura y llave, la cuál confió a su teniente más preciado, Lucifer. Pero La Marca comenzó a hacer valer su propia voluntad, se reveló como una maldición, y comenzó a corromper. Lucifer se puso celoso del Hombre y comenzó con sus travesuras junto a tu esposa, Dios expulsó a Lucifer al Infierno.
Dean tragó saliva. Sus manos se flexionaron. —¿Anna?.
—Su hermana —la Muerte si giró hacía él—. Ella es lo único que Lucifer amó en su vida. Ella es su única familia. Cuando Anna nació y estuvo en el cielo fue una locura si me lo preguntas. Pero Dios así lo quiso. Sin embargo nunca se ocupo de ella.
—Su hija...
—Hija de Dios y Eva. Una de sus pequeñas travesuras —la Muerte se aclaró la garganta—. Pero ¿cuando haz visto a Dios preocupado por sus hijos? Él estaba más preocupado por sus otras creaciones que por su propia hija. Entonces ella vagó por el cielo, todos la amaron. Otros estuvieron celosos. Yo... yo la cuide como si fuera mi hija.
Un silencio se produjo. Dean pudo ver como la cara de la Muerte se suavizaba al recordarla.
—Era pequeña. Y yo la vi convertirse en una mujer poco a poco. Estaba... estoy tan orgulloso de ella. De lo que fue, de lo que es. Cuando hizo esa travesura con Lucifer, de ayudarlo entrar al Edén, ella no lo sabía. Él la engaño pero ¿crees que a Dios le importó?
Algo hizo clic en la cabeza de Dean. —Tú eres la razón por la que ella resucita. ¿verdad?
La muerte inclinó su cabeza y guardó silenció.
—¿Matarías a tu hija Dean? —preguntó sin esperar respuesta—. Puede que no sea mi sangre, pero yo la crié. Fui yo quien le enseñó todo allá arriba junto a un puñado de ángeles. No pude matarla. Así que decidí ponerla en un bucle. Charlamos cada vez que muere, luego es libre de vivir su vida. Por desgracia, ella no tiene recuerdos. No sabe que fue, ni siquiera que es literalmente hija de Dios. Agradece eso.
Dean apenas podía respirar. —Yo pensé que Dios...
—Él dio la orden. No sé que te habrán dicho pero esta es la historia oficial. Él ordeno matarla. Lucifer al Infierno y Gadreel a la cárcel celestial. Pero yo no recibo ordenes de él. No cuando se trata de MI hija, él no tenía ese derecho.
El Winchester apenas supo que contestar. Era demasiada información sobre su esposa en tan poco tiempo.
La cabeza de la muerte se inclinó y entrecerró los ojos. —¿La amas menos? ¿Sabiendo esto?
—No
Su respuesta fue rápida, sin dudas.
—Entonces olvídate de esto. Lo único que debes saber es que tú esposa es Anna Winchester. Una cazadora promedio enamorada de ti y tú hermano. Eso es todo.
Dean aclaró su garganta y se pasó la mano por la cara. Volviendo al tema más importante, contempló la marca que había arruinado su vida.
—Dios desterró a Lucifer al infierno —continuó la Muerte—. Lucifer pasó La Marca a Caín, quien te pasó La Marca, el proverbial "dedo en el dique".
—Bueno, eso es fantástico, ¿verdad?
—Así que podría quitarte La Marca —habló mientras se inclinaba sobre Dean—. Pero solo si la compartes con otro para asegurar que la cerradura permanezca intacta y que La Oscuridad se mantenga confinada.
La tentación era dolorosa.
Trasladar todos sus problemas a otra persona y recuperar la vida que siempre quiso junto a su esposa. Otra oportunidad. Pero ese no era él y Anna no se sentiría bien sabiendo que había hecho eso por ella.
—No voy a hacer eso... —aunque podía escuchar el arrepentimiento en su voz—. A nadie.
La muerte se enderezó. La expresión de su rostro decía que ya conocía la respuesta, incluso antes de oírla.
—¿Y si te dijera que podría trasladarte a algún lugar muy lejano, ni siquiera de esta Tierra, donde seguirías estando vivo, pero ya no serías un peligro para ti o para otros?
*****
Cuando Anna vio el nombre de Dean en su teléfono, casi lo dejó caer en su prisa por contestar.
—Le di una oportunidad, bebé.
—Dean, por favor —su voz tembló—. Lo que sea que estés haciendo, lo que sea que hayas hecho, por favor... Ven a casa conmigo.
—Demonios, incluso trabajé en un caso. Di todo lo que tenía para vencer a esta cosa.
—Lo sé —contestó, tragándose las lágrimas—. Vi a Rudy.
—Bueno, entonces, viste lo que hice.
—No, ese no eras tú.
Después de una pausa, continuó. —Por supuesto que fui yo —y su voz nunca sonó más rota—. Bebé, he terminado. Toma un bolígrafo, es hora de decir adiós.
Anna llamó a Sam en el momento en que Dean le dio la dirección. —Detenlo —fue su respuesta—. Haz lo que tengas que tengas que hacer. Estamos tan cerca. No dejes que se rinda. Aún no.
Y eso era lo que iba a hacer. Salvar a su familia.
Por supuesto, no esperó ver a la Muerte parada en un restaurante mexicano. Se detuvo en seco cuando lo vio. Pero, como la última vez, todo lo que sintió fue una calma familiar.
—Lo que sea que estés pensando en hacer —le habló a Dean—. No lo hagas, por favor. Hay otra salida. No tienes por qué ir con él. ¡No tienes por qué morir!
Dean se encogió de hombros. Cada paso que ella daba hacia él, él daba uno hacia atrás. Solo la miraba con frialdad y sabía que era por la Marca. Sabía que estaba dejando que el odio envolviera su corazón.
—Es gracioso que digas eso. La verdad, es que cuando me fui, pensé que la única salida era mi muerte. Bueno, estaba equivocado. Es la tuya.
Y ni siquiera eso la asusto. Cuando Dean le contó el plan, tuvo que luchar contra el impulso de reír.
—¿Qué? ¿Va a mandarte al espacio exterior?
Dean rodó los ojos. —No, bueno, no dijo el espacio exterior.
—¡Es una locura, Dean!
—Ni mucho menos, me temo —contestó la Muerte.
—No recuerdo haber pedido tú opinión —Anna estaba siendo sarcástica para evitar enfrentarse a la realidad.
—¡Escúchalo!
Ahora ella rodó los ojos pero se dispuso a escucharlo. Necesitaba ganar tiempo porque Sammy estaba resolviendo todo. Él siempre lo hacía.
—Nuestro interrogante es simple, Anna —continuó la Muerte—. Dean no puede ser asesinado y La Marca no puede ser destruida, no sin iniciar un mal aún mayor que ninguno de nosotros jamás ha conocido. La Oscuridad.
Ella alzó las manos. —¿Qué demonios es eso?
—Bueno, ¿cómo suena? —gruñó Dean, llamando tu atención—. ¿Suena como una cosa buena?
—Incluso si elimino a Dean del campo de juego —continuó La Muerte—. Todavía quedas tú. La leal y perseverante Anna. No descansaras hasta encontrar una forma de traerlo de vuelta. Hasta que libere a tu esposo de La Marca, lo que simplemente no puede ocurrir, para que La Oscuridad no sea liberada.
Los ojos de Anna se llenaron de lágrimas cuando miró a Dean. —Cambiaste mi vida.
Sólo esas palabras bastaron para que se rompa.
—Bebé... —se acercó.
—Este no eres tú. Esto no tiene ningún sentido. Nunca me lastimarías así.
—Es por el bien común —intervino La Muerte—. Una vez que lo consideres, esto tiene todo el sentido del mundo.
—No morirás. En realidad no —Dean hizo un gesto hacia la muerte—. Se asegurará de que vuelvas. Una nueva vida. Un nuevo comienzo.
Ella sacudió su cabeza. —¿Y qué hay de Sammy?
—Puedo matarte a ti pero no a mi hermano Anna —su voz se quebró—. Puedo vivir matándote porque se que volverás. Me destruirá... pero lo haré. No puedo matar Sammy. Él mismo lo hará. Sin ti y sin mi, él simplemente... no podrá seguir.
Anna no se molestó en limpiar las lágrimas que caían por su cara.
—¿Recuerdas cuando estábamos en esa iglesia? —Dean hizo una pausa—. Estabas lista para morir por el bien mayor.
—Sí y me hiciste retroceder. Los dos lo hicieron.
—Y estaba equivocado. Tenías razón, Anna. Sabías que este mundo sería mejor sin nosotros en él.
—Estás torciendo mis palabras.
—¿Por qué? —un destelló de odio en su voz—. ¿Por qué nosotros rastreamos a lo malvado y lo matamos? ¿El negocio familiar? ¿Es eso? Mira la película, Bebé. Lo malvado nos rastrea a nosotros. Y destruye todo a nuestro alrededor... nuestra familia, nuestros amigos. Es hora de que pongamos un nombre propio a lo que realmente somos y nos ocupemos de ello.
El estomago de Anna se cerró. Puso en palabras lo que ella pensaba y sentía día a día pero prefería ignorar. Esa duda de su propia humanidad.
Pero ella también tenía la respuesta a eso. —Nosotros no somos los malvados.
Estaba confiada de sus propias palabras. Y ni Dean, ni la Muerte le haría creer lo contrarío. Ellos no eran malos.
—Estamos lejos de ser perfectos —continuó—. Pero somos buenos. Esa cosa en tu brazo es malvada, pero no tú, ni yo. Y definitivamente no Sammy.
—Dejé morir a Rudy —le aseguró—. ¿Cómo no fue eso malo? Sé lo que soy, Anna. ¿Pero quién eras cuando... cuando mataste a Kevin, o cuando abandonaste a tu madre y la dejaste morir sola? ¿O cuando ignoraste a Bobby y lo mataron? ¿Cuándo dejaste a Benny?
La cara de Anna cayó y las lágrimas corrieron aún mas fuerte por sus mejillas. Solo quería tirarse al piso y llorar. Llorar por todas esas muertes que cargaba y la perseguían todos los días. La lastimaban en lo más profundo de su alma.
Pero sabía que ese no era Dean hablando. Quiso pensar que no era él.
—¿Y qué hay de Sam? Crees que es tan inocente, pero llevó a ese hombre a vender su alma. Le insistió a Charlie para que la mataran. ¿Y con qué fin? ¿Un buen fin? ¿Un fin justo? ¿Para eliminar la Marca sin importar las consecuencias? Anna, ¿cómo eso no puede ser malvado? Tengo esta cosa en mi brazo, y estás dispuesta a dejar entrar a la Oscuridad en el mundo.
Cerró la distancia y presionó su mano sobre su corazón.
—También estuviste dispuesto a invocar a La Muerte para asegurarte de que no hicieras más daño. Me llamaste porque sabías que haría cualquier cosa para protegerte. Eso no es ser malvado, Dean. Eso no lo hace un hombre malvado. Eso es un hombre bueno llorando por ser escuchado, buscando... algún otro camino.
No importa cuán fuerte Dean pensaba que era. Ella siempre encontraba el camino.
Él agarró su mano entre las suyas. —No, no hay otro camino, Bebé.
Con la mano en la parte posterior de su cabeza, él la besó. Las lágrimas saladas se mezclaron. Un amor amargo era todo lo que tenían. Era lo que siempre iban a tener. Entonces supo cuán cruel podía ser la vida.
Cuando tomó la guadaña de la Muerte, su mano ya había comenzado a temblar.
Los labios de Anna temblaron cuando la miró. —Dean... por favor.
—No hagas esto más difícil de lo que ya es.
Levantó la guadaña y dio un paso adelante. Ella dio uno hacia atrás y se chocó con la barra. Un sollozo escapó de su garganta. Sus manos temblaron.
—Cierra los ojos, Bebé.
Ella sacudió su cabeza. Su visión se volvió borrosa. —La primera vez que los conocí... me sentí bien. Sentí que estaba en donde debía por primera vez en mi vida. Mi lugar en el mundo. Entonces te dije que no era tu enemiga. Eso no ha cambiado, Dean.
Vaciló. Anna casi podía ver como recordaba. La manera en que la había tratado por primera vez. La facilidad con la que ella derritió su corazón. Las promesas que se hicieron el uno al otro.
La muerte se colocó detrás de él. —Es por la familia que tienes que proceder, Dean. Hazlo. O lo haré yo.
—Cierra los ojos Anna.
Ella volvió a negar. —Si me matas, tendrá que ser viéndome a los ojos
Dean tomó aire. Su agarre se apretó sobre la guadaña. —Perdóname.
Sus brazos retrocedieron y Anna cerró los ojos con fuerza. Hubo un silbido y un golpe. Ella esperó el dolor.
Y espero.
Y espero.
Unas cálidas manos envolvieron su rostro antes de sentir un cuerpo cálido contra el suyo y una voz en su oído. —Lo siento mucho bebé. No puedo... simplemente no puedo.
Ella abrió los ojos cuando sus brazos la envolvieron. su cara presionada contra su pecho.
—¿Dean?
—Tranquila, no te va a lastimar. Y yo tampoco. Nunca más.
—Quiero llevarte a casa, Dean —susurró cuando él se apartó—. Por favor, vamos a casa.
Presionó un beso en su frente. —Sí bebé. Haré lo que me pidas.
Tan pronto como las palabras salieron de su boca, un chillido llenó el aire. Dean se tensó.
—¿Eso te suena bien? —preguntó Dean.
Ella no se atrevió a esperar. Conociendo su suerte, podría haber sido una consecuencia de la muerte de la Muerte. Pero cuando ese rayo rojo atravesó el techo y despojó la Marca del brazo de Dean, se sintió como una victoria.
Una victoria que duró muy poco.
*****
¡BOOM! Bienvenida Amara, te estábamos esperando para que compliques las cosas.
Espero que les haya gustado, pensé que nunca iba a poder publicar este capítulo. Real que no encontraba la forma de que quedaba más o menos bien.
No sé si alguien sigue leyendo esto pero si todavía queda algún alma, GRACIAS. Ahora si se viene lo padre y ya casi el final. Un final que no va a ser feliz, aviso.
Espero que hayan entendido más de la verdadera historia de Anna o más bien su pasado. Si no, me lo dicen que el próximo capítulo hago una linea de tiempo ah
Tengo una historia sobre Jensen Ackles en mi perfil. Es totalmente distinta a esta pero me gustaría que le dieran una oportunidad. Esa la actualizo más seguido. Les juro 😂
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