I.II - parte II
ADVERTENCIAS: No suelo usar esto pero es porque tampoco escribo capítulos de este estilo. Pero creo que tengo la responsabilidad de avisarles que este capítulo contiene VIOLENCIA DE GENERO e INTENTO DE ABUSO. Se que no todxs se siente cómodos leyendo sobre estos temas. Traté de ser lo más leve posible pero aún así quería avisarles.
Si ustedes sufrieron o sufren algunas de estas cosas y aún así deciden leer el capítulo lo hacen bajo su propia responsabilidad. Así que por favor sean cuidadosos. Los amo ♥
Si sufren cualquier tipo de violencia fisica o psicologica pidan ayuda. No es nada nada romántico, por favor no se dejen engañar.
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Matar a Mindy no era ningún problema para Dean. No había sentimientos allí, así que simplemente desplazaría la primer espada por su garganta, rasgándola de par en par y el trabajo estaría hecho. Era tan simple como eso.
Había estado observando sus movimientos desde la ventana. La rubia estaba guardando las compras que había hecho en el refrigerador y la alacena cuando Dean pensó que era el momento ideal para comenzar. La noche era oscura así que no había problemas por ser visto. Tampoco era algo que le importara.
Se dirigió a la puerta principal, sacó la espada que guardaba en su espalda y cuando estuvo a punto de atacar los faros de un auto, estacionando en la entrada de la casa, se iluminaron. Su ex-esposo.
Lester se indignó al principio cuando Dean se deslizó en el asiento del pasajero de su auto. Solo tuvo que mostrar sus ojos negros y de repente el hombre había comprendido lo que estaba sucediendo y quién era él.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —preguntó Dean.
—Pues, mi contacto... —comenzó a hablar Lester—. Me dijo que esto iba a pasar, así que quería venir acá y asegurarme de que todo se hiciera bien.
—Porque eres el experto, ¿eh? —Dean se burló—. Escucha, y esto es Asesinato Básico, cuando contratas a alguien para matar a tu esposa, no quieres estar cerca cuando ocurra el golpe. Es llamado coartada.
—Sí, sé lo que es una coartada —Lester lo dijo como si fuera algo obvio—. Veo "Franklin y Bash".
Dean le dió una mirada de incredulidad. —Genial. Escucha, vendiste tu alma por esta mierda, así que...
—No es una mierda —Lester lo interrumpió—. Es mi vida. Y ella la tiró por el inodoro —terminó con lágrimas en los ojos.
—Les... voy a decirte algo. Necesito que de verdad me escuches. Eres un perdedor. Tu señora de ahí... ella es un ocho de Dakota del Norte. Tu eres un cuatro y medio, máximo. No la culpo por querer mejorar, sobre todo si descubrió que la engañaste primero.
Lester le dio una mirada incrédula. —No. Oh, no. No, yo no estaba... —Dean le dio una sonrisa de complicidad—. ¿Cómo lo sabes?
—Bueno, simplemente tienes ese... aire de pervertido, una mirada como de "haría cualquier cosa por clavarme a mi secretaria" —le explicó.
Lester se burló. —No. Eso... es diferente cuando los hombres lo hacen.
La sangre de Dean ya comenzaba a calentarse. —¿De verdad?
—Sí —afirmó el hombre—. Se llama "ciencia".
—Oh.
—Los hombres no están hechos para la monogamia... debido a la evolución. Estamos... estamos... estamos programados, ya sabes, para... para esparcir nuestra semilla.
Dean sonrió incrédulo de todas las cosas que le estaba diciendo. No podía dejar de pensar que si Anna estuviera allí, ya hubiera golpeado al idiota con su cara. La pelirroja era lo más defensora de mujeres que Dean había conocido en mucho tiempo. Nunca dejaría que alguien dijera las cosas que Lester estaba diciendo sin una lección.
Así que estiró su brazo y golpeó su pómulo. Haciéndolo callar y sangrar al mismo tiempo.
—Como dije... perdedor, con P mayúscula, rima con "apestas" —habló Dean.
—Sí, bueno, ¡eres un puto demonio! —Lester lloró mientras acunaba su rostro—. Y ahora trabajas para mí. ¡Así que entra y haz tu trabajo, fenómeno!
La mirada de Dean se seria. Una mirada que aterraba hasta al más valiente.
—¿Y qué vas a hacer tú? —preguntó Dean—. ¿Vas a observar, eh? ¿Es lo que te gusta hacer, Lester? ¿Observar? Pues observa esto.
Sacó la primera espada de su funda y la enterró hasta la empuñadura en el pecho de Lester.
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Dean se encontró con Crowley en el mismo bar que antes, en donde le había dado el trabajo. Solo que esta vez, la luz del sol iluminó el lugar y estaba vacío, estaban solo ellos dos y algunos de sus demonios. Crowley no estaba muy feliz cuando descubrió que Lester era el que tenía un agujero en el pecho y no su esposa.
—¿El cliente? ¿Mataste al cliente? —preguntó Crowley.
—¿Acaso importa? ¡Era un imbécil! Ahora es un imbécil muerto.
Crowley le dio una mirada de incredulidad. —¡Por supuesto que importa! El trato era una esposa muerta por un alma. La esposa no está muerta, yo no obtengo el alma. Son matemáticas.
Dean suspiró y se giró listo para irse. —Bien... ahí tienes.
—¡Oye! ¡No me des la espalda!
Dean se giró de nuevo, enfrentándolo sus ojos fríos por la malicia. Apoyó sus manos sobre los hombros de Crowley, empujandolo y tirándolo al piso.
Cuando Crowley trató de levantarse, notó a sus demonios riéndose de él. —¿Hay algo gracioso?
Ambos rápidamente borraron la sonrisa de sus caras. — No, señor.
Contestaron mientras Crowley se ponía de pie. —¿Qué crees que estás haciendo? — preguntó mientras le hacía frente a Dean nuevamente.
—Lo que se me pegue la gana.
—¿En verdad? Porque creo que no sabes lo que quieres. Dime, Dean... ¿qué eres? ¿Un demonio? Si lo eres, ¿por qué no está muerta la esposa de Lester? ¿Te sentiste apenado por ella? Entonces quizás eres humano. Excepto que tienes esos lindos ojos negros y estás trabajando a mi lado. ¿Por qué no nos haces un gran favor a todos... —hizo una pausa—. Y eliges un maldito bando?! —gritó
—¿O qué? —Dean se movió hacia adelante y vió la garganta de Crowley moverse mientras tragaba—. Adelante. Haz tu jugada. Veamos cómo termina. No soy tu maldito mejor amigo, y no voy a tomar órdenes de ti. Cuando necesite matar, llamaré. Hasta entonces, mantente fuera de mi camino.
—Bien —dijo Crowley—. Se ha terminado. ¿Qué puedo decir? Los locos... bueno, son buenos para una aventura, pero no son buenos para una relación.
—¿Terminaste?
—Hemos terminado. ¿Sabes qué, Dean? No soy yo. Eres tú —finalizó Crowley.
Pasó por al lado de Dean con sus secuaces siguiéndolo detrás. Dejándolo solo en el bar.
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Sam estaba cansado. Estaba agotado físicamente y mentalmente. Perder a Dean era una cosa, él ya había perdido y recuperado a su hermano más veces de la que pudiera contar. Pero a Anna... con ella era distinto.
Había perdido el único rastro de Dean que tenía y todo fue culpa de ese tal Cole que los secuestro. La situación empeoró cuando demonios aparecieron y se llevaron a su esposa. Estaba casi seguro que Crowley era el único involucrado en el hecho. No podía esperar para verlo y exorcizarlo de una vez y para siempre.
Sus nervios empeoraban con el hecho de que Dean este con Crowley. Por lo tanto estaría cerca de Anna. Él nunca dudó del amor que su hermano sentía por ella. En ningún momento, desde que comenzaron la relación lo dudo. Ni por un segundo. Pero ahora no pondría las manos en el fuego por él.
Esa marca en su brazo le estaba haciendo cosas horribles. Y saber que podía llegar a lastimar a Anna lo ponía más ansioso que nada.
Bebió el último trago de whisky de su vaso cuando sonó su teléfono. Lo tomó sin ganas y frunció el ceño cuando vio el número desconocido en la pantalla.
No necesito escuchar demasiado para saber quién lo llamaba.
—Hola, Alce.
Crowley.
—Se que estas ocupado llorando tu perdida así que seré breve...
—Te mataré Crowley —lo interrumpió—. Si le tocas un pelo no dudare en destruirte.
Crowle rodó los ojos ante la amenaza de Sam. —Bla, bla, bla. Los Winchester son tan pasionales —se burló—. Ahora, necesito que cierres la boca y me escuches. Te enviaré una dirección y necesito que seas rápido. ¿Me entiendes?
—Si es una de tus trampas...
—Sin trampas, ni trucos. Tu hermano está fuera de su mente. Él la está transformando.
—¿Qué? —el tono amenazador de Sam pasó a ser de preocupación.
—El idiota quiere convertir a mi hija en un demonio.
—¿Y eso no te alegra?
—¡Por supuesto que no! ¡¿Acaso tu también perdiste la razón?! —se quejó—. Cuando te volviste adicto a Ruby podías exorcizar algunos demonios sin pestañear, pero Anna... ella no es un humano común. Ella es... especial. Tu hermano cree que será un demonio ordinario al cual corromper.
Sam apretó su mandíbula con fuerza, mientras comenzaba a buscar las llaves del auto. —¿Y?
—Y que si Anna se convierte en lo que Dean quiere será imparable. Ella es más poderosa de lo que tú y el idiota de tu hermano imaginan.
Sam hizo una pausa mientras comenzaba a dirigirse a la salida del motel en el que se estaba alojando.
—Sam —Crowley volvió a hablarle—. Si Dean la convierte, ella será lo contrario a Dios. ¿Me entiendes? Será como tener la versión poderosa y joven de Lucifer. Y no habrá vuelta atrás.
Sam sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Ni Dean, ni él se perdonaría si algo como eso le llegaba a ocurrir. Tampoco serían capaces de detenerla, porque Sam estaba seguro que podría hacer cualquier cosa, menos lastimar a Anna.
—Enviame la dirección. Recuperare a mi esposa y a mi hermano.
****
Anna gimió cuando abrió los ojos, su garganta se sentía seca y aún podía sentir el sabor metalizado a sangre en su boca. Sus brazos dolían más que antes, levantó su cabeza solo para darse cuenta que había sido cambiada de lugar. Ahora estaba en una especie de sótano, esposada a través de un caño que colgaba del techo.
Tenía que mantenerse en puntas de pie para no cargar todo el peso sobre sus brazos. Su cuerpo se sentía mal, la sangre que le estaba dando Dean la estaba afectando cada vez más. Su interior dolía y era como si su sistema nervioso doliera. Podía sentir todo con más sensibilidad.
—Vaya, vaya. La bella durmiente ha despertado.
La pelirroja entrecerró los ojos y siguió el sonido de la voz. Puedo a ver a Dean emerger de las sombras y caminar hacia ella. Tenía esa sonrisa sarcástica en sus labios.
—¿Cómo te sientes bebé? —él pasó un pulgar por su mejilla, retirando el pelo de su cara y acariciándola con suavidad.
—Dean, debes parar. Por favor —Anna estaba exhausta. Ya no tenía más fuerzas para seguir luchando contra él.
Dean negó con la cabeza. —¿En serio bebé? ¿Justo ahora? ¿Justo cuando estamos tan cerca?
—No me siento bien —suspiró temblorosa.
—Esos son los efectos, amor. Pronto serás tan fuerte como yo —Dean parpadeó mostrándole sus ojos negros y una sonrisa—. Además no puedes pensar que yo te lastimaría ¿verdad?
Él dio unos pasos a su alrededor observándola como colgaba indefensa del techo.
—Eres tan hermosa bebé. Tuve tanta suerte de encontrarte. —Dean afirmó mientras parado detrás de ella acariciando con una mano todo el costado de su cuerpo—. Y ahora serás solo mía —susurró en su oído.
—Dean, no. Por favor —las lágrimas de Anna comenzaban a escaparse de sus ojos.
Había visto a Dean en todos los estados posibles. Lo vio y lo consoló en sus peores momentos. Durante las noches, cuando una pesadilla lo atacaba y le decía que algún día la lastimaría, que no la merecía. Era Anna la que estaba junto a él, calmandolo y diciéndole que eso nunca sucedería. Que él nunca podría hacerle daño.
Pero en ese momento dudaba de que su palabra fuera cierta. Dudaba de que Dean no la lastimaría sin su consentimiento.
—Cuando Sam te conoció en ese psiquiátrico estuve tan celoso y enojado —confesó el Winchester mientras besaba el costado de su cuello. Su mano se movió hasta su estómago acariciandola, mientras la subía lentamente—. Pensé por un momento que estarías solamente con él. Cuando me contó que follaron por primera vez... —hizo una pausa mientras mordía el lóbulo de su oído—. Tuve ganas de golpearlo.
Anna se retorció contra su cuerpo tratando de evitar las caricias que Dean le hacía. Sentía una pesadez en su estómago, le daban ganas de vomitar. Necesitaba pararlo. Si lograban curarlo, volverlo a la realidad y recordaba todo lo sucedido, nunca se lo perdonaría a sí mismo.
—Dean, tú no quieres hacer esto. Detente.
—Siempre me fascinaron tus pechos, bebé —Dean ignoró sus palabras apretando sus pechos con ambas manos y mordiendo su cuello mientras lo hacía.
—Sam... él te curará. Lo prometo.
Dean deslizó su mano más arriba hasta su garganta y la cerró atrapandola. Anna pataleo cuando comenzó a sentir la falta de aire. —Intento ser cariñoso contigo, pero estas empecinada en arruinarlo —giró hasta pararse frente a ella. Observó cómo su rostro comenzaba a ponerse rojo y sus lágrimas se escapaban—. No me gusta escuchar ese nombre salir de tu boca, ya no más bebé. ¿Sabes que solo necesito apretar más de la cuenta y todo habrá terminado?
Anna comenzó a retorcerse incontrolablemente.
No podía inhalar una gota de aire, cada vez era más fuerte el agarre. Este era su final. No habría más nada después de esto. Y lo único que pudo pensar era en como Dean se curaría y se culparía por todo lo sucedido.
—Me encanta ver como te asfixias —hizo una pausa—. Pero me gusta más cuando es con mi polla alrededor de tu boca.
Y así como había venido, todo se había ido. Dean la soltó y su cuerpo se relajó, colgando de las esposas. Su cabeza cayó mientras jadeaba en busca de aire. Sus pulmones quemaban y su cabeza latía cuando comenzaba a toser.
—Creo que si quieres estar junto a mi debes pensar bien las cosas. Hacerme enojar no te va a favorecer.
Dean salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él. Anna comenzó a llorar. En esos momentos tuvo ganas de que Sam fuera un ángel, así de esa forma podía escuchar sus oraciones y pedido de auxilio.
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Dean estaba de mal humor frente al piano del bar cuando Sam apareció. Se comenzaba a preguntar en qué parte su plan había fallado. Cuando logró, después de tanto tiempo, separar a Anna de su hermano, tuvo la visión en su cabeza de cómo sería su vida con ella. Solo los dos.
Y estaba llevando a cabo su plan y comenzaba a tener frutos, pero solo por un momento. Hasta que se dió cuenta que era imposible apartar a Sam de ella. De su vida y de su mente. Sin importar lo mucho que tratara, el nombre de su hermano siempre estaba en la punta de su lengua.
La única forma en que pensaba solucionarlo era deshaciéndose de Sam para siempre. Pero matar a su hermano no era una cosa fácil de llevar a cabo.
—Te dije que la dejaras ir, Sam —habló Dean.
Porque la pelirroja era la única razón por la que Sam estaría allí de pie. Él amaba a Dean, por supuesto, pero ambos Winchester sabían que ella era lo más importante en la vida del otro.
Vivir sin Anna simplemente no era una opción.
—Sabes que no puedo hacerlo —afirmó Sam mientras miraba alrededor del bar, buscándola con la mirada.
—Ella está en la parte de atrás —le informó Dean—. Entrará en cualquier momento.
Sam asintió y trató de dar una apariencia de calma, pero Dean vio a través de eso. Vio como le estaba costando demasiado no correr y atravesar esa puerta para buscarla él mismo.
—¿Se encuentra bien?
Dean resopló y bebió el trago de whisky que estaba encima del piano. —Depende de cómo definas "bien".
Sam dio un paso adelante. —¿Qué le hiciste? —gruñó.
—Relájate —dijo Dean—. Yo solo... estuve experimentando un poco ¿sabes? Conozco algunos trucos.
—¿Qué significa eso?
Dean se encogió de hombros. —Mi sangre es un poco más poderosa de lo que piensas, Sammy. ¿Tu amigo Crowley no te lo dijo? Se que me estuvo espiando y así se enteró lo de Anna. Y corrió como un perro faldero tras ti —Dean se paró del piano y tomó la primer espada—. Ya me cobraré eso.
Sam levantó sus manos. —Dean, espera un segundo. No tienes que hacer esto. Mira, sabemos cómo curar demonios. ¿Recuerdas eso?
—Un poco de latín, mucha sangre —explicó Dean mientras camino alrededor de Sam y se dirigió a la barra—. Me suena familiar. ¿Alguna vez te detuviste a pensar que si quisiera ser curado, no me habría ido?
—Eso fue Crowley.
Dean sonrió mientras se apoyaba en la barra y se enfrentó a Sam. —De verdad no lo fue.
Sam tragó y se movió sobre sus pies. —No importa, ¿de acuerdo? Porque lo que sea que cayó, lo que sea que pasó, lo arreglaremos.
—¿Lo haremos? Porque ahora mismo, estoy haciendo todo lo que puedo para no ir allá y arrancarte la garganta... con mis dientes. Te estoy dando una oportunidad, Sam. Deberías tomarla.
—Tendré que pasar.
—Bueno, no saldré contigo. Simplemente no lo haré.
Dean supo el momento en que Anna apareció por la parte de atrás.
No por el ruido de la puerta metálica, sino porque los ojos de Sam ya no lo miraban a él y toda su conducta se calmó. Sus labios se separaron y parecía como si estuviera viendo un ángel por primera vez. Los ángeles buenos. Y Dean sabía que no estaba lejos de la verdad.
Sam alzó las cejas y dio un paso involuntario hacia adelante.
—¿Sam? —Anna entrecerró los ojos mientras lo miraba. Estaba cansada, se notaba por el tono de su voz.
Dean podía ver la piel de gallina en los brazos de Sam. Estaba relajado, como si el sonido de su voz fuera una droga para él. Se preguntó si eso era lo que la gente veía cuando la miraba.
Una furia celosa quemaba su pecho. Ella ya no era de Sam. Él no tenía derecho a ser sentirse así.
Avanzó cuando se dió cuenta de que era Sam y trató de llegar a él, pero Dean la agarró del brazo antes de que pudiera llegar. Anna observó cómo su mano sostenía su antebrazo y luego lo vio a la cara con seriedad, trató de soltarse pero mientras más luchaba, más apretaba su mano.
Dean podía sentir el hueso de su brazo debajo de la carne. Ella no hizo ningún sonido de dolor, pero él sabía que la estaba lastimando. Quería lastimarla. Quería enseñarle una lección.
Se enderezó y se inclinó sobre ella. —Podría no importarte, pero soy un hombre muy celoso y puedo romperte el brazo con un apretón —Sam avanzó y los ojos de Dean se levantaron de golpe—. Das un paso más y le romperé el cuello también.
No tuvo que repetirlo dos veces, su hermano se detuvo en seco, el miedo vibraba a través de su cuerpo. Los ojos de Dean se volvieron negros. —No soy humano y estoy más que dispuesto a matarte solo para que Sam no pueda tenerte.
—Dean —advirtió Sam, su voz era entre un gruñido enojado y temor.
Dean lo miró. —Así que, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a matarme?
La mandíbula de Sam palpitó, y por un momento, Dean pensó que en realidad podría decir que sí, pero no lo hizo.
—¿Por qué? —Dean preguntó—. No sabes lo que he hecho. Puede que me lo merezca. Espera, ¿es porque soy tu hermano que no lo haces?
—No —gruñó Sam—. No te voy a matar porque Anna te ama.
—¡Auch! —Dean se burló mientras se ponía una mano sobre el corazón—. Eso dolió ¿De verdad? ¿No hay amor fraternal?
—Perdiste eso cuando secuestraste a mi esposa.
Dean apretó los dientes y el agarre en su brazo. Un sonido de dolor salió de Anna. Sam luchó por quedarse donde estaba.
—¿Cómo sabes que la secuestré? Ella podría haber venido voluntariamente. Tú mismo lo dijiste, ella me ama.
El labio de Sam se curvó en un gruñido. —Sus muñecas están sangrando por las esposas, Dean.
Dean se mordió los labios. —Sí bueno, ¿qué puedo decir? Tu ya sabes... a ella le gusta jugar rudo —hizo una pausa mientras lo miraba—. Pero como te dije, ella ya no es la misma Sammy. Hay mucha sangre mía ahí dentro, ¿seguro que la quieres de vuelta?
—No me importa lo que haya hecho —gruñó Sam—. Porque ella es mi esposa y estoy aquí para llevarla a casa.
Dean se echó a reír cuando Sam sacó un par de esposas grabadas con sigilos. —¿De verdad crees que esas van a funcionar?
Sam respiró hondo. —Hay una manera de averiguarlo.
Comenzó a avanzar pero se detuvo cuando una bomba de gas lacrimógeno voló por la ventana y rodó por el piso.
Sam se desplomó al suelo tosiendo. Dean no se vio afectado por eso, pero cuando Anna tosió y se apoyó contra él, la soltó del brazo y la envolvió suavemente en sus brazos para sacarla.
Cole estaba esperando a Sam en la puerta principal y lo derribó con facilidad cuando salió.
Dean salió por la puerta trasera con un brazo alrededor de Anna. Cole sacó su arma y lo apuntó. Él le dio un suave empujón a la pelirroja para mantenerla fuera del alcance del arma.
—De verdad eres tú —dijo Cole.
Dean se encogió de hombros. —¿Nos conocimos?
—Hablamos por teléfono.
Dean sonrió. —Cierto. Cierto. Eres el tipo que supuestamente le iba a poner una bala en la cabeza a Sammy. ¿Fallaste? —Dean podía sentir que Anna lo miraba con una mirada asesina.
—Bueno, tenía una mejor idea —aseguró Cole—. Me di cuenta que si dejaba escapar a tu hermano, correría hacia ti y todo lo que tenía que hacer era simplemente seguirlo. Y aquí estamos, finalmente... Dean Winchester.
Cole comenzó a dar vueltas y Dean lo rodeó hasta que Cole estaba de espaldas a Anna.
—Genial. Una groupie .
—¿Te acuerdas de mí?
—Sí, sí. Eres ese tipo de esa cosa —dijo Dean sacudiendo la cabeza.
La mandíbula de Cole se apretó. —Nyack, Nueva York, 21 de junio de 2003.
Dean rodó los ojos. —¿Se supone que debo recordar algo?
—Fue la noche en que destripaste y asesinaste a un hombre llamado Edward Trenton. Él era mi padre.
Dean se encogió de hombros y asintió. —Está bien.
—"¿Está bien?"
—Bueno, oye, no estoy diciendo que no rebané y piqué a tu viejo. Solo estoy diciendo que él no fue el primero, y ciertamente no fue el último, y todos empiezan a confundirse entre sí.
—Te vi ... —dijo Cole mientras se acercaba a Dean—. Aquella noche... después. Me dejaste vivir. Eso fue tonto. Muy tonto. Pasé la mitad de mi vida entrenando para este momento. He imaginado esta pelea miles de veces en mi cabeza. Y yo sé todo sobre ti, Dean-o. Y eres bueno. Eres muy bueno. Pero, verás, yo soy mejor.
—Pruébalo. Dispara.
Cole dejó de apuntarlo con el arma. —Ahora, eso no es venganza —se abrió de brazos, guardando su arma y tomando un cuchillo de su funda—. Esto es venganza.
Se abalanzó para atacarlos pero Dean fue más rápido esquivando sus golpes. Anna estaba en el piso, aún costado mirando el intercambio de ambos hombre. Ella quería intervenir, salvar a Dean más que a nada pero algo le decía que no necesitaba su ayuda.
Pero si lo llegaba a lastimar, ella misma arrancaría una por una las extremidades de Cole. Su cuerpo hervía por hacerlo.
Dean sonrió cuando bloqueó los avances de Cole y le quitó el cuchillo. Cuando lo intentó patear, tomó su tobillo quitándole el arma que tenía guardada en su funda.
—Sabes ... —comenzó Dean mientras la desbloqueaba y vaciaba el contenido del arma en el suelo— Y puede que solo esté suponiendo cosas, pero, quizás... no eres tan bueno como crees que eres.
La cara de Cole era dura. Su frustración tensó su cuerpo y se para haciendo una postura de arte marcial.
Dean se rió entre dientes. —¿Sabes Kung Fu?
—Yo sé todo —le aseguró Cole mientras lo miraba.
Intentó abalanzarse de nuevo pero Dean fue mucho más rápido. Sin pestañear bloqueó todos y cada uno de sus movimientos y lo empujó alejándolo de él. Cole grito de frustración. Lo intentó una vez más pero esta vez Dean lo arrojó al suelo.
—¿Que creíste que iba a pasar? —Dean habló acomodándose la camisa—. ¿Ibas a aparecer por aquí y decir "Me llamo Inigo Montoya. Mataste a mi padre. Prepárate a morir". Y yo te seguiría el juego? —se inclinó sobre Cole—. Bueno eso simplemente... me hace sentir triste.
Sacó un cuchillo que tenía guardado y estiró su brazo, cortando la mejilla de Dean en el proceso. El Winchester gruñó cuando la hoja se deslizó por su rostro y retrocedió cuando Cole se levantó de un salto. Quiso atacarlo pero Dean lo atrapó del cuello en segundos.
—No tienes ni idea en qué te metiste, ¿no? —gruñó Dean mientras el corte en su rostro se curaba—. Ninguna.
—¿Qué eres?
Dean sonrió cuando sus ojos se volvieron negros. —Soy un demonio.
Venció a Cole con facilidad. Lo tiró contra su camioneta y golpeó su cara hasta sangrar. Cuando se cansó, tomó la primer espada y la apoyó contra su garganta.
—¡Hazlo! —gritó Cole—. Dijiste que si me veías, me matarías, ¡así que hazlo!
Dean sonrió y apartó la espada. —Creo que cambié de parecer.
Soltó a Cole y dio un paso atrás, lo estaba viendo caer cansado al suelo cuando Sam apareció de la nada arrojando agua bendita encima de él. Dean cayó al suelo de rodillas con un gritó al mismo tiempo que su hermano enganchaba las esposas alrededor de su muñeca.
—¡Alto! ¡Se acabó! Se acabó —gruñó Sam cuando Dean intentó luchar. Se giró para ver a Anna que aún estaba tirada en el piso viendo todo—. ¿Estas bien?
La pelirroja le dió una sonrisa y un asentimiento de cabeza. Se dejó caer sobre el piso sucio con un suspiro de cansancio. La pesadilla había terminado. O al menos eso creía.
****
Dean se sentó en el asiento trasero del Impala, con el ceño fruncido viendo a Sam hablar con Crowley y entregarle la espada. Se inclinó hacia adelante, para hablar con Anna.
—Tu puedes dejarme ir bebé, vamos —intentó convencerla—. No necesitamos ni a Crowley, ni a Sammy. Solos tu y yo, para siempre.
Anna rodó los ojos y se giró para enfrentarlo. —Eso no sucederá. O por lo menos no mientras estés así.
—Yo se que te gusta mi nueva versión —Dean sonrió—. Además no soy muy diferente a lo que tu eres Anna. Se que mi sangre te afectó, aunque no quieras aceptarlo. Eres un monstruo como yo.
—A diferencia de ti, yo no mataría a alguien que amo.
—¿Estás segura de eso? Mataste a Kevin, dejaste morir a Benny, perdiste a tu hermana y abandonaste a un Castiel enfermo sólo para buscarme ¿necesitas que sigas?
Dean se recostó en el asiento cuando vio la mirada devastada de Anna. Si él no podía tenerla, al menos la haría sufrir las consecuencias. Y si no eran físicas, serían psicológicas.
Sam guardó silencio durante la mayor parte del viaje de regreso al búnker. Anna se había quedado dormida en la mitad del camino, cualquier cosa que ellos necesitaran hablar no lo harían frente a Dean. Pero la tensión con su hermano era tanta que no pudo resistir el impulso de hablar.
—Esta cosa está asquerosa —se quejó mientras miraba la basura que cubría el tablero del auto.
—Es solo un auto, Sam —contestó Dean.
Se burló. —"Es solo un... auto". En verdad has pasado al lado oscuro.
—No tienes idea.
Sam negó con la cabeza. — ¿Sabes qué, Dean? Vi lo que pasó allá. Pudiste haber matado a ese tipo, y no lo hiciste. Tuviste piedad con él.
Dean sonrió. —¿Llamas a eso piedad? Imagina que pasas toda tu vida cazando al sujeto que mató a tu padre. Cuando finalmente lo encuentras... te azota como un perro. ¿Cómo crees que se siente? Ese chico va a pasar toda su vida sabiendo que tuvo su oportunidad y que no pudo vencerme. Eso no es piedad. Es la peor cosa que pude haberle hecho.
Sam miró a Anna moverse en su sueño. Observó su ceño fruncido, su rostro parecía cansado. Había grandes ojeras, su pelo estaba enredado y sucio, sangre seca alrededor de su boca y grandes hematomas alrededor de su cuello. Tuvo que resistir cualquier impulso contra su hermano que estaba sintiendo, pero no podía dejar de imaginar todas las cosas que Dean le había hecho.
Anna estaba contaminada. Y su problema no solo iba a solucionarse con inyecciones de sangre. Iba a tener que trabajar más duro para traer a su esposa a lo que era.
Dean se removió en el asiento de atrás y se inclinó hacía él. —Y lo que voy a hacerte a ti, Sammy... —gruñó cerca de su oído para no despertar a Anna—. Eso tampoco va a ser piedad.
****
Uff, fue un capítulo tan difícil de escribir para mi. Es la primera vez que escribo algo de violencia de este tipo, sobre todo cuando hay amor involucrado. Quiero que termine el Demon Dean, es difícil de escribirlo.
Así que espero que les haya gustado ¿ustedes que opinan de todo lo que le hizo a Anna? ¿le dejará consecuencias graves después de esto? solo espero que su relación no se vea tan afectada.
Perdón por los errores gramáticos que puede haber, edite el capítulo una sola vez así que probablemente alguno se me haya escapado. Más adelante los arreglare. Los quiero y GRACIAS POR TODOS LOS COMENTARIOS.
En serio me hacen tan feliz que les guste lo que escribo 😘
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