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I.VI parte II

Beverly y Heddy no tardaron mucho en reunir a Sam en un juego de cartas. A Anna podría haberle molestado la situación, si no fuera porque le había estado dando pequeñas miradas y sonrisas traviesas todo el tiempo, de hecho, estaba afectando los nervios de Heddy.

Dash tardó un poco más en acercarse a ella. Probablemente porque estaba acostumbrado a que las mujeres se le acercaran primero.

—Debo decir —comenzó a hablar la pelirroja mientras lo miraba—. Para ser una familia que acaba de perder a dos miembros, todos ustedes... parecen estar bien.

—Bueno, Anna, te contaré un pequeño secreto familiar —se inclinó hacia ella—. Realmente no nos caemos bien. Pero entonces, ¿qué familia lo hace?

Se encogió de hombros. —Depende. Mi familia... bueno, había algunos problemas. O varios. Entonces conocí a Sam y Dean. Se quieren el uno al otro —sonrió para sí misma—. La mayor parte del tiempo.

Él asintió antes de beber un trago y observarla. —Por supuesto que se llevan bien. Quiero decir, ellos te están compartiendo...

Anna apretó la mandíbula. —No me están compartiendo. Y realmente no es asunto tuyo —se podía notar un destello amenazador por el tono de su voz—. ¿Por qué estás tan seguro que Amber no lo hizo?

La sonrisa de Dash vaciló y se enderezó. —Porque Amber no es una asesina. Tiene problemas usando el Wi-Fi. No creo exactamente que sea de capaz de asesinar.

Ella sonrió. —¿Estás seguro de que no es porque te estas acostando con ella? —su rostro palideció y Anna sintió satisfacción por haber borrado la estúpida sonrisa de su cara—. Tengo dos esposos —remarcó el hecho que ellos eran sus maridos y no dos personas al azar que solían acostarse con ella—. ¿Realmente crees que no sé cómo un hombre mira a la mujer con la que está teniendo relaciones? 

Dash apartó los ojos de ella y giró el whisky en su vaso. —No puedo decir que sé de lo que estás hablando.

Anna se burló. —¿De verdad? ¿Y su historia sobre el fantasma?

Él se aferró a eso. —No creo en fantasmas. Eso dicho, si alguien pudiera regresar como un fantasma, sería el tío Lance. Oí que era un verdadero bastardo. Nadie realmente lloró su muerte... excepto la tía Bunny, que se volvió solitaria después de que él murió. Así que, quizás el viejo cascarrabias sigue molesto por eso. ¿Quién demonios sabe?

El detective Howard entró con Amber a su lado. —Dash... Vas tú.

Dean regresó poco después, Sam hizo una mueca cuando se acercó a ellos, agradecido de que lo hubieran salvado del juego de cartas.

—¿Has visto al mayordomo? —preguntó Dean.

Anna frunció el ceño. —No. ¿Por qué?

—Porque si alguien tiene respuestas, es él. Estamos tratando con dos espíritus vengativos. Al parecer, la tía Bunny también tiene algo importante que decir.

—¿Equipo fantasma asesino de marido y mujer? —lo cuestionó Sam.

—Bueno, tenían que mantener el matrimonio vivo de alguna manera. La llave... es para un ático oculto.

La frente de Sam se frunció. —¿Por qué querría Bunny que Bobby tuviera una llave de su ático?

—No sé. Se pone más extraño. Encontré a Olivia y Colette encerradas dentro.

—¿La Colette de la universidad de payasos? —ahora tanto la pelirroja como Sam estaban confundidos.

—Sí, pero no está estudiando globos de animales. Está muerta.

Anna sacudió la cabeza mirando a Beverly y Heddy para asegurarse de que todavía estaban interesadas con las cartas y no escuchaban. —Ahora, ¿qué tiene que ver el mayordomo con todo esto?

—Fue quien las encerró allí. Ahora, no sé por qué, pero está cubriendo a los fantasmas. Está actuando como su Renfield.

—Está bien —suspiró Sam—. Tenemos que encontrarlo. Iré al piso de arriba. Tú busca aquí. Anna...

—Me quedaré aquí —le aseguró ella. El investigador me llamará pronto. Puedo mantenerlo ocupado.

—Buena niña —dijo Dean antes de darle un beso en la sien y seguir a Sam.

****

El mayordomo estaba muerto y el asesino cambiaba de forma. Al menos, eso es lo que Anna entendió entre todas las cosas que le dijo Dean.

—Tenemos que encontrar algo de plata —afirmó mientras los tres estaban en la cocina mirando el cuerpo de Phillip.

Un grito sonó al otro lado de la habitación. Anna levantó la vista para ver a Olivia. Su cara pálida, su maquillaje corrido y sus manos temblando nerviosa.

—Oye. Estaba así cuando lo encontramos —Dean se defendió mientras levantaba una mano para calmarla.

—¿Quién hizo esto? —preguntó Olivia, agitada.

—No lo sabemos todavía, ¿de acuerdo? —Sam fue el que contestó—. Ahora, escucha. Cálmate. Sé que crees que él estaba trabajando con fantasmas, pero aquí está pasando algo mucho peor.

—Peor que... ¿qué está pasando?

Sin mucha explicación, Dean logró convencerla para que les entregara los cuchillos de plata.

—¿Por qué necesitan los cubiertos de plata? —ella preguntó mientras abría el estuche para revelar los cubiertos.

—Para protección —dijo Anna.

—¿Cuchillos de mantequilla?

—Confía en nosotros... hay un método para nuestra locura —contestó mientras recogía uno. La cazadora se lo entregó—. ¿Puedes sostener esto? —ella lo tomó en sus manos y cuando su piel no se quemo, asintió y recogió algunos más, entregándoselos a Sam y Dean. Ellos estaban limpios también—. Bien. Hagámoslo.

****

Quince minutos después, cuando Anna había limpiado su parte de la casa. Regresó al salón y encontró a Sam sentado entre Beverly y Heddy, con los brazos alrededor de ellas mientras jugaban con sus dedos a lo largo de su torso.

Cruzó los brazos y apoyó la cadera contra el marco de la puerta. Su ceño fruncido y su cara de enojo se arruinó cuando sonrió al observar el claro malestar en la cara de Sam.

Tan pronto como la vio, se levantó de un salto y corrió hacia ella. Heddy y Beverly habían vuelto a tener confianza en sí mismas y le dieron a la pelirroja una mirada de satisfacción, como si ellas se hubieran ganado el corazón de Sam.

Cuando Sam se apresuró a explicarle lo que estaba haciendo, Anna agarró la parte delantera de su camisa y tiró de él hacía abajo para un cálido beso. Estaba confundido al principio, pero le tomó un segundo antes de hundirse en el. Intentó mantenerlo dulce pero ella quería más. Estaba tratando de probar algo.

Metió la lengua en su boca y lo tomó del cuello. Sam gimió y deslizó sus manos alrededor de su cintura, clavando sus dedos tan profundo que era casi doloroso. Cuando su mano se deslizó hacia abajo para agarrar su trasero, ella mordisqueó su labio inferior antes de alejarse un poco. 

Un gruñido salió del pecho de Sam cuando se alejó por completo.

Sus pupilas se abrieron de par en par y ella sonrió mientras él la observaba como una presa. Anna les dio una mirada a Beverly y Heddy, si fueran una caricatura, podría ver el vapor saliendo de sus oídos. Ambas tenían una mueca de envidia, cubriendo sus caras.

Ella se giró y se fue. Balanceando sus caderas un poco más de la cuenta. Y no tuvo que mirar atrás para saber que Sam la estaba siguiendo.

La atrapó justo afuera de la puerta. Anna jadeó sorprendida cuando la tomó de la cintura, haciéndola entrar a una de las oficinas que había en la casa. La empujó contra uno de los escritorios, sus labios estaban en su cuello y ella dejó escapar una risa seguida de un gemido de necesidad.

—Tenemos que cazar un cambia formas —se quejó, mientras Sam agarraba sus caderas y las empujaba contra él. Sus dientes mordisqueando su cuello.

—Tu empezaste —murmuró. La hizo girar y la empujó contra la mesa de nuevo—. Déjame follarte aquí mismo —Sam gimió en su oído—. Te haré sentir tan bien.

Anna sonrió y se frotó contra él. —¿Y si las Amas de Casa Desesperadas nos ven?

Él gruñó. —Espero que lo hagan. Tal vez dejen de intentar meterse en mis pantalones. Juntas no podrían hacerme sentir tan bien como tú sola.

El cuerpo de Anna estaba en llamas. Y por mucho que supiera que era el peor momento y el lugar equivocado, lo quería.

—Tenemos que ser rápidos —aseguró.

Y antes de que la última palabra saliera de su boca, la gran mano de Sam golpeó su trasero, mientras la otra la apoyó en su espalda, haciéndola inclinar sobre el escritorio.

—No, no —Sam se agachó y susurró en su oído—. Pienso tomarme todo el tiempo que quiera, princesa.

Otra mano cayó sobre ella, tuvo que morderse el labio para evitar gritar.

No era la primera vez que hacían algo así, generalmente Sam era bastante dominante en la cama y a ella le encantaba. Tenía la suficiente confianza como para entregarse a él de esa manera.

Había limites, por supuesto y él los conocía bien. Eso la hacía feliz.

Sus manos desabrocharon sus vaqueros y los quitó con suavidad mientras acariciaba sus piernas. —¿Ropa interior de encaje? —preguntó.

No era común en ella usar ese tipo de cosas, pero el última vez que fue comprarse ropa interior sintió confianza en si misma y decidió invertir en algo distinto.   

Anna apoyó la frente sobre la mesa y se rió. —Quería impresionarlos.

Sam ahogó una sonrisa, mientras tocaba sus piernas hasta llegar a su cintura. —Siempre estas impresionandonos bebé, esto... — tomó el elástico de la prenda y tiró para volverlo a soltar, haciendo que golpee contra su piel—. No es necesario, aunque no me quejo.

La tomó de los brazos, corrió su pelo rojo sobre uno de sus hombros mientras su boca se pegaba al lado contrario de su cuello. Su entrepierna presionada contra su trasero, creando una fricción maravillosa.

Una de las manos de Sam se movió hacia su estomago y se posó debajo de su remera, subiéndola lentamente, cuando notó un movimiento frente a la puerta. Sonrió cuando vio una cara familiar que los observaba.

—Dean, si quiere observar, entra o sino vete y cierra la puerta —anunció Sam sin levantar la mirada y sin separarse de la pelirroja.

El cuerpo de Anna se tensó ante sus palabras y levantó su cabeza para ver a Dean parado en la puerta. Trató de separarse de Sam pero sus manos la detuvieron.

—No.

Dean negó con la cabeza y entró en la habitación. El aire era denso entre los tres. Esta era la primera vez que llevaban su relación a ese nivel. Cuando la puerta hizo click, detrás de él, el mayor de los hermanos se pasó la lengua por los labios mientras la observaba. —No se detengan.

—Dean...

Sam sonrió contra su cuello con satisfacción. —Si no quieres que esto ocurra, es el momento de decirlo, princesa.

Y Anna estaba en borde. 

Nunca en su vida había experimentado algo así. Ser observada mientras mantenía relaciones sexuales con otra persona era algo totalmente nuevo. ¿Era excitante? Por supuesto, pero eso no quitaba el hecho de que estaba totalmente expuesta a las miradas.

Ella era consiente de que más de una vez, los hombres y algunas mujeres la veían con otros ojos. No era consciente de su belleza pero si de su sensualidad y poder de seducción pero esto iba más allá. Todas sus imperfecciones estarían tan expuestas.

Gimió y se olvidó de todo cuando Sam mordió el lóbulo de su oreja. Como un gato cariñoso, se frotó y relajó contra su cuerpo. Cerró los ojos por puro placer y apoyó su cabeza contra él cuando su mano acarició su zona más intima.

—¿Entonces...? —Sam habló en su oído—. ¿Le damos un bonito espectáculo a Dean?

Dean se aclaró la garganta, todavía parado cerca de la puerta. Anna abrió los ojos y se enderezó para verlo. Sus ojos estaban más oscuros que de costumbres, sus pupilas parecían dilatadas y todo su cuerpo parecía estar en tensión.

—Sí.

Eso fue todo lo que necesito Sam para hacerle una seña con la cabeza a su hermano. Dean camino hasta uno de los sillones de cuero que había y se dejó caer sobre el, relajándose pero sin quitar sus ojos de su esposa. 

—Mira esto, Dean...

Sam tomó la remera de la pelirroja y la quitó, dejando a la vista un brasier de encaje color negro que contrastaba con la palidez de su piel y hacia juego con sus bragas.

Dean arqueó una ceja, mirándola sorprendido. Las mejillas de Anna se tiñeron de un rojo profundo y ya no estaba tan confiada de si misma, intentó cubrirse con sus manos pero Sam la detuvo.

—No.

Su voz era dura y firme. Mentiría si decía que no le provocaba nada.

—Nunca debes cubrirte frente a nosotros, princesa. ¿Lo entiendes? —Anna se mordió el labio mirando a Dean. Saltó cuando la mano de Sam azotó su trasero. —Palabras, princesa.

—Joder —Dean soltó un gemido, reclinándose contra el sillón.

—Si, Sam.

Dean se mordió el labio antes de hablar. —Eres hermosa bebé, de cualquier forma y con cualquier cosa que lleves puesta.

Anna quiso asentir, decir algo, pero lo único que pudo hacer fue soltar un gemido patético cuando la mano de Sam se hundió entre sus piernas.

—Empapada solo para nosotros, ¿verdad princesa?

Ella asintió vigorosamente cuando los dedos de Sam comenzaron a moverse. La otra mano se dirigió a la parte posterior de su brasier, intentando desabrocharlo. Después de dos o tres intentos fallidos, logró su cometido.

Dean gimió y se removió en el asintiendo mientras los observaba. Era la mejor escena que sus ojo podrían haber visto alguna vez. Debería sentirse disgustado o sucio de presenciar algo así, pero ninguno de esos sentimientos lo invadían.

—Sam —Anna gimió su nombre—. Por favor.

No sabía porque suplicaba, si por que se detuviera o porque quería más. Mucho más.

Al parecer Sam si entendió su lenguaje corporal, porque alejó su mano de su cuerpo y tiró de sus bragas con un solo movimiento dejándola completamente desnuda.

Se abrió los vaqueros y le mordió el lóbulo de la oreja, susurrándole las cosas más sucias al oído. El tipo de cosas que podrían por el suelo a cualquier estrella porno, inclusive.

No tuvo que esperar mucho para sentirlo contra ella. Jugando con su intimidad, haciéndola retorcerse de necesidad. Sintió la gran mano de Sam sobre su espalda baja, y una leve presión para que se recostara sobre el escritorio. Ella lo obedeció sin ninguna objeción.

Movió su trasero un par de veces, provocandolo para que siguiera adelante, hasta que sintió la picazón de un leve golpe. Fue más el ruido en toda la habitación que el dolor en si. Estuvo a punto de quejarse cuando Sam se hundió en ella.

Gimió llena de placer pero no fue la única. Levantó la vista para ver a Dean, retorcido en el sillón. Su propia mano en su entrepierna, tratando de acomodar su notable erección dentro de sus pantalones.

Anna sonrió pero esa sonrisa duro segundos, Sam no le estaba dando respiro para nada.

Él envolvió sus manos alrededor de sus caderas. —Vamos, bebé. Grita tan fuerte como quieras. Que todos en esta casa sepan a quien perteneces.

Y así lo hizo. Se dejó llevar por el momento, dejando salir todos sus gemidos y gritos sin importarle nada. La excitación era tan grande que por un momento se olvido incluso que Dean se encontraba allí, si no fuera por los gruñidos que de vez en cuando soltaba.

Sam la tomó de los brazos, enderezandola. Su espalda pegada a su pecho. Una de sus manos fue hasta su cuello, sosteniéndola. Mientras que la otra fue hasta su entrepierna, acariciándola.

—Sammy...

—Mierda.

Dean estaba al borde. Estar sentado frente a ese espectáculo era hermoso. Pero era una tortura no poder hacer nada más que mirar. No quería cruzar ese limite todavía. No en ese lugar y no de esa forma. Necesitaba hablarlo con ella antes de intentar algo más.

Por el momento se conformaría con mirar. Ya tendría un momento para esconderse en el baño y rememorar aquellas imágenes que se quedarían grabada en su cabeza.

No tuvo que pasar mucho tiempo para que Anna se retuerce entre los brazos de Sam mientras llegaba a su punto máximo de placer. Aferrándose a él como si su vida dependiera de ello. Trató de alejarse, solo por instinto, pero Sam la mantuvo firme.

Tomando un puñado de su cabello, estaba vez no fue tan suave. Volvió a recostarla sobre el escritorio y comenzó a empujar dentro de ella tan fuerte como necesitaba, persiguiendo su propia liberación.

Cuando llegó, cayó agotado sobre su cuerpo pequeño. Beso y mordió su cuello, mientras sus manos acariciaban su cintura.

—Lo hiciste bien, princesa.

Anna sonrió orgullosa y levantó su cabeza para ver a Dean observándola. —¿De? —lo llamó tímida. Su voz era afónica.

—Tan buena niña para nosotros, bebé —le aseguró.

La pelirroja sonrió y se relajó contra la mesa, cuando obtuvo la aprobación.

La paz no duro mucho, porque en ese momento escucharon un grito. Era Olivia. 

El detective Howard se había ahogado en el baño.

****

—Bueno, tenemos un flotador... —habló Dean cuando los tres y la familia LaCroix se reunieron en uno de los baños de arriba.

—¿Ahogado en el inodoro? ¡Qué asqueroso! —bufó Heddy.

Beverly negó con la cabeza en señal de angustia. —¿Qué tipo de monstruo, haría una cosa así? —ella y Heddy se giraron para mirar a Olivia, que estaba cerca de la puerta.

—No me mire a mí, estaba intentando orinar —Olivia se defendió.

—Está bien —intervino Dean—. Antes de señalar a alguien...

Heddy se volvió hacia Amber con determinación. —Amber tiene un motivo. Mató al detective porque ella sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que descubriera que mató a Stan.

Dash rodó los ojos y comenzó a aplaudir. —Bravo, Rizzolli. Resolviste el caso —miró a Beverly—. ¿También quieres aportar, Isles?

—No maté a Stanton o al detective, y tengo pruebas —dijo Amber—. Mi coartada está en esta habitación.

—Oigan esto —les murmuró Dean a Sam y Anna.

—Amber no pudo haber matado al detective —continuó Dash mientras se colocaba al lado de la joven—. Porque estaba conmigo —él tomó su mano—. Estamos enamorados.

Anna frunció el ceño, ¿enamorados? Estaba segura que esa relación durara más de unos cuantos días.

Amber hizo una mueca. —Estamos... acostándonos.

Beverly señaló con un dedo en su dirección. —Lo sabía.

—Bueno, entonces también tienes motivo —continuó Heddy mientras se giraba hacia Dash—. Mataste a Stan porque te estabas acostando con su esposa.

Dash gimió. —La vieja sí protesta demasiado. Solo estás señalando para distraer tu propia culpa, y probablemente hiciste que "Baby Jane" ayudara.

—¡Bueno, yo jamás! —gritó Beverly—. ¡Me voy!

—De acuerdo, espera —dijo Dean mientras agarraba su brazo y tiraba de ella hacia atrás—. Primero que nada, ¿quién habla así? Segundo, nadie se va, ¿de acuerdo?

Beverly sonrió y agarró el abrigo de Dean. Apoyándose contra él, Anna la miró sorprendida. La anciana tenía audacia. —Quítame las manos de encima, jovencito.

—Oye. Retroceda, señora —Dean gruñó mientras la empujaba hacia atrás. Se encogió y se arregló el abrigo cuando ella lo soltó. La pelirroja sonrió con satisfacción al ver la cara de sorpresa de la mujer al ser rechazada—. De acuerdo, verás, no confío en nadie e irte solo te hace parecer culpable.

—Dean tiene razón, ¿de acuerdo? —intervino Sam—. Tenemos cuatro cadáveres ahora.

—¿Cuatro cadáveres? —Amber estaba sorprendida.

—Sí. Pueden añadir a Colette y Phillip a la lista —contestó Anna.

Heddy frunció el ceño. —¿La Colette de la universidad de payasos? Pero pensé...

—Está muerta, ¿de acuerdo? Está muerta. Dean la encontró.

—Y no podemos ayudarlos a menos que dejen de discutir unos con otros —dijo Sam—. Tienen que confiar en nosotros.

Dash entrecerró los ojos y dio un paso adelante. —¿Confiar en ustedes? Ni siquiera los conocemos. Mira, amiguito, estoy tratando de ser objetivo, pero hemos tenido incontables funciones familiares antes, e incluso a pesar de que queríamos matarnos unos a otros, nunca lo hicimos 

Heddy asintió, llegando a la misma y desafortunada conclusión que su primo. —Dash tiene razón. Nuestra reuniones nunca terminan en asesinatos. Lo único diferente esta vez son ustedes.

Dean levantó sus manos en defensa. Los tres dieron un paso atrás. —Oye, bien, primero que nada. Lo que sea que estás sugiriendo...

Antes de que Dean tuviera la oportunidad de terminar, Dash se abalanzó y tomó el arma del detective. Apuntando a los tres. —¡Ustedes tres! Vamos. Ni siquiera lo piensen. Yo... cazo faisán —Anna y Dean rodaron los ojos al mismo tiempo.

La habitación en la que encerraba a los tres parecía ser una base de seguridad. Estaba lleno de pantallas con imágenes de cámaras de seguridad. Dean intentó abrir la cerradura con el cuchillo de mantequilla de plata que había agarrado antes... pero termino doblándose porque en realidad no tenía ni una pizca de plata.

—Maldito acero inoxidable —gruñó Dean mientras lo tiraba al suelo.

—¿Entonces por eso nadie reaccionó? ¿Ni siquiera son de plata auténtica? —dijo Sam.

—Primero, zirconita, y ahora esto. Con razón los ricos se mantienen ricos. ¿Cómo mataremos esta cosa?

—Ya sabes, tenemos balas de plata en el maletero —informó la pelirroja

—Sí, asumiendo que podremos salir de aquí.

Anna se pasó una mano por el cabello y Dean comenzó a revolver entre las.

—Chicos. Tienes que ver esto —anunció Sam.

Estaba mirando uno de los monitores. Se mostraba todo el enfoque del salón. La familia se había reunido allí. Todos se pusieron de pie, mirando a Olivia. Ella tenía la pistola del detective.

—Nos la jugó la criada.

Dean maldijo por lo bajo y se abalanzó contra la puerta. Anna ayudó a Sam a rebuscar entre los armarios. Después de algunos fallos, finalmente encontró un juego de llaves que funcionaban en una caja fuerte que contenía algunas armas.

A partir de ahí las cosas pasaron en un abrir y cerrar de ojos. La pelirroja se fue con Dean para obtener las balas de plata, mientras que Sam mantuvo a Olivia lo más lejos posible del resto de la familia. Terminó atrapado en la esquina de la cocina, la cambiaformas se estaba acercando a él, cuando Dean intervino y vació su arma en ella.

Era excesivo, y una mirada de Sam demostró que él también lo pensaba, pero no parecía acertado decir nada en ese momento. Sin embargo, no se perdió la forma en que su boca se torció un poco cuando la miró. 

La forma en que sus ojos brillaban con ese viejo resentimiento que él juró que nunca podría sentir hacia ella otra vez.

****

Cuando toda la situación estuvo bajo control y todo se calmó, los últimos miembros de la familia salieron de la casa, Sam les informó a Anna y Dean que Olivia había sido la hija ilegítima de Bunny. 

Bobby había matado a su padre que era cambiaforma y había salvado a Olivia siempre que su madre la mantuviera encerrada. Ella nunca superó ese trato.

Dash estaba en el teléfono, llamando a la policía. Ámbar a su lado. Beverly y Heddy se estaban quejando de lo sucedido, así que los tres aprovecharon la oportunidad para escabullirse en silencio. Sin embargo, mientras bajaban las escaleras, Dash la llamó.

—La policía está en camino —le informó cuando Anna se detuvo y se giró hacia él—. Qué lío. Les debo una disculpa.

Anna se encogió de hombros y miró a Sam y Dean. Se quedaron un poco atrás pero no tan lejos como para no poder escuchar lo que estaba pasando.

—No te preocupes. Es decir, estabas protegiendo a tu familia, y... no hay nada de malo en eso.

El asintió. —Bueno, hablé con el abogado de la tía Bunny. Dijo que aparte del colgante, todo quedó para Olivia.

—Oye, ¿sabes qué? —Dean dijo mientras se acercaba por detrás de ella y sacaba el colgante de su bolsillo. Se lo tendió a Dash—. Hablando de eso... ustedes deberían quedárselo. Es una llave del ático.

—Bobby debió haber significado algo para la tía Bunny —razonó Dash mientras la tomaba—. ¿Cómo podemos recompensarlos?

—¿Sabes qué? —Dean negó con la cabeza—. Solo olvida que estuvimos aquí.

Dash frunció el ceño. —Pero salvaron nuestras vidas. Quiero que todo el mundo sepa los héroes que...

—Mira —Anna habló—. El hecho de que sacáramos tu tocino del fuego no es asunto de nadie. ¿De acuerdo? —no parecía convencido de eso. Ella dio un paso adelante y lo golpeó en el hombro—. Lo digo en serio, Izod. Ponle un alfiler. O volveremos por tu lindo trasero.

****

Los tres estaban en el camino. Anna se apoyó contra el hombro de Sam, con los pies en alto apoyados en el tablero, la mano de Dean en su muslo.

Podía sentir a Sam tensarse debajo de ella. —Dean —lo llamó—. ¿Qué fue todo eso allá?

—¿De qué estás hablando? —preguntó Dean. Ella lo miró.

—O sea... todos esos disparos adicionales luego del que cambiaformas ya estuviera muerto. ¿Qué fue eso?

Dean se encogió de hombros. —No lo sé. ¿Práctica al blanco?

Sam suspiró. —Vamos, hombre. Lo digo en serio. ¿Estás seguro de que no fue... no sé, residuos de demonio o algo que ver con la marca o...?

Dean sacudió la cabeza y le dio un golpecito en el muslo. Estaba ansioso. —No. No, nada de eso.

Sam permaneció en silencio durante unos cinco segundos. —Claro. Mira, hombre, tengo que ser honesto...

—Oh, Dios mío, Sam —Dean lo cortó con una mirada de incredulidad—. Fue mi primera matanza desde que he vuelto. Ya sabes, me puse un poco ansioso. Quería asegurarme de que se hiciera bien... así de simple. Es... ¿Por qué siquiera te estoy explicando esto?

Subió la música antes de que Sam pudiera decir una palabra. Anna apretó los labios y deslizó su mano entre la de Sam. Enredó sus dedos con los de ella y apretó.

Ella le devolvió el apretón.

****













Así quedé después de escribir el capítulo entre Dean, Anna y Sam 😂

Ahora quiero leerlos a ustedes y ver que opinan. 

Voy a admitir que tuve mucha presión por escribir eso, igual voy a escribir un trío verdaderamente dentro de unos días, o sea, unos capítulos más adelante. Como piensa Dean, tienen que charlarlo antes 😏

INMENSAS son las gracias que tengo para ustedes. El capítulo anterior exploto con los comentarios, me encanta. No me importan los votos ni nada, sino saber que opinan de lo que escribo. Realmente me hacen muy feliz 💕😘

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