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I.VIII - Las cosas que dejamos atrás

Dean se sentó en la cama con un grito. Su piel estaba húmeda por la transpiración. Su pecho se agitaba con velocidad. Miró alrededor de su habitación en el búnker, pero se sentía como si su pesadilla se superpusiera sobre la realidad. 

Había un cadáver en la esquina, luego parpadeaba y solo eran las botas de Anna. 

Estaba sosteniendo un cuchillo ensangrentado, luego parpadeó y solo era su mano rozando la marca.

Respiró hondo y su ritmo cardíaco comenzó a disminuir. Se giró hacia Anna sabiendo que solo un toque de su piel podría calmarlo, pero estaba dormida. La buscó de todos modos.

Luego se detuvo. Y recordó los últimos días. 

Ella estaba colapsando por todo lo que había vivido. El encuentro con Cole, sirvió para que dejara salir sus verdaderos sentimientos y sus miedos. Desde ese día, era como si sus pesadillas se hubiesen multiplicado. Su hermano le había dicho que hubo noches en la que despertaba gritando o él era quien tenía que calmarla porque no dejaba de llorar dormida. 

Sam había llegado a la conclusión de aliviar un poco el trabajo para que ella pudiera descansar más.

Anna le había pedido que no lo hiciera. Odiaba que alguien se estuviera muriendo porque ella estaba demasiado cansada para salir y hacer algo al respecto. Sam dijo que no era así, pero Dean sabía que estaba ignorando las cosas importantes, delegándolas a otros cazadores cercanos al área.

Se recostó de nuevo y observó su cara. Se veía tan tranquila y pacífica. Libre de todo lo malo en su vida. Quería esa paz. Él podría tenerla en ese instante. Todo lo que tenía que hacer era envolverla en sus brazos y respirar su aroma.

Antes de que pudiera seguir pensando, ella lo sorprendió. Como si hubiera una conexión visceral entre los dos, sus ojos verdes se abrieron y levantó una mano para cubrir su mejilla.

—Estás despierto —susurró ella—. ¿Qué pasa?

Sus ojos se cerraron cuando el calor de su mano ahuyentó los restos de su pesadilla.

—Te necesito —su voz era ronca y débil cuando las palabras cayeron de su boca.

No era que él necesitara su cuerpo o su toque, necesitaba su fuerza. Necesitaba saber que no estaba solo en esto. Que estaba tan asustada como él, pero podía sostenerlo. Y si ella podía superarlo, él también.

—Estoy aquí —contestó.

Luego sus labios se posaron en los suyos y se preguntó, por enésima vez desde que la había conocido, qué demonios había hecho para merecer a alguien como ella.

Cuando ella lo acostó de espaldas y sacó la sábana de sus cuerpos desnudos, él tomó su rostro entre sus manos y la miró.

—Estás muy cansada —se quejó Dean.

Anna le dio una suave sonrisa y besó la palma de su mano. —Nunca estoy demasiado cansada para ti.

Él no lo creía, pero apreciaba su esfuerzo. Así que, se lo tomó con calma. La hizo rodar hasta su estómago, deslizó una almohada debajo de sus caderas y le dijo que se relajara.

—¿Qué hice para merecer esto? —Anna se rió cuando él presionó sus pulgares contra los apretados músculos de su espalda.

Él besó la parte de atrás de su hombro. —Nos amas y nos apoyas. Eso es lo suficientemente bueno para merecer el mundo, bebé.

—Creo que es mutuo —gimió cuando los dedos de Dean se enfocaron en su cuello, masajeando—. O eso espero.

Él rió cuando su cuerpo se relajó y se movió contra él como un gato perezoso. Una sonrisa suave adornaba su cara, mientras la miraba cerrar los ojos. Ella no tenía miedo de él. Era vulnerable y se entregó completamente. A pesar de todo lo que le había hecho. Ella aún confiaba.

Las manos de Dean acariciaron una vez más toda su espalda, hasta  llegar a su cintura. Era tan pequeña en comparación con él o su hermano. Todavía no entendía como podía haber tanto poder y fuerza en ella. 

Se recostó encima de ella y mordió con suavidad su cuello. —Eres perfecta para mi —gruñó en su oído—. Fuiste hecha para nosotros bebé, lo juro.

Anna sonrió ante sus palabras y movió sus caderas. Una de las manos callosas de Dean se deslizaron debajo de su cuerpo, acariciando su pecho y cada vez bajando más. Cuando él succionó el costado de su cuello y su erección golpeó su trasero, no pudo evitar soltar un gemido. —Dean...

—No creo poder ser suave esta vez —murmuró agitado.

Ella giró un poco más su cabeza para mirarlo a los ojos. Sus pupilas estaban dilatadas y era todo un desastre. —Entonces no lo seas —él la miró preocupado. Anna tomó su mano y la guió hasta su cuello—. Confió en ti, más que en mi misma Dean.

El agarre de Dean se apretó mientras se deslizaba dentro de ella. Anna hundió la cabeza en la almohada feliz. Ahuyentando todas sus dudas y miedos, este era un momento de confianza y solo entre ellos. 

****

Anna sonrió cuando la risa de Dean resonó en la biblioteca. Sam se rió entre dientes, ambos estaban subiendo los escalones.

—¿De qué te ríes? —preguntó Sam mientras se sentaba.

—Oh, hola —lo saludó Dean mientras detenía el episodio de Los Tres Chiflados que estaba viendo—. Espera. Tienes que ver esto. Es un... esto es un clásico.

—Me alegro de que te sientas mejor.

—Sí, mejor que nunca.

La pelirroja pasó los dedos por su cabello, sabiendo que estaba tratando de mejorar por el bien de Sam y luego puso un sándwich de queso, que le había hecho, frente a él.

—Hola, precioso —gimió mientras lo cortaba con las manos y le daba un mordisco.

Ella se burló. —¿Quieres un poco de tiempo a solas con esa cosa?

Sus mejillas se llenaron de comida cuando la miró y golpeó su trasero juguetonamente. —Solo si quieres unirte.

Anna rodó los ojos con una sonrisa y se acercó a Sam. Él le devolvió la sonrisa, mientras tomaba su mano y la sentaba en su regazo. Ella besó su mejilla, mientras su brazo la tomaba de la cintura.

—Miren esto —anunció Dean.

Ambos prestaron atención cuando él puso play de nuevo. Los tres pasaron una hora en paz, riéndose de un viejo espectáculo. Todos parecían estar bien, casi como si fuera una vida normal. Como si todo lo malo del mundo no existiera, hasta que Cas llamó. Y era una emergencia.

****

Los tres se pararon afuera de un restaurante llamado Sharkey's con Cas. No había dado muchos detalles, pero al parecer, había decidido localizar a la hija de Jimmy Novak, Claire.

Desafortunadamente, no había funcionado en absoluto como él había esperado, ella había huido de él, no sin antes robarle. Una parte de Anna quería golpear a la niña por ser tan descortez con Cas. Él solo había intentado ayudarla.

Pero otra parte llegaba a comprenderla. No debe ser ver el cuerpo de tu padre poseído por algo que no era él mismo. Ella lo había vivido.

—¿Por esto nos llamaste? —gruñó Dean—. ¿Esta es tu emergencia?

Cas lo miró frustrado. —¡Sí!

—No, Cas. Una emergencia es un cadáver, ¿bien? O un ángel actuando como un loco o el Apocalipsis, parte tres. Una chica escapándose de ti no es una emergencia. Eso son... eso son todos los viernes por la noche para Sam.

—Dean... —se quejó Sam.

Él suspiró. —Mis bromas eran más divertidas cuando eras soltero —murmuró.

La pelirroja se limitó a rodar los ojos.

—Esto no es solo una chica —Cas lo contradijo—. Soy responsable de ella.

—¿Desde cuándo? La viste una vez... ¿Hace cuántos años?

Anna suspiró irritada. —Dean, basta. ¿Cuántas veces Cas ha dejado todo para ayudarnos? —apretó el brazo del ángel y le sonrió—. Por supuesto que te ayudaremos.

Él le dio una sonrisa suave y asintió con la cabeza en señal de agradecimiento. 

—Mira, Cas —habló Sam—. Aunque encontremos a Claire, ¿entonces qué?

—Te engañó —añadió Dean—. Y luego huyó, ¿está bien? Está bastante claro que no quiere jugar a las casitas.

—Deberíamos al menos asegurarnos de que esté a salvo —interrumpió Anna—. ¿No habrías querido que alguien se asegurara de que estaba segura cuando tenía su edad?

Sam se derrumbó bajo sus palabras. —Por supuesto —le aseguró, sin dudarlo. Él habría dado cualquier cosa porque conocer a Anna años atrás y cuidarla.

Ella podría haberse sentido culpable por usar su pasado contra ellos pero Sam no tenía miedo de usar los ojos de cachorro cuando le convenía, esto era un juego limpio

Dean, por otro lado, era más difícil de descifrar. Él podía ver a través de ella. Y sin embargo... no luchó. De hecho, la miró y se desmoronó. Sus hombros se hundieron, el ceño se borró de su cara.

—Bien —suspiró.

Manteniendo sus ojos fijos en él, ella sonrió y caminó hacia adelante, ahuecó la cara de él entre sus manos y se puso en puntas de pie para presionar un corto beso en su boca.

—Gracias —susurró ella, y sus ojos se suavizaron—. Ahora, Cas y yo vamos a quedarnos aquí por si da marcha atrás. Chicos, adelante.

Giró sobre sus talones y se dirigió hacia el restaurante antes de que cualquiera de ellos pudiera decir algo.

—Bebé —la llamó Dean. Gruñó cuando ella siguió caminando—. Sammy.

—Lo sé —suspiró Sam—. Pero ella no lo ha visto en mucho tiempo.

Cas frunció el ceño. —¿Te refieres a mí?

—Sí, estamos hablando de ti —gruñó Dean. La mandíbula de Sam se apretó, pero no dijo nada cuando Cas lo miró—. Mira. Solo mantén tus ojos de cachorro herido para ti.

El pecho del ángel se apretó con ira. —Dean, me pediste que la cuidara cuando los dejó a ambos. Estabas perfectamente bien con que yo estuviera a sola con ella en ese entonces.

—Tú eras el mal menor.

—Dean —Sam murmuró.

—Si piensas... —comenzó Cas—. Que alguna vez pondría en peligro la felicidad de Anna solo para confesar mis propios sentimientos, para satisfacer mis propias necesidades egoístas, subestimas lo mucho que la amo —gruñó—. No soy como tú.

—¿Por qué no dices lo que realmente piensas? —Dean preguntó bruscamente, dando un paso adelante.

Antes de que Cas pudiera contestar, Sam intervino. —Chicos, ¿realmente tenemos que hacer esto aquí?

Él señaló con la cabeza hacia la entrada del restaurante. Dean y Cas siguieron sus ojos. Anna estaba en lo alto de los escalones esperando al ángel. Estaba lo suficientemente lejos como para poder escucharlos, pero el ceño fruncido en el rostro de Dean inspiró una mirada curiosa en la de ella.

Cas se dio la vuelta. —No —contestó y luego se fue.

En el restaurante, encontraron y pidieron su comida. Ella no le preguntó por qué Dean había estado tan enojado, y él estaba agradecido por eso. De hecho, no dijo mucho hasta que le entregaron las hamburguesas.

En un esfuerzo por olvidarse de la discusión, tomó una botella de salsa de tomate de la mesa y la estudió atentamente mientras recordaba algo que Claire le había dicho.

—¿El ketchup es una verdura? —preguntó.

—Si me preguntas a mi, definitivamente no. Dean contestaría otra cosa —respondió antes de morder la hamburguesa—. De acuerdo, escúpelo. ¿Qué pasa con la reunión familiar?

Suspiró y dejó el ketchup. —No lo sé. Solo he estado... pensando en la gente.

Anna asintió mientras tomaba una papa frita del plato de Cas y la untaba en la salsa de tomate, antes de metersela en la boca. Él había aprendido con el tiempo que las papas fritas eran su debilidad. 

—No hay problema —continuó Cas—. He ayudado a algunos, pero he... he lastimado a algunos.

Ella asintió. —Así que, estás teniendo una crisis de la mediana edad.

—Bueno, soy extremadamente viejo. Creo que tengo derecho.

Ella dejó su hamburguesa y se limpió las manos mientras lo miraba. —Cas, escúchame. Hay algunas cosas que debes dejar ir. ¿Está bien? La gente que has defraudado, los que no pudiste salvar... tienes que olvidarlos, por tu propio bien.

Él le dio una mirada pensativa. —¿Es eso lo que tú haces?

Resopló. —Eso es lo contrario de lo que hago. Pero... no soy exactamente un modelo a seguir.

Le dio una mirada lastimosa. —Eso no es verdad.

Ella se rió con incredulidad. —Sí.

Hubo silencio por un momento. Luego hizo la temida pregunta. —¿Cómo estás, Anna?

—Bien —él le dio una mirada—. ¡Estoy genial!

—No, no lo estás.

Ella sintió que su respuesta vacilaba. —Sí, bueno, Dean ya esta con nosotros y no hay sangre de demonio en mi. O eso creo, no lo sé.

Cas apretó los labios. —¿La Marca de Caín todavía te está afectando?

Ella suspiró y se recostó en su silla. De repente, su apetito no era tan voraz. —No está en mi brazo, Cas. Está en el de Dean.

El asintió. —Sí, pero... los eventos recientes han demostrado que esta conectada contigo. Y la sangre...

—¿De verdad? —preguntó ella. Su paciencia se estaba agotando—. Porque las teorías tuyas y de Crowley dicen algo diferente.

Se inclinó hacia ella. —Y eran solo eso. Teorías. Mira... una parte de mí aún cree que tienes algún tipo de cualidades. Que tomas las personalidades más fuertes a tu alrededor.

—¿Quieres decir que no tengo mi propia identidad? ¿Mi propia personalidad? ¿Mis propios deseos o necesidades? —gruñó.

—No. Eso no es lo que estoy diciendo.

—Entonces, ¿qué estás diciendo?

La voz de Cas era suave cuando habló. —Anna, indudablemente eres tú misma. No eres un títere. Lo que creo es que... quien te puso aquí, era porque no te quería en otro lado. Así que tal vez tus cualidades son instintos de supervivencia. Tal vez sea tu manera de mantenerte intacta psicológicamente mientras sufres el trauma que cada una de tus vidas trae.

Ella se burló. —¿Crees que estoy psicológicamente intacta? ¿Olvidaste con quién estabas hablando, Cas? ¿Realmente? Un ángel que decía amarme me poseyó y jugo no solo con mi cabeza sino que también con mi cuerpo —él se estremeció—. ¿Qué tan psicológicamente intacta crees que estoy?

—Con todo respeto, Anna... no fuiste hecha para ser una humana. Tú fuiste un nefilim primero. Si bien no experimentan emociones ni impulsos psicológicos como los humanos, todavía podemos rompernos. Lucifer, Abaddon, Caín. Todos son ejemplos de lo que les sucede a los ángeles cuando el trauma los rompe. Se volvieron locos. Trataron de aniquilar al mundo. Lo único que los detuvo fuiste tu.

—No detuve a Abaddon —murmuró ella mientras alejaba el plato de la hamburguesa.

—Lo hiciste —insistió Cas—. Entonces ella te perdió y su locura regresó. No sé exactamente qué pasó con Lucifer, pero siempre ha habido historias que quizás él entró a la jaula de buena gana. O que, al menos, no luchó tan duro como pudo. Ustedes eran hermanos, eras su hermana menor. Eres la única persona por la que habría entrado a la jaula. Así como Sam haría cualquier cosa por Dean y viceversa, lo mismo contigo y Lucifer.

—Sólo son historias, Cas —le restó importancia—. Escuché todo acerca de cómo era Lucifer cuando dejó la jaula. Parecía que estaba bastante cansado de estar ahí dentro.

Cas se recostó en su silla. —Mi conjetura es que descubrió que ya no estabas en el cielo. Que no lo recuerdas. Cuando Dios te hizo eso, Lucifer no habría tenido nada que le impidiera comenzar el apocalipsis. Ninguna razón para mantenerse dentro de la jaula. Puede que Sam no lo recuerde, pero una vez me mencionó que Lucifer sentía que estaba incompleto. Como si estuviera constantemente buscando algo. Pensamos que estaba buscando a Dios, pero... creo que él te estaba buscando a ti, Anna.

Ella se movió en su asiento, agradecida solo por el hecho de que Sam y Dean no estaban aquí para escuchar esto. Después de lo que sucedió con Gadreel y Abaddon... la idea de que otro loco ángel, o demonio, este obsesionada con ella solo haría todo más complicado.

—Estabas preocupado por la marca. No sé qué tiene que ver todo esto con eso —cambió de tema.

—Estás conectada a la marca —insistió Cas—. Puede influir en ti, pero también eres capaz de influir en ella. Podrías ser la clave para que Dean se deshaga de ella.

—Cas, detente —ella lo cortó con brusquedad—. No soy la clave para nada. No soy especial. Solo soy un fenómeno de la naturaleza. Deja de ponerme en un pedestal. Por favor.

Él le dio una mirada triste. —Tu existencia es milenaria, y en cada vida que has tenido, has estado en el centro de todo. Hiciste todo lo posible por mantener tu nombre fuera de los libros de historia, pero aún estas. Historias de resurrecciones. De grandes mujeres. De las personas malvadas que de repente ven el error de sus caminos. Son todos acerca de ti.

Ella apretó la mandíbula y los puños. —¿Me has estado investigando?

Él le dio una mirada de arrepentimiento. —Lo siento —se disculpó—. Pero aún estoy sorprendido de que soy el único.

—Porque ninguno de nosotros quiere saber, Cas. ¿Crees que quiero saber cuántas vidas he vivido? ¿A cuántas personas he lastimado? ¿Cuántas me están buscando? ¿Cuántos murieron buscándome? No quiero ser tan importante para alguien. No quiero ser especial —casi gritó—. Ser lo único en que todo el mundo confía. Ni siquiera puedo confiar en mí misma. Solo... —suspiró, cansada de la charla—. Solo quiero ser normal.

Él extendió la mano y tomó las de ella. —No quiero imaginar en qué se habría convertido este mundo si fueras normal.

****






Perdón por la tardanza, estoy teniendo un bloqueo mental terrible. Siento que ninguna de mis historias me gusta como esta quedando.

Incluso este capítulo me parece un poco nefasto 🙄espero que a ustedes les guste. Seguro más adelante lo edite.

Apareció Claire Novak. ¿Como quieren que sea su relación con Anna? lo preguntó porque realmente estoy estancada ahí. ¿Que haya una amistad, una tensión, madre e hija, como hermanas? I NEED HELP ah

Gracias por el apoyo de siempre 💕

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