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I.XII - Hombre en el Interior

Los gritos de Dean razonaron en el búnker. Gritó por Anna y por su hermano. Despertandolos a ambos de un sueño profundo.  Ella se vistió con rapidez con una de las remeras de Sam cuando él salió corriendo de la habitación, con su arma en alto. No mucho después, lo siguió.

Sam se frenó en la puerta de la habitación de su hermano, mirándolo con tristeza mientras se retorcía y lloraba en medio de una pesadilla, Anna lo empujó para poder pasar y se sentó en la cama junto a él. 

Ella lo calló y murmuró palabras tranquilizadoras mientras pasaba sus manos sobre su torso y su cara. Le tomó un momento, pero finalmente, se calmó y se acurrucó contra el calor que desprendía su cuerpo.

Anna miró por encima del hombro a Sam. Él asintió con la cabeza una vez y guardó el arma mientras se retiraba. Una vez que se quedaron solos, se recostó contra el respaldo de la cama, la cabeza de Dean se apoyó en su pecho. En el movimiento sus ojos se abrieron ligeramente mientras respiraba profundo.

Se despertó con su calor y su aroma a vainilla, su respuesta inmediata fue envolver sus brazos alrededor de ella hasta que estuviera al ras contra él. Su cuerpo se aflojó cuando sus dedos se enredaron en su cabello. 

Estaba flotando en algún lugar entre el sueño y la vigilia. La paz que lo llenó en ese momento fue indescriptible... no podía recordar haber sentido algo así desde que era un niño y su madre todavía estaba viva para mantenerlo a salvo de todos los monstruos.

—Lo siento —susurró ella con su voz ronca,  él frunció el ceño. No podía imaginar que había hecho mal. Era perfecta en todos los sentidos—. Sé que he estado distante últimamente. Yo solo...

Abrió los ojos e inclinó la cabeza para mirarla, para realmente mirarla. Se movió en la cama, esta vez siendo él, el que se recostará contra el respaldo. Invirtieron los lugares y Anna se aferró a su cuerpo como una garrapata. Besó la superficie de su cabeza, mientras su mano acariciaba su cuerpo. 

—No haz hecho nada malo y no hay nada que tenga que perdonar. Todo esto... puede ser difícil de llevar y te entiendo bebé. Incluso si quieres darte por vencida, lo entenderé.

Una lágrima escapó de sus pestañas y Dean la besó. —No lo haré —le aseguró—. No te dejaré solo con todo esto, ni a ti ni a Sam. No importa lo duro que sea, no te liberaras de mi tan fácil —sonrió—. Te amo. Necesito que sepas eso.

Dean la tomó de la barbilla y la hizo inclinar su cabeza para que lo mirara. Sus ojos verdes eran vidriosos y le calentaron el corazón. La besó con posesividad y pasión. —Nunca dude de eso, ni por un segundo.

****

Sam estaba terminando una llamada telefónica, sentado frente a una de las mesas de la biblioteca cuando Anna y Dean entraron. Ambos estaban demasiado distraídos para darse cuenta de lo que estaba diciendo. 

Había una sonrisa en los labios de la pelirroja cuando Dean presionó varios besos en su cuello generándole cosquillas, sus manos estaban sobre su cintura, apretándola con suavidad y guiando sus pasos.

Sam se tomó un segundo para saborear la inocencia del momento, eran como dos adolescentes enamorados. Parecía como si la marca no existiera o sus demonios del pasado. Anheló  el día en que todos los momentos entre ellos pudieran ser así.

—Hola. ¿Cómo dormiste? —Sam le preguntó a su hermano cuando ambos se acercaron a él.

—Como un bebé borracho —mintió Dean, ignorando el hecho de que Sam lo había visto durante su pesadilla de esa mañana—. ¿Qué tenemos? —se sentó en una silla frente a Sam, tomando a Anna de la cadera y sentándola en su regazo.

—Nada —le contestó Sam mientras miraba hacia la computadora portátil abierta frente a él.

—¿En serio? —la pelirroja arqueó una ceja mirándolo.

—Sí, o sea, nada de muertes extrañas, nada de señales de demonios. Hay un kitsune trabajando en algunas paradas de camiones fuera de Boise, pero Rudy está en ello, así que...

Dean asintió. —De acuerdo. Así que, día libre. Digo que nos emborrachemos y nos divirtamos.

Sam se rió entre dientes. —Sí, excepto que hacemos eso todos los días.

Dean sonrió. —Entonces solo vamos a divertirnos.

Anna contuvo el aliento cuando la mano de Dean se deslizó entre sus muslos. —¡Dean! —le dio una palmada en el hombro mientras él se reía, sin embargo no movió su mano.

—Vamos bebé. Ahora no vamos a avergonzarnos, ¿verdad? —con un rápido movimiento, la sentó completamente sobre su regazó y la enfrentó a Sam. Mientras con sus piernas, mantenía abierta las de ella.

La espalda de Anna se apoyó contra el pecho de Dean y el aprovechó a besar su cuello. Su mano se deslizó por su estomago levantando suavemente la camisa que usaba. Sam sintió que su jeans apretaban cuando sus ojos se deslizaron hacia abajo para ver los hábiles dedos de Dean, desabrochar los botones de su pantalón.

Apretó los dientes con frustración porque estaba a punto de rechazar la única cosa que preferiría estar haciendo por encima de todo lo demás.

—De hecho, estaba pensando en ver una película —dijo la oración tan rápido como pudo antes de arrepentirse.

Dejó de besar su cuello para ver a si hermano. —¿Qué? —la frente de Dean se frunció—. Sammy, ¿acaso no ves lo que estoy haciendo aquí? Sé que somos nuevos en todo este asunto del trío, pero pensé que estaba dándote algunas señales bastante claras.

Anna sonrió y negó con la cabeza. —Sammy no es un desviado sexual como tú, Dean —murmuró sin quitar los ojos de Sam.

El menor de los hermanos tragó duro.

—Si, seguro que no es —Dean rodó los ojos—. ¿Quieres que recuerde quien insistió con todo esto? —deslizó de nuevo su mano a su entrepierna mientras hablaba—. Además no actúes como si no te gustara esto.

La pelirroja cerró los muslos, atrapando su mano y evitando que vaya más lejos. Rodó los ojos y volvió a mirar a Sam. —¿Qué película estás viendo?

Sam se aclaró la garganta y dejó caer su mano para ajustar disimuladamente su jeans. —Es una película francesa.

Los ojos de Dean se iluminaron. —¿Con desnudos franceses?

—Aun mejor. Es sobre un mimo que en secreto es una cucaracha.

—No entiendo.

Sam cerró su portátil y se apoyó en la mesa. —Amigo, el New York Times dijo...

—¿A quién le importa?

Sam se burló y comenzó a guardar sus cosas. —De acuerdo, bueno... la están pasando en Wichita, así que puede que no vuelva hasta mañana.

Dean retiró su mano y volvió a acariciar su estomago. —Bueno, confío en ti. Toma buenas decisiones.

—Cierto —Sam se puso de pie y la miró—. Sabes, quiero decir... no tengo que ir solo...

Ella puso la mano sobre el brazo de Dean. —Debería quedarme aquí —le sonrió—. Además prefiero las películas de super-héroes o Volver al Futuro.

Sam asintió, sabiendo que alguien debería quedarse y cuidar a su hermano. A pesar de que odiaba mentirle en la cara, ya no sabía qué más hacer. Dean sabría que algo estaba pasando si intentaba llevarla con él y decirle que realmente se estaba reuniendo con Cas.

****

Cuanto más se alejaba Sam del búnker, más grande era la culpa que sentía. En el momento en que se encontró con Castiel al costado de un camino, las náuseas le llenaron la garganta y su mano no dejaba de jugar con su teléfono.

—Gracias por venir, Cas —lo saludó Sam cuando se detuvo frente al ángel.

—Claro, ¿dónde están Anna y Dean? —preguntó.

—Anna es la única que puede mantener bajo control los efectos de la marca.  a raya los efectos de Mark. Ella necesita quedarse con él y esto se trata de Dean.

—¿Está...?

—Se está poniendo peor —afirmó Sam—. Cas, hemos revisado cualquier otra opción posible. Tenemos que hablar de...

Cas frunció el ceño. —No lo digas.

Sam extendió sus manos. —¿Crees que quiero esto? Tampoco soy un admirador de ello. Pero si queremos deshacernos de la Marca... —la mandíbula de Cas comenzó a aflojarse. Sam siguió—. Solo digo que Charlie y Emily ha desaparecido, todo lo demás que hemos intentado ha sido un callejón sin salida. Así que...

Cas sacudió la cabeza con frustración. —Así que yo conduciré.

Era de noche cuando llegaron a las Puertas del Cielo. La picazón en la mano de Sam se volvió insoportable y le resultaba difícil respirar a través de la opresión de su pecho. 

Se rindió y esperó en el auto mientras Castiel hablaba con los ángeles para tratar de recuperar a Metatron. En el momento en que él salió del auto, Sam llamó a Anna.

Ella contestó el teléfono con una carcajada, ese tipo de risa que le hizo saber que ella y Dean se estaban divirtiendo de una forma que él también quería estar con ella.

Anna le murmuró algo a Dean, que se quejó de algo. Por su dificultad para respirar, Sam adivinó que su hermano estaba tratando de llevarla a la cama.

Hubo un clic que sonó como el cierre de una puerta, luego escuchó su voz. —Mal momento, Sammy. 

A pesar de la situación, Sam no pudo evitar sonreír. —¿Sí? ¿Cuántas rondas ya?

Río. —Perdí la cuenta. Dean ha estado conmigo desde que te fuiste —hubo un momento de silencio antes de que su voz se volviera suave—. Creo que está tratando de distraerse.

Y el peso de todos los problemas volvió a caer sobre los hombros de Sam. —Vamos a estar bien, princesa. Mira ... tengo que decirte algo.

—¿Estás bien?

El pánico en su voz hizo que sus labios se curvaran en una sonrisa triste. Nunca podría superar el hecho de tener una buena mujer como ella que lo amara de la forma en que lo hacía. 

Cuando se dio cuenta por primera vez que había sido absorbido de nuevo a la vida de caza, nunca pensó que tendría una oportunidad asía. Nunca pensó que la vida que le tocaba sería mucho mejor de lo que soñaba.

Los tres enfrentaron problemas que nadie más entendería o se enfrentarían a sí mismos, a veces Sam deseaba que no hubiera tantos monstruos en el mundo, pero no le importaba volver a vivir todo eso si la tenía a ella a su lado.

Con Anna junto a ellos parecía ser todo mucho más fácil de llevar.

—Estoy bien. Lo juro. Yo solo... mentí sobre a dónde iba —hizo una pausa para dejar que ella lo asimilara, pero cuando todo lo que escuchó fue silencio, el pánico comenzó a contraerse en su pecho—. Quería decirte —continuó—. Pero estabas con Dean. Y él no puede saber dónde estoy. Lo último que quería era ocultarte esto, es por eso que te estoy llamando ahora. Quiero decir, Cas...

—Sam, detente.

Su garganta se cerró.

Rara vez lo llamaba Sam. Siempre fue Sammy. Sin embargo, no sonaba enojada y eso es lo que más lo aterrorizaba. Cuando ella se mantenía tranquila era cuando se daba cuenta que la había cagado. Y él sabía que estaba demasiado cansada para seguir luchando.

Se repetía a sí mismo que no hubiese hecho eso si no fuera importante. Dean estaba empeorando, y aunque no se lo contara a nadie, Sam seguía teniendo pesadillas sobre lo que su hermano podría hacerle a Anna si se salía de los rieles otra vez.

—Prometimos que dejaríamos de hacer esto —susurró ella.

Cerró los ojos y supo que lamentaría las siguientes palabras que iba a decir. Porque estaba bordeando los límites de traicionar su confianza. —Te hice esa promesa, Anna. No le prometí nada a Dean.

—Sam... — ella dejó escapar un suspiro cansado. Él apretó los labios y se pasó los dedos por los ojos—. No puedes ponerme por encima de tu hermano así. No es justo.

—¿Crees que él no hace lo mismo?

—Sé que él no lo hace. Dean te ama, Sam. Él nunca me pondría por encima de ti.

Arrastró su labio inferior a través de sus dientes. —No estés tan segura de eso —hizo una pausa—. Nos amamos, pero nos has dado cosas que nunca podríamos darnos el uno al otro. Estaba dispuesto a rendirme cuando te conocí. En ese manicomio, fuiste el motivo por el que seguí adelante. Ya no trabajamos en equipo, Anna. Pero lo hacemos cuando estás con nosotros.

Hubo un sonido del otro lado. Sonaba como si se estuviera deslizando por la pared para sentarse contra ella. —No quiero saber qué estás haciendo en este momento, Sam. Aprecio que no quieras ocultarme nada, pero te estoy dando permiso para mentirme.

—Anna...

—Sea lo que sea que estés por hacer, supongo que tiene que ver con ayudar a Dean, y supongo que es una idea realmente estúpida —una risa amarga se le escapó—. No puedo decirte que te detengas porque una parte de mí quiere que hagas todo lo que puedas para ayudarlo, pero no quiero mentirle a Dean. Yo solo... —hubo una corta pausa—. No puedo estar en el medio de esto. Él me necesita en este momento. No puedo ir por detrás de su espalda. Pero tampoco puedo traicionar tu confianza. Entonces... quiero que me mientas sobre todo esto. Ocultame las cosas. No me digas la verdad. No quiero saberlo.

Él sacudió la cabeza con incredulidad, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras escuchaba la forma en que su voz vacilaba. Podía sentir cuán asustada estaba. Aterrorizada de que estuviera haciendo lo incorrecto.

Sam rezó para que su plan no fuera contraproducente porque sabía que si lo hacía y la gente se lastimaba, ella se culparía por no hacer nada cuando tuvo la oportunidad.

—Te amo —dijo Sam.

—Lo sé. Estamos bien, Sammy. Pero si te matan, estaré furiosa contigo.

Una risa se le escapó. Se secó las mejillas mojadas por las lágrimas. —Te veré cuando llegue a casa.

—Estaré esperándote.

Cuando colgó, a Sam le costó demasiado para no arrancar el auto y regresar a casa en ese momento. Castiel regresó antes de que pudiera ceder al impulso.

—No están dejando salir a Metatron —le aseguró Cas cuando volvió a subir. Sam miró hacia donde había un ángel que custodiaba la puerta. Ahora eran cuatro y estaban vigilando el coche de cerca.

—Está bien —contestó Sam—. Es hora de un plan B. Lo hacemos escapar.

****

Dean gimió mientras se sentaba en el taburete frente a la barra del bar local. —Hola, Donnie —saludó al cantinero.

—Oye hombre. ¿Mañana dura? —preguntó Donnie.

Dean sonrió mientras cruzaba los brazos sobre la barra. —Fue increíble. Mi mujer tiene demasiada resistencia por mi propio bien.

Mientras se apoyaba contra la barra, Donnie se echó a reír. —Bien por ti, hombre. ¿Dónde está ella?

Dean señaló con la cabeza detrás de él. —Tocadiscos . Dame un Hervé Villechaize.

—En seguida.

Cuando Dean le agradeció a Donnie por la bebida, dirigió su atención hacia una mesa de billar detrás de él, donde un grupo de chicos universitarios estaban haciendo bullicio.

—¿Qué sucede con el grupo de Abercrombie? —bromeó.

—Chicos de la universidad "sobreviviendo" —contestó Donnie.

—¿De qué hablas? Este es un buen establecimiento, ¿eh? Tienes esos urinarios personalizados.

Sacudiendo la cabeza, Donnie se echó a reír. Iba a realizar otro comentario antes de que el grupo de chicos estallara en gritos de nuevo.

Uno de ellos, el más molesto supuso Dean, comenzó a gritar. —Vamos, perras. ¿Quién sigue? 20 dólares un juego. 20 dólares.

Con una sonrisa, Dean se pasó una mano por el pelo y se giró para levantarse de su taburete, solo para detenerse cuando vio a Anna tropezar con una sonrisa borracha.

Sabía mejor que nadie que no había bebido nada de alcohol durante todo el día. Lo único que había estado tomando fue jugo de cítricos.

—Están acabados —murmuró Dean en voz baja mientras se sentaba y miraba el espectáculo.

La pelirroja los tenía envueltos alrededor de su dedo. Interpretó el papel de mujer inocente y ebria. Movió sus pestañas con sensualidad, de la misma forma que se movía.

Balanceó su cadera al caminar y sonrió. Era la víctima perfecta. Si Dean no la conociera, si hubiese sido otra persona, podría haber estado preocupado por su seguridad.

Pero ella no estaba sola, y él no era otra persona. Anna sabía mejor que nadie como manejar su sensualidad y su seguridad. Y Dean estaba preparado para protegerla de todos modos.

Acomodó la remera con tirantes negra que estaba usando y su corpiño, la camisa a cuadros que llevaba estaba totalmente abierta. El jean que usaba se ajustó a cada una de sus curvas. Y cada vez que se inclinaba sobre la mesa, dejaba a todos sin habla.

Dean tenía que admitir que, mientras la veía caminar alrededor con el palo de billar, hubo un momento en el que quería ir allí y enseñarle cómo jugar. Inclínarse sobre ella, contra la mesa y ayudarla a tirar. Lo típico de una película.

Por desgracia, la fantasía desapareció cuando, después de perder 20 dólares en el primer juego, apostó 300 en el segundo y ganó el doble.

Al universitario bullicioso no le gustó eso. —Me engañaste —dijo.

Anna les dio esa sonrisa que Dean sabía que los volvería locos y no en el buen sentido. —Bueno, eres bastante rápido para un tipo que es puro gel de cabello y spray corporal.

Y aquí era donde Dean tenía que intervenir porque no importaba lo bien que ella pudiera arreglárselas sola, seguía siendo era una mujer que se enfrentaba a un grupo de muchachos universitarios alborotados por la testosterona que pensaban que estaba sola y vulnerable.

Dean se levantó de su asiento mientras el chico que jugaba tenía una mirada peligrosa. Los dedos de Anna se aferraron al palo de billar y él supo que estaba lista para luchar.

Cuando llegó a la mesa, Dean tomó los 600 dólares y se los guardó en el bolsillo trasero antes de acercarse a ella y pasarle un brazo por los hombros.

Era más grande que todos ellos, por lo que no tuvo que hacer mucho para intimidarlos, pero su seriedad demostraba que no estaba jugando.

—¿Algún problema con mi esposa, amigos? —preguntó, su voz más baja de lo normal.

El idiota mayor parecía que deseaba continuar la pelea. La marca en el brazo de Dean latió y era como si le ordenará que siguiera adelante. Que los destruya a todos, pero uno de los otros muchachos se acercó y calmó a su amigo.

Dean metió a Anna detrás de él cuando retrocedió y no apartó la vista de ellos hasta que estuvo seguro de que realmente estaban retrocediendo.

Cuando estuvo seguro que estaba fuera de peligro, la tomó de la cintura y la dirigió a los baños en la parte de atrás.

—¿Qué pasa? —preguntó la pelirroja cuando cerró la puerta del baño de hombres detrás de ellos.

No contestó nada. Lentamente se acercó a ella. Su cuerpo relajado, sus ojos suaves cuando la miró. Algo sobre lo que acababa de suceder lo hizo cambiar. Verla mantenerse firme después de todo lo que habían pasado. Después de Caín.

Dean pensó que la había perdido cuando sucedió lo de Cain. Sabía que estaba en problemas. Ella también. Y sin embargo, aquí estaba. De pie a su lado.

La fuerza de Anna lo asombró, y por mucho que bromeara sobre el tema, deseaba con todas sus fuerzas haberla conocido antes en su vida.

Tal vez algunas cosas podrían haber sido diferentes.

Con ella a su lado, tal vez él se hubiera revelado a su padre, como lo hizo Sam.

Cuando su pecho rozó su parte delantera y ella tuvo que estirar el cuello para mirarlo, él tomó su rostro entre sus manos. Los pulgares acariciaron sus mejillas.

—Te amo —le aseguró, con voz baja y suave—. No creo que alguna vez pueda mostrarte cuánto. Te arrastré a esto...

—Dean —ella le dio un beso en la palma de la mano y se aferró a la parte delantera de su camisa—. Nunca más te culparé por lo que hiciste. Eso es el pasado. Ahora solo me interesa ver más allá.

Presionó su frente contra la de Anna y ella golpeó su nariz contra la de él. Cuando no entendió la insinuación, ella deslizó sus manos hasta su cuello y se puso en puntas de pie. Hizo un puchero cuando él no dejó que sus labios tocaran los suyos.

Él sonrió. —Si me besas ahora mismo, no voy a querer detenerme.

Anna se mordió el labio inferior con una sonrisa y se encogió de hombros. —Esta bien para mi.

Se río entre dientes. —Donnie dijo que nos prohibirá la entrada si nos vuelve a atrapar.

Ella se rió con él y hundió la cara en su cuello. Sus brazos se deslizaron alrededor de ella y por un momento los dos se balancearon juntos en silencio.

Luego besó la superficie de su cabeza. —¿Qué pasa con el Impala?

Ella lo alejó de su cuerpo y lo único que respondió fue una sonrisa sensual.

El deseo se extinguió en el momento en que entraron al bar de nuevo para encontrarlo vacío.

Excepto por una cierta bruja pelirroja sentada en un rincón y tomando un vaso de vino tinto.

—Dean. Anna —los saludo con una sonrisa.

****





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