
32 | Sueños.
NUEVO CAPÍTULO. Este capítulo va a hacer que vuestro corazoncito se ponga calentito :3 ¡Ojalá os guste!
Capítulo 32 | Sueños.
Amber
Llevaba dos semanas sin escuchar noticias de Garret. Durante esas dos semanas había visitado a Jayden y a mi abuela, había entregado mi proyecto final y había vuelto a reponer los libros en la biblioteca sin quedarme sentada en una mesa viendo como los brazos musculosos de Garret hacían todo el trabajo.
Me había mantenido tan ocupada que apenas pensaba en él. O eso quería creer porque, en el momento en el que el sol caía y las estrellas brillaban, su recuerdo latía. Quizás de forma inconsciente. Quizá yo lo buscaba entre la soledad que me permitía la noche. Buscaba sus caricias inesperadas, la manera en la que me apretaba a su pecho cuando creía que estaba dormida.
No quería llorar. No iba a llorar. Lo nuestro había sido bonito y tan efímero que se me escapaba el recuerdo de entre las manos. Me hacía replantearme hasta qué punto lo que habíamos tenido había significado algo para. Algo tan importante como lo había sido para mí. Porque no solo habían sido unos cuantos besos, unos polvos sinsentido. Había sido la manera en la que se había preocupado de mi bienestar, incluso cuando estaba molesto conmigo. Había sido la forma en la que cuidaba de mí, aunque él estuviera roto por dentro. Había sido esa manera de prepararme el té matcha, de comprarlo para mí, a pesar de que ni a él mismo le gustaba.
Entonces, ¿por qué lo había hecho? ¿Por qué despreciarlo de esta manera?
Lo peor de todo no era la mentira, era la obsesión por ubicar el momento en el que había empezado. ¿Todo había sido una mentira? ¿Había algo real?
Coloqué uno de los tantos libros que había en el carrito. Ahora que Garret no estaba para colocarlos por mí, para perdernos entre besos y caricias, debía ocuparme de todo el trabajo. Le había mandado un mensaje diciéndole que no era necesario que viniera más y él no había contestado. No quería pensar lo que eso significaba.
"Cuando todo esto termine, tenemos que hablar."
¿De qué quería hablar? ¿De qué me había mentido? Y, si era eso lo que quería hacer, ¿por qué demonios no lo había hecho ya? Me daba miedo hacerme esas preguntas. Sobre todo cuando la redada había sido hace unos días y Garret era el primer sospechoso de ser un soplón para el jefe.
Cuando terminé de colocar la última tanda de libros, volví a mi escritorio. La biblioteca estaba sumida en el silencio más absoluto y me extrañó teniendo en cuenta que los exámenes finales estaban a la vuelta de la calle.
En cuanto me senté y fui a tomar mi portátil, una nota cayó al suelo. Fruncí el ceño y la recogí entre mis manos. Era un sobre amarillo sin firma ni remitente. Sin embargo, en cuanto la abrí, reconocí la letra. El aire se aturulló en mis pulmones, luchando por acelerar los latidos de mi corazón hasta convertirlos en tambores que me retumbaban en los oídos.
Miré a mi alrededor buscándolo, pero lo único que recibí del exterior fue soledad. Una soledad tan aplastante que por poco me asfixia.
Mi mirada volvió a la carta. Su letra era cursiva y menuda y hacía las emes como úes, pero la entendí como si lo hubiera escrito yo misma.
Con una mueca de confusión, busqué la primera referencia. El corazón me latía desesperado en el pecho, como si supiera una cosa que yo desconocía, pero que pronto descubriría. Con el primer vídeo, noté un puño en la garganta, ardía, aunque no sabía por qué.
"Tú eres todo. Te amo y no voy a dejar de amarte. No puedo vivir sin ti. No quiero vivir sin ti."
Busqué la segunda y la tercera. La cuarta y la quinta me hicieron derramar una lágrima. Con la sexta, me llevé una mano a la boca para ahogar el sollozo que salió de mi boca. En todas ellas me imaginé a Garret, en todo el tiempo que había invertido en crear eso para mí, en que a él no le gustaban las películas románticas, ni las de animación.
Con la séptima, inspiré hondo para evitar una cascada de lágrimas que era inevitable. Ni siquiera sabía por qué me había desmoronado de esa forma, ni siquiera era consciente de que había aguantado tanta impotencia y desasosiego hasta ese momento. Y justo en ese instante, un mensaje llegó a mi móvil.
No necesitaba ver a quién pertenecía para saber que era él. Y no me equivocaba. Aunque, en esta ocasión, no habían palabras de consuelo ni pidiendo perdón. Me había enviado un vídeo.
Este chico sabía cómo hacer que todo mi mundo se desmoronara. Y maldita sea si no amaba eso de él.
Cuando abrí el vídeo, el primer plano me mostró una chica de espaldas con las mejillas bañadas por un amanecer anaranjado. Era yo. Una chica que en ese momento no respiraba ese remanso de paz que le envolvía. Respiraba libertad. Amor. Cariño. Ternura. Respiraba vida.
La chica del vídeo miró a la cámara y, fuera lo que fuere que había al otro lado del lente, sonrió. Yo sabía qué había. Quien había. Era Garret. Aquel día me besó por primera vez. Garret me grabó antes de que ocurriera. Me había llevado allí y nos habíamos sentado una al lado del otro en ese lugar. Respirando calma y espirando paz.
Cuando había volteado el rostro, él estaba allí, cámara en mano, con una sonrisa de oreja a oreja. Yo también sonreí, aunque algo absorta, porque aquella había sido la primera vez que había visto ese brillo en la mirada de Garret, como si, a través de toda esa oscuridad que le envolvía, se hubiera abierto paso un rayo de luz que luchaba por darse a conocer. Nunca me había parecido tan hermoso. Me embaucó que le pasara conmigo, que me permitiera ser testigo de ese milagro.
El video se detuvo y un sonido de rebobinado emergió de los altavoces. De repente, todo se sumió en un caos de tonos grises, azules y fríos. Yo estaba en primer plano en la biblioteca. Fue la primera vez que me grabó. Recordé haber estado tan nerviosa que apenas murmuré una palabra.
Y entonces, la voz de Garret se adentró como una caricia en mis oídos.
"El desamor. Qué palabra tan... insulsa, ¿verdad?" Las primeras palabras de Garret me arrancan un sollozo. Hacía días que no lo escuchaba hablar y ese tono ronco ya había derribado mis barreras. "El desamor es la falta de afecto o cariño a otra persona. Al menos, eso es lo que pone en el diccionario. Una persona me dijo una vez que nunca dejas de amar a alguien. Me dijo que no hay algo como un desamor, sino una forma distinta de amar. Quizás menos fuerte, menos pasional. A veces, el amor se trata de inmensidad. De sentirse en lo más alto cuando te hundes en arenas movedizas. Se trata de que crean en ti, aunque ni tú mismo lo hagas. Ella es esa intensidad que anida en mi alma, convirtiéndolo en un hogar."
El vídeo seguía su curso. Videos míos, suyos y nuestros. Siempre nuestros.
"Llegó a mi vida cuando no sabía quién era. Un cuerpo que vagaba perdido entre la inmensidad de un mundo que no le había tratado bien. El universo a veces se olvidaba de que no solo desamas a los demás, sino a ti mismo. Yo lo había hecho. Había dejado de amarme hasta el punto de aborrecerme. Había perdido sueños, esperanzas, deseos, un futuro. Me había perdido y no sabía quién era."
Me refregué las lágrimas con el dorso de la mano.
"Tú me lo recordaste, cariño." Ese mote me robó un sollozo que retumbó en la biblioteca. De pronto ya no me resultó tan sospechoso que no hubiera ni un alma en la bibliteca. "Me devolviste la esperanza, la ilusión, la vida. Me retornaste la luz que durante tantos años había estado envuelto en sombras. Me hiciste soñar, aunque hacía casi una década que solo existían pesadillas, y, cuando lo volví a hacer, me di cuenta de que ningún sueño había sido nunca tan importante. Hasta que tú llegaste. Con tu sonrisa y tus ojos grises, tan paradójicos. Con tus locuras y tus momentos de cordura. Jamás pensé que me miraría al espejo y vería la luz en mis pupilas, pero, si hoy lo veo, es por ti. Tú eres la razón de mi sonrisa y la causa de mis sueños. Ahora que lo pienso, quizás no sepa que es el desamor. Quizás sea lo bastante cobarde como para no querer saberlo. Pero es que tan solo pienso en ti y contigo solo me acordaré de amaneceres sangrantes."
Antes de que el video terminase, yo había dejado el móvil para llevarme las manos a la cara. Lloraba a moco tendido, tanto que creí que me deshidrataría.
Todo un conjunto de imágenes que me había transportado hasta nuestros inicios. Porque yo también estaba rota, lo vi en los primeros clips. Mi mirada ausente, mis ojos oscuros. Conforme el vídeo avanzaba, yo cambiaba. Y, como él había dicho, recordé quién era. Quién quería ser.
Unos dedos acariciaron mis manos, retirándomelas con delicadeza de la cara. Me choqué de lleno con unos ojos avellanados que me recordaron a la miel, tan dulces, con tanta ternura que me partió el corazón en dos. Arrancó de mi garganta un sollozo al tiempo que una lagrima caía por su mejilla.
—No llores, por favor —suplicó—. Me marcharé de aquí si así lo quieres, pero no llores por mí. No merezco que llores por mí.
La voz me temblaba. Todo mi cuerpo temblaba. Y también el suyo.
—¿Por qué lo has hecho? —pregunté. Él sabía a qué me refería. Retiró un mechón de pelo de mi rostro. Sus ojos me miraban como un ciego miraría el mundo por primera vez.
Inspiró hondo bajando la vista a mis labios antes de volver a enfocarme.
—Robé mi primera botella de alcohol a los siete años —confesó. Fruncí el ceño ante el brusco cambio de tema, pero escuchando con atención cada palabra que tuviera por decir. Había bajado las manos a mi regazo y ahora acariciaba el dorso de mi mano—. Mi madre fue espectacular hasta que nos quedamos sin dinero. Cuando cumplí siete, no nos alcanzaba para pagar el alquiler, la comida y el agua, así que nos tiraron a la calle. Nos cancelaron las cuentas bancarias y mi madre tuvo que conseguir un trabajo de noche donde nos dejaban quedarnos a dormir. Apenas le pagaban doscientos euros al mes así que comprenderás que no teníamos dinero suficiente para comprar comida —Tomó una bocanada de aire y entrelazó nuestros dedos. Miraba nuestras manos unidas como si fuera su anclaje a tierra—. Si a eso le sumas que mi madre tenía problemas con el alcohol, todo es aún peor.
Una lágrima cayó por su mejilla. La limpié con la yema del pulgar. Sus ojos chocaron con los míos y en ellos vi el tormento abriéndose paso.
—Se perdió a sí misma. Lo que le gustaba, lo que amaba. Siempre le había gustado cocinar, pero conforme los días pasaban, ella dejó incluso de comer. Se quedó en los huesos y el alcohol lo empeoró. La bebida era lo único que la mantenía a flote, lo único que hacía que siguiera sobreviviendo. Así que un día, robé una botella de whisky en una tienda a las afueras de la ciudad. Caminé durante una hora para conseguirla y que no pudieran perseguirme.
—¿Por qué lo hiciste?
—Porque ese era su sueño y yo estaba harto de ver cómo se marchitaba día a día. Si beber hasta la inconsciencia le hacía feliz, ¿quién era yo para negárselo?
Acaricié sus nudillos con los dedos.
—Eras un niño de ocho años que robaba por primera vez.
Sonrió con una mueca de tristeza y vergüenza en la cara. No era eso lo que pretendía que sintiera así que le di un apretón en la mano para que entendiera mi punto. Cuando alzó la vista para enfocarme, su mirada devastada me estremeció.
—Después de eso, todo fue a peor. Renuncié a sueños para cumplir los de otros. Me perdí exámenes para robar alcohol en tiendas lejanas. Fuimos a un orfanato cuando mi madre murió y tuvimos que dejar el colegio. Tomamos clases en casa, toda la educación que te pueden dar unas cuantas monjas que tan solo han leído la Biblia. Así que me leí todos los libros que veía y se los enseñaba a mi hermano para que él tuviera al menos la educación más básica —Los recuerdos afloran en su mirada como balas directas al corazón. Su mirada se oscurece, aunque por razones muy distintas a las que sucedían en la intimidad de nuestros apartamentos—. Ben siempre había querido estudiar cinematografía. Cuando se lo llevaron a ese sitio y me di cuenta de que no volvería, me matriculé en esta universidad. Casi pierdo el examen de acceso porque Ben me llamó esa mañana para que lo recogiera de la cuneta donde lo habían tirado por perder su primera pelea.
Las lágrimas salían a borbotones de mis ojos y de los suyos. Garret lucía... ausente, pero volvió en sí tan solo para retirar las lágrimas de mis mejillas. Se me aceleró la respiración hasta el punto de marearme.
—Creo que no fui consciente hasta hace poco de que en mi cabeza creía que, si cumplía los sueños de los demás, incluso si por ello debía renunciar a los míos propios, de alguna manera sería como si ellos lo hubieran hecho —Sacudió la cabeza con una sonrisa irónica—. Fui un estúpido.
—Solo querías cuidar a las personas que amas.
—Pues me parece que no lo he conseguido contigo, ¿no? —Sus ojos chocaron con los míos con una profunda tristeza clavada en sus pupilas. El aire se me quedó atascado en la garganta. ¿Estaba sugiriendo que me amaba? —. He sido un iluso la mayor parte de mi vida, pero nada se compara al monstruo que siento que soy al hacerte lo que te hice. Cuando llegué, ni siquiera tenía previsto que tú pudieras estar involucrada. Al principio solo quería llegar a Chad porque sería la única persona que conseguiría destapar la verdad de su padre —Noté los fuertes intentos que hacía por no referirse a ellos como padre y hermano. Supe que le quedaba mucho camino para considerarlos como tal—. Habría usado a Nora si no hubiera estado enamorada de Chad. Sé que suena horrible, pero en ese momento me pareció la mejor opción. Cuando me di cuenta de que tú eras tan cercana a ellos y encima trabajábamos juntos, no me detuve el tiempo necesario a pensar en lo que hacía, en lo que podría suceder, así que únicamente actúe sin tener en cuenta las consecuencias.
—¿Qué consecuencias?
—Enamorarme de ti.
Eso acabó con mi estabilidad emocional. Apreté los labios intentando detener de manera inútil las inmensas ganas de llorar. Una y otra vez, Garret limpió mis lágrimas.
—No me mientas —susurré, porque ahora todo lo que salía de sus labios parecía una mentira. O quizás era mi miedo a que pudiera hacerlo de nuevo.
—No lo hago —confirmó. Sus manos acunaron mi rostro y se inclinó hacia mí hasta que nuestras narices se rozaron y nuestros alientos se entremezclaron—. Creo que lo que siento por ti es lo más real que he sentido toda mi vida.
—¿Y cómo puedo creerte? ¿Por qué lo haría? —No quería ponernos trabas. Ahora que se había abierto a mí, que nos habíamos visto después de tantos días separados, no quería alejarme de él. Pero quería que entendiera mi punto, quería que supiera que lo que había hecho me había dolido y me costaría volver a confiar en él durante un tiempo.
Él sonrió con ternura y acarició mi nariz con la suya.
—Porque has sido mi primer sueño, cariño —susurró. Volvíamos a ser los dos tontos enamorados que se susurraban secretos en la calidez de su soledad y eso me aceleró el pulso. Eso y sus labios rozando los míos al hablar—. Renuncié a todos mis sueños para cumplir los de los demás. Pero tú... Tú has sido la razón por la que soñé con tenerte a mi lado, por desearte y adorarte. Nunca he deseado a nadie en mi vida como te deseo a ti.
Su susurro ronco alteraba mi sistema aún más que sus pulgares acariciando mis mejillas. El corazón me latía a mil por hora y mi respiración se había vuelto tan irregular que, con cada inhalación, nuestros labios se rozaban.
—Has sido mi primer sueño —repitió como si necesitara que lo confirmara—. No sabes lo mucho que deseo ser la primera persona que veas al despertarte. La única por la que recorrería veinte kilómetros para comprar ese asqueroso té que hace que mi apartamento apeste solo para verte sonreír. La única por la que cerraría una biblioteca cuando tuviera un mal día. La única por la que pintaría la fachada de mi casa de amarillo. La única por la que me vería todas las películas románticas y animadas de la historia del cine. La única por la que volvería a soñar.
Mis manos se movieron hasta su cuello y lo acerqué a mí hasta que sus labios aplastaron los míos. Un gemido escapó de los suyos. Tantos días el uno sin el otro quedaron saciados por el sabor de su boca. Me abrí paso hasta su lengua que se unió gloriosamente a la mía, enredándonos en ese mar de locura y anhelo.
Él se alzó sobre sí mismo llevándome con él. De pronto, sus manos estaban sobre mis caderas y nos movimos hasta que mi trasero rozó el borde del escritorio. Noté su dureza a través de la tela de sus pantalones y solté un gemido ante el deseo que creció en mi vientre. Deslizó una de sus manos callosas por mis muslos desnudos antes de levantarme una pierna para sentarme sobre la mesa.
Acaricié el pelo de su nuca, lo sentí estremecerse contra mí. Yo notaba los sentimientos a flor de piel y las lágrimas escaparon sin que pudiera hacer nada por detenerlas. Se unieron a nuestros labios convirtiendo un beso tan dulce en algo salado y húmedo. No me importó, pero Garret se alejó por los dos.
Su ceño se frunció. Yo solo podía ver sus labios rojos por nuestros besos y deslicé una de mis manos para acariciar la curva de su boca. Otra lágrima cayó por mis mejillas, pero esta era de felicidad, porque volvía a estar conmigo. Pero, a pesar de todo, no conseguía evitar la sensación de que pronto se iría, de que me mentiría de nuevo.
—Cariño...
Lucía asustado. Buscaba en mi rostro, en mi piel, cualquier herida que me causara dolor. Quería decirle que nunca me había sentido tan feliz, pero de mis labios salieron otras palabras.
—Prométeme que no volverás a irte. Prométeme que no me volverás a mentir así —supliqué—. Pensaba que te habría pasado algo, que uno de esos tipos habría encontrado la manera de hacerte daño.
Y yo habría tenido que soportar la idea de perderte sin haberte tenido alguna vez.
Una sonrisa curvó sus labios con una ternura que desbordó mi alma. Se había convertido en un experto en retirarme las lágrimas. Yo nada más pensaba que todos mis sueños se habían cumplido en ese instante. Nada podía superar el éxtasis que provocaba ver a la persona que amabas a centímetros de tu boca.
—Te lo prometo —susurró antes de que yo volviera a reclamar su boca.
Cuando sentí que nuestros labios picaban, cuando la necesidad de que lo que estábamos haciendo llegara a más, cuando sus manos hacían arder cada centímetro de mi piel expuesta, tiré de su pelo para que me mirara.
—Tengo una pregunta —murmuré contra su boca. Gimió y apretó mis muslos como si me estuviera castigando.
—Abejita...
—¿Has visto todas esas películas? —pregunté necesitada de su cuerpo, pero también de la que serían sus próximas palabras.
Él sonrió. Una sonrisa a medio camino entre la vergüenza y el cariño.
—Han sido dos semanas llenas de tortura —respondió con toda la ironía que pudo impregnar en su voz. Reí—, pero ha merecido la pena. Cada segundo.
Yo también sonreí, aunque me sentía atolondrada con la profundidad de su mirada. Emprendió tiernas caricias por mis piernas que me abrasaron la piel y me endulzaron a partes iguales.
—¿Y lo que decías en el video...?
—Es todo verdad —confirmó. Sus labios volvían a estar a centímetros de los míos. Deseé que todos mis sueños estuvieran inspirados en el sabor de su boca. Nunca nadie me miraría con tanto cariño y amor. Nadie nunca sería Garret—. Eres mi amanecer sangrante, abejita.
Y esa confesión, esas palabras, sonaron igual a un te quiero. Sonaron mejor que un te quiero porque era la muestra de cariño que solo podía existir entre nosotros. Algo que el mundo no entendería, pero nosotros sí y eso era todo lo que importaba.
¿¡QUÉ OS HA PARECIDO!? Este es el último capítulo de CLMPD. ¿Reacciones?
Próximamente el epílogo. Este viaje se acaba amigas!
Besos y XOXO,
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